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Los Alpha

Introducción:

...Introducción:...

¿Creéis en lo sobrenatural? ¿Vampiros? ¿Hombres lobo? Es claro que no.

¿Debería mencionar que no son sólo leyendas?

Si lo fueran no me encontraría en está extraña situación, una maldita situación.

¿Se os estáis preguntando, cierto? Déjenme decirles que lo que os contaré a continuación no es ninguna clase de broma o una invención de mi mente. Claro que no, por más increíble que suene.

Hace un par de meses me mudé de mi amado Manhattan. ¿Por qué me he mudado? Mi papá fue transferido, pero eso no es lo importante. Aunque lo de su transferencia haya sido todo una mentira y ocultó la verdadera razón.

Lo importante es que: ¡Me encuentro secuestrada en una fábrica abandonada!

Está fábrica está situada a las afueras del pequeño pueblo al que me he mudado.

Estoy fuertemente amarrada a una silla, he intentado hasta lo imposible por desatarme. Pero todo esfuerzo ha sido en vano. ¿Podría gritar? Sí, pero sólo mis amigables captores me podrían oír. Me maldigo internamente de todas las maneras posibles, debí darme cuenta de que él no era Sebastian, que en realidad era su perverso hermano gemelo y que todo fue una trampa desde el comienzo.

También que lo de la reunión lo era y no debí dejarles ir. Ahora deben de estar buscándome con el rastreador que Scott puso en mi pulsera y agradezco haberle hecho caso. Mi cuerpo duele y se debe a que fui estrellada contra los malditos casilleros. Joder.

Mis pensamientos son interrumpidos por la puerta que es abierta y ante mí aparece él. La rabia me ciega, si pudiera soltarme le mataría con mis propias manos. ¿Pero que demonios estoy pensando? ¡Demonios Alice! ¡Es un jodido licántropo! ¡No podrías matarle con tus propias manos aunque lo desearas con todas las fuerzas de tu corazón! Y necesito mis armas y claro está que no las tengo conmigo en este jodido momento.

¡Mierda!

Se agacha frente a mí, dejando su rostro a la altura del mío. Me observa a detalle, su mirada es seriedad pura.

—¿Cómo te encuentras princesa? —se esta burlando de mí, lo sé.

Se está burlando de ambas. ¡Imbécil!

Le regalo la peor de mis miradas y no respondo. Tal vez si lo hago, diré cosas de las que después me arrepentiré.

¡Y eso puede costarnos la vida y la verdad aún soy muy joven para morir!

Jodida consciencia.

—¿Te han comido la lengua los ratones? —pregunta divertido.

Nop, pero no tenemos ganas de hablar con un capullo como tú.

Me toma de la barbilla y levanta mi rostro para que le vea mejor. Me regala una sonrisa triunfadora. ¡Carajo! ¡¿Qué demonios quiere?!

Maldito.

—Sebastian no vendrá y menos aún el idiota de Salvatore —se burla—. ¿Sabes? Aún no entiendo que vió mi hermanito en ti —hace una mueca de asco.

¡Claro que vendrán por nosotras! Y espero que pateen fuertemente tu trasero hijo de perra.

—¡Eso a ti no te importa! —espete apretando mis dientes.

¡Buena respuesta! ¡Esa es mi chica!

—¡Así que la gatita podía hablar!—sonríe—. Por un momento temí que te hubieran comido la lengua los ratones —hace un puchero, que logra que mi rabia aumente y la repulsión me recorra.

¡Lo odio!

Antes de que logré procesarlo escupó su rostro. ¡Lo sé! ¡He cavado mi propia tumba! Se limpia el rostro y me regala una mirada cargada de furia.

¡Eres una idiota! ¡Nos matará! Y todo será tu culpa. ¡Ya no podré disfrutar de mis sexys chicos!

—¡Maldita perra! —suelta con veneno y me da una bofetada. Mi rostro gira ante el golpe y siento ardor en la zona golpeada.

Este es mi fin, acaba aquí.

Es nuestro fin y yo quería seguir disfrutando mi vida, maldición.

Adiós papá, adiós mamá, adiós Scott. ¡Los amo! ¡Son la familia que cualquiera hubiera deseado tener! Aunque me hayáis ocultado muchas cosas. Me despido de aquellos que amo con todo mi ser, porque claramente este era mi fin.

Yo también voy a extrañarlos.

Adiós Austin, lamento haberte lastimado. ¡Siempre serás mi mejor amigo!

Adiós Sebastian, adiós Isaac, los amo. Lamento que por mi culpa estemos en está maldita situación. Por favor no tomen venganza, no vale la pena. También lamento no haberles dicho más seguido cuanto los amaba.

Sepan que también los amo y extrañaré sus sexys cuerpos.

Me despido de cada uno, sé que no sabrán cuánto los amo. Ni que mis últimos pensamientos fueron dirigidos hacia ellos. ¡Lo siento tanto!

El único sonido que se escucha es el de mis sollozos, antes de que pueda dedicar algún pequeño pensamiento más hacia ellos... Sucede lo que tanto había esperado...

Capítulo 1: Nuevo hogar.

...Uno: ...

...Nuevo hogar....

¿Qué padres toman decisiones sin consultarle a sus hijos? ¡Los míos! Me encuentro terminando de empacar mis cosas, debo irme de mi amada ciudad, mi hermoso Manhattan. ¿Adónde, se preguntarán? Pues a un pequeño pueblo, el cual es tan poco conocido que si os dijera su nombre no lo recordarían. ¡Y no exagero!

Termino de guardar la última prenda de ropa, cierro la caja y la acomodo afuera de la habitación.

Mi papá ha sido transferido, es periodista. Parece que en el pequeño pueblucho necesitaban a alguien y él ha aceptado con gusto.

Claramente sin reparar ¡en que no quiero mudarme! No quiero dejar mi ciudad, mi amada ciudad. Y menos dejar a mis amigos, en especial a Austin.

El mismo que es mi mejor amigo en el mundo entero y le adoro con locura. Me cuesta dejarle aquí y tener que irme lejos. ¿Por qué me pasa esto a mí?

Venga ya, drama queen.

Odio con toda el alma a mi padre y no estoy exagerando -bueno, tal vez un poco-. Es muy injusto, Scott -mi hermano mayor- está demasiado a gusto con la noticia. No puedo creer lo bien que lo ha tomado, no le entiendo. Yo me he puesto como una cabra loca por la noticia y él en cambió, está de lo más tranquilo. ¡Dios! A veces creo que no somos familia.

Bajo las cajas y las meto dentro del camión de mudanza. Vuelvo a entrar y subo a mi habitación por el resto de mis pertenencias.

—¡Hey, Ally! —escuché una voz detrás de mí.

Giro y puedo apreciar la hermosa sonrisa en el rostro de Austin. Tiene el cabello algo largo y ondulado. Castaño oscuro para ser exactos y sus ojos color miel acompañan muy bien su rostro. Es alto, demasiado y será porque soy bastante bajita. Es capitán del equipo de básquet de mi ex Instituto y por eso es bastante popular. Que va, aunque no lo fuera, él es demasiado amistoso y eso no cambiaría nada.

Odio que sea tan alto, le envidio. Para mi mala suerte soy demasiado bajita, demasiado.

—¿Qué haces aquí? —pregunté enarcando una ceja, una vez que salí de mi ensoñación.

—¿No puedo despedirme de la chica más guapa de esta ciudad? —se cruzó de brazos fingiendo estar indignado por mi pregunta.

—Tonto, eres un mentiroso —reí y negué con la cabeza.

—¿No me crees? ¡Tus dudas me hieren! —exclama mientras coloca una mano a su pecho, fingiendo estar dolido por mi comentario.

—¿Quieres la verdad? —pregunté en un tono divertido, asiente como respuesta—. No, no te creo —solté una gran carcajada.

—¡Realmente has herido mis sentimientos! ¡Eres la peor mejor amiga de todo el universo! —dijo mientras finge llorar.

Ruedo mis ojos y me acercó a darle un abrazo de despedida. Realmente voy a extrañar a este idiota, me faltará un pedacito de mí en ese pueblo. ¡Carajo!

—Te voy a extrañar enana. ¿Lo sabes, cierto? —susurra mientras aún seguimos abrazados.

—También te voy a extrañar, tonto. Me harás mucha falta —susurre.

—Te amo —suelta de sopetón y quedó estupefacta ante esas palabras.

¿He oído bien? ¿Realmente ha dicho lo que creo que ha dicho?

—¿Eh? —quedó atónita, tratando de asimilarlo.

Se aleja de mí y aparta la mirada. Está algo nervioso, lo sé. Le conozco demasiado como para saberlo.

Veo como tensa su mandíbula y vuelve su mirada a mí.

—T-te amo y lo he hecho desde siempre —admite y se rasca la nuca, en un gesto nervioso.

—Austin yo... —intento hablar, pero soy interrumpida.

—No te disculpes, sé que sólo me ves como a un amigo y lo entiendo —le oigo suspirar—. Pero quería que supieras lo que siento antes de irte, aunque eso no cambié nada entre nosotros —ríe aún nervioso.

—¿Sabes? Me alegra saberlo y lamento no poder corresponderte, no en este momento —bajo la mirada apenada.

Antes de que alguno pueda volver a decir algo, mi hermano aparece y como siempre arruina momentos importantes o acaba salvadome.

—Hora de irnos, Al —avisa y saluda a Austin con un movimiento de cabeza.

Asiento y abrazo la cintura de Austin, para puedo bajar hasta la salida de mi antigua casa. El camión ya estaba listo y mis padres igual. Respiro hondo, mientras una sensación de nostalgia me invade. Joder.

Vuelvo a abrazar a Austin, nuevamente. Me negaba rotundamente a soltarle e irme.

—Te quiero, no lo olvides nunca —susurro y golpeó con suavidad su hombro izquierdo.

—Prometo visitarte —sonríe.

Asiento y nos volvemos a despedir. Me estaba costando demasiado, no quería irme, no quería. Pero aún así subí al auto y mientras avanzaba me quedé observando a mi amigo. Este era el adiós.

(...)

Después de unas cinco horas de viaje llegamos al dichoso pueblo, debo admitir que no era taaan malo. Era bastante pintoresco y se veía que las personas vivían bien aquí.

Le estaba viendo el lado positivo a esta locura o al menos intentaba hacerlo. Se me estaba haciendo demasiado difícil todo, pero debía poner todo de mí. Mis padres lo habían decidido y por algo lo habían hecho, aunque eso no fuera tanto de mi agrado.

Nuestro nuevo hogar quedaba al final de un camino en medio del bosque, se veía bastante bonito, por no decir terrorífico. Seguramente tendríamos vecinos, ya que había una casa al lado de la nuestra.

Papá estaciono frente a la casa, bajé y la volví a observar a detalle. Era enorme o al menos desde fuera parecía serlo. Tomé algunas cajas del camión y entre en ella. Y no me equivocaba era enorme tanto por fuera, como por dentro. Al entrar encuentras el enorme recibidor, el mismo conectaba con la sala y la cocina. Inspeccione todo, sin dejar ningún detalle fuera.

Subí las escaleras luego de ver el resto de la casa y entre en la primera habitación que vi. Esta sería mía, estaba decidido. Dejé las cajas en el suelo y bajé por el resto.

(...)

Al fin habíamos terminado de acomodar las cosas y ya podía tirarme encima de mi cama.

—Cariño iremos por algo de cenar. ¿Necesitas algo? —comenta mamá asomándose por la puerta.

Claro que sí. ¡Regresar a casa!

—No necesito nada, de todos modos gracias mamá —respondí, volviendo a concentrarme en mi libro.

La oí suspirar, para luego entrar y sentarse al borde de mi cama.

—Cariño, entiendo que no es fácil y que has dejado mucho en la ciudad, pero nos hemos mudado por el bien de todos, te lo aseguró —explica dulcemente.

¡Ajá! Por nosotros, claro.

—Lo sé mamá y lamentó si estoy en mi modo idiota, de verdad. Me cuesta algo adaptarme —me sincero y cruzó mis brazos sobre mi pecho. Quisiera que comprendiera mi postura o al menos lo intentase.

—Harás muy buenos amigos aquí también, no es tan malo el pueblo. ¿Podrías verle el lado positivo a esto? ¿Por favor? —súplica y por mi parte asiento a regañadientes.

¿Verle el lado positivo? ¡Esta bien! Lo haré, aunque me cueste la vida en ello.

—Lo intentaré, lo prometo —acepte de mala gana.

—Verás que no es tan malo el cambio —me regala una sonrisa y se levanta de la cama—. ¿Segura que no necesitas algo? —vuelve a preguntar lo mismo.

—Chocolate, quiero chocolate —pido y ella sonríe

—¡Chocolate será! —la veo salir del cuarto de manera alegre.

Una sonrisa se expande en mi rostro y niego con mi cabeza divertida. Haré un esfuerzo por verle lo bueno a esto, por mamá, lo haré.

Aunque extraño mi ciudad, he de admitirlo. No mentire, pero debo acostumbrarme a lo nueva vida aquí, al pueblo.

Me levanto de la cama y me acerco a mi armario. Tomo de él un short de tela y una blusa de tirantes para dormir. Lo bueno es que aún hace calor, apenas se está yendo el verano. El lunes comenzaré las clases en el único Instituto del pueblo, fue demasiado beneficiario mudarnos el fin de semana.

Instituto nuevo, amigos nuevos, profesores nuevos... Un comienzo nuevo...

(...)

Capítulo 2: Sebastian Foxx.

...Due:...

...Sebastian Fox....

Siento como alguien me mueve suavemente e intenta despertarme. ¿Pero quién demonios se atreve a  ponerle fin a mi preciado mi sueño? Le ignoro olímpicamente e intento volver a dormir. ¡Pero esta persona no se rendía fácilmente! Continúo moviéndome, le propino un manotazo a su mano y vuelvo a sumirme en mi relajante sueño.

—¡Venga Alice! —refunfuñan—, Cariño despierta —la voz se suaviza y ahora habla delicadamente.

¡Joder! ¿Acaso uno no puede dormir en paz?

Parece que no.

¡Carajo!

Froto mis ojos, intentando ahuyentar el sueño y los abro con dificultad. Me toma un momento acostumbrarme a la nueva iluminación. ¿Quién abrió las benditas cortinas? No me toma mucho tiempo deducir quien ha sido. ¡Mi adorable madre! ¡¿En serio?!

Se encuentra frente a mí, con una gran sonrisa en el rostro. ¿Y a esta que le sucede? Venga, aquí hay gato encerrado y lo más seguro que algo va a pedir. Estupendo. 

—¿Qué quieres? —pregunté con mi común mal humor matutino, porque despertarme a esta hora, logra que la Alice gruñona aparezca. 

—Vístete, que nos vamos de compras al pueblo, cariño —ordena sin mas, sin siquiera preguntarme si quiero ir. Ya lo da por hecho, que la conozco bien.

—¡Ni en tus más retorcidos sueños! —chille y me cubrí con las mantas hasta la cabeza.

¡Estaba de broma! No pensaba malgastar mi mañana de domingo yendo de compras, por supuesto que no.

—¡Oh, vamos cielo! Será divertido y de paso conocerás un poco más el pueblo —intenta persuadirme. ¿Pero saben? ¡No funcionará! No caeré en su trampa, jamás.

—¡No iré! ¡Y no hay nada que puedas decir que logre que te acompañe y que salga de mi preciada cama! —espete, aún escondida debajo de las mantas.

—Que lástima que no quieras ir, escuché que hoy habría una linda feria de esas que tanto te gustan —puedo jurar que ha hecho un puchero—. Entonces me tocará disfrutar yo sola —habla en un tono de fingida decepción.

Me quito las mantas de encima y la miro con el ceño fruncido, no podía fiarme por completo.

—¿No me estarás mintiendo para que vaya contigo? —inquiero y achine mis ojos, con mi desconfianza a flor de piel.

—¿Me crees capaz de una cosa así? —pregunta indignada y fingiendo que una lágrimita imaginaria se le escapa.

—Sí, te creo capaz de eso y más —me límite a contestar.

La veo llevar una mano a su pecho y fingir que le ha dolido mi comentario.

—¡Auch! Me lastimas, cariño. No puedo creer que pienses eso de mí —se vuelve a  limpiar una lágrima inexistente—. Vale, basta de dramas. Levántate, te esperaré abajo —me sonríe y desaparece de mi vista, dando por zanjada la conversación.

Suelto un bufido y a regañadientes me levanto de la cama. Esta mujer sabe como chantajearme, conoce mis más profundas debilidades. Y las utiliza en mi contra, por algo es mi madre. Demonios.

Tomo una toalla limpia del armario y ropa interior. Me adentro en el baño y me doy la ducha más relajante del mundo.

Una vez acabo, salgo del baño y elijo que ropa ponerme. Optó por unos vaqueros negros, rotos en las rodillas y una remera de una de mis bandas favoritas: Three Days Grace.

Seco mi cabello y luego hago una trenza con él. Agarro mi móvil y bajo por una manzana, ese sería mi desayuno.

Mamá me esta esperando en la sala, al verme se apresuró a salir y encender el auto. Joder, teme que de un paso al costado. No puedo evitar reír por lo bajo.

(...)

Llevamos dos horas en este infierno, mamá no ha dejado de entrar a cada tienda de ropa que hay y que llama su atención. Como si en Manhattan no hubiese comprado la ropa suficiente. ¡Alguien ayúdeme, por favo! Sí, me gusta salir de compras de vez en cuando, ¡pero no arrasar con cada bendita tienda! Suelto un suspiro cargado de frustración, me gustaría estar en la sala, disfrutando el aire acondicionado. 

Aprovecho una distracción de mi madre y me dispongo a recorrer el resto de tiendas del centro comercial. Observo si hay alguna tienda de discos, amaría comprarme alguno nuevo o una tienda de libros, ya me he leído -y releído- todos los que tengo y nunca viene mal comprar uno más. El olor a libro nuevo era de mis aromas preferidos en todo el mundo, se los juro. De todos modos caí en las mentiras de mi madre, no había ninguna feria de libros, como menciono. Jodida mentirosa.

Siento mi móvil vibrar y lo sacó del bolsillo trasero de mis vaqueros. Pude apreciar que se trataba de un mensaje y cuando me disponía a abrirlo y leerlo, choque contra el cuerpo de alguien. Lo extraño fue que no me encontrase en el suelo, sino en los brazos de otra persona. Levanté mi vista y quedé idiotizada -embobada- por unos ojos verdes aceituna, demasiado hermosos. ¡Carajo!

Esos preciosos ojos me observaron de una manera muy intensa, su cabello negro azabache se encontraba revuelto de una manera muy tierna. Era mucho más alto que yo -bueno cualquiera es más alto que mi persona-.

Abrí la boca para decir algo, pero al no saber que decir la volví a cerrar. Pareciese como si me hubiese olvidado como se habla, joder. El tiempo parece detenerse y nos quedamos viendo, como si no hubiese nadie mas a nuestro alrededor.

—Lo siento —me disculpe, una vez que salí de aquel trance y me ruborice al instante.

—No tienes porque disculparte —su voz era una melodía para mis oídos, demasiado varonil. Os lo juro.

Luego que aquellas palabras abandonan sus labios,  apartó sus brazos de mí, una especie de frío recorrió mi espina dorsal y me lamente que se alejara. ¿Qué sucede conmigo?Esto no era normal.

—¿Eres nueva en el pueblo, cierto? —una sonrisa se expandió en su rostro, ¿algo así podía ser mi cosa favorita en el mundo? Por que les aseguro que sí, que podía.

—¿Tanto se nota? —me rasque la nuca, en un gesto de nervios.

Venga ya, nunca me había abrumado tanto la presencia de un chico, como lo está haciendo en este momento.

—Tienes apariencia de forastera, ya sabes todos en el pueblo nos conocemos y sabemos cuando alguien no es de por aquí —explicó divertido y sin borrar su sonrisa.

—Entiendo, soy Alice Flemming, por cierto —me presenté.

—Sebastian Foxx, un gusto conocerte Alice la forastera —sonríe mostrando sus perfectos  dientes en el proceso y yo no puedo creer que me haya puesto un apodo. Que recién nos conocemos, eh.

Ya, pero tú no te quedas atrás, que apenas le has conocido y hasta sin aliento te dejó.

—¿Ahora seré Alice la forastera? —eleve una de mis cejas divertida, ignorando a mi consciencia.

—Creo que sí, pequeña —asintió, divertido.

Bien, me ha puesto dos motes en menos de un minuto. Y entiendo que me diga pequeña, lo soy. ¡Joder!

—¡Alice! —escucho la voz de mi madre llamarme, ya noto mi ausencia.

—Debo irme Sebastian, fue un placer conocerte —me despedí y caminé hacia mi madre. Quien me sonreía muy alegre, debe creer que ya tiene yerno. Que le conozco.

—El placer es mío, pequeña —le escuché decir y una sonrisa se apoderó de mi rostro.

Algo me decía que no sería la última vez que le vería y por muy loco que eso sonará la idea me agradaba.

(...)

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