La vida tiene giros y vueltas inesperados, algunos son de buen agrado, otros no tanto. Siempre he sido catalogada como estúpida e inútil en mi familia, en el pasado creí que estaba siendo menospreciada, solo ahora me daba cuenta de que ellos siempre tuvieron razón. Después de todo solamente alguien tan estúpido como yo podría creer que él alguna vez me amó, cuando nunca lo hizo, porque en su corazón no había lugar para mí, debido a que ya había alguien que había consumido esos sentimientos.
Porque para Nicolás simplemente era una sustituta.
2 meses atrás...
La fiesta se encontraba en pleno auge, algunas personas se hallaban bailando en la pista de baile, otras simplemente conversando mientras bebían, en fin, el ambiente en general se sentía ameno.
Al mirar a mi hermana Emilia en el centro del salón junto a Max no pude evitar sentirme feliz, al ver que todo marchaba bien.
— Georgina, ¿bailamos? — mencionó alguien detrás de mí.
Al girar me di cuenta de que era mi mejor amigo Daniel, al que llamaba de cariño Dan. Él había sido mi mejor amigo desde siempre, en algún momento de mi vida tuve un pequeño flechazo con él, sin embargo, tuve que desistir debido a su orientación sexual.
Dan se veía bastante guapo, tenía una espalda ancha y cintura estrecha que envidiaba, sus ojos color cafés se veían brillantes mientras esperaba mi respuesta.
— ¡Sí! ¡Vamos, Dan! — contesté alegre antes de arrastrarlo a la pista de baile en donde moví mis caderas al son de la música.
No sé por cuánto tiempo bailé, pero, tuve que parar debido a las inmensas ganas de orinar.
— Voy al baño — informé antes de alejarme de Dan.
Caminé tratando de no tropezar con las personas alrededor hasta llegar al baño. Mientras caminaba pensé que si está fiesta hubiese sido hecha en casa como mi madre lo había sugerido hace tiempo hubiese terminado al ver todas las cosas desordenadas que hacían, si solo llegar al baño era toda una odisea debido a las personas que se encontraban fumando, o teniendo sexo en zonas no aptas para hacerlo, sin duda alguna mi madre hubiera puesto el grito en el más allá, gracias al cielo, decidimos alquilar un espacio lejos de los ojos ansiosos de nuestra madre.
Cuando salí del baño no encontré a Dan por ningún lado, tal vez se había ido con algún chico al azar, él era el tipo de persona que hacía amigos rápidamente.
— Georgina, ven te presento a alguien — gritó mi hermana desde algún lugar.
Emilia se veía radiante con su vestido blanco, su pequeña nariz junto a sus grandes ojos de color azul la hacían ver como una muñeca a pesar de su edad.
— Ya voy — grité antes de acercarme a ella.
A su lado se encontraba Max Rinaldi su novio y tal vez futuro esposo.
Max era alto quizás de 1.80 cm, de hombros anchos y piernas largas. Él tiene un aspecto fornido que lo hace parecer como alguna especie de oso, sin embargo, los hoyuelos en sus mejillas pálidas y labios rojos lo hacían ver bastante atractivo.
Pero...
El otro hombre que se encontraba al lado de mi hermana era de un tipo de belleza superior, no pude emitir ni un sonido al ver su aspecto que denotaba sensualidad. Aquel par de joyas que tenía por ojos eran de un color gris casi translúcido, sus pestañas espesas, su mandíbula cuadrada y esa sonrisa atrevida que poseía hacía que pareciera que te estaba haciendo una invitación a pecar. Y ni hablar de su altura, podía ver a muchas señoritas mirarlo con la boca abierta, yo era una de estas.
Claramente, este hombre parecía un dios griego que había bajado del Olimpo a la Tierra.
— Este es Nicolás Caruso, un amigo de la secundaria que recién regreso al país — presentó mi hermana risueña — Nicolás esta es mi hermana Georgina, la niña que te tiro agua cuando viniste a visitarnos aquella vez — anunció haciendo que me quedara con la boca abierta porque yo no recordaba esa escena, tampoco deseaba hacerlo porque podría morir de la mortificación.
— Encantada — dije tratando de no verme para nada perjudicada debido a aquella presentación demasiado ofensiva.
Nicolás tomó mi mano de manera galante y se la llevó a los labios.
— El placer es todo mío — comentó mirándome con una intensidad atrayente.
Era imposible no sentirme enamorada al verlo.
— ¡Oh! Ya casi es hora — mencionó Max antes de alejarse con rumbo desconocido.
— ¿Qué le pasó? — cuestioné intrigada.
— No lo sé, pero, dijo que me daría una sorpresa, supongo que lo hará ahora — comentó mi hermana con una sonrisa en sus labios.
De pronto, las luces del salón se apagaron haciendo que el sonido de la música estrepitosa desaparezca, en la oscuridad del salón las cuerdas de una guitarra empezó a sonar, la melodía que se escuchaba fue acompañada de la voz rasposa de alguien.
Cuando las luces volvieron a encenderse pude ver a Max cantando en el escenario improvisado mientras tocaba la guitarra.
— ¡Esa es nuestra canción! — exclamó mi hermana con alegría antes de ponerse a tararear.
— ¿Fuck Love? — cuestionó Nicolás algo confundido.
Yo también tenía esa duda.
— No lo entenderían, pero, cuando nos conocimos esa canción fue un detonante para que empecemos a salir — alegó risueña.
Cuando Max terminó de cantar, tomó el micrófono y miró directamente hacia donde nos encontramos.
— Emilia, sé que soy un poco idiota y a veces te se hacer rabiar, pero, debo decirte que te amo demasiado y no veo mi vida sin ti — dijo con voz temblorosa antes de acercarse con pasos rápidos hasta donde estaba mi hermana para luego arrodillarse.
— ¡Oh, no! — susurré como si yo fuera la persona a la que le estaban proponiendo.
— ¿Aceptarías casarte conmigo? — cuestionó mientras sacaba un anillo con un diamante gigante que brillaba más que mi futuro.
— ¡Sí! — respondió mi hermana mientras se colocaba ella misma el anillo — ¡Sí! — repitió sonriente.
Max se levantó del suelo para luego abrazar a mi hermana de manera dulce y darle un beso que no era para nada apto para que lo vea ningún niño.
— ¿Ellos se van a casar? — cuestionó Nicolás con voz suave haciendo que lo miré.
Él se veía algo asombrado.
— Han sido novios desde la secundaria, han estado juntos cerca de 7 años — contesté alegre — Sin duda alguna, ellos dos son la definición del amor — respondí con voz soñadora — Yo quisiera tener un amor como el de ellos — susurré en voz baja.
— ¡Oh! — contestó Nicolás mientras le daba un sorbo a su copa — ¡Sí, lo son! — exclamó con una expresión indescriptible.
Al ver su endiablado rostro no pude evitar morderme el labio.
Él es tan sexy, hasta su forma de beber es magnífica.
Nicolás hacía que me sintiera como una polilla que va directo a las llamas a pesar de que sabe que se va a quemar.
Después del anuncio que hizo Max la fiesta se descontroló totalmente. No supe en qué momento saqué a bailar a Nicolás aunque este se mostró algo renuente, tampoco estaba segura si él fue el que me besó primero o fui yo la que lo inició. Pero, besar su boca se sentía como tocar el cielo, sus besos eran ardientes, sabían a fuego y lava.
Luego no supe nada...
Cuando desperté a la mañana siguiente me sentí algo desorientada, me dolía la cabeza, no, me dolía el cuerpo entero, sentí como si un camión me hubiera atropellado. Sin embargo, no pude evitar sorprenderme al notar mi desnudez.
¿Qué había pasado? ¿Qué pasó anoche?
De repente, algunos recuerdos dispersos llegaron a mi mente.
¡Oh, no!
Miré detenidamente al hombre que se encontraba acostado a mi lado, el hombre al que le di mi virginidad, aunque él me gustaba demasiado y quería que se enamore de mí. Acostarme con él no estaba en mis planes. Mientras le suplicaba al cielo para que no se despierte me deslice de la cama antes de ponerme rápidamente el vestido rojo y escabullir mi escuálido trasero de la habitación.
Por suerte había venido en un auto, porque sería terrible si mi hermana o alguien más me viera en estas fachas, ya de por sí me sentía tan avergonzada.
Inhale y exhale varias veces antes de conducir el auto, aunque me sentía algo incómoda, no había nada que un buen baño y una noche de sueño lo arreglara.
Cuando llegué a casa traté de hacer el menor ruido posible antes, pero, fue inútil mi madre de igual manera me descubrió.
Trate de mantener una expresión seria, pero al ver la mirada de desaprobación de mi madre la cual me había acompañado durante casi toda mi vida me deprimió.
— Georgina, ¿qué son estas horas de llegar? Tu hermana llegó a las dos de la mañana como lo prometió, mientras que tú amaneciste quien sabe en donde y con quien — reclamó con las manos en la cadera — ¿Por qué no eres como Emilia? Hasta cuando tendré que soportar tu actitud inmadura, a tu edad Emilia ya había terminado sus estudios universitarios y estaba iniciando su postgrado mientras que tú solamente piensas en divertirte — señaló haciendo que bajara la cabeza.
Solo escuché sus reclamos sin decir nada por qué no valía la pena, en el pasado había tratado de explicar, de defenderme, pero, era algo inútil.
La mujer alta delante de mí y de mirada fría no escuchaba de razones porque para ella siempre sería una mancha, la oveja negra de la familia que no era tan perfecta como mi hermana Emilia.
— ¿Qué está pasando? — cuestionó mi abuelo confundido detrás de mi madre — ¿Por qué están discutiendo?
Mi abuelo tenía 76 años, aunque era un poco mayor él luce como si solo tuviera 50 años.
— Tu nieta que anda de zorra — señaló mi madre haciendo que quisiera protestar por sus palabras hirientes — Y no digas nada que los chupetes en tu cuello hablan por sí mismo — recalcó seria — Anda, entra rápidamente y báñate que hueles a degeneración.
— Buen día, abuelo.
Con algo de vergüenza saludé a mi abuelo antes de alejarme de ellos.
Desde la distancia podía escuchar el chasqueo de lenguas tanto de mi madre como de mi abuelo.
— Te lo dije que este día llegaría algún día, ja, cosechas lo que siembras — murmuró mi abuelo con voz ronca — Después de todo, la manzana no cae tan lejos del árbol.
Este día no podía ir más mal porque en el camino me encontré con mi hermano David el cual me dio una mirada un tanto espeluznante.
— ¿Qué hiciste para hacer enojar a mamá? — cuestionó arrugando sus cejas.
Me sentí algo intimidada por sus ojos azules y gran altura.
— Nada, ya sabes como es — musité en voz baja — Ten un buen día, hermano — dije antes de entrar a mi habitación para bañarme y dormir durante mucho tiempo, me sentía exhausta, realmente fue una noche loca.
Amaba a cada miembro de mi familia, pero, no podía evitar sentirme melancólica debido a todo el drama que tenía con mi madre.
Cuando fui al baño dejé caer el jabón debido al susto que me pegue al ver los chupetes que adornaban mi cuerpo. Ahora entendía el enojo de mi madre, parecía que en vez de acostarme con alguien había tenido una orgía.
Nicolás...
¿Qué habrá pensado cuando se levantó? ¿Pensará que soy una fácil?
No pude evitar suspirar y sentirme algo arrepentida por no haberle echado un buen vistazo a su cuerpo. Ahora solo me debía conformar con los recuerdos dispersos.
Cuando salí de la ducha me eche en mi cama sin siquiera secarme el cabello, me sentía deshecha. Sin saberlo me quedé dormida.
A la mañana siguiente desperté rejuvenecida, me coloqué una falda junto con un buzo de cuello alto.
— Buenos días — saludé con voz cantarina.
— Buenos días, hermanita — contestó Emilia con una dulce sonrisa mientras me pasaba un pan con mermelada — ¿Qué vas a hacer hoy día? — cuestionó.
— Nada — respondí mientras veía a mamá bajar.
— Es lo único que sabe hacer: nada — señaló mi madre desde las escaleras — No sirve para estudiar, no sirve para nada, es una inútil.
— Mamá no digas eso, a Georgina le va bien como escritora — señaló mi hermana con una expresión seria — Sí ella quiso abandonar sus estudios para perseguir su sueño de ser escritora, no debemos inmiscuir nuestras narices — comentó.
— ¿Escritora de libros homoeróticos? — negó con la cabeza — ¿Cómo puedo siquiera hablar de lo que escribe?
— Ya mamá, ven toma tu pan — comentó mi hermana con una expresión triste.
Le di una sonrisa tranquilizadora mientras pensaba como ella era la única persona de mi familia que apoyaba mis sueños. Bueno, ella y mi papá que ahora se encontraba en un viaje de negocios, si no fuera por ellos hace mucho tiempo me hubiese ido de la casa.
— ¿Y tú anillo? — cuestionó mi madre con suspicacia — ¿Por qué no lo estas usando?
Mi hermana sonrió de manera dulce antes de hablar.
— Es demasiado grande el diamante así que decidí guardarlo en mi cuarto — respondió.
— Max es un excelente partido — comentó con voz suave — Siempre serás mi orgullo, has sido buena desde pequeña, siempre sacando las mejores notas, siempre siendo la mejor, también supiste elegir muy bien a la persona que va a ser tu compañero, sin duda alguna un ganador en la vida — comentó mientras me miraba — No como otras que quizás terminen casándose con un muerto de hambre o algún homosexual en el armario.
— Ya basta, mamá — gritó mi hermana haciendo que casi riegue la leche que mantenía en mi boca — Deja de tratar mal a Georgina, ella es tu hija, no la menosprecies en cualquier oportunidad, tampoco la compares conmigo en cualquier ocasión, no es justo para ella, ni para mí, aunque ella diga que no le importa, sé que lo hace, si sigues así solo harás que ella me odie.
Mi mamá arrugó las cejas antes de resoplar.
— Te preocupas tanto por ella — sentenció antes de tomar un sorbo de leche.
Mi hermana tenía razón, aunque hace mucho tiempo me había dejado de importar lo que decía mi madre no podía evitar sentirme herida cada vez que me llamaba inútil o me hacía sentir menospreciada.
Durante dos días pasé en casa escribiendo, debido a las palabras de Emilia mi madre no volvió a decir nada perjudicial hacia mi persona, sin embargo, no podía sentirme tranquila debido a que había empezado a tratarme como si no existiera. A veces sinceramente no podía entender su comportamiento, ¿por qué me trataba así? Es verdad que no soy perfecta, pero, nadie lo es, ni siquiera Emilia.
— Mamá, invité a alguien a cenar espero que no te moleste, él es el socio de Max y también un amigo de la infancia — comentó Emilia haciendo que deje de escribir para observarla.
La única persona que se me vino a la mente fue Nicolás, no pude evitar sentirme emocionada, en estos dos días había estado tratando de olvidar todo el enredo que sucedió aquella noche, pero, me fue imposible.
El silencio en la sala se sintió eterno, mi madre que se encontraba bebiendo un té de limón dejó la taza suavemente antes de arreglar su cabello con algo de gracia.
— ¿Quién es este amigo? — cuestionó alzando las cejas con arrogancia.
Emilia se deslizó hacia ella y la abrazo de manera fugaz haciendo que la expresión rígida en su rostro se suavice.
La luz del sol iluminó por un momento el rostro de mi hermana haciendo que se viera radiante.
— Es Nicolás Caruso, no sé si lo recuerdas, pero, vino a nuestra casa cuando tenía 14 años — comentó con ligereza — Se fue del país y ahora está de regreso.
Mi mamá arrugó las cejas antes de lanzarme una mirada fulminante.
— Ahora lo recuerdo — mencionó en su voz se notaba el menosprecio hacia Nicolás — Es ese pobretón al que Georgina le echo agua cuando estaba jugando con esos chicos marginales.
Yo no recordaba eso.
Tampoco sabía a que se refería con chicos marginales. Pero, conociendo su personalidad llena de perjuicios, seguro que se refería a mis compañeros que eran de clase media, mi madre era alguien que se basaba en el estatus social para relacionarse con alguien, fuera de eso, también contemplaba el carácter moral, por esa razón nunca le gustó mi mejor amigo Dan, aunque él era alguien pudiente, sin embargo, debido a su orientación sexual lo excluyo tácitamente de nuestro círculo social.
— Sí — señaló Emilia — Es él, aunque no lo llames pobretón, ahora es el socio mayoritario de Max.
— ¿Socio? ¿Dejo de ser un don nadie? ¿Nicolás Caruso? — cuestionó en voz baja antes de abrir sus ojos de color azul de una manera que la hizo ver graciosa — Es ese hombre que causo revuelo hace unos meses debido a los avances en cuanto a tecnología que ha desarrollado en los últimos años.
Dejé de hacer lo que estaba haciendo para escuchar con claridad lo que mi madre dijo mientras anotaba en un lugar de mi mente la nueva información que había descubierto de Nicolás.
— Sí, es él — contestó mi hermana risueña — Hace poco volvió al país para montar una sede de su empresa, además de buscar nuevos proyectos de inversión.
— Está bien — sentenció mi madre con un brillo especial en sus ojos — Además esta cena es para celebrar tu compromiso con Max, tienes derecho a invitar a quien quieras.
Emilia solo sonrió antes de levantarse de manera encantadora, sus ojos azules tan parecidos a los de mi madre parpadearon con entusiasmo antes de mirarme.
— Puedes invitar a Dan si quieres, Georgina — mencionó haciendo que sonría, antes de que me niegue mi madre me interrumpió.
— Ni te atrevas, Georgina, ese joven tiene prohibida la entrada a nuestra casa — comentó arrugando el ceño — No quiere que alguien con relaciones tan desordenadas manche la reputación de nuestra familia.
— Pero, mamá dijiste que podía invitar a quien quiera — replicó Emilia.
— No a alguien tan degenerado como él — contestó haciendo que frunciera el ceño.
— No te preocupes Emilia, Dan está fuera de la ciudad — comenté con una sonrisa falsa — Sí me disculpan, me retiro — comenté mientras me levantaba.
Cuando salí de la habitación pude escuchar a mi hermana llamarme, pero, no miré detrás.
No lo hice porque sentí que ai lo hacía la máscara que había perfeccionado con el paso del tiempo se podía resquebrajar.
Antes de que suba a mi habitación, una empleada se acercó con algunas bolsas, causando que me sienta curiosa.
— ¿De quién es eso? — cuestioné dudosa.
— El maestro Rizzo está aquí — comentó con una sonrisa.
¡Mi papá!
— ¿Dónde está la niña de mis ojos? — cuestionó mi padre mientras entraba por la puerta — ¡Ahí está! — exclamó mientras se acercaba a mí.
— ¡Papá! ¡Te extrañé! — murmuré abrazándolo.
Mi papá sonrió de manera dulce mientras revisaba mi apariencia, yo hice lo mismo con él.
No pude evitar sentirme preocupada al ver como sus ojos cafés lucían algo cansados, además su postura se veía encorvada, parecía que el viaje de negocios no fue como esperaba.
— Mi solecito, te ves ojerosa, espero que en mi ausencia no te hayas trasnochado tanto escribiendo — mencionó con una sonrisa dulce.
— Para nada — comenté con voz cantarina — ¿Me trajiste algún regalo? — mencioné con expectación haciendo que mi padre riera.
— A mi pequeña siempre le...
— Julian — interrumpió mi madre con una sonrisa — ¿Cómo te fue? — cuestionó mientras se acercaba y lo besaba en los labios de manera fugaz.
Mi padre suspiro impotente mientras tomaba su mano, ambos se veían muy bien, lucían como protagonista de una película de mediana edad, solo cuando estaba mi padre presente la expresión solemne en el rostro de mi madre se volvía amena, solo un poco, solo cuando él estaba se comportaba como una madre para mí y no como la madrastra de cenicienta.
— Lidia, amor, después te cuento — comentó con un aire un tanto melancólico, sabía que no serían buenas noticias — Les compré algunos obsequios — señaló mientras Emilia se acercaba.
— ¡Papá! ¡Te extrañé! — exclamó mi hermana con una sonrisa mientras se acercaba a él y a mi madre y se daban un abrazo de tres haciendo que me sintiera un poco triste.
Después de aquella reunión, todos fuimos al salón en donde mi hermano David se encontraba leyendo algunas revistas de negocio en donde pude vislumbrar el rostro de Nicolás.
Yo necesitaba leer esa revista.
— Ven David — comentó mi padre — También traje algo para ti.
De pronto el salón se sintió animado, bueno, tal vez este era el don de mi padre; mantenernos unidos, porque cuando él estaba presente las peleas y las miradas llenas de reproche desaparecían casi por completo.
Él era como el puente que unía a nuestras familias.
— Está caja es para mi solecito — susurró mientras me daba una caja pequeña de color rojo.
— ¡Ábrela! — animo Emilia con voz sonriente.
— Está bien — respondí mientras abría la caja bajo la atenta mirada de todos, cuando la abrí no pude evitar sorprenderme, creo que todos lo hicieron.
— Es hermoso — susurró mi madre mientras contemplaba el diamante negro en forma de corazón que mi padre me había obsequiado.
— ¡Gracias, papá! — dije dándole un pulgar hacia arriba — Luce mágico — señalé mientras lo veía.
— ¿No es demasiado costoso? — cuestionó mi madre con voz dura.
— Un amigo que tiene una mina me lo obsequió en compensación, en cuanto a sí es mágico, no lo sé, pero John me contó que su abuelo le dijo que perteneció a dos amantes que estaban condenados a la tragedia — contestó mi padre haciendo que me sienta interesada por esa historia — En cuanto a si es costoso, no te preocupes, Lidia, no cuesta tanto, más es su esplendor.
Después de decir aquellas palabras procedió a darle sus respectivos regalos a los demás, a Emilia le dio algunas artesanías que compró, además de un collar en forma de media luna, a David le dio una corbata con colores extraños y a mamá le dio un collar de diamantes negros.
— Gracias papá — comentó Emilia con diversión debido al sapo de madera que había entre las artesanías.
— De nada, mi lunita — respondió sonriente haciendo que todo el malestar que había mostrado cuando llegó sea cosa del pasado.
— La usaré para la noche de brujas — señaló David mientras miraba la corbata en sus manos, no lo culpaba, parecía que mi papá la había sacado de algún estudio de arte debido a todos los colores dispersos que tenía.
Sin embargo, a pesar de que mi mamá recibió el mejor regalo de todos, no se mostró contenta, más bien sonrió sin siquiera decir nada.
— ¿No te gustó tu regalo? — cuestionó mi padre confundido.
— No es nada — señaló con una sonrisa un tanto fría — Me iré a preparar para esta noche — comentó antes de retirarse.
— ¡Lidia! ¡Espera! — exclamó mi padre mientras la perseguía.
Emilia me miró con una expresión un tanto triste mientras jugaba con sus artesanías.
— ¿Qué le habrá pasado? — cuestionó David mientras me miraba.
Claramente, él sabía lo que le pasaba, incluso Emilia.
— No lo sé — susurré mientras mantenía aquella caja de terciopelo en mis manos.
Aunque esa fue mi respuesta sabía muy bien lo que le pasaba al contemplar la caja en mi mano, mi madre estaba molesta debido a que recibí un regalo igual al de ella, estaba celosa del favoritismo que mostraba mi padre hacia mi persona, eso era lo que le pasaba y lo que le molestaba.
Me dirigí a mi habitación con miles de pensamientos en mente, en mi mano sostenía la revista con el rostro de Nicolás, pensar en él me hacía sentir feliz y el saber que hoy vendrá a cenar me mantiene flotando como si estuviera caminando sobre nubes. Pero, además de felicidad sentí un poco de incertidumbre debido a lo que había pasado entre los dos en la fiesta de cumpleaños de mi hermana, él me gustaba, me gustaba mucho, tal vez su apariencia fue lo que llamó mi atención en un principio, después de todo, nadie puede resistir las cosas bellas, pero, al escuchar un poco más sobre el tipo de persona en la que se había convertido hizo que me enamore un poco más de él.
¡Ah, Nicolás!
Toda la tarde me pasé buscando que ponerme porque deseaba verme esta noche, hermosa, deseaba sentirme poderosa, como si el fuego no pudiera quemarme o el hielo no pudiera congelarme, más que un vestido, estaba eligiendo mi armadura para enfrentar al hombre que me tenía enamorada.
El tiempo pasó volando y pronto llegó la noche mientras platicaba por celular con Dan sobre cosas azar, alguien tocó mi puerta. Miré el reloj en mi mesita de noche sintiéndome algo confundida.
— ¿Quién es? — cuestioné.
— Soy yo, Emilia — dijo mi hermana detrás de la puerta haciendo que me sienta curiosa.
— ¿Qué pasa? — cuestioné mientras la miraba quedando un poco sorprendida al ver su belleza etérea.
Emilia se había puesto un vestido celeste que combinaba de una manera encantadora con sus ojos azules para nada parecidos a los míos que se veían entre verdes o mieles dependiendo de mi humor, sin embargo, algunas personas dicen que eran de color hazel y se sienten envidiosos cuando los ven sin saber que el color de mis ojos era algo que odie alguna vez, porque en vez de sentirme única al contemplarme en un espejo me hacía sentir deprimida, pero eso ahora es cosa del pasado.
Al mirar los ojos de mi hermana tan parecidos al zafiro no pude evitar pensar en mí yo más joven, el que no se había rendido aún con el amor de su madre, la que pensaba que si sacaba buenas notas su madre la amaría, sin embargo, me di cuenta de que nada de lo que haga o dejé de hacer podrá satisfacerla porque siempre buscaba faltas en mí, siempre, nunca celebró mis éxitos como lo hacía con mi hermana más bien los hizo parecer como si fueran fracasos, en ese tiempo no pude evitar sentirme herida al pensar que yo era la culpable del desamor sin motivo de mi madre, pensé que como no tenía los ojos azules al igual que mi hermana Emilia por eso ella me odiaba, al menos eso creí, sin embargo, cuando empecé a utilizar lentes de contactos azules me di cuenta de que yo no era el problema, que no había nada malo en mí, que la que siempre estuvo en el error era ella, siempre fue ella.
Así que deje de intentar ser como mi hermana y decidí empezar a vivir mi vida a mi propia manera, prometiendo que a pesar de mis sentimientos heridos y mi deseo de amor no iba a dejar de ser yo misma, iba a vivir mi vida a mi propia manera.
— Solo quería darte este collar, hermanita — dijo Emilia mientras tomaba mi mano y me entregaba un collar en forma de estrellas — Lo compré hace algún tiempo, pero, no creo poder utilizarlo no es de mi estilo, no sé por qué lo compré, creo que lo hice pensando en ti — mencionó risueña.
— Gracias Emi, no debiste hacerlo, al final y al cabo yo soy la que debería darte un obsequio — comenté apenada.
— No es necesario, me basta con que sonrías — contestó antes de marcharse.
Al ver su delgada espalda no pude evitar suspirar mientras veía el collar en mi mano.
Hay momentos en los que nos sentimos llenos de energía, como si pudiéramos comernos el mundo con nuestras manos, en este momento me sentía así.
La cena estaba a punto de iniciar, ya estábamos todos reunidos, mientras veía a las empleadas servir la comida no pude evitar sentirme un poco decepcionada debido a que Nicolás aún no hacía acto de presencia, aun cuando los padres de Max e incluso su desagradable hermano Ángelo se encontraba aquí, conversando de manera amena con mi madre la cual mantenía una sonrisa encantadora en su rostro mientras hablaba de extrañas anécdotas.
— Estoy feliz de que nuestros hijos luego de tantos años de noviazgo hayan decidido dar este gran paso — mencionó la señora Regina con una voz alegre — Además, de que mi hijo se va a casar con una chica tan buena y bella como Emilia — señaló antes de que sus ojos se dirijan hacia mi persona — Georgina luce hermosa esta noche — comentó la señora Regina con una voz suave — Nunca me había dado cuenta de que tienes un color de ojos encantadores.
— Sí — secundó Ángelo con una sonrisa ladina en su rostro que no me daba buena espina.
Aunque Ángelo y yo teníamos la misma edad nunca habíamos hablado debido a que él y yo no teníamos nada en común, además los malos rumores que lo acompañaban y su actitud hacía que no quisiera acercarme a él, a pesar de lo buen mozo que era con aquellos ojos de color oliva.
— ¡Muchas gracias! — agradecí un tanto incomoda por la atención no deseada.
— No importa lo bonita que sea, si al final sigue siendo una in...
— ¡Lidia! — refutó mi padre interrumpiendo sus palabras — Controla tu boca o harás que la cena sea incómoda.
— Muy bien — contestó mamá mientras le hablaba a la señora Regina sobre cómo andaba en busca de chicas de buena apariencia y buenos orígenes para que mi buen hermano mayor y futuro líder de la familia tenga citas a ciegas.
Miré a David el cual escuchaba las palabras de mi madre como si de él no se tratara, aunque era de su futuro del que estaban hablando.
No pude evitar suspirar con algo de melancolía, porque sabía muy bien que detrás de la expresión fría de mi hermano existía un hombre con muchos sueños que quedaron en el olvido debido a su cobardía por dejarse controlar como una marioneta.
David dejó de ser él y se convirtió en solo alguien que vivía para satisfacer el molde que le impuso nuestra madre.
Cuando estaba a punto de empezar a platicar con papá sobre cosas al azar, el timbre sonó haciendo que los nervios que anteriormente había controlado, de nuevo empiecen a hacer mella en mi ser.
Nicolás estaba aquí, él era el único invitado que faltaba.
Cerré los ojos tratando de mantener una expresión neutra en mi rostro, pero, no pude hacerlo debido a que cuando apareció detrás de la empleada con una caja de regalo y un smoking que se le pegaba como una segunda piel a cuerpo toda la cordura que pude reunir voló completamente por la ventana.
Él se veía tan sexy con aquel traje negro que combinaba perfectamente con el gris de sus ojos, su espalda ancha parecía confiable además de aquella sonrisa que despertaba un tornado dentro de mi corazón.
No pude evitar mirar su aspecto con fascinación, sinceramente había visto muchos hombres, pero, ninguno se puede comparar a él. Nicolás es sin duda alguna una especie de epítome de belleza.
— Bienvenido — comentó mi madre con una sonrisa más falsa que las de los anuncios de colgate mientras lo evalua con su fría mirada.
— Buenas noches, disculpen la tardanza, es solo que mi secretaria se olvidó de envolver el obsequió — señaló mientras mi mamá tomaba la caja.
— No debiste molestarte — comentó mi hermana con una sonrisa.
— No te preocupes, muchacho, recién íbamos a empezar a cenar — mencionó mi madre con una sonrisa un poco más real.
Nicolás tomó la mano de mi madre con elegancia hasta pasarla en sus labios, haciendo que un suspiro se me escape.
— ¡Gracias, por su comprensión! — exclamó antes de dirigir sus ojos hacia mi persona.
De repente sentí que todo el ruido del mundo desaparecía y me perdí en el color tormentoso de sus bellos orbes que me miraban de una manera que parecía que estuviera viendo mi alma, aunque no sabía como tomar su mirada, no pude decidir si eran buenas o malas noticias para este enamoramiento que siento por él.
— ¡Hombre, ven, siéntate! — exclamó Max con alegría, mientras le señalaba el lugar al frente mío.
— Entendido — contestó con una expresión indescriptible en su rostro.
Al lado de Nicolás se encontraban los padres de Max que desde que había llegado no le habían quitado los ojos de encima.
La cena comenzó de inmediato, los hombres empezaron a hablar de negocios, sobre nuevas inversiones y noticias de importancia. Mientras que nosotras empezamos a hablar sobre fiestas, celebridades y cosas al azar que sucedían en nuestro círculo social.
— Sí, Lidia como te decía, me entere que el senador va a desheredar a su hijo debido a las relaciones amorales que mantiene aun a su edad, dicen que se negó a cooperar en las citas a ciegas que trataban de imponerle y su padre se enfureció echándolo de la casa — comentó haciendo que deje de comer debido a que el hijo del senador es claramente mi mejor amigo Dan, aquel que me dijo hace solo un par de horas que estaba en la playa con unos amigos.
— ¿Lo echó? — cuestionamos al mismo tiempo David y yo.
No pude evitar mirar a mi hermano con extrañeza debido a que era extraño verlo inmiscuirse en estos asuntos desordenados debido a que su personalidad siempre ha sido del tipo introvertida.
La señora Regina asintió mientras mi madre suspiraba como si se sintiera mal por lo que estaba pasando, cuando claramente no lo estaba porque ella odiaba a Dan y odiaba mi amistad con él.
— Debió ponerle mano dura desde el principio— argumentó mi madre con ridiculez en su tono — Sí no que lo dejó hacer lo que quisiera, he aquí las consecuencias.
Mientras bebía mi copa de vino no pude evitar sentirme triste por mi amigo, sabía la razón por la que no me dijo nada de lo que le estaba pasando, todo se debía a su forma terca de ser, porque Dan era el tipo de persona que aunque se esté muriendo no pide ayuda.
Pronto abandonamos el comedor bajo la docena de halagos de los señores Rinaldi a nuestro cocinero y nos dirigimos hacia el salón principal en donde Emilia empezó a tocar el piano de manera armoniosa mientras los demás charlamos.
Al ver a mi madre bebiendo copa tras copa de vino supe que muy pronto habría un espectáculo, porque nada bueno salía cuando ella bebe de forma empedernida.
No pude evitar mirar a Nicolás quizás por enésima vez, aunque deseaba hablar con él y no sólo esperar a que nuestros ojos coincidan, decidí mantener mi distancia y esperar a que él lo haga para no verme tan desesperada, me mordí el labio mientras recuerdos dispersos de aquella noche invadían mi mente, ah, su torso desnudo, era un recuerdo recurrente en mi mente.
— ¿Qué te pasa, Georgina? — cuestionó mi hermana en voz baja cuando terminó de tocar el piano para darle lugar a David, el cual empezó a entonar una sonata de Bethowen — Tienes la cara roja ¿Acaso estás borracha? — preguntó.
Negué con la cabeza antes de volver a mirar a Nicolás con cautela.
— Tienes unos hijos tan encantadores, Julian — comentó el señor Walter, el papá de Max.
Mi papá solo sonrió mientras bebía.
— Estoy orgullosa de todos mis hijos, cada uno de ellos es un ganador en la vida, bueno, excepto Georgina, ella aún piensa en divertirse y no toma sus estudios en serio — comentó mi madre en voz alta.
Aquí vamos de nuevo, parecía que el postre era humillar a Georgina.
— Lidia, por favor — pidió mi padre, pero, al ver los ojos rojos de mi madre supe que ella no se detendría.
Me sentí un poco avergonzada debido a que Nicolás esta escuchando lo inútil que era, según mi madre, porque yo no me consideraba una inútil por perseguir mi sueño, más bien, sentía que era valiente por arriesgarme a lo incierto.
— Solo estoy conversando, Julian — sentenció antes de sonreír — Ella está empecinada en ser escritora, no abogada, no doctora, no ingeniera, ni nada por el estilo, la niña quiere escribir libros, ja, libros homoeróticos.
— Bueno...
La señora Regina no pudo continuar sus palabras debido a la interrupción de Nicolás.
— El mundo es un lugar tan vasto, en donde todos buscamos nuestra razón de ser — comentó Nicolás haciendo que lo miré, bueno, no solo yo, todos lo observamos esperando que continuará con sus palabras — Es normal seguir nuestros instintos y no encasillarse en estereotipos, es de valientes luchar por nuestros sueños, aunque el proceso sea difícil.
La sonrisa que se estampó en mi rostro no pudo ser más grande al escuchar sus palabras.
¡Ay, Dios! ¿Cómo no podía enamorarme de él?
— ¡Cállate, pobretón! — proclamó en voz alta mi madre haciendo que todo se vuelva silencioso.
La risa de Ángelo no pudo ser más obvia mientras miraba con condescendencia a Nicolás.
— Mamá, deja de beber — comentó Emilia con un rostro apenado mientras le quitaba una copa.
— ¡No estoy borracha! — gritó — Solo estoy hablando, es algo malo que diga lo que pienso sobre esa escuincla.
Mi padre negó con la cabeza antes de levantarse de la mesa.
— ¡Ella es tu hija! — señaló Emilia en un suspiro — Deja de tratar a Georgina como si no lo fuera. Cualquiera puede pensar que la encontraste en el basurero.
Mi madre solo se río a carcajadas mientras me miraba.
Érase una vez, pensé que era adoptada o que era la hija ilegítima de mi padre, hasta me había inventado una historia sobre mis orígenes porque creí que esa era la única razón viable para el desprecio de mi madre, pero, no era la respuesta correcta, porque tiempo después me hice una prueba de ADN con un mechón de su cabello dando como resultado un 99.99% de compatibilidad.
Yo era su hija verdadera carne de su sangre y ella mi madre.
— ¡Lo siento! — se disculpó mi padre — Ella cuando bebe se pone un poco loca, no tomen sus palabras en serio — comentó mientras trataba de alzar a mi madre la cual no cooperaba — Muchas gracias por venir, pero, creo que es hora de terminar esta hermosa velada.
— Gracias a ti y no te preocupes ahora somos una familia — comentó la señora Regina mientras se levantaba y se acercaba a mi madre — Adiós, querida.
— Adiós — susurró mi madre desde las brazos de mi padre que debido a la ayuda de mi hermano David pudo alzarla y ahora se dirigían hacia las escaleras.
— Los acompaño a la puerta — comentó Emilia mientras tomaba la mano de Max — Vamos.
Me despedí del señor Walter y de Ángelo.
— Espero verte de nuevo, Gina — dijo Ángelo con una sonrisa.
— Me llamó Georgina — corregí con el ceño fruncido mientras esperaba que se vaya ya para poder despedirme de Nicolás — No, Gina.
— Es de cariño.
— Pues no me gusta tu cariño.
Tras decir aquello se marchó no sin antes mirarme de una manera un tanto espeluznante.
Cuando Nicolás se acercó a mi lado, el ceño fruncido que tenía en mi rostro se deshizo mientras esperaba sus próximas palabras.
— Georgina — mencionó mi nombre con aquella
voz sensual que poseía.
— Nicolás — dije en un suspiro mientras sentía que mi corazón empezaba a latir de manera desordenada.
— Necesitamos hablar sobre lo que pasó — comentó con voz seria.
— ¿Te arrepientes? — cuestioné en un hilo de voz mientras observaba su expresión.
La luz en el salón hacía que sus ojos se vean brillantes y sus labios rojos. Al ver esos labios gruesos eran como una invitación a morderlos.
— No — musitó mientras me veía directamente a los ojos — ¿Y tú? ¿Lo lamentas?
— No — respondí con algo de incertidumbre — Lo único que lamento es no recordar todo lo que hicimos aquella noche, me gustaría conocerte, saber más de ti, quiero conocerte.
Nicolás puso un dedo sobre mis labios antes de deslizar aquel profano dedo por mi cuello de una manera seductora que hizo que apriete mis piernas y contenga la respiración debido a la expectativa.
— Empecemos desde el principio — comentó mientras depositaba una tarjeta en medio de mi pecho — Estaré esperando tu llamada.
Tras decir aquello se alejó dejándome confundida y echa un charco de lava.
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