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La Historia De Azzam

Aviso y sinopsis

AVISO ESPECIAL:

Querid@s lectores/ras:

Les agradezco que elijan mi novela para su lectura. Este extenso prólogo está así escrito, por la necesidad de explicar el porqué del comienzo de mi novela; ya que, al ser una serie, esta novela y las sucesivas están en tres tiempos y debo empezar la misma en el presente, para llevarla al pasado y terminarla en el futuro. Pido que tengan paciencia y lleguen hasta el capítulo ocho, para entender la trama de las siguientes novelas de esta serie.

XXX - OOO Martínez Iris**.

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Sinopsis:

La soledad del desierto Neuquino en la Argentina. La amargura de las ausencias. La eficacia del mejor empleado en la tierra arraigada a sangre y recuerdos.

Así era la vida de todas estas mujeres, quiénes en esta historia se ven envueltas en enredos y dolores, mentiras y sinsabores, alegría y pasiones.

Pasiones que serán causadas por hombres a los que ellas jamás pensaron conocer.

Vidas que será resguardada por hombres que las cuidaran como un padre uno, un hermano otro y los últimos como si fueran su sombra.

Así comienzan sus historias.

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Prólogo I

En la noche de luna llena del año nuevo, él sufría muchísimo dolor.

El frío de la nieve espesa al pie del gran Monte Denali en Alaska y el olor a vida salvaje a su alrededor, no hacían nada para mitigar lo que estaba sufriendo. Se repetía una y otra vez en su agonía, ¡o ese sueño maldito sea y este dolor!

Su cuerpo hervía y la piel parecía desgarrársele, aunque a la intemperie la temperatura fuera de -30º Cls el alma y su corazón aullaban mientras su cuerpo se retorcía, agonizaba y volvía cambiar en una metamorfosis que lo dejaba casi muerto en la muda que le corroía cada año que pasaba. ¡O qué dolor! Y para colmo ese recuerdo lo atormentaba aún peor, dejándolo al borde de la muerte; cada luna llena de este tiempo de calor.

Aquella noche de marzo, en Argentina, fue la última que pasó con ella y era la peor que su cerebro y alma retorcida pudo hacerle recordar.

El fuego de la pasión, la fuerza de sus uñas arrastrándose por su espalda, marcándolo como su propiedad, aunque él, se lo negara mil veces a sí mismo. Los duros embistes de él en su feminidad, los ruidos de sus centros, uniéndose en esa danza tan antigua como placentera llamada sexo. Sus pieles sudorosas que se frotaban en una fervorosa y necesitada sincronía que hacía de ese momento el más memorable de los recuerdos, pero el más doloroso y angustiante. Aún siente en su piel y en su miembro la presión de esa cueva mojada que le marcó como ninguna logró hacerlo antes o después, y jamás volvió a sentir el placer de la posición del pilar que sintió con ella. Puesto que cada vez que quería hacer un nuevo recuerdo y olvidarla, su cuerpo dejaba de funcionar e inmediatamente cambiaba de posición para alcanzar su placer. Su “te quiero” aún quema en sus oídos y en su piel. Jamás pensó que ella se metería así en su ser, tan profundo e imposible de borrárselo que cada muda él debía gritar su nombre, porque si no, él no logra llegar al final de esta tortura.

Volviendo a revolcarse en la nieve y aullando a la luna que jugaba entre las nubes blancas del cielo, volvió al presente retorciéndose y gritando en su mente… ¡O qué dolor!

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En la actualidad:

La soledad del desierto Neuquino en la Argentina. La amargura de las ausencias necesaria e innecesarias. La eficacia del mejor empleado en la tierra arraigada a sangre y recuerdos amargos y antañosos, le traerían al conductor de la camioneta un sin fin de pagos atrasados, que debería cancelar.

Eskol Thompson, manejaba su camioneta 4 x 4 de color negra de doble cabina por la Ruta Nacional N.º 22 hacia el sur. Estaba cansado, hastiado y aún dolorido de la última maldita misión, pero sabía muy bien que el retiro no era una opción. Había nacido humano, pero la ciencia, el dinero y una muy mala decisión lo llevaron a soportar la transformación y modificación genética que el gobierno pagó para que se realizara en él.

Hoy, muchos años después, le pesaba mucho esa decisión impulsiva y muy pendeja.

Él era el dueño de esta estancia llamada “Soledad de Orión” en Neuquén, a unos seiscientos sesenta kilómetros de la capital, y era ideal para ocultar su secreto, al igual que otras cinco tierras alrededor del mundo. Antes no se llamaba así.

La armada estadounidense había sido su hogar, pero hoy no tenía familia, amigos ni hogar. Solo vivía para cumplir órdenes y matar. Era de los que decidían que, y quien hacía que cosa o función, era el alfa y su palabra era ley, aunque siempre escuchaba lo que sus colegas decían y opinaban durante una planificación de alguna misión. Pero al igual que sus colegas, él era invisible para la sociedad.

Era corpulento, pesaba ciento dieciséis kilos y lo hacían de temer, su mirada verde era totalmente vigilante y sus manos, estaban acostumbradas a la dura labor y ocultaban el secreto de su otro yo. Ese secreto de ser un asesino a sueldo con la protección legal de su gobierno y la Armada.

Mientras manejaba, la música del grupo Épica sonaba en el reproductor de audio y le ayuda a planear como haría para renovar todo ese pedazo de piedra en ruinas que tenía por casa; la que había comprado hacía casi diez años, cuando llego por primera vez a Neuquén en una misión, y enamorándose del paisaje y su soledad. Busco que un agente inmobiliario le consiguiera estas diez hectáreas. Además, tenía la sensación de que aquí, llegaría al fin de aquel lacerante dolor en su corazón y mente, que lo atormentaba a diario.

Pero cuando se disponía a ingresar por la tranquera de la estancia, se sorprendió, siendo escoltado por cuatro peones a caballo que lo saludaron y lo guiaban luego de que se presentara como el patrón, aunque él conocía de memoria el camino. Cuando estacionó, casi se le cae la mandíbula al ver el estado de la casa y a las tres personas que estaban en la entrada. A dos de ellos no los conocía, pero al tercero sí.

El capataz de una estancia es aquel que se ocupa de todas las tareas referentes a lo rural y su misión se asemeja a la del mayordomo de las casonas coloniales. Su labor era dura, cansadora y complicada porque además del técnico que era, tenía también funciones administrativas y era algo que no le gustaba para nada.

Lucía Santos entendía que, debía atender a la “Soledad de Orión” con firmeza en sus obligaciones para lograr con ello, funcionar como una máquina recién aceitada.

Hoy en su diaria rutina decidió que su desayuno sería doble, ya que el día de junio prometía, bajó su manto gris, que sería un día duro, además de la copiosa nevada que se le dio por caer. Ella estaba distraída observando el caer de la nieve por la venta, mientras un indicio del amanecer marcaba las bardas linderas en el oeste grisáceo. No pensó ni escuchó la llegada de Jaime, quien la saludo y preguntó.

—Buenos días, moza, ¿Qué hace un sábado tan temprano y levantada?

Con una sonrisa tierna le contestó:

—Hola Jaime, ayer quedó sin terminar la marcación del ganado ovino y hoy quería terminarla. Pero como vez…—el clima le estaba haciendo malas jugadas últimamente.

—El clima te lo prohibió. —Jaime la conocía y esa era la respuesta que le hubiera dado.

Ella suspiró y le contestó como su hija y no como compañera de trabajó:

—Solo que en días como hoy me pesa el alma. Aún lo siento a mi alrededor y, esto no lo puedo hablar con vos Jaime, es como si hablara con mi padre.

—Pero no lo soy…— dijo con sarcasmo y abriendo bien sus ojos para enfatizar lo que decía —y si hablas de esto conmigo ¿Hai capito?

—No empieces a hablarme en Tano, ¡si me vas a putear decímelo en español, pues no te entiendo un soberano carajo! —Lucía se enojaba mucho cuando Jaime empezaba a hablar en italiano o ruso, ya que no sabía si la halagaba o puteaba, ella solo hablaba el cagastellano argentino.

Sorprendiéndola, Jaime le dijo algo que la perturbó, pero que a su vez la lleno de reconfortamiento junto con aquel abrazo de padre.

—Sabes bien que cuando te encontré supe inmediatamente que traías algo en tu interior, que me prohibía matarte y me hizo cuidarte y protegerte, ya que algo había pasado para que huyeras. ¿Qué hiciste para portarte tan mal aquella noche?

—Yo no me porto mal, aunque aquella noche sí lo hice y fue cuando caí en un mar de lujuria en aquel enorme cuerpo.

—Y yo no hago nada malo con Leticia…—puso la mirada de inocencia que pone el gato con botas en Shrek —pero acá estoy y soy casi como el Grinch.

—Claro y yo soy blanca nieves. —respondió Lucía en forma burlona.

—Ahora Blanca Nieves, ¿cuándo conoceremos a tu cazador? —él podía hacer que ella se cabreara un poquito más y se pusiera en alerta.

—espero que nunca y cambiando de tema ¿Cuándo llega el patrón? —dijo ella con tristeza.

Sabiendo que ella había dado por terminado el tema dijo:

—No tengo noticias de que llegue, pero se llevará tremenda sorpresa al ver lo que le hicimos a su casa todos nosotros.

Prólogo II

Luego de la charla con los peones y de informar la planificación laboral para el día, Jaime, Leticia y Lucia charlaban con las otras mujeres de la estancia, en el hall de entrada, cuando el ruido de dos camionetas los pusiera en alerta.

El estruendo del motor se hizo sentir como si se tratara de una sentencia y ella iba a ser de dolor y verdad. El paso de los vehículos decía que quien o quienes venían no eran de aquí y por ende había dos opciones. Una era que visitantes se habían perdido, o la segunda era que había llegado sin avisar el patrón.

Lucia vio como dos camionetas Heavy Duty, una de color negra y otra roja, ambas de doble cabina que ingresaban por la tranquera de la estancia, siendo escoltada por cuatro peones a caballo que los guiaban como escolta.

Dentro de las camionetas la vista del lugar los sorprendió a todos por igual, ya que la última vez que habían venido, este lugar estaba casi en ruinas y aunque fue hace muchos años, no podían creer como se veía hoy.

Una infernal visión de poder, estremeció el cuerpo de Lucia, puso en alerta a Jaime y a Leticia le dio la certeza de que hoy no saldría temprano de su laboratorio. Cinco hombres, antinaturales, se apearon de las dos camionetas. Eran soldados rastreadores y su entrenamiento con los Seals, los convertían en un soldado casi perfecto. Sin embargo, sus temperamentos los habían llevado a este grupo en el que ninguno de los dos quería estar, sin embargo, aceptaron. Ellos habían sido los primeros en entrar al grupo de investigación, ya que era el ultimátum. El grupo de investigación o la baja con deshonor y cadena perpetua en Guantamo.

De la camioneta roja bajaron tres hombres. Dos de ellos eran hermanos mellizos. Akram y Bastián Bullan, eran los dos más destacados en este grupo de cinco hombres, eran soldados rastreadores y su entrenamiento con los Seals, los convertían en un soldado casi perfecto. Sin embargo, sus temperamentos los habían llevado a este grupo en el que ninguno de los dos quería estar, pero aceptaron. Ellos habían sido los primeros en entrar al grupo de investigación, ya que era el ultimátum. El grupo de investigación o la baja con deshonor. Ambos median uno noventa, pesaban cien kilos y tenían ojos grises, pero allí terminaban lo parecido por el hecho de que uno era de cabellos rubios, casi blancos, el otro era de cabellos negros.

Azzam Gregory Lewis era el técnico en comunicaciones y computación. Tenía además el rango de cazador y francotirador de elite. Hablaba cinco idiomas y tenía un doctorado en relaciones internacionales, era decidido y dedicado. Su único problema era que tenía tendencia a ser un ermitaño y la mitad del tiempo se escondía de la gente, solo con este grupo se sintió en familia y podía trabajar al cien por cien. Medía uno noventa y ocho y pesaba alrededor de los ciento cinco kilos. Sus ojos celestes paralizarían a cualquier mujer y su pelo era castaño oscuro, tirando casi al negro.

De la camioneta negra bajaron dos y por lejos eran los más aterradores.

Martyia Grossman era lo que su nombre gitano indica “Espíritu de la noche o ángel de la muerte” era el primero en salir a cazar y era el último en retirarse. Tenía la función de ser quien organizaba al grupo, pero no lo hacía así. Según él, esta unidad era un todo y entre todos programaban las operaciones y salían juntos a su ejecución, pero al momento de ejecutar la muerte era su dedo quien lo hacía efectivo. Su mayor destreza, era la facilidad para desplazarse sin ser visto y el peor defecto, era el ser un cabrón de primera cuando él creía tener la razón. Medía dos metros y pesaba ciento cinco kilos. Sus ojos eran grises casi plata y su pelo negro con betas grises le daba un aire de modelo de revista.

Eskol Thompson era el líder de este grupo, junto con Martyia eran los que decidían que, y quién hacía que cosa o función, era el alfa y su palabra era ley, aunque siempre escuchaba lo que sus colegas decían y opinaban durante una planificación. Era el más corpulento de todos, ya que su altura era de dos metros cinco y pesaba ciento dieciséis kilos, sus ojos verdes y su cabello negro azabache lo hacían de temer, además de su temperamento volátil que lo había metido en demasiados problemas.

Todos estos hombres venían con un pack de seis por abdominales, un físico trabajado y duro como una piedra, sus rostros estaban marcados a fuego por las batallas, el cansancio, el dolor y la muerte. Todos tenían un secreto en común que Jaime detecto enseguida y Leticia debería ocultar.

Cuando estacionaron, los ojos de Lucia se abrieron como platos y ella no podía creer que fueran así de grandes. Y aterradoramente imponentes. Los tres que venían en la roja eran Akram al volante, Azzam de copiloto y detrás de ellos Bastián. En la negra Martyia y Eskol al volante.

Lucia tembló cuando las puertas se abrieron y mostraron a su Némesis.

No. Esto no podía ser, ese hombre no podía estar aquí. Estaba muy diferente a aquella noche, pero ella lo reconocería en cualquier lugar y seguía siendo aterradoramente imponente. Lucía solo asintió con la cabeza cuando Jaime le dijo que debía saludar al recién llegado y que no era otro que el dueño de la estancia. Ella no dijo una sola palabra, aun cuando su nuca se le enfrió y sus vellos se le pararon.

Jaime se acercó y habló con cordialidad y solo recibió a cambio un movimiento de cabeza de Eskol y la vista clavada en la dirección donde estaba parada Lucia.

Jaime y Eskol cruzaron sus miradas y fuertes gruñidos salieron detrás de sus gargantas, cuando este le preguntó por la mujer allí parada y Jaime pensó que hablaba de la mujer rubia al lado de la hermosa morocha de quien en realidad estaba interesado él.

Casi se habían puesto cuerpo a cuerpo, cuando dos pequeñas manos chocaron contra sus pechos gigantes y ambos miraron hacia abajó.

—Recuerden, señores, que como capataz de esta estancia mi deber es mantener el orden y la paz. Si tienen algo que arreglar, lo arreglaran en “la cueva”.

Lucía, con la cabeza agacha, sus brazos extendidos y sus manos tocando ambos pechos calientes al tacto, ordenó.

—Por el momento vos Jaime te irás a trabajar en las tierras de al lado con Tony, yo me encargaré del patrón.

De la nada apareció a su frente Leticia, quien le dijo:

—Yo no hubiera hecho eso, jamás me interpondría entre dos alfas. —Luego, mirando con amor y mucho reproche a Jaime, le preguntó. — ¿Recordás Loby que los empleados no saben quiénes ni que son ustedes? —los ojos de Leticia subieron para chocar con los de él, suplicándole calma.

Jaime trató por mil veces de calmarse y bajar la adrenalina. Entonces le respondió:

—Odio, cuando tienen razón, ellos no lo saben.

Lucia entonces se volvió a mirar al patrón y malditas veces si no era una mole. Una suspicacia se le cruzó por la mente “debería comprarse una rodilla de titanio para calmar a este hombre” Lucía entonces le preguntó al que tenía enfrente:

—¿Usted es…?

Con algo más que respeto, pero con la adrenalina por las nubes, él le respondió:

—Thompson Eskol, comandante de la Marina de los Estados Unidos team Six Shadow Wolf. –el asombro de Eskol al volver a verla, fue enmascarado por una cara de rabia al ver que ella se metió entre ambos.

—De ahora en más, será el patrón Thompson y tendrá que comportarse, usted es grande y fuerte, peligroso y muy hábil, pero yo sé cómo matarlo de una sola vez. No me provoque y haga silencio. Dele la mano a Jaime y disimulen.

Prólogo III y capitulo 1 parte I

— ¿Ella me está ordenando? —Pensó Eskol, gruñendo su desacuerdo y no se dio cuenta de la reacción que Lucía tuvo hasta que era muy tarde.

Tomándolo de la camisa, le dio un rodillazo en los huevos haciendo que Eskol se encorvara del dolor y en su sien se vio un cañón de una pistola, nueve milímetros con balas de titanio y plata, mientras que el clic del seguro, le aseguró a Eskol que el arma estaba liberada. Ella le gruño a él mientras Jaime y Leticia la miraron pasmados, no solo con miedo, sino que también pálidos por el desafío implícito que Lucía le estaba haciendo a la bestia, temiendo por su seguridad al no saber la respuesta de este.

—cierre su puta garganta, que aquí nos va a meter en problemas a todos, pendejo. Si alguno de estos bocazas de los peones lo escucha, vamos a estar hasta la mierda. Explíqueme ¿cómo solucionaríamos ese inconveniente? —mientras Lucia presionaba el arma un poco más en su sien y siseaba las palabras.

Jaime tomó la palabra tratando de evitar una riña entre la bella y la bestia y además para llevarse a su mujer a casa.

— ¿algún problema Tendota para manejar al…?

— patrón amor, patrón… —Dijo Leticia esperando que el pellizco en la espalda de su marido le hiciera entender que debía callarse.

—No, Jaime y Leticia, nada que no pueda manejar…— respondió ella, con una calma que en realidad no sentía, viendo que el patrón se mantenía de rodillas y calmado, entonces haciendo pasos cortos hacia atrás decidió alejarse.

—Antes de irnos a casa… señores y señorita, por favor entremos, es junio y aunque hoy no ha nevado el viento está comenzando a levantarse, quiero mantener el lugar caliente y cómodo. —Leticia con firmeza, sugirió.

Detrás de este espectáculo grotesco, pero muy divertido de la bella y la bestia, los otros cuatro hombres no emitieron sonido alguno, pero por dentro se descostillaban de la risa y ni el gas hilarante era tan potente como lo fue este show.

Pero uno de ellos miraba con reproche hacia la galería de la entrada de la estancia; en donde una de las mujeres sufría el peor de los castigos, pues ella también estaba dolida y los recuerdos de esa historia que los unía a ambos.

Capítulo 1 Parte I

Muchos años antes:

Azzam Gregory Lewis era Oficial Técnico Jefe 3 o W3 de la Marina de los Estados Unidos Team Six Shadow Wolf y era técnico en comunicaciones y computación. Tenía además el rango de cazador y francotirador de elite. Hablaba cinco idiomas y tenía un doctorado en relaciones internacionales, era decidido y dedicado. Su único problema era que tenía tendencia a ser un ermitaño y la mitad del tiempo se escondía de la gente, solo con este grupo se sintió en familia y podía trabajar al cien por cien. Medía uno noventa y ocho y pesaba alrededor de los cien kilos. Sus ojos celestes paralizarían a cualquier mujer y su pelo era castaño oscuro. Su piel era de color canela que en ese cuerpo parecía un semi dios.

Venía de una familia empobrecida que no podía costear su enseñanza especial, pues él era un joven adelantado, ya que con cinco años tenía conocimientos de matemática de séptimo grado, hablaba latín, español y francés de forma fluida y sabía escribirlos. Para los nueve ya cursaba el segundo año de la preparatoria y allí fue en donde el gobierno de EE. UU. y la Marina pusieron sus ojos en él, gracias a la hija de un contraalmirante que odiaba al Nerd. Desde los diez años él no volvió a su hogar gracias a un trato con el gobierno, en el cual les daban una mejor vivienda y un mejor trabajó a sus padres. Por lo tanto, y aunque parezca egoísta, paso a ser propiedad de la Marina como un nuevo recluta en un liceo de la misma, pero que era especial. Allí solo iban niños prodigios, pero, aunque la Marina ponía su nombre, en realidad era la CIA quien avalaba dicho lugar. Él nunca se arrepintió de aquel trato, aunque su madre hubiera estado en desacuerdo en ese momento, Azzam logró hacerle entender que era lo mejor para todos.

Cuando con diecisiete años se le dio la oportunidad de pasar a las filas de la Marina como oficial técnico, él no lo dudó y dijo que sí. De ese momento en adelante el estudio tres carreras universitarias afines, pero solo se recibió de Licenciado en relaciones internacionales e hizo un doctorado en la misma. Pero además había estudiado Abogacía e ingeniería electrónica, que era en lo que se especializaba realmente y de lo que trabaja en la Marina. Era el cerebro electrónico detrás de todas las misiones de los Teams SEAL four (ST-4) y Teams Six (ST-6) en América Latina, pues al terminar su licenciatura él hablaba y escribía también portugués y ruso. Hace un tiempo está estudiando chino, japonés y coreano.

Pero su vida dio un vuelco cuando, durante una misión, todo se fue al carajo y se vio envuelto en un enredo de juegos de poder que lo dejaron como el chivo expiatorio que debía pagar los platos rotos y fue sentenciado a morir con la inyección letal. Su familia odio desde entonces a la Marina y al gobierno; y en un acto de rebelión al pacto firmado, en aquel entonces él tenía 26 años, abandonaron los Estados Unidos y desaparecieron hasta que la CIA los encontró unos años después en una isla casi desierta en Filipinas en donde trabajaban todos para un senador de los Estados Unidos que poseía un complejo turístico exclusivo. Así que no pudieron ser deportados, pero lo que nadie sabía, solo Azzam y el senador, era los turbios secretos que este último tenía y que harían colapsar a varios sectores del gobierno y que lo llevarían a un nuevo Escándalo Watergate.

En los pies del Monte Denali, luego de que su cuerpo fuera incinerado, allí él aceptó pertenecer a este selecto, metamorfoseado y totalmente disparejo grupo de cinco hombres. Pero el secreto que los unía era que todos ellos, habían sido modificados genéticamente y para su desgracia hasta su verdadero nombre fue cambiado, pues en realidad no era de apellido Lewis ni su nombre era Azzam.

Cuando llegaron al búnker en el que él fue despertado, ya que no lo mataron, y había firmado dicho acuerdo con tal de que su familia viviera. A partir de ese momento él se convirtió en Azzam Lewis y toda su viva fue modificada para que su yo verdadera muriera como lo hizo aquella tarde. Dentro del complejo, Azzam comenzó con el tratamiento y su entrenamiento, convirtiéndolo en lo que hoy es… una máquina de matar.

Hace aproximadamente unos nueve años ellos estuvieron en una misión en esta tierra llamada Argentina para rastrear a una serie de traficantes, que lo eran de todo lo que valiera dinero. Drogas, armas, vehículos, información, seres humanos en todas sus edades y sexos, mercancías en general. Obviamente, la gente común siempre cree que solo existen los narcotraficantes, pero en realidad, aunque son los más conocidos, hay de todo tipo y ellos son solo una parte. Millones de dólares se mueven diariamente en el submundo del tráfico ilegal y ni hablar de mercaderías que allí encuentras. Azzam hace demasiado tiempo que está en esta investigación, pero aún no puede olvidar aquellas semanas en la que el calor lo agobió y una bella mujer fue su presa sin que ella lo supiera.

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Estos son los hombres con los que cree a Azzam.

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