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LOS SENTIDOS DEL ALMA (Dinastía Belf II)

PRÓLOGO

Londres, Inglaterra.

3 Años atrás

Emma Belf, inhaló y exhalo por última vez antes de bajar las escaleras. Estaba hecha un remolino de nervios.

—Andrew —¿Estás lista, mi pequeña Emma?

Preguntó Andrew con su singular voz.

—Emma — Sí, eso creo.

Respondió ella dudosa. Andrew sonrió ampliamente y extendió su mano hasta su hermosa, Emma.

—Andrew —Entonces vamos.

Emma tomó la mano de su padre y él la sostuvo con firmeza, para darle seguridad a su pequeña Emma. Como siempre lo había hecho.

Bajaron con cuidado las largas escaleras. Y él la guio al pequeño salón de la villa Belf, donde celebraban sus eventos más íntimos eh importantes.

—Emma —Este no es el camino hacia el auto.

—Andrew —Lo sé.

—Emma —Papá ¿Qué tramas?

Emma entrecerró los ojos. Andrew soltó una carcajada, sus gestos eran tan similares a los de su esposa.

—Andrew —Nada, solo quiero que disfrutemos una última comida en familia, antes de tu viaje, mi pequeña Emma.

Andrew se adelantó y abrió las puertas del salón. Amigos de Emma y de la familia Belf saltaron gritando "Sorpresa".

Había globos por todos lados y gran cartel, con letras doradas, con la leyenda de "FELIZ VIAJE EMMA".

Todos corrían para darle un abrazo de despedida. Entre ellos Arthur, Susan, Jade y claro el más pequeño de los Belf, Zachary.

Al final de todas esas personas, una mujer con una esplendorosa sonrisa y unos bellos ojos grises como los de ella, la esperaba con los brazos abiertos.

—Olivia —Cariño, te extrañaré demasiado.

—Emma —También yo, mamá.

Emma se soltó un poco de Olivia y giro para ver a todos los presentes.

—Emma —Los extrañaré mucho a todos. Gracias por esta linda despedida.

—Jade— ¿Podemos ir contigo, Emma?

Preguntó Jade, con tristeza.

—Emma —No, Jade. Pero vendré seguido a visitarlos.

—Zachary — ¿Lo prometes?

—Emma —Sí, lo prometo, Zachary.

Entre todos sus hermanos Jade y Zachary eran los más unidos a Emma. Veían a su hermana mayor como un modelo a seguir.

—Amanda —Diecinueve años y ya llevas toda la belleza de esta familia en ese rostro angelical. Serás toda una rompecorazones en Seattle.

Dijo Amanda, acercándose a Emma.

—Alba —Huy, más los que dejara rotos aquí, en Londres.

Andrew se aclaró la garganta ante los comentarios de aquellas mujeres.

—Andrew —Que cosas dicen.

Respondió Andrew como todo un padre celoso. Todos soltaron una pequeña carcajada por la queja de Andrew.

La reunión era agradable entre risas y música. Los Belf eran una familia alegre, muy unida y amorosa, así los habían criado Andrew y Olivia. Emma los veía con nostalgia, pues ahora vivirá lejos de ellos. Había decidido terminar su carrera en Seattle y dedicarse a administrar los hoteles Hertford, mientras recibía su tituló.

—Olivia —¿Todo bien, cariño?

—Emma —Sí.

Dijo ella sin quitar la vista de su escandalosa familia, que bailaba y reía.

—Emma —Solo estoy un poco nerviosa.

Olivia le sonrío con dulzura.

—Olivia—Es normal. Es la primera vez que estarás lejos de nosotros.

Olivia se quitó la cadena de oro, con una pequeña llave que yacía en su cuello y se lo coloco a Emma.

Ella tocó la llave y sonrío. Desde pequeña le gustaba tomar la pequeña llave, del collar de Olivia, para hacer sonar la cajita de música.

—Olivia —Te quiero, Emma.

Dijo Olivia y después le dio un beso en la mejilla con cariño. Emma asintió, a pesar de ser una niña muy mimada por sus padres, era muy responsable y se esforzaba por ser la mejor en todo.

Andrew y Olivia no solo habían formado una familia hermosa, llena de amor. Habían puesto todo su empeño y esfuerzo por hacer crecer su fortuna y apellido. Los Belf Hertford eran personas muy influyentes en los negocios y la política. Ahora era turno de Emma hacer destacar su apellido en los negocios.

—Andrew — ¿Me permites esta pieza, cariño?

Emma tomó la mano de su padre y él la llevó al centro del salón.

—Andrew —Estoy orgullosa de ti, Emma.

—Emma — Gracias, papá.

Dijo ella con un suspiro.

—Andrew —Sé que no será fácil, cariño. Pero también sé que tú podrás con eso y más. Tienes el carácter y la astucia de tu madre.

Y la inteligencia de su padre, hasta ahora llevaba el mejor promedio de su generación. Y después de graduarse, llevará la rienda de los hoteles de la familia Hertford.

—Andrew — Ya anhelo que llegue ese día. Tu madre podrá retirarse y escaparse conmigo a una tercera luna de miel.

Emma soltó una pequeña risa.

—Emma —No creo que necesites que mamá se retire, para que tú la vuelvas secuestrar.

—Andrew — Touché!!

Ambos rieron. Andrew le dio un último giro a Emma. Cuando de pronto se escuchó en el fondo del salón, aquella canción con la que él solía arrullarla de pequeña, aquella que nunca podía faltar en su aniversario de bodas.

—Andrew —Sí me permites, cariño. Hay una bella dama con la que me gustaría bailar esta pieza.

Dijo Andrew dirigiendo su mirada, con mucho amor hacia su bella esposa. Emma sonrío.

Olivia conversaba muy contenta con Amanda y Alba, cuando sintió unas grandes manos envolverla de la cintura.

—Andrew —¿Me permite esta pieza?

Susurro en su oído. Olivia sonrío con el corazón desbocado. Sí, aún después de tantos años, aún tenía el don de hacer vibrar a Olivia. Camino con él, tomada de su mano, hasta el centro del salón. Ella subió sus manos hasta su cuello y él envolvió sus manos en su cintura, aferrándose a ella.

Amanda y Alba sonrieron con nostalgia, extrañando a sus viejos amores. Ahora solo les quedaba su compañía, una bonita amistad que se había vuelto más unida desde la muerte de Thomas.

Emma suspiró al ver a sus padres bailar muy enamorados después de diecinueve años. Si algún día pudiera enamorarse, quería que fuera de un hombre cariñoso y atento, como lo era su padre. Y deseaba un amor apasionado como el de ellos.

Después de una triste despedida Emma subió al Jet junto a Amanda y Alba, quien la acompañaría por unas semanas a Seattle y después regresarían a Londres.

Al llegar al hotel Hertford, Amanda y Alba caminaron hacia su suite. Emma caminó hasta la recepción. Su objetivo era buscar a Noah Smith, el gerente de esa sucursal.

Olivia le había dicho que tratara con él, para empezar a conocer más acerca de la administración de la sucursal de Seattle.

Estaba algunos pasos de la recepción cuándo choco, contra un pecho duro. Un sin fin de hojas volaron esparciéndose por toda la recepción.

El hombre enfurecido se agachó a recoger las hojas pautadas, que eran de su padre.

—Sebastián —¿Eres ciega o que?

Le reclamo él, mientras se daba prisa a recogerlas.

—Emma — ¿Disculpa?

Contestó ella con indignación.

—Sebastián — ¿También eres sorda?

Dijo él con irritación, sin importarle si la ofendía.

Emma hecho chispas de enojo.

—Emma —Idiota.

Dijo en un tono de voz baja.

La molestia de Sebastián aumento cuando la escucho, pero continuo recogiendo el resto de las hojas que estaban esparcidas.

—Emma — Toma.

Sus ojos verdes la miraron con intensidad. El semblante de Emma era de total enfado.

Tomó las hojas de las manos de Emma y sin darle las gracias se dio media vuelta, dejándola más indignada.

—Christine —¿Señorita Belf?

Emma volteó hacia la chica que estaba parada frente a ella. Y cambió su expresión por una amable.

—Christine — Mi nombre es Christine, soy la asistente del señor Smith. Él me pidió que la buscará y lo llevara con él a su oficina.

—Emma —Gracias.

Emma caminó detrás de la mujer de mediana edad. Cuando abrió la puerta imagino que sentado detrás del escritorio estaría un señor viejo y canoso, de unos cincuenta años.

En definitiva no era un señor de cincuenta años, sino un atractivo hombre de quizás, unos veintitantos años.

Noah al verla, enseguida se levantó con una gran sonrisa.

—Noah —¿Señorita Belf?

Emma le sonrío de igual manera.

—Noah— Por favor, tome asiento. Christine, puedes retirarte.

Christine cerró la puerta detrás de ella. Emma se acomodó en unos de los sillones de la oficina.

Noah tomó asiento en el sillón frente a ella. La miraba con mucho con interés, pues le parecía una joven, muy bella.

Capítulo I Historia de Amor en primavera

Noah le sonrío con amabilidad.

—Noah —La señora Belf, me pidió que la instruyera sobre los asuntos del hotel. Estoy en su absoluta disposición, señorita Belf.

—Emma —Gracias. Por favor tutéame, no me gustan mucho las formalidades.

Dijo Emma con un tono seco. Era la principal razón por la que estaba en Seattle, para tener un respiro de su apellido.

—Noah —Claro. ¿Quieres acompañarme a recorrer el hotel?

—Emma —Por supuesto.

Emma le sonrío. Ambos caminaron por los pasillos del hotel Hertford. Noah se encargó de explicarle como funcionaba todo, desde la administración de las oficinas, hasta la atención al cliente.

—Noah — Y bueno, antes de continuar ¿tienes alguna duda?

—Emma — Hasta ahora ninguna, Señor Smith.

—Noah —Por favor también tutéame ¿Te gustaría acompañarme a comer?

—Emma —Sí.

Ambos caminaron hasta el restaurante. Los empleados los atendían con mucha amabilidad y rapidez, gracias a Noah. Pues solo Smith y Christine sabían quien era Emma.

—Noah — La oficina de la señora Belf, esta lista. Puedes ocuparla desde ya.

—Emma — Le echaré un vistazo por ahora, ya mañana me pondré al tanto contigo.

—Noah —Claro.

Noah le sonrío, le era muy agradable su presencia. No era intimidante, como su madre.

—Christine —Señor Smith, tiene una llamada.

—Noah —Disculpa, Emma.

Emma solamente asintió y se quedó observando el lugar. Era muy elegante y los camareros eran muy atentos, tenía mucho flujo de clientes y la comida muy exquisita. Y la música... Bueno la música Clásica no era para nada su estilo, pero la melodía era muy hermosa.

Emma se quedó pérdida en ella, el hombre que estaba de espalda, frente al piano, tocaba con destreza. Era contagiosa, en cada tono sentía como si le contará una historia de amor en primavera.

—Emma —Christine ¿Quién es el hombre del piano?

—Christine —Oh, es un nuevo empleado. Sebastián Turner, su turno comienza después de las tres. Es muy bueno.

—Emma — Lo es.

Afirmó ella. Se levantó de su asiento quería llegar hasta aquel hombre.

—Noah — Emma, podemos continuar con el recorrido.

Preguntó Noah detrás de ella. Emma dio media vuelta para verlo.

—Emma —... Está bien.

Emma caminó detrás de Noah para continuar con el recorrido, pero en el transcurso del día la melodía no dejó de sonar en su cabeza. Se había quedado grabada como cuando escuchas una canción en la radio y te es tan agradable, que se queda rondando en tu mente todo el día.

Sebastián Turner termino su turno a las doce, tomo su maletín y guardo sus partituras. Y camino hasta la salida, por la puerta de servicio.

Una mujer muy guapa, vestida con ropa de marca y joyas ostentosas esperaba por él, recargada en un Porsche de color rojo.

Rachel Milton sonrío coqueta al verlo.

—Sebastián — ¿Llevas mucho esperando?

—Rachel Milton— Tal vez unos quince minutos.

Sebastián llegó hasta ella. Rechel se enrolló en su cuello y beso la comisura de su boca.

Sebastián la apartó de él, con molestia.

—Rachel— ¿Tomamos una copa en mi departamento?

—Sebastián —No, estoy muy cansado y no tengo humor.

—Rachel— Tienes más de dos semanas sin humor. ¿A caso ya tienes quien me remplacé?

Sebastián puso mala cara, él no quería caer en su juego de nuevo y volver a su cama.

Hace dos semanas ella le había hecho la misma invitación y para su mala suerte terminó enrollado con ella entre las sábanas y una cruda fatal al siguiente día.

—Sebastián —Imposible. Nadie podrá remplazarte.

Contestó Sebastián en un tono seco. Rachel sonrío.

—Sebastián —Por qué tú y yo, no volveremos a ser una pareja.

La sonrisa de Rachel se apagó.

—Rachel — Sí no regresamos es por ti. Sabes que mis padres y tus abuelos estarían contentos si tú y yo...

—Sebastián —No me interesa volver a formalizar nada contigo, Rachel. Yo no soy la persona perfecta para ti.

—Rachel —Sebastián, si es por lo que paso ya te explique que no paso nada más que un beso y…

—Sebastián —Eso ya lo dejé en el pasado, Rachel. Esto no funcionará porque tenemos visiones muy distintas de nuestro futuro.

Rachel puso la palma de su mano en el pecho de Sebastián, para acercarse de nuevo a él.

—Rachel — Al menos vuelve a considerarlo. Acepta el puesto que papá te da en la empresa...

—Sebastián —Ya hemos hablado muchas veces de esto, por favor ya no insistas, Rachel.

Sebastián quito su mano y le abrió la puerta a Rachel para que se marchara.

—Rachel —Está bien.

Ella se resignó, por esta noche ya no insistiría más en el tema, si quería mantener a Sebastián cerca de ella.

Rachel y Sebastián habían sido novios por tres años.

La familia de Rachel eran dueños de una empresa muy reconocida de bienés raíces. Su futuro ya estaba planeado por Rachel y sus abuelos maternos. Él terminaría su carrera en administración, se casaría con Rachel y trabajaría para la empresa Milton, y con los años terminaría manejando el patrimonio de su esposa.

Pero hace cinco meses, después de descubrir el engaño de Rachel, sintió que esa vida no era la que realmente quería. Terminó la relación con Rachel, dejó su carrera de administración y muy en contra de sus abuelos, decidió seguir los pasos de su padre. Un pianista y compositor, que fue muy conocido, pero lamentablemente estaba retirado por su enfermedad de Alzheimer.

Por las mañanas Sebastián asistía a una escuela de música en Seattle, gracias a una beca que consiguió por su talento y por las tardes trabajaba como pianista en el restaurante del hotel Hertford.

En los siguientes días, Emma exprimía su tiempo entre la universidad y la administración del hotel Hertford, en Seattle.

Con un gran interés en Emma, Noah se dedicó a ayudarla en todo. Pasaban la mayor parte del tiempo juntos en la oficina.

—Noah — Esta noche hay un evento de caridad y el hotel lleva años participando en las donaciones. Como gerente administrativo de la sucursal de Seattle, mi responsabilidad representar a la familia Belf. ¿Te gustaría acompañarme?

Pregunto un Noah, muy nervioso.

—Emma —Mm, sí.

Noah sonrío feliz.

Emma miró la hora en su celular, tenía diez minutos de retraso y había acordado con Amanda ser puntual esta vez.

—Noah —Perfecto ¿pasó por ti a las 9?

—Emma —Claro, nos vemos más tarde, Noah.

Emma se despidió de él con un beso en la mejilla y salió de prisa.

El corazón de Noah, salto de la emoción.

Capítulo II El consejo de la abuela Amanda y la tía Alba.

En el restaurante, Amanda y Alba ya tenían rato esperando en la mesa. Ellas reían y platicaba armoniosamente, mientras degustaban una segunda botella de Merlot.

—Amanda —Emma Belf, llegas tarde. Siéntate.

Dijo Amanda, arrastrando un poco las palabras.

—Emma — Lo siento abuela, había mucho papeleo que hacer en la oficina.

—Alba —Entre otras cosas.

Dijo Alba con burla. Emma elevó los ojos al cielo.

—Emma —Noah solo es amable y me ayuda. Por cierto esta noche asistiré a un evento de caridad, iré con Noah y...

—Amanda — ¿Una cita?

La interrumpió Amanda, entusiasmada.

—Emma —No es una cita, solamente lo acompañaré al evento de caridad, donde nuestro hotel hará una donación...

—Alba —Aburrido!! Niña, yo a tu edad me escapaba de casa para encontrarme con Thomas a escondidas.

Alba soltó un suspiró nostálgico, recordando a Thomas.

—Alba— Él siempre me llevaba a bailar, amaba la música disco. Movía tan espectacular mis caderas que atraía las miradas de muchos hombres.

—Amanda —A tu edad yo ya me había comido a tu Abuelo.

—Emma —Abuela!!

—Amanda — Tu abuelo Samuel, era un hombre muy guapo y estaba...

—Emma —Entendí el punto.

Amanda y Alba soltaron una risotada por la cara roja de Emma.

—Amanda — Lo más rico de la vida son los hombres. De ellos aprendes lo que es la locura, la felicidad y la pasión.

Alba asintió, con una amplia sonrisa.

—Alba — Espabílate Emma, comete a ese bombón por nosotras. Unos besitos con él, no te harán daño. Tal vez y el señor Smith sea la chispa que te haga arder.

Emma sentía vergüenza por las incoherencias que salía de la boca de esas mujeres, que reían a carcajadas por el alcohol.

—Amanda —Emma, las mujeres en esta familia somos muy apasionadas en la cama.

Dijo Amanda con una sonrisa pícara.

—Alba —De eso no cabe duda, mira a tu madre. Sí la pobre de Olivia no se hubiera operado, ya hubieras tenido cuatro hermanos más.

—Amanda — Y como no, con los encerrones que se daban esos dos, hasta parecían conejos.

—Alba — Y hasta la fecha, recuerdas esa vez que...

—Emma —Creó que es suficiente de Merlot por este día.

Emma llamó al camarero para que les retirara la botella de vino y pidió que les llevaran la comida a la suite, junto a un café muy cargado.

Ambas la miraron con muecas de disgusto.

—Alba —Bha... Se acabó la hora feliz, Amanda.

—Amanda —¿Quién invito a Olivia?

—Emma —Soy Emma, abuela.

—Amanda —Es lo mismo.

Emma elevó los ojos al cielo y las ayudó a levantarse de sus sillas para llevarlas a la suite.

Ambas mujeres caminaron tambaleándose un poco.

Por la noche Emma regreso a su habitación para vestirse, para el evento.

Noah tocó la puerta a las nueve. Y se quedó con la boca abierta, cuando Emma abrió la puerta.

—Noah — Estás preciosa, Emma.

—Emma —Gracias. Tú también estás muy guapo, Noah.

Dijo Emma con cierto coqueteo. Y él se puso nervioso por el alago.

Esta noche después de pensarlo mucho, Emma estaba decidida a tomar los concejos de su abuela Amanda y de su tía Alba. Pues desde el día que conoció a Noah, le parecía muy atractivo y agradable.

—Noah —Eh... Nos vamos.

—Emma —Claro.

El evento era muy prestigioso, participaban empresarios muy conocidos de la industria de la moda y los medios de comunicación.

Emma Belf, entró al evento del brazo de Noah. Muchos hombres se vieron interesados por la acompañante peli negra, de Noah Smith.

Es muy joven y hermosa, la misteriosa mujer. Pronunciaban algunas bocas.

—Sr. Downey — Buenas noches, señor Smith.

Saludo un hombre muy guapo, dueño de una cadena televisiva.

—Noah —Buenas noches, Señor Downey.

—Downey —¿Me presentará a su bella acompañante, señor Smith?

—Noah —Ella es, Emma Belf.

El hombre abrió los ojos con asombro al escuchar su apellido y sonrío ampliamente.

—Downey — ¿Belf Hertford?

—Emma — Así es.

Afirmó Emma. El hombre le sonrío coqueto. Noah se molestó y Emma solo le regalo una sonrisa media.

—Downey —¿Y qué la trae al otro lado del océano, señorita Belf?

Preguntó él con voz seductora, esperando que callera en sus encantos.

—Emma — Los hoteles de mi familia.

Downey pensó que esta era su oportunidad para hacer negocios con la familia Belf.

—Downey — Claro. Me gustaría que me acompañara, tengo una propuesta de negocios que me gustaría tratar con usted.

Downey le extendió la mano a Emma, pero ella no soltó el brazo de Noah, en ningún momento.

—Emma — Por el momento solo quiero disfrutar del evento. Si quiere hablar de negocios puede hacer una cita con el asistente de mi madre.

El hombre no esperó que la mujer lo rechazara, se consideraba un dios que todo mujer querría.

Pero Emma despreciaba a los hombres como él, que solo se acercarán para obtener algún beneficio de sus padres.

— Noah —¿Vamos por una copa, Emma?

—Emma —Sí. Compermiso.

Emma y Noah caminaron hasta el mesero que servía las copas. El señor Downey se quedó con una mueca de disgusto.

—Noah —Pensé que querrías hacer negocios con el señor Downey, ya que muy pronto te harás cargo de los hoteles.

—Emma —No es una persona con la que me gustaría involucrar los negocios de mi familia.

Noah solo asintió, su corazón rebozaba de alegría porque Emma continuaba a su lado, tomada de su brazo.

Sebastián ajustó su moño por última vez y sacudió su saco.

—Sebastián —Bien...

Susurro para el mismo, mientras veía su reflejo en el espejo.

—Gus— Hice que acomodaron todas las hojas en el atril. Sal y no me hagas quedar mal, tuve que pedir un gran favor para que pudieras tocar en el evento.

—Sebastián —Cuando gane mucho dinero, te lo compensaré.

Palmeo el hombro de Gus, su fiel amigo. Caminó muy feliz hasta el piano que estaba en el salón del evento y se sentó. Entre todas las melodías eligió para esa noche, Nocturne de Chopin.

Comenzó a tocar la melodía, la clave de su talento era la pasión que ponía en cada nota.

Emma bebía una copa de agua, cuando escucho el piano sonar. Volteo el rostro hacia el hombre del piano con curiosidad.

—Downey — ¿Le gusta la música instrumental, Señorita Belf?

Preguntó Downey, acercándose a ella. A Noah no le agrado su insistencia. Pero Emma, ni siquiera se esforzó en mirarlo.

—Emma —No.

—Downey —Pues la veo muy interesada.

Dijo Downey volteando hacia el hombre que estaba de espaldas.

—Downey — Tal vez le gustaría acompañarme a un concierto de música clásica, este viernes.

—Noah —Señor Dow...

Noah quiso opinar, pero fue interrumpido por una morena muy guapa, que se acercó a ellos.

—Peyton —Noah, cariño...

Emma se decepcionó un poco, cuando la mujer se colgó de su cuello y lo besó en la comisura de sus labios.

—Noah —Peyton ¿Qué haces aquí?

—Peyton —Necesitamos hablar, Noah.

Desde que ella había terminado su relación con él hace meses, ya no era de su interés tener una conversación.

—Noah —¿No creo que...

Antes de Noah la rechazará, Peyton lo tomo de la mano para apartarlo de ellos, dejando a Emma sola con Downey.

—Downey —¿Entonces, acepta mi invitación?

Dijo Downey con una sonrisa triunfante.

—Emma —Gracias por la invitación señor Downey, pero este tipo de música no es de mi interés.

Dijo ella en un tono seco, esperando que el no volviera a insistir.

Cuando Sebastián acabó la melodía, los aplausos se escucharon fuerte entre los invitados. Sebastián se levantó para hacer una reverencia y agradecer los aplausos.

Emma abrió los ojos de asombro al ver el rostro del pianista. Pues era el mismo Idiota, con el que había chocado en el hotel, hace días.

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