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EL REY Y LA PLEBEYA

Capítulo 1 En la actualidad...

–     Claro, ¿algo más que pueda

conseguirte? –Pregunté, preparando mi bolígrafo.

–     ¿Puede traer otra canasta de

papas fritas? –dijo el hombre de mediana edad, mirando a su hijo, que parecía

absorto en su teléfono.

–    Claro, los conseguiré de

inmediato. –dije, alcanzando rápidamente sus menús.

Dándome

la vuelta, me dirigí a la cocina y puse su orden en el banco de acero.

–    Orden para la mesa catorce. –dije,

dándole una sonrisa al cocinero.

Me

devolvió la sonrisa y me entregó un plato.

–     Tema de la mesa. –dijo.

Asentí

y rápidamente regresé al comedor y coloqué el plato frente a la mujer que lo

solicitó.

–    Um, disculpe. –dijo la mujer

justo cuando estaba a punto de alejarme.

–     ¿Sí? –Pregunté, girándome

para mirarla.

–     Este bistec no es medio cocido.

–dijo, mirando el bistec perfectamente medio cocido.

–     Claro que sí, señora. –respondí,

luciendo un poco confundida.

–     Y esta ensalada es un desastre,

quiero rehacerla. –dijo en voz alta, haciendo que otros clientes la miraran.

–     Por supuesto señora. –dije,

tomando el plato de nuevo con un suspiro.

El

cliente siempre tiene la razón.

–     ¡Oh diablos, no! –Dijo una

voz detrás de mí.

Me

di la vuelta para ver a Marta caminar hacia mí, empujando su cuaderno en su

bolsillo.

–    Señora, estamos llenos esta

noche, no tenemos tiempo para hacer que la ensalada se vea bonita para usted,

es comida... entra por un lado y sale por el otro. –dijo rápidamente.

Abrí

mucho los ojos y miré a la mujer que parecía estar preparándose para

discutir.

–    Y antes de llamar al gerente,

yo soy la gerente, si no te gusta lo que se sirve en la hora pico, te sugiero

que aprendas a cocinar. –dijo Marta cruzando los brazos.

La

mujer se burló.

–     ¡Hay muchos mejores

restaurantes en esta ciudad! –exclamó la mujer.

Marta

enarcó una ceja.

–    Entonces ve con ellos, adiós. –dijo

mientras la mujer se levantaba.

Agarró

sus cosas y se alejó con una bocanada.

–    Escuchen, chicas, sé que se trata

de ser perfectas en todo lo que hacen, pero hay algo que deben decirles que se

vayan. –dijo Marta, mirándome.

Suspiré.

–     Es solo tu tercera semana,

llegarás allí. –dijo, palmeando mi hombro antes de irse.

Sosteniendo

el plato, volví a la cocina.

–     Emine esto, por favor. –dije.

El

cocinero me quitó el plato antes de pasarme otro.

–     Mesa catorce. –dijo.

Le

agradecí, entregando rápidamente la comida. El resto de la noche

transcurrió sin contratiempos, sin que ninguna otra persona odiara sus

órdenes. Cuando la noche finalmente terminó y el cocinero finalmente apagó

la cocina, me volví hacia Marta.

–    Lo hiciste bien esta noche,

chica. –dijo con una sonrisa.

–     Gracias. –respondí.

–     Aquí están tus propinas y tu

cheque. –dijo, tendiéndome la mano.

Los

tomé y rápidamente lo puse en mi bolso.

–     Gracias de nuevo, nos vemos

mañana para el turno de la cena. –le dije saludando al cocinero.

Me

devolvió el saludo y caminé hacia las puertas de entrada. Mis cuñas

golpearon la grava ruidosamente una contra la otra mientras caminaba hacia mi

auto.

Mi

cabeza estaba enterrada en mi bolso, buscando mis llaves. El cocinero y Marta

se rieron mientras se dirigían a su auto y desaparecían a sus casas. Al

encontrar mis llaves, miré hacia arriba.

La

noche me daba miedo y estaba muy cansada. Abrí mi auto y caminé hacia él

cuando alguien me agarró del brazo. Dejando escapar un grito ensordecedor,

una mano me tapó la boca cuando la figura sombría me golpeó contra la puerta de

mi auto.

–     ¡Silencio perra! –La voz

masculina espetó.

Pateé

mi rodilla hacia arriba, dándole un rodillazo en las bolas y él gritó antes de

agarrar mi cabello y retorcerlo en su agarre.

–   ¡Pagarás por eso, pequeña

perra! –El hombre gruñó.

–    ¡No por favor! –Supliqué,

las lágrimas amenazaban con caer con cada doloroso tirón de cabello.

¾     ¡Toma todo, por favor! –Dije

empujando mi bolso hacia él.

El

hombre se rio.

–     ¡Crees que necesito dinero! ¡Oh

no, estoy aquí por ti, dulce! –Dijo el hombre, cuando sentí su nariz rozar mi

cuello.

Dejé

escapar otro grito, pero el hombre me soltó el pelo y puso un peso aplastante

en mi tráquea.

¾     ¡Dije silencio! –Él

chasqueó.

Intenté

escapar, pero él me sujetó con fuerza.

–   ¡Detente! –Repetí una y

otra vez.

–  ¡Por favor déjame! –Solté

un golpe, las lágrimas corrían por mi rostro.

Dios

mío, esto era todo. Iba a perder mi inocencia ante este hombre

inmundo. Iba a profanarme. Escuché que bajaba la cremallera y comenzó

una nueva ola de lucha.

–  ¡Puta estúpida, quédate quieta! –El

hombre maldijo.

Intenté

gritar de nuevo, pero se me trabo la voz en la garganta.

–   Si yo fuera tú, dejaría de

tocarla. –dijo de repente una voz oscura.

Mis

ojos se abrieron como platos y el hombre se dio la vuelta, dejándome

ir. Caí a la grava y prácticamente me acurruqué, medio debajo de mi

auto.

un clic y vi que el hombre sacaba un cuchillo de plata.

–   ¡Aléjate! –El hombre sucio

escupió.

–    Aléjate de la dama. –dijo la

voz de nuevo.

El

hombre se dio la vuelta.

–   ¡Dónde estás, pelea conmigo

idiota! –El hombre volvió a escupir.

Me

estremecí.

–  Dije, aléjate de la dama. –dijo

la voz, más profunda y mezclada con autoridad.

Escuché

el movimiento de la grava y miré hacia arriba para ver una figura sombría

aparecer ante el hombre con el cuchillo. No podía ver su rostro que estaba

oculto en las sombras.

– ¡Has venido al estacionamiento

equivocado, idiota! –El hombre que me había estado insultando gruñó.

La

mano enguantada de negro del misterioso extraño se cerró en un puño.

Perdóname

por no tener miedo de tu endeble cuchillo. –dijo el hombre ensombrecido.

Mi

acosador se lanzó hacia adelante y miré hacia otro lado, no queriendo ver el

cuchillo de plata sobresaliendo del hombre que me había salvado. En

cambio, escuché un gorgoteo y abrí los ojos para ver al hombre misterioso que

sostenía a mi acosador por la garganta.

Algo

brilló y antes de que tuviera tiempo de parpadear y procesarlo, el hombre se

lanzó hacia adelante y enterró su cabeza en el hueco del cuello del otro

hombre. Mi acosador gritó.

Mis

ojos se abrieron y rápidamente salí de debajo de mi auto y abrí la puerta de un

tirón. La figura sombría que me había salvado, arrojó al otro hombre a un

lado cuando encendí mi auto.

Salí

del estacionamiento cuando él dio un paso hacia mí, mis faros recorrieron su

cuerpo y solo mostraron su boca. La sangre manchó su barbilla, pero no

tuve tiempo de reaccionar cuando presioné el acelerador y aceleré.

¿Qué diablos acaba de pasar?

Capítulo 2

A

la mañana siguiente, me ocupé de las tareas domésticas normales. Tratando

de aplastar los recuerdos de anoche lo que era prácticamente imposible y no

pude evitar poner las noticias en el almuerzo.

El

aparcamiento estaba acordonado, pero estaría abierto justo a tiempo para la

hora pico de la cena. El presentador de noticias estaba hablando y me

acerqué para escuchar lo que decía.

–   La

víctima era un varón caucásico de veinticinco años que parecía haber perdido la

sangre... –continuó la mujer.

Me

estremecí. Qué gracioso que él fuera la víctima cuando anoche me había

hecho víctima.

–  La policía lo llama un ataque

de un animal y cualquiera que tenga más información estaríamos encantados de

que se acerque a la policía. –dijo la mujer.

¿Debo ir a la policía? No veo cómo me creerían acerca de un hombre

atacándolo y drenándole la sangre. Los vampiros no existen.

Esperaba

que la noche anterior fuera solo un sueño loco y que no hubiera visto a nadie

asesinado, pero la televisión acababa de confirmar mi peor temor.

Terminé

de limpiar la casa y me preparé para el trabajo. Esta vez usé tenis en

lugar de cuñas. En caso de que tuviera que huir.

Con

suerte, quienquiera que haya sido ese hombre, se ha ido y no tendría que

preocuparme por eso. Subiendo a mi auto, sentí ojos en mí y miré alrededor

de la calle vacía. Sólo una secuela de anoche. Conduje hasta el

restaurante y la policía estaba quitando la cinta y dejándome entrar.

El

lugar donde había estado el cuerpo había sido cepillado, todo rastro de sangre

había desaparecido. Asentí con la cabeza respectivamente a los oficiales

de policía mientras caminaba hacia la puerta del restaurante.

–  Oh, llegaste temprano. –dijo Marta

cuando aparecí en la habitación.

–  Tenía el presentimiento de que

me necesitarías temprano. –respondí, mirando la casa llena.

Uno

pensaría que un asesinato alejaría a la gente. Oh no, estas personas

estaban emocionadas de que sucediera algo drástico en este pequeño y tranquilo

pueblo.

– Bueno, tus sentimientos eran

correctos, puedes tomar el área de Mina hoy, ella no ha aparecido. –dijo Marta,

poniendo los ojos en blanco.

Asintiendo,

agarré mi libreta y mi bolígrafo y me arreglé la ropa.

–   Hola, mi nombre es Jade y les

atenderé esta noche, ¿puedo empezar con algunas bebidas? –Pregunté, mirando

a la familia de cuatro.

Anoté

sus órdenes y comencé a regresar a la cocina cuando las puertas se abrieron,

haciendo que todos miraran en esa dirección. Me congelé cuando un

escalofrío me recorrió. Una figura alta entró y el restaurante pareció

mirarlo.

No

podía ver su rostro, estaba oculto en las sombras por la sudadera con capucha

negra que llevaban. Paseando en silencio, se trasladaron a una mesa en la

parte trasera del área de Mina.

El

restaurante empezó a hablar de nuevo y terminé de caminar hacia la

cocina.

–  Mesa siete. –le dije al

cocinero.

–   ¡Ya viene! –Exclamó con

una sonrisa.

Volví

a meterme entre la multitud y me dirigí hacia el misterioso

desconocido. Cada paso que daba más cerca, sentía que mis pelos se

erizaban.

–  Hola, ¿algo que pueda

conseguirte hoy? –Pregunté, deteniéndome frente a la mesa solitaria.

No

miro hacia arriba.

–   Vino tinto. –respondió la voz

masculina.

Me

estremecí cuando su voz profunda encendió los recuerdos de la noche pasada.

–  No. –susurré

El

hombre inclinó la cabeza hacia arriba hasta que solo pude ver los ojos

plateados entrecerrándose mientras me miraba.

–  ¿No? –preguntó, mientras

los clientes en la mesa frente a él se giraban para mirarnos.

–  T-tú. ¡Fui-como tú-uu! –Tartamudeé,

mis ojos se agrandaron.

Dejé

caer mi cuaderno y corrí alejándome de él, salí corriendo del restaurante y me

dirigí a mi auto. Casi de inmediato, patiné en seco mientras el hombre de

la sudadera con capucha esperaba pacientemente junto a mi auto. La policía

se había ido y en el estacionamiento solo quedaban algunas familias que entraban

y salían del restaurante.

–  Si gritas, solo empeorarás las

cosas para ti. –dijo, parándose derecho.

Tragué.

–   ¿Qué quieres? ¡No tengo nada! –exclamé.

–  Ahí es donde te equivocas, súbete

al auto y no hagas ruido. –gruñó, acercándose a mí.

Mis

instintos de lucha o huida se activaron y corrí hacia los arbustos que rodeaban

el restaurante. Escuché al hombre misterioso maldecir.

Seguí

corriendo, agradecida de haber decidido usar zapatos para correr. Dejé

escapar un grito cuando me estrellé contra un cuerpo duro, cayendo de nalgas al

suelo rocoso.

–  ¡Déjame en paz! ¡No te conozco! –exclamé.

El

hombre parecía mirarme con ojos de preocupación.

–  Los humanos siempre están tan

aterrorizados por lo que no entienden, si hubieras seguido mis órdenes no

estaríamos aquí. –respondió casi con un gruñido.

–  ¡Por favor déjeme! –Grité

cuando se acercó a mí.

Agarró

mi muñeca y me levantó, sentí que estaba volando antes de chocar contra él de

nuevo. Empecé a luchar. Mis manos agarraron su sudadera con capucha y

la alejaron de su rostro.

Inmediatamente,

dejé de luchar. Lo miré fijamente, esta belleza de hombre. Una

mandíbula afilada y una nariz larga y ligeramente torcida con ojos plateados

almendrados, casi enmarcados por cabello oscuro. Su piel era anormalmente

pálida, como nieve sobre madera oscura.

–  ¡Que! –exclamé, saliendo

de mi trance.

El

hombre se volvió a poner la capucha con una mirada.

– Está bien, ahora lo has hecho. –gruñó

antes de tirar de mi cabeza hacia un lado.

Dejé

escapar un grito desgarrador cuando sentí que algo se hundía en mi cuello,

dándome salvajes estallidos de dolor. El dolor era demasiado y lentamente

invité a la negrura que bailaba alrededor de mi visión a abrazarme.

Me

desmayé.

Capítulo 3

ponerme

sobre mis piernas temblorosas.

–  ¡Ayuda! –Grité, mientras

las lágrimas frescas y calientes caían por mis mejillas.

Una

puerta golpeó en algún lugar del edificio y salté para alejarme de los

barrotes. Dándome la vuelta, miré a mi alrededor para ver si había alguna

forma de romper los barrotes o incluso una forma de salir.

Derrotada,

me desplomé de nuevo en el suelo.

Abrazando

mis rodillas contra mi pecho, presioné mi cara contra mis rodillas y dejé

escapar un sollozo.

–  Los humanos son tan débiles. –dijo

una voz fría, haciéndome sobresaltar.

Me

aplasté contra la pared mientras un hombre alto se paraba frente a los

barrotes. Se sostenía bien con la mano detrás de la espalda. No podía

ver su rostro, pero algo en mí sabía que este hombre fue el que me trajo y este

era el hombre a cargo.

–  Déjame ir. –suspiré.

Inclinó

su rostro un poco y vi sus ojos plateados entrecerrarse ante mi súplica.

–   No. –respondió.

Contuve

otro sollozo que amenazaba y una vez más usé la pared para levantarme.

–  ¿Qué quieres de mí? –Dije,

orgullosa de mí misma porque mi voz no temblaba.

– Te salvé, ahora es el momento

de que me pagues. –respondió en un tono grave.

Crucé

los brazos sobre mi pecho, manteniéndome unida.

–  Yo-yo no te pedí que hicieras

eso. –respondí, mientras mi voz comenzaba a temblar.

Sus

ojos me miraban fijamente o me miraban con furia, no podía decirlo.

–   ¡Te he visto la cara! ¡Te

denunciaré a todos los policías de la ciudad! –De repente exclamé, encontrando

mi valentía de nuevo.

Algo

brilló y miré con horror cuando el hombre sombreado frunció el labio,

exponiendo un colmillo muy afilado.

–  Y no dudaré en arrancarte la

garganta. –respondió la figura sombría con dureza.

–   ¿Quién eres? –dije, limpiándome

los ojos.

Mis

manos ardían por el contacto, mi piel se secaba y se partía.

–  Tu peor pesadilla, el monstruo

oscuro que se esconde debajo de tu cama. gruñó.

Di

un paso adelante, sus ojos me miraban con el otro lado de su labio curvado para

mostrar otro colmillo. Negué con la cabeza.

–  Los vampiros no son reales. –exhalé,

principalmente para mí.

Dejé

escapar un grito agudo cuando el hombre en la sombra apareció dentro de mi

celda y agarró mi garganta, obligándome a recostarme contra la pared.

–  Oh, somos muy reales y somos

monstruos. –espetó.

Abrí

la boca para respirar, pero nada entraba a mis pulmones.

– ¡Obedecerás mis órdenes, o felizmente

te arrancaré la garganta! –gruñó.

–  Si-si quisieras-hacer eso, ya

lo habrías hecho. –dije con voz áspera.

Su

agarre se hizo más fuerte.

– ¡No hables a menos que te hablen!

¡No me pruebes como humano! –Gruñó de nuevo.

Me

atraganté con el aire vacío, sintiendo que los colores de mi rostro

cambiaban.

–  ¡¿Lo entiendes?! –Él

gritó.

Me

ahogué de nuevo. Aflojó su agarre por solo un momento y aspiré el aire que

tanto necesitaba. Asentí, alejándome de sus ojos.

En

cambio, se inclinó más cerca de mí y me quedé quieta.

–  Quiero oírte decirlo –gruñó en

mi oído.

El

miedo me estremeció la espalda. Este hombre me iba a matar si no me

comportaba.

–   Entiendo. –dije con voz áspera.

Su

agarre se hizo más fuerte.

–  Entiendo, mi señor. –dije

rápidamente, temerosa de que me asfixiara.

Me

soltó y me derrumbé en el suelo sucio, aspirando tanto aire como

pude. Mirando hacia arriba, la figura sombreada estaba de vuelta fuera de

la celda y sin decir una palabra más, giró sobre sus talones y salió furioso de

la habitación, cerrando la puerta detrás de él.

Levantando

la mano, me agarré la garganta ligeramente. Tratando de borrar el dolor

que había dejado atrás. Definitivamente iba a morir aquí abajo.

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