En una habitación fría y oscura de un hospital, estaba dando sus últimos suspiros, una joven de 17 años. Su vida había sido horrible, a pesar de ser hija de un importante empresario. Su nombre era Karla Sanders, hija mayor de Graciela e Iván Sanders.
A la edad de 10 años le fue detectado cáncer y como sus padres eran gente ocupada, la única que le veía era su nana, una señora de 50 años llamada Sofía. Cuando le fue detectada la enfermedad, sus padres estaban en viajes de negocios, por lo que Sofía debía estar con la niña en todo momento. Pero para su desgracia, no solo fue olvidada por sus padres, sino que también la reemplazaron.
Graciela tendría un nuevo hijo, la pareja estaba feliz por la noticia, tanto así que se olvidaban de su hija enferma. En menos de un año nació una pequeña bebé, hermosa y con preciosos ojos.
Mientras que Karla sentía que sus padres amaban más a su hermana. Pues finalmente habían tenido a la hija perfecta que siempre desearon. Ya que, ella no era tan agraciada y lo único hermoso que heredó de su madre, su cabello, estaba cada vez más delgado y opaco.
En la habitación Karla, sentía sus fuerzas irse, la vida había sido tan injusta con ella y unas lágrimas comenzaban a salir.
“¿Por qué yo…? ¿Por qué a mí?” se preguntaba.
Cualquiera diría que con unos padres ricos, Karla mejoraría, pero no fue así, a los 14 años había salido del cáncer y tenía tantas ilusiones de hacer cosas nuevas, quién diría que dos años después le regresaría la enfermedad, pero más agresiva, hasta que finalmente los doctores la desahuciaron.
“Moriré… ni siquiera nana Sofí, está conmigo”
Finalmente, la chica suelta un último suspiró y muere, sin nadie quien llore por ella.
Mientras en su casa se celebra una gran fiesta por el cumpleaños número 6 de la hija de la familia Sanders.
Karla espera ver alguna luz o el famoso túnel que se mencionan en los libros. Pero en lugar de eso. Solo puede ver telas delgadas colgando sobre ella. Estaba algo oscuro, pero podía ver un poco.
Trata de levantarse, pero no puede.
“Algo anda mal” piensa ella, alzando sus brazos, pero se sorprende al ver unas manos rosadas y regordetas.
-¡¡Ah!! -empieza a gritar.
Karla empieza a tocarse la cara y su cabello, volviendo a gritar al ver el color, su cara también era regordeta y pequeña.
Una puerta se abre y entra un hombre y una mujer, que no reconoce.
-¿Qué ocurre, hija? -dice el hombre exaltado.
Tanto el hombre como la mujer eran jóvenes. Él de cabello castaño claro y la mujer era rubia, con una cabellera hermosa.
La mujer enseguida la abrazo y vio al hombre con calma.
-Debió ser una pesadilla.
Karla estaba en shock, no conocía a esas personas y su voz sonaba rara, aparte la habitación y cama eran desconocidas. Pero no dijo nada, podía ver el cariño y amor que transmitían esas personas.
-¿Dónde estoy? -pregunta ella.
-Amor, estás en casa -contesta la mujer, mientras acaricia el cabello de la niña -¿Tuviste una pesadilla?
-Hija todo estará bien. Aquí nada te puede hacer daño -la consuela el hombre -Ahora duerme. Nos quedaremos aquí hasta que lo hagas.
La mujer coloca suavemente a Karla y la envuelve con una sabana. A su pesar y contra su voluntad Karla se durmió.
Por primera vez, podía sentir un cariño verdadero.
Al siguiente día Karla se levantó temprano, solo para sorprenderse al mirarse en un espejo. Allí frente a ella había una hermosa niña con grandes ojos de color verdes, que se asemejaban a una esmeralda, de cabello rubio que brilla como el oro, parecía una muñequita de porcelana, era pequeña de unos seis años, pero había algo más, traía vendada la cabeza.
Cuando está por tocarse la venda, se abre la puerta y entra una mujer joven, de cabello negro, con un vestido largo, lo único visible en su cuerpo eran las manos.
-Buenos días, señorita -saluda la mujer inclinándose un poco -Prepararé su baño.
Karla ve como la mujer hace pasar a otra que vestía igual, de cabello castaño, está llevaba una bandeja con agua.
-¿Señorita, está bien?
Karla se aleja un poco, no sabía donde estaba, ni quienes eran esas mujeres.
-¿Quiénes son ustedes? -pregunta.
Ambas mujeres se ven entre sí, sin saber que pasa.
-Señorita, yo soy Mary su sirvienta personal -habla la pelinegro -Y ella es Tania.
Karla no dice nada, ahora ya no es más Karla, ni siquiera tiene su antigua apariencia.
-¿Entonces, quién soy yo?
Mary mira preocupada a Tania, pues su señorita había perdido la memoria o es lo que ella cree.
-Tania, ve por la marquesa -dice y luego camina hasta la pequeña y se inclina -Usted es la señorita de la casa y se llama Eider Roser.
-Así que mi nombre es Eider.
Mary sonríe, nunca pensó que aquel horrible suceso, tuviera tan malas consecuencias. Pero le alegra que su señorita este viva. Mientras que Karla trata de tener la mente tranquila, todo parece diferente, antiguo.
Había pasado dos meses desde que Karla reencarno en Eider, los marques, ahora sus padres eran unas buenas personas, quienes estaban todo el tiempo al tanto de su hija, lo único que ella no comprendía era que no la dejaban salir de la casa, incluso solo había tres sirvientes, las dos chicas que había conocido y un mayordomo, quien era un hombre bastante guapo, pero muy serio.
Ella se aburría mucho y con su pequeño cuerpo, no podía hacer mucho. Sabía por Mary que esa era una época antigua y tal parece que hay magia, Mary le contó sobre el templo, la santa y los magos del imperio, también le dijo que había tres grandes imperios, los de los demonios, los de los dioses y por último el de ellos, los humanos, que sí bien, había humanos con magia, eran raros los que la poseían. Y claro que ninguno tenía permitido interferir en los asuntos de otro imperio.
La pequeña le gustaba escuchar a Mary contarle sobre eso, aunque la chica tampoco podía decir mucho, era una simple plebeya y a ellos no se les permitía hablar sobre los tres grandes imperios.
Un día de tanto aburrimiento, decidió escaparse, se recogió el cabello y lo escondió en una gorra sucia, de hombre, tomo ropas viejas y se hizo un pantalón pequeño, gracias a que tenía tiempo durante su enfermedad, aprendió a confeccionar.
Se escabullo por el jardín y al salir nadie la reconoció, parecía un niño de la calle. En un principio estaba algo temerosa, pero cuando vio el pueblo con casas muy medievales, no le importó mucho si era castigada. Aunque tenía cuidado, no sabía que peligros podía pasar.
Camino por las calles como si nada, hasta llegar a un puente de piedra y a lo lejos había un árbol frondoso. Lo que más le sorprendió fue ver a un grupo de niños un poco más grandes que ella, estaban gritando y lanzando piedras, al acercarse más, puede ver que le lanzan piedras a un niño pequeño.
'¡Monstruo!'
'¡Regresa al infierno!'
Sin saber como, pero Eider corre y empuja a los niños, levantando una rama seca y apunta hacia los niños.
-Déjelo en paz -grita -O los golpearé.
Los niños hacen el intento de acercarse, pero la pequeña empieza a mover frenéticamente la rama y logra asestar un golpe, lo cual asusta a los niños y se van corriendo. Eider se gira para ver aquel niño que había protegido, era casi de su edad, de cabello rojo, su rostro estaba manchado de sangre, por lo que Eider saca un pedazo de tela y se acerca al niño.
-¿Estás bien? ¿Te duele algo?
El niño no respondía, así que ella le empezó a limpiar el rostro, el niño alza la vista y se sorprende al ver a Eider con esos ojos llamativos. Pero quien en verdad se sorprende es ella, al ver que no tiene ninguna herida.
“Increíble”
-¿Acaso eres un mago o un ángel? -preguntó ella, pues el chico era muy lindo.
El niño abre como platos sus ojos, era la primera vez que alguien lo comparaba con un ángel.
-Joven Duque -grita un hombre, que corría hacia ellos -¿A dónde fue? Lo buscamos por todas partes -dice cuando llega, pero se detiene al ver la sangre -¿Qué le has hecho al joven Duque -toma del brazo a Eider.
-Yo no le hice nada.
Eider trata de zafarse, pero no puede.
-Te llevaré de inmediato al Ducado Descartes, para ser juzgado en Dalton.
“¿Qué? Espera… dijo ¿Descartes e imperio Dalton? No, no, esto debe ser un error” la mente de Eider era un caos, “¡Ay no! Yo soy esa, Eider Roser”
-Basta -dijo al fin el niño -No me hizo nada. Así que déjalo.
Eider estaba perdida en su mente hasta que ve al niño, se recrimina por no haber notado todo eso. Un niño de cabello rojo y ojos azules que sana rápido y la mejor prueba ella, una niña hermosa que sus padres no dejan salir afuera.
“Que estúpida soy… un minuto, los niños arrojando piedras a un pequeño niño, lejos de la vista de todos… interferí en una escena tan importante”
Eider se lleva las manos a la cabeza y sale corriendo de allí. Al fin se dio cuenta de que está dentro de una novela que leyó hace tiempo, no la recuerda bien porque no le gustó mucho. Y había interferido en la escena más importante de la historia, donde ese niño se ganaría el aterrador título de “el demonio rojo”. Lo peor de todo es que ese pequeño es el villano y ella ni siquiera era la protagonista, solo era una extra con algo de importancia, a lo mucho la mencionan tres veces en toda la historia. Lo único relevante era que ella moría y sus padres también por culpa de aquel niño, William Descartes, el sanguinario Duque de Dalton.
Eider regresó a su casa por suerte nadie se dio cuenta de que salió de allí. Estaba realmente preocupada, si eso es la novela que leyó en su anterior vida. Los sucesos todavía no ocurren, aunque interfirió en un momento crucial, pensara en un plan para mantenerse alejada de la historia y así seguir viviendo con sus padres. No perderá la oportunidad que le habían dado.
Eider estaba en su habitación escribiendo frenéticamente todo lo que se acordaba de la novela, la cual se llamaba “Amor prohibido”. Cuenta la historia de dos seres que se aman, pero sus razas son enemigas, la protagonista y heroína de la historia, era una chica demonio de nombre Helen y del protagonista, un chico descendiente de los dioses, llamado Gael, donde se enfrentan a un amor Prohibido y luchan hasta conseguir estar juntos y así unir ambas razas, mostrando que no importa esas cosas.
Mientras que Eider solo tiene una breve aparición, es más ni aparece ella, solo es mencionada en tres ocasiones, para ese momento ella estaba muerta. Eider era una chica humana, no tenía magia, pero por alguna razón tenía una belleza hechizante, por lo cual sus padres no la dejaban salir y por azares del destino o más bien del autor, William el villano obsesivo y malvado, la ve y quiere convertirla en su esposa, por lo que la obliga a casarse con él, amenazándola con sus padres. Ella estúpidamente acepta, pero era tan infeliz que se suicida y sus padres también lo hacen al saber que su único tesoro ya no estaba.
Pero ahora es Karla la que ocupa su cuerpo, por lo que piensa cambiar la historia y apartarse de los personajes principales, vivir una buena vida a lado de sus padres.
-No tengo más opciones -dice decidida.
Eider camina tomando un cuchillo de mesa, se acerca al espejo, tomando su larga melena y la corta.
“Si, él se enamora de una hermosa chica, pero no podrá de un hermoso chico”
Ella estaba decidida a no quedarse encerrada en su casa por el resto de su vida y sabía que en algún momento tiene que encontrarse con ese villano. Ya lo hizo una vez y volverá a ocurrir. En la novela su padre, el Marqués Roser es socio y amigo del padre de William. Y le será fácil cambiar, si no mal recuerda, ellos nunca revelaron que tenían una hija hasta que esta decide casarse con William.
Eider estaba decidida, ahora solo faltaba que sus padres la apoyaran en ese descabellado plan. Aunque podría encontrar otra forma de escapar, como casarse y esperar a que el villano conozca a la protagonista, de la cual se obsesiona enseguida. No quiere casarse, le da miedo y jamás ha tenido ningún novio. Cada que lo pensaba más le agrada la idea de volverse un chico, así tampoco pueden obligarla a casarse, puede vivir tranquila con sus padres, hasta que el peligro pase y luego volverá hacer mujer. Encontrara un trabajo y luego pensara en si quiere casarse o no.
Sumida en sus pensamientos, no nota que Mary entra a la habitación y deja caer la charola que llevaba, haciendo que la comida quede en el suelo.
-Señorita… -dice asustada -¿Pero qué ha hecho?
-Tranquila Mary -dice con una sonrisa -Debo hablar con mis padres de algo muy importante.
Eider sale rodeando la comida, en busca de sus padres, ellos entenderán o eso cree. Por suerte para ella sus padres estaban sentados en una banca del jardín. Nora la marquesa, tuvo la misma reacción que Mary.
-Cariño… ¿Qué te ha ocurrido? -corre hacía Eider -¿Quién te hizo esto?
-Tranquila mamá, yo misma lo hice.
-¿Pero, por qué? -el Marqués también se acercó.
-Sé por qué no me dejan salir, pero yo no quiero estar encerrada. Yo quiero salir y vivir todo tipo de experiencias.
Los Marqueses se ven apenados, sabían que eso no era vida para ningún niño, pero tampoco querían que su hija sufriera.
-Lo sentimos cariño, es complicado de explicar.
-Papá, yo lo sé. Por eso me corté el cabello. Y quiero que ustedes me apoyen en esto. Fingiré ser niño para que nada me pase.
-Hija, pero… eso es peligroso, ¿Y si no lo creen? ¿O qué tal aun así te llevan?
-Entonces aprenderé a defenderme, siendo niño nadie lo vería mal y estaría siempre con precaución.
Los padres veían a la niña y no podían creer que su hija de seis años, pudiera tomar una situación tan delicada como si fuera una adulta.
-¡Oh… mi pequeña! -la abraza Nora -Luis, amor, tal vez nuestra pequeña tenga razón, además que será de ella si no sabe nada de la vida y a nosotros nos pasa algo. Creó que estará mejor siendo un niño.
La mujer toma entre sus manos el rostro de su hija y le acaricia sus mejillas. No era algo que le agradara, pero por su hija, daría todo. Aunque la idea es descabellada, donde fueran Eider correría peligro.
-Lo pensaré -suspira el Marqués y carga a su hija -Por ahora vamos a comer algo delicioso.
Eider asiente y se aferra al cuello de su padre, ella luchará para proteger a sus padres y poder vivir la vida feliz que siempre soñó.
Los tres se meten a la casa y piden a Mary que les lleven sus comidas, Nora y Luis siempre desearon esa perfecta familia que tienen, aunque nunca creyeron que tendría un costo alto.
Download MangaToon APP on App Store and Google Play