-¿A dónde?-
Dejando de meter la ropa en su bolso, el joven se giró hacia quien le había hecho tal pregunta.
-A Islandia- respondió él.
-¿Dónde mierdas está eso?- inquirió la mujer.
Dando un suspiro, el chico se enderezó. Sacando el móvil buscó el mapa y se aproximó hasta ella.
-Mira, aquí- mostró.
Ella miró la pantalla. Y abrió los ojos de par en par.
-¡¡Te vas a meter en una isla??-
-No había mucho donde elegir para mi...trabajo- respondió el joven.
-¿A quién diantres le gustan tanto las...focas como para ser capaz de irse a un islote perdido en mitad del océano?- se contrarió ella.
-Son unos animales muy bonitos- alegó su amigo -Además no son focas corrientes-
La mujer le miró con desdén.
-¿A no?-
-Son muchas especies y precisamente la que yo tengo que estudiar y hacer el trabajo son de lo más hermosas-
-Son sacos de grasa-
El castaño rodó los ojos.
-No las llames así-
-Lo siento pero es como yo las veo- se disculpó ella encogiéndose de hombros.
-Son lobos marinos, Emma- aclaró el joven regresando ante su equipaje y terminando de guardar las últimas prendas de ropa.
-De ésos también hay por aquí- repuso ella.
El castaño dio un suspiro.
-No quisieron que fuera por la zona- respondió.
Cerrando el bolso se lo colgó y se volvió a su amiga.
-¿Me vas a acompañar hasta el aeropuerto o no entonces?- preguntó éste.
Emma hizo un puchero.
-Es que...te vas muy lejos y...me vas a dejar sola- reprochó.
-He de hacer mi tesis final o no me darán la licenciatura- repuso su amigo.
-Cojonudo, se pira mi novio, ahora tú, ¿Con quien voy a salir a...emborracharme?-
El chico se echó a reír.
-Se pasarán rápido- añadió.
-Seee, medio año se pasa veloz- rezongó sarcásticamente Emma.
El castaño dio un paso adelante.
-Solo me faltan éstos seis meses y...después podremos salir todas las noches por ahí a emborracharnos- dijo.
Emma caminó hacia él no muy convencida.
-Eres mi único mejor amigo Jace- confesó ella.
-Y tú muy buena amiga, Emma- respondió de vuelta Jace -Me has ayudado mucho y...de verdad, no sé...como voy a agradecertelo...y me estás haciendo sentir como un capullo...-
Emma vio que en ese momento su amigo dejó salir unas llamativas lágrimas de sus ojos.
-Ay cariño. Lo siento mucho- se disculpó ella para abrazarlo de manera fraternal.
Jace lo hizo a ella.
-Perdona, sabes que me gusta chincharte y...no era mi intención hacerte llorar...¡Ay mira! No me hagas caso- Emma se lo retiró y le limpió las lágrimas -¿Sabes qué? Di que sí, vete lejos y haz tu trabajo...pero hazme el puñetero favor de también trabajarte a algún rubiales de los que hay por allí y disfruta la vida-
Jace rió divertido a la respuesta de su amiga.
-No es coña, vive el momento y si se te presenta un rubiales de ésos...como los que salen en las pelis de...dos metros y ojos azules o verdes o como sean...follatelo-
-¡Estás loca!- seguía riendo el joven.
-No, no, no. No estoy loca. Te estoy dando un consejo así que no seas lerdo y te pases todo el tiempo con esos sacos de grasa-
-¡Lobos marinos!- apuntó Jace.
-Lo que sean- restó importancia Emma.
Su amigo asintió.
-No voy de turismo-
-Pero eso no quiere decir que no puedas...aprovechar y...divertirte- alegó ella moviendo las cejas de arriba abajo muy seguido.
Jace negó con la cabeza mostrando una sutil sonrisa.
-Prefiero no hacerte caso y sabes porqué lo digo- dijo él.
-Debes aprender a separar sexo de amor o nunca vas a disfrutar de verdad- apuntó Emma.
-No puedo evitarlo. Soy un...romántico empedernido- se medio burló Jace.
-Al menos inténtalo- añadió Emma -Y si ves que te tocan el corazoncito pues...una patada en las pelotas y te vuelcas en tus foquitas-
Jace puso los ojos en blanco a la vez que se llevó las manos a éstos para cubrirselos.
-Y sí, te acompaño hasta el aeropuerto-
Jace se retiró las manos para verla.
-Gracias- respondió.
-No tienes que darlas- contestó Emma sonriéndole.
Aeropuerto Internacional de Reikiavik, Islandia.
Salió de la terminal tirando de su gran maleta y con el bolso colgado.
Buscando un taxi vio a uno sobre el cual el taxista descansaba mientras parecía mirar algo en su móvil. Jace, aspirando profundamente, echó a andar hacia el hombre. Esperaba que hablara su idioma o entonces...
-Buenas tardes- saludó.
El taxista alzó la vista y le miró.
-Ehmm...esto...¿Habla mi idioma?- preguntó Jace.
Una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en los labios del hombre.
-Sí, claro- respondió.
Jace dio un suspiro de alivio.
-¿Qué necesitas?- preguntó el taxista.
-A ver, yo...he de ir aquí y pues como que no conozco esto...- haciendo malabares, Jace sacó un papelito que entregó al hombre. Éste lo acepto y leyó.
-Está algo retirado- alegó.
-Me lo supongo- dijo Jace encogiéndose de hombros.
-Debiste tomar el avión con destino al aeropuerto de Vatnsnes- repuso el taxista.
-¿Qué?- puso cara de tonto Jace.
El hombre negó con la cabeza y le ayudó con el equipaje.
-No importa, te llevaré- apuntó.
-Muchisimas gracias- respondió Jace.
Le despertó el detenimiento del coche. Se había quedado dormido viendo el paisaje que les acompañó durante parte del camino para despertarse al notar que se pararon.
Disimuladamente se desperezó para ver cómo la puerta de su lado se abrió dejando ver el rostro amable del taxista.
-Llegamos- anunció éste.
Jace se quitó el cinturón de seguridad y salió del coche.
Echando un rapido vistazo observó el pueblo en general.
No había mucha gente pero la poca que se veía por la calle le miraba curiosa.
-Pues aquí estás- anunció el taxista dejando la maleta y el bolso junto a los pies de Jace.
Éste se colgó el bolso y buscó la cartera preguntando:
-¿Y cuánto es?-
-Dejalo- restó importancia el hombre -Por ser tu primera vez aquí no te lo voy a cobrar-
Jace sonrió agradecido.
-Muchas gracias-
Vio como el taxista regresó al interior del taxi y se fue de allí.
Dandose la vuelta miró la hora.
Las diez de la noche.
Llevándose las manos a la cara se frotó los ojos. Luego agarró la maleta del asa y se acercó hasta alguien para preguntarle un lugar donde pasar la noche...
Caminaba dirección hacia su todo-terreno.
Se arrebujó bajo su chaqueta y apretó el paso.
En su camino saludaba a las personas que se encontraba cuando a punto de cruzar la calle se fijó en un joven tirando de una maleta y acarreando con un bolso aproximándose hasta un par de personas.
Le vio intentar comunicarse pero parecía que ellos no le entendían muy bien.
Echó a andar hacia aquel joven y sus paisanos.
-Dormir. Pasar noche. Un sitio- intentaba comunicarse Jace mas no había manera.
-Eitthvað gerist?-
Jace dejó de hablar al oír una voz algo grave aunque de tono suave.
-Við skiljum ekki hvað strákurinn segir okkur- respondió uno de los otros dos.
Aquel rubio miró detenidamente a Jace.
-¿Estadounidense?- fue lo primero que preguntó con una sonrisa en los labios.
-¡Gracias a Dios!- dio un suspiro de alivio Jace al oír hablar en su idioma a dicho hombre -Sí, soy...me llamo Jace y soy de Nueva York-
El rubio extendió una mano hacia él diciendo:
-Gunnar, encantado-
Jace chocó su mano con la suya para en cuanto lo hizo sentir una especie de calor recorrerle de punta a punta.
Gunnar también sintió aquel extraño chispazo pero al mismo tiempo, ambos se soltaron de las manos.
-¿Y qué necesitas?- se interesó por el joven.
-Ammm, bueno, yo...vine por la universidad y...no pensé que llegaría tan tarde y necesito encontrar un lugar para al menos pasar ésta noche...-
-Hay un par de pequeños hostales en el pueblo y tres casas rurales...-
-¿Te importaría si me dices por donde quedan?-
Gunnar tragó saliva.
-Iba a decirte que siendo las horas que son dudo mucho que haya habitaciones libres...- respondió.
-¡Ay Dios! ¿Y dónde voy a poder pasar la noche?- se exasperó Jace.
-Aún no había acabado de hablar- se rió el rubio.
-Perdón, perdón, perdón- se disculpó el castaño.
-Yo vivo a unos cuantos metros de aquí y mi apartamento es amplio. Tengo tres habitaciones y dos libres así que si quieres y no te importa puedes pasar la noche en mi casa y mañana puedo acompañarte a alguno de esos dos hostales o a la casa rural- ofreció Gunnar.
Jace puso cara de sorpresa.
-Ni...ni siquiera te conozco y...¿Me estás invitando a pasar la noche en tu...casa?-
Gunnar achicó los ojos.
-Se llama hospitalidad y no creo que seas un ladrón o peor aún un asesino- bromeó.
Jace tragó saliva varias veces.
-Ya pe-pero yo no sé quién eres tú y...-
-Gunnar, vivo aquí desde que nací y solo te estoy ofreciendo que pases ésta noche bajo techo- repuso.
Jace se mordió el labio inferior, dudando.
No conocía a ese hombre aunque no le daba mala espina.
-¿Y bien? ¿Qué decides?- quiso saber Gunnar metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta y mirándole sin borrar la sonrisa.
No tenía mucho donde elegir. No conocía aquel país ni aquel pueblo. Estaba como quien dice con las manos y pies atados. No conocía a nadie.
Un pelín atemorizado dio un paso adelante y contestó:
-Vale-
Gunnar amplió su sonrisa.
-Estupendo. Mi coche está por allá- señaló hacia supuestamente la acera de enfrente. Jace siguió la dirección de su dedo viendo que apuntaba hacia un parking donde unos cuantos de coches, todo de estilo todo-terreno permanecían estacionados.
Regresando la vista al rubio, Jace dijo:
-Espero no arrepentirme-
Gunnar solo sonrió. Acto seguido le arrebató la maleta de ruedas y le instó a que le siguiera y Jace caminó cerca de él.
La puerta de aquel ático cedió dejando ver en primer lugar al rubio.
Éste, echándose a un lado, señaló con la mano hacia el interior del apartamento e invitó a entrar a Jace.
El castaño se adentró. Despacio.
Gunnar, detrás de él y con la maleta de Jace, le siguió.
-Si no te importa ¿Podrías descalzarte?-
Jace se volvió al rubio.
-¿Có-cómo?-
Gunnar señaló hacia el suelo diciendo:
-Madera-
Jace miró al suelo viendo que efectivamente brillaba y hasta olía a bosque.
-Cla-claro- el joven soltó el bolso con cuidado a un lado suyo y se descalzó -¿Y don-donde los pon...- preguntó con sus zapatos sujetos en cada una de sus manos.
Gunnar dejó la maleta y se acercó hasta él. Con educación le quitó los zapatos para agachándose dejarlos a un lado junto al bolso de viaje.
Luego, él también se descalzó pero usando sus pies.
Aún sin zapatos, Jace pudo darse cuenta que seguía siendo mucho más alto que él. Una cabeza y casi y media le sacaba.
-Ven, te enseñaré donde puedes dormir- dijo el rubio aventajandole.
Jace se hizo nuevamente con el bolso y siguió al hombre cuando al entrar al salón se quedó boquiabierto.
-¡A-ahí va!- exclamó.
Gunnar le miró al oírle.
-Qué- quiso saber medio divertido al verle la cara que tenía.
Jace tragó saliva y le devolvió la mirada.
-Es...es...nunca antes había visto un...ático como éste- dijo.
Gunnar se llevó una mano a la boca para ocultando una risita decir después:
-Lo diseñé yo-
Jace parpadeó un par de veces.
-¿T-tú?-
-Ajá- afirmó el rubio.
-¿E-eres...eres diseñador?-
-Realmente soy constructor aunque también me especialicé en diseño de interiores- contestó Gunnar sin dejar de sonreír.
-Va-vaya- seguía sorprendido Jace.
Observaba todo detenidamente cuando se percató que también había una moderna chimenea de la cual ni se había dado cuenta de tan moderno estilo era.
-Es...¿Es una chimenea?- apuntó hacia la susodicha.
-Ujum- asintió Gunnar viendo las caras de asombro del joven americano.
-¡Es...es una chimenea chulísima!- alabó Jace.
-Gracias- respondió el rubio sin dejar de mirarle -Puedes dejar las cosas en el dormitorio donde dormirás y seguir sorprendiendote-
Jace se echó a reír avergonzado.
-Lo siento. Es que...como ya te he dicho nunca...nunca vi un apartamento como éste- habló.
Gunnar, señalándole hacia las escaleras que dividían en dos plantas el ático preguntó:
-¿Me acompañas?-
Jace se colocó mejor el bolso y siguió al hombre escaleras arriba.
-Si quieres también puedes darte una ducha, mientras yo miro a ver si tengo algo para cenar- iba diciendo Gunnar yendo delante suya.
Jace, a sus espaldas, se dio la libertad de hacerle no solo un repaso visual veloz de arriba abajo sino que depuso su completa atención en cierta parte anatómica del rubio.
-¿Qué te gusta más?-
-¿Eh-ehm?-
Gunnar se detuvo a dos escalones del piso superior para girandose ver cómo el castaño se enderezó rápidamente.
Achicando los ojos, aclaró:
-Digo que qué te gusta más-
-Lo-lo que tengas- respondió Jace.
Gunnar bajó un escalón para quedar un poco más cerca del joven.
-Me sobró de ayer cordero al horno y un poco de ensaladilla de gambas- dijo Gunnar.
-Suena...suena delicioso- asintió Jace.
-Umm, entonces te digo cuál es tu habitación y te muestro el baño. Mientras te das una ducha yo caliento la comida- anunció el rubio.
Retomando la subida y seguido por el joven se dispuso a mostrarle la habitación y dónde estaba el baño.
Tras haber dejado su bolso en la habitación que el rubio le enseñó, Jace terminaba de acicalarse ante el espejo del baño.
Le había sentado de vicio eso de tomar una ducha de agua tibia.
Había alucinado en colores cuando no solo vio el dormitorio que Gunnar le enseñó sino que con el baño casi se cae de culo.
Recogiendo la ropa que había llevado en el viaje en una bola, salió del baño.
Un rico aroma a asado le dio en la nariz haciendo que la boca se le hiciera agua.
No había imaginado que la gente de ese país fuera tan hospitalaria sin apenas conocer a los extranjeros.
"Y también está muy pero que muy bueno"
Se dijo en su cabeza refiriéndose al rubio.
Con la ropa entre las manos, bajó las escaleras.
El olor a comida le entraba por la nariz y le hacía querer comer ya.
Caminó hacia donde parecía procedía el aroma dando con el rubio con ropa cómoda, remangado y en una faceta de chef de lo más casera.
Jace, de pie junto a dónde debería haber una puerta y en su lugar había un arco, miró fijamente al rubio.
-Ujum- carraspeó.
Gunnar dejó lo que estaba haciendo y se giró.
Descubrió al joven con el montón de ropa entre los brazos e inmóvil bajo el arco.
-¿A qué te quedaste más cómodo?- preguntó.
-Mucho, de verdad, muchas gracias. Yo...iba a pedirte una bolsa para meter mi ropa sucia y ya cuando me instale pues...-
Gunnar negó con la cabeza. Acto seguido se aproximó hasta él y le quitó la ropa de entre los brazos.
-No digas tonterías, tengo una lavadora y una secadora, antes de que mañana encuentres un lugar acorde para quedarte tendrás la ropa limpia y seca- apuntó.
Jace le vio dirigirse hacia un pequeño cubículo donde parecía tenía ambos electrodomésticos.
Observó cómo metia la ropa y la programaba. Luego regresó a lo que estaba haciendo.
-Yo...me siento como un aprovechado aquí sin hacer nada...-
-¿Qué quieres hacer?- rezongó divertido Gunnar.
-Umm, no sé, echarte una mano o...-
El rubio asintió sin borrar la sonrisa de sus labios.
-Okey, los manteles individuales los tengo ahí. Los vasos y cubiertos en ese estante y en aquel cajón- dio nortes Gunnar -Pon la mesa que ésto está casi listo-
Obediente, Jace se hizo con todo lo que le dijo y se dispuso a colocarlo en la mesa.
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