Las personas se enamoran y dedican sus vidas al amor pero algunas simplemente no quieren amar ni ser amadas, como el caso de una hermosa mujer llamada Daya.
Ella es una pianista fría y arrogante que no cree en el amor; ya que la vida se encargó de regalarle espinas en vez de flores, está marcada por el rencor y desdicha.
Cierto día se reencuentra con su ángel guardián de la infancia , Él ya no es el mismo, ahora es un ángel inmaduro y guardian de los animales.
Tienen que afrontar una tragedia inesperada en un momento crucial que cambiárá el rumbo de sus vidas. Ella no sabe que ya lo conoció en el pasado.
La vida de Daya no siempre fue insípida y llena de frialdad. De niña siempre fue dulce y amorosa como una gota de miel que endulza la vida de quien tiene la suerte de acercarse a ella.
Pese al sufrimiento constante por la indiferencia de su madre y la pobreza que la aplacaba hasta la garganta, ella mantenía su sonrisa deslumbrante y cálida.... pero cierto día esa sonrisa desapareció por completo de su lindo rostro angelical al ser abandonada por su protector a quien llamaba ángel de la guarda.....
En el transcurso de su vida su suerte cambia de la noche a la mañana y se convierte en una heredera poseedora de una enorme fortuna después de que su padre ausente la reconociera como su única hija; quién trágicamente muere en un accidente automovilístico poco después. Ese incidente endurece más su corazón y siente una culpa que se convierte en su martirio todas las noches...
¿Que sucederá con Daya?.
¿Logrará sentir amor al reencontrarse con Gabriel un angel cálido y gentil?.
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...A FUERAS DE UN TRISTE BARRIO ...
—Quien eres?.
Pregunta una dulce niña de ojos grandes, tan hermosos y encantadores de un color esmeralda.
Sus preciosos ojos estan cubiertos por el velo transparente de la ceguera que opacan su color natural. Pero aún así, no dejan de ser muy hermosos y cristalinos, cómo las profundas aguas de un río puro.
La pequeña se seca las lágrimas con rapidez con sus pequeñas manos sucias mientras suelta un suspiro
—No temas pequeña. Solo quiero ser tu amigo...
Susurra un hermoso joven de cabellos dorados tan brillantes como el sol, enfundado en un terno de color blanco, que se ciñe a la perfección en su cuerpo bien fornido.
Se pone de cuclillas y sonríe con ternura ante la pequeña figura que está en posición fetal ante el.
—Como te llamas?. —Pregunta la pequeña mientras busca vagamente un pequeño trozo de madera un poco largo que usa como guía para no tropezar.
Sus bellos ojos muestran que estuvo llorando por un largo tiempo.
—Gabriel pequeña niña.—Responde, mientras le acerca el pedazo de madera por un extremo; con sumo cuidado de que la niña no llegase a tocarlo.
Dado que ningún ser humano podia hacer eso. Era una regla celestial.
— ¡Oh!. Cómo el ángel Gabriel. —Responde ella con una cálida sonrisa que deja al descubierto unos hoyuelos hermosos derrochando ternura —¿Entonces eres mi Ángel guardián?—Pregunta en su inocencia llena de emoción.
Esperando impaciente que acertara sin importar que fuese tan solo una mentira, estaba tan cansada de que la soledad fuera su única amiga y compañera.
—Si lo deseas seré tu ángel de la guarda y te cuidaré. Prometo estar siempre contigo.
Las palabras de Gabriel produjeron en la pequeña un tremendo regocijo que se reflejaba en su cara angelical, su tristeza se había convertido en alegría.
Gabriel era un ángel de la guarda, tan hermoso y gentil que había sido elegido por el divino para cuidar de Daya, por tener una condición especial y llevar una vida miserable.
Los ángeles tenían la misión de cuidar y hacer felíz a los niños más desdichados y de corazón puro de todo el planeta bajo una serie de reglas estrictas dadas por el divino. En la que regía:.
✓Acompañar a los niños solo hasta cumplir los 12 años. Después de ello se les borraba la memoria.
✓No tener contacto físico con los seres humanos.
✓Cumplir sólo un deseo sin importar la magnitud, excepto matar o resucitar.
✓Nunca revelar su identidad.
✓Regirse a un horario estricto.
Nota: Agradecería que me acompañen en una nueva historia esta vez diferente. Esperando que me apoyen.
Considero importante sus comentarios ya que me animan a seguir actualizando capítulos 😊
—¡Pequeña demonio donde rayos estás!.
Una voz estruendosamente rabiosa salió de los labios de una mujer a gritos escandalosos quien no tubo reparos en mostraste en sus peores fachas. Yacía plantada en la puerta de una pequeña casa a punto de caerse.
La pequeña niña se estremeció en horror al oírla e involuntariamente retrocedió.
Con el pelo alborotado y con una botella de alcohol a la mitad, que apretaba con mucha fuerza cada vez que gritaba, empezó a hurgar por todos sitios con la mirada de halcón y cuando encontró su objetivo empezó a mover sus pies a grandes zancadas sin importarle tener un pie descalzo.
—¡Maldita mocosa!—Rugió al verla— Ahora vas a ver. Al llegar la cogió de la nuca con violencia —¡Te dije que no salieras maldita sea!.
En ese instante Gabriel olvidó los consejos y normas de su superior quien siempre le recordaba que actuara con prudencia ya que su naturaleza no era de este mundo.
Nublado por una sensación de indignación cogió la mano de la furiosa mujer en un apretón nada considerado y tiró de ella sin remedio.
—Ni se te ocurra ponerle un dedo encima. —Advirtió Gabriel con voz inmutable y poderosa mirándola sin compasión.
La mujer lo recorrió de pies a cabeza con interrogación en una sonrisa sarcástica.
—¡Que diablos le importa!. —Respondió—. No piense que por tener un rostro bien tallado voy a permitir que meta sus narices dónde no le importa.— Furiosa luchaba por mantenerse en pie. —Yo la parí y puedo hacer lo que me de la gana. Espetó la mujer con voz borracha dispersando su olor a alcohol en el lugar.
Gabriel volvió la mirada hacia la pequeña quien estaba al borde de las lágrimas mientras se aferraba con fuerza al pedazo de madera con sus pequeñas manos.
La escena conmovió a Gabriel, su pequeño rostro estaba atribulado y lleno de horror como un pobre cachorrito en boca de su feroz depredador.
El ángel no comprendía a los seres humanos por ello siempre se mostró descontento con las respuestas del divino a cada pregunta curiosa que le realizaba y casi siempre estaba envuelto en de debates.
¿Cómo alguien puede ser tan cruel con su propia sangre? la pregunta daba punzadas en su cabeza.
Entonces una sensación ardiente desconocida para el, fue subiendo como brasas desde su interior.
Dió un chasquido con los dedos porque no soportaba la voz ruidosa de aquella mujer.
Acto seguido la mujer cayó al piso empezando a roncar.
Al notar que su madre dejó de hablar de un momento a otro y al oír su caída abrupta la pequeña preguntó confundida.
—¿Que pasa...y madre?. —Interrogó mientras se agachaba a rebuscar en el piso torpemente.
—Tranquila pequeña; tu madre tenía mucho sueño que no pudo resistir, así que ahora duerme en el piso.
—Oh no cogerá un resfriado. —Dijo preocupada como una pequeña adulta. —Por favor ¿podría usted ayudarme a meterla a casa?.
Gabriel se quedó sorprendido por el corazón tan puro de la niña, a pesar de todo el maltrato recibido su corazón desbordaba compasión sin una pizca de resentimiento.
—Le hará muy bien tomar un poco de aire aquí a fuera. —Respondió despreocupado, con la intención de dejarla en la calle.
—Por favor.
Suplicó la pequeña sonando lamentable.
Ante la súplica de la pequeña ternura; Gabriel resopló vencido para luego sonreírle a la pequeña aunque ésta no podía disfrutar de la cálida sonrisa de Gabriel debido a su ceguera.
—Está bien pequeña
—Me llamo Daya y gracias por ayudarme Señor.
Agradeció tiernamente mientras alargaba la mano esperando un estrechón de mano.
—Oh. No tienes que agradecer pequeña Daya, mi deber es hacerte feliz.
Gabriel dudó un segundo en si estrechar o no las manos de la niña; apretó los puños al ver cómo la dulce hadita de cuentos de piel blanca y labios rojos sonreía con inocencia.
Consiente de lo que estaba a punto de hacer se mordió el labio inferior y estiró la mano.
La pequeña mano frágil y suave de la niña emitía un calor especial que aquel ángel nunca había experimentado en su vida inmortal.
Rápidamente se soltó al sentir corrientes eléctricas. Era la primera vez que tocaba la piel de un niña humana.
Con un chasquido detuvo el tiempo para luego introducir dentro de la casa a la mujer que flotaba en el aire.
Ningún se humano debería verlo en acción por lo que siempre debía de ser precavido.
Mientras caminaban hacia la casa la pequeña hizo varías preguntas curiosas. Tenía muchas ganas de conocer a su amigo.
—¿De dónde vienes?.
—De un lugar muy lejano.
—¿De otro país?.
—Mmmm se podría decir que si.
—¡Que genial! ¿y cuántos años tienes?.
—3018, digo 18 años. Eso creo.
Carraspeó mientras dejaba a la mujer ebria en un pequeño sofá de una triste sala.—Y tu, cuántos años tienes pequeña?.
—8, tengo 8 años Señor. —La pequeña se rió por las respuestas inseguras de Gabriel.
Cuándo entraron Gabriel se quedó absorto viendo el lugar tan pequeño y desordenado que parecía un hueco de un ratón. Había varias botellas de alcohol esparcidas por la sala.
A simple vista el lugar llevaba varios días sin una buena limpieza.
—Ah.—Respondió distraído sin dejar de observar el terrible lugar.—Daya ¿te parece si vamos a fuera a charlar? tu mamá estará bien.
La pequeña asintió con la cabeza. Con el pequeño palo de madera empezó a moverse hacia la salida.
Se sentaron en un pequeño banco de madera que había delante de la casa.
—Daya—Preguntó el sin dejar de ver su inocente rostro. —¿Te gustaría cambiar de vida?.
La pequeña frunció el ceño sin entender.
—No comprendo señor.
—Por ejemplo tener otros padres.... que sean amorosos y vivir feliz.
La pequeña se quedó pensando por un largo momento.
—No. Soy feliz con mi mamá, se que sufre mucho y es por mi culpa ella me necesita.—Suspiró y se agarró las pequeñas manos como si así obtendría fuerzas. —Soy lo único que tiene.
El asombro de Gabriel crecia cada vez más en admiración por la pequeña que era la reencarnación misma de amor y compasión.
En otros tiempos había tenido la oportunidad de cuidar a un sin fin de niños desdichados que a la primera insinuación anhelaron cambiar sus vidas y sus deseo eran concedidos.
Las pequeñas criaturas querían escapar como sea de sus desdichadas vidas de sufrimiento. Y el todo poderoso les enviaba a hogares llenos de amor dándoles una nueva identidad. Esto solo era posible si la criatura lo anhelaba de todo corazón porque no podían ir en contra de su voluntad.
De esta manera su ángel tenía que quedarse cerca hasta cumplir los 12 años.
Pero esta niña era diferente.
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