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MATRIMONIO CONSUMADO

Capítulo 1

💕💕💕💕💕💕💕💕💕💕💕

SOMOS COMO UN

HERMOSO BORDADO

BELLOS DELICADOS, LLENOS DE DETALLES SENCILLOS Y ENCAJES ADMIRABLES, PERO MENOSVALORADOS POR QUIENES NO SABEN APRECIARLOS.

"Hola querido lector.

Sumérgete conmigo en esta hermosa aventura de época, que te cautivará y te hará viajar, ansiando para ti lo que Adelaida y Sebastián descubrirán.

💃❤️‍🔥💞

Es una historia de antaño, ya te advierto. El lenguaje es peculiar y los temas que se tocan rozan con la realidad.

Picante,

Romance,

Nuevo comienzo.

Espero captar tu atención.💋

💕💕💕💕💕💕💕💕💕💕💕

Siglo XIX.

Ciudad de Valedouro.

Días lluviosos de un invierno inclemente en Valedouro.

Nuestra casa, aunque antigua, es grande, y de alguna manera cálida y muy confortable. Una vivienda que siempre ha llamado la atención por su diseño imponente y lleno de detalles exquisitamente labrados. Lleva en la familia varias generaciones y mi padre es el último heredero. A pesar de que a veces tenemos que calentarnos cerca de la chimenea, en las noches más frías, para no congelarnos, especialmente ese invierno.

El primero sin él.

Mi madre y yo bordamos unos manteles que se venderán en la feria anual del aniversario de la ciudad, un evento muy esperado donde las familias menos acaudaladas recibirán regalos.

Es una tradición de la ciudad.

Una forma de que las familias más ricas muestren que les importan las menos afortunadas.

También donan mantas y abrigos, pues el invierno a menudo castiga a quienes carecen de ellos.

Y de eso tenemos de sobra.

Estamos en el salón, ella en la mecedora que era la favorita de mi padre, Cirí y yo en el sofá del salón. Cirí es mi dama de compañía, o lo era, porque ahora se ha convertido más en una hermana menor. Como no tiene familia, no quiso probar suerte como las demás sirvientas.

Tengo 19 años y ella acaba de cumplir 15. Y para la sociedad actual, lo único que importa es si poseemos una dote o no.

Bien, al menos yo, ya que Cirí no es rica, es solo una sirvienta a la que mi madre tomó cariño cuando fue a la capital, ya que la mujer en este siglo XIX no tiene autonomía. No tiene muchos derechos y debe resignarse a ser solo una buena ama de casa, saber bailar, tocar algún instrumento, leer y comprender lo mínimo sobre política, pues esa tarea es exclusiva de los hombres. Atender bien al marido y, por supuesto, estar en condiciones de generar hijos, muchos a fin de cuentas.

Esto sí es una gran riqueza hoy en día.

Debemos ser hábiles y poseer una buena dote, de lo contrario... se acabó. El futuro es la cocina o el burdel. O el matrimonio con un viudo, o los peores partidos de la ciudad.

Pero volviendo a nosotras...

En otros tiempos, ese dinero recaudado se convertiría en caridad, íntegramente, sin embargo, bajo las circunstancias actuales, ella discretamente guarda parte del dinero, ya que sabe que lo necesitaremos.

Dona Marta es una luchadora y una mujer de mucha fibra y honor.

La admiro y quiero ser como ella.

Todavía tenemos algunos ahorros, que durarán poco, muy poco. Pues, con la muerte repentina de mi padre, que era banquero pero se fue a pique poco a poco debido a una gran crisis económica que azotó duramente a nuestro país, y las pocas oportunidades que esta sociedad machista ofrece a dos mujeres solas, pronto tendremos que trabajar en lo que sea que aparezca.

Supimos de las inversiones de bancos extranjeros, pero el banco para el cual él trabajaba, temió aliarse con tales instituciones y perder el escaso patrimonio en libras que aún poseía.

Empleados tenemos pocos ahora, solo aquellos más leales, o que realmente no tienen adónde ir. ¿Esclavos? Ninguno. Estamos completamente en contra de cualquier tipo de abuso a seres humanos. Y con una casa grande y llena de rarezas en piezas de plata, obras de arte y bronce, pronto los acreedores estarían en nuestra puerta para llevárselos.

Hemos economizado en todo, desde la confección de vestidos, la asistencia a reuniones de damas, hasta la calidad de la comida que antes llenaba nuestra mesa, a algo sencillo que simplemente alimenta y sostiene. Hemos eliminado donaciones innecesarias y recortado salarios a la mitad.

Cada libra ahorrada es como un día más para seguir sobreviviendo.

Mujeres solas tienen todavía menos valor y ningún crédito.

En el mercado, solo lo esencial. Lo que mi madre hace de forma discreta, pues aunque la mayoría de la sociedad ya anticipa lo que nos pasará, evitan hablar de ello frente a nosotros, aunque las damas murmuran entre ellas cuánto más durarán "nuestras apariencias".

Ella intenta mantenerme optimista sobre el futuro, pero yo conozco la verdad: podría terminar en las cocinas de los ricos que antes adulaban a mi padre por un préstamo, y yo, ay, pobre de mí. Si no la acompaño, pronto tendré que aceptar la proposición matrimonial de un anciano, gordo y pervertido para no pasar hambre. Lo que he considerado mucho últimamente, incluso si eso no me agrada. Mi madre ya ha recibido algunas propuestas por mí, ya que mi belleza joven hace que los hombres se pierdan solo con mirarme...

Piel blanca y delicada, cabellos negros, busto de tamaño medio que apretado en el corsé despierta la imaginación de los hombres, cintura fina, caderas anchas, idóneas para procrear. Una sonrisa sencilla con ojos brillantes y cautivadores.

Antes mi padre rechazaba cualquier mirada más atenta a mi rostro, y hoy, aquellos que me cortejaban, desvían la mirada porque no quieren involucrarse con la más reciente familia en bancarrota de la ciudad. Aunque todavía me admiran de lejos.

En Valedouro, quien tiene, vale oro, y quien no tiene, como nosotras ahora, se convierte en polvo. O en carbón, pues aquí, la extracción de carbón mineral es abundante. Ésta es la principal riqueza de las familias y los habitantes del lugar. Y la propiedad de los derechos de las minas se transmite de padre a hijo.

La nuestra estuvo en ese negocio, pero mi padre estudió y optó por seguir en las finanzas, ayudando a administrar la riqueza de otros. Mientras el mercado iba bien, estábamos bien; después de la crisis, los bancos empezaron a pasar dificultades y los más viejos fueron los primeros en ser despedidos.

Y él. Ya anciano, no tenía más fuerza para el nuevo sector que emergía por los alrededores, y sin hijos varones, los ahorros durarían poco.

Porque él era honesto, a diferencia de otros colegas que no cayeron en desgracia por el mismo infortunio.

Tenemos algunos parientes más acaudalados, pero a los que él por orgullo no quiso recurrir. Las deudas fueron creciendo y él no lo soportó.

En la sociedad actual, es común que un pariente se ocupe del otro en caso de muerte o bancarrota, pero eso queda totalmente a la merced de uno u otro.

Como él no llamó, nadie vino, y quedamos a la suerte...

Un infarto fulminante lo llevó hace aproximadamente un año. Y desde entonces estamos aguantando como podemos.

Con la estrechez, tuvimos que utilizar hasta mi dote. Algo que le dolió a mi madre, ya que era la única garantía de un buen matrimonio para mí.

Ya no tengo dote, y por lo tanto, ya no tengo valor.

Según algunos.

Sin embargo, no pierdo la fe. Algo sucederá. Y me aferro a las sabias palabras de mi querido padre:

"La belleza y la discreción de una mujer son sus grandes tesoros, no los entregues a cualquiera, y los tuyos, tienen un propósito. Sé paciente y espera el momento adecuado. Pero nunca olvides:

El amor verdadero debe ser la guía para esta decisión."

Adelaida 💗19

💕💕💕💕💕💕💕💕💕

Delicada, fuerte y llena de sueños.

Entregada a un objetivo:

Ser feliz, al fin.

❤️❤️❤️☺️❤️❤️❤️☺️❤️

Muy lejos de allí...

En Moinho Doce.

Otro día que amanece lúgubre y descolorido en la hacienda Moinho Doce.

Atrapado en este lugar que parece mi tumba, paso los días sin absolutamente nada que me devuelva a lo que una vez anhelé en mi breve vida pasada.

Tuve sueños, muchos incluso. Normales a la edad que me arrebataba año tras año.

Que me motivaban uno tras otro.

Fui feliz, sonreí. Y hoy, la sombra que me sigue me duele sin cesar en el alma.

Y la causa: Ella, Luise. Mi amor y mi ruina.

Me dejó por otro sin mirar atrás.

El epítome de todo lo que fue bueno, perfecto y sincero en mi vida y la secuela de lo que es triste, oscuro y sin salida en mi realidad diaria.

De la convivencia armónica con mi familia, solo quedan el rencor y las penas que cargo en el pecho.

Mi padre y yo.

Un conflicto sin fin.

Otto es ahora mi rival. Un adversario que una vez fue mi inspiración de hombre íntegro y bueno y que me hacía querer ser como él.

Hoy solo quiero alejarme de él y de los planes que tiene para mí.

Huiría de aquí si pudiera, pero cadenas invisibles me atan.

Me pregunto por qué a mí.

¿Por qué la muerte tuvo que escogerme así?

Muerto, continúo viviendo.

¿Sabré algún día lo que es realmente existir de nuevo?

Sebastián, 26

💔💔💔💔💔💔💔💔💔

Un corazón roto, una personalidad fuerte, arrogante, pretenciosa e irresistible en belleza y seducción.

Su objetivo:

Herir como fue herido.

💔

Capítulo 2

Mi padre me enseñaba esas bellas palabras basado en el profundo amor que sentía por mi madre y viceversa.

Jamás conocí una pareja que se amara tanto. Y eso es justamente lo que quiero para mí. O quería, antes de esta tragedia que nos golpeó tan cruelmente.

Aunque conocía bien sus palabras y las guardaba celosamente, llega un momento en que la esperanza se debilita y los sueños se desvanecen.

Y hoy, específicamente hoy, amanecí más triste de lo usual. Y cuando me senté en aquel sofá a bordar, me sumergí en muchos pensamientos y recuerdos. Recuerdos de un tiempo feliz que no volverá.

La época en que éramos los Montanese, una de las familias más ricas y respetadas de Valedouro.

Tiempo en que caminaba codo a codo con mi padre y lo veía ser honrado y saludado por todos los que nos veían, y que hoy mueven la cabeza y fruncen el ceño, cuando no se ríen de nuestra desgracia.

Qué sociedad tan cruel y materialista. Jamás acepté este tipo de trato a personas que, por un descuido o pura mala suerte, de la noche a la mañana perdieron su poca dignidad.

En nuestro caso, mucha.

Época en la que nos reíamos mutuamente, intentando encontrar un chiste que hiciera reír a mi madre con nosotros. Hoy ella no sonríe, y eso me duele tanto...

Miro suspirando hacia ella. Con las manos y el dedo ya rojo por el roce con la aguja de bordar.

- Con permiso madre\, voy a la sala de costura a buscar más hilo rojo.

Era solo una excusa para que ella no viera mis lágrimas. Estamos amenazadas de desalojo. Porque la casa hipotecada con cuotas atrasadas clama por nuestra ayuda. Parece que no quiere dejarnos partir. Pero en cualquier momento el funcionario del banco puede llegar y expulsarnos de ella.

Perderemos nuestro único bien familiar.

Lloro un poco sola, para aliviar el pecho. Y después de contenerme, pues realmente no vale la pena. Limpio mi rostro e intento esbozar una sonrisa para no dejarla verme así, aunque sé que ella hace lo mismo, muchas veces al día.

Y vuelvo a mi ser.

En ese momento escucho golpes fuertes en la puerta.

Corro a la ventana. Pero, ¿qué es esto? ¿Quién es ese?

—¡No, eso nunca! ¡Váyase de aquí ahora mismo, su aprovechador mentiroso!

Escucho a mi madre gritar al hombre parado frente a ella. Es alto, de hombros anchos y mandíbula cuadrada, y su expresión es severa.

Debe tener más de 50 años, y a pesar de la edad, puede considerarse guapo, y el cabello canoso que no oculta bajo el sombrero de pluma. Pero la expresión de su rostro es la de un hombre imponente; su mirada es negra y sus ropas finas indican su posición social. Un rico hacendado, probablemente del café.

A juzgar por la forma grosera en que habló con el caballero, seguro lo conoce, pues nunca se dirigiría así a un desconocido.

Y entonces, mirando más atentamente, reconozco rasgos familiares. Rasgos de mi padre, esa ceja gruesa es inconfundible.

Llego a la sala y ella me tira detrás de sí, en un gesto protector.

Sus ojos brillan al verme entrar, y ya veo la expresión de satisfacción brotar de su rostro antes tenso por la arremetida de furia de mi madre.

- Entonces\, esta es Adelaide... Adele. Supongo.

Me acerco a su oído y pregunto sintiendo un frío en mis entrañas.

- ¿Quién es este hombre\, madre\, y qué quiere?

-Buenos días milady, soy primo de su padre. Otto Montanese, a su disposición. Y vine a salvarlas de la ruina total.

Salgo de detrás de ella.

- ¿Primo de mi padre?

— Sí. -Avanza y extiende su mano para que yo extienda la mía y él pueda saludarme, solo con un leve roce de labios, como es costumbre.

Estoy sin guantes, por eso sus labios no pueden tocar mi mano.

Dudo un poco, pero la buena educación me lleva a devolverle su cortesía. Mi madre, se interpone nuevamente entre nosotros y me jala de nuevo.

- ¿Podemos sentarnos a conversar?

- Ya dije que usted no es bienvenido. Por eso mi marido nunca lo llamó. ¿Cómo se enteró de su fallecimiento?

El hombre se sienta con elegancia en nuestro sofá, apartando los bordados con manos de disgusto, como si aquellos finos tejidos fueran algo fétido.

Solo aquel gesto ya me hace repudiarlo también.

Ciri va rápidamente y recoge nuestras labores y luego él se acomoda completamente. Pleno y confiado.

- Las noticias vuelan Marta. Y hace algunos meses él me escribió\, supongo que algunas semanas antes del infortunio que lo llevó de este mundo. Y como ya me adelanté\, hizo una petición especial\, a pesar de que no nos habíamos comunicado mucho últimamente\, la sangre es sangre. Y nunca las dejaría desamparadas\, especialmente ahora\, con la confirmación de lo que ya sospechaba sobre su hija.

- ¿De qué habla Sr. Otto?

- De la innegable belleza y gracia que ella posee.

- No necesitamos su ayuda. Si él escribió\, fue en un momento de debilidad. Nos arreglamos bien aquí\, y ...esa su idea inicial de ayudarnos\, puede olvidarla\, nunca va a suceder.

Él mueve la cabeza y suelta una gran sonrisa de oreja a oreja.

- Bueno\, ya me he informado sobre su situación y... no es nada buena. Yo soy el único pariente vivo y... como hombre tengo el derecho de reclamar lo que quedó de mi primo. Todo es mío. Hasta ustedes.

- Disculpe que interrumpa a su señoría... – Digo con los ojos bajos.

- Otto. – Él enfatiza firme- Hable señorita Adelaide.

- No ha quedado mucho para que usted... tome posesión como dice. Solo tenemos esta casa hipotecada. Y muchas deudas por pagar.

- Lo sé. Ya me he comunicado con el banco. Y\, a menos que me dejen intervenir\, pronto perderán esta casa y vivirán... bueno\, no sé si es conveniente hablar\, pero ya saben. En la calle. Y yo puedo ayudar.

- No a cambio de lo que desea. Muy estimado primo de mi marido.

Mi madre es firme otra vez, parece que realmente quiere alejar a aquel que parece ser el único que en verdad puede ayudarnos.

En el año en que vivimos, 1880, mujeres solas y sin dinero no tienen muchas chances de seguir con una vida decente en esa ciudad.

- ¿Puedo saber lo que usted desea a cambio de ampararnos?

Mi madre le suplica con la mirada que se calle.

- Seré directo en mis palabras. Porque el tiempo es dinero. Necesito una esposa\, y... como pariente más cercano de su padre\, puedo escoger casarme con usted o con su madre para honrar su nombre. Como ella está fuera de cuestión por razones que ya conoce\, yo la escojo a usted. Más joven\, más bella y que encaja exactamente en lo que necesito en este momento.

¿Qué? ¿Casarme con mi... tío? Aparte de ser mayor, como ya ha demostrado de varias maneras, es un arrogante de primer nivel...

- Usted es mi... tío...

- No exactamente. Soy primo en cuarto grado de él. Y además de todo... no tenemos una línea de sangre tan cercana y aún si la tuviéramos\, eso no sería un impedimento.

Siento una ligera náusea en el estómago, eso es inconcebible. Ya he escuchado de parientes que se casan, pero nunca he acogido bien la idea. Y él tiene razón con respecto a la ley de parentesco. Puede tomarme como esposa para honrar el nombre de mi padre.

Ya que con mi madre parece que de verdad no desea llegar a un acuerdo.

- Entonces señora Marta\, ¿qué será?

Su pregunta parece llenar a mi madre de furia.

- Voy a pedir que salga de mi casa inmediatamente.

El hombre alto, de elegancia y porte noble se levanta y chasquea los dedos. Algunos sirvientes entran en la casa. Traen en las manos canastas enormes con frutas, vegetales y una variedad de manjares y granos.

- No quiero nada de usted\, Sr. Otto.

- Aun así\, lo dejaré. Y seré generoso. Estoy en la ciudad por negocios hasta la próxima semana. Me hospedo en el Milton. Si cambia de opinión\, puede buscarme allí. Sabe que estoy en mi derecho\, Sra. Marta\, pero quiero hacer esto de la mejor manera posible\, sin que me vea como un aprovechador\, a pesar de que la bella oportunidad -me mira a mí- me tiente mucho a ceder a esto.

Hace una pequeña reverencia hacia mí.

— Milady...

Correspond con la mirada y lo veo salir por la puerta y solo entonces mi madre se derrumba en la silla a su lado.

- Maldito aprovechador\, él no conseguirá lo que quiere\, no contigo. No lo permitiré. No sé en qué estaba pensando tu padre cuando envió ese mensaje a este hombre astuto\, pero todavía soy tu madre y aunque tenga que mendigar\, él no te sacará de aquí.

Cae en llanto, y me inclino a su lado y acaricio sus cabellos, despeinados por la agitación.

Ella es coqueta, pero últimamente ha descuidado un poco su apariencia debido a nuestra situación actual. Ya que los quehaceres de la casa han sido compartidos con las pocas sirvientas que nos quedan.

Aunque cuando salimos, todavía mantenemos la porte de mujeres de la sociedad.

De la mujer elegante y arreglada de antes, queda muy poco. Solo apariencias.

Eso es triste, pero es nuestra realidad.

No sé ni qué decir. Porque sé que él tiene razón. Si no recibimos ayuda, pronto mendigaremos, y si él no me toma como esposa, ¿quién lo hará?

Sin recursos, desaliñada y endeudada... A pesar de ser hermosa, el estatus importa mucho por aquí.

Ciri trae un vaso de agua para que se tranquilice.

- Beba señora\, le ayudará.

- Gracias\, Ciri.

Bebió y después me miró con ojos tiernos.

- Lamento mucho tener que someterte a esto hija\, pero si depende de mí\, no te casarás con ese hombre.

- ¿Y si no hay otra salida\, madre?

Los ojos empañados se vuelven más rojos.

- No tienes idea de quién es este hombre\, hija. Por eso tu padre nunca quiso recurrir a él. Ahora él llega haciéndose el amable queriendo ayudarnos... eso nunca. Solo te quiere a ti.

Me levanto de su lado y doy una buena mirada alrededor, evaluando nuestras opciones.

Pocas o ninguna.

Después miro firmemente hacia mi madre, y ella me entiende, se levanta también y niega con la cabeza.

- Si no hay otra manera\, yo lo haré\, madre\, lo que no voy a aceptar es que tengas que ir a humillarte ante estos ricos snobs de esta ciudad.

Ella me sujeta fuerte por los hombros.

- No te casarás con él\, ¿me entiendes\, Adele?

Mi madre está con una mirada enojada como nunca la había visto, no logro entender por qué esta actitud suya, puesto que en nuestra sociedad los matrimonios por conveniencia son más que normales, y aunque nunca ha sido mi deseo personal, siempre supe que podría pasar. Él es mayor, sí, pero he presenciado uniones mucho más repugnantes que esta. Niñas incluso más jóvenes que yo con hombres mayores y de aspecto no muy agradable.

No respondo nada, solo beso su rostro afectuosamente.

Amo a mi madre y haré lo que sea necesario para verla bien.

Llamo a Ciri para la cocina y vamos a reabastecer nuestra despensa ya casi vacía con la generosa ayuda de ese primo extraño de mi padre.

Otto Montanese.

Hago una pequeña mueca, no me veo casada con él. Pero si ese es el precio por nuestra supervivencia y honor, lo haré.

Ese día tendremos una comida decente, como no la habíamos tenido en mucho tiempo.

Y eso sabré agradecerlo.

Despierto soñolienta con Ciri sacudiéndome en la cama.

—Señorita, despierte, algo no está bien.

- ¿Qué... Ciri qué pasa?

Froto mis ojos.

- Hay hombres extraños en la casa. Están llevándose todo lo que tiene valor.

Salto sobresaltada. ¿Qué? ¿Se están llevando nuestras cosas?

Me pongo un abrigo grueso, pues solo llevo un camisón, y Ciri hace lo mismo, enciendo la vela que ilumina la habitación que antes en la penumbra solo tenía la luz de la luna entrando tímidamente por la ventana.

Y cuando llegamos al salón mi madre está en una esquina solo mirando a los hombres robustos llevarse nuestros finos muebles y valiosas posesiones familiares puerta afuera y ponerlas en carretas grandes que esperaban frente a la casa. Todavía era temprano, pero con la agitación, la atención de los vecinos era inevitable.

Nuestro barrio es tranquilo, pero siempre bullicioso por los chismes.

Nos acercamos a ella y la abrazamos, Ciri parece asustada.

- ¿Qué sucede\, madre?

Ella no responde, solo me señala a uno de los acreedores y al representante del banco entrando con algunos papeles en las manos.

- ¿Señora Marta Montanese?

- ¿Sí?

Él le entrega algunos documentos a mi madre.

- Estoy aquí en nombre del banco de la ciudad cuyo propietario está confiscando sus bienes hasta la liquidación de la hipoteca vencida hace dos años\, después de muchos intentos de negociación sin éxito. Las medidas adoptadas por la ley obligan a la señora y a su familia a dejar la propiedad en tres días\, o tendremos que realizar la extracción de los residentes con fuerza policial si es necesario. ¿Comprende el contenido de estos documentos?

Ella no responde nada, solo deja caer una lágrima en su rostro, toma el bolígrafo y firma el acuse de recibo sin resistencia, porque sabe que con ese hombre no valdría la pena protestar. Ya lo habíamos hecho varias veces y en su última visita quedó claro que cuando vinieran tomarían esta medida.

Ella sale de la sala mientras ellos se llevan el resto del mobiliario que en otro tiempo formaba el escenario de una familia completa y feliz.

... Oh padre, ¿por qué tuviste que dejarnos así?

Capítulo 3

Reflexiono en silencio reteniendo mis lágrimas, ¿cómo hemos llegado a esto?

Ya no nos queda otra que encontrar un lugar donde vivir para subsistir.

En los días siguientes salí en busca de una vivienda más modesta que pudiera albergar lo poco que conservábamos. Pero como se esperaba, nadie en su sano juicio alquilaría una propiedad a dos mujeres solas como nosotras y sin recursos evidentes.

Ni siquiera la amistad de algunas familias que en el pasado comían en nuestra mesa, bastó para que nos concedieran su confianza.

Son unos aprovechados.

Puertas cerradas en nuestras narices y muchos “no”.

Al final del tercer día, con la llegada de la noche, la angustia. Mañana tendremos que irnos para evitar un escándalo mayor al que nuestra expulsión causaría.

Empacamos lo que teníamos en algunos baúles y atamos lo restante en sábanas, cajas de madera para artículos de cocina y costura, y los objetos personales pequeños en baúles menores.

Mi madre está inquieta, ya que tuvimos que despedir a los últimos sirvientes y solo Ciri, la fiel Ciri, nuestra cocinera Ava y el cochero señor Kamut, a quien mi padre rescató de un comerciante de esclavos, se quedaron con nosotros. Una mujer alegre que al no tener familia nos dijo que no nos abandonaría por nada, y allí estábamos las cuatro, paradas en la sala casi vacía.

Ella da una vuelta tocando las paredes que aún conservan el tono alegre de la pintura y los papeles pintados de colores claros que, por la falta de mantenimiento, ya empiezan a despegarse, los candelabros de pared y los retratos familiares, los cuales no podíamos llevar dado que ni siquiera sabíamos adónde ir.

En la ciudad hay un refugio para mujeres solas y algunas son bienvenidas en las minas para asistir a un minero que se lastima o para ayudar a separar los pequeños guijarros del mineral extraído de la tierra. Por tener manos pequeñas, con dedos finos y ojos atentos, mujeres y niños sin ingresos fijos son seleccionados diariamente por unas pocas monedas. Otras trabajan en cocinas o como criadas, planchadoras o lavanderas...de cualquier modo, tendremos que laborar allí. Y fue con esta única opción en mente que esperamos el amanecer para partir sin llamar demasiado la atención.

A pesar de la inminente miseria, el orgullo aún palpita.

Dado que nos quitaron nuestras camas, dormíamos todos en la sala, envueltos y con la cabeza recostada en algunas almohadas con encaje inglés, que pasaron desapercibidas por aquel tasador del banco. Las mujeres de un lado y nuestro cochero Kamut, de origen africano, cerca de la ventana, vigilando para que no fuésemos atacadas por algún alborotador o aprovechado queriendo divertirse con mujeres sin marido que las proteja.

Qué triste es nuestro destino, pero todavía tengo fe en que algo bueno sucederá, más bien, va a suceder, depende solo de mí, ahora.

Entonces, en esa nuestra última noche en la casa vacía, viendo a todos dormir, y observando a mi dulce madre, curtida por tanto intentar y no lograr, tomo mi decisión.

Es contra todo lo que deseo y sueño, pero si es para impedir que las últimas personas que me quedan terminen en la calle, lo haré.

Si existe un cordero del sacrificio, seré yo.

Me levanto muy despacio para no despertarlos. Me pongo un vestido de tejido grueso que me mantendrá caliente en esa noche fría, y con la capa con capucha color vino que mi padre mandó traer de Francia para mí, salgo de casa.

Sigilosa y resuelta.

Camino aprisa por las calles desiertas, con apenas algunos transeúntes, otros ebrios y hasta mujeres libres que discretamente buscan una presa.

Me dirijo a un único destino.

La posada de los Miltons.

Llego a la puerta de la conocida posada de la ciudad y uno de los guardias me detiene.

—¿A dónde piensa que va a estas horas, señorita?

Quito mi capucha y dejo que vea que no represento un peligro.

El hombre me mira de arriba abajo, quizás deduciendo que mi situación actual me ha llevado a la lujuria.

- Necesito hablar con el señor Otto Montanese\, él está hospedado aquí y me espera.

Me examina más de cerca, intentando entender qué buscaría una dama como yo a esas horas de la noche con el señor Otto. Ya que las mujeres decentes nunca andan solas, especialmente de noche.

- Por favor\, es importante.

El hombre suspira y me deja pasar.

Llego al mostrador y veo al recepcionista casi babeando sobre el libro de registro. Sonrío ampliamente, ya que lo conozco. Siempre nos cruzábamos en ferias o algún baile al que nuestras familias fueran invitadas, y él me miraba tanto que a veces pensaba que sufriría un tortícolis.

Doy un leve toque al timbre de la campanilla y él despierta sobresaltado.

- Señorita Montanese... ¿qué hace... aquí?

- Necesito hablar con el señor Otto. ¿Podría llamarlo por mí?

El apuesto joven de porte esbelto también extraña mi petición. Como empleado, sabe que debe llamar a su superior, pues si me dejara entrar a la habitación de un huésped a esas horas quedaría deshonrada, y llamarlo sería inoportuno.

- No puedo\, señorita\, es muy tarde y usted ni siquiera debería estar en la calle. ¿Por qué no se va a casa y vuelve mañana? Cuando él despierte le avisaré que estuvo aquí.

- Si no hablo con él justo ahora\, mañana no tendré casa donde vivir. Por favor\, ayúdeme...

Él conoce mi condición y fue uno de los pocos en la ciudad que no nos evitó al vernos. Movido por mi expresión desolada, decide arriesgarse por mí. Estoy desesperada.

Se levanta del mostrador y me pide que me siente en un rincón discreto de la sala de recepción.

- Quédese aquí\, voy hasta allá. Si el señor aún está despierto\, vendré a avisarle\, ¿de acuerdo?

Asiento con la cabeza, nerviosa, conocedora de los riesgos que corro estando ahí.

Espero ansiosamente por bastante tiempo.

El chico llega apresurado y me mira indeciso.

- ¿Entonces vendrá?

Se rasca la cabeza y me mira de reojo.

- ¿Por casualidad él es su pariente?

- Sí\, ¿por qué?

- Dijo que usted vaya allá\, que la sobrina quería verlo y que eso era una buena señal. Pero advierto de antemano\, él tiene compañía... Si quiere\, puedo quedarme con usted\, pues no estaría bien estar en el mismo ambiente con la gente que está con él.

Fruncio el ceño.

- Vamos.

No sé quién está con él y no me importa; solo quiero salvar mi hogar.

Llegamos a la habitación y escuchamos risas femeninas.

- ¿Seguro que es aquí?

Él se encoge de hombros y toca la puerta.

El señor alto y de aspecto imponente abre la puerta y sonríe al verme.

- Sabía que vendría. ¡Entre!

Entro y mi amigo queda bloqueado en la entrada, mirándome con los ojos desorbitados, temiendo por mí. Lo tranquilizo con la mirada y me indica que se quedará afuera en caso de necesitarlo.

De hecho, teme por mí más de lo que yo misma temo.

Y solo entonces comprendo lo que él quiso decir con que el señor no estaba solo.

Él está vestido con pantalón y una camisa blanca sin abotonar, con el pelo gris y despeinado; la habitación huele extraño y al mirar a la cama, veo dos mujeres acostadas y... definitivamente están... desnudas o casi.

Mi corazón se acelera. Si alguien me ve aquí, pensarán que soy como ellas. Ya las he visto pasar por la calle en ocasiones, y son aquellas que trabajan en la casa de placer masculino en las afueras de la ciudad. Todas las mujeres decentes hablan de ellas, pero no las respetan en lo más mínimo en sus palabras. Las llaman la escoria de la sociedad y hasta las han expulsado de lugares donde estaban presentes familias, aunque todos conocen su oficio, aquellos que se benefician de sus servicios nunca se atreverían a defenderlas en público.

Me dispongo a salir, y el señor me detiene. Trago en seco. Estoy perdida.

- Disculpe esto. Pero pensé que sería mejor que viniera aquí en lugar de que alguien nos viera conversando afuera.

- ¡Ustedes\, salgan! - ordena con voz firme - espérenme afuera\, necesito hablar con mi sobrina.

Las dos toman algunas prendas dispersas por el suelo y salen murmurando en voz baja, y yo ni siquiera tuve el coraje de abrir los ojos para ver. Esto es tan indecente.

- Puede abrir los ojos Adelaide\, estamos solos.

Abro mis ojos y él ahora viste un saco abotonado.

- Entonces\, sobrina - él dice con desdén - ¿qué quiere de mí?

- El señor sabe. Quiero escuchar... su propuesta.

Siento mi pecho revolver. Si en verdad acepto esta propuesta ridícula, ya tengo una pequeña idea de lo que me espera. El hombre es un depravado.

- ¿El banco ya fue allá?

- El señor sabe que sí. Por eso vine. No tenemos a dónde ir\, y ya que... se ofreció a ayudarnos\, vengo a apelar a su buen juicio\, y... a la conexión de familia entre el señor y mi padre.

- ¿Y su madre?

- No sabe que vine. Pero no se preocupe\, entiendo las condiciones para recibir su ayuda y no me importan en lo más mínimo las consecuencias. Solo quiero asegurarme de que mi madre... esté cuidada.

El hombre se acerca y una sonrisa diferente de cualquier que había visto se dibuja en su rostro. Parece satisfecho y feliz, pero no de un modo lascivo.

- Bien\, finalmente coraje en una mujer. Últimamente esta cualidad es bastante rara. Una joven tan bella como usted\, dispuesta a entregarse en sacrificio para salvar a su familia... eso sí que es encomiable. De hecho\, es hija de su padre. Pero no se preocupe. Siéntese\, le explicaré los verdaderos motivos y términos de nuestro futuro matrimonio\, y cuando terminemos\, me dirá si acepta o no.

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