“¿Cuál es la duración de una buena amistad? La hermosa sensación de tener ese cómplice que con toda certeza se puede considerar un hermano nacido en otra familia, es sin duda el anhelo que toda persona quisiera tener y que pocos tienen la dicha de conseguir y mantener. Porque la amistad, como el amor, puede ser tan efímera y frágil que en el momento menos pensado puede romperse y nunca más volver a ser como antes. Especialmente cuando todo da un giro inesperado y esa amistad se convierte en algo aún más precioso pero al mismo tiempo, letal. “
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Las mañanas frías sobre la ciudad siempre eran un indicativo de que cosas interesantes estaban por ocurrir, en realidad ya nada era raro en su día a día, solía ser tan interesante estuviera donde estuviera; unas tan extremas, algunas aburridas y otras tan sencillas y tranquilas como era en esa ocasión.
Sus pasos se detuvieron en el punto exacto de aquel conocido parque, tomó asiento en una de las tantas bancas solitarias y dio un vistazo al reloj en su muñeca indicando las 6:00 a.m en punto, había llegado justo a tiempo a esa pequeña cita de ¿trabajo? ¿Realmente lo podía llamar así? No recibía dinero a cambio de esa solicitud, no lo pedía en realidad, pero la satisfacción que le generaba al concluir todo era más que suficiente para él.
¿Qué más daba? Sólo tenía que esperar y deseaba que no fuera por mucho antes de que el frío hiciera de las suyas en su cuerpo, el vaho que emanaba por sus labios ya era un indicio de que el clima no era para nada agradable en ese lugar, después de todo, la temporada de nieve en Michigan estaba ya a la vuelta de la esquina.
6:15 a.m. Y agradecía que la espera no hubiese sido tanta, pues a lo lejos pudo divisar dos siluetas que se acercaban a la banca donde descansaba; una más pequeña que la otra. Una mujer que en una mano sujetaba la mano de su hija y en la contraria una pequeña maleta de colores.
—Señor Evan, buen día— saludó al llegar dejando la maleta en el suelo. —Me disculpo por la tardanza.
Se puso de pie al momento en el que estrechaba su mano con la recién llegada. —No es problema, no ha sido tanto tiempo… encantado de conocerla en persona, señora de Roy.
—El gusto es mío—sonrió suavemente dirigiendo su atención a su pequeña que sólo les observaba en silencio. — ¿Mi esposo ya le ha dado los detalles?
—Lo hizo, me ha dado la fecha de encuentro pero me temo que ha omitido especificar los detalles sobre la fecha de entrega. —agregó.
Ella sólo guardó silencio bajando al mismo tiempo la mirada. —No lo ha omitido, en realidad… no tenemos una fecha exacta para ello, el negocio se ha dificultado tanto que no tenemos certeza de cuánto tiempo nos vaya a llevar concluirlo. —reforzó ligeramente el agarre en la pequeña mano que sostenía, acción que hizo que la niña alzara la mirada hacia su progenitora.
La atmósfera se había transformado en una bastante incómoda, entendía el silencio repentino de la mujer, ya había atendido tantos casos así. Volvió a tomar asiento con el mero propósito de poder estar a una altura apropiada para ver a la menor y aunque portaba la capucha de su abrigo pudo apreciar algunos detalles físicos imposibles de ignorar; cabello dorado, piel pálida adornada por unas cuantas pecas sobre sus mejillas y un par de ojos color esmeralda ocultos tras los cristales de sus gafas.
Le sonrió de forma gentil, no quería que la tensión del ambiente la asustara, aunque la reacción en la niña fue aferrarse más al abrigo de su madre.
— ¿Ella sabe lo que va a suceder?
La mujer asintió. —Nos aseguramos de hablarlo con ella… aunque.-
—Entiendo— la interrumpió y volvió a ponerse de pie metiendo sus manos en los bolsillos de su abrigo— Les daré unos minutos —dijo para después retirarse.
Sabía que la mujer iba a entender su gesto, pues en el momento en el que se alejó lo suficiente, el llanto en ella no se hizo esperar y no era para más, después de todo estaba despidiéndose de su hija por un tiempo indeterminado. Esa, sin duda, no era para nada su escena favorita pero debía darles ese momento privado a lo que podría ser la última vez que podrían estar juntas, después de todo el destino solía ser cruel ocasiones.
Contó el tiempo, 10 minutos… 15 minutos, la realidad era que no tenía prisa por que terminaran, al contrario ese tiempo fue el necesario para él poder disfrutar tranquilamente de un cigarrillo y distraerse lo suficiente para no escuchar nada de esa privada despedida.
—Señor Evan—la voz de la mujer le hizo girarse, notando el color rojizo en los ojos de ambas. —Estamos listas.
—Bien… entonces en marcha— se apresuró a tirar ese pequeño filtro de papel que disfrutaba hace unos minutos.
Ella asintió y muy a su pesar le entregó esa pequeña maleta que pertenecía a la pequeña.
—Cuide de mi hija, se lo suplico.
Asintió tomando el equipaje. —Como si fuera mi propia hermana.
La madre soltó la mano de su pequeña para volver a abrazarla con fuerza y depositar un suave beso en su frente, una despedida dolorosa pero que a su vez se trataba de una pequeña promesa de volver a estar juntas.
—Adeline— llamó a la menor por su nombre de pila ofreciéndole su mano libre. —Debemos irnos.
Y la niña lo entendió, su madre se lo había dicho momentos atrás, debía obedecer si quería estar a salvo. A paso lento, ese último abrazo se rompió y sin dudarlo tomó la mano que le ofrecía el hombre.
—Vuelve pronto…
Fue la pequeña suplica de la niña antes de comenzar a caminar a la par del hombre que la guiaba dejando atrás a la madre quien había comenzado a llorar en silencio mientras veía las dos siluetas alejarse lentamente.
El camino fue silencioso, no iba a negar que incluso apresuró un poco el paso para evitar cualquier intento de la pequeña por volver con su madre, lo cual sería un gran problema pues podría generarse un escándalo en el lugar considerando que el parque ya comenzaba a tener algunos visitantes. Sin embargo, descartó la idea totalmente al verla de reojo; su mirada baja y un poco de gimoteo producto del llanto reciente, incluso notaba como ella misma secaba sus lágrimas con la manga de su abrigo. La niña tenía 8 años pero al parecer entendía perfectamente el motivo por el que estaba ahí.
Quería indagar, quería saber exactamente lo que sus padres le habían dicho, los motivos de su separación, pero no lo veía prudente, no era el lugar adecuado para conversar sobre ello y no quería agobiarla más.
Se detuvo frente a su vehículo dejando por unos momentos la mano que sostenía sólo para sacar de su bolsillo ese pequeño control remoto que le permitió abrir la puerta del copiloto.
—Muy bien, Adeline… las damas primero— habló por fin manteniendo una sonrisa.
Ella alzó la mirada hacia el hombre, luego miró hacia atrás y terminó regresando su mirada hacia ese asiento en el que debía subirse. Dudaba y Evan lo podía notar.
Suspiró, y se agachó para quedar a su altura.—Te prometo que nada malo va a pasarte y que cuando menos te lo esperes ella volverá por ti para llevarte a casa junto con tu padre… mientras tanto permíteme cuidarte ¿está bien?
No hubo respuesta, sus pequeñas manitas se aferraron a ese abrigo propio repasando en su mente esas palabras que su madre le dijo minutos atrás donde le pedía mantenerse a salvo y esperar a su regreso, dio una mirada más hacia el parque y volvió a ese par de ojos color miel que aunque momentos atrás se habían mostrado serios ahora sólo le expresaban comprensión y ternura, asintió suavemente y tan sólo subió al asiento del vehículo. Evan no dijo palabra alguna, se puso de pie para cerrar la puerta, guardar el equipaje ajeno en la parte trasera del auto y dirigirse al lugar del conductor.
Hacía tanto tiempo que se dedicaba a esto y aún no se acostumbraba a ese tipo de situaciones; los niños solían deprimirse al principio por la ausencia o “abandono” de sus padres como ellos solían decirlo y era tan difícil quitar de sus mentes esa idea.
Condujo en silencio durante un tiempo, 20 minutos… tal vez un poco más, hasta que por fin se detuvo en la cochera de aquella gran casa de colores azulados. Volvió su atención a la pequeña quien ya se había tranquilizado un poco o al menos ya no lloraba.
—Llegamos—estiró su mano para poder darle una pequeña caricia en su cabeza, una suave muestra de afecto que aunque sabía que no iba a animarle del todo, deseaba transmitirle un poco más de confort.
Antes de poder decir algo más, bajó del auto para rodearlo y abrir la puerta del copiloto, Adeline apenas dio un par de pasos fuera, escuchó como la puerta principal se abría y de la casa salía una mujer castaña de ojos color miel con una sonrisa radiante en sus labios. Por un momento pensó en el enorme parecido que tenía con el hombre que la había traído ahí pero poco tiempo tuvo para divagar pues la chica en un abrir y cerrar de ojos ya estaba justo enfrente suyo.
—Hola, tú debes de ser Adeline, eres mucho más linda de lo que imaginaba— procedió a hincarse frente a ella para poder apreciarla mejor notando unas pequeñas manchas rojizas bajo sus ojos, sabía el motivo de éstas así que no tocaría el tema. —Hace frío deberíamos entrar a la casa, he preparado chocolate caliente para todos— se levantó — ¿Vienes, hermano? —y ésta vez se dirigía al castaño.
—En un momento, debo sacar el equipaje de la recién llegada y hacer un par de llamadas… adelántense y asegúrense de terminarse ese chocolate por mí.
La chica sólo rió suavemente por la respuesta de Evan y tomando de la mano a la pequeña comenzó a caminar hacia la casa. —Te guardaré tu ración, no tardes.
No hubo respuesta del otro, o no le dieron oportunidad para darla pues ya estaban dentro de aquella cálida residencia donde comenzó a inspeccionar con su mirada el lugar al que había llegado, el cual era agradable y sencillo, las decoraciones no resaltaban demasiado salvo un pequeño mural donde había fotos familiares, o eso era lo que daba la impresión de ser. La chica la llevó hasta la sala en donde ya se encontraba encendida la chimenea que ayudaba a mantener el clima agradable en el interior.
—Iré por tu chocolate, puedes sentarte donde gustes, ésta ya es tu casa— le soltó su mano para darle una caricia en la mejilla y retirarse.
Asintió y claro que le tomó la palabra pues tomó asiento en el sofá más grande de la estancia, ahí en esa soledad momentánea aún procesaba lo que estaba sucediendo, tenía tantas dudas, todo fue demasiado rápido, sus padres habían evitado darle los grandes detalles quizás por su edad creían que ella no entendería y no se equivocaban, pero tenía un presentimiento no muy agradable gracias a una plática que no debió escuchar ¿Esa chica agradable le explicaría? ¿Quiénes eran ellos para empezar?
— ¿Hola?
Volvió a la realidad alzando la mirada hacia la persona que le llamaba, creyó que la chica había regresado pero, frente a ella estaba otra persona; un chico pelirrojo de ojos color cielo que esperaba una respuesta de su parte ¿tanto había estado perdida en sus pensamientos?
—Hola—respondió.
Él le sonrió. —Tú debes ser nuestra nueva hermanita ¿no es así?
Asintió con timidez. —Si, mi nombre es Adeline.
—Oh—al escuchar su nombre tomó la suficiente confianza para sentarse a su lado. —yo me llamo Liam… ¿Tus padres también te abandonaron?
Bajó la mirada. —No... Mi mamá vendrá por mí después.
—Hmmm… Yo no recuerdo a la mía, Evan me dijo que un día volvería por mí pero creo que ya lo olvidó— mientras hablaba balanceaba sus pies de adelante hacia atrás.
—Liam—una tercera voz se hizo escuchar, era aquella chica que traía en sus manos dos tazas con chocolate caliente las cuales colocó en la mesita de centro para sentarse al otro lado de la pequeña. —No deberías asustar de esa manera a tu nueva hermana.
—Lo siento— se disculpó con un pequeño puchero en su rostro. —Aunque es verdad. —soltó en voz baja.
Logró escuchar ese pequeño susurro pero no quiso tomarle importancia, no lo iba a reprender por ello. —Adeline, ya conociste a Liam, mi nombre es Evelyn, más tarde conocerás a tus otros hermanos y claro, ya conociste a Evan, dime ¿tienes dudas? Puedes preguntar lo que desees.
Lo meditó por unos segundos, tenía demasiadas dudas especialmente el motivo por el que sus padres la dejaron pero temía hacer esa pregunta, Liam le dijo que la habían abandonado pero no quería confirmarlo. Quería pensar que bromeaba y confiar en la promesa de su madre.
— ¿Qué es éste lugar?
—Bueno… Evan y yo lo llamamos “Casa de cuidado”, aunque realmente no existe ese término en otros lugares, somos una especie de guardería y cuidamos a los pequeños de papás que tienen conflictos que atender y no desean que sus hijos se vean involucrados o sufran cambios repentinos por las constantes mudanzas que deban realizar, en tu caso tus papás debían salir de los Estados Unidos urgentemente para realizar un viaje muy largo de negocios, por eso nos pidieron cuidarte durante ese tiempo—le respondió de más y si que era una mentira a medias pero no tenía el corazón para decir más detalles.
Sintió un pequeño alivio por su respuesta, ya que le había respondido incluso esa duda que le atemorizaba externar, aún era extraño, después de todo llegaba a un lugar nuevo.
—No te preocupes, Adeline— habló el chico rompiendo el silencio y bajándose del sofá para tomar esa taza con chocolate y ofrecérsela. —Mientras tu mami vuelve por ti nosotros vamos a ser tu familia, todos somos hermanos—señaló a la castaña—Evelyn es muy buena con nosotros, hace comida muy deliciosa y Evan nos lleva a comer helado cuando hace calor ó cuando está de buen humor.
Para Evelyn fue tan repentino ver a Liam tomar esa iniciativa para animarla, sin embargo se lo agradeció demasiado.
La pequeña tomó la taza que le ofrecía el pelirrojo para dedicarle una sonrisa, seguía triste, si, pero no iba a negar que se sintiera mucho mejor por sus palabras. —Gracias, Liam
—Bueno, iré a ver por qué Evan tarda tanto en traer tus cosas— se puso de pie no sin antes revolver afectivamente el cabello de ambos niños.
— ¡Yo la cuido, Eve! —gritó tomando su propia taza con chocolate y volverse a sentar a su lado.
—Te lo encargo—le guiñó un ojo antes de salir.
Estando solos las preguntas triviales no se hicieron esperar; el sabor de helado preferido, su comida favorita, si creía en santa, etc. Todo fue lo suficientemente ameno para Adeline que incluso un par de risas se hicieron escuchar en la habitación mientras Liam le contaba algunas travesuras que llegaban a hacerle a Evan, incluso le habló un poco sobre sus otros hermanos, de quienes no quiso decir mucho pues quería que los conociera en persona.
Con el pasar de los días, fue sencillo para la recién llegada adaptarse a su nuevo hogar, todos la recibieron con mucho afecto, unos más que otros, pero fue lo suficiente para sentirse acogida y que el nerviosismo inicial fuera disminuyendo, había pasado de ser hija única a ahora tener 4 hermanos mayores, todos de lugares distintos, tan únicos y especiales.
Por un lado estaba su compañera de habitación quien era sólo 2 años mayor que ella; cabellos azabaches y ojos color gris, con facciones tan finas que dejaban muy claro su nacionalidad asiática, su nombre era Kim Naoi, quien tan sólo verla se abalanzó a la más pequeña para darle un buen abrazo de bienvenida.
Clair Miller por su parte, podía notarse un poco más seria y con un porte elegante, pero le saludó con gusto y ternura, es 4 años más grande que Adeline y ella quedó fascinada con lo linda que era; cabellos dorados y ojos color caramelo.
En cuanto a sus hermanos, Drew Walker no se había mostrado ni cariñoso ni efusivo por conocerla, su rostro mostraba cierta expresión de fastidio y aunque creyó en ese momento haber sido una molestia para él, inmediatamente Liam le aclaró lo malhumorado que su hermano mayor solía ser.
Por último estaba Liam, pronto supo que su apellido era Wood y que era mayor sólo por un año, quizás era por eso que ambos habían tenido tan buena conexión apenas conocerse, eran los más pequeños y tenían tantos gustos en común que la amistad fue casi automática.
Sin embargo y a pesar de contar con tan buenas personas a su alrededor que la habían hecho sentir como parte de una familia, no había modo de que el recuerdo de sus padres desapareciera de la noche a la mañana. Adeline aún añoraba por el día en el que su madre llegara por esa puerta y la llevara a casa.
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“Un sueño y nada más…”
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Soltó un suspiro, uno de tantos, su mirada estaba fija en esa manzana a la que sólo le había dado un par de mordidas. Había tenido que comenzar a acudir a la escuela por “ordenes de su madre” según Evelyn.
Adeline aceptó sin problemas pero no estaba siendo del todo sencillo, nuevamente tenía ese mal presentimiento ¿por qué tenía que comenzar en otra escuela? Ella ya iba a una diferente. Las palabras de Liam cuando le conoció hacían un tornado en su cabeza ¿Y si realmente le abandonaron? ¿Qué había hecho mal? Las lágrimas silenciosas no se hicieron esperar ¿Qué importaba si los otros niños la veían con extrañeza?
— ¿Nos vemos a la salida?
Esa voz, tan conocida ya para ella, le hizo alzar la mirada. Era Liam.
— ¿Eh?
—Evan me dijo que estaría ocupado hoy así que pensé que tendría que volver solo a casa pero recordé que mi nueva hermanita está también en la escuela y no tendré que caminar solo—metió su mano en el bolsillo de su pantalón para entregarle un pañuelo que en realidad era una servilleta de su almuerzo. —quiero llevarte a un lugar que es especial para mí... es secreto y debes prometer que no le dirás a nadie ¿Está bien?
Un poco dubitativa tomó la servilleta para poder secar sus mejillas de esas lágrimas que las habían empapado momentos atrás, hoy era su primer día y no estaba siendo el mejor de todos pero quizás todo podría mejorar, Liam le dio esa pequeña esperanza y era curiosa por saber qué era lo que le quería mostrar.
Asintió sonriendo ligeramente.
—Nos vemos en la entrada, no lo olvides— le pidió con una amplia sonrisa en sus labios antes marcharse corriendo pues en ese momento la campana de regreso a clase había sonado.
Las siguientes horas fueron efímeras, en su mente sólo existía esa gran curiosidad por saber a dónde le llevaría su nuevo amigo. Incluso pudo dejar de pensar en la tristeza que hacía unas horas le había hecho llorar en el patio. Apenas sonar la campana, se apresuró a guardar sus cosas para salir del aula rumbo a ese punto de encuentro en donde pudo divisar al pelirrojo que ya le esperaba.
— ¡Adeline! —le llamó al verla llegar.
—Liam, hola… ¿tardé?
—No, en realidad salí rápido, no quería que te perdieras—le tomó de la mano. —Vamos, debemos ir a ese lugar secreto y volver a casa antes de que Evelyn mande a Drew a buscarnos.
No fue necesario decir más, con la imagen de un Drew malhumorado era más que suficiente para motivarla a caminar, en realidad no había tenido que sufrir algo más que sólo una mala cara de su parte pero confiaba en lo que el pelirrojo le había contado sobre su hermano mayor. No lo quería experimentar aún.
Al caminar podía apreciar mejor el lugar en donde vivía ahora, Liam se encargaba de platicarle acerca de cada uno de los lugares que podría disfrutar; la heladería, unas cuantas cafeterías, distintas tiendas de comida, incluso una tienda de juegos de video donde solía ir con sus amigos algunas veces. Adeline estaba fascinada de ver todo pero su sorpresa fue evidente cuando vio el rumbo que el pelirrojo tomaba, lo conocía perfectamente.
Era ese parque, no podía estar equivocada.
Sus pasos se detuvieron exactamente en esa banca en donde vio por primera vez a Evan y sobretodo donde su madre se despidió de ella.
Liam soltó su mano y sólo se sentó en esa banca vacía palpando un par de veces el lugar a su lado para que ella se sentara también.
Lo pensó un poco, pero al final terminó por sentarse ¿por qué la había traído a ese lugar?
—Este parque es muy bonito, justo desde aquí puedes ver las canchas deportivas y por ahí hay juegos muy divertidos, Evan suele traernos a veces cuando terminamos a tiempo la tarea— mientras hablaba, señalaba los lugares que le indicaba a la rubia, había notado como su semblante había cambiado nuevamente a ese lleno de tristeza que vio en el receso, sabía lo que ese lugar significaba para ella.
Bajó la mirada, no quería llorar de nuevo y estaba luchando mucho para lograrlo. —Liam, creo que... deberíamos ir a casa, Drew podría.-
—No— la interrumpió.
—Pero…-
—Te dije que te mostraría un lugar especial para mí, y es éste… fue aquí donde sostuve por última vez la mano de mi padre— por fin volteó a verla, sonreía con melancolía. —Vengo aquí todos los días, si cierras los ojos y lo visualizas es como estar con papá nuevamente… es una magia especial, inténtalo— cerró los ojos, respiró profundo y su sonrisa creció.
Estaba tan confundida con sólo verlo pero no perdía nada intentando hacer lo que el pelirrojo le decía, era quizás una locura pero al final terminó imitando sus acciones; cerró los ojos y tras tomar una larga bocanada de aire dejó volar su imaginación y ahí estaba, la imagen de su madre sonriendo justo como solía hacerlo. Las lágrimas fueron inevitables era tan real que odió abrir los ojos y toparse con un paisaje vacío, deseaba con todas su fuerzas que se hiciera realidad.
—Un día la verás de nuevo, ella te abrazará y serán felices nuevamente, disculpa si al conocerte dije cosas malas, estoy seguro de que ella volverá por ti tarde o temprano y creo que no le gustaría saber que lloraste mucho todo este tiempo—abrió los ojos y volteó a verla. —Yo vengo todos los días aquí al salir de la escuela, eso me ayuda a tener presente a mi padre y no llorar por su ausencia ¿Te gustaría acompañarme?
No pudo evitar mirarlo fijamente, podía notar que aún después de decir que ya no lloraba, sus ojos tenían un pequeño brillo, quizás unas pequeñas lágrimas que él se negaba a soltar. Fue entonces que se atrevió a tomar su mano.
—Ellos también volverán por ti, no te han abandonado.
La sorpresa en su mirada fue imposible de ocultar, Liam nunca esperó que la pequeña que él mismo trataba de animar hiciera lo mismo con él.
— ¿De verdad lo crees? Ha pasado mucho tiempo
—Lo creo... mientras tanto, prometo que estaré contigo sin importar lo que pase.
Él no pudo evitar reír, no se burlaba, estaba emocionado, había logrado su pequeño objetivo que era animarla.
Movió su mano hasta que ambos meñiques estuvieron entrelazados. Era un trato de niños pero uno muy especial.
—Yo también, estaré contigo sin importar que... es una promesa
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