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EL CEO DEPENDIENTE

Capítulo 1. La decisión de Alexa

Título: EL CEO DEPENDIENTE

Autor: Coke del Castillo

Obra original. Reservados todos los derechos de autor. Prohibida la redifusión, modificación o apropiación indebida.

Capítulo 1. La decisión de Alexa

Lunes por la mañana

Fue una semana realmente extraña. Desde el viernes anterior estaba teniendo unos días muy raros.

Alexa estaba sentada en el despacho frente a su jefe, que hablaba con voz cadenciosa sobre los proyectos de negocio en desarrollo de la corporación. El hombre aparecía imponente en su enorme y lujoso sillón de cuero. Era el poderoso CEO de Stixia Corp, Aron Flores.

Detrás de él, una imponente pared de cristal que iba de lado a lado del despacho, permitía contemplar toda la ciudad y a lo lejos incluso podía verse el Gran Río y sus puentes, brillando bajo el sol de un precioso día. La vista era tan espectacular que quitaba el aliento.

Sólo algunos pocos privilegiados podían permitirse algo como esto. Desde luego alguien como su jefe, cuyo despacho ocupaba toda la planta cuarenta del edificio corporativo, cumplía con ese requisito.

Solamente Alexa y el CEO tenían permitido acceder a un ascensor privado que llegaba a esa habitación. Ese nivel de confianza, se lo había ganado ella después de diez años de arduo trabajo y entrega a la empresa y principalmente al jefe.

Se convirtió en la perfecta asistente de dirección, eficiente y modélica en su comportamiento y en todas las áreas de su desempeño laboral. También extendió esta manera de proceder a su vida personal. En su exterior aparecía como una mujer llena de cualidades: confiable, honesta y tranquila. Alexa jamás perdía la compostura daba igual lo que estuviera pasando. Ella era como un lago japonés, sereno e insondable. No fue tan sencillo al principio. Fue duramente entrenada por su jefe.

En los primeros años, cometió muchos errores y lo pagó caro con humillaciones públicas por parte de él, recortes de salario, horas extras interminables que la llevaban al agotamiento, tareas repetidas y corregidas mil veces y, por si fuera poco, el acompañamiento permanente de la lengua mordaz y la actitud despiadada del CEO, que la conducían una y otra vez a un pozo donde se sentía miserable, incapaz, inútil y terminaba siempre con la autoestima deteriorada.

Muchas veces deseó renunciar y terminar con su propia agonía, pero la necesidad y la presión de su familia que pasaba por un mal momento económico, la dejaron sin la opción de marcharse. Despedirse le hubiera ahorrado muchas lágrimas y sufrimiento, aunque también le habría impedido crecer como profesional y alcanzar la excelencia en su trabajo.

Con el tiempo, alcanzó el respeto y reconocimiento como trabajadora capaz, y mucha gente deseaba llevarla como asistente o incluso ejecutiva de sus negocios. Muchos envidiaban a su jefe porque era un gran directivo y por su secretaria, la famosa señorita S.

La llamaban así a sus espaldas, señorita S o doña S, en parte por su apellido, Sánchez, pero también porque la calificaban Soberbia y Severa. No se permitía a sí misma sostener relaciones personales en la empresa y aunque era correcta y cordial con todos, jamás se la veía con el resto del personal y por eso la llamaban a escondidas "zorra estirada y pretenciosa".

En realidad todo esto no le importaba nada y sabía muy bien que era más conveniente así. No eran pocas las personas que trataban de intimar con ella para acercarse al CEO y mantener las distancias le evitaba muchos problemas a corto y largo plazo. La única persona a la que debía rendir cuentas era a...

...Aron Flores, el CEO.

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Hablando de Aron Flores

Aron Flores. 39 años, 1.83 de altura, 78 kilos, cabello negro, ojos castaño claro, piel clara. Muy en forma y proporcionado, hombros anchos, musculoso, abdominales marcados, piernas largas y muslos fuertes.

Su cuerpo es una obra de los dioses. Tiene cara de ángel. Su boca es un pecado y cuando sonríe deja ver dos colmillos irregulares que le otorgan la sonrisa más increíble que jamás se haya visto. Una cosa como de lobezno sexy que derrite a cualquier mujer que él se proponga, y lo sabe. Tiene la mirada penetrante y franca de alguien que no oculta nada y es directo. Es observador, inteligente, culto, ingenioso, poderoso y rico.

Por donde sea que pasa va dejando un aura de masculinidad tal que a veces Alexa se pregunta si es humano, vampiro, lobo o demonio. Tiene un nosequé que queseyó. Eso en cuanto a su presencia física.

En cuanto al carácter... bueno. Es como Voldemort, el innombrable (personaje muy feo y muy malo de la saga Harry Potter que tiene cara de serpiente). Ella se ríe cada vez que piensa en esta comparación. Es una pequeña venganza íntima que se toma cada vez que él se lo hace pasar mal.

En este momento, Alexa está sentada frente a él, pensando que el gran jefe merece ser maldecido por ella en esta y en sus próximas cien vidas, mientras Aron, ajeno a lo que la mujer está pensando, sigue hablando.

Alexa hace un buen rato que no hace ni el esfuerzo de fingir que lo está escuchando. Está demasiado cansada hoy. Cansada de todo y sobre todo cansada y harta de él. Sigue sumida en sus pensamientos y por primera vez en lo que lleva en la empresa, se permite el lujo de hacer un análisis objetivo del hombre que tiene enfrente.

Aron Flores sólo elige lo mejor, en todos los ámbitos de su vida, ya sea que se trate de mujeres, empleados, amigos, coches, casas, muebles o hasta el papel higiénico.

Esto lo pudo constatar Alexa en la primera visita que hizo a su apartamento en el edificio más caro de Ciudad S, pues entre otras cosas sus labores incluían la administración y gestión de sus apartamentos y viviendas.

Puso cara de incredulidad cuando le explicaron que ahí sólo usaban el papel de baño llamado Haneshibo, un papel hecho en Japón que se considera el más sofisticado y, por supuesto, el más caro papel higiénico en todo el mundo. Es un papel hecho artesanalmente con pulpa de fibra de madera exportada de Canadá, y tratado con agua de uno de los lugares más puros de Japón, el río Nyodo. Además es decorado a mano por un diseñador especializado y el control de calidad de cada rollo lo hace personalmente el presidente de la empresa papelera. El resultado es que el pack de ocho rollos cuesta 102 dólares.

Alexa casi no pudo cerrar la boca de la impresión cuando supo esto y sólo podía pensar lo que haría ella con ese dinero destinado a limpiar el culo de su amadísimo CEO.

Asombrarse por las muchas manías y costumbres elitistas del señor Aron era su pan de cada día en los primeros meses de trabajar con él. Con el tiempo entendió que mientras se lo pudiera permitir, el hombre estaba en su perfecto derecho de hacer tantas gilipolleces de ese estilo como quisiera pues al fin y al cabo, seguramente ella con dinero podría ser hasta peor.

Dicen que los más odiosos son precisamente los nuevos ricos y si algún día Alexa tuviera de pronto mucho dinero y supiera que no se iba a acabar seguramente haría cosas como ir a Roma y volver el mismo día sólo para comer un plato de risotto de setas (arroz cremoso italiano) en el restaurante más caro de la ciudad, ya que era una de sus comidas favoritas y reconozcámoslo, solo para fardar.

Con publicación de fotos en su red social incluida. ¡Vaya que sí!. ¿Quién no ha soñado alguna vez con hacer algo tan extravagante como eso?. En fin. Hacía mucho tiempo que había dejado de juzgar a su jefe y a toda su clase. Por su experiencia los ricos son como el resto de clases sociales, y encuentras de todo: buenos y malos, guapos y feos, listos y tontos, de todo un poco.

Un asunto como este reflejaba gran parte de su carácter. ¿Cómo decirlo? El tipo era maniático, hedonista, inmaduro e infantil, snob, presumido, estirado, engreído, pedante, agresivo y malcriado. Para ella no era un gran problema lidiar con eso.

Lo que sí resultó difícil fue aprender a no tomarse nada de lo que el CEO le decía o le hacía como personal, incluso cuando lo era. Tratarla como una inútil, rebajarla y hablarle sin respeto era la norma y después de diez años sabía que era algo que no cambiaría jamás. Él no iba a cambiar, pero ella sí.

Capítulo 2. ¿Tener éxito o ser feliz?

Capítulo 2. ¿Tener éxito o ser feliz?

Hablando de Alexa Sánchez.

Cruzó las manos sobre el regazo aún escuchando el zumbido interminable de la cháchara del señor Aron, pensativa. 

Odiaba su trabajo. Lo odió desde el primer día. Y odiaba a ese hombre que tanto la hizo sufrir y la rebajó y humilló durante años con la justificación de convertirla en la asistente perfecta, la mejor de su clase, porque Aron Flores sólo elegía lo mejor. 

Después de un tiempo se adaptó y se resignó. Simplemente se acostumbró y se endureció. Dejó de lado sus aspiraciones de vivir feliz desarrollándose en un trabajo que realmente pudiera amar sintiéndose plena y feliz. Renunció a lo que su corazón deseaba y se rindió a lo que todos en su entorno decían que era su fortuna y bienestar. 

Tenía reconocimiento laboral, un buen sueldo y estabilidad económica. Sus padres a esto lo llamaron éxito. A cambio, se convirtió en un perro leal sin opinión y sin aspiraciones propias... un bloque de hielo cuya existencia sólo tenía un propósito: ser la perfecta sirviente del señor Aron. 

La única cosa que no hacía por él era darle sexo pero se ocupaba de todo lo demás y vivía solamente para facilitarle la vida y quitar todas las piedras del camino del CEO, incluso si la que tropezaba y se rompía las rodillas era ella. 

Ya no recordaba cuántas amenazas, injurias y bofetadas (reales) había recibido en nombre del señor Aron durante todo este tiempo. Esta era la parte más desagradable de su trabajo, sin contar el maltrato directo del señor Aron sobre ella.

Después de todo ella era el filtro para socios o ex socios de la corporación descontentos con las gestiones del jefe, trabajadores despedidos justa o injustamente, amantes descartadas a las que ella debía pagar para no volver a molestar, familiares y amigos parásitos que venían por la oficina a pedirle dinero, o cualquier otra persona que requería reunirse con el gran jefe con los más variados motivos. 

En realidad eran pocos los que conseguían llegar hasta el CEO por la sencilla razón de que él sólo se reunía con quienes necesitaba para alcanzar sus objetivos corporativos y lo demás resultaba superfluo y poco eficiente. 

En algún momento de todo esto, la persona que era Alexa sencillamente desapareció, oculta dentro de ella misma, de modo que a ojos del mundo mostraba a la profesional asistente de dirección,] que era una perfecta creación del señor Aron. 

Eliminó todo vestigio de  su carácter alegre  y amable. Dejó de ser espontánea y sensible y se puso una armadura impermeable hecha de calma, perfeccionismo y severidad. Un auténtico robot humano. Ni ella supo cómo llegó a eso y como pudo doblegar tanto su verdadero espíritu.

Y ya no pudo volver a ser ella, nunca más. 

Éxito, bienestar, estabilidad vs. felicidad. 

Si todos decían que su vida era perfecta, se preguntaba, ¿por qué ella no se sentía feliz en absoluto y lo único que tenía dentro era un gran vacío?. Un abismo tan profundo que cada noche necesitaba una pastilla o alcohol (o las dos) para dormir y sobre todo para olvidar esa oscuridad y no ahogarse en ella.

Sí, tenía todo lo material, no necesitaba nada. También contaba con amigos, familia, vida social y un gran amor con un hombre bueno y exitoso como ella. Sin embargo, vivía oprimida todo el tiempo sin poder respirar entre tanto barullo, entre tanta gente que la amaba o la envidiaba o la necesitaba o le pedía o le exigía o la juzgaba. 

Y entre toda esa presión, que ya apenas podía soportar, llegaban los famosos consejos no pedidos y opiniones variadas de gente que la conocía y gente que ni eso.  

"Que bien te veo Alexa pero has engordado un poco ¿verdad?"

"Te veo demacrada últimamente, no adelgaces más que no te sienta bien" 

"¿Cuándo te vas a casar? ¿No crees que llevas mucho tiempo con tu prometido? Ya sabes como son los hombres, es mejor formalizar y que cumpla contigo Alexa"

"Te estás haciendo mayor para tener hijos y vas a terminar sola si te descuidas"

"No te queda bien ese color de pelo ¿porque no te lo tiñes?. Ya se te ve alguna cana".

Insoportable.  Ya no soportaba un comentario más, una y otra vez los mensajes de fondo eran los mismos. No eres buena hija, no eres buena mujer, no eres buena esposa, no eres buena trabajadora, no eres hermosa, te estás haciendo vieja, no serás buena madre, te vas a quedar sola, nadie te va a querer... Familia, amigos, compañeros, conocidos, muchos comentan con buenas intenciones y otros comentan con muy mala leche, pero realmente ser mujer en esta era es un desafío. 

Alexa sentía que ese día, ese lunes, en ese momento justamente, había llegado la gota que colmó su vaso. Siguió sentada en el despacho sin ninguna expresión en la cara y esperando a que este hombre terminara, para marcharse a entregar sus tareas. Era otro lunes más, pero desde ese día todo sería distinto para ella. Era una promesa que se hacía a sí misma. 

Intentó centrarse en el jefe Aron que leía atentamente un informe, esperando instrucciones para comenzar su jornada laboral. El hombre está serio y concentrado en la lectura y Alexa enfoca la vista y  piensa que son esos los únicos momentos en los que a ella le parece realmente admirable. 

Como empresario y líder no tiene rival, pues el señor Aron tiene realmente destreza en su trabajo y es uno de los pocos hombres que conoce con ese tipo de inteligencia, que hace que incluso ella que no se considera tonta, lo admire absolutamente.  

Ese hombre es capaz de desarrollar estrategias realmente ingeniosas para resolver cualquier asunto de la corporación con una naturalidad que parecería que Dios le hablara directamente diciéndole qué hacer y decir sin fallar ni una vez. Era un gran líder y verlo en acción era realmente impresionante. 

Ella aprovechó el momento de quietud para observar su cara. Aunque normalmente no le ponía asunto porque estaba habituada a verle cada día, se fijó en que el hombre era realmente guapo. Pero guapo de una manera que parece que no es de este mundo. Ella sabía que él se cuidaba pero también era cierto que no se obsesionaba con su físico y sin embargo su piel y su rostro parecían de revista. 

Era de piel suave y tersa, rasgos muy marcados, nariz fina y armoniosa, más bien un poco grande cosa que le daba un aspecto firme y decidido. Su mandíbula era perfecta, definida, muy masculina. Las cejas rectas y espesas y sus ojos preciosos, no muy redondos sino un poco alargados. 

De la boca mejor ni hablar. Los labios más besables que Alexa había visto en su vida, perfectamente delineados, un poco gruesos y turgentes, dispuestos como si siempre fueran a besar a alguien, eran unos labios casi femeninos y realmente hermosos. 

Cuando sonreía se curvaban en una sonrisa descarada y casi animal, con hoyuelos a los lados y esos dientes imperfectos que le daban aspecto salvaje y sexy. Ese era él. Que pena que su cara y su personalidad no fueran acordes. Era tan bello como imbécil y malo. 

Y a ella no le gustan los malotes. Eso de que las mujeres prefieren a los chicos malos es un cliché. Sólo alguien con poca autoestima se enamora de alguien que la trata mal. Hace tiempo escuchó una entrevista de una mujer famosa y le impactó lo que dijo. 

Comentario de la actriz Serena Méndez: "Cada vez que oigo a una mujer decir que le gustan los hombres malotes que dan caña le pregunto, ¿en serio, querida?. Déjame decirte... ¡NENA, ESO ES UN ERROR 404 NOT FOUND!. A las mujeres no nos pueden gustar los hombres malos, a estas alturas, donde ya sabemos que estamos capacitadas para hacer cualquier cosa que deseemos en la vida. Podemos hacernos felices a nosotras mismas. ¿De verdad quieres traerte a un hombre que te haga vivir una vida de mierda?, porque si eso es así, hazte revisar la cabeza que parece que te falta una papa pal kilo"

El comentario era más largo pero en esencia decía eso y Alexa estuvo totalmente de acuerdo. No había necesidad de soportar a un mal hombre cuando en realidad las cosas eran bastante complicadas ya de por sí. Ella tenía suficientes problemas como para buscarse más. 

Por eso, su novio de los últimos tres años, no era un malote. Al contrario, su vida era difícil por todo menos por él, que era la única cosa que la hacía feliz. 

Su familia y su trabajo, sin embargo, eran lo que la hacían sentir infeliz. Una vez, hacía unos años, se armó de valor para decirle a sus padres que dejaba este trabajo y fue tal el escándalo que armaron que simplemente no pudo. La llamaron hasta los abuelos para impedirlo. Parecía que su trabajo y su vida no eran una decisión personal, sino familiar. 

Y lo mismo ocurrió con todo lo demás. Vivía en una casa que eligieron su madre y sus hermanos, compró el coche que le dijo su padre, e incluso su ropa era elegida muchas veces por su hermana mayor porque según ella, Alexa no tenía ni buen gusto, ni tiempo libre y era mejor para ella así. 

En realidad sabía muy bien que esta era la excusa de todos ellos para disponer de sus tarjetas, al punto que alguna vez incluso se compraban cosas sin conocimiento de ella misma. Su madre y sus hermanos compraban ropa y útiles o muebles para la casa con su dinero y sus cuentas de gastos eran controladas por sus familiares. 

Realmente a ella no le importaba tanto porque amaba a su familia y ganaba suficiente dinero. Era por eso que ellos no querían que lo dejara. Pero pensaba que esa manera de comportarse de su familia era totalmente invasiva, y la manera de comportarse de ella, que lo permitía todo, no era buena. Ella no tenía control sobre su vida, ¿acaso eso era normal?. 

Por eso hace mucho decidió que al menos una cosa iba a ser su elección sin que nadie interviniera. Sus relaciones de pareja. 

Capítulo 3. Mi dulce novio, Ran

Capítulo 3

Mi dulce novio, Ran

En realidad ni ella misma sabía cómo consiguió tener un novio con la vida que llevaba. Pero así fue. Lo conoció en el restaurante donde almorzaba cada día y es que la única cosa que jamás pudo cambiar su jefe fue su hora sagrada de almorzar y el sitio donde lo hacía. 

Esto fue porque Alexa durante mucho tiempo fue muy errática con la comida. Al principio se dejaba llevar por sus tareas y obligaciones y dejaba de comer o comía cualquier cosa hasta que enfermó gravemente un día. Comenzó a tener síntomas de que algo iba mal como falta de aliento, mareo o dolores de cabeza insoportables. Finalmente se desmayó en el trabajo cuando ya su cuerpo no pudo más.  

Fue en el despacho del jefe entregando unos contratos para firmar. Solo recuerda que caminaba hacia él y de repente simplemente perdió pie y cayó fulminada y sin consciencia. Cuando abrió los ojos era de noche, estaba hospitalizada y con toda su familia allí, incluido el señor Aron. 

El diagnóstico fue estrés y anemia por mala alimentación así que de ahí en adelante ella misma convirtió su hora de comida en inamovible y sagrada y todos en la compañía respetaron eso. Nadie quería que volviera a caer redonda y ella misma menos que nadie porque lo pasó realmente mal durante un tiempo. El médico dijo que está vez fue un desmayo pero la siguiente podía simplemente caer muerta y eso realmente la asustó. Desde ese entonces cuidaba lo que comía y las horas de comida. 

Eligió ir siempre a un pequeño pero encantador restaurante no muy cerca de la oficina de modo que no tenía que relacionarse con alguien del trabajo y al mismo tiempo encontraba comida casera y saludable. Cogía siempre dos horas para ir despacio, almorzar y luego tomarse un pequeño descanso en un parque cercano donde aprovechaba para leer, oír música o cerrar los ojos un rato. 

Se daba cuenta de que ese momento diario la mantenía en un buen estado emocional y moral y para ella se volvió imprescindible hacerlo. 

A menudo el restaurante estaba ocupado pero nunca había demasiada gente. Después de un tiempo de comer ahí Alexa notó que un hombre le echaba algunas miradas furtivas aunque él no iba todos los días, dos o tres veces en semana se presentaba a la misma hora que ella, a veces solo y a veces con otras personas que claramente eran compañeros de trabajo, con lo que ella calculó que su oficina estaba cerca de allí. 

A ella le gustaba su cara desde que lo vio la primera vez. Era asiático y se entretuvo haciendo cábalas sobre su origen. Chino, coreano, japonés, thailandés... Le gustaba su sonrisa amplia y fácil, y también su aire de hombre tranquilo. Era muy alto, espigado, elegante, de voz grave y hablar pausado y sin embargo muy risueño.  

El sonreía siempre ampliamente y comprobó que a la gente le gustaba estar cerca de él por eso mismo. Desprendía una energía alegre y cálida, así que la siguiente vez que él la miró, ella le sonrió.  

Fue natural que a los pocos días entablaran conversación de mesa a mesa y finalmente le pidiera sentarse juntos a tomar el postre. Sorprendentemente habló en perfecto español. Él le contó que hablaba japonés nativo pero desde pequeño vino a vivir en esta ciudad, aunque conservaba su origen. Esto la hizo pensar que no habría mucha diferencia cultural entre ellos pues él conocía las dos. 

No fueron deprisa en su relación.  En acuerdo mutuo estuvieron mucho tiempo simplemente conociéndose sin ir más allá, los dos muy prudentes. También fue mutuo y natural decidir empezar a salir a otros sitios aparte de verse para almorzar. 

Durante ese tiempo ella supo que Ran trabajaba como ejecutivo de cuentas en la empresa de su familia, preparándose para ser el vicepresidente de la misma en el futuro y convertirse en mano derecha de su hermano mayor con el que tenía una estupenda relación. 

Ran Masaharu, era de origen japonés, con una familia muy conocida y poderosa, de altos valores y relaciones muy cercanas entre sus miembros, pero que llevaban muchos años en occidente y tenían una mentalidad más abierta en cuanto a la elección de pareja de sus hijos o su forma de vida. De hecho la familia de Alexa era mucho más restrictiva que la de Ran en cuanto a las relaciones, y a otras cosas, se refería. Por eso ella nunca tuvo prisa en presentarlo a la familia. 

Tal era así que en tres años de relación, la familia no llegó a conocerle y sólo sabían que tenía a alguien.  Y por mucho que insistían en conocerlo Alexa se plantó firmemente en este tema y no se dejó amilanar. Su novio era asunto suyo. Fin. Sabía muy bien que en cuanto dejara a su familia acercarse un poco todos iban a meterse en su relación con Ran y ella por ahí no iba a pasar. 

Ran era realmente guapo. Esa cara asiática la volvía loca de verdad. Íntimamente siempre se había sentido atraída por hombres así, con ese rostro de "oppa" coreano que le quitaba el sentido. Ese estilo de hombre que llaman de masculinidad suave, casi femenina, le parecía lo más bello del mundo y cuando salía con él no podía ir más orgullosa a su lado.  

Además era alto y se cuidaba. Los hombres orientales se preocupan muchísimo por su físico y la belleza. Una vez Ran le contó algunos de los valores japoneses sobre el sentido estético y sobre la belleza. Lo que ellos llaman el wabi-sabi y entendió muchas cosas sobre porqué razón le atraía tanto ese tipo de belleza oriental y el mundo asiático. 

En Japón el desequilibrio visual es bello. Wabi-sabi, es la belleza de la imperfección, de la fugacidad, de aquello incompleto y asimétrico que es diferente al concepto occidental que busca simetría y orden. La caducidad y la imperfección de las cosas resulta bello del mismo modo que la naturaleza es bella siendo como es, imperfecta. Así que el concepto es que la imperfección es bella. 

Se quedó maravillada con esta forma de entender lo bello y también con lo diferente que pueden ser las personas y las culturas en la forma de vivir y pensar, según el lugar de nacimiento. De manera inconsciente, Alexa siempre ha conectado con este concepto wabi-sabi sin saberlo, pues desde que tenía memoria para su visión, lo hermoso siempre ha sido diferente a lo que las personas que la rodeaban llamaban hermoso. 

De hecho, siempre encontraba belleza en todo, incluso en aquello que otros llamaban feo. Así que, muchos de sus conocidos inicialmente se sorprendían de que saliera con Ran, pero a sus ojos él es una belleza de hombre y para qué engañarse, tocarlo la ponía a mil por hora. 

Hablando de Ran Masaharu

Ran tiene, como asiático que es, cabello negro y liso bastante largo y ojos negros con unas pupilas tan oscuras que parecen azabaches. Las cejas sobre sus ojos se inclinan un poco hacia arriba y cuando no sonríe realmente parece un hombre distante y temible, pero nada más lejos de la realidad. 

El siempre sonríe y ríe a carcajadas cuando está con la gente que aprecia y únicamente está serio en el trabajo y en los eventos que lo requieren. Tiene muy buen carácter, tranquilo y controlado. Tal es así que a día de hoy pocas veces le ha visto enfadado. 

Su piel es blanca, y tiene una cara preciosa con labios sensuales y una barbilla firme. Incluso para ser japonés es un tipo bellísimo con una sensualidad felina y sutil. No es musculoso y ancho como el jefe Aron pero en cambio es estilizado, alto y elegante. Tiene un andar seguro y masculino. Su cuerpo, bajo la ropa, es perfecto. 

Cuando lo ve llegar a recogerla en la empresa se entretiene observando cómo lo miran las otras mujeres en la calle y bendice su suerte. Le entra la risa tonta pensando, "todo eso es para mí, apártense lobas". Que momentazo ese cuando se acerca la coge fuerte de la cintura y le pega la boca como si no hubiera mañana, sabiendo que los miran todos los presentes en cien millas a la redonda. 

Reconoce que le complace esto y en realidad Ran lo hacía por eso mismo. La hacía reír después de besarla diciéndole por lo bajo, "¿Están las lobas mirando todavía? ¿Te beso más?". Ella se moría de risa y de orgullo. Ran sabía muy bien cómo darle su lugar frente a todos. El lugar de su mujer. 

En el fondo ella se preguntaba qué le veía. No es que Alexa se creyera fea, pero muchas veces bromeaba con él diciéndole que ella era mucho más wabi-sabi que él un rato. "Será eso lo que le gusta de mí ya que es japonés", se reía por dentro pensando en esto. Alexa de todos modos era una mujer segura de sí y confiada y en realidad se sentía completamente segura de él. 

Ran no era alguien que la hiciera dudar, al contrario la hacía sentir valorada y atesorada por él. Los dos cuidaban la relación sabiendo lo valioso que era lo que tenían. Se consideraba muy afortunada de tenerle y sabía que era mutuo.

O así fue hasta hace tres días.

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