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¿Alguien Que Sienta Lo Mismo?

LAGUNAS ESMERALDA

...***¿ALGUIEN QUE SIENTA LO MISMO? una novela de Chico Literario ***...

...Instagram: @chico.literarioo...

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...¡Gracias por el apoyo! Disfruta de la lectura ❤️‍🔥...

...***...

...***PRIMERA PARTE  "¿COMO DEBE SER LA VIDA?"***...

...Presente, Ocho meses después de la tragedia ......

Me puse ropa interior ajustada. Bóxer de color gris con puntos blancos que hacían destacar bien la curva de mis pompas. ¡Ardiente se me veía! Aun había gotas que escurrían por mi rostro y la ducha fue realmente relajante. ¡Agua bien caliente para que se me queme la lujuria! Frente al espejo el vapor se impregnaba de forma sutil, mi reflejo estaba borroso y yo no quería verme a detalle. ¡Hoy no me sentía con ganas! Pero aun así tuve que obligarme para estar a tiempo.

**Maduro de buen ver: **Te veo en el lugar de siempre. Esta vez quiero que vayas vestido de forma elegante. Bueno, tú siempre estas delicioso con todo lo que te pongas. Iremos a una fiesta de unos amigos de la compañía, espero poder obtener un poco de ti en la noche.

**Àngel18: **Gracias por el dato. Serian $2,500 por todo el servicio. Mi bóxer espera a que tú me lo arranques.

**Maduro de buen ver: **No importa el precio, tú lo vales. ¡Ya quiero comerte!

¿Comerme? ¿En qué momento permití que personas como Maduro de buen ver me hicieran perder el pudor? ¡Me convertía en la cena de hombres calientes! Y la neta es que yo andaba de fácil aceptando ser esa deliciosa cena.

Eran las ocho de la noche cuando llegue al lugar de encuentro. Me recargue contra un poste de luz y en mis auriculares sonaba Moon Phases de Daniel Felipe. El tono de la música me hizo olvidar la excusa que le había dado a mi madre para que me dejara salir del comedor y así, poder escaparme por la ventana de mi habitación para llegar a este sitio. Le dije que me iría a dormir temprano cuando la realidad era, que yo estaría esta noche en servicio de escort. ¿Cómo así? ¡Pues sí!

Vestido con pantalón y traje negros, camisa blanca y mi típica corbata con rayas grises y rojas. ¡Ese era mi uniforme para ir a fiestas de gala! Solo me bastaba con quitarme los anteojos para parecer un poco más candente y, por alguna extraña razón, sentía que sin mis anteojos nadie podría reconocerme.

¡Ahora estaba en mi faceta de chico de la noche! Me puse un poco de perfume y comencé a girar sosteniéndome del poste de luz. La canción estaba terminado cuando las luces de su auto me iluminaron por completo, mi celular vibro, era una notificación de depósito bancario. $4,000.00. Apague la música, me solté del poste y camine hasta la puerta del copiloto y entre.

—¡Buenas noches! ¿Te da gusto verme? —Le pregunté.

Decidí ser siempre directo en mi trato con mis clientes. ¡La profesionalidad ante todo! Y sí, no me importaba en lo más mínimo la edad o la apariencia física del cliente, todo esto lo hacía por la plata. ¡Necesito esa plata!

Maduro de buen ver tenía treinta y ocho años. ¿Y yo? Pues veras, yo tengo dieciocho. Él era alto, rostro con barba abundante y una mirada bastante posesiva. ¡Al verme se le antojo quitarse las ganas conmigo!

—¡Me da gusto tenerte a mi lado!

Me miro directamente a los ojos, la oscuridad hizo que su mano se posicionara en mi entrepierna. ¿Cómo reaccione yo? Acerque mi boca a su oído y suavemente hice que mis dientes mordieran la carne de su lóbulo.

—Sé que te da gusto verme esta noche. Tu pago tan generoso me lo confirma.

Sus ojos eran tan posesivos, llenos de deseo y perversión. ¿Qué hombre maduro contrata a un chico para que sea su acompañante en una fiesta con amigos del trabajo? Solo un hombre que fingía ante la sociedad ser cien por ciento heterosexual mientras se tiraba a jovencitos de mi edad todas las noches. ¡Pura apariencia que se rompía con la confianza de sus amigos más cercanos!

—¿Puedo hacerte mío esta noche?

Era obvio que cuando un cliente pagaba más de la cuota acordada, era porque, había una necesidad que satisfacer. ¡Una necesidad de apagar el fuego! No solo se trataba de una simple fiesta con los amigos de su trabajo, también era un poco de placer lo que yo tendría que brindar a mi cliente y en parte era mi culpa por andar ofreciendo mi boxer ajustado. ¡Pero la necesidad de obtener dinero era más fuerte que cualquier otra cosa! Su mano comenzó a resbalar por la tela de mi pantalón.

Resulto que durante todo el camino su mano derecha se posaba sobre mi rodilla y subía y bajaba en mi entrepierna. ¿Cómo me hacía sentir aquello? Creo que en esos momentos lo que menos importaba era como me sentía. Al final, yo estaba dispuesto a hacer esto, no porque me gustara que un hombre me estuviera manoseando, justo ahora, lo hacía por mi bendita necesidad. ¿Qué necesidad? Todo esto era por el bienestar de mi familia. ¡Poder pagar nuestros gastos y sobrevivir! ¿Y dónde deje mi inocencia?

Llegamos a un lugar muy lujoso, parecía uno de esos clubes nocturnos a los que la gente rica solía asistir. Bajamos del auto color rojo, el valet parking se encargó de estacionar el vehículo y nosotros entramos. Su brazo derecho subió hasta mi cuello y su calor me cobijo de forma extraña. La música estaba sonando y en la pista de baile había varias parejas bailando al ritmo de Bad Bunny.

—Uno de mis amigos acaba de iniciar su noviazgo con una chica rica, así que prácticamente estaremos festejando todo eso. En nuestro caso te presentare como mi aprendiz del trabajo.

Era obvio que un hombre como él quisiera mantener su postura heterosexual ante sus amigos, aunque por un momento, pensé que sus amigos ya sabían sobre sus gustos peculiares. ¡Niños de azúcar desnuda! ¿Un hetero que disfruta de la compañía de chicos menores, realmente es hetero?

—¡Claro! Sin problema.

Asintió.

—Ya conoces la señal para irnos a coger.

—Tu mano discreta apretando mi culo.

Me pagaban dinero por ser su compañía durante la noche, gracias a esa aplicación pude salir del agujero en el que nos habíamos sumido. Aunque más bien yo mismo estaba cavando un agujero todavía aún más profundo y parecía no darme cuenta de ello. ¡El sexo me estaba dando la oportunidad de volver a ese lugar donde deje mi sueño!

—¡Ya tengo ganas de…!

Era un grupo de diez personas que estaban rodeando una mesa amplia en uno de los costados del lugar, las luces neón y las copas de alcohol daban mucha euforia al momento. ¿Yo bebía? No realmente, solo muy poco. O bueno, si bebía pero solo lo necesario. ¡La regla era no terminar borracho! Aunque esta noche descubrí que había una pastilla que adulteraba mi bebida. ¡Que canijo! Seguramente Maduro de buen ver quería hacer cosas bastante crueles conmigo. Tuve que tirar la bebida a propósito por debajo de la mesa cuando nadie se daba cuenta y como todos parecían estar muy emocionados con la recién nueva pareja, pues todo mi movimiento era demasiado fácil.

—¿Y cómo es que te llamas? —Me pregunto un chico que estaba sentado a mi lado derecho.

—Me llamo Ángel. ¿Y tú?

¡Mentí con lo de mi nombre! Sus labios se humedecieron con un poco de vodka color azul.

—Es un lindo nombre. Yo me llamo David.

¿Un lindo nombre? ¿Eso que significaba?

—¡Un gusto en conocerte David!

—¿Te gusta bailar?

Su pregunta hizo que Maduro de buen ver pusiera su mano por debajo de la mesa sobre la profundidad de mi entrepierna, el corazón comenzó a latirme muy rápidamente. ¡Estaba celoso! ¿Me haría la señal?

—Sí, me gusta.

—¿Quieres ir conmigo a la pista?

¿Dos hombres bailando? ¡Este oficio siempre me sorprendía con algo nuevo! Todos parecían apoyarnos, porque resulta que ahora más que nunca el mundo se ha vuelto un poco más liberal a pleno apogeo. ¡Que los tiempos habían cambiado y que solo se debía disfrutar! ¿Así era? Entonces, ¿por qué se ocultaba Maduro de buen ver?

—¡Esta bien!

Puse mi mano sobre la mano de Maduro de buen ver y la apreté más a mí durante unos breves segundos. Me puse de pie y le susurré al oído.

—Espero que esto te pueda prender. ¿Me quieres esta noche?

—¡Te deseo más que nunca!

Era hora de iniciar con el servicio premium de mi faceta de escort.

Yonaguni empezó a sonar, caminamos a la pista y todo sucedió. Chico vestido con traje y saco, perreando en una pista que se iluminaba en colores neón cada vez que mi cadera se meneaba al ritmo de la música. David tenía la camisa húmeda debido a que estaba demasiado borracho y el alcohol le escurría por la tela de la ropa. Piernas firmes, suavidad en la pelvis, dentro y pa´ fuera, me quite el saco y me deje llevar. Perreito delicioso, me gustaba como esta música me hacía sentí, porque, aun con una mínima pizca de alcohol en mi cuerpo, la euforia coronaba en mi alma. ¡Chido!

—¿Te puedo perrear? —Me pregunto David.

Maduro de buen ver estaba muy atento a mis movimientos y la lujuria en sus ojos dominaba en su interior. No tuve duda alguna y me acerque al cuerpo de David, ahora si estábamos bailado de forma sensual y todo a nuestro alrededor se trataba de eso, muchas miradas se clavaron en nosotros. Vi que algunos grababan videos por el espectáculo, literalmente la pista nos pertenecía y allí se me olvidaron mis principios. Sus manos sobre mi cadera, mi pantalón me quedaba ajustado y "el don" (si es que así se le puede llamar) de mover el culo me hizo desahogarme perreando.

—¿Tendrías sexo conmigo? Se ve que te mueves más que súper bien en la cama.

Sonreí. Sus labios cercanos a mi oído me hicieron estremecer. ¿Qué estaba pasando conmigo?

—¿De verdad?

—¡Neta! Se me antojo. ¿Ves?

Con sus ojos hizo un gesto para que yo pudiera mirar su erección marcada en su pantalón.

—Lo tendría contigo, pero hoy no.

—¿Por qué no?

—Porque esta noche ya tengo planes con alguien más.

Enarco sus cejas, sentí su dureza contra mí. Sus manos se posaron sobre mis caderas, su pelvis se impactaba con la tela de mi pantalón y mi trasero le pertenecía con esta música que prendía lo más íntimo de nosotros. ¿Yo me prendía? Todo se trataba de fingir, de complacer y de joder.

—Tengo un poco de cuatro veinte —susurro a mi oído.

—Úsalo con alguien más.

—¡Lo quiero usar contigo! Anda. No seas así conmigo, nos llevaremos muy bien y lo disfrutaras.

¿Disfrutar del sexo cuando estas más que perdido entre droga y droga? Nunca me había drogado con algo como el cuatro veinte. ¿O sí?

—Me temo que no David. ¡Necesito ir al sanitario!

Me aleje de él.

—Voy contigo.

—No, tú solo, vuelve a la mesa.

—Pero es que...

—Te veo en unos segundos.

¿En qué momento el baile se había convertido en una forma tan incómoda de acosar a alguien? ¡Todo era culpa mía! Nadie me obligo a convertirme en escort y estos eran los resultados. ¡Era la puta de medio mundo! Orine un poco, aunque era cierto que yo no solía beberme el alcohol que me ofrecían, esta noche fue diferente. Bebí un poco de la copa de Maduro de buen ver y creo que los resultados fueron más de los esperados. Probablemente él también tenía adulterada su bebida. Me dolía un poco la cabeza y sentía todo tambalearse a mí alrededor.

Algo malo iba a pasar. ¡Era momento de huir de esta situación!

Me enjuague la cara. Se supone que este uniforme de escort era para aparentar que veníamos terminado de una jornada laboral intensa y al final termine mostrando que los chicos también pueden perrear entre ellos.

Un chico entro al sanitario, vi su silueta a través del espejo, entró a uno de los cubículos y yo use un poco de toallas de papel para secar mi rostro. La música seguía rezumbando en mis oídos.

—¡Aquí estas! —La voz de David se hizo presente como un escándalo indeseable.

—Me podrías dejar en paz por algunos segundos. Te dije que necesitaba venir al sanitario.

—¿Y el sexo?

—¡Yo no pienso tener sexo contigo!

—¡Anda!

—No David, yo no quiero…

—Entonces chúpamela.

Su rostro se prendió de curiosidad a lujuria, no fui capaz de responder. Me quedé en silencio.

—¿Crees que no sé qué tu eres un escort?

Su pregunta me hizo sorprender.

—¿Y que si lo soy? Eso no significa que yo me voy a acostar con cualquier idiota caliente.

Dejo escapar un suspiro, su aliento me retumbo en el rostro y todo se trataba de alcohol. Comenzó a acorralarme contra los lavabos.

—Mi amigo te ha pagado una cantidad de dinero esta noche porque el plan es hacer un trio. ¡Así que serás mío quieras o no!

¿Un trio? Una cosa era haber aceptado ser la compañía de un maduro solterón y otra cosa es que estos dos tipos hubieran confabulado un plan para obtener placer de forma fácil. ¡Esto no estaba en mi plan de la noche! A lo largo de todo este tiempo, los tríos no me han llamado la atención. Mi corazón comenzó a acelerarse, el miedo se extendió por mi cuerpo y, tuve que obligarme a usar todas las fuerzas que me quedaban para poder salir de esta. ¡Lo empuje con todo, pero no logre alejarlo demasiado!

—¡Yo no me acostare contigo!

La fuerza de este hombre era demasiada en comparación con la mía, no se le dificulto querer besarme el cuello y pegarme a su cuerpo. Sus manos irrumpieron debajo de mi camisa y la frialdad del azulejo me hizo estremecer. ¿Qué pasaría conmigo? Ahora mismo todo parecía ser incontrolable a mis manos, mi fuerza no fue suficiente y me dio un golpe intenso en la mejilla accidentalmente.

—¡Suéltame por favor!

Y de pronto, él intervino en la situación. Salió del cubículo a toda velocidad y me separo de David.

—¡Hey! Te dijo que lo dejes en paz.

—¡Tú que te metes! Este asunto es entre él y yo. Deberías meterte en tus propios asuntos si no quieres que te parta la cara.

—Atrévete y veras.

David quiso aparentar fortaleza y presunción con su técnica de ataque, pero resulto ser el bato humillado. Mi defensor le dio un golpe en la cara, una patada en el pecho y David termino tirado en el suelo, noqueado por el alcohol que había consumido y la fuerza de este chico.

—¿Te encuentras bien?

—Sí, yo… ¡Gracias por…! —En ese instante la forma en que sus ojos me miraban me trajo muchos recuerdos. ¿De verdad estaba a mi lado? ¡No lo podía creer! Él estaba aquí después de tanto tiempo.

Mi corazón comenzó a bombear más rápido que antes y esta vez no era por miedo, mis latidos tenían su nombre escrito. ¿Cómo podría haberlo olvidado? Habían pasado algunos años y a mi parecer eran como siglos, porque su ausencia me hizo mucho daño en aquellos días. ¡Ahora había vuelto!

—Sí, muchas gracias por...

Su mano subió hasta mi mejilla, me quede callado y su pulgar acaricio aquella parte que me dolía. ¿Un moretón? Me gustaba esa sensación de dolor, pero lo que más me gustaba, era sentir que su mano me estaba tocando en lo más doloroso de mí en ese momento. ¡Tuve que obligarme a no derretirme ante él!

—Tienes un moretón en el rostro, se quitara en un par de días. ¿Vienes con alguien más aparte de este chico?

Supe que tal vez no me había reconocido por que justo en este momento no traía mis anteojos. Me quede en shock por algunos segundos y mi respiración comenzaba a estabilizarse.

—No, estoy solo.

Asintió.

—Entonces salgamos de aquí.

No fue difícil escabullirme hasta la puerta de salida. Maduro de buen ver estaba bien borracho y en la pista de baile estaba bailando como loco. ¿Se habrá olvidado de su calentura? Lo más probable es que sí.

Afuera del club hacia un poco de frio, agradecí mucho haber traído el saco, estaba un poco manchado de alcohol pero al menos me cubría del frio. Nos quedamos justo frente a la avenida mirando como los autos viajaban hacia sus destinos y yo no podía asimilar que él estuviera de regreso. ¿Este era el momento de decirle adiós? ¿Debería revelar mi identidad? De cierto modo me daba pena decirle que era yo, no quería que sintiera lastima o peor aún, podría burlarse de mí. ¡Mi corazón se estaba derritiendo por dentro! No nos veíamos desde hace algún tiempo.

—Yo...

—Este...

Ambos nos miramos por algunos segundos y la sorpresa aumento cuando hablamos al mismo tiempo.

—Tú primero —me dijo él.

Asentí.

—Solo quería darte las gracias por salvarme de esa situación. La neta es que ese tipo si hubiese terminado violándome de no ser por ti.

—Pues lo bueno fue que aparecí en el momento indicado.

—Sí, la neta sí.

Silencio de algunos segundos. El valet parking trajo un vehículo de color negro brillante, parecía ser de un modelo bastante reciente.

—¿Quieres que te lleve a tu casa?

Su pregunta me hizo sudar. ¿De verdad estaba pasando esto? Tragué un poco de saliva.

—Prometo que no haré nada indebido contigo. Yo no soy así —dijo con una mirada llena de ternura.

¿Ternura? A mi él siempre me pareció de lo más tierno. Gerardo era un tipo alto, robusto y fuerte. Su rostro era de tez blanca, sus labios bien dibujados a detalle de color rosado intenso y sus ojos, aquellos mares de color esmeralda que incitaban a querer naufragar con alguien como él. ¡Gerardo estaba aquí y yo babeaba por dentro!

—Yo sé que no harías nada indebido, pero no te preocupes por mí. Ya hiciste demasiado y creo que lo mejor sería, que tú volvieras a casa.

Me lanzo una mirada neutra.

—¡Mmmmm! ¿Seguro que no quieres que te lleve a casa? De verdad, no es molestia.

Sonreí.

—¡Gracias! Pero así está bien.

Fue en ese momento que mi corazón comenzaba a doler, porque, yo estaba rechazando a mi crush de toda la vida. ¿Por qué me pasaban estas cosas a mí?

—Bueno. ¡Cuídate mucho! Trata de evitar juntarte con tipos como él.

Asentí.

—Sí, lo tendré en cuenta. ¡Que tengas buena noche!

Y sin esperar una respuesta me gire a toda velocidad para empezar a caminar a la parada de autobús, conecte los audífonos a mi celular y subí el volumen a Saw Your Face de Daniel Felipe. ¡Me gustaba el tono!

El colmo más grande es que Gerardo (mi crush de toda la vida) vive en la misma zona que yo, como a dos cuadras de distancia. El tono de la canción no me ayudo a ver que esto era real, de momento creí que estaba en un sueño. ¡Como sea! Aun así creo que el dejarlo ir fue lo correcto.

Me detuve en la esquina de la cuadra porque el semáforo aun no permitía el paso a los peatones. Sin esperar su gesto, me sujetó de la mano y me gire a mirarle. ¡Lagunas esmeralda! Me quite los audífonos por unos segundos.

—¿Puedo saber tu nombre?

¡Joder! Ahora sí que estaba en problemas. ¿Me reconocería esta vez? ¿Qué pensaría de mí? Pensé en la posibilidad de que tal vez yo no era el único Jamie en el universo, así que después de darle un suspiro a la situación me anime a hablar y le dije mi nombre de escort.

—Me llamo Ángel.

Sus labios se curvaron en una sonrisa.

—¡Un gusto Ángel! Yo soy Gerardo. Espero poder volver a verte.

¡Si ya lo sabía, el gusto siempre fue mío querido chico de lagunas esmeralda!

EL CHICO DE LOS PAYS

Al despertar, lo único en lo que estoy pensando es en lo qué pasó anoche. ¡Un completo caos con una pizca de fuego! Mi mente me hizo acariciarme la mejilla de forma inconsciente al recordar su tacto, sus dedos sobre mí y apreté el moretón que David me había provocado. ¡Estúpida calentura! Todo había sido muy intenso y en el fondo de mi corazón había una sensación de vergüenza. ¿Por que?

No era la primera vez que intentaban sobrepasarse conmigo. Me sentía un poco aturdido por la insinuación grotesca de mi cliente y neta que, ahora me daba coraje pensar en todo lo que había sucedido. ¡Al menos no toda la noche se arruinó! La única ventaja de todo lo sucedido, fue que pude volver a verlo después de varios años. ¡No puedo evitar suspirar! El pensamiento de sus dedos acariciando el mismo moretón que yo en este este momento, me estremezco por debajo de las sabanas. ¡Gerardo me había tocado! Eso era lo más bonito del mundo.

—¡Hijo! ¡Ya es hora de levantarse! —La voz de mi madre al otro lado de la puerta me hizo regresar a la normalidad.

Eran las siete de la mañana y se me había hecho tarde ya. ¡Canija rutina!

—¡Ya voy!

Me levanté de golpe, mis alarmas no habían sonado, tendí la cama rápidamente y me vestí para salir a trabajar. ¿Más trabajo? ¡Pues sí! No me quedaba de otra. Fui al sanitario, hice pipí, cepillé mis dientes y lavé mi cara. ¡Ese moretón era demasiado hermoso!

Salí de mi habitación, bajé las escaleras y en la cocina estaba mi familia, bueno, casi toda mi familia.

—¡Buenos días!

—Se te pegaron las cobijas —me dijo Estefan.

—Sí. No tenía ganas de levantarme.

—¡Flojo! Se te hizo tarde —dijo Emilio.

—¡Ay! Déjame ser, la neta es que si andaba muy cansado y hoy dormí bien rico.

Me acaricie la mejilla otra vez y eso fue lo peor que pude haber hecho.

—¡¿Que te paso en la cara?! ¿Qué estuviste haciendo para que te saliera un moretón en el cachete? ¡Ay chamaco, deberás contigo!

Mi mamá me estaba reprendiendo y lo único que hice fue encogerme de hombros. No le podía decir la verdad de este moretón, aunque me doliera mucho el no poder hablar de forma libre. ¡No quería que se infartara! Ademas no era necesario tener que dar explicaciones a mi familia justo ahora que se me había hecho tarde.

—¡Ay ma! Tranquila, es que anoche me caí de la cama.

Emilio me lanzo una mirada inquisitiva.

—¿Pues no que habías dormido rico?

—Pues si la neta, solo que sin querer me moví y me caí. ¡Ya saben que yo duermo bien raro!

Mi mamá rodó los ojos. Parecía estar muy apurada con todo y su preocupación por mi moretón desapareció rápidamente.

—Pues bueno, ¿vas a desayunar algo o te irás con la panza de farol?

—Mmmmm. La verdad ya es tarde como para andar desayunando, solo me tomaré el licuado y regreso a desayunar después de la venta.

Mamá no parecía estar muy contenta con mi decisión.

—Bueno, como tú quieras. Ya estas grande de todos modos. ¡Haz lo que quieras!

Sonreí, mis hermanos ya estaban saliendo de la casa con sus cajas de venta.

—Vale, entonces te veo más tarde ma.

Ella asintió, le di un beso tierno en la mejilla.

—¡Cuídate mucho!

—Sí. Tú también. Por cierto. ¿Cómo esta papá?

—Aún está durmiendo.

—Que bueno, déjalo que descanse bien. ¿Todavía tiene medicina?

—Solo le quedan dos pastillas. La de hoy y la de mañana.

La preocupación se hizo notoria en su entrecejo.

—Bueno, a ver si puedo pasar a la farmacia y le compro más pastillas. ¡Tranquila!

—¿Y el dinero? Aun no hacemos las cuentas de la venta de esta semana.

Sonreí, quise trasmitirle tranquilidad a mi madre.

—No te preocupes por eso, yo veo como las consigo. ¡Estaremos bien! Ya lo verás.

Mis hermanos ya se habían adelantado demasiado, me puse la caja entre los brazos, una cinta de tela me ayudaba a cargarla con el cuello. Acomodé mi cubre bocas, los lentes y terminé poniéndome un sombrero de color negro, era de gamuza aterciopelada y le pertenecía a mi padre. ¡Mi padre!

De lunes a sábado mis hermanos y yo, solíamos salir todas las mañanas a vender pays de queso con diferentes sabores y a veces, también llevábamos flanes. Nos íbamos caminando desde la casa hasta el zócalo y la pirámide de Cholula. Regularmente nos íbamos a las siete de la mañana y solíamos regresar al medio día. ¡Caminábamos mucho!

Hoy eran casi las doce de la tarde y yo aún tenía un pay en mi caja. A mi alrededor había mucha gente, turistas y personas que caminaban por el parque. Me dolían los pies y por unos segundos me senté en una de las bancas que quedaban justo al frente del quiosco. ¡Necesitaba descansar!

Saqué mi celular y revise algunas notificaciones. Tenía algunos mensajes en la aplicación.

**Romántico Empedernido: **¡Hola! Espero que estés bien. ¿Está disponible esta noche? Quisiera contratarte para pasar un buen rato. ¿Que dice? Espero su respuesta.

Revisé su perfil de usuario. Tenía dos fotografías, una en la playa y la otra frente a un espejo. Tenía veinticinco años y parecía ser un buen tipo. Ademas me pareció muy chido que iniciara la conversación hablándome de "usted".

Ángel 18: ¿A qué hora seria lo de poder vernos?

Romántico Empedernido: ¿Te parece a las siete de la noche?

Ángel 18: ¿En dónde nos veríamos?

Romántico Empedernido: La neta no sé, recién llegué a la ciudad y no conozco algún lugar. ¿Tú conoces algún lugar donde pudiéramos platicar?

**Ángel 18: **Sí, conozco un bar, te envió la ubicación en unos segundos.

Ángel 18 a compartido una ubicación.

**Romántico Empedernido: **Me aparece cerca de donde vivo, como a 15 minutos de distancia. ¡Me gusta el lugar!

Ángel 18: ¿Entonces nos vemos allí?

Romántico Empedernido: Sí. ¿De cuánto es la tarifa?

Ángel 18: Como solo buscas compañía, serian $150 por cada hora de mi tiempo, si deseas algo más puedes consultar los precios en mi perfil.

Romántico Empedernido: ¡Vale! Sin problema, te transfiero el dinero en un rato.

Mis pies se sentían mucho más relajados sabiendo que hoy tendría un cliente. ¡Ya tenia para comprar la medicina de mi padre! Dejé escapar un suspiro y fui a comprobar mis ingresos de esta semana. Tenía $9,000.00 los cuales me servirían para comprar cosas para la casa y los tratamientos médicos de mi padre. ¿Y la universidad? Ahora mismo no podía permitirme tal oportunidad, todo mi trabajo y esfuerzo eran para poder sacar adelante a mi familia.

¡Todo mejorará algún día! De eso no tengo duda alguna.

Apagué la pantalla de mi celular, de verdad que me sentía muy despreocupado, pensé en regresar a casa y escuché su voz.  ¿Estaba aquí? Lo más genial es que me estaba hablando a mí y muy en el fondo, me sentía muy nervioso de que estuviera acercándose. ¿Casualidad?

—Disculpa, ¿aun tienes pays?

Alcé la vista rápidamente y las lagunas esmeralda estaban justo frente a mí. ¡Me dieron ganas de navegar en sus pupilas! Yo sentado y él de pie. ¡Me quede pasmado! Como si por unos segundos me hubiese perdido, imaginando un montón de cosas. Gerardo me miraba con mucha atención, como si me examinara y tratara de comprobar que yo no había quedado mudo.

—¡Umm! Sí, ya solo me queda uno.

Sus pupilas seguían mirándome con mucho detenimiento, quizá era el tiempo que había transcurrido entre nosotros, que no le permitía reconocerme o tal vez, estaba tratando de examinar más allá de mis anteojos. ¡El moretón!

—¿De a cómo?

—De a quince pesitos.

Moví mis cejas en gesto cordial y me puse de pie. Su estatura era un poco considerable, él era más alto que yo y no fue un reto para mí reconocerlo a pesar de que esta vez sí llevaba puesta su mascarilla. ¡Su voz lo hacía inolvidable! Sacó un billete de veinte pesos.

—Está bien. Dámelo.

Sonreí como bobo, él ni siquiera podría ser capaz de descifrar mi semblante y así, saber que mi sonrisa le pertenecía. ¡Gracias a la mascarilla!

Justo cuando le di el pay, nuestras manos se rozaron por algunos segundos y mi corazón se estremeció de placer. ¡Nos estábamos tocando una vez más! Intercambiamos sensaciones, busqué cambio en mi bolsillo de dinero y saqué una moneda de cinco pesos, su palma derecha estaba extendida y no dude en ponerle la moneda justo en medio.

—¡Gracias por tu compra! Espero que te vaya...

Ni siquiera fui capaz de poder terminar de decir la frase. Lentamente, noté como sus ojos se acercaban a mí de una forma más intima. ¿Que estaba haciendo? Sus ojos quedaron a la altura de mis ojos, mis anteojos eran metálicos y seguro que el antireflejante le causo impacto.

—¿Puedo preguntarte algo?

—¿Que quieres preguntarme?

Yo me sentía un poco chiveado.

—¿Tú eres Jamie Juárez? —Cuando terminó de formular la pregunta, sus ojos irradiaron un brillo—. ¿Eres Jamie, que vive en Acatepec?

¡Rayos! Tanta inspección para que al final si pudiera recordarme. Tragué un poco de saliva, me armé de valor para mirarle directamente a los ojos y volví a sonreír detrás de mi mascarilla. ¿Me reconoció por los anteojos? ¡Esta miopía que no me dejaba ocultarme en el día!

—Sí, soy yo. ¿Tú...?

—¿Te acuerdas de mí?

¡Hasta la pregunta me ofendió! Era obvio que lo recordaba a perfección y cada vez que pensaba en él, mis suspiros eran demasiado intensos. ¡Pero no podía soltar la sopa así de fácil! Era mi momento de hacerme el difícil.

—Pues... la verdad no. ¿Nos conocemos?

Asintió. Lentamente se bajó la mascarilla y esta vez lo vi más guapo. ¡Me forcé a no derretirme!

—¡Tú eres Gerardo! —Admití sin miedo.

Sus cejas se movieron de forma alegre. Asintió.

—Pensé que no te acordarías de mí. La neta es que te había visto desde hace rato cuando pasaste por los campos deportivos de San Andrés. No fue tan difícil reconocerte.

—¿A no? ¿Cómo me reconociste?

—No has cambiado mucho y eso me alegra.

¿Le alegraba verme como antes? ¿Y qué paso el día de ayer? ¿Estaría consiente de que yo fui el chico al que defendió de un abuso? ¡Que dilema con mi identidad!

—Ah pues tú tampoco cambiaste mucho, solo creciste un poco más y te noto que estás más fuerte que antes. Supongo que ahora vas al gimnasio, de momento se ha puesto muy de moda ser una persona fit.

—Sí, bueno, tú sabes que siempre me ha gustado estar en buena condición física.

Una vez en la primaria, estábamos en educación física, se quitó la playera y me sorprendió mucho ver que a esa edad, a los once años ya tenía un abdomen marcado.

—¿Y hace cuanto que regresaste de Estados Unidos? Pensé que...

—No hace mucho. Le pedí a mi madre que me dejara volver y ahora empecé a estudiar la universidad. ¿Tú en cual estas estudiado?

Sonreí de forma tonta.

—Yo no estoy estudiando la universidad.

Sus cejas se enarcaron por completo y no lo culpo; yo también me sorprendo por la situación que me está tocando vivir.

—¡¿Que?! ¿Estás hablando en serio?

—Sí, yo...

—Pero tú eras el mejor de la clase, yo no puedo creer que no estés estudiando. ¿No te aceptaron en ninguna?

¿Qué se supone que debes responder a tu crush de toda la vida cuando su preocupación es tan grande por querer que tu cumplas con tus sueños? ¡Por que sí! Gerardo conocía cuales eran y son mis ambiciones.

—Me aceptaron en la Ibero con una beca.

Recordar aquellos momentos de dolor y estrés me hizo querer llorar. Tenía mucho tiempo que no lloraba y justamente, ahora Gerardo estaba hurgando en mi dolor. ¿Me gustaba este dolor emocional?

—¿Y qué paso entonces?

Me mordí los labios, apreté mi corazón y me obligué a ser fuerte.

—Mi papá enfermó muy gravemente, la neta es que casi se nos muere y tuve que usar todo el dinero de mi inscripción para poder pagar sus gastos médicos. ¡Por eso no estoy estudiando!

Parecía sentir un poco de compasión, sus ojos irradiaron eso.

—¿Y como sigue tu padre?

—Él aún no se cura y sigue tomado tratamientos; ya te imaginaras porque ahora soy el chico de los pays.

¡Decirle la verdad me hizo sentir un poco mejor! Como si le estuviera compartiendo algo que no había podido sacar por más de ochos meses, porque en realidad me estaban pasando un montón de cosas y la pandemia me hizo alejarme de todos. Noté un poco de sorpresa y confusión en su rostro, sus lagunas esmeralda parecían brillar de compasión. ¡Qué bonita la capacidad de poder expresar sentimientos con la mirada!

—Jamie yo, no sabía. ¡Lo siento mucho! Si tan solo...

—¡Tranquilo! No pasa nada, yo estoy bien y pues ya sabes aquí andamos luchando como siempre y trato de ser de lo más optimista. Espero algún día poder cumplir con mis sueños.

Su celular empezó a vibrar en tono de llamada. Era el modelo más reciente del IPhone.

—Déjame contestar, espérame tantito.

—Sí, está bien.

Él se llevó el celular al oído derecho y empezó a hablar. Ya casi era la una de la tarde y me sentía muy cansado, era la hora de regresar a casa. Gerardo vestía unos pantalones de mezclilla negros desgastados, calzaba unos converse color café y llevaba una playera de color blanco. Se veía totalmente diferente al día de ayer, como más holgado y casual. ¡Una coincidencia habérmelo encontrado al día siguiente de habernos visto en aquel club!

—¿Vas de regreso a tu casa? —Su pregunta me hizo emocionar.

—Si ya termine, solo que tengo que pasar a la farmacia por la medicina de mi papá.

—Pues si quieres te llevo a la farmacia y luego te paso a dejar a tu casa.

¡Muchos suspiros emocionales que ocasionaba este hombre en mí! En el pasado siempre había cuidado de mí y ahora, ¿volvería a intentar querer cuidarme? Quise quitarme esos pensamientos, pero como un impulso incontrolable sonreí a todas esas posibilidades que en mi mente yo había estado fabricando por muchos años.

—Bueno está bien, gracias por tu ayuda.

—¡Ya sabes! Qué bueno que nos volvimos a encontrar, la neta si me da gusto verte.

¡Le daba gusto verme! Que ñoñito me estaba sintiendo.

—Lo mismo digo.

Empezamos a caminar en dirección al hostal del zócalo de San Pedro en busca de su auto.

—Oye te iba a preguntar. ¿Qué te paso en la mejilla? Tienes un moretón.

¡Joder! Tal vez si me había reconocido desde la noche anterior, la mascarilla no ocultaba del todo mi oficio nocturno.

¿ADMIRARME COMO ARTE?

—¡Gracias por el aventón! —Dije para agradecer su amabilidad.

Sus ojos seguían observándome con curiosidad, eran casi las dos de la tarde y los nervios crecían en mi interior a causa del enorme miedo que yo sentía. ¡No quería que él descubriera que soy un escort! Más que nada porque eso sería muy brusco para nuestro primer encuentro, después de mucho tiempo las cosas parecían pintarse de forma chida. ¡No quería echarlo a perder!

—No es nada. La  neta, me dio gusto volverte a ver. Tenía años que dejé de mirarte y ahora eres todo un chico, algo diferente.

Sonreí detrás de mi mascarilla. ¡Ambos éramos distintos ha este punto de la vida! Gerardo estaba siendo muy amable y me causo curiosidad por saber lo que significa la palabra "diferente" en mí. ¡Todo era distinto ahora! Ya no teníamos once años y nuestros ideales eran otros.

—Lo mismo digo. Yo soy el chico de los pays y tú eres el chico del gym. ¡Me ha dado gusto poder verte otra vez!

—A mí también.

—¡Ah! Y gracias por comprar las medicinas de mi papá. De verdad, no tenías porque, pero te agradezco mucho.

El muy canijo se atrevió a pagar el medicamento de mi padre. ¿La razón? Por pura cortesía.

—No fue nada. Ahora que ya estoy de vuelta quiero reafirmar que cuentas conmigo. Si necesitas ayuda o hay algo en lo que yo pueda ayudarte, con todo gusto. ¡No dudes de mí!

Sus ojos estaban demasiado enfocados en mis ojos y sentí unos latidos bien nerviosos navegar por mi sistema nervioso.

—¡Gracias!

Sonrió.

—¡De nada!

Era momento de dejarlo ir.

—Salúdame a tu mamá.  ¡Cuídate mucho!

Me estaba despidiendo de Gerardo, el motor de su auto estaba encendido y sin pleno aviso, la puerta de mi casa se abrió de golpe. ¡No podía ser cierto! Ella se acercó a toda velocidad hasta el auto.

—¡Qué bueno que ya llegaste! Pensé que te había pasado algo, tus hermanos llegaron desde hace dos horas. ¿Tienes hambre? —Se dio cuenta de que no me encontraba solo, se acercó un poco y vio que Gerardo estaba conmigo. No le fue complicado reconocerlo—. ¡Hola mijo! ¿Cómo has estado? Tanto tiempo sin verte. ¡Que sorpresa!

Mi madre estaba muy emocionada.

—¡Buenas tardes señora! Jamie estaba conmigo, lo encontré en el zócalo y anduvimos terminando de hacer unos mandados.

Mamá parecía estar contenta con mirar a mi crush.

—Gracias por cuidar de mi Jamie —ella se quedó observando detenidamente a mi chico—. ¡Te pusiste más guapo que cuando ibas a la primaria!

¡Gerardo se ruborizó! Mamá se había acercado a la puerta del copiloto, yo aún no bajaba del vehículo y la sonrisa de ella era lo mejor del mundo; aun así en este momento se sentía como algo incómodo. ¡Maldito Gerardo! Mi madre estaba embelesada con el rubor de mi chico y es que, él muy canijo, se había quitado la mascarilla, porque según él, no le gustaba conducir con la respiración protegida. ¡Hazme el ventoso favor!

—Disculpe la tardanza. Nos pusimos a platicar de muchas cosas y el tiempo se nos pasó muy rápido. Por eso apenas venimos llegando.

Bueno, al menos así, mamá no se molestaría conmigo por mi hora de llegada. Pasaría por alto mi tardanza.

—¡Qué bueno que se encontraron! Yo sé que ustedes eran muy buenos amigos en la primaria.

Asentí de forma inconsciente.

—Gerardo me acompañó a la farmacia, también por eso estoy llegando a esta hora. Ya tenemos los medicamentos que faltaban.

Mamá pareció sorprenderse y tomé los fármacos que resguardaba en mi caja de la venta.

—¡¿De verdad ayudaste a mi Jamie?! —Totalmente parecía estar sorprendida.

—Sí. Aunque se hizo un poco de rogar.

—¿Enserio? —Mamá me miro con un poco de molestia.

—Solo un poquito—sonreí.

—Le dije que sin problema podía llevarlo a la farmacia.  No fue difícil convencerlo.

¿Convencerme?

—¡Muchas gracias mijo!

—No fue nada.

Quise salir del vehículo. ¡Ya era el momento! La mirada de mi madre se tornó pensativa.

—Oye Gerardo —dijo ella.

—¿Si?

—¿Te vacunaste contra el covid?

—¡Por supuesto, ya me puse todas las dosis!

Mamá sonrió por completo.

—A bueno. Siendo así me siento más tranquila, ¿quieres quedarte a comer con nosotros? Prepare cemitas de milanesa y de carne enchilada para la comida.

¡Ay no! Esto no me podía estar pasando justo ahora. Me encontraba acorralado entre dos miradas y una conversación en la que yo, solo era un adorno. Mi madre estaba siendo demasiado atrevida y Gerardo solo asentía. Era como si ambos trataran de maquinar contra mí. ¡Canijos!

Pero bueno yo tampoco podía dejar que mamá quedara como la villana de este momento. Mis padres tenían un gesto sumamente bonito con las personas cercanas a nosotros, siempre solían ser hospitalarios y generosos. ¡Dar nos hacía sentir felices!

—Muchas gracias doña. No se preocupe, no quiero causar molestias.

Mamá hizo una mueca chistosa.

—Pues la verdad no me preocupo, pero esto si tenlo muy presente. ¡Tú jamás serias una molestia para nosotros! Los amigos de mi Jamie siempre son bienvenidos aquí. ¡Así que no lo pienses más, los espero adentro chicos! Iré a terminar de poner la mesa.

Ella se dio la media vuelta y entró a toda velocidad a mi casa. ¡Ay mi madre querida!

—¿No se preocupa?

—Ella te lo dijo —me encogí de hombros.

¿Amigos? ¿Neta lo dijo así? Fue como si mi propia sangre lanzara un cuchillo a mi corazón; pero pues es lógico. Ella no tiene la culpa de no conocer lo que yo sentía en realidad por Gerardo desde la primaria. Dejé escapar un suspiro.  Lentamente me giré a mirarle y sin querer, atrapé como sus ojos esmeralda me observaban con detenimiento. El efecto que su cercanía causaba en mí era demasiado intenso y mi corazón, literalmente todo el tiempo se acordaba de los momentos que vivimos en el pasado. ¿Qué fuimos en el pasado?

—¿Tengo algo en el rostro? —Le pregunté de forma directa.

—No, es solo que me preocupa cómo es que te hiciste ese moretón.

Me aterrorice un poco, seguro mi cubre bocas se había bajado un poco otra vez y ahora todo estaba claro. ¡Las sospechas sobre mi verdadera identidad!

—¡Ah! Pues veras, me caí de la cama mientras dormía. ¡Ni siquiera me dolió!

Mentí. ¿Sospechara de mí? Asintió lentamente, me pareció escuchar su respiración.

—¿Puedo tocarlo?

Su pregunta me hizo dudar y aquella petición fue muy inesperada. ¿Tocarme? ¿Hurgar en mi hematoma? Tragué un poco de saliva. ¿Aún recordaba mi gusto por el dolor? Ni siquiera tuve que abrir la boca para confirmarle que si podía tocarme. Ligeramente sus manos subieron hasta mi rostro, sus dedos se acercaron a mis oídos y me quito por completo la mascarilla. ¡Mis nervios se volvieron huracán! Yo como tonto mirándole directamente a los ojos y sintiéndome en la gloria por lo que este chico estaba haciéndome. ¡Sin querer le dedique un suspiro suave! Ahora su mano derecha, el pulgar se acercó a mi piel y en un acto tan suave apretó mi dolor.

—¿Te duele?

—Un poco. Pero me gusta.

—¡Lo sé! Recuerdo muy bien, un día en la primaria cuando te lastimaron los canijos chamacos, te estaba saliendo sangre de la rodilla y quise consolarte. ¡Me dijiste que te gustaba cuando te hacían daño! Que la sensación de dolor te hacia estar bien.

¡Fue así! Yo ni siquiera recordaba aquella vez, pero a él, ese detalle no se le había escapado después de tantos años. ¿Y era cierto? Pues sí. La neta sí. Por alguna extraña razón me gustaba esa sensación dolorosa; era un hábito mío, solía hurgar en mis heridas y cuando sangraba, creía que todo iba a mejorar algún día. ¡Estoy algo loco, no te espantes!

—Aun te acuerdas.

—¡Sí! Hay muchas cosas que recuerdo de ti.

No podía estar hablando enserio, ¿o si? Su tacto tan necesario, no se alejaba de mi rostro. La preocupación comenzó a ceder y la idea de que Gerardo pudiera reconocerme de forma completa no me importó en ese instante.

—¿Qué recuerdas de mí?

Sus labios se pintaron con una sonrisa muy bonita. Su pulgar se deslizo con rapidez por mi mejilla y se detuvo cerca de la comisura de mis labios.

—¡Eso te lo tendré que contar más tarde! —Acercó su rostro al mío, sus ojos demasiado pegados a mi mejilla. ¿Qué planeaba?— Siempre me han gustado tus labios, ese hoyuelo que se forma justo aquí en tu lunar. ¿Puedes hacer que aparezca?

Tragué saliva, su petición y cercanía me hicieron temblar. El radio estaba encendido y sonaba una canción de Imagine Dragons.

—¿No tienes hambre? Mi mamá nos está esperando —quise cambiar de tema, pero el hoyuelo apareció y se marcaba demasiado bien.

Su sonrisa me perteneció. Me miraba complacido.

—¡No has cambiado nada Jamie! Gracias por dejarme ver ese hoyuelo, me gusta cómo se te ve.

¿Lo dijo enserio?

—Pues que te digo.

Y es que cada vez que yo hablaba o hacía algún gesto suave, el hoyuelo aparecía reafirmando aquel lunar cercano a mis labios. ¡Pero ya no podía seguir así! Enarqué ambas cejas y le lancé una miradita curiosa. Subí mi mano y le tomé de la muñeca, era hora de que él dejara de mirarme y torturarme de forma dulce. ¡Canijos sentimientos de enamorado!

—¡Tienes razón! Entremos a comer, si no, esta vez tu mamá si se va a preocupar de verdad por nosotros.

Asentí. Bajamos del vehículo.

—Por cierto. ¿Qué harás esta noche?

¿Qué se supone que debía decirle? ¿Contarle sobre mis planes? ¿El nombre del club al que iría? Tenía una cita con Romántico Empedernido y yo tendría que estar en mi faceta de escort. ¿Qué pensaría de mí si le digo la verdad?

En primer lugar, ¿tendría razón para explicar mi oficio nocturno? ¡El tiempo había pasado! Y yo aún no le decía la verdad sobre mi trabajo nocturno como escort a nadie de mi familia. ¡Todo era un secreto! ¿Qué pensarían de mí si les digo en lo que me he convertido? ¿Que reacción tendrían? ¡Todo era un riesgo! Y no quería correr riesgos por ahora.

Entramos en la casa. Le respondí.

—Estaré pintando en mi habitación hasta tarde.

—¿Aún pintas?

—Por supuesto. ¡En eso sí que no he cambiado!

—¿Me darías la oportunidad de admirarte como arte?

¿Admirarme como arte? Entramos a comer.

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