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Contrato Matrimonial

Capítulo 1

...Vida...

¿Qué es vivir?, vivir es sufrir, vivir es llorar, vivir es pelear por sobrevivir, vivir es amar, ¿Pero, que es amar?

Es aquel sentimiento tan fuerte por aquella persona, que sientes la necesitas de proteger aquella persona que más te importa en el planeta, aquello eran las dos cosas más importantes para Sebastián Compbell.

Sebastián Compbell, ¿quién era él? Bueno él era uno de los mejores soldados de la marina Capitán, claro todo ser humano tiene una debilidad, pero no para un hombre de su altura.

Un hombre de cabellos azabaches y ojos grises, portaba de un físico bastante atractivo, una altura de 1.90, cintura definida, abdomen marcado, una delgadez razonable al igual que su peso.

Podría decirse que era un hombre perfecto, perfecto para cualquier mujer, para cualquier puesto que le dieran, pero no todo es perfecto, hasta el más recóndito de los seres humanos tienen imperfecciones y Sebastián Compbell había cometido un error que le cobro su puesto.

Todos se preguntaron, ¿Qué habrá cometido el mejor hombre de la marina, para que perdiera su puesto?

Bueno Sebastián Compbell se había enamorado de una linda morena Petra Montenegro, una mujer de cuerpo delgado, pero bien proporcionado, media la altura promedio de una mujer, podría considerarse pequeña al lado de Sebastián, pues su altura era de tan solo 1.65.

¿Pero por eso fue degradado? Bueno nadie consideraría que el padre de Sebastián Compbell, sería nada más y nada menos que el almirante general Stefan Compbell, claro.

La vida era perfecta, ¿Perfecta para Sebastián Compbell? Todos podrían decir que si, pero todo cambia al tener un padre Almirante y una madre Mayor, claro un hombre de tal rango se enamoró de una con un rango mayor en el ejército, todos creían que su vida era perfecto.

Pero lo que nadie sabría que tener un padre estricto era la vida un infierno para Sebastián.

Nadie te dijo que al nacer, tienes la responsabilidad de encontrar una buena esposa, que tu padre tiene que aceptarla al igual que toda tu familia.

Es sencillo de entender, Sebastián Compbell se enamoró de una mujer humilde, una mujer con mala salud, con problemas económicos, claro que su padre no aceptaría a una mujer así en la familia, pero Sebastián no hizo más que empeorar más las cosas al descuidar a su equipo por una mujer que demandaba todo de su tiempo.

¿Pero quién era la candidata perfecta para Sebastián Compbell y para su familia?

Bueno el más viejo de los Compbell tenía a la candidata perfecta.

Claro un acuerdo con una de las familias más importantes en aquel pequeño pueblo, la familia Halmiton.

Patrik Halmiton, era un hombre extraordinario, él era un maestro en la academia militar, pero antes de eso era el mejor capitán de la marina, con medallas de honor por su trabajo, aunque jamás fue a una guerra, sabía enfrentar la crueldad del hombre, la razón por la que Patrik Halmiton quedó y servía como un profesor de entrenamiento, era por su querida esposa Marina Thompson quien portaba en su vientre hinchado a una bebe que no tardaría en nacer.

Quien diría que el día para Patrik Hamilton llegaría el día más feliz de su vida, con la ansiedad al cien por ciento apoderada de su cuerpo, Patrik Halmiton esperaba afuera del foro donde su esposa se encontraba dando a luz a su hija, la llegada incensate de enfermeras, no hacía más que aumentar sus miedos de que las dos personas más importantes para él murieran, después de tanta espera al fin el llanto de un pequeño bebé alivio a Patrik Halmiton quien entró en aquella habitación.

La imagen más hermosa que vio, fue ver a su querida esposa con su pequeño retoño en brazos, el sudor que recorría el rostro de su esposa por el esfuerzo no le molesto en nada, ya que se acercó a ella y la abrazo con fuerza, ambos ahora ya padres miraron aquellos ojos verdes que había heredado de él, claro su madre era rubia y la apenas futura niña tenía mechonsitos amarillos, la bebe al ver a sus padres río sacando una risa y llanto de sus padres.

Sin duda alguna el momento más feliz de aquellos padres.

Después de 5 años, desde su nacimiento, Aleida Halmiton miraba a sus padres enfrente de ella, sus padres sonreían y su madre volteaba a verla cada vez para verla segura, Aleida sonreía y jugaba con su peluche favorito, sacando una risa de su madre.

En el camino la lluvia había caído con mucha fuerza alarmando a Patrik que llevaba las manos en el volante.

La catástrofe ocurrió demasiado rápido, en un abrir y cerrar de ojos, el auto se encontraba volcado y a centímetros de caer por el vacío.

Unas personas encontraron a las personas dentro y los sacaron antes de que el auto, cayera al vacío, la niña tenía sangre de su nariz y espalda, era inevitable que alguien tan pequeña no saliera lastimada, pero nadie imaginaria que su sufrimiento no sería físico solamente sino también emocional.

...Actualidad...

Aleida Halmiton había regresado a la pequeña ciudad en la que vivió sus más felices 5 años, ella iba en un auto acompañado del señor que se encargó de cuidarla hasta la edad más madura para casarse

— Señor Compbell, mis padres hicieron este acuerdo y lo respeto, pero es necesario que lo haga

— Mi niña, llámame abuelo, después de todo soy tu tutor, sé que no quieres y ahora yo tampoco quisiera, pero ese nieto mío necesita de mi ayuda

— Lo sé, y sé que atraviesa por problemas familiares, pero no conozco a su nieto y él no me querrá

— Ese niño necio necesita una vida y tú eres la persona indicada para hacerlo abrir los ojos

Aleida Halmiton no sabía que aquel matrimonio cambiaría su vida.

El auto llegó a la entrada de la escuela militar y la rubia salió del auto, de ahí se despidió de su tutor quien dijo que regresaría por ella al atender un asunto familiar.

Aleida sonrió para sí misma y camino hasta aquellas puertas y entró en el lugar, con la recepción vacía y sin nadie que la guiara, Aleida decidió por recorrer aquel lugar.

En el camino pudo ver fotografías colgadas en las paredes, eran en blanco y negro, mostrando la vejez de las fotografías, en el trayecto escucho ruido por lo que decidió seguirlo para después salir de aquel edificio.

No tardo en darse cuenta de que aquel lugar era el patio trasero del lugar, los árboles estaban en las orillas mientras que las canchas de entrenamientos estaban en medio bajo el ardiente sol, en ese momento Aleida bajo por las escaleras y decidió dar una vuelta, una ventisca fresca soplo y Aileida se abrazó a sí misma cubriéndose del helado viento, a pesar de que traía puesto un suéter ligero el frío traspasó la tela tocando su piel.

Un uniformado hombre llevaba una playera verde fajada en su pantalón camuflaje ado, un collar con una placa portaba su nombre, el hombre media alrededor de 1.80 y su físico era fornido por su evidente entrenamiento, aquel desconocido pelirrojo sintió el choque de alguien su pecho.

Aleida media tan solo 1.70 y al ir distraída, impacto contra un muro grueso y demasiado duro.

— Lo lamento, estaba distraído, estás bien, no te lastimaste

Aleida se alejó rápidamente y tomó su nariz, esta dolía por el reciente impacto

— Si estoy bien, lamento esto estaba distraída

— Tranquila, yo estoy bien, pero y tú

— Si estoy bien descuida

— Soy Felipe Muñoz y tú

— Aleida Halmiton mucho gusto Felipe

— El gusto es mío, dime que hace una bella señorita en una escuela militar

— Ah bueno es que estoy buscando a alguien

— Te parece si te ayudo, creo que seria más rápido con alguien que ya conoce el lugar

— Me parece bien

...Continuará......

capítulo 2

...Fotografía...

El pelirrojo y la rubia caminaron por el lugar con suma tranquilidad, su compañía podía verse agradable a los ojos de los demás subordinados.

Aleida sonreía a cada una de las bromas y comentarios que hacia el hombre apenas conocido, algunos subordinados de la academia miraban a la mujer con morbosidad, para algunos Aleida no sería atractiva pues con aquel simple vestido que cubría su cuerpo era sencillo y flojo, pero lo que muchos no sabían era que debajo de esa ropa, había unas redondas caderas, una pequeña cintura y unos dotes femeninos promedio.

Era como una flor silvestre sus ojos cambiaban de tonalidad por los colores de su ropa, ese día portaba un lindo vestido floreado con un suéter rosa y zapatos con pequeño tacón a juego.

Gritos, golpes y estruendos, era aló único que escuchaban los demás empleados de aquella oficina

— NO, ES QUE SIMPLEMENTE NO ME PUEDEN OBLIGAR A DESPOSAR A ALGUIEN QUE NI SIQUIERA SABÍA QUE EXISTÍA

— Por favor tranquilízate Sebastián, tu padre no te dejará en paz hasta que te cases con una esposa buena y admirable

— NO lo are, lo lamento abuelo, es absurdo, todo esto es absurdo

-. Hijo no es así, estás perdido y necesitar reencontrarte y ella es la mejor opción

— De verdad, es que escucharte por favor, un compromiso desde la niñez es, es totalmente absurdo

— Suficiente, no escucharé una sola palabra más, te casarás con ella quieras a no

Furia, enojo, todo era indescriptible en ese momento para Sebastián Compbell, bruscamente se puso de pie y salió de aquel lugar azotando las puertas que obstruyan en su camino, al llegar a un auto negro su presencia desapareció, en el camino, su molestia no pasaba desapercibida para aquellos hombres vestidos de negro.

— Señor adonde lo llevamos

— A la academia

— Si señor

Dijo con voz temblorosa, la cortina negra que separa la parte trasera del auto subió, para no tener que ver aquel rostro eufórico.

El camino se encontraba agradable, el otoño había llegado pues las hojas de aquellos árboles que se encontraban a los costados de la carretera caían por las frescas ventiscas.

Sebastián Compbell miraba aquellos árboles con el vago deseo de convertirse en uno de ellos con tal de olvidarse de cuyos problemas lo tenían cansado.

Sacando de su chaqueta camuflaje ada un papel diferente a los demás, en ella pudo apreciar a la chica plasmada en ella.

Portaba una risa brillante, piel tersa y blanca, cabellera rubia y ojos color miel, pero en la imagen se podían apreciar de un color verde ámbar.

De tan solo verla de aquella forma ya ala odiaba a más no poder, estaba deseando hacerla sufrir.

Puesto que él tenía la esperanza de que la chica se opusiera a tal contrato, se llevó la sorpresa de que está acepto aún sin saber quien era él.

Por si fuera poco su abuelo tuvo la decencia de dejarla en el lugar que trabajaba, claramente Sebastián Compbell se sentía amenazó por la desconocida mujer que sin saber nada se estaba metiendo en la vida del gran profesor y capitán Sebastián Compbell.

Volviendo a la academia, Alida estaba complacida por la grata compañía de lo que fue su muro de contención.

El hombre haya grato explicarle quienes eran aquellos hombres sin playera que entrenaban sin cesar, claro también vio bueno explicar que era todo aquel grito ensordecedor para la gentil y pequeña Aleida Hamilton.

– Y tu que puesto ocupas en el equipo Felipe

— Bueno yo soy un maestro en armas, soy miembro de un escuadrón delta

— Oh eso suena interesante

— Lo es cuando lo escuchas, sin embargo, no es así una vez que entrenas

— Jajajajaja, eres un bueno hombre Felipe

— Gracias

Ambos se detuvieron y sonrieron a la par de ambos, su momento en aquel lugar debajo del árbol resultó ser mágico para Felipe quien se ruborizó al ver la sonrisa de Aleida.

Capítulo 3

...Encuentro desagradable...

Sin embargo, todo lo que era risas y agradable para ambos se desvaneció cuando una mano grande y fuerte tomó la de Aleida con fuerza.

Ella impuso fuerza, pero aquello no basto, puesto que la fuerza del hombre era más grande que la de ella, ella con algo a su favor utilizo el poco peso de su cuerpo y se inclinó hacia atrás evitando que este la arrastrará por el lugar.

Sebastián se detuvo y la miro con rabia cosa que no pasó desapercibida para la femenina.

— Vamos

— Disculpe no lo conozco y no iré a ninguna parte con usted

Sebastián Compbell no era conocido por ser paciente y bondadoso, si no era conocido por ser alguien tosco, frío, estrictamente malo para comunicarse y de un muy mal genio

— Deja la fuerza ya y vámonos

— Suélteme en este instante

— Vendrás conmigo quieras o no

— Pues cabe mencionarle que no quiero y no lo are, no lo conozco y mucho menos pienso acompañarlo

— Mi paciencia es poca así que no me irrite y vámonos ya

Dijo tirando de aquel pequeño brazo sacando un grito de la femenina, no solo era un grito de sorpresa, sino también de dolor.

Aquella mano apretaba su muñeca con fuerza, incluso podía verse como era posible que esa mano masculina y callosa cubría como si de una manta se tratase su delgada muñeca.

Aleida con la ayuda de su mano libre trato de aflojar el agarre de aquella mano que se enterraba en su muñeca.

No podían ni caminar al ver como la chica forcejeaba, hasta que otra mano tomó la mano de Sebastián Compbell.

Todo se detuvo en abrir y cerrar de ojos, Felipe quien miro a Aleida pasó a ver al hombre quien la tenía de la mano.

Sebastián quería encontrarla con rapidez y sin hacer un alboroto, pero a su parecer la chica no pondría las cosas fáciles.

— Suéltela, la está lastimando

— Quita tu mano de la mía en este instante

— No

Sebastián se giró en su mismo lugar y miro de frente a Felipe que se encontraba unos centímetros más pequeño que él.

La femenina quien presenciaba aquel duelo de miradas, no pudo evitar sentir como si estuviera en una pelea callejera de unos perros, Felipe era el Pitbull y el desconocido era un Doberman furioso.

— Quien es usted para empezar

— Ja~ soy la autoridad en este lugar no lo ve cabo Felipe Muñoz

Felipe miró la placa que diferencia su puesto de otros cadetes.

El ver la estrella con seis puntas, soltó su mano, se colocó firme e hizo el saludo

— CAPITÁN

— Eso es cabo, de castigo son quinientas vueltas a todo el lugar AHORA

— Si señor

Felipe gritó e hizo ademán a lo lamento con sus labios para después salir corriendo.

Sebastián quien trato de jalar a Aleida, se detuvo al ver la insistencia de la chica en querer soltarse, sin paciencia, se inclinó pasando el brazo de la femenina por detrás de su cabeza, con su otra mano tomó por las piernas a la mujer y se puso de pie una vez que Aleida quedó colgando de su hombro derecho.

— Ah bájame, idiota

Grito y dio golpes con sus puños en aquella espalda que no le hacían ni cosquillas al gran Sebastián Compbell.

Los demás subordinados que apreciaban aquella escena se compadecían de la pobre chica quien se atrevió a dejar en ridículo con sus gritos al capitán.

En el camino Aleida se cayó al tener la vaga creencia de que la soltaría, pero creyendo que hablándole con respeto y serenidad la soltaría, pero aun así tuvo cero compasión.

Al llegar aún auto negro, introdujo a la chica en su interior, después opto por subirse y emprender su camino devuelto por la carretera de la que apareció.

Aleida quien estaba a la derecha del hombre desconocido para ella, buscaba la idea de escapar de él, el ver como el seguro no estaba puesto, calculo la velocidad a la que iba el auto.

— NO hagas nada estúpido de acuerdo

No dijo nada al recibir palabras del tipo, con tan solo verlo con detenimiento se dio cuenta de quien era, no necesito ni una pista para saber que era el gran gruñón Sebastián Compbell.

En lo que vio como el masculino atendía una llamada, tomó aire, apretó sus músculos y abrió la puerta, para después saltar del interior del auto.

Sebastián quien estaba ocupado al ver como la mujer a su lado salía del auto en plena marcha sintió susto y molestia, el ver como esa cabellera rubia desapareció de su vista sintió como si su abuelo lo matará.

— PARA AHORA

La frenada pudo escucharse, pero no para Aleida quien al sentir el duro suelo contra su cuerpo, rodó hasta detenerse.

Una vez dejó de rodar, Sebastian salió del auto cuando esté ya estaba quitó y miro a la rubia, quien estaba en el suelo boca abajo.

Aleida sintió dolor en su cuerpo, pero primero recobro fuerza y aire para poder ponerse de pie.

— Pero como

Sebastián al verla ponerse de pie se sorprendió de que hubiera sobrevivido a tal caída.

Aleida se puso de pie y volteo hasta donde estaba el auto detenido, al ver hombre, empezó a correr en dirección contraria a él

— Maldita mujer, da ala vuelta y regresa

Sebastián le dijo al chófer y corrió lo más rápido que sus piernas le permitían, el tener entrenamiento y un buen físico aquello fue fácil para él.

Aunque la chica traía botines con tacón no le evito correr lo más rápido que podía, solo una vez basto para poder verlo correr tras ella, sabía que tenía que correr más, logró poner distancia, aun así él pudo alcanzarla.

Al llegar hasta ella, con sus brazos la abrazo fuertemente deteniendo la de seguir corriendo, Aleida forcejeo al ya no poder sentir el suelo debajo de sus pies.

La había elevado del suelo con un solo brazo de él, tampoco es que la mujer estuviera tan pesada, para Sebastián la mujer era tan liviana que no tubo problemas, pero valla que le dio lata, pues no dejaba de retorcerse como una lombriz

— Salgan YA

Grito al pobre chófer quien se distanció del auto, al verlo abrió las puertas con molestia y aventó en el asiento del auto a la chica.

Aleida boto en el asiento y trato de salir por el otro lado de la puerta, pero él la jalo de su tobillo.

— SUÉLTEME, SUÉLTEME

— PARA, YA PARA DE GRITAR MALDITA SEA

— NOOOOOOO

Aleida empezó a golpearlo con fuerza, aun estando lastimada y cansada, Sebastián se sorprendió por la resistencia y terquedad de la mujer

-. YA BASTA

Grito a todo pulmón tomando por la muñecas a la femenina y subiéndolo por encima de su cabeza, ambos se detuvieron y miraron a los ojos, pronto su agitación se hizo evidente al respirar agitadamente.

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