El helicóptero blanco de la Global Enterprise Inc. Sobrevuela el espacio aéreo de la metrópoli de los reyes, la más fastuosa del planeta: Londres; allí va Kesman, adolescente de apenas 15 años, es el heredero de esa empresa mundial y hoy llega a La City, del río Támesis, el Puente de la Torre del Reloj, y palacio de Buckingham en cuyo helipuerto se apresta a aterrizar.
El personal de protocolo viene a recibirles. Se apegan a los pasajeros para guiarles hasta sus ubicaciones pues está próximo el desfile del estandarte real la llegada de cada nave fue marcada estrictamente, en la cual no puede fallar un solo minuto en los actos solemnes, y así, que será pronto cerrado el aterrizaje de las naves que traen a los invitados más flamantes de diferentes partes del orbe.
Al detener la hélice, dos chambelanes de la corte inglesa, se aproximan, en tanto que varios técnicos de vuelo se acercan a la nave, extendieron al suelo una alfombra enrollada de color azul marino, mientras otros dos abren las portezuelas para que en forma protocolar, baje el capitán de vuelo y el copiloto, apegándose un chambelán para ayudar a los pasajeros a desembarcar.
La primera persona es un joven de unos diecinueve años, viste frac negro, es Bobby Blender; le sigue un hombre mayor que él, regordete, con ciertas canas en las sienes, y luego una dama joven muy bella, es Normandía, hermana de Kesman, de dieciocho años, la cual es ayudada, pues su vestido de seda de color rojo púrpura, la incómoda al querer acomodar el sombrero de flores, que es de rigor en las galas de Buckingham.
Sigmund, es el nombre del simpático regordete, que acomoda su traje intentando, para que la panza no le aviente los botones, a lo que sonríen algunos, y acomoda su cabello ondulado que le viene imprudentemente a la frente, llevados por el viento.
— ¿El señor Bob Blender Eversman? – interroga uno de los recepcionistas, con lista de invitados en mano, puesto que precisa algunas referencias y firmas de los recién llegados y Bob, parece ser, por lo visto, el representante de la comitiva.
— Soy yo, – responde Bob Blender Eversman, primo de los anteriores. Apodado de Bobby, que parece incómodo y algo nervioso al firmar.
— Gracias, favor por aquí – indican para que puedan ir más allá y dar espacio a los que van a salir de la nave.
Son tres señoras, miss Zanny Eversman, Donan Seymur y Betty Mac Lean, familiares que salen a seguir. El último es el más esperado y todos parecen cuadrarse: es Kesman. Nervioso y un poco avergonzado ante la recepción que se le ofrece.
La banda de música acomodada en las proximidades de la alfombra, toca una bienvenida al Palacio de Buckingham, al son del sonido de gaitas, reciben a los ilustres visitantes.
Las miradas de otros invitados, es obvia, por tratarse de una comitiva especial.
Van hacia la cobertura de carpas reales en el lado posterior del edificio principal.
Los chambelanes indican que continúen con toda tranquilidad. Pero, es que los muchachos quedaron atrás, y se han distraído mirando boquiabiertos al Palacio de Buckingham desde la parte posterior.
— ¡Kesman!– le habla Bobby, para que vaya por el centro de la alfombra.
Kesman, camina dando un traspié inicial que casi golpea la canilla de Sigmund.
Ahí está Kesman, y a su lado su primo y amigo Arlon D., también de su edad.
Pero Arlon D está en otra dimensión.
Solamente Kesman lo ve y habla con él mentalmente o balbuceando sin que se den cuenta los demás.
Más gente corre hacia la alfombra y se sitúan a ambos lados, ante la expectativa de estos jovenes y adultos, que protegen de la atención desmedida de fotógrafos.
–¿Es un príncipe? ¿De qué reino o principado viene?
¿Quiénes son sus padres?
Pero sí es un príncipe, ¿De dónde es? Será de Mónaco, de Luxemburgo, o de Austria?
Pero Kesman no es príncipe, sino el proximo gerente heredero de la Global Inc.
El joven camina ahora enfocándose en un punto imaginario a su frente.
Debe regirse a ese punto, ese es el enfoque del cual no debe salirse, cuando se encuentre en estos eventos, cómo actuar en el lugar que no se conoce, lejano a su mundo, a sus costumbres, gustos, los cuales, serán muy especiales, puesto que ni él mismo sabe.
El grupo al fin, ha pasado la estricta alfombra roja de llegada especial, y se encaminan acompañados por la guardia militar. Pasan hacia un zaguán y el gran portal se abre, y continua la marcha, dirigida por los chambelanes, y guardias que abren y cierran puertas, hasta abrirse a un jardín interior especial, de plantas protegidas por un techo de vidrio.
Kesman, Arlon y sus acompañantes admiran el esplendor del jardín cubierto, que en sus cuatro laterales luce paredes de piedra de la Edad Media Final y comienzo del Renacimiento, pero es poco el tiempo allí, apenas quince segundos y se abre otra puerta que da directamente al vestíbulo próximo al balcón real, a los cuales llegará la corte, finalizando ante una puerta grande que se abre hacia el frontis del Palacio, mirando hacia los jardines delanteros de Buckingham, en el cual, al frente se ve un numeroso grupo de personas, que se aproximan para participar de la entrada de la corte y el carruaje de la reina.
Kesman es un adolescente, que, deberá dilucidar, reponer, equilibrar, situaciones de alta seriedad, como ahora equilibra su cuerpo, sus hombros, sus ojos azules, su frente perfecta, su rostro como aquellos dibujos del gran pintor Leonardo da Vinci y las estatuas de Michelangelo Buonarotti.
En cuanto eso, por otra entrada, unas damas muy aristocráticas acompañan a unas señoritas adolescentes entre las que va una rubia de unos catorce años, cabellos largos hasta la cintura, en un peinado recogido por partes con rosas blancas, entre margaritas amarillas que le dan un aire angelical.
Se supone que es de la realeza o aristocracia europea.
Suben la staircase o gran escalera y en eso, por la otra ala de la subida, sube también Kesman, pasa muy próximo a Chisi y ella lo mira, y él también... se han encontrado dos seres angelicales... Sus miradas se topan en un halo de luz celestial que ingresa hasta lo más recóndito de sus cerebros…. Se detienen brevemente unos segundos.
Frente a frente. Bellos adolescentes ambos.
Pero, la amiga que va al lado de Chisi, la hala de la mano y se siguen con la vista. Mientras Normandía, la hermana de Kesman lo apura... Y se separan, yendo hacia distintos balcones.
Kesman y su grupo ingresan al balcón 3 y ella está ya en el 2, con un balcón separándolos del de los reyes.
Los balcones de ambas alas del palacio, se van llenando de invitados
Kesman conversa con su amigo invisible de nombre Arlon, y desde el Balcón # 2, Chisi y su amiga Oda, también les miran, ahora con más detalle.
Un haz de luz azul sale nuevamente de sus ojos y va y topa los ojos de Kesman, quien en ese momento mira al balcón, y ve a la joven, pero ella ha volcado su mirada pícaramente, mientras sonríe con la gracia natural de la adolescencia.
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Después de ese momento luminoso de encuentro, Chisi, por unos momentos observa el lugar y la gente, pero vuelve a dirigir su mirada a Kesman y acaba riendo graciosa, como diciendo:
"Me vio de nuevo"... mira a su amiga Oda, que por su vez ha estado mirando a Arlon, el amigo invisible de Kesman, y sonríen los cuatro chiquillos.
De pronto los aviones supersónicos de la fuerza aérea británica pasan, haciendo tronar el cielo y temblar la ciudad, y a esos corazones juveniles.
Se inicia así, la espectacular entrada de la guardia y atrás el carruaje de la familia real, en el Jubileo de Platino de la Reina Isabel de Inglaterra.
Pero ahora a Kesman, no le interesa para nada el espectáculo reinal... vio a Chisi, después de mucho tiempo, un tiempo inestimado, quizá siglos terrestres o de otros planetas y universos distantes.
Kesman, tiembla. Chisi parece estar igual.
Él es un adolescente muy puro. Ingenuo y vivaz, pero aún sus emociones juveniles están libres de influencias. Fue criado por seres que trabajaron su pureza y control de sus actos y sentimientos.
Por su vez, Chisi, apenas es un ser de luz que no había pisado quizá la Tierra.
Sus cabellos ondulados, rubios claros, brillan ante el resplandeciente sol de la isla más famosa y del planeta Tierra.
Mientras suceden los saludos protocolares, ellos se miran una que otra vez de forma extraña pero repleta de nerviosismo y un amor que arroja flores imaginarias.
Por momentos tienen que atender lo que sucede a sus alrededor.
Kesman, observa el despliegue de la guardia real, erguido su rostro, la barbilla levantada rectilíneamente en dirección del divisorio de las narinas, que se eleva, remarca la división de sus ojos, los cuales, están brillando ahora más que nunca, maravillosamente y su mirada se eleva más arriba del sol, allí, hacia el vecino gran planeta azul, Venus.
Su lugar de origen según lo que le dijeron, es el planeta de sus padres.
Así, las gaitas comienzan a tocar y pronto arriban los carruajes de la mujer y reina más famosa del planeta, la corte y demás carruajes y automóviles, que acompañan a la monarca en su recorrido hasta ingresar al Palacio.
Así, el grupo de visitantes a quienes hemos seguido, observan de uno de los mejores lugares, el ingreso de su majestad la reina ya viuda, su hijo y nietos con sus respectivas familias.
Ante la ceremonial entrada triunfal, que el simpático Kesman admira sin perder un instante, pero su mirada gira hacia algún detalle en el cual, Chisi se ha distraído un tanto, y él entonces se desespera, quiere que ella lo vea nuevamente, pera la chica está absorta mirando la apertura, el despliegue de las escuadras de caballeros; pero, de pronto otra vez, ahora ambos también, por la fuerza de la arracción han girado y encuentran nuevamente sus miradas.
—Quién es ella– interroga Kesman a su primo Bobby.
— Sigmund cree que es parte de la realeza— responde Bobby.
— Primo, por favor dile a mi padrino Sigmund que vaya a ese balcón y averigüe el nombre de esa rubia.
Bobby indica a Sigmund para ir hacia allí.
Sigmund, el secretario, aquel simpático regordete, entra al vestíbulo para pasar al otro balcón, mientras que allí ya es un solo movimiento, pues está subiendo la reina, y todo se detiene.
Sigmund ha conseguido llegar a la ventana en que está la jovencita para averiguar su nombre. Y así, alguien, al fin, le alcanza el dato: Chisi.
— ¡Chisi? – sí, apenas Chisi… Qué extraño, no dieron el apellido, o no lo saben sus acompañantes ¿entonces? ¿cuáles son sus acompañantes? Una niña tan bella, ¿solamente esas raras señoras y esa amiga que está a su lado? debería estar, con algunos edecanes, o familiares mayores que ella, en fin… qué raro, pero bueno, ella está ahí, y su rostro levemente sonrió ante la mirada de Sigmund, gira, volviendo el rostro rápidamente hacia Kesman, y luego retornando la mirada hacia el gentío que aplaude a la reina, que ya salió al balcón.
Entonces vuelve rápidamente, esquivando a chambelanes y sires, que han subido y van a sus ubicaciones ordenadas numéricamente.
El secretario Sigmund, oportunamente alcanza el oído de Kesman para decirle:
— Chisi.
— Chisi… De qué lugar proviene.
— No conseguí averiguarlo.
—Entonces, no habéis conseguido nada — critica Bobby Blender Eversmann a Sigmund.
Kesman opta por pedir a su amigo invisible para que este, revisando un equipo pequeño como una brújula le responda:
— Ya tengo la respuesta, estimado Kesman.
— Dilo entonces…
Arlon que había mirado a Chisi... responde:
— Alfa Centauro.
— Estáis bromeando, Arlon.
— No hables fuerte, pensarán que somos locos, viéndote hablar solo.
Decidle a Sigmund que vaya nuevamente, ella podrá salir del balcón en unos segundos y no la encontrareis por ningún lugar.
— ¡Sigmund, ve y habla con ella pronto!
Sigmund va de nuevo al otro balcón.
Kesman vuelve su mirada, hacia donde está Chisi.
Esta, miraba de nuevo entretenidamente, mientras la reina y su familia, recibían en el balcón real a varios miembros de la realeza además de otras celebridades y la corte en pleno saluda hacia abajo, y los presentes en el patio real del Palacio de Buckingham, aplauden al saludo de la reina Isabel, que ha elevado su mano y sonríe agradeciendo la presencia en esa fecha de sus noventa y cinco años de existencia.
Sonoros aplausos mientras flores caen desde varios helicópteros que pasan en cuanto otros aviones de la armada británica realizan maniobras de gran atracción para la multitud.
Humos coloridos de la bandera del Reino Unido, finalmente diseñaron con una escuadra de aviones, los setenta años de reinado de Elizabeth II.
Tres Cañonazos, abren los espacios sonoramente y atraviesan el éter de forma espectacular, en cuanto, sus descargas, son coloridas luces diurnas, contenidas en humos y perfumes que rocían las áreas circunvecinas del Palacio, más bello del planeta.
Entre tanta distracción, Chisi, había desaparecido.
Kesman la vio en los últimos instantes y se miraron rápidamente en varios segundos que parecieron siglos. Pero ella finalmente se movió, al internarse entre los brazos y espaldas de quienes la acompañaban y junto a Oda, desaparecieron del balcón.
...***...
Los humos, que toman coloradamente el frontis del gran predio, construido en el año 1905, encima del antiguo palacio del mismo nombre y mejorado por Jorge V, esposo de María de Teck, abuelos de la Reina Isabel, cubren por algunos minutos y al disiparse, van apareciendo los balcones, entonces, Kesman mira nuevamente hacia allí, y Chisi, lo mira también, sin sonreírle y gira hacia atrás y se escapa entre las otras figuras aristocráticas que la rodeaban y que lamentablemente, el muchacho no prestó atención, no son familiares, por cierto, pareces ministros, sires, o lores, pero no hay nadie que parezca familiar de ella, como creyeron sus dos secretarios.
La magnificencia de los caballos reales, la aristocracia y realeza en pleno patio y por todos lados, es un espectáculo único e imperdible, pero Kesman se lo está perdiendo completamente... inclusive, varios fotógrafos paparazzi mezclados entre los invitados, se dan el lujo y la posibilidad gratuita de estar allí, sacando fotografías una tras de otra a decenas de celebridades de Europa y otros países, entre Ministros de Estado, Príncipes árabes, nobles Hindús, y princesas niponas y damas de la corte del Emperador Chino y en fin, amistades de los príncipes ingleses y algunos actores y actrices famosos, así como la realeza española en pleno, y lo toman por sorpresa, en un despliegue de flashes que le incomodan y hacen que en ese instante se marquen actitudes muy guapas del príncipe aquel, que no se sabe de dónde es.
— Kesman – le hablan y eleva los brazos para cubrir un poco su rostro indicando que no acepta más le tomen imágenes.
Entonces, se abre campo entre sus acompañantes, desesperadamente, y entra al vestíbulo y camina apartando a los invitados, casi al punto de golpearlos y va hacia allí y allá, camina más rápido, corre, baja unas gradas, las sube de nuevo, pues abajo no hay gente especial como ella, vamos a decir, y entonces camina muy rápido y corre, corre, no puede perderla, va por unos pasillos aledaños al vestíbulo y nada… ella ha desaparecido, virtualmente hablando.
Como un fantasma real, que no solamente él vio… ella debe existir pues no fue el único en verla… No estáis loco, Kesman, qué hacéis, estáis perdiendo tu tiempo, ella no está aquí… por lo menos, ya no… próxima de ti, no… en algún lugar estará… le dice una voz. Y soy yo, que os digo, pues ni yo mismo lo sé ahora.
Kesman –transpirando y asustado, retorna al punto que ocupó entre los más privilegiados invitados, a participar junto a la realeza, y por hacer esa corrida, se ha perdido de saludar a la majestad, que ya ha salido del balcón real, para ir hacia otra dependencia completamente aparte del movimiento interno, descansar un poco, y después continuar con el amplísimo programa de festividades reales.
En realidad, ahora al adolescente Kesman, no le interesa nada más, que lo visto, aquella rubia tan bonita, también adolescente como él, maravillosa, única como se lo supone Kesman, ya que por su mente han asomado imágenes indescifrables, no es una cuestión de amor a primera vista, es un recuerdo, sí, no puede ser otra cosa, no es un deyabú, no es, nada tan especial es solamente un recuerdo, de algún momento en su vida, pero ¡De cuándo! ¿De dónde?
¿Quién es ella?
Él cree y tiene seguridad que la conoce, de algún tiempo, ¿en el pasado, o en el futuro? ¿Pero podrá el futuro venirse al frente del pasado, o ¡el pasado al frente del futuro! Es, la enigmática sensación que ha sentido al verla, como si unas imágenes del futuro fueran su pasado… Qué locura.
Algo ha sucedido de pronto en sus magines.
Así, los secretarios, el principal, su estimado Sigmund, que es crucial, crítico y perfeccionista Míster Eversman, a lo que salen al balcón real y ahí, como un príncipe solitario, encuentran a Kesman, mirando hacia abajo, completamente decepcionado, a toda la multitud que se aleja ya, y busca entre las muchachas jóvenes: la cabellera rubia, larga, ondulada, sedosa, de aquella jovencita, preciosa, que le hizo temblar de emoción y ha dado un revés a sus instintos emotivos, humanos y animales, esa sensación de pérdida, de algo, que ya has perdido antes, pero no sabes lo que es, ni cómo sucedió una y otra cosa.
—Vamos, hijo, vamos Kesman, ya acabó todo, y nuestro helicóptero espera, se ha vaciado el Palacio, estáis ahí mirando hace más de media hora, te hemos dejado, mientras seguíamos buscando, inclusive con larga vista. Vamos, vamos, ya se fue… Quizá sea una visión vuestra, tan solamente eso.
—Estáis loco, Sigmund, no es una visión, qué queréis decir, con eso, no me asustéis, en verdad yo no me asusto, me da tristeza apenas, de que haya estado aquí, y que se disuelva en el aire… Como un fantasma de mi memoria. Ella, existe, vos la visteis, ¿acaso no?
—Sí la vi, la vimos… los cuatro, la vimos… Ya, ya aparecerá nuevamente.
El joven Kesman, respira hondo, hay en sus ojos azules, un gran mar, un inmenso cielo, un infinito sin estrellas cercanas, quizá un nada.
— ¿Hace cuánto no la veis? — Quiso preguntarle Sigmund, en realidad lo hizo hablando bajo y prefirió no repetirle la pregunta, mejor era así, pero ya, igual Kesman no le respondió, no le respondería, mejor así, para qué, eso debería acabar, estaba obsesionado por imágenes que vía en las revistas, en el cine, en la televisión en los medios inter náuticos, y en ese silencio total, fueron hacia el lugar en que les aguardaba el helicóptero, juntándose con su comitiva para levantar vuelo, entre otras tantas naves que habían llegado al comienzo de la mañana, al Palacio de Buckingham.
—¿Por qué, estoy viendo visiones, primo Arlon, vos estáis conmigo, nadie te ve, vos la visteis también?
— Sí, Kesman.
— ¿Ella es la del dibujo?
— Sí.
— ¿Vos sabíais que ella estaría aquí, que vendría aquí?
《La verdad no primo. Estaba ella en otro tiempo— Responde Arlon. Debo partir primo.
— Dónde iréis. Cuando volveréis.
— Debo partir hoy mismo. Pero os prometo primo: veré la forma de encontrarla.
— Está bien Arlon. Te encargo que me ayudéis.
— Sí primo.
Arlon desaparece de la visión y mente de su primo Kesman.
...***...
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