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DULCE VENGANZA

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"La inocencia con la viven algunos jóvenes hoy en día es como querer ver unicornios en el zoológico."

Sofía una jovencita que le encanta las historias románticas, es una ilusa que cree que el mundo gira en torno al amor , está en una relación con Joe, un chavo tranquilo pero muy adentrado a las drogas. Ambos es sus 20 años, estudiantes universitarios de cuarto año de la carrera de Medicina.

Joe el amor de toda la vida de Sofía desde los 14 años. Confía plenamente en él. Hasta que en una tarde después de un turno en el hospital ve a lo lejos a Joe tomado de la mano con Julia, una compañera de clase.

Sofía les sigue desde cierta distancia en su auto, llegando a un punto donde toman un taxi, Sofía sigue el taxi, el taxi entra en un motel.

••••••• Sofía•••••••

¿Qué hago? Entro y le hago un alboroto o simplemente me voy— me decía a mi misma con lágrimas en mi rostro.

Dios mío, ¿qué debo hacer? Puse mi frente en el volante y ahí estuve todo el rato a un lado de la carretera sin saber que hacer. Retrocedí un poco y decidí esperar, no me importa el cansancio que tenía, solo quería saber la verdad pero esa verdad que estaba frente a mis ojos, me aterraba, me aterraba tanto, sentía mi corazón en pedacito, mis manos heladas, sudaba frío.

Y aquí estoy hecha un mar de lágrima, esperando que el taxi salga con ellos y seguirlo y confrontarlos.

Pasaron dos horas y el taxi sale con ellos, con todos los nervios encima, los sigo hasta que el taxi se detiene en una cafetería, salen tomados de las manos, Julia le da un beso y entran.

Sigo aquí en mi auto, sin poder salir, sin el valor para confrontarlo.

Sentía un calor en mis venas, y mis lágrimas eran como agua hirviendo, que era esto que estaba sintiendo, me sentía cegada ahora por el enojo, pero aún con todo mi enojo, no podía verlos porque sería capaz de matarlos a ambos. Me sentía traicionada, ofendida, jamás imaginé que Joe me haría esto, nuestro amor era icónico en todo lados, empezó dulce en la secundaria, siempre había sido él, el primer novio, mi primer amor y quería creer que era algo recíproco.

Me entraron muchas dudas, esta es la primera vez que lo hace o siempre lo ha hecho y siempre me he hecho de la vista gorda, queriendo creer que él era perfecto, como esos príncipes de los cuentos de hadas, donde el valiente príncipe con su brillante armadura y en un caballo blanco rescata a la princesa y son felices para siempre, pero no, él no es un príncipe menos tiene una armadura brillante.

Me retiré del lugar, no quería hacer una locura de la que luego podía arrepentirme, necesitaba pensar con la cabeza fría, sin emociones sin sentimientos sin nada que influenciara mis acciones.

Me di un largo baño y luego me tomé una pastilla para dormir. Con todo lo que había visto, se me iba a ser difícil descansar.

Desgracia

No pude descansar ni un poquito a pesar que me había tomado una pastilla para dormir. Tenía sentimientos contradictorios, tristeza, enojo, frustración, desprecio..

Me duché, me puse maquillaje para tapar mis horrendas ojeras, la verdad es que parecía panda, llevaba mis párpados inflamados de tanto llorar, bajé de mi cuarto y me despedí de mis padres que aún estaban desayunando.

— Sofía, siéntate a desayunar, no deberías saltarte las comidas. No le hará bien a tu cuerpo eso lo sabes bien— Decía Mi madre Milena.

— Voy tarde mami, buscaré que comer en la universidad. No te preocupes.

Salí de la casa, subí a mi auto. Me vi por el espejo, me veía fatal, mi tez clara no ocultaba mis ojeras, el maquillaje me falló está vez. Me puse unos lentes oscuros para disimular la catástrofe de cara que llevaba.

En el camino le agradecí a Dios por los padres buenos que tenía, por todas las cosas que mis padres pudieron darme, por todas las comodidades que tenía, no podía quejarme de eso. Agradecí seguir los pasos de mis padres, por mi hermano Matías que aunque estaba lejos, lo amaba con todo mi corazón.

Llegue a la facultad y a lo lejos visualicé a Joe, se acercó a mí como que tal nunca pasó nada.

— Hola preciosa. ¿Te ves fatal? ¿Como te fue en el turno? Nunca te había visto tan ojerosa— decía Joe.

Sentía como la sangre llegaba a mi cabeza y algo que nunca podré disimular son los gestos de mi cara, ellos son tan sinceros.

— Hola.

Solamente le pude decir hola, las palabras no salían, quería darle una cachetada pero mi cuerpo estaba paralizado. Di un paso hacia delante sin pensar, lo vi con una mirada de furia, apuñé mis manos pero nada más. quería golpearlo pero no daría un espectáculo en ese lugar.

— Te sucede algo amor, te veo molesta y estresada. Tú sabes que puedes contar conmigo en cualquier cosa.

— Esta bien— subí mi ceja derecha— Dame mi espacio, luego hablamos.

Caminé al aula y casi choco con mi estimada compañera Luisa, que el día de ayer se encamó con mi novio.

— Buenos días Sofía. Vamos al café, el profesor Leonardo no vendrá, acaba de avisar la presi.

— Buenos días. Puedes adelantarte, ya te sigo.

No te imaginas cómo quiero destruirte, meter un cuchillo por tu garganta y ver como tú sangre sale de tu venas y cortarte en pedacito maldita zorra.

Pero aquí estoy guardando la postura.

Tome mis cosas y me fui a mi carro.

— Sofía— grita Joe. Toma mi mano— preciosa dicen que no hay clase, vamos a la biblioteca.

— Suéltame maldito, no me toques.

— ¿Qué te sucede?

— ¿Qué me sucede? Quieres que te diga que me sucede, aquí delante de todos.

— Sofía vamos a tu auto y hablemos en privado.

Nos dirigimos a mi auto, subimos, conduje hasta llegar a un lado de la carretera. En un total silencio.

Sale Joe y enciende un cigarrillo.

— Entonces, que te pasa.

Le di una cachetada.

— ¿Desde cuando me engañas?, ¿desde cuando me ves la cara de estúpida? somos novios desde los 14 y creí que teníamos la confianza y que nuestro amor era real. Me hiciste creer todo este tiempo que eras diferente.

— No se de que me hablas.

— Te vi entrando a un motel con nuestra compañera de clase, la zorra de la Luisa.

Joe quedó sin palabras.

— No hay nada que hacer. Ya me viste. No voy a justificar lo injustificable. Soy hombre y tengo mis necesidades. Somos novios desde los 14 y nunca hemos tenido sexo, tú con esa mierda de llegar virgen al matrimonio, no me dejaste otra opción. Si te amo pero no soy de madera, cada vez que salíamos me dejabas con ganas de estar contigo y tú me alejabas. Si pudiste notar desde un tiempo acá, ya no insistí y para que todo estuviera bien entre nosotros tuve que recurrir a las prepagos, a esas amiguitas que me llevaban ganas y hasta masturbarme. Y sabes al inicio me sentía mal, el peor de todos pero tú no me dejaste otra opción.

— Eres un grandísimo idiota. No sabes cómo has herido mis sentimientos— las lágrimas salían sin cesar— Terminamos.

— ¿Terminamos? solo por eso. Si es tu culpa por ser una mojigata. Tantos años esperando por tocar tu cuerpo, por ser tu dueño y ahora terminamos. No me hagas perder mi tiempo.

Sujetó mi mano derecha con tanta fuerza que sentía que la iba a quebrar.

— Ya, déjame. Eres un monstruo. No te vuelvas a poner en mi camino, porque te juro que te mato, maldito infeliz.

No soltaba mi mano, abrió la puerta trasera del auto y me empujó, se abalanzó sobre mí, rompió mi camisa a la fuerza quedando al aire mi sujetador. Me tenía dominada, no entendía de dónde sacó tanta fuerza y su actitud era irreconocible. No conocía a este Joe.

— Suéltame Joe, ¿Qué haces? No quiero.

— Si vamos a terminar por lo menos quiero probar este cuerpo que tanto largas me dió. No he perdido tanto tiempo por nada.

Rompió como pudo mi sostén y mis senos saltaron a la vista de él. Tomándolos con fuerza. Yo lo empujaba, quería soltarme, le enterré las uñas en el brazo y él me soltó, le empuje con mis piernas y él cayó.

A como pude me fui al volante y arranqué el auto, dejándolo tirado allí.

Llevaba mis senos afuera y trataba de cubrirme con mi gabacha.

Me dirigí a mi casa, la casa estaba sola, mis padres trabajaban en el hospital central de la ciudad ese día.

Subí a mi habitación. Me vi en el espejo. Era un desastre. Me acosté, lloré, tenía rabia. Nunca se había comportado así. Sabía que él se drogaba de vez en cuando y es posible que ahorita andaba con la coca adentro.

Llamé por teléfono a mi mejor amiga Susan y le pedí que viniera.

Monstruo

Llega Susan a mi casa. Le conté un poco por teléfono. En cuanto abrí la puerta de mi casa, me abrazó fuerte.

— Sofía, no sé qué decirte. Los conozco a ambos desde la secu y nunca me imaginé que Joe sacaría las garras.

— Susan salgamos a cualquier lado y ahí platiquemos. No quiero que por una casualidad de la vida absurda que llevó, me vean mis padres llorando.

Llegamos a una cafetería. Lo primero que hice fue llorar. Admito que estoy siendo tan infantil y llorona. Nunca en mi vida había vivido tal situación. Con Joe todo había sido miel sobre hojuelas. Sabía perfectamente mi postura sobre la virginidad, mis creencias y nunca de los nunca vi alguna incomodidad por parte de él en cuanto al tema de las relaciones sexuales. Tengo 20 años y soy virgen.

Conversé con Susan y saqué todo lo que llevaba dentro.

— Sofi, tienes que ponerte más bonita aún, que no te vea destruida ni él ni la Luisa esa, demuestra que eso no te afectó aunque te estés muriendo. Los triángulos amorosos siempre terminan mal. Te aconsejaría que te vengaras pero no creo en eso. El karma le regresará lo que te ha hecho.

— No se cómo voy a actuar enfrente de ese par de invésiles y no sabes la ganas que tengo de abrir su tórax y sacarle su corazón.

—Calmate, ni pienses arruinar tu vida por esa porquería de hombre.

— Me dan ganas de Vengarme. Después de todo lo que me hizo.

— ¿Cuando tenés turno?

— El día Lunes.

—Entonces vamos a una fiesta, nos tomamos unos tragos y le damos vuelta a la página. Di que sí..

— Vamos. Solo déjame llamar a mis padres para que sepan que voy contigo.

Llamé a mi madre. Le dije que iba a despejarme del estrés y que iba con Susan.

Eran las 9 de la noche y entramos a una discoteca. Nos sentamos cerca de la barra y le pedimos al bartender que nos sirviera unos tragos especiales.

Antes de ir a la discoteca habíamos ido primero a la casa de Susan y me prestó un vestidito rojo sangre corto, me puse unos tacones de punta, me solté mi cabello lacio castaño y me pinté mis labios en rojo. Tenía unas curvas muy bonitas, curvas que siempre andaban tapadas con ropa holgada. Me veía en el espejo y veía una mujer guapa, atractiva.

En la discoteca con algunos tragos adentro me animé a bailar con Susan, y como llamando al mal, entra Joe bien acompañado y no era Julia, era una mujer mayor que él, parecía una prepago, se sentaron en la parte más oscura, se le unió otra chica un poco más joven que la primera mujer. Estaban inhalando un polvo blanco, las chicas encima de él, besándolo y besándose entre ellas. No cabía duda eran prepagos.

Quedé paralizada viendo tal espectaculo. Realmente no conocía ese Joe. Ese Joe me repugnaba. Mis lágrimas salían sin parar.

Susan se da cuenta de la situación, me abraza.

— Ya nos dañó la diversión. Si quieres nos vamos.

— No. Nos quedamos. Esto me abre más los ojos. Y hace que lo repudie.

— ¿Estás segura que puedes con esto?

— Si. vamos por más trago.

Nos sentamos nuevamente, pedimos unos tragos. Y llega a invitarme a bailar un hombre super atractivo, parecía un modelo de revista. Tenía todas las miradas.

— ¿Bailamos muñeca?

Quedé como hipnotizada con sus ojos verdes.

— Claro.

Nos dirigimos a la pista de baile, me olvidé por completo de Joe. Quien nos estaba observando furioso.

—¿ Como te llama muñeca?

— Sofía Coen, y tú?

—Leonardo Chevalier. Sabes, eres muy hermosa. ¿Cuantos años tienes?

— 20, y tú? tienes un acento diferente.

—28 años. Eres una niña—Sonrió— soy Francés.

—¿ Estas de visita?

— No y si. ¿Podemos intercambiar número?

Bailamos no sé cuántas canciones, intercambiamos número y quedamos en salir mientras el estuviera aquí.

Fui al baño por un momento, cuando sentí un jalón.

— Mírate. ¿Ya me olvidaste? ¿Quién era ese?

— Eso a ti no debería importarte. No dejes sola a tus dos prepago.

— Yo te amo a ti. Podemos empezar de nuevo sin mentira, ahora ya sabes que me gusta el sexo. Sofía son 6 años.

— No Joe. Suéltame. Tal ves si te hubieses sincerado conmigo desde un inicio, tal ves sería diferente. ¿Qué te hacía pensar a ti que yo no me excitaba cuando nos besamos? Yo tambien te deseaba. Pero encima de todos mis deseos quería llegar al altar contigo y entregarme pura y completa a ti. Pero ya no.

Me tomó a la fuerza y me besó con tanta energía que mordió mis labios hasta hacerlos sangrar. Me empujó contra pared y metió su mano por debajo de mi vestido, tocando lo más sagrado para mí. La gente veía y no hacía nada, tal ves porque todos andaban fundido en el alcohol.

Me arrastró hasta el baño y cerró la puerta por dentro.

Me tiro al piso.

— Ni se te ocurra tocarme. Estas loco.

— Loco por ti, y ahora andas de zorra con un tipejo.

— No entiendo tu actitud. Antes no eras así conmigo. Porque cambiaste de repente.

— Tú me hiciste cambiar. Tantas veces que anhele hacerte el amor, durante 6 años. Estuve con varias mujeres y ninguna me complacía, porque te quería a tí, mi adorada novia.

— ¿Desde cuando te drogas?

— Y eso importa ahora. Tu realidad es diferente a la mía.

Trate de salir del baño pero no pude. Me alcanzó y sujetó mis dos manos con un pañuelo que traía. Bajó mi tanga y sin calentarme, ese día perdí mi valiosa virginidad, de una forma de la cual nunca se me había pasado por la mente. La perdí con el hombre que había amado desde mi adolescencia pero no de la forma que deseaba. Me desgarró, el dolor era insoportable, no paraba de salir sangre. Y a pesar que estaba estudiando medicina, me sentía horrorizada por lo que veía.

Y él, alguien que al igual yo, tenía que velar por el bienestar de las personas, estaba violando unos de los principales pilares de la medicina.

— Si dices algo de lo que pasó aquí, tus seres queridos sufrirán las consecuencia— sonrió.

Salió del baño como que nada hubiese pasado. Y yo, Sofía, quedé tirada en los baños de esa cochina discoteca. Una salida para pasar página, resultó la peor desgracia para una mujer.

Susan entró a buscarme porque ya me había perdido por más de media hora.

— ¿Que te sucedió?

Solo la miré y lloré.

— Joe.

— Joe, ¿Qué? Te hizo algo ese desgraciado.

Susan vio sangre en mis piernas.

— Vamos a la policía. Tienes que denunciarlo.

— No. No pasó nada. Me caí al ver Joe. No pasó nada. No pasó nada.

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