Parecía que todos los inconvenientes de Leandro y Laura habían quedado en el pasado. Estaban rearmando la familia que siempre habían añorado, curando las heridas y sanando poco a poco de cada uno de los golpes que habían recibido.
Por primera vez en la vida, Leandro Gazzo Toniolo se sentía feliz y completo, con la fortaleza de asumir sus compromisos laborales y proteger a las dos mujeres de su vida.
Todavía había dos cartas de su madre por descubrir, pero ya no tenía la ansiedad de averiguar lo que quería decirle, había aprendido por experiencia propia que, a veces las cosas de las que estaba más seguro, eran las que más distaban de la realidad.
Se daría cuenta que el poder, conlleva responsabilidad y en su caso, con compromisos que su padre nunca tuvo que asumir, por lo tanto no podía prevenirlo ni prepararlo para lo que le esperaba: las dudas que le surgirían en su entorno y las amenazas que ponían en riesgo a los seres que más amaba.
¿Será que conseguirá una heroína que lo salvará esta vez? o tendrá que recurrir a personajes de su entorno que no le resultan confiables del todo.
¿Otra vez serian marionetas de los hilos que había tendido su madre? ¿O el gran secreto que ocultaba su pasado podría llegar y cambiarlo todo?
- Necesito hijo hablar contigo un momento – dijo Mauricio mientras que levantaba a Corina de su carrito – pero primero el abuelo tiene que besar a esta belleza.
Corina ya tenía 7 meses, estaba preciosa no había cambiado el color de sus ojos, pero cada vez se parecía más a su abuela, el cabello oscuro y la piel cetrina similar a Leandro contrastaba con el verde de los ojos igualitos a los ojos de Laura.
Completamente mimada y malcriada por todos los hombres que la rodeaban, se enloquecía cuando cualquiera de los abuelos se aproximaba, pasaba de un brazo al otro sin problemas, así que hasta el momento los celos entre Mauricio y André estaban controlados.
André comenzó a llamarla Aimeé, porque nombrarla Corina todavía le resonaba mucho, pero con el paso de los meses, se dio cuenta que un nombre no hacía a la personalidad de nadie y que esa pequeñita nada tenía que ver con todos los engaños que su abuela había pergeñado a su alrededor.
Ocurría lo mismo con su padrino y sus tíos postizos, absolutamente todos se convertían en esclavos ante la primera sonrisa que le dedicaba. Pero como lo había predicho, el único que era irremplazable especialmente para el momento de dormir era Leandro. Los brazos de papá eran los únicos que lograban dormirla.
Cuando estaban en la casa, Leandro se sentaba en un sillón mecedor mientras le cantaba una canción de cuna o le contaba algún cuento infantil, siempre bajo la atenta mirada de Tazz que no se separaba de Corina ni siquiera cuando Laura la llamaba, se había vuelto una rebelde completamente. Dormía al pie de su cuna y ante el menor movimiento de la niña corría a despertar a Leandro.
Cuando salían, no había manera de hacerla dormir en otro lado que no sea el pecho de papá y eso lejos de ser una molestia para Leandro, lo enternecía completamente. Le había parecido imposible sentir un amor tan incondicional, pero ahí estaba ese sentimiento, inundándolo absolutamente todo.
Muchas veces había descubierto tanto a Mauricio como a André mirarlo emocionados cuando la tenía abrazada y eso lo hacía pensar en la montaña rusa de sentimientos que habían pasado en su lucha por el amor de una mujer que hoy creía que no había amado a ninguno de ellos en realidad, o por lo menos no con un amor sano.
Conociéndolos más a ellos, porque en realidad nunca había tenido la posibilidad de conocerlo a Mauricio, había entrado en un conflicto con todo lo que recordaba de su madre. ¿Qué le había pasado para que se hubiera comportado como lo había hecho? Obviamente no estaba bien mentalmente porque se había suicidado, pero no todos los que pasaban por un proceso depresivo toman esa clase de decisiones, tal vez su abuelo tenía razón y había sido una persona bipolar que no había sido diagnosticada a tiempo o tal vez solo había sido mala… aunque esa era una posibilidad que aún se negaba a aceptar, porque eso significaba que no la había conocido en absoluto. Aún la recordaba como una buena madre, presente y amorosa y no estaba preparado para quitarse esa imagen de su memoria.
El que más afectado seguía estando era André, a su cargo de conciencia por todo lo sucedido, se le sumaba la realidad de que tal vez nunca lo había amado como le había dicho durante años. No había vuelto a amar a nadie, ni siquiera a mantener una relación estable con nadie, no podía… con la muerte de Corina, se habían muerto ese tipo de sentimientos en su corazón.
Mauricio en cambio, había podido rehacer su vida con Valeria, había tenido mucho más tiempo para hacerse a la idea que nunca había logrado que el amor de su vida lo llegara a amar, pero ya lo había aceptado desde el día que le pidió el divorcio al corroborar que estaba manteniendo una relación paralela.
Si bien André le había dicho que estaba orgulloso que fuera su yerno, cuando lo veía mirarlo de esa manera, podía sentir el peso del engaño y los años de haber tenido la falsa certeza que era su padre aunque no podía decirlo. Leandro trataba de hacer que tuviera su lugar en la familia, pero el mismo se excluía cuando estaba Mauricio, solía decir que era lo mejor, porque sentía mucha vergüenza ante todo lo que había ocurrido.
Afortunadamente su relación con Laura si había mejorado, ella no recordaba cómo había sido antes, pero su abuelo Esteban le había dicho que antes del accidente había estado bastante presente, aunque nunca había sido cariñoso.
Ambos hombres maduros, veían en Leandro la imagen del padre que debían haber sido, por eso se emocionaban al verlo actuar con tanta naturalidad mientras acunaba a Corina o le cambiaba los pañales. Si eran abuelos presentes, cariñosos hasta el ridículo, no había trajes a la medida que imposibilitaran que se revolcaran por la alfombra cuando ella gateaba o cuando una mano con papilla se estampaba en sus rodillas.
Como habían dicho, esta vez… a esta Corina la amarían sin esperar nada de ella, sin exigencias y sin competencias entre ellos.
Ahora Leandro veía a su padre corriendo entre los muebles con su nieta sentada en sus hombros, ante la atenta mirada de Tazz y con el sonido de las carcajadas descontroladas de la beba que en cuanto paraba comenzaba a sacudir sus piernas para que continuara un poco más. El también sentía añoranza por no haber vivido nada similar, aunque le alegraba que su padre estuviera tratando de corregir sus errores y actuar diferente con su nieta.
Leandro y Laura habían tenido tantas carencias afectivas en sus vidas, que lo que estaban viviendo era tan especial como único para ambos. Sabían que estaba mal malcriar tanto a su hija, pero confiaban en que ella sabría el día que fuera más grande los límites que Laura imponía para mantener las reglas.
Si, tenía que reconocer que la que fijaba los límites y las reglas del comportamiento de Corina, era únicamente Laura. En psicología dirían que intercambiaron los roles pero no le importaba en absoluto, era completamente adicto emocionalmente a las mujeres de su vida, incluyendo a Tazz.
Era inmensamente feliz, pero había llegado el momento de hacerse cargo de sus responsabilidades, lo habían pospuesto 6 meses por la llegada de la beba, pero la fecha estaba a una semana y había que preparar el traspaso.
- ¿Ya jugaste suficiente…? – dijo Leandro divertido - ¿Qué viniste a decirme que era tan urgente o tan importante que no podías decírmelo por teléfono?
- Nada es más importante que ser el corcel de esta princesa… - contestó faltándole el aire y mientras la acercaba para que Leandro la tomara de sus hombros
- Será mejor que entrenes entonces – dijo señalándole lo agitado que había quedado mientras que Corina trataba de zafarse de los brazos de su padre para alcanzar a Tazz
- Es increíble cómo se quieren – Mauricio miraba como Tazz pacientemente soportaba a Corina amasándole el pelaje totalmente concentrada en el proceso
- Es el único momento que está en silencio – Leandro sonreía mientras que se sentaba - Tazz tiene un efecto tranquilizador en ella – y mientras la acariciaba suavemente en la cabeza agregó – es la mejor niñera, la más meticulosa porque no la deja de vigilar en ningún momento.
- Cuando camine va a ser un peligro con lo inquieta que es – dijo Mauricio angustiado
- Tienes razón, vamos a tener que enseñarle a Tazz a que la arrastre sin lastimarla – dijo pensativo y riendo agregó – pero ahora sí, dime lo que viniste a decirme antes que se active nuevamente.
- Sabes que hace dos años la naviera entró en crisis – Leandro asintió – fue cuando un inversor propuso unir nuestras familias a través del matrimonio.
- Recuerdo cuando me lo propusiste, fue nuestra última pelea – dijo acomodándose en el sillón
- Cuando le dije que no aceptabas, propuso ser socio y fue así que se convirtió en dueño del veinte por ciento de la naviera – acercándose nuevamente agregó – la venta tenía una clausula, que como soy solo un albacea, estaría sujeto a tu aceptación cuando asumieras la dirección.
- Pero supongo que si no quiero tengo que devolver el dinero más los intereses – Mauricio asintió –
- Luego de nuestra sociedad, ellos han traído también unos clientes importantes que fue lo que permitió que saneáramos nuestras cuentas y tuviéramos superávit en este último año
- Es decir que no sería muy justo si los sacara de la empresa después que ayudaron tanto – dijo Leandro reflexionando
- Te lo digo para que estés enterado de toda la situación antes de la reunión – dijo sonriéndole – tendrás que analizar los números que te entreguemos y luego podrás tomar una decisión.
- ¿Era su hija la chica con la que me tenía que casar? – preguntó curioso para analizar el carácter de su socio
- No, su hermana – contestó algo avergonzado – Ellos son Carla y Renato Marino, él tendrá unos diez años más que tú y ella algunos menos, no lo sé exactamente.
- ¿Y cómo llegaron a nosotros? – le señaló a Corina que los miraba a ambos como si siguiera la conversación.
- Me dijo que su padre Vittorio Marino había sido amigo de tu madre y que recientemente había fallecido y la estaba buscando para cumplir con su última voluntad.
- ¿Y cuál era esa última voluntad? – estaba más que intrigado
- No quiso decirme – dijo haciendo una mueca de no entender el motivo - cuando le dije que había fallecido ocho años atrás – continuó algo compungido – primero se sorprendió y luego dijo que la muerte dejaba sin efecto la última voluntad.
- Suena raro papá – dijo sopesando la situación – me intriga lo de ese Vittorio… ¿alguna vez mamá te habló de él? – Mauricio negó lentamente – tal vez André sepa algo…
- Puede ser… - Mauricio estaba sorprendido – no se me hubiera ocurrido, pero tampoco se lo hubiera preguntado – agregó riéndose
- Pobre André – dijo Leandro de pronto – trata de llevarte mejor con él.
- Yo no le he hecho nada… - se puso a la defensiva – trato de hablarle lo menos posible.
- Justamente papá… - dijo como si fuera una obviedad – es mi suegro… es importante para Laura y para mí reconstruir la familia
- Trataré hijo pero no te prometo que mañana va a ocurrir – dijo malhumorado – y que te quede bien claro que lo hago únicamente por Laura.
- ¿Qué harás por mí? – dijo Laura mientras que se aproximaba desde la espalda de Leandro, pudo leer los labios de Mauricio, pero no sabía lo que le había dicho Leandro.
- Hola preciosa – saludó Mauricio con alegría al verla
Leandro vio como daba vuelta a los sillones para abrazarse a Mauricio y estamparle un beso sonoro en la mejilla… siempre lo hacía y siempre conseguía ruborizar a su suegro.
- ¿Y bien? – dijo mirándolo de frente para darle a entender que esperaba su respuesta
- Tratarlo mejor a André – dijo avergonzado y Laura sonrió encantadoramente
- Mejor hazlo sufrir un poquitín más – Laura se colgaba del brazo de Mauricio riendo
- ¿Te está tratando bien? – Mauricio se preocupó de pronto – ya sabes… si este – dijo señalando a su hijo- o tu padre te tratan mal solo debes decirme y los pongo en vereda en seguida.
- Eres el caballero en armadura que todas las mujeres queremos – dijo riendo – pero los dos realmente se están portando muy bien conmigo y con tu nieta – y haciendo una seña con la cabeza hacia Leandro agregó en voz baja para que no escuchara– y tu hijo es igual a ti.
- Me alegra mucho saberlo – dijo abrazándola
- ¿En algún momento vas a soltar a mi mujer para que me salude o te tengo que echar para quedarme a solas? – Leandro simulaba estar celoso
- Me voy solo – dijo sonriendo mientras que se agachaba para besar nuevamente a Corina – pasado mañana Renato va a ir a la naviera y quiere conocerte…
- Está bien papá – dijo para tranquilizarlo – vamos a ver qué tal me cae mi socio.
No pudo evitar un escalofrío que le recorrió desde la base de la nuca hasta la cintura, y su rostro cambió rápidamente, un rictus apareció en su boca cuando quiso sonreírle despreocupado a su padre mientras se despedía.
Quedó un tiempo mirando la puerta por donde había salido Mauricio, no supo si fueron segundo o minutos, de pronto el tiempo se había relativizado, cuando volvió en sí, giró para ver a Laura y ella lo miraba detenidamente.
- ¿Qué sucede amor? – dijo Laura mientras se aproximaba a él
- Nada… - le contestó mientras la estrechaba entre sus brazos – sentí un escalofrío, pero ya pasó…- y para que no siguiera indagando agregó haciéndose la víctima - ¿será que puedo conseguir un beso como el que consiguió mi padre?
- En realidad tenía pensado darte un beso mucho más interesante – lo decía con voz seductora – pero si es eso lo que quieres… - y le estampó el beso sonoro en la mejilla
- No seas mala amor… - le abrazaba más fuerte – no puedo negarme a los besos “más interesantes” que quiera darme…
Laura levantó las manos hasta el rostro de Gazz y le acarició suavemente, hizo una mueca de sorpresa y le acaricio el entrecejo, hacía mucho tiempo que no lo había visto fruncir el ceño, algo le estaba preocupando, pero era obvio que no se lo quería decir, por lo menos por ahora.
La miraba fijamente, y esos ojos negros que tanto amaba Laura tenían un brillo tentador, estaban tan encendidos como la vez que le pidió matrimonio, ella podía sentir como el cuerpo de su marido comenzaba a languidecer y a relajarse con el simple toque de una caricia, los nervios, el estrés, los problemas desaparecían para Gazz cuando ella lo acariciaba.
El embarazo la había cambiado sutilmente, parecía más madura, unas tenues ojeras solían estar presentes, las curvas se le habían redondeado y eso le sentaba de maravillas, había pasado de ser una joven algo desgarbada a una mujer con una presencia casi imponente.
Con otro tipo de ropa, algo más sensual, seguramente le generaría muchos celos. Bueno, en realidad así como estaba en ese momento, con ropa casual, unos jeans y una camisa sencilla, con una coleta en lo alto de la cabeza y apenas un poco de color en los labios, ya era capaz de ponerlo celoso y aunque no quería ser un machista acomplejado, no quería que nadie tuviera acceso a esos “besos más interesantes” que tenía planeado para él. Y la besó.
Download MangaToon APP on App Store and Google Play