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Seducido Por Una Ladrona.

Ladrona.

— Chanel, No olvides que esta tarde es el vuelo, espero no llegues tarde.

— No te preocupes mamá, no hay nada más importante para mí que ese vuelo, ya verás, con los tratamientos que recibirás una vez estemos en Inglaterra, superarás el cáncer y todo volverá a ser como antes.

— Eso espero... pero quiero que seas consciente de que puede que no todo salga tan bien como esperamos, y si no es así...

— No digas más, debo irme, pero ten claro algo: Todo, absolutamente todo saldrá bien. — Deposito un beso en la mejilla de mi madre y salgo a toda prisa.

Debo ultimar los detalles para poder trabajar en Inglaterra, afortunadamente un amigo de mi madre se ofreció en ayudarme a conseguir un empleo que aunque no es como arquitecta, sino como asistente, me ayudará a tener algo de dinero y no depender únicamente de nuestros ahorros.

Al llegar a la cafetería miro en todas las direcciones hasta dar con el rostro del señor Sacarías Rendon, aunque no lo conozco personalmente, vi sus fotos en las redes sociales, así que no fue mayor problema distinguirlo, camino rápidamente para encontrarme con él. A mí pasó la mayoría de los presentes me mira de manera despectiva, podría decir que incluso los meseros lo hacen, tal vez porque sus uniformes son a cientos de kilómetros de más alta categoría que mis Jeans desgastados y no precisamente por cuestiones de moda. Desde que mi padre murió, los acreedores no descansaron hasta dejarnos prácticamente en la calle y a mí me ha tocado trabajar de sol a sol para poder pagar mis estudios y costear los medicamentos de mi madre, y aunque tenía un fondo para mi universidad, preferí no tocarlo y muy por el contrario, lo poco que me quedaba guardarlo para poder viajar con mi madre, afortunadamente me he podido graduar con honores y aunque muchos me miren de manera discriminatoria, mi cabeza siempre va en alto, pues tengo claro lo que soy y no solo por el hecho de tener un título, sino por el esmero que he puesto en ello.

Al llegar a la mesa, el señor Sacarías se coloca de pie y tiende su mano, la recibo en señal de saludo y él aprovecha para dejar un beso en el dorso de la mía, luego abre una silla para mí.

— Buenos días, señor Rendon, es un placer conocerlo. — Menciono mientras ambos nos sentamos.

— Igual querida, es un gusto conocerte, había escuchado que eras hermosa, pensé que solo exageraban.

— Gracias, no sabe lo importante que es para mi madre y para mí el que usted nos ayude. — Le digo cambiando de tema, pues no me agrada la forma en que me mira, como si quisiera desvestirme con la mirada.

— Es un placer poder ayudar a una mujer tan hermosa. Imagino que tienes prisa, así que no daré vueltas.

— Le agradezco infinitamente, debemos viajar hoy mismo.

— Esto es todo lo que necesitas. — Comenta mientras tiende un sobre en mi dirección. — Es una recomendación personal. Solo debes presentarla y el trabajo será tuyo. — Sonrío ampliamente y tiendo mi mano para recibirla. — No tan rápido. — Mi sonrisa se borra lentamente al ver ese brillo de zorro astuto en su mirada.

El mesero se acerca a tomar nuestro pedido. Él pide únicamente un café, y yo no me atrevo a pedir absolutamente nada, con lo lujoso del lugar talvez por un baso con agua deba trabajar gratis toda una semana para poder pagarlo. El mesero se retira y yo tomo la palabra.

— No entiendo a que se refiere, ¿acaso hay alguna condición? — Interrogo con el ceño ligeramente fruncido.

— Como en todo negocio, pero no te preocupes...

— ¿Qué quiere? — Lo interrumpo.

— Seré directo, estoy hospedado en un hotel a pocas calles, acompáñame a mi habitación durante media hora y el trabajo será tuyo.

— He conocido personas muy desagradables en esta vida, pero nadie supera a un viejo mañoso y repulsivo como lo es usted, no se equivoque, mi necesidad no es mayor a mi dignidad.

— La dignidad no salvará a la moribunda de tu madre. — Esa fue la gota que derramó el vaso. Aprovecho que el mesero se acerca con la taza de café, me levanto y lo tomo, bebo un pequeño trago, ya que está caliente, luego le sonrío y justo cuando el desgraciado me devuelve una sonrisa triunfal, me acerco y dejo caer el café sobre su entrepierna.

— ¡Estás loca! — Grita eufórico llamando la atención de los presentes.

— ¡Loca estaría si permito que un viejo verde como usted me ponga un solo de sus asquerosos dedos encima! — Sin darle tiempo de agregar algo más, me retiro con la frente en alto, sin trabajo, pero con la dignidad intacta.

— Una vez cruzo la puerta del establecimiento, busco en mi vieja y gastada mochila mi celular para llamar a Raiza, mi mejor amiga y quien también me hablo de un conocido que podía emplearme, aunque el trabajo es como vendedora en una floristería, en este momento no puedo ser exigente, lo que si me urge es decirle que lo acepto, ya que lo había rechazado y él procedería a contratar a alguien más.

— ¡Maldición! — Exclamo al recordar que lo dejé cargando. Realmente es imprescindible hablarle en este momento.

Mientras cierro mi mochila tropiezo con alguien, al levantar la vista me encuentro con una figura imponente poseedora de unos hipnotizantes ojos verdes.

— Tenga más cuidado mientras camina. — Me dice uno sus guarda espaldas mientras siguen su camino haciéndome a un lado cuál estorbo, al mirar hacia el pavimento me encuentro con un celular de alta gama, lo tomo y deduzco que es del hombre con el que me acabo de tropezar, camino en dirección hacia la cafetería nuevamente, pero me doy cuenta que no está bloqueado y decido llamar a Raiza, no creo que me vallan a meter presa por robar un minuto, además, pienso devolver el celular una vez finalice la llamada, así que sin perder tiempo marco el número de Raiza.

Al llamarla, me dice que le dijo a su amigo que yo tomaría el empleo, que no le diría lo contrario hasta que yo hubiese firmado un contrato. Gracias a el cielo tengo una amiga precavida. La conversación se hizo un poco extensa ya que me pidió que le relatara lo sucedido con aquel viejo, sin darme cuenta hablé durante veinte minutos; al colgar intenté entrar a la cafetería, pero por lo sucedido anteriormente no me permitieron el ingreso, aun cuando traté de explicar, simplemente se negaron a escuchar mis razones. Esperé por más de cuarenta minutos, pero a decir verdad no sabía si aquel hombre aún se encontraba dentro de la cafetería, pues me desconecté de todo a mi alrededor mientras hablaba con Raiza. Con toda la pena del alma abandoné aquel lugar, no podía esperar mas; fue así como robé aquel celular, creo que soy una ladrona.

Solo acepto la realidad.

...Pov Richard....

— Si estás aquí supongo que es porque ya la has encontrado.

— De hecho aún no señor, me gustaría tenerle buenas noticias, pero es como si se la hubiese tragado la tierra. — Habla Clárens con voz nerviosa.

— ¿Tragado la tierra?, ¿en serio es la respuesta que me darás?, porque esa es una respuesta que no justifica tu sueldo.

— Se... señor... yo...

— ¿Tú? Permíteme hablar por ti, ya que al parecer ni eso puedes hacer. Tú eres un incompetente al que le quité todas sus responsabilidades para asignarle una sola labor, encontrar a esa pequeña ladrona y aun así no lo has hecho.

— Señor he hecho todo lo posible para hallarla, pero es que...

— Pero tal parece que tendré que llamar a la CIA o al FBI, seguro no tienen nada más importante que hacer, porque eres tan incompetente que aún teniendo los recursos necesarios para encontrar una aguja en un pajar no lo haces.

— Buenas, ¿interrumpo? — Pregunta Larry mi mejor amigo quien ingresa sin ser anunciado, es un muy mal hábito que ha adoptado y por el que ya no me quejo, pues es la única persona a la que poco o nada le importa lo que digo.

— Sí, pero supongo que da igual. — Respondo en tono seco, ante lo cual él solo se encoge de hombros, gesto con el cual reafirma que tengo la razón.

— Se... señor... — Vuelve a hablar Clárens, mi asistente.

— Puedes retirarte, quiero resultados y los quiero ya, así que deja de hacer lo posible y empieza a hacer lo imposible, talvez así me entregues resultados.

— Como ordene señor. — Tras estas últimas palabras se apresura a salir.

— ¡Valla que carácter! Asumo por la forma en que tratas al pobre de Clárens, que aún no encuentras a tu ladrona.

Suspiro frustrado.

— No, no la encuentro y tampoco es "mi ladrona"

— ¿Ah no?

— No, es solo una ladrona.

— ¿Por qué simplemente no le echas tierra al asunto y sigues con tu vida?

— No quiero, nadie toma lo que me pertenece y puede seguir con su vida como si nada.

— Realmente no entiendo por qué le das trascendencia a un simple teléfono que repusiste en menos de veinte minutos.

— No es eso, esa niña se burló de mí, me miró a los ojos, apuesto a que internamente se reía de mí y eso es algo que no voy a tolerar.

— Tienes razón, en eso y además de que sea tan osada y se meta en tus sueños para volverte loco en la cama, eso sí que es el colmo. — Deja ver una sonrisa de burla mientras habla. Soy un idiota solo a mí se me ocurre contarle en medio de tragos que la he soñado en más de una ocasión.

— Deja de hablar estupideces, ¿qué acaso no tienes nada más interesante que hacer que irrumpir en mi horario laboral? A diferencia de ti, yo si tengo cosas que hacer.

— Lástima que solo puedas hacerlas en medio de sueños, porque la ladrona salió escurridiza.

— Lárgate de aquí.

— Que susceptible, creo que es mejor que me vaya, tal parece que estás en tus días.

— Por favor, pon seguro a la puerta, ya ves que nunca falta un imprudente que entra sin ser anunciado.

_ Acabas de herir mis sentimientos... da igual, no me importa. — Se ríe y sale cerrando la puerta.

Voy a encontrarte pequeña ladrona y desearás no haberte cruzado en mi camino.

...Pov. Chanel....

Han transcurrido tres meses desde que llegamos a Inglaterra, y aunque me duele profundamente aceptarlo, mi madre no ha respondido de manera satisfactoria al tratamiento, su salud cada vez se ve más deteriorada, no he podido encontrar otro trabajo donde pueda tener mejores ingresos, aparte de ello debo soportar el acoso del hijo de mi jefe, pero lo peor de todo es que nuestros ahorros están a punto de acabarse, mi madre y yo vivimos en un pequeño apartamento con solo una habitación, dormimos juntas en una cama no muy grande, pero ella insiste en que no permitirá que yo duerma en el sofá, y en medio de todo es algo que agradezco, me gusta dormir en los brazos de mi madre, pues no sé en qué momento...

— Chanel, hija come, has bajado mucho de peso en los últimos días.

— No tengo hambre, mamita.

— Por favor come algo, hazlo por mí.

— Está bien, es imposible decirte que no. — Mi madre me mira y sonríe, yo hago lo mismo mientras llevo algo de comida a mi boca, que con dificultad logró pasar. Ver a mi madre, lo único que tengo en la vida con una pañoleta con la que intenta cubrir que se ha quedado sin cabello, además de lo delgada que está, sus marcadas ojeras y lo peor de todo es sentirla cuando llorar en las noches tratando de que no me dé cuenta de que sufre a causa del dolor que produce el maldito cáncer en los huesos, me recuerda que al igual que ella, debo aparentar ser fuerte para hacer más llevadera su lamentable vida.

— Chanel, lo he estado pensando y quiero volver a Estados Unidos.

— ¿A Estados Unidos? — Pregunto sorprendida.

— Sí, eso es lo que más deseo, quiero pasar el tiempo que me quede en mi casa.

— Mamá, no te rindas por favor. — No puedo evitar que las lágrimas se deslicen por mi rostro.

— No lo hago, solo acepto la realidad... — estira su mano para secar mis lágrimas — Tú también debes hacerlo, así será más llevadero el momento de la despedida. Además, estaremos rodeadas de las personas que nos quieren, por favor, no le digas que no a tu madre. — Mi mano se posa sobre la suya que ahora acaricia mi rostro aferrándose a ella.

— Está bien, hablaré con los doctores y trataré de que podamos volver lo antes posible. — Con estas palabras consigo de mi mamá una genuina sonrisa que hace mucho no veía y eso fue un descanso para mi alma.

Han pasado diez días desde que le prometí a mi madre volver y justo hoy he podido cumplirle.

— Gracias por venir por nosotras, Raiza.

— No lo agradezcas. — Responde mientras nos abraza a mi madre y a mí. — Ustedes son parte de mi familia.

— No sabes cuanto me alegra saber que siempre vas a estar para mi hija.

— No lo dude, yo siempre la cuidaré.

— Mmm no hablen como si fuese una bebé.

— Ellas ríen y rompemos el abrazo, con ayuda de mi amiga llevábamos el equipaje a su auto. Una vez emprendemos el viaje me dedico a observar el paisaje y el rostro sonriente de mi madre, mientras la suave brisa de New York nos da la bienvenida.

La entrevista.

Hoy es el día de la entrevista con el dueño de Industrias Ford. Me tiene comiéndome las uñas y peor aún porque es él quién en persona realizará la entrevista, no entiendo por qué como en cualquier otro lugar no puedo entrevistarme con el encargado del personal, en fin... supongo que es porque el trabajo es para ser su asistente personal, sí, otra vez aplicando para un cargo que no tiene nada que ver con mi carrera, pero Raiza me ayudo a conseguir la entrevista y el sueldo no es para nada despreciable, con ese dinero podre darle una mejor calidad de vida a mi madre y hacer más ameno su mal.

Trato de arreglarme lo mejor que puedo, pero mi guarda ropa no colabora.

— ¡Buenos días! — Saluda emotivamente Raiza, quien ingresa a mi habitación con un par de bolsas en mano. — Dime que no pensabas ir así. — Dice mientras hace una mueca de desaprobación y señala mi ropa, yo solo me enojo de hombros y sonrío algo apenada, pues he de reconocer que no me veo para nada bien, un pantalón clásico que solía ser negro, pero que ahora se inclina hacia el rojo, sandalias bajas y lo único rescatable, mi camisa blanca, la de una y mil batallas.

Ella rueda los ojos y me tiende las bolsas. — Rápido, ponte esto, te llevaré antes de ir a trabajar. — Mis ojos se cristalizan y cuando voy a hablar me interrumpe. — Ni se te ocurra, no quiero que se te hinchen los párpados, además, luego me haces llorar a mí también, se me corre el maquillaje y eso sería catastrófico.

Sonrío ampliamente.

— ¡Gracias, eres la mejor!

— Así está mejor.

Rápidamente, me desvisto ante ella, tenemos total y plena confianza la una en la otra para hacerlo, Tomo la falda, luego el top y por último el blazer, todo de color blanco y ajustado a mi figura. Una vez terminó de vestirme no puedo evitar mirar mis pies.

— No te preocupes un hada madrina no hace su trabajo a medias. — Dice Raiza tendiendo otra bolsa en mi dirección, al mirar dentro, en ella se encuentran un par de tacones de punta y una cartera todo en color beige.

— ¡Gracias, gracias, gracias! — La abrazo y dejo un enorme beso en su mejilla, me coloco los zapatos y ella procede a maquillarme de manera muy sutil.

— Perfecto, te ves hermosa. — Concluye su trabajo con estas últimas palabras. — Ahora vámonos o llegarás tarde.

— Sí tienes razón. — Tomo la cartera, no es necesario llevar hoja de vida, ya que la he enviado con anterioridad al correo. Me despido rápidamente de mi madre y luego salimos.

Veinticinco minutos nos toma llegar a Industrias Ford.

— ¡Ve por ese empleo, tú eres la mejor! — Exclama mi amiga.

— Gracias. — Le sonrío y desciendo del auto, al hacerlo mi vista se alza detallando lo imponente de la enorme edificación, cruzo los dedos aferrándome a la buena suerte que hace mucho no tengo y me acerco a la entrada, sin mayor inconveniente el guarda de seguridad me hace pasar hasta la recepción donde una hermosa rubia me indica el piso y que al llegar solo debo presentarme con la secretaria del CEO y mostrar mi identificación, así lo hago y la mujer muy amablemente me indica que espere junto a las otras tres aspirantes que se encuentran esperando, debo admitir que más que asistir a una entrevista para asistente, parece que vienen a una agencia de modelaje, pues aparte de ser mujeres bellas, su forma de vestir es un tanto reveladora y no es que lo critique, cada quien es libre de vestir como mejor le parece, pero todo tiene su tiempo y espacio. Después de mí, llegaron un par de chicas más y somos atendidas en orden de llegada.

— Señorita Chanel Walker, por favor acompáñame. — Habla la secretaria quien no es menos bella que el resto de mujeres que he visto desde que entré a este lugar, por Dios, creo que la más simple soy yo, nadie me avisó que venía a un concurso de belleza y no a una entrevista de trabajo. La sigo y me pide que espere un par de segundos e ingresa a la oficina del famoso Richard Ford, no tarda en salir y llamarme. Una vez ingreso ella cierra la puerta.

Cierro un par de segundos los ojos, en realidad sé que no dejaré una buena impresión si lo primero que hago es esto, pero en realidad necesito calmar los nervios, aquí no solo está en juego la posibilidad de un trabajo, sino una mejor calidad de vida para mi madre, me calmo al sentir el exquisito aroma de un perfume varonil, lo inhalo y lentamente abro los ojos, parecerá extraño, pero al hacerlo me encuentro con unos ojos verdes penetrantes que están a escasos diez centímetros de los míos, lo miro fijamente, me parece haberlos visto antes, pero no recuerdo de donde, abro mis labios para decir algo, pero mi labio inferior tiembla ligeramente, la situación me resulta extraña.

— Buenos días. — Atino a decir después de salir de mi ensimismamiento.

— ¿Buenos días? — De acuerdo, ese saludo en forma de interrogación me descoloca un poco y los nervios atacan, aun así logro disimularlos o eso creo.

— Es un placer, señor Ford. — Tiendo mi mano y doy un paso atrás para recuperar mi espacio personal, la presencia de este hombre es un tanto intimidante. Él levanta una ceja mientras mira mi mano, después de unos segundos que parecieron horas se digna a tomarla y a mí se me escapa un suspiro de alivio.

— ¿Nos hemos visto antes, señorita Walker?

— Definitivamente no, lo recordaría. — Respondo rápidamente y no sé por qué, pero al escuchar mi respuesta su mandíbula se tensa, rodea el escritorio y se sienta frente al portátil, indicándome que haga lo mismo en la silla frente a él.

— ¿Dónde ha estado los últimos meses?

— Eh... los últimos meses estuve en Inglaterra.

— ¿Qué hace una mujer de bajos recursos para poder costearse un viaje a Inglaterra? — No entiendo por qué este tipo de preguntas, pero supongo que debo responder.

— Trabajar, es lo que hace la gente normal.

— ¿Se considera usted parte de esa gente normal?

— Lo soy.

— ¿Qué hacía en Inglaterra?

— Trabaje como vendedora en una floristería, sé que no es la experiencia que se necesita para este cargo, pero...

— No pregunté en qué laboraba, he preguntado que motivo la llevo a Inglaterra.

— Han sido motivos personales... y si no le importa preferiría omitir el tema. — Yo vengo por trabajo, no por lástima, y seguramente si hablo de la condición de mi madre terminaré llorando.

— La entrevista ha terminado, en caso de calificar, mi secretaria se pondrá en contacto, ahora por favor retírese...

¡Demonios! no me va a contratar.

...Nota autora....

Mis amadas lectoras, gracias por emprender este nuevo viaje junto a mí, las amo y extrañé el contacto con ustedes.

Les prometo que disfrutarán de esta historia, pero para conectarnos, necesito que visiten el enlace que les dejo, es la canción que inspira esta historia, LADRONA (Morat)

Https://youtu.be/YncpkTgPulU

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