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El Amor No Es Un Contrato

Nunca Quise Esto

Andrés era un Omega hermoso, deseado por muchos al ser un Omega Dominante, su familia era bien conocida por dar como herederos Omegas en su mayoría, los pocos Alfas que daban eran Dominantes, esta familia sacaba provecho de eso y comprometía a sus omegas con grandes familias ricas, de esta forma obtuvieron millones solo con matrimonios. Esta familia no tomaba en cuenta lo que los omegas desearan, de por sí era. Tachados como «La familia maldita», pues se creía que poseían una maldición para dar solo omegas, esta creencia perdió un poco de credibilidad cuando nació la primera generación de alfas, aunque actualmente la mayor parte de las últimas tres generaciones eran omegas dominantes.

Andrés tenía una apariencia cuidada y delicada, contaría a su personalidad, su cabello claro y semi-rizado acompañaba a la perfección sus ojos claros y amables.

Por otra parte, en esta familia criaban a sus alfas de forma recta, creando líderes con mentes independientes, Andrés creció y fue criado con la mentalidad de ser un esposo digno y una madre ejemplar, algo que siempre odio. Este era el único tipo de educación proporcionado a los omegas de esta familia y aunque a Andrés le desagradaba, debía ser agradecido por haber estudiado, pues, antes, se le prohibía a los omegas estudiar o hacer cualquier actividad que no estuviera relacionada con el cuidado del hogar.

Al cumplir 21 años se enamoró a primera vista de un beta, un gran empresario amigo de su familia.

Este beta era Miguel D’Ángelo, proveniente de una familia repleta de Alfas, al ser beta solo recibió rechazo por parte de su familia, logró liderar una de las empresas más influyentes del país sin ayuda de su familia.

La apariencia de este era envidiable para cualquier alfa, los ojos del beta eran de un verde encantador acompañando su cabellera oscura y un estado físico de en sueño.

El corazón de Andrés se rompió al descubrir que sería comprometido, se resignó a vivir una vida sin amor y llena de desgracia. Cuando descubrió quien era su prometido, su corazón dio un vuelco, lo comprometieron con su amado Miguel. Este deseaba un heredero y sus padres ofrecieron a Andrés en compromiso, al principio Miguel fue reacio a comprometerse con Andrés, después de unos días el mismo se comunicó con los padres de Andrés y puso la fecha de la boda a solo 9 meses después.

La madre de Andrés era sería con respecto al matrimonio de este, todas las mañanas sin falta levantaba a las cinco de la mañana a Andrés para que practicase los deberes y el trato a su futuro esposo, una tortura que para Andrés valía la pena.

—Recuerda que debes escuchar atentamente cada palabra que diga tu esposo.

Resalto la madre de Andrés.

—Sí, madre, también debo verlo a los ojos cuando hable.

—Perfecto, ya estás casi listo.

—No cree que es demasiado para Andrés, señora Alicia –Objeto una sirvienta a la madre de Andrés– Andrés ha demostrado tener capacidad suficiente para sobrellevar bien un matrimonio.

—¿Estás casada? No sabes cómo mantener un matrimonio, por mi parte, yo sigo con mi marido después de 26 años, mejor que nadie puedo decirle a mi hijo cómo mantener su matrimonio, no vuelvas a hablar.

El silencio lleno la habitación y la sirvienta mordió su labio con impotencia, mientras la señora Alicia guió a Andrés a la cocina y le ayudo a cocinar.

—Pueden existir mil sirvientas a tu alrededor, pero la comida que tú hagas con dedicación y con base en los gustos de tu esposo, será la que mejor coma, si este no le presta atención o simplemente no le importa no debes preocuparte, solo sigue con tu trabajo.

Aquellas palabras de su madre clavaban un vacío en el interior de Andrés, su madre solo le decía que debía dedicar cada segundo de su vida a su esposo, no importa que esté no lo notará o quisiera él debía ser un esposo ejemplar ¿Realmente quería eso? Andrés estaba confundido.

Pero él ya conocía a Miguel, era un beta amable y confiable, de gustos simples, tal vez su matrimonio fuese diferente, la sonrisa amable y cálida de Miguel llenaba de esperanza el corazón de Andrés.

Era deseado por muchas betas, pero este siempre rechazaba todas las confesiones de forma amable, todo lo que rodeaba a Miguel era del agrado del Omega.

Tal vez en ese momento era así, pero su matrimonio si fue diferente al de sus familiares y tal vez los ojos de Miguel demostraban calidez, pero, no siempre fue así, la persona que era ante otros era una y después del matrimonio era otra totalmente diferente. Andrés amaba profundamente a Miguel, sin embargo, nunca supo la razón por la que Miguel deseo casarse con él luego de negarse ¿Por qué quería estar con Andrés?

Más que felicidad, después de casarse Andrés recibió dolor, él nunca supo el porqué y solo cuando las razones salieron al aire el frágil corazón de Andrés se rompió.

Si lo hubiese sabido, hubiese huido y nunca se hubiese casado.

Volviendo atrás, cuando faltaban menos de dos meses para la boda, Miguel comenzó a visitar a Andrés para relacionarse más el uno con el otro.

Salían a restaurantes o pasaban la tarde en la residencia de los padres de Andrés, las risas y miradas tiernas no faltaron, los periodistas enloquecieron y en la cara de los periódicos y sitios en internet de noticias, solo el rostro de los jóvenes amantes comprometidos era portada.

Andrés experimentaba cosas como si estuviese en un sueño, pero Miguel a veces se mostraba frío ante estas situaciones, Andrés jamás lo notó, sus ojos y corazón jamás notaron esas señales.

¿Tal vez por qué estaba tan enamorado? Posiblemente, fue una razón, pero otra buena razón era la forma rápida y sutil en la que Miguel disimulaba sus expresiones y sentimientos. También en como siempre se mostraba indiferente las veces que se reunía con Andrés o en como casi siempre estaba atento a lo que los demás decían.

Si Andrés lo hubiese notado, tal vez nunca hubiese querido ese matrimonio, tal vez y solo tal vez se hubiese ahorrado cientos de lágrimas y malos ratos.

Mesero

La familia de Andrés y Miguel estaban ocupados con los preparativos de la boda, mientras tanto Miguel y Andrés tenían citas, entre estas citas siempre iban a lugares grandes y llamativos, a Andrés no le importaba mucho el lugar, solo quería compartir tiempo con Miguel, la sonrisa dulce y amable de Andrés calentaba el corazón de cualquiera que lo veía.

Era una noche estrellada cuando Miguel llevo a Andrés a un restaurante a cenar en un luminoso y hermoso balcón. Como era de esperarse era un sitio lujoso y lleno de gente, todos miraban a la pareja, la cual se fue a un sitio privado.

—¿Te gusta este parte? –Preguntó Miguel con una sonrisa– Sé que no te gustan los lugares con mucha gente o demasiado lujosos y exagerados.

–Sí, es muy bonito, me gusta cualquier lugar al que me lleves.

No eran falsas las palabras de Andrés, él se conformaba solo con estar con Miguel, el sitio o la comida eran poco necesarias para que él estuviera contento.

—Eres fácil de complacer.

En ese momento un mesero se les acercó y les entrego dos cartas con el menú, el mesero le sonría a Andrés, el Omega no lo notó y poco le importó. Sin embargo, el mesero sonreía e intentaba acercarse de forma exagerada a Andrés.

Miguel, por su parte, lanzaba miradas poco amables al mesero, el cual solo miraba a Andrés. Este buscaba cercanía de forma descarada con el Omega, la clara irritación de Miguel era irrelevante para aquel mesero.

—¿Es todo lo que pedirán?

Pregunto el mesero de forma amable mirando a Andrés, su atención estaba centrada únicamente en el Omega, dejando a Miguel en segundo plano.

—Sí, por favor.

Las palabras de Miguel eran amables, sin embargo, en su voz había cierto grado de molestia.

El Omega creyó que tal vez hizo algo mal y cuando el mesero se fue rápidamente hablo.

—¿Está todo bien?

El rostro de Miguel cambio rápidamente a uno sonriente y contesto amablemente a Andrés.

—Claro, ¿Por qué no lo estaría?

El cambio repentino desconcertó a Andrés, pero decidió darle poca importancia.

—Es que te veías molesto ¿Algo te molesto?

Andrés estaba preocupado, pues, segundos antes, Miguel estaba feliz y con una sonrisa amable en su rostro, pero ahora su ceño estaba fruncido y sus ojos mostraban irritación.

—No esté preocupes, solo recordé algo muy desagradable.

—Oh, entonces está bien… supongo, si algo te molesta, solo dilo.

Andrés sonrió y miro atentamente a Miguel. Rato después volvió el mesero y dejó la orden en la mesa, miro de reojo a Andrés y se fue.

Mientras comían ambos intercambiaron comentarios sobre la comida, después de comer ambos pidieron postre.

—Te gusta mucho el dulce por lo que veo.

—En realidad me gustan más las cosas saladas, pero estoy bien con lo que sea.

—Creo que no fue tan mala idea este compromiso.

Lo que dijo Miguel sorprendió mucho a Andrés. El beta era muy amable y dulce, pero expresaba muy poco lo que pensaba o sentía, por esta razón a Andrés le sorprendían tanto las palabras de Miguel

—A me gustas mucho, estaba feliz cuando supe del compromiso, bueno más al saber que era contigo.

Lo que dijo el Omega dejo atónito la beta, este abrió sus ojos al límite sin poder esconder su sorpresa. ¿Qué Omega estaría feliz de contraer matrimonio con un beta?.

—¿Es verdad lo que dices?

La reacción de Miguel sorprendió mucho al Omega, pero ya no podía retractarse. No solo puso una expresión de sorpresa, sino que también sonreía dulcemente para Andrés, haciendo que el corazón de este se acelerará a más no poder.

—Ah, sí, me gustas desde la primera vez que te vi, estoy enamorado de ti, por eso me gustó tanto el arreglo de matrimonio.

—Pero soy beta, ¿Estás seguro de lo que dices?

—No importa, la verdad no quería casarme, cambié de parecer solo cuando supe que eras tú, el matrimonio nunca estuvo en mis planes, fue suerte el hecho de que fueras tú.

Las palabras de Andrés eran honestas, demasiado para ser reales, Miguel se conmovió un poco y siguió sonriendo, Andrés nunca lo había visto sonreír y menos por tanto tiempo.

—Estoy un poco sorprendido y halagado, es la primera vez que un Omega se me confiesa.

—Quiero que nuestro matrimonio inicie bien.

La sonrisa dulce e inocente del Omega cautivo por un momento a Miguel, pero solo por un momento. El mesero se acercó a recoger todo y miró a Andrés nuevamente, esta vez Andrés lo notó y vio la molestia en el rostro de Miguel ¿Tal vez estaba celoso?

Andrés acababa de confesar sus sentimientos, no quería crear malos entendidos entre él y Miguel, claramente debía dejar al mesero en sus lugares.

Aquel mesero era Alfa, por lo cual tal vez creía que Andrés estaba coqueteando con él. Andrés cayó en cuenta de que tal vez el mesero pasó toda la noche coqueteando con él, se sintió un poco molesto al pensarlo.

—¿Por qué me mira tanto?

—Oh, yo… lo siento, no lo volveré a hacer, usted es muy bonito.

—Vine con mi prometido, sea más discreto y respetuoso.

En ese momento el mesero volteo a ver a Miguel, el cual tenía una mirada sombría, la cual hizo que un escalofrío recorriera su cuerpo.

—Lo siento joven, no lo haré jamás.

El mesero se fue apenando y el rostro siniestro de Miguel se calmó.

Luego de los sucesos, Miguel dejo a Andrés en su casa. Cuando el Omega tocó su cama para dormir, su corazón latía rápidamente, al fin había expresado los sentimientos que lo mataban de desesperación, Miguel no correspondió, pero con el simple hecho de haberlo admitido Andrés era totalmente feliz.

Lo único que fue desagradable de la hermosa velada fue el grosero mesero, por culpa de ese mesero pasaron un mal rato, por suerte Andrés notó las descaradas insinuaciones de aquel alfa e hizo que la noche terminará de buena manera.

Esa noche Andrés durmió como un bebé, estaba tan feliz que nada podía arruinar su felicidad.

El Inicio Del Matrimonio

El día de la boda había llegado, Andrés estaba sumamente emocionado, en los últimos meses había visto muy poco a Miguel, sin embargo, este había soñado con aquel momento.

La prensa hablaba sobre la unión de ambas familias, los medios también apostaban en ¿qué tan lujosa sería la boda? O ¿quiénes serían los invitados a esta grandiosa ceremonia?

Las pocas veces que pudo reunirse con Miguel, ambos evitaban la cercanía de cualquier alfa, Andrés notó el extraño comportamiento de Miguel cuando cualquier alfa lo miraba de forma comprometedora, era difícil complacer a Miguel, este nunca hablaba sobre las cosas que lo incomodan, tampoco revelaba mucho sobre lo que le gustaba o quería.

La comunicación entre ambos no era mala, pero tampoco era la peor, aun así el Omega se preocupaba.

Andrés le dio poca importancia a esos extraños pensamientos, tal vez Miguel no lo amaba, pero estaba plenamente seguro de que algún día tal vez sería capaz de amarlo.

Esa mañana Andrés fue despertado muy temprano, se tambaleaba por el profundo sueño que sentía, muchas personas agolparon su habitación, solo se le dio un desayuno ligero mientras lo estaban maquillando y arreglando. Andrés nunca fue un gran fanático de maquillarse, su madre odiaba eso de Andrés, pero por más que Andrés fuese un Omega, este era hombre, le gustaba vestirse y sentirse como hombre.

Por suerte su padre por primera vez escucho su petición y un traje muy caro y elegante de color blanco fue comprado para su ceremonia de bodas.

Andrés sentía mucha ansiedad con el paso de cada segundo, el típico nerviosismo que se sentía al momento de casarse, no sabía las cosas que podría esperar de aquel tan esperado matrimonio.

Cuando llegó la hora de entrar a la iglesia, Andrés no soportaba los fuertes latidos de su corazón.

Parado frente al padre lo esperaba Miguel con un hermoso traje gris que se adaptaba perfectamente a su cuerpo, instintivamente una sonrisa se plasmó en el rostro de Andrés mientras caminaba con su padre por la iglesia.

Al llegar a su lugar fue recibido por Miguel y este y el padre de Andrés intercambiaron breves palabras.

—Cuida de mi hijo.

—No se preocupe, señor Joseph.

El padre de Andrés camino hasta su asiento y la ceremonia se llevó a cabo, ambos novios aceptaron y fueron a la fiesta de bodas, algunas personas conocidas y familiares dedicaron palabras de aliento y cariño a los recién casados.

Como era de esperarse la boda fue calificada como una de las más lujosas y hermosas del siglo, la prensa intento pasar, pero se les fue impedido por la seguridad contratada para el evento.

Cuando llegó el momento del vals, Miguel guió al Omega por la pista de baile y gozaron de la melodía.

—Bailas muy bien.

—Mi madre me enseñó desde muy pequeño.

El Omega respondió mientras se dejaba guiar por la suave melodía.

—Sabes hacer muchas cosas.

—Creo que solo sé hacer cosas tontas.

—Tal vez, pero no significa que sea poco necesario.

El rostro de Andrés se sonrojó y sus ojos no se apartaron en ningún momento del rostro de Miguel.

Le parecía increíble que Miguel dijera que sus habilidades eran buenas, a Andrés nunca le gustó cómo se crio y mucho menos las cosas que sabía hacer, el hecho de que la persona que le gustaba le dijera cosas buenas sobre eso le hacía pensar que tal vez no fue tan mala la forma en la que creció.

El baile terminó y los novios volvieron a su mesa, era la noche más feliz para el Omega, al fin se había casado con aquel al que tanto amo por casi dos años.

Una hermosa mujer de brillante cabellera rubia y ojos verdes se acercó al centro de la pista de baile, por su apariencia era fácil deducir que era beta, ya que media tal vez 1,69 o más, sin contar su delicada silueta y falta de feromonas.

Miguel se levantó a hablar con aquella mujer, Andrés solo pudo observar como Miguel y aquella mujer intercambiaban palabras y sonrisas amables, Andrés le restó importancia, pero pudo notar que la sonrisa que Miguel le ofrecía a aquella mujer era totalmente diferente a la que le daba a él a diario.

Tal vez era solo su imaginación, era un día feliz, no debía darse el lujo de pensar en cosas tan absurdas y negativas, a demás el beta y él ya estaban casados.

Después de casi media hora, Miguel volvió a la mesa y le dijo a Andrés que debían irse. Los padres de Ambos arreglaron unas vacaciones en una isla privada como regalo de bodas, ambos saldrían de la fiesta directamente al aeropuerto para irse.

Al subir al avión privado Andrés se durmió junto a Miguel, solo serían cinco horas de viaje, pero el Omega tenía mucho sueño, no había dormido casi nada y aunque fuesen a penas las 7 pm, Andrés no soportaba la fuerte sensación de sueño.

Al despertar eran casi las 11 de mañana, Andrés estaba confundido, estaba recostado en una habitación irreconocible y en pijama.

Miguel entró lentamente a la habitación y hablo al ver a Andrés despierto.

—Duermes de forma muy pesada, anoche te cambié y dormimos juntos, pero únicamente te quedaste quieto, no sentiste nada ni te quejaste.

—Lo siento, estaba muy cansado.

—No te preocupes, hoy iremos a la playa, esta isla es muy bonita, ¿Te parece?.

—Suena bien.

La tarde fue relajante, solo estaban Andrés y Miguel, además de unos pocos trabajadores. Andrés gozaba de la brisa y el refrescante olor de la playa, el mirar las olas lo relajaba, entró un rato al agua mientras Miguel descansaba en una de silla de playa.

Miguel se mostraba distante en cierto modo, pero el Omega estaba cegado por su felicidad, a demás de que Miguel poco mostraba lo que sentía.

¿Tal vez si ese día lo hubiese notado todo habría sido diferente? Para Andrés la oración

“Tal vez” no existía, por eso solo debía conformarse con los hechos que ya habían ocurrido, sin importar que tan malos fueran

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