Cuando la mañana apenas comenzaba, un Omega joven, de unos 18 años de edad, estaba parado frente al enorme edificio de la universidad, a sus espaldas y, con un deje de tristeza en sus ojos, su padre observaba en donde se iba a quedar su hijo por los próximos años, lejos de la seguridad de su casa. No importó cuanto te suplicara el que se quedara con él, el omega era recio a abandonar su postura; le entendía, pero eso no hacía que fuese menos doloroso, y no por el hecho de que sería separado de su hijo, sino más bien por la incertidumbre que sentía por lo que podría pasar con su pequeño tesoro al estarse enfrentando a un nuevo enemigo. La sociedad era sin duda uno de sus más grandes verdugos, no podía librarse de ella, pero tampoco dejarse vencer. Con esa ideología era con la que había criado a su retoño y no daría su brazo a torcer. Él más que nadie sabía lo que representaba sufrir el rechazo, pero siendo diferente a su persona, su hijo parecía casi indiferente a esto, fue así siempre por la propia educación que le había inculcado y esperaba que esto se mantuviera así permanentemente.
El Omega veía todo con asombro y emoción, la anticipación albergando cómo la sangre en las venas su corazón, era un sentimiento tan afrodisiaco en que esperó toda su vida poder sumergirse. Tenía esa ambición desde que empezó a ser consciente de su entorno, pronto esto se convirtió en una necesitad y gracias a su determinación fue capaz de suplirla. Después de mucho sacrificio al fin lo Había logrado, logró graduarse del colegio incluso con honores y pasar el examen de admisión a la universidad, fue realmente muy fácil, su padre diario le decía que estuvo hecho a la medida para triunfar en el mundo en todos los sentidos y el saber que tenía el apoyo de la persona más importante en su vida fue el propulsor más poderoso que lo motivaba diario a batallar por lo suyo.
Era irónico pensar que él, siendo Omega, pudiera llegar a estar en esa universidad, que, además de ser la más reconocida en la ciudad-manada, también estaba habitada en su mayoría por alfas y betas, no se veía a ningún Omega por ningún lado. En esa sociedad tan racista, en dónde el pensamiento que predominaba y regia es el de que los omegas no podían hacer nada, más allá de procrear y estar en casa esperando a su Alfa, no estaba, para nada bien visto, que un Omega llegara tan lejos como lo estaba haciendo Luke. Él con su esfuerzo y sacrificio y con la ayuda de su padre, logró salir adelante, superando obstáculos y peleando por sus ideales, después de todo, el mismo tenía su propio mantra: Hazlo por ti, así lograrás ver a los demás por sobre el hombro.
Él suspiró, Volteó y miró a su papá quien intentaba retener lo más que podía las lágrimas. Le entendía, saber que su hijo estaba dejando el nido podía representar un golpe duro teniendo en cuenta que toda su vida fueron solo ellos dos. Pero aun así, era por eso mayormente por lo que lo hacía. Necesitaba marcar un cambio definitivo que le dijera a todo el mundo que los omegas tenían mucho más para ofrecer de lo que ellos pretendían saber. Que el que un género no era signo de inteligencia ni superioridad y el que la naturaleza no debía de ser impedimento para vivir como los seres racionales que se supone que eran.
Y es que simplemente no entendía como era que podía haber tanta diferencia entre la sociedad, se sabía que la jerarquía fue rota desde el momento en el que los de su especie habían resultado salir de la oscuridad en la que habitaban para poblar el mundo que había sido modificado por las necesidades egoístas de una especie "superior", que al final simplemente se terminó consumiendo así misma y acabando en su propia extinción. Pero no iba a profundizar mucho en el tema, mas valían las acciones que las palabras y si quería hacer un cambio debía empezar lo más pronto posible.
— Chao Papá — Dijo, una sonrisa consoladora adornado su rostro. Aunque se veía fuerte él miso estaba atravesando sus propios líos sentimentales, solo no se dejaba llevar por ellos, debía mostrar seguridad, el miedo y la desconfianza en sí mismo eran las enfermedades más mortales por las que una persona podría atravesar.
— Todavía no me creo que lo vayas a hacer — le respondio su padre, intentando, en lo más que podía, el evitar tirarse a los brazos de su hijo y pedirle que se quedara a su lado. Por milésima vez en la última semana.
La sonrisa de Luke cambió, en su lugar, una enternecedora. Llena de todo el sentimiento que normalmente no dejaba flotar en la superficie.
— Créelo papá. Por qué ya lo estoy haciendo – era obvio, pero tenía una infinita paciencia con este hombre, se le rompía el corazón a ver como derramaba lágrimas por su causa, pero ellos eran conscientes de sus realidades y de lo que debían hacer. Cada uno por su parte tenía sus propios ideales y hacían sacrificios por ellos.
El señor padre de Luke suspiró, se rascó la nuca y limpió una lágrima traicionera que cayó por su mejilla. Lo había intentado, pero simplemente era imposible y aunque doliera, sabía cuál era el objetivo real.
— Bueno ya sabes hijo — Le dijo, frotándose las manos aunque realmente no tenía frío — Si se pasan de listos rómpeles la cara —
Luke rió.
— Sí papá — Aunque le causaba gracia la cara de asesino de su padre, él más que nadie sabía la historia detrás de ella, el más que nadie sabía lo que su padre padeció con la expulsión de su manada, con un hijo en su vientre y el rechazo de sus padres. Vivir en la calle no es algo que recordara, pero sabía que así fueron los primeros meses de su vida, su padre en más de una ocasión le había relatado historias del cómo vivían antes y como, una linda mujer, le había ofendido trabajo y le ayudó a salir adelante, en aquel entonces su padre le dijo que se encontraba desesperado y sin saber qué hacer, buscaba mantenerlo con vida aún ignorando la suya propia, le dijo también que sin la intromisión de aquella mujer hubieran terminado muertos posiblemente congelados por la tormenta de hielo que los azotaba en ese día en específico. Los dos aun lamentan la muerte de aquella bella persona.
El Omega estaba tan perdido en sus pensamientos que se sobresaltó un poco al escuchar que le hablaban.
— Me voy, hasta luego hijo — Le dijo su progenitor. Él se acercó hasta donde el otro estaba recostado justo al lado del auto, le dio un abrazo y besó su mejilla.
— Hasta pronto papá — Y se dio la vuelta, sintiendo algo parecido a la melancolía azotar su pecho.
Cuando escuchó el ruido del motor del auto y más adelante el cómo se alejaba, le hizo suspirar con pesar. Esta sería la última despedida que marcaría su dependencia, en ese momento se podía considerar una persona autosuficiente, aunque realmente siempre lo había sido, pero eso no quitaba esa molesta sensación en su pecho, ¿Miedo?, quizás, cada persona sentía miedo, esto era así desde que la humanidad dominó su lado salvaje y era un signo de vivencia. Aunque eso no representaba que su lado animal no sintiera miedo, pero lo que pasaba con él era que los instintos eran más poderosos y pasaban por encima de cualquier sentimiento mundano.
Al entrar todos los ojos se posaron sobre su humanidad. Él solo los ignoró, no importándole mucho las miradas nada discretas de los demás en su delgado cuerpo; después de todo, ya estaba acostumbrado, lo mismo era en el colegio.
Todavía recordaba las miradas de odio e irritación de sus compañeros cuando le vieron caminando por la alfombra roja camino a recibir su diploma, todos ellos se vieron opacados por el estudiante de mejor promedio de todo el colegio. Recordaba cómo le tuvo que arrancar el papel de las manos al rector porque este no se lo quería entregar, fue extremadamente satisfactorio para él y para su padre que lo observaba desde su asiento, en ese entonces habían compartido una mirada de travesía, se burlaban secretamente recordando la primera experiencia que habían tenido con este personaje y el retarlo de esa manera solo alimentaba su maldad.
Él en ese entonces no estrechó ninguna mano, primero porque no quería, y segundo tampoco se las ofrecieron; de igual manera, le dio igual, él y su padre disfrutaron de ese logro y su padre es lo único que le importaba en el mundo.
Sí, hubo uno que otro comentario fuera de lugar de parte de algunos padres de familias y compañeros, pero él nunca les dio la menor importancia. Él no iba a dejar que lo pisotearan, no iba a permitir que ninguno de esos fanáticos locos le arrebatan sus logros.
Él luchó y seguía luchando por él y sus ideales, por la igualdad de raza, sin importar si son Alfa, beta u Omegas, todo iba por igual, después de todo, todos fueron creados por la misma diosa egoísta y caprichosa, que movía los hilos desde la oscuridad.
Aunque su vida nunca había sido fácil, él estaba consciente de lo que le había tocado, de lo que vivió y le tocará vivir, solo le quedaba enfrentar al destino como el hombre Omega que era. Ateniéndose a las consecuencias y usando su valía como arma.
Regresando al presente y, todavía ignorando las miradas que transmitían el desconcierto y molestia de los demás. Siguió su camino, caminó sobre su pasarela rumbo a la dirección, a buscar su horario. Los pasillos no estaba tan lleno cómo lo esperaba, considerando que ese era el primer día lo creía bastante normal, después de todo ¿Quién iba el primer día de clase a estudiar?, Esto suena muy hipócrita si lo dice en voz alta, ya que él siempre procuraba ser puntual y organizado a la hora de cumplir con sus responsabilidades. Él prefería ir el primer día de clases a tener la tediosa tarea de pedirle apuntes a sus compañeros, ¡JA, Como si se los fueran a dar!, Cierto, si esto fuese así tendría que ir directamente con el profesor o profesora a pedir los apuntes, lo cual era igual de tedioso, pero más fácil, ellos no le podían negar su derecho a la educación. Era una de las leyes más respetadas y no podía ser violada, ya que pasaba por encima de cualquier estúpido estereotipo, ¿Por qué era así?, pues esto se debía a una necesidad de evolución de la especie que pasaba por encima de cualquier cosa.
Él con anterioridad había ido a la universidad, unas semanas atrás, para recorrer todo y saber dónde se iba a quedar y con quién, conocer su entorno y así desarrollarse mejor, así evitaría perderse y tener que pedir indicaciones. Cómo una vez le dijo su padre: "Es mejor prevenir que lamentar". Lo cual es muy común en él, es una persona centrada, la mayor parte del tiempo lo ves frío, es terco y con un raro sentido del humor, su padre nunca duda en ponerte en su lugar si lo haces enojar y, al igual que él, tiene el mismo problema, no se puede quedar callado. No es por una morfología, es solo que ante situaciones en donde diferentes pensamientos entran en contacto pueden generar choques y ellos no son capaces de controlar el flujo de palabras que viajan por su garganta y que están en desacuerdo con la postura contraria.
Cuánto estuvo frente a la puerta marrón con la placa clavada en la pared Con el nombre: Dirección. Tocó, abriendo la puerta, luego de escuchar el: Pase, por parte de la persona tras la puerta.
— Buenos días – Saludó al entrar, viendo a un hombre de unos 40 años aproximadamente, cabello castaño, ojos marrones, cuerpo de gimnasio y de buena altura. Guapo, se atrevía a decir, aunque sabía que nunca tendría una relación con un hombre como este, simplemente estaba muy mayor y además tenía una argolla de compromiso en su mano. Además, lo más cercano a una relación a la que ha estado es cuando tenía 8 años, la que nunca pasó de abrazos y besitos inocentes en la mejilla con un Alfa que en su momento era muy atento con él, eso hasta que creció y su personalidad fue implantada. Implantada por los perjuicios dados por sus padres. Los hijos son el ejemplo que sus padres les dan. Cierto.
Volviendo al hombre frente a él, por donde estaba sentado y la postura que se cargaba, podía deducir que se trataba del rector.
— Buenos días, tú debes ser Luke ¿cierto? – El omega asintió — Bueno, yo soy Lían, rector de esta prestigiosa universidad — El rector del cual ahora conocemos el nombre, tendió su mano, en ella traía el horario y un mapa de la universidad. Luke los recibió y agradeció.
En el horario decía el nombre de la universidad: Universidad Luna roja. Que es el nombre de la manada ciudad donde él y su papá habían vivido durante toda su vida. Aun así, el solo conocía el camino desde la universidad a la casa, del colegio a la casa y el del centro comercial, donde muy pocas veces iba, ya que su papá se encargaba de abastecer todo en la casa mientras él se dedicaba a estudiar. Se podía decir que era un nerdo, pero lejos de ofenderle le hacía sentir extremadamente orgulloso.
— Gracias — Le dijo con una sonrisa, todavía observando los panfletos en sus manos.
El rector al verlo sonrió, ver al omega, le recordaba a una persona que es muy importante en su vida, compartían el mismo espíritu guerrero y no se detenían hasta conseguir sus ideales. De primera sabía de donde venía el omega, se atrevió a buscar información sobre él a la hora de recibir la noticia de que su universidad recibiría a un omega como nuevo estudiante, se regocijaba de ello y sabía que a su pareja le encantaría escucharlo también. Solo esperaba que él no fuera como los demás.
— Es un honor tener al primer omega universitario del país y creo que del mundo — El comentario desubicó a Luke, pero luego lo conmovió y le hizo ser consciente de la otra parte del mundo, la otra muy minúscula parte del mundo en donde había personas pensantes que sabían aceptar sin juzgar, principalmente porque no había nada que juzgar. Todos eran personas.
Luke le agradeció nuevamente, se despidió y con una sonrisa, salió del salón, para luego caminar hacia su primera clase
Finanzas
Él avanzó sin detenerse por los pasillos, pasando de largo a sus compañeros que no lo veían nada bien, los ignoró y siguió su camino hasta dar con el salón correspondiente, por donde entró sin detenerse a mirar a otro lado, solamente caminó hasta la silla de atrás en la esquina del salón, donde naturalmente se iba a sentar para no estar tan cerca de sus compañeros. Sacó sus audífonos y puso a reproducir su lista de canciones favorita.
10 minutos más tarde, por la puerta, entraron sus compañeros que habían estado afuera, hablado entre sí, seguido de ellos entró el profesor, quien lo vio sorprendido y con una mueca indescriptible de disgusto. Le hizo sonreír.
El profesor se ubicó en el centro del salón, de su bolso sacó un marcador color negro y viró su cuerpo, dándole la cara al salón.
— Como todos ustedes saben. Yo soy el profesor de finanzas — se volteó y escribió su nombre en el tablero, señalándolo y encerrándolo con la tinta al terminar — en orden de filas preséntese ante mí y sus compañeros — y se fue el sentar, caminando con confianza por la habitación.
Como lo dijo el profesor, todos se levantaron en orden, desde la primera fila hasta la última, donde estaba él.
Se levantó.
— Soy Luke Córdoba, tengo 18 años y soy de esta ciudad — concluyó rápidamente, dispuesto a tomar asiento, lo menos que quería era tener que interactuar más con los demás. Más, sin embargo, su profesor lo interrumpió antes de poder moverse.
— Dígame joven, ¿Qué le hace pensar que un omega puede estudiar?— Le preguntó, el veneno siendo notorio en su tono. Luke sonrió cuando escuchó los virotes de sus compañeros.
Él iba a hablar, pero entonces ahora fue uno de sus acompañantes quien le interrumpió, con tono de burla.
— Verdad bebé, mejor vamos a mi casa –Dijo alguien de rubio cabello y mirada confiada, sonriendo con arrogancia. Luke frunció el ceño.
"¿Bueno y este viejo que se creía?". Pensó.
Él no era capaz de comprender, ¿Qué mierda les pasaba al montón de descerebrados esos?, Parecía que solo se fijaban en la raza de una persona y no en su potencial, él era un Omega ¿Y qué?, lo era, pero también era una persona independiente y emprendedora, centrada en sí mismo, como fue criado, y sobre todo, no necesitaba a un Alfa a su lado, no lo consideraba necesario, le parecía tedioso, se imaginaba a un alfa dándole órdenes y tratándolo como su sirviente, ¡JA!, ¡Qué bello pensamiento!, de forma expedita se iba a dejar mandar por un tonto Alfa, no, eso sí que no. Él nunca tendría una relación, prefiere solo que a maltratado. ¡Y que se joda el destino si eso llegaba a suceder!
‒ Bueno profe así como los Alfa y los betas, los omegas también tenemos derecho a estudiar y el que yo esté aquí lo prueba y es que, que los demás desaprovechen esa oportunidad no es ni mi problema y tampoco me importa — Se dirigió al profesor, sin dejar de sonreír, pero entonces su mueca cambió y con ella reflejaba el asco en su cara, su sonrisa cambió a una de superioridad — Y a ti payaso de cuarta – Esta vez es hacia su compañero, el que le hizo esa invitación tan indecente — No me voy contigo por la simple razón de que no se me da la gana — rio, falsamente — Si es que mírate, me imagino cuan pequeño lo tendrás, das hasta lástima – hizo una pausa, fingiendo pensar en lo que dirá a continuación – Y si piensan que me voy a ir de aquí, se equivocan. Me costó mucho llegar a este lugar como para dejar que un montón de idiotas racistas me lo arruinan –Vociferó, ahora dirigiéndose a todos en el salón — Si les gusta bien y si no se aguantan — Finalizó, algunos quedaron sorprendidos y otros irascibles, como un par de Alfas, que lo veían como la peor escoria del mundo. Le causó gracia.
Ahora sí se sentó, alzando el mentón y mirando a todos con superioridad, mirada que siempre asume con las personas de este tipo, esas que le retaba diario y las que no hacían más que insultar si argumentos u fundamentos válidos.
Luego de eso la clase siguió adelante, claro, con Murmullos y miradas cargadas de odio, asco y lujuria, sí, lujuria, hacia su persona, pero las ignoró, virando los ojos mentalmente cuando alguien le hacía una seña de un puño y le señalaba muñeca, para dar a conocer que lo esperan a la salida.
Los muy ilusos creían que se podían meter con él. Eso estaba por verse.
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El día pasó rápido, ahora mismo nuestro protagonista se encontraba caminando rumbo a las residencias estudiantiles, las que estaban ubicadas en el piso superior del enorme establecimiento, según la secretaria del rector, al perecer le dejaron la habitación para él solito, lo que significa, nada de Alfas, que eran los que resultaban ser los más tediosos, los betas eran más bien neutros, neutros pero eso no significaba que pensaran de igual manera, la diferencia residía solamente en que no les dolía como a los Alfas el que un Omega estuviese estudiando. Desde siempre se ha sabido que la naturaleza del beta era la de un seguidor de los más fuertes, estaban allí para servirles al más poderoso y obedecerle sin reparar en los mandatos. Pero entonces estaríamos hablando en lo que a su parte animal se refería, actualmente aunque no era grande la diferencia, se podía ver el que los betas eran más como simples personas que vivían la vida libre de instinto animal inferior o superior, solamente iban y venían sin demasiadas preocupaciones por las que molestarse. A diferencia de los Alfas y omegas, puesto que la tradición dictaba que los omegas estaban hechos especialmente para los Alfas y que debían serles incondicionales a estos, ¡Patrañas!, incondicional sus huevos, él no le era incondicional a ningún tonto alfa.
Él subió las escaleras, estaba realmente fastidiado con la construcción de ese centro de estudio, ¿por qué a algún genio se le ocurrió hacer una universidad grandísima, pero sin ascensores?, aunque, ¿En el siglo XIX había asesores?, Bueno, eso es algo que se quedaría en incógnita, porque no tenía tiempo ni ánimos de pensar en eso.
Él terminó de subir los escalones con la respiración agitada y el corazón a mil, se sostuvo de la pared para recuperar el aire, pero luego se puso recto al notar que le miraban, no pronunció nada, solamente revisó el número en su llave y caminó hasta la puerta con el mismo dígito, esta quedaba a lo último del pasillo, al lado de una ventana y en frente una horrible mata, la vio feo e introdujo la clave en la cerradura, torciendo la mano y entrando sin mirar atrás, aunque si escuchó un par de silbidos, pero la verdad estaba agotado como para pensar eso, debía pensar en algo pronto o si no estaría condenado a subir y bajar escaleras todos los días y llegar hediondo a sudor a clases por tener que bajar esa cantidad de escalones, tal vez podría hacer como en My Little Pony, cuando la princesa de la amistad, ridículo, se quedó a dormir en la biblioteca. Hizo una mueca y se río silenciosamente ante su pensamiento, a veces se sorprendía por lo infantil que podía llegar hacer, pero no se podría esperar más de una persona amante de las caricaturas cuya atención estaba dada para ellas cada vez que veía la televisión, y es que era grande el placer al ver aquellas animaciones, los efectos especiales, la trama y el diseño de los personajes. Bien podría pasar su vida viendo muñecos toda su vida. Tiró su bolso en un escritorio y se lanzó a la pequeña cama, donde el mismo puso los manteles, no creía en la limpieza de esos establecimientos, la vez pasada que había ido se encontró con un condón bajo la cobija, asqueado lo sostuvo con un papel y se quejó con la asesora por esto, pero la muy estúpida le vio sin interés y se lo arrebató, sin ponerse una bolsa siquiera, asquerosa, en su momento no le prestó atención, pero más tarde quitó los tendidos y puso 3 cobertores y una cobija arriba, para que no se traspasara nada. Pensar en los fluidos corporales de alguien a quien no conocía siquiera le era extremadamente nauseabundo, y aunque le conociera no sería diferente su reacción, ¿Quién dejaba eso por allí?, ¿y si le sacaban un hijo? Allí sí lo lamentarían.
Suspiró viendo el techo sucio de humedad y ¿Moho? ¡Donde se metió!, Era lo que pensaba, haciendo una mueca se puso en pie nuevamente y entró al baño…
… Para más luego salir desnudo y gritando cuando una cucaracha lo recibió en él, la muy desgraciada escaló por su pierna y lo siguió cuando salió de la pequeña habitación.
Luke la miraba con asco, la cucaracha en el suelo movió una antena y dio un paso, Luke retrocedió, luego otro y Luke volvió a retroceder, entonces la cucaracha emprendió carrera y Luke se tiró en la cama, tapándose la boca para no gritar, no le tenía miedo a los alfas pero si a las cucarachas, y arañas, y ranas, y culebras, y grillos, y mariposas, oh, y no olvidemos las lombrices. Y para ser más precisos, le tenía miedo a todo animal volador. Simplemente repugnante. Él, con una almohada y una regla que sacó de su bolso, se asomó por el borde de la cama, donde estaba la cucaracha, en el suelo, Viéndolo y moviendo sus antenas. La muy desgraciada se burlaba de él en silencio mientras le veía, él podía ver su satisfacción en sus pequeños y horrorosos ojos. Era simplemente perturbador.
— En guardia perra — Fue lo que dijo, para luego tocar con la punta de la regla al insecto, retrocediendo apenas lo hizo, quedando pegado a la cabecera de la cama, listo para actuar de ser necesario, no se dejaría ganar de un simple insecto.
La cucaracha no se movió, en cambio, batió sus alas cuando Luke se asomó, haciendo el amago de volar.
El omega abrió sus ojos con temor, una de sus pesadillas haciéndose realidad, luego gritó cuando el intrépido animal salió suspendida por el aire, casi pegándole en el rostro.
Él blandió su espada y la bateó, haciendo que la cucaracha saliera suspendida por los aires, hasta estrellarse contra la pared. Luke la vio, pensó que eso era todo hasta que la observó moverse, como si nada la muy descarada se montó sobre sus peludas piernas y le dio una ojeada al humano aterrorizado en la cama. Luke juraba ver cómo sonreía.
— Mi dios no — Y se puso en guardia nuevamente cuando el animal volvió por un segundo round.
Él se puso en pie, poniendo la almohada en su pecho, protegiendo su frente, mientras que con el brazo sobrante, blandía la espada. Las mini clases de esgrima que había aprendido en YouTube le servirían para algo.
— Vamos a pelear perra – Proclamó y embistió, dándole al aire, cuando la cucaracha intentó acercarse nuevamente, lo volvió a intentar, sin éxito, entonces se cubrió con su escudo, o, almohada, cuando la cucaracha le alcanzó.
Él sacudió la almohada y vio como el insecto calló desorientado al suelo. Esa era su oportunidad perfecta y disfrutaría al máximo de aquella victoria.
— Perdón linda, nadie te manda a ser tan fea — Y la embistió, con la espada ancha una y otra vez, manchando su regla con la sangre blanca, o el relleno del insecto. Aquella escena le recordaba a aquellas películas donde esos vikingos acababan con sus enemigos y luego saboreaban su victoria, lamiéndola en la espada presentándose ante ellos como el líquido de la vida color carmín. Él nunca, ni en un millón de años, estaría dispuesto a hacer algo como aquello, la sola idea le repugnaba y hacía que su estómago se estrujara de manera incómoda, especialmente porque estaríamos haciendo referencia a la sangre del insecto, ósea, la pasta color blanco que estaba en su regla. Iugh, asqueroso.
Luke vio como terminó su piso, y ni hablar de su regla, le hizo hacer una mueca de asco, con la misma regla, pateó de a poco la cucaracha, hasta llegar a la puerta, dispuesto a echarla por la Hendidura de abajo, pero entonces vio como los hilos del trapero se asomaban por allí, le dijo que la aseadora estaba trapeando, también le hizo sonreír con maldad. Corriendo fue al baño y se puso nuevamente su ropa. Avanzó hasta la mesita de noche, donde había metido algunos cuadernos y de uno arrancó una hoja, lo volvió a poner donde estaba y volvió nuevamente con la cucaracha muerta.
Se agachó, con la regla empujó al insecto muerto de tal manera que quedara sobre el papel, una vez esto sonrió con emoción y luego con maldad. Se puso en pie con la cucaracha sobre el papel y abrió la puerta, viendo a la aseadora muy ocupada en su labor.
Río silenciosamente.
— Disculpe señora — Llamó. La aseadora dejó su trabajo y volteó hacia la voz, no teniendo tiempo de reaccionar cuando un papel con algo pegajoso se le fue restregado en la cara, y da la casualidad que gran parte de aquella cosa le entró en la boca.
Luke sonrió
— Disfrute su regalo — Y entró nuevamente, escuchando los gritos y lloriqueos de la señora tras la puerta.
— La venganza es dulce — Y se agachó a recoger su espada — Por si acaso — y ahora sí ingresó al baño, pudiéndose duchar con normalidad. Ese día había sido especialmente largo y lo peor es que todavía no acababa, lo único que quería era tomar una ducha con agua caliente, que no tenía, y luego salir nuevamente a terminar con lo que había empezado.
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Luego de ese merecido baño, Luke salió con una toalla abrazando sus caderas, pasó por sobre el lecho de muerte de insecto, sin tocar nada, y se agachó a la mesita de noche o escritorio, el único que había en la pequeña habitación, y del último cajón sacó un conjunto de ropa: camisa gris, pantalón blanco y unos zapatos negros. Cuando se vistió agarró su viejo celular, lo último en moda de abuelos, las llaves de la habitación y salió, cerrando con seguro tras sí. Por alguna razón el salir de aquel lugar le hacía sentir un poco mejor, desde el incidente con la cucaracha sucedido unos minutos antes, la fea hospitalidad de la insufrible mujer y aquel condón le hacían replantearse el si el rector no era tan bueno como a él le había dado la impresión o sencillamente era un problema suyo. Quizás exageraba, o solo debería de experimentar lo que era el trabajo duro para saber apreciar mejor las cosas. Fuese lo que fuese, no podía evitar ese feo sentimiento.
En el pasillo se encontró con un Alfa acorralando a una beta frente a la puerta que estaba justo adelante de la suya; frunció el ceño asqueado, estúpidos hormonales, y siguió su camino, ignorando al resto. No tenía ánimos para pensar en nada referente y el hacerlo solo le traería una imagen desagradable a la cabeza. No era la primera vez que sucedía, y era por eso mismo que decidía mejor evitárselo.
Llegó hasta la cima de las escaleras y suspiró con pesar cuando vio lo increíblemente largas que eran. De verdad consideraba que era necesario instalar unos ascensores, o si no escaleras eléctricas, o una silla de abuela, ¡Algo para dejar de subir y bajar tantos escalones!
— Jodida vida - Murmuró. Luego empezó a bajar los escalones, con toda la paciencia del mundo, suave y desganado, casi saliéndosele un pulmón cuando terminó. Y eso que no los estaba subiendo, eso sí sería el doble de esfuerzo.
Observó estupefacto como uno de sus compañeros bajó corriendo y luciendo de lo más normal. El muchacho le sonrió con burla, a lo que Luke le respondió con una sonrisa falsa.
— Jodido presumido - Murmurando esto último cuando ya estuvo lejos de su compañero, adentrándose en un pasillo bastante vacío, solo había algunos estudiantes allí, se imaginaba que esto era así porque a esa hora tenían sus clases, la verdad lo único de lo que se hablaba el primer día era la parte introductoria, luego seguían con actividades de introducción el resto de la semana hasta empezar con lo realmente importante en la semana 2. Le parecía realmente tedioso el tener que pasar por ese tonto proceso para poder empezar a estudiar de verdad, pero entendía que para los de primer año era quizás confuso su nueva vida universitaria. Para él era de lo más normal, solo que esa vez sí le tocó difícil sin la compañía de su padre al lado suyo, siempre que daba un paso. De verdad que era sobreprotegido y hasta ese momento se estaba dando cuenta de ello.
Él caminó por los pasillos, perdiéndose por puertas y doblando por curvas, hasta llegar a lo que realmente buscaba: La biblioteca. El santuario de los libros, el lugar donde le gustaba pasar sus ratos libres para no quedarse en la cafetería. Siempre escondía la comida y se alimentaba escondido en un rincón donde nadie le pillara, o por lo menos así era cuando iba al colegio.
Empujó las enormes puertas de madera, quedándose trancado cuando vio la cantidad de libros en los infinitos estantes. Ahora realmente se estaba planteando el convertirse en la princesa de la amistad.
Dejando de lado su ensoñación, se dirigió hasta la recepción, donde una vieja beta estaba sentada sellando algunos libros, lo normal en el personal de estos establecimientos.
— Buenas tardes - Dijo al llegar. Arqueando la ceja ante la mano temblorosa de la mujer sosteniendo el sello.
No hubo respuesta, lo que extrañó a Luke y le hizo fruncir el ceño.
— Buenas tardes - Repitió nuevamente, abriendo levemente la boca cuando no hubo respuesta. O la mujer no escuchaba o le estaba ignorando.
Él levantó su brazo con vacilación, antes de que, con seguridad, lo pasara frente a los ojos de la mujer, haciendo notar su presencia.
La bibliotecaria dejó lo que estaba haciendo, para prestar atención al lindo Omega frente a ella.
— Hola jovencito - Dijo con su voz temblorosa, como su mano.
Ahora Luke sí sonrió.
— Hola señora, vengo a buscar unos libros - Le dijo con amabilidad, pero entonces la señora preguntó.
— ¿Qué? - lo que le hizo alzar el tono de su voz.
— Quiero buscar unos libros - Obteniendo el mismo resultado.
Entonces se le ocurrió una idea más práctica. Señaló un libro para hacer énfasis y luego señaló el resto de estantes a sus espaldas, hablando en silencio para que la señora leyera sus labios.
— Oh, ¿necesitas unos libros? - Luke asintió - No te preocupes, hijo. No le hagas caso a esta vieja sorda - la señora le sonrió con amabilidad.
Luke le sonrió y habló con sus labios diciendo un: Gracias. Antes de darse la vuelta y seguir su camino, para buscar el libro de filosofía que necesitaba y alguna novela de Gabriel García Márquez, si la había.
Primero observó a sus alrededores, tratando de descifrar en dónde estaba cada libro, entonces vio los letreros pegados en los laterales de los estantes y le fue más fácil guiarse. Se metió por un pasillo, he ignorado al otro joven que allí estaba, se concentró en buscar lo que necesitaba.
Miró por la fila de abajo, pero nada, entonces se dio la vuelta y buscó en el otro estante, también por la fila de abajo, sin éxito, suspiró y gruñó frustrado cuando le tocó subir unas escaleras, esas que te ayudaban a buscar en la parte alta de los estantes y que, además, estaban pegadas a unas varillas sostenidas por poleas, para lograr la movilidad de la escalera.
— Genial, ahora no soy la princesa de la amistad, sino también Bella de la Bella Y La Bestia - Entonces su compañero de pasillo murmuró algo parecido a un: Loco, lo que le hizo virar su cabeza a Luke - ¿Qué?, ¿Nunca te has visto My Little Pony o La Bella Y La Bestia? - Recibiendo una expresión confundida y un movimiento negativo de cabeza - ¿En qué mundo vives? - Le preguntó sin esperar respuesta, antes de darse la vuelta nuevamente y seguir buscando lo que necesitaba.
Se escuchó un bufido y se quedó solo en el reducido espacio.
— Bobo - murmuró para él solo. Entonces se aburrió de buscar y rio cuando la escalera se movió hacia la derecha. Él se sostuvo del estante y con su peso, movió nuevamente la escalera, volvió a reír y luego, con un empujón fuerte, la escalera salió rodando con él encima, mientras él reía a carcajadas y se iba guindando de un brazo. No se preocupó por el ruido, además de él y el otro personaje solo estaba la mujer y ella no sería capaz de escucharlo.
Dio un gran recorrido, pero entonces un rico olor llegó a él y se detuvo, quemándose las manos cuando se sostuvo de forma abrupta de uno de los estantes para frenar.
— Auch - se quejó, frotándose las manos y soplándolas, viéndolas rojas. Entonces más de ese rico olor a limón dulce llegó a él y se olvidó de su pesar. Se agarró nuevamente de la repisa y se empujó suavemente en busca de la Fragancia.
La encontró en un libro y de casualidad era el libro de filosofía que necesitaba. Lo sostuvo entre sus manos y se lo llevó a la nariz, olfateando el rico olor a limón acaramelado con una esencia a libro viejo.
Lo sostuvo con un brazo y con el otro se ayudó a bajar, hasta que sus pies tocaron el suelo.
Sacudió sus ropas desordenadas por la travesía y se encaminó nuevamente hasta la recepción. Hizo su papel de mimo y puso el libro en la repisa, para llenar el formulario.
Agradeció y abandonó la biblioteca, con su nuevo libro, porque no pensaba devolverlo, y caminó nuevamente hasta su habitación. Donde soledad le esperaba.
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