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Entre El Mar Y La Tierra

Capítulo I

— Hija, ya estás lista, el auto bus te va a dejar.

Maldigo el día en que mi padre decidió cambiarse de ciudad, de nuevo.

— Ya voy, me estoy bañando.

Por un maldito día, quisiera que mi baño pudiera durar más de diez minutos, pero sé que no va a ser así, aunque quiera quedarme, sé que mi madre o mi hermana vendrán a golpear para que salga de la ducha o en el caso más extremo mi mamá cerrará el registro.

— Celeste por favor sal de la ducha, te manda decir mamá. — mi pequeña hermana siempre siguiendo las órdenes de mis padres y como saben que no le hago caso.

— En serio, mamá. — Su segunda opción, ya estaba por cerrar la llave, pero siempre se adelanta.

Salgo un poco enojada como todas las mañanas después de que le cierren la ducha, corro a mi habitación y me alistó para mi nuevo día en el colegio, algo que no le agrada mucho.

— Por fin bajas, desayuna rápido solo tienes cinco minutos para salir. No se te olvide que vas a ir con tu hermana.

— Muévete pequeño demonio que se nos va a hacer tarde.

— Pero quién se demoró en levantarse. — discusión de hermanas.

— Hace rato, estás acá y yo acabo de llegar y ya terminé. — No sé tampoco el motivo del porqué mi desayuno es diferente al de mi hermana, el pescado crudo es mi adicción, y mis padres lo saben.

— No se te olvide llevar tu almuerzo.

— Mamá en la cafetería deben de vender algo que pueda comer.

— Sí, pero nada de lo que puedas comer tú, ya sabes la dieta que tienes.

Tomo la bolsa de mi almuerzo y salgo con mi hermana hacía el autobús, muchas cosas pasan por mi cabeza, y lo principal es que este maldito año va a ser un infierno.

— No te pusiste los lentes, ¿qué pasó?.

— Lo, olvide Anna.

Ella no pudo seguir interrogándome porque nuestro transporte había llegado, y como era de esperar, los murmullos no se hicieron esperar. Trate de ignorarlos, pero es casi imposible cuando un maldito autobús está lleno de estudiantes.

— Mira su pelo.

— Y sus ojos dan mucho miedo.

Sí, yo era bastante llamativa, el color de mi pelo era de un azul claro como el color del mar en algunos lugares del mundo y mis ojos no se quedaban atrás eran de un rojo intenso.

— Parece un demonio, como fue que la aceptaron en el colegio.

— Me imagino que no la vieron.

Cada vez que empezaba en una nueva escuela era lo mismo, nadie tenía más tema que hablar sobre mi apariencia. El bullying era constante y nunca me defendía, los dejaba ser.

Sin tener ganas de seguir escuchando a los demás me coloqué mis audífonos y puse mi música favorita, y hasta eso era raro, me gustaba una banda de metal industrial, mientras los demás escuchaban música para jóvenes movida, yo me adentraba del todo en el metal.

Al llegar me separó de mi pequeña hermana, mientras que yo respiro profundamente para afrontar un nuevo destino. Pero lo que no sabía era que todo en mi vida iba a cambiar en aquella ciudad y colegio.

Mientras intentaba buscar mi salón, unos jóvenes muy apuestos y al parecer con sus novias pasaban a mi lado y le hacían caer.

— Pero que tenemos acá, una maldita loca que piensa que todavía estamos en Halloween. — dice la mujer.

— Los locos están sueltos. — Habla la otra, aun en el suelo me cojo el puente de la nariz para no cometer una maldita locura.

— Terminaron. — Le digo al mismo tipo que me reincorporo.

— Puede hablar la loca.

— No soy una loca. — levanto la cabeza y me encuentro con los ojos de ella que al verlos más de cerca retrocede. — Me llamo Celeste y si ya terminaron con las burlas me retiro.

Solo es dar un paso y la bruja me vuelve a empujar haciéndome golpear con los casilleros, definitivamente este no va a ser mejor año, al menos en los años anteriores… Pero qué mierdas estoy creyendo siempre ha sido así. Desearía no haber nacido por muy fuerte que parezca por dentro me siento mal y hasta a veces reflexiono en que ellos tienen razón y soy un maldito demonio que se coló en este mundo de mierda.

— Déjala Natacha es suficiente. — habla un joven y al parecer novio de la suso dicha.

— Ahora defiendes a los menos favorecidos Jason.

— No la defiendo, pero estamos en mitad del pasillo, le acabas de romper la cabeza y es el primer día, no quiero llegar a casa con una anotación.

Me llevo la mano a la frente y si efectivamente me está sangrando, recojo mis cosas y me voy al baño en donde me encierro a llorar, por alguna razón mis lágrimas se sienten un poco raras.

Y porque raras se preguntarán, y es por su color y por su brillo, me sorprende a mi misma que estén brillando como si fueran algo especial.

“Tu imaginación te está jugando una mala pasada, o el golpe fue tan fuerte que imaginas cosas, más bien limpiate la cara y ve a estudiar”

La mañana se pasa bastante rápido, y para no llamar la atención en el comedor decido ir a almorzar en un lugar lejos de la cafetería, sería desagradable que vieran que yo solo como pescado y crudo, aunque para unos puede parecer asqueroso para mí es un gran manjar.

Los días siguientes siguen el mismo curso, todas las mañanas las burlas de Natacha y Aylin no paraban, broma tras broma ya me estaban colmando la paciencia.

Sabía que debía de ser tolerante, pero hasta cierto punto es bueno aguantar, mi mamá y mi papá no sabían nada, aunque mi hermana se daba cuenta, era mejor que nuestros padres no se enteraran, sería vergonzoso que ellos fueran al colegio a armar un escándalo.

— Señorita celeste Rizo es solicitada en orientación. — perfecto ahora en que me metí si yo no he hecho nada malo.

Tomo mis cosas y salgo del salón, al llegar me recibe una señora que me sonríe dulcemente como si no le importará para nada mi aspecto.

Capítulo II

— Qué pena llamarte de esa manera, pero tenemos un inconveniente.

— ¿Qué pasó?.

— Nada malo, no te asustes. — Debió de ver mi cara de horror. — Lo que pasa es que tienes que inscribirte a un curso adicional.

— Es obligatorio. — que pregunta más idiota has hecho.

— Me temo que si, aunque la mayoría de tus compañeros ya han tomado estás clases muchos, no lo hacen y solo es hasta el año de graduarse que lo hacen y…

— Y se llenan y no hay muchas opciones de dónde escoger.

— Lo has entendido muy bien, solo tenemos dos cursos disponibles natación y ajedrez. — maldigo maldita suerte en uno me toca estar en el agua y el otro no me gustaba para nada.

— No hay un cupo en otro, es que la verdad ninguno de los dos me llama la atención.

— Lo siento es eso o que te retrases un año. — tomo aire porque sé que lo que decida ahorita puede afectar todo mi mundo o no, me preguntó que pasaría si paso más tiempo en el agua.

— Natación por favor.

— Está bien, te voy a entregar un folleto de lo que necesitas, tienes que ir a buscar al profesor, él te dará los horarios.

Lo tomo y salgo de la oficina, para cuando voy a la parada de autobús ya es tarde y la última ruta se había marchado.

— Esto podría empeorar.

Y al parecer todo podía empeorar, ya que empezó a llover, en vez de buscar un refugio, empecé a dar vueltas bajo la lluvia, me sentía libre.

Sentía el agua correr por mi cuerpo y es como si fuéramos uno, solo un éxtasis corría por mi piel, nunca había experimentado tanta alegría en mi vida.

— Te diviertes. — Me sobresalto al ver un auto parqueado frente a mí.

— Mucho, te incomodo en algo.

— Para nada, eres libre de hacer lo que quieras, pero si sigues hay bajo la lluvia podrías enfermarte.

— Y que más da, es la primera vez que me siento libre y si muero podría ser una forma de escapar al bullying. — me acerco a la ventanilla del copiloto y lo miro directamente a los ojos, al principio parece sorprendido o es miedo, nunca lo sabré porque su expresión cambia muy rápido.

— Eres muy hermosa, quién en su sano juicio te haría algo tan horrible.

— No vez lo que soy.

— Veo a una joven hermosa. — que está escondiendo este hombre, son palabras muy bonitas. — Pero no voy a hablar de eso ahorita, veo que necesitas que te lleven.

— Que te hace pensar que necesito que me lleven y aparte de todo usted es un completo desconocido.

— Estás en la parada del autobús y hasta donde sé el último en pasar fue hace cinco minutos y mi nombre en Teo soy docente del instituto.

— Me alegra mucho conocerte o bueno distinguirte, pero nos vemos.

Me despido y comienzo a caminar hacia mi casa, no está cerca, pero tengo todo el tiempo del mundo, pero para mi sorpresa él le da vuelta al auto y empieza a seguirme.

Sigue hablándome y yo lo sigo ignorando como me pide un completo desconocido a qué me suba a su auto.

— Sube, está lloviendo más duro. — y para ser sincera él tenía toda la razón.

Con cada paso que daba es como si el cielo sintiera lo que yo deseaba. Trate de enfocar el camino, pero las calles estaban inundadas y la noche se volvía cada vez más oscura y más tenebrosa.

— Por última vez, sube al auto, te prometo que no te haré nada, es más, si llego a mostrar algún signo de que me voy a sobrepasar contigo le puedes golpear con esto. — Teo me muestra un gran libro, no es un arma, pero puede doler mucho un golpe con eso. — Por favor entra.

Muchas dudas aparecían en mi mente, pero no tenía a dónde más ir, aunque estaba muy feliz bajo la lluvia, él podría tener razón y eso mañana me traería consecuencias muy graves, pero alguna vez me he enfermado en lo que tengo memoria no. Mis padres siempre se han desvivido por Anna, ella si ha estado bastante enferma y a mí me ha tocado acompañarlos al hospital para poder cuidarla.

— Está bien, pero si comienzas a actuar extraño ese libro va a dar a tu cabeza.

— Como digas.

Aun con grandes dudas en mi cabeza me subo al auto. Teo es un joven bastante guapo aunque un poco mayor, pero a quien le porta la edad he visto muchas parejas disparejas, el tener novio no ha estado en mi lista de pendientes y si lo estuviera quién se podría fijar en alguien como yo.

Una patética adolescente de quince años, bueno, próxima a cumplir dieciséis, con un cabello azul, un ojo de un color y otro, de otro una joven solitaria que solo come pescado crudo.

— ¿Gracias?. — Lo digo en tono de pregunta. — Suele llevar a muchas chicas en su auto. — es lo segundo que me sale después de un incómodo silencio.

— Que te puedo decir. — Hombres no he tenido una relación, pero sé que eso significa que sí.

— No quería ser entrometida.

— Estás nerviosa, eso puede ser normal, pero respondiendo a tu inquietud eres la primera que se sube a este auto.

— Porque yo.

— Eres muy llamativa.

— Mis ojos o mi pelo.

— Ambos, hace mucho había escuchado de ti, podría decirse que rumores, tenía ganas de verte en persona y saber si en verdad eras como te describían.

— ¿Un monstruo o un demonio?.

— Ninguna de las dos, no me dejó llevar por las apariencias, perdón que nos salgamos del tema, pero a dónde vamos. — en donde tengo mi cabeza, a si en el hombre que tengo a mi lado y en qué estoy completamente mojada y mi ropa se pega a mi cuerpo, agradezco mucho que el auto este a oscuras o si no esto sería más incómodo.

— Al muelle.

— Vives cerca del mar, conoces las leyendas de este lugar.

— Soy nueva y no he tenido tiempo de investigar, pero usted me puede contar algo.

— Se dice que hace muchos años aparecían sirenas que con su canto se llevaban a los pescadores y se los comían vivos, mi padre me contaba que muchas de ellas tenían la capacidad de caminar en la tierra, pero podíamos distinguirlas por su apariencia.

— Y qué apariencia tenían. — es un tema fascinante, mi padre me contaba también historias sobre las sirenas, pero nunca pensé que le traería a una ciudad donde si creen en ellas.

— Su belleza era excepcional, la piel blanca, ojos hermosos. — Las describe con tanta pasión como si la conociera en persona. — No la conozco, mi padre si, ya que una se llevó a mi abuelo.

— Lo siento.

— Eso fue hace mucho.

Capítulo III

— Ya llegamos. — de alguna manera tenía que cortar la tención que se instaló después de nuestra conversación sobre sirenas, ¿y si existen ellas también los tritones?, pero no le preguntaré, no quiero quedar como una idiota ignorante. Pero eso sí, tengo que comenzar a investigar.

— Me alegra haberte traído.

— Gracias por el aventón y por la charla.

Me bajo del auto sin esperar una maldita respuesta y para no terminar de mojarme corro hacia mi casa, hogar dulce hogar.

— Hola.

— Cielo, por favor, sube a cambiarte, que te vas a enfermar, mientras tanto te voy a calentar algo.

Subo corriendo a mi habitación y como por curiosidad abro la cortina de mi habitación y el auto de Teo sigue parqueado en frente de la casa, mientras me quitó la ropa comienzo a cantar, mientras lo hago mi cuerpo comienza a brillar de una manera un poco extraña.

Y como si estuviera en un trance, no me doy cuenta de que estoy en el baño y dentro de la bañera con el agua hasta la cabeza.

— Celeste. — Siento los brazos de mi padre sacándome de la tina - Que paso hija, nunca habías cantado y menos te habías metido a la tina de esa manera.

— Papá, que me está pasando el agua me hace sentir feliz, libre es como si me llamara.

Él me abraza fuerte, secando mi cuerpo y sin poder contenerme rompo a llorar, y otra vez vuelvo a ver las lágrimas brillar, no quiero que mi padre vea eso, así que las seco rápido.

Al rato por fin me calmo y respiro profundamente, esto no debe de ser nada malo, solo es por lo que me contó Teo está noche, el cansancio me está jugando una mala pasada. Sin ánimos de bajar a cenar me voy a acostar, y los sueños no son nada tranquilos, el agua siempre los acompañan.

La mañana siguiente no me levanto con ánimos de nada, mi cuerpo me pesa, me siento pasajera del mismo. Estoy en piloto automático, no es solo hasta las horas de la tarde que me dirijo al club de natación, tengo que ver al profesor.

Pero por mi maldito afán entro a la oficina sin llamar y me encuentro con una escena algo aterradora. No solo porque a la persona que veo la distingo de la noche anterior, si no por las cosas que alcance a ver.

— Lo siento, creo que le acabo de equivocar de oficina. — Camino de reversa esperando que ninguna de las dos personas hablen, pero Teo no piensa lo mismo que yo.

— A quién está buscando señorita. — Tan descarado es que me responde así como así, aun teniendo a una mujer semidesnuda en su escritorio.

— Al profesor de natación.

— No está equivocada. — qué cambio de actitud de la noche a la mañana.

— Vuelvo, más tarde al parecer está ocupado.

— No hace falta que se vaya, ella ya se iba. — mi mandíbula se aprieta al ver cómo la hace vestirse de inmediato y ella me mira a mí bastante mal. — Siéntese.

Sin ánimos de pelear con alguien y menos con un profesor hago lo que me pide.

— Y bien.

— Me habían dicho que tenía una última asignación, pero no me imaginaba que fueras tú. — Y hay está tuteándome otra vez. — Estoy muy intrigado.

— Sí, pero yo no venía a una charla social, necesito que por favor me indique los horarios en los que se van a desarrollar la clase.

— Qué directa eres, - Se gira y saca una hoja - los horarios son los lunes, miércoles y viernes cuando participamos en una competencia, los sábados también nos reunimos, está todo claro.

— Claro que sí, y muchas gracias. — sin ganas de seguir en esa habitación me levanto y cuando estoy tocando el pomo de la puerta Teo vuelve a hablar.

— Señorita lo que vio ahorita. — no tenía por qué recordármelo.

— No he visto nada - Teo suelta un largo suspiro que al parecer había estado conteniendo desde que lo vi. — La próxima vez tendré la prudencia de tocar antes de entrar, siento si interrumpí algo importante no volverá a pasar.

Salgo corriendo, no por el hecho de lo que pasó, sino porque faltan tan solo unos minutos para que salga el autobús hacia mi casa.

Al llegar veo que hay dos jóvenes muy guapos, sentados, y son nada más y nada menos que Jason y Raúl, el primero en el coreback del equipo de fútbol y el segundo es el mejor en atletismo. Sé sus nombres porque están en las mismas clases y el hecho de que sus novias los están presumiendo a toda hora. Natacha, capitana de las animadoras y novia de Jason y Aylin, también pertenece a las animadoras, pero es una de las fieles seguidoras de la anteriormente mencionada y novia de Raúl.

— Hola. — Dice Jason, yo solo le sonrió si están con esas brujas que los hacen diferentes a ellas.

— No saludas que maleducada eres. — Habla Raúl.

— O se le comieron la lengua los ratones.

— No soy maleducada y tampoco me comieron la lengua, es solo que se me hace raro que ustedes dos me saluden.

— ¿Por qué?.

— Sus novias no me pasan Jason.

— No somos como ellas.

— Quién lo dice. — le respondo a Raúl.

— Puede que estemos con ellas, pero no somos iguales.

— Ja, ja, ja.

— Que te hace tanta gracia.

— No son como ellas?, el que estén con ellas y no sean capaces de decir algo cuando tratan mal a alguien los hacen iguales.

— Te defendimos el primer día.

— Jason, solo dijiste unas palabras y tu novia te callo de inmediato, se ve quien tiene las tiendas de la relación.

— Paren los dos. — Volteo a ver a Raúl que había estado viendo nuestro pequeño enfrentamiento. — No queremos pelear contigo Celeste, es más, queremos conocerte, nos pareces algo interesante y muy hermosa. — lo miro con los ojos como platos, me acaba de decir que soy hermosa.

— La asustas mucho Raúl, mírala está pálida.

— Es que no lo puedo creer, ustedes son los más populares y yo al parecer soy un demonio.

— Las apariencias físicas no definen a una persona, si eres algo llamativa pero no más.

Por primera vez en muchos años dos hombres guapos me hablaban bien, contemos tres con mi profesor de natación, sería malo disfrutar por un solo instante que soy normal y que tengo amigos.

— Ya llegó el autobús bus. — No quiero responderme a esa inquietud ahora mismo.

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