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¡UN MILLÓN POR DIEZ NOCHES! (Dinastía Belf III)

Capítulo I

LONDRES.

Un bello día había llegado a Londres, la nieve caía en las calles y las tupía todo de blanco, digno de una postal para Navidad.

Arthur bebía su café negro, caliente, parado frente a la ventana de su oficina. Observaba con alegría el paisaje que le brindaba Londres, esa mañana fría.

—Secretaria—Joven Belf, su cita con el señor Weisz, es en media hora.

La secretaria caminó balanceando las caderas de forma sensual hasta el escritorio de caoba negro y se sentó en la silla, con una libreta en las manos.

El teléfono de Arthur vibró en el escritorio, él giró para tomarlo y esbozó una sonrisa amplia, al abrir la notificación.

—Arthur —Quiero que llames a la florería más prestigiosa de N. Y. y ordenes dos arreglos florales. Los más bellos y costoso para Emma y que los envíen al hospital enseguida.

—Secretaria —Entendido, ¿Algo más que necesite joven Belf?

Arthur negó con la cabeza, tomó su abrigo de su silla de cuero negro y salió de su oficina.

La secretaria mordió su labio inferior cuando él le dio la espalda para retirarse y no era para menos.

El joven Belf de ojos grises, era muy bello ante la vista de cualquier mujer.

Arthur llegó donde lo esperaba Randall, su chófer y guardaespaldas.

—Arthur —Restaurante, Quirón.

—Randall—Enseguida joven, Belf.

Esa mañana había poco tráfico, para la suerte de Arthur. El auto se detuvo frente al restaurante Quirón, dentro del restaurante lo recibió una hostess muy guapa, quien inmediatamente le sonrío de manera coqueta.

—Hostess—Bienvenido, señor Belf. Lo llevó a su mesa.

Arthur asintió con la cabeza y camino detrás de la chica, sin prestarle atención.

—Hostess—¿Alguna bebida que desee tomar el señor?

—Arthur—Un vaso de Cognac Rémy Martin, por favor.

Respondió sin mirarla.

—Hostess—Enseguida.

La chica salió pronto de su vista, buscando una mesera que atendiera rápido al señor Belf.

—Rupert Weisz —Señor Belf.

Arthur giro en dirección al hombre que lo llamó.

Se levantó enseguida para darle la mano a aquel hombre.

—Arthur—Señor Weisz, por favor.

Señaló el asiento a su lado. El hombre de mirada oscura desabotono su saco y se sentó frente a él.

—Rupert— Analice su propuesta y me pareció muy interesante.

—Arthur —Las ganancias que se obtendrán en medio año son el triple de lo que será invertido por usted.

—Rupert —Estoy convencido de que será así.

Rupert trono los dedos y un señor de mediana edad se apresuró a entregarle un folder.

—Rupert—Cerremos el trato.

Le entregó el contrato y una pluma de oro, con diminutos diamantes incrustados. Al hombre le gustaba alardear de su dinero.

Arthur tomó la pluma y firmo.

La mesera se acercó a ellos y coloco una botella de Cognac y dos vasos, en la mesa.

—Rupert —Brindemos, señor Belf.

Rupert trono los dedos de nuevo y él asistente tomó el folder y lleno inmediatamente los dos vasos con el líquido.

—Rupert—¡Por una buena sociedad!

—Arthur—¡Salud!

Arthur se llevó el vaso a su boca y bebió el líquido. Dejó el vaso sobre la mesa y el asistente de Rupert deprisa lo volvió a llenar.

Arthur levantó la mirada hacia él para agradecerle, pero su intención se vio robada por la figura de una hermosa mujer.

La mujer de cabellos dorados y ojos azules como el zafiro, caminaba en dirección hacia ellos, sin apartar la vista de Arthur.

Su andar era glorioso y altivo, que el corazón de Arthur daba un palpitar desbocado.

La mujer llegó hasta ellos, se detuvo a lado de Rupert Weisz y se inclinó hacia él para besar sus labios, él tiró de su mano y la sentó a su lado.

Ese acto incómodo a Arthur, pero continuo sin expresión alguna frente a ellos. Tomó su vaso y lo llevo a su boca, pero esta vez bebió el líquido ámbar de manera lenta y sin quitar la vista de aquella hermosa mujer.

—Rupert—Sírveme otro trago.

Ordenó con un tono gélido a la mujer. Ella se levantó para tomar la botella y vertió el líquido en el vaso.

Y mientras Weisz continuaba hablando de negocios, Arthur recorría con la mirada a su compañera. Ella podía sentir la intensidad con la que Arthur la observaba, levantó la vista hacia él y por un instante acaparó toda su atención.

Rupert la cogio del codo, para sentarla de nuevo a su lado.

—Rupert —Esta misma tarde mi contador hará la transacción de mi dinero.

Arthur asintió con la cabeza. El asistente de Rupert se acercó a él, para hablarle con discreción al oído.

—Rupert —Disculpen, debo tomar una llamada importante.

Se levantó para alejarse de ahí y tener privacidad. Arthur poso de nuevo su vista, en la mujer de cabellos dorados.

No era la primera rubia que él conocía, pero sí la primera que dejaba un impacto en él.

—Arthur—¿Puedo servirle un trago?

Pregunto con un tono de voz agradable. La mujer negó con la cabeza.

Ella sacó de su bolso de mano, una cigarrera plateada con la inicial "V ". Extrajo un cigarrillo largo y lo llevó a sus labios.

Arthur se recriminó por no llevar un encendedor en ese momento. Pero para su fortuna, la mesera se acercó a ellos y él pudo conseguir algo de fuego para la hermosa dama.

Se inclino hacia ella, para encender su cigarrillo. La mujer le sonrío como gesto de agradecimiento, se reclino en el respaldo de su silla, he inhaló el humo y lo expulsó con los ojos cerrados.

Radiaba sensualidad con la manera que lo hacía, era tan atrapante para Arthur que sus ojos se dilataban con cada bocanada de humo, que ella expulsaba de sus finos labios rojos.

Rupert volvió a su asiento y giro el rostro con molestia hacia su acompañante.

—Rupert —Ti zhe znayesh's ya nenavizhu kogda ti kurish / Sabes que detesto que fumes.

Le reprocho el hombre entre dientes, le quito el cigarrillo de la mano, de manera tosca y lo apagó. La mujer curvo los labios en una sonrisa amarga. Para Arthur fue molesto.

—Rupert —Por ahora me retiro, tengo asuntos importantes que atender. Espero verlo en la noche, señor Belf.

El hombro se levantó junto a Arthur y la mujer a su lado los siguió.

—Arthur—Le aseguró que así será.

Expresó Arthur. Desvío su mirada por un segundo en la acompañante de Rupet.

Ella alzó la mirada hasta sus ojos, si bien Arthur le había parecido un hombre muy atractivo, pero no tenía ningun interes en otro hombre rico y narcisista, que se creyera dueño del mundo.

La pareja salió del restaurante, Arthur se sentó de nuevo en su silla y se quedó observando la figura de la mujer, hasta que salió de su vista.

El no era un hombre que creyera en las fantasías del amor a primera vista. No, para él esto, había sido atracción física y era mutua.

Capítulo II

El chófer de Rupert se estacionó frente al edificio donde vivía Victoria. Ella quitó el seguro del auto para bajar, pero Rupert la atrajo hacia él del brazo, la tomó de la barbilla y pego sus labios en los de ella con algo de fuerza.

—Rupert —Ahora bájate, vendré por ti a las nueve.

Rupert trono los dedos y su asistente se dio prisa en abrir la puerta, para la dama. Le entregó en las manos un bello vestido color borgoña y un estuche, con un collar de diamantes.

—Victoria —Pensé que había sido clara. No quiero tus regalos ostentosos.

—Rupert —No me interesa lo que tú quieras o pienses Victoria. Te quiero lista a la nueve, ni un minuto más.

Vocifero Rupert. Victoria se dio media vuelta con disgusto y camino hasta la entrada del edificio.

Victoria Alekseev abrió la puerta de su departamento, estaba en el último piso, era grande y lujoso. Llegó a su cuarto y dejo las cosas sobre su cama.

—Tanya —¡Llegaste Vika!

Tanya camino hasta la cama de Victoria y de un salto, se dejó caer en ella.

—Tanya —He estado muy aburrida todo el día, ¿Podemos ir a un centro comercial?

—Victoria —Tal vez mañana, Tanya. Ahora solo quiero dormir un rato mientras llega la noche.

—Tanya—¿Saldrás de nuevo?

—Victoria—Rupert vendrá por mí a las nueve.

Soltó con fastidio.

—Tanya—No debiste aceptar el trato con ese tipo. Ha hecho de tu vida un infierno, Vika.

—Victoria —Fue la única manera que me dejó para pagar el préstamo.

Dijo amargamente.

—Tanya—¿Existe otra manera de pagar la deuda a ese ogro?

—Victoria —Sí la hay, únicamente necesito ochocientos mil libras ¡Y listo!.

Tanya hizo una mueca de desagrado.

—Tanya —Es mucho dinero. Tal vez deba dejar de estudiar para trabajar y ayudarte.

—Victoria—Como crees Tanya. No quiero que dejes tus estudios.

—Tanya —Al menos déjame asistir a una escuela de gobierno. Las cuotas de mi escuela son muy altas, además ya no pertenezco a ese ambiente de niños ricos.

—Victoria —No, ya habíamos hablado de esto.

—Tanya—Pero Vika, es más horrible tener que soportar a ese ogro que se cree dueño de ti.

—Victoria —Bueno, solo queda un año para soportarlo.

—Tanya—¿Y estás segura que cuando termine ese año, él te dejará en libertad?

—Victoria —Firmamos un contrato, no puede hacer nada para retenerme.

Tenya bufo.

—Tanya —Ojalá así sea, Vika.

A las nueve en punto, el auto de Rupert Weisz estaba parado frente al edificio donde vivía Victoria.

Ella subió al auto y se sentó a lado de Rupert.

—Rupert —Estás bellísima, Victoria.

Victoria ni siquiera quiso verlo y desvío su vista a la ventana. Rupert enfureció y la tomó de la barbilla.

—Rupert—Tus ojos siempre deben estar en mí y solo en mí, entiendes.

Victoria asintió con la cabeza y se deshizo de su agarre.

—Rupert —Es bueno que entiendas que eres mía, Victoria.

Arthur entrego su abrigo al mesero que atendería su mesa esa noche y tomó asiento en su lugar. Dos hombres más llegaron a acompañarlo en su mesa, eran viejos socios de sus padres, así que había confianza para hacer negocios con ellos.

Los hombres estaban interesados en el proyecto del joven Belf y estaban dispuestos a invertir.

—Rupert —Buenas noches.

Rupert interrumpió la plática de los hombres, llegó como siempre con total arrogancia y prepotencia. Los hombres fingieron una sonrisa amable.

—Socio —Por favor siéntate Weisz, justo empezábamos a hablar del negocio del joven Belf.

Dijo el hombre, esperando entrar de nuevo en el tema.

Sin embargo, Arthur ya no estaba interesado en hablar de negocios. Sus ojos grises se perdieron en el azul zafiro de aquella hermosa mujer, pero no era el único.

—Rupert —Hablemos de los contratos de exportación que obtendrá para la empresa naviera.

Los hombres hablaron por mucho tiempo de negocios, hasta que uno de los hombres llamó al mesero para ordenar.

Victoria estaba incómoda por la mirada intensa que Arthur tenía puesta en ella. Pero no obstante, era mejor que la mirada libidinosa de uno de los socios.

—Socio—Su novia es muy bella, señor Weisz.

Rupert se molestó por el comentario.

—Rupert —Una amante, nunca toma el puesto de una novia.

Escupió con veneno y lleno de celos.

Los hombres se sintieron incómodos, por la manera que se había expresión hacia aquella hermosa mujer. Arthur observó el rostro de Victoria, esperando una reacción por tal humillación.

—Victoria —Disculpen caballeros.

Con la cara en alto, ella se levantó de su asiento y camino hasta la salida del lugar. Maldecía por dentro a Rupert Weisz por tal humillación.

—Victoria —Como si yo hubiera deseado ser tu amante de ocasión.

Murmuró con enojo. Estaba parada fuera del restaurante, con sus zapatillas altas y un abrigo sencillo. Sentía los dedos de los pies congelarse y su cuerpo no paraba de temblar por el frío, que sacudía la ciudad de Londres.

—Arthur—Por favor permítame llevarla.

Victoria giró el rostro y se topó con Arthur, él estaba parado frente a ella con aura imponente, pero en sus ojos llevaba una mirada tranquila y cálida.

—Victoria —Está bien.

Acepto sin refutar.

Arthur cerró la puerta del auto, después de sentarse a su lado. El trayecto fue en completo silencio, él miraba de vez en cuando el rostro de la mujer, teniéndola más de cerca podía notar mejor sus delicadas facciones. Sí, era muy hermosa y se sentía muy atraído por ella.

El auto se detuvo en la dirección que Victoria le dio a Randall, el chófer. Arthur abrió la puerta y bajó para ayudar a Victoria a salir.

—Victoria —Gracias, señor Belf.

—Arthur —Espere.

Victoria se dio media vuelta para quedar frente a él.

—Victoria—¿Sí, señor Belf?

Pregunto ella con impaciencia.

—Arthur—¿Aceptaría una cena conmigo?

—Victoria —No.

—Arthur–¿Por qué no?

Indagó Arthur.

—Victoria—Simplemente no estoy interesada.

Arthur cerró la puerta y dio unos pasos para acercarse más a ella.

—Arthur—¿Y que puedo hacer, para que le interese cenar conmigo?

—Victoria —Nada.

Respondió Victoria en seco. Arthur sonrío mostrando todos sus perfectos dientes blancos.

—Arthur —Entiendo, que tenga buenas noches, señorita.

Sin esperar que él se fuera Victoria se dio media vuelta para entrar al edificio. Arthur se quedó en el mismo lugar esperando que ella entrará y después subió a su auto.

Rupert recibió la llamada de su asistente.

—Asistente—La señorita Alekseev, ya llegó a su edificio, señor Weisz.

Rupert colgó la llamada. El asistente tenía la enorme preocupación de que su jefe se enterara, que Victoria había llegado en el auto de Arthur Belf, su nuevo socio.

Victoria despertó muy temprano, se dio un baño y preparo el almuerzo de su hermana.

El timbre del departamento se escuchó y Tanya salió disparada de la habitación.

—Tanya—¡Yo abro!

Victoria acomodaba los platos en la mesa, cuando Tanya se acercó a ella, con un enorme arreglo floral de rosas rojas.

—Victoria—¿Y eso?

—Tanya—Es para ti, revisa la tarjeta.

Ella tomó la tarjeta para leerla, frunció el ceño con molestia y la rompió.

—Tanya—¿Es del ogro?

—Victoria —No.

Victoria tomó el arreglo para llevarlo a la basura.

—Tanya—¿Qué haces?

—Victoria—Desecharlo.

—Tanya—No.

Tanya se lo quito de las manos.

—Tanya—El arreglo es muy hermoso, además se ve que es costoso.

Victoria rodó los ojos.

—Victoria —Da igual.

Ellas continuaron con su rutina, Tanya se fue al colegio y Victoria salió a su trabajo.

Victoria Alekseev trabajaba en The British Museum como asistente, gracias a su carrera de Literatura antigua. Su trabajo consistía en ayudar a traducir obras literarias.

Su sueldo como asistente no era muy alto, pero si suficiente para pagar las cuotas del colegio de Tanya y sus necesidades personales.

Capítulo III

Llegada la noche Victoria regreso a su departamento, había tenido un día tranquilo sin las constantes llamadas de Weisz.

Al siguiente día continuo con su rutina diaria, preparaba el almuerzo cuando el timbre de la puerta sonó.

—Tanya—Tal parece que tienes un pretendiente.

Dijo Tanya detrás de Victoria, ella giró el rostro y se sorprendió por el arreglo de flores que Tanya llevaba en sus brazos. Tomó la tarjeta para leerla y después la volvió a romper. Tanya la miró con extrañez.

—Tanya—¿Me dirás quién las envió?

—Victoria —Alguien sin importancia.

Soltó malhumorada.

—Tanya—Pues ese alguien, tiene muy buen gusto. Me quedaré con ellas.

Dijo Tanya saliendo de la cocina.

Cada mañana llegaba un arreglo floral de rosas rojas, con una tarjeta. Que claro, era desechada por Victoria. Así pasaron tres semanas. El departamento de Victoria ya parecía invernadero de rosas.

El timbre del departamento sonó y Tanya como de costumbre, abrió la puerta para recibir el arreglo floral. Pero esta vez ya no era el guapo repartidor quien entró por la puerta, sino un peli negro, con un traje fino hecho a la medida.

Tanya se quedó con la boca abierta, viendo aquel hombre gallardo.

—Tanya—Esa florería contrata solo modelos.

Arthur le sonrío coqueto por el comentario, dejando a Tanya aún más hipnotizada.

Victoria salió de su habitación, con prisa para ir a su trabajo.

—Victoria —¡Maldición! Ya es tarde.

Llevaba su blusa blanca sin abotonar, pues no se había percatado de la presencia de Arthur.

—Arthur—Buenos días.

Victoria levantó la vista.

—Victoria —¿Usted? ¿Qué hace en mi departamento?

Lo interrogó de inmediato.

—Arthur—He...

Arthur desvío su rostro, pues no podía articular una palabra, ante esa magnífica vista.

—Tanya—Vika, tal vez deberías...

Tanya señaló su ropa. Victoria bajo la mirada a su blusa y se sintió avergonzada.

—Victoria—Ya puede voltear.

Dijo después de abotonar su blusa.

—Arthur— Quise venir personalmente a traer unas bellas rosas rojas, para usted.

—Victoria —No hace falta que la trajera personalmente señor Belf. Es más puede llevarlas de regreso con usted.

—Arthur—Pensé que eran de su agrado, ya que nunca las devolvió.

Arthur señaló cada espacio del departamento, donde Tanya había puesto en jarrones las flores.

Victoria bufo, después de que saque al señor Belf de su departamento, le ordenaría a Tanya tirar todo.

—Victoria —Sí esas flores están ahí, no es por mí.

Soltó en seco. Miró su reloj de mano, estaba impaciente por qué se fuera.

—Victoria —Lo acompaño a la puerta.

—Arthur —Acepta cenar conmigo esta noche.

Le pidió Arthur, antes de que lo sacara de su departamento.

—Victoria—No.

—Arthur—Mañana.

—Victoria —No.

—Arthur —Pasado mañana.

—Victoria —Así continué, con todos los días de la semana, del mes o del año, mi respuesta seguirá siendo No, señor Belf.

Arthur se sintió intrigado, como podría hacer que esa mujer aceptara una simple cena con él.

—Arthur—Bien, por este día me daré por vencido.

Victoria abrió la puerta, para que se marchara.

—Arthur —Pero eguiré llenando su departamento de flores, hasta que acepte una cena conmigo.

Dicho eso, salió del departamento.

—Tanya —Es muy guapo y tiene mucho interés en ti.

—Victoria —Pero yo no.

—Tanya —Deberías aceptarle una cena, tal vez así deje de enviarte estas bonitas flores que tanto te molestan.

—Victoria —Sabes que eso no es posible, donde se entere Rupert me hace la vida más difícil.

—Tanya—Vika, ¿Y si dejamos el departamento?. Podemos buscar algo cómodo aunque sea chiquito, y yo puedo...

—Victoria —Tanya, ese tema está zanjado.

—Tanya—Pero Vika...

—Victoria —Ya perdimos el negocio que nuestros padres nos dejaron, ya no me puedo permitir perder el departamento también.

Victoria tomó su bolso.

—Victoria —No llegues tarde al colegio.

Salió de su departamento molesta, no quería quedarse sin lo poco que aún quedaba de sus padres.

Pasaron cuatro semanas más, donde no solo llegaban arreglos florales muy bellos, sino también cajas de trufas de chocolates finos, a su departamento. Tanya había subido un poco de peso, por comer cada caja, que llegaba para su hermana Vika.

Cada dos días Rupert recogía a Victoria, la llevaba a reuniones de negocios y eventos importantes, le gustaba presumir la hermosura rusa que tenía a su lado. Ella siempre tenía que actuar cariñosa a su lado, con una sonrisa tonta y lo más complaciente posible.

En cada reunión y evento, donde Weisz asistía con la hermosa rubia, nunca faltaba Arthur. Siempre llegaba con esa aura imponente y una sonrisa que podía descolocar a cualquiera, excepto a Victoria.

Rupert dejó sola a Victoria para hablar con algunos de sus socios. Ella aprovechó el momento para salir un rato al balcón, no le gustaban las fiestas ostentosas donde únicamente asistía la hipocresía y la soberbia.

Su cuerpo temblaba un poco, pues la noche era muy fría y no llevaba puesto su abrigo.

Arthur apareció detrás de ella, aspiro el aroma de su perfume que se mezclaba con el viento frío. Noto su temblor y de inmediato se quitó su abrigo y lo coloco en sus hombros para abrigarla.

—Arthur—¡Listo!

Susurro cerca de su oído. La piel de Victoria se erizó.

—Victoria—Gracias.

—Arthur—No hay por qué.

Rupert conversaba con otro empresario, cuando giró su rostro hacia el balcón y divisó a Arthur Belf, muy cerca de Victoria.

Victoria abrió la cigarrera plateada y se llevó uno a la boca. Arthur metió su mano al bolsillo de su pantalón para sacar un encendedor y se inclino hacia su boca, para encender su cigarrillo.

—Arthur—¿Siempre fumas a escondidas?

Victoria poso su vista en esos ojos grises.

—Victoria —¿Me has espiado?

—Arthur —No, solo soy observador.

—Victoria —Claro.

Ella inhaló el humo, para después expulsarlo con sensualidad. Arthur miraba sus labios con deseo de probarlos. Se acercó más a ella y tomó el cigarrillo de sus dedos para darle una calada y después lo devolvió a sus dedos, con una sonrisa encantadora. Ella se sintió extraña por la cercanía de Arthur.

—Arthur—Deberías dejarlo un tiempo, a la larga te hará daño.

Victoria no le dio importancia a su comentario. Lo cierto era que Victoria no solía fumar mucho, solamente fumaba un cigarrillo los días que veía a Rupert. Era meramente para dejar salir el estrés y sobre todo, para molestarlo.

Arthur se centró en los ojos azules de Victoria, ella desvió su mirada por lo incómoda que la hacía sentir.

—Arthur —¿Dime, que puedo hacer para que aceptes cenar conmigo?

Victoria regresó su mirada en él.

—Arthur—Solo será una noche.

—Victoria—Nunca dejará de insistir, ¿Verdad?

—Arthur—No. Cuando algo me interesa, suelo ser muy persistente.

—Victoria—Imagino que esa "persistencia" se desvanece cuando termina por llevarse a la cama, a la mujer que dice interesarle.

—Arthur—No. Por lo regular cuando algo me interesa y lo obtengo, no vuelvo a soltarlo nunca.

Arthur hablaba más de negocios que de mujeres, y es que en realidad nunca ha sido un hombre de saltar de cama en cama. Y las novias que ha tenido, las podía contar con los dedos de una mano. Era un inexperto en el tema de la conquista.

—Victoria —¿Me está diciendo que si acepto una simple cena con usted, no saldrá de camino, nunca?.

—Arthur— ¿Tendría algo de malo si así fuera?

—Victoria —Sí, lo tendría.

—Arthur —¿Por qué?

—Victoria —En primer lugar, por qué soy la amante de otro hombre, señor Belf.

Dijo ella con la mirada firme en él y sin expresión alguna, pero en el fondo Victoria se odiaba por tal bajeza, que había aceptado.

—Victoria —Y en segundo lugar, porque no estoy interesada en involucrarme con alguien más.

—Arthur—¿Pero por qué quiere seguir siendo la amante, cuando puede ser la novia?

—Victoria—No me interesa ser la novia de nadie. Soy feliz así con lo que soy.

Lo último que Victoria quiere en su vida, es a otro hombre con aires de todo poderoso, que arruine más su vida.

—Arthur—Entonces ponga un precio. Pagaré lo que sea por una noche con usted.

Arthur pasó de desear una cena con ella, a pedirle que pasara una noche con él.

Victoria estaba incrédula a lo que había escuchado, pero que más daba lo que él, le haya propuesto, si ella misma había recalcado que era la amante, aunque no haya sido por decisión propia.

Llevó el cigarrillo a sus labios rojos por última vez, inhalo el humo y cerró los ojos al expulsarlo.

—Victoria —Mi precio, son cien mil libras la noche, señor Belf.

Soltó ella con altivez, guardaba en su pecho la esperanza de que eso detuviera su insistencia y la dejara en paz.

—Rupert —Victoria.

La llamo Weisz, detrás de ellos.

Victoria se dio media vuelta para irse, entró al salón y no detuvo su andar hasta llegar a Rupert.

El la tomó de la cintura y le sonrío amable, pero sus ojos negros destella Ban los celos.

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