Título: La Guardaespaldas de Toba
Autora: Coke del Castillo
Obra original. Reservados todos los derechos de autor. Prohibida la redifusión, modificación o apropiación indebida.
Capítulo 1
Toba
Toba Jiménez se desperezó en la cama. Estiró todo su cuerpo y se preparó para levantarse y comenzar una nueva jornada laboral. Fue hasta el cuarto de baño a soltar la primera meada del día apoyando la mano en la pared y levantando la cabeza. Suspiró de gusto.
Se afeitó y se pegó una ducha, silbando. Estaba muy contento. En los últimos tiempos se sentía plenamente satisfecho con su vida al punto que parecía que por fin había logrado dejar atrás su pasado con su familia.
Le iba maravillosamente bien en su trabajo, estaba empezando a conocer a alguien, tenía un gran círculo de amigos y la vida le sonreía.
"¿Qué más se puede pedir?" pensó, mientras preparaba el desayuno.
Una mujer salió de su habitación y se acercó a besarlo.
- Te ha despertado el olor del café, ¿a que sí? - le dijo. Ella se rió y contestó:
- Por supuesto. Sabes que me encanta. Hasta que no tomo café no hablo ni español - Él se echó a reír.
- Lo sé, Marián. Estoy empezando a conocerte -. Ella sonrió, apoyada contra él. Le dio un beso en la nariz.
- Primero desayuno y me ducho después - Llevaba una camiseta grande de él y se veía aún más sexy que el día anterior.
Habían salido a cenar, a bailar y habían tenido una maravillosa noche de pasión. Era la primera vez que la pasaban juntos y él no podía estar más encantado. Le gustaba mucho esa mujer y había empezado a enamorarse de ella.
Después de desayunar y ducharse, terminaron de vestirse y salieron juntos a la calle. Él le dijo que la alcanzaba al trabajo y ella aceptó, diciendo:
- De acuerdo, favor que me haces. ¿Dónde tienes el coche? - Él señaló el final de la calle y la cogió de la mano. De repente, cuando ya casi llegaban al vehículo, fueron repentinamente lanzados hacia atrás y desplazados varios metros.
Sus cuerpos quebrados cayeron a plomo sobre la acera y por un instante Toba pensó que iba a morir. Sintió mucho miedo. Inmediatamente se giró para ver dónde estaba la mujer y si se encontraba bien.
- Marián... - murmuró y luego gritó- ¡Marián!.
Ella se movió un poco y él entendió que no estaba muerta aunque ambos estaban bastante heridos. Después de unos momentos de desconcierto fue capaz de tener una idea de lo que había pasado. Su coche había estallado.
La intensidad de la explosión fue tal que, en aquella pequeña y tranquila calle, parecía como si el mundo se hubiera acabado. Las alarmas de todos los vehículos del barrio sonaban incontrolables y podía escuchar muchos gritos. Había gente corriendo por la calle, gente asomada a las ventanas, todos con cara de terror.
Él sentía mucho dolor, pero sabía que ninguna de sus heridas era grave. En lo único que podía pensar era en que otra vez lo habían encontrado.
Sabía lo que significaba esa explosión y sabía las consecuencias que podría traer a su vida. Pensaba que ahora por fin todo estaba bien, pero una vez más parecía que su pasado volvía a atraparlo. Era el precio que tenía que pagar por ser quién era.
Miró a la mujer a su lado, tumbada sobre el suelo y ensangrentada, que se quejaba de dolor. Intentó tomarla de la mano para tranquilizarla un poco.
- Marián, todo va a estar bien, ya lo verás. Tranquila
Se había dado cuenta de que había personas llamando por teléfono a la policía y a los servicios de emergencias y se concentró en no perder los nervios mientras esperaba con paciencia por la ayuda.
- Ya viene la ambulancia - le dijo a la mujer - Tranquila, estás bien, ya verás que vas a estar bien.
"Estamos bien", musitó y miró al cielo. Hacía un día precioso y el sol brillaba radiante en un cielo azul sin nubes.
Una vez más se preguntó por qué. Por qué él no podía ser distinto, por qué su vida no podía ser distinta, si él lo estaba intentando con toda sus fuerzas. Lo único que quería era vivir en paz y ser un poco feliz.
Lágrimas de frustración mojaban su cara.
......................
Su madre entró en la habitación del hospital como una tromba seguida inmediatamente por su padre y sus hermanos. Detrás de ellos pudo ver a dos de sus cuñadas y Toba se puso la mano en la cara y suspiró desesperado. Había venido el clan entero
- ¿Falta alguno? - preguntó con sorna.
- Tus abuelos están viniendo desde el campo para verte- dijo su madre. La cara de la mujer estaba mortalmente pálida y se la notaba descompuesta mirándole.
- ¿Estás bien?- miró a su esposo y le dijo- Vete a buscar al médico, habla con él y pide cambiarle a una habitación VIP. Ponle protección
Como siempre su madre ejercía control total sobre su marido. Tenía cierta gracia que un hombre tan poderoso estuviera en manos de aquella mujer tan pequeña. Él solo afirmó con la cabeza, pero su hijo lo detuvo.
- Esta habitación está bien. No hace falta cambiarme papá.- El padre lo miró casi con ferocidad y le dijo:
- Después de lo sucedido ¿todavía eres capaz de decirme que esta habitación está bien?. Aquí estás totalmente expuesto y ya sabes lo que eso significa. ¿Crees que no lo van a intentar de nuevo?.
En la sala todos quedaron en silencio. Toba agachó la cabeza y dijo:
- Sí, papá. Esto es lo que tiene el ser tu hijo.
Su madre lo cortó de inmediato con ganas de darle una cachetada y le dijo:
- No Toba. Eso es lo que tiene que haya gente mala en el mundo. No le hables así a tu padre. Yo no te he educado así. Ni él ni nadie tiene la culpa de lo que te ha pasado así que no seas cruel.
El hijo bajó la cabeza y se avergonzó un poco porque en el fondo era cierto lo que su madre decía. Nadie tenía la culpa de esto más que el que puso la bomba y el que lo mandó.
No podía culpar a su padre, pero estaba enfadado. Estaba realmente enfadado y eso hacía que quisiera portarse como un niño con rabieta. En realidad siempre que estaba frente a sus padres de alguna manera se sentía como un niño pequeño.
Y ahora estaba frustrado y cabreado porque por más que lo intentaba no podía tener la vida que él quería y cómo la quería. Lejos de una familia tan complicada como la suya.
Y no es que no los quisiera. Al contrario, los quería a todos con locura. Eran una gran familia de la que sentirse orgullosos a pesar de sus problemas y pequeñas rencillas. Se amaban profundamente y se cuidaban siempre entre ellos.
Hubiera sido perfecta si fueran una familia normal y lo eran en todo salvo por un detalle… Su padre era el jefe de una de las grandes familias de la mafia. Y él mismo era el hijo mayor de la familia y por lo tanto el heredero del imperio de su padre. Solo que él no había nacido para eso, nunca lo quiso y no estaba dispuesto a hacerse cargo.
Prefería que cualquiera de sus otros tres hermanos o incluso su hermana pequeña dispusieran del negocio familiar si así lo querían. Respetaría la decisión de cualquiera de ellos y los apoyaría. Solo que simplemente él no había nacido para hacer un capo mafioso.
El no podía ser un dios que decidiera sobre la vida o la muerte de otros. No quería vivir así, escondido, protegido por guardaespaldas y en guerra permanente con el resto de familias mafiosas en lucha constante por el poder.
Eso no era vida o por lo menos no era vida para él. Había crecido en esa familia viendo a sus padres sufrir en muchas ocasiones. Hubo épocas en las que vivían con el miedo permanente de perder a alguno de los hijos y vivían enredados entre chantajes y amenazas de muerte, tortura o secuestro.
Llegó un momento en el que pensó que realmente él no quería vivir así ni quería mucho menos quería arrastrar a su futura compañera de vida a algo así. Reconocía que había que estar hecho de una pasta especial como sus padres para soportar ese estilo de vida.
Él nunca podría permitir que sus seres queridos, su mujer y sus hijos si en algún momento los tenía, sufrieran por el resto de sus vidas ese cruel castigo. Así que se planteó seriamente decidir entre dos cuestiones: o si hacía cargo del negocio como su padre sacrificándose por todos pero viviendo una vida en solitario o se apartaba de todo ese mundo y se dedicaba realmente a lo que quería hacer teniendo a su propia familia aparte.
Cuando tomó la decisión Toba se dio cuenta de que no quería renunciar ni a hacer lo que le gustaba hacer qué era todo lo relacionado con el mundo del diseño gráfico ni quería renunciar al amor y a tener su propia familia.
Si renunciaba estas tres cosas se quedaría muerto en vida. Así que no tuvo el valor suficiente para escoger ser un poderoso jefe de la mafia con una vida totalmente vacía y solitaria.
Una noche durante la cena, habló con todos y contó lo que quería hacer. Y se despidió. Sus hermanos guardaron silencio, su madre se tapó la cara dolida y preocupada y su padre se levantó persiguiéndolo y gritándole como un loco que no podía ser, que él no había sido educado de esa manera, que qué clase de hombre era que evadía sus responsabilidades, qué ese era su destino lo aceptara o no y que nunca le permitiría dejar la familia.
Le dijo mil cosas más pero Toba lo ignoró y contestó:
- Papá, soy libre. Hagas lo que hagas no vas a conseguir que sea tu heredero. No quiero nada de tu imperio y no te preocupes que no vas a tener que hacerte cargo de mí, ni de mi vida, ni de mis gastos.
Dicho esto, cogió una pequeña maleta y se marchó. Vio en la cara de su padre que estaba a punto de pedirle a los hombres de la familia que lo detuvieran pero la madre de Toba, intervino. Se acercó a su marido, le puso una mano en el brazo y negó con la cabeza.
Los dos conocían bien a su hijo. Si él había decidido que no se iba a hacer cargo de la familia, no lo iban a conseguir obligándolo ni por la fuerza. El padre de Toba descubrió una mirada de inteligencia en los ojos de su mujer que le decía más que cualquier palabra.
Sabía que ella se estaba guardando un as en la manga.
Capítulo 2
Bixby
Dos años antes…
Realmente todos pensaban en la familia, que Antonio Jiménez era el jefe. Lo que nadie sabía era hasta que punto las decisiones de su mujer, Gilda, afectaban a la organización e influenciaban al marido, de modo que normalmente era ella la que se encargaba de tomar las grandes decisiones sobre prácticamente todo lo que acontecía al grupo mafioso.
De cara a la galería era mejor que ella fuera la cara oculta que dirigía en las sombras a todos los hombres y mujeres de la familia Jiménez.
Su organización era una de las pocas, por no decir la única, en la que no tenían problemas en valorar y admitir miembros de cualquiera de los dos géneros y sus subordinados podían ser tanto hombres como mujeres.
De hecho contaban entre sus filas con un gran número de mujeres entrenadas que podían ser tanto o más despiadadas que los hombres. En muchos sentidos ellas resultaban más útiles dependiendo de la misión encargada.
Los hombres disponían de más fuerza bruta, pero las mujeres eran mucho más ágiles en la lucha y a la hora de obtener según qué informaciones. También en momentos de crisis tenían una mayor habilidad en la toma de decisiones.
Por eso todos los hombres de la familia respetaban a los soldados femeninos y trabajaban en perfecta armonía en equipo, reconociendo ellas las habilidades de ellos y viceversa. Las mujeres contaban siempre con el apoyo de los miembros masculinos, en más de un sentido.
Si alguno de los nuevos contratados en la familia, no se sentía a gusto trabajando con el sexo contrario era despedido de la familia. Era importante mantener este sentido de respeto y unión entre ellos. Ese era el secreto que les había convertido en una de las familias más poderosas.
Y eso era algo que tanto Antonio Jiménez, como su esposa Gilda Moreno, habían entendido desde el principio. Su afortunada unión fue lo que llevó la prosperidad a su ahora poderosa organización.
Antonio era la cara de la familia y un líder fuerte y Gilda la carismática dirigente en la sombra. Hacían el tándem perfecto, así que cuando Toba decidió marcharse, Gilda detuvo el temperamento de su esposo Antonio y en cuanto vieron salir a su hijo de la casa tuvieron una conversación a puerta cerrada en el despacho de la mansión.
- Antonio hay que dejar que se vaya.- dijo ella y él la miró enfadado.
- ¿Por qué? ¡Dime qué! ¿Qué vamos a hacer?. Sabes que es el más capacitado de todos. No quiero despreciar a ninguno de nuestros hijos y sé que todos ellos son de valor, inteligentes y capaces. Pero el único que tiene realmente lo esencial para ocupar mi puesto es Toba y lo sabes, mujer, lo sabes - ella lo miró y le contestó rápido.
- Te equivocas. Él tiene el potencial, pero lo esencial es justo lo que le falta.
- ¿Y qué es lo esencial?
- Una mujer como yo
Se echó a reír aunque él la miró con ojos desconcertados, como si estuviera loca. Pero, luego de pensarlo, aceptó y afirmó con la cabeza.
- Tienes razón, mujer mía. Una vez más tienes razón
Y esta vez se echó a reír con ella.
- Entonces ¿qué hacemos?- le preguntó Antonio - ¿Dejar que se vaya y ya está?
- Sí Antonio. Si lo detenemos ahora no vamos a conseguir nada. Si realmente Toba está destinado a ser el jefe de esta familia eso es lo que va a suceder más pronto que tarde. Pero si no pasa tendremos que aceptarlo también y dejar el cargo en manos de otro de nuestros hijos. Sabes que cualquiera de ellos aceptaría solo por amor a la familia.
- ¿Y si no son tan capaces como Toba? ¿Y si con el tiempo la familia deja de existir como tal, Gilda?
- Pues ese será el destino, lo que debía ser, mi amor
Suspiró ella. Se acercó a su marido, lo abrazó y le dijo:
Nada dura para siempre Antonio, ya lo sabes. Hemos sido una de las familias más prósperas durante estos treinta años. Si estamos destinados a desaparecer que así sea. No podemos aferrarnos a la idea de existir para siempre
Antonio la apretó contra él y le contestó abrazándola y con la boca casi en su pelo.
- En el fondo lo sé. Es solamente que me cuesta aceptarlo porque no me gusta la idea, pero sí, entiendo lo que dices. Y también sé que Toba es el hombre que podría dirigir este imperio hacia un nuevo destino. Tenía la esperanza de que así fuera - se pasó la mano por el pelo - Es cierto que forzarlo no va a funcionar con ese maldito.
- Así es que mi sugerencia es que vayamos al plan C -le dice Gilda.
- ¿Qué? ¿Vamos al plan C sin pasar por el B?
- El B ya se puso en marcha hace rato, querido -y se echa a reír.
- Ja, ja, ja. Eres tremenda, mujer. Ya me contarás. -y los dos echarás de reír con cara cómplice.
Esto había sucedido justo dos años antes de que estallara la bomba hiriendo a Toba y a Marián.
......................
En el presente…
Por fin habían conseguido trasladar a Toba a una de las grandes habitaciones VIP de ese hospital. Por supuesto, habían colocado seguridad en la puerta que ahora lucía protegida por dos fornidos guardaespaldas.
Había varios más en todo el área de la planta. También dispusieron de una habitación para la mujer que acompañaba a Toba en el momento del atentado. Estaba en una habitación cercana.
Ahora que ella estaba relacionada con él era necesario mantenerla protegida pues se había convertido quizá en un objetivo involuntario. Era mejor no arriesgarse a dejarla en otra planta.
Toda la familia Jiménez estaba en la habitación con él en ese momento. Toba diisfrutaba de un sencillo almuerzo mientas Gilda, sentada al lado de la cama, posaba una mano sobre el muslo de su hijo somo para asegurarse de que seguía vivo.
Anntonio andaba detrás de su mujer con los brazos a la espalda observándole comer y sentados por toda la sala hablando y riendo estaban sus tres hermanos, su hermana pequeña y sus dos cuñadas. Toba en el fondo disfrutaba de tenerlos a todos allí y se reía con las ocurrencias de sus hermanos, sin embargo dijo en alto y con con cara de fingido engado
- ¿Tienen que estar todos aquí? ¿No tienen nada que hacer por ahí?
Todos lo miraban y se reían sin hacerle caso. En realidad sabían que estaba contento. Hacía bastante tiempo desde que Toba se había marchado de la mansión y no pasaban un rato juntos y de risas.
Entonces el padre habló.
-Toba, no sabemos quién ha sido aún. Te prometo que vamos a averiguarlo, pero sabes que de momento tú y tu amiga van a tener que pasar un tiempo con protección. Por favor no te niegues. -Toba negó con la cabeza y le dijo:
-No papá, no me voy a negar. Lo que ha pasado hoy no es ninguna broma y lo que no entiendo es por qué fallaron. Yo estaba totalmente con la guardia baja. No estamos heridos de mayor gravedad porque aún estábamos a cierta distancia del coche. Si hubiéramos estado medio metro más cerca, no la contamos.
- Lo que me hace pensar que la intención no era matarte. Ha sido una advertencia para mí sobre lo fácil que pueden llegar hasta mi primogénito. Supongo que para ellos siempre vas a ser un objetivo.
Toba dijo que sí con la cabeza.
-Entiendo. ¿Cómo está Marián?
El padre le dijo:
- La hemos colocado en la habitación al lado de esta. No tiene nada grave, pero está bastante dolorida y sobre todo asustada.
- Lógico. Yo he crecido viviendo situaciones este tipo. Ella no tiene ni idea de nada, ni de mi relación con la familia. Debe estar aún impactada por la bomba y sin comprender el asunto. A la gente normal estas cosas no le suceden.
Gilda intervino.
- Ya lo sabemos. No te preocupes por ella. Hemos pagado todas sus facturas y está protegida del mismo modo que tú. Ahora mismo está con su familia en la habitación.
- En algún momento me gustaría ir a verla.
- Cuando te encuentres un poco mejor, hijo. Ahora no estás en condiciones de levantarte. Tienes muchas muchos cortes y una fisura en una costilla. Tu espalda está bastante dañada y tu pierna izquierda se llevó un gran golpe. No reviste gravedad pero necesitas mucho tiempo de recuperación.
- De acuerdo, mamá. Iré de visita cuando me sienta un poco mejor. De momento hablaré con ella por teléfono.
Toda la familia Jiménez pasó la tarde en la habitación con él hasta que cansados empezaron a irse de uno en uno. Cuando por fin se quedó solo pudo cerrar los ojos y descansar. Su familia era realmente agotadora. A veces tanto amor y preocupación eran matadores.
Pensó en Marián con tristeza. Le daba un poco de vergüenza hablar con ella y no sabía si explicarle que los sucedido era por culpa suya, pues no sabía cómo se podía tomar algo así.
No llevaban mucho tiempo saliendo y no habían llegado a ese nivel de confianza como para que él le contara sobre su familia. Nunca podía hablar abiertamente del tema.
Siempre tenía cuidado con las personas con las que se relacionaba y no era tan fácil hacer amigos siendo parte del clan Jiménez. Obviamente había muchas cosas que no podía contar. Lo primero siempre era la protección a la familia. Así que no podía irle diciendo a cualquiera quienes eran y a qué se dedicaban.
Todos en la familia debían mantener una discreta reserva pues cualquiera que se acercaba a ellos podía ser un atacante pagado por alguna de las otras familias, que deseaban perjudicarlos.
Al final concluyó que lo mejor sería hacerse el loco con respecto a la bomba y decirle a Marián que no tenía ni idea de por qué habían explotado su coche y que la policía estaba investigando. Nada de bomba, era un accidente mecánico, algo estaba mal con el vehículo. Le diria algo así y eso era lo mejor para mantenerla al margen. Tan solo se preocuparía por su bienestar.
En ese momento ble envío un mensaje por whatsapp preguntándole cómo estaba y si se encontraba bien. Le dijo que de momento no podía ir a verla por sus propias heridas pero que en cuanto se pudiera levantar iría a visitarla.
Ella no contestó así que supuso que estaría durmiendo. Se dispuso a dormir después de que la enfermera le llevara las pastillas que debía tomar para el dolor y para prevenir posibles infecciones.
Cerró los ojos, sintiéndose tranquilo. Le vino a la mente que eso de tener varios guardaespaldas en la puerta daba bastante tranquilidad y por un momento se sintió como en casa. No pensó nada más y cayó rendido.
Durmió profundamente, hasta que sintió malestar. Se movió incómodo en la cama y abrió los ojos un segundo. Unos ojos negros como el azabache lo miraban intensamente, tan cerca de él que pudo ver su propia cara reflejada en ellos.
Capítulo 3
Doña Gilda
A Toba le llegó un olor a perfume barato y cigarros. Tenía la cara de una mujer, de pelo muy liso y muy negro, casi pegada a la suya. Ella lo observaba con una mirada seria y despiadada.
Toba se sobresaltó un poco a pesar de que no era alguien que se asustara fácilmente. Supuso, ya que es mujer estaba en la habitación, que es una de las encargadas de su seguridad enviada por su familia.
Tanto hombres como mujeres llevan a cabo esa labor, debido principalmente a la acción e influencia de su madre que consideraba al género femenino están tan capaz como al masculino en los asuntos de la familia.
Aun así le sorprende que ella esté en la habitación. Normalmente, los miembros de la seguridad no se acercaban tanto. Le suelta a bocajarro:
- ¿Tú quién eres y qué haces aquí?. Vete y quédate en la puerta.
Él no es el jefe de la familia, pero está acostumbrado a dar órdenes a todos los subordinados. Después de todo se ha criado con sus poderosos padres. La mujer lo miró sin inmutarse y sin hacerle ningún caso metió las manos en los bolsillos de la amplia gabardina negra que la cubría.
Se alejó hacia la ventana y se dejó caer con estilo sobre uno de los sillones de cuero de la sala, subiendo las piernas a la mesita del centro.
Toba pensó que para ser un soldado de su madre era bastante descarada. Todos los subordinados de doña Gilda eran disciplinados y guardan una respetuosa distancia con los jefes. Pero esta mujer no. Él frunció el ceño y preguntó:
- ¿Eres de doña Gilda?
Ella ni siquiera contestó. Se pasó la lengua por los labios y miró en silencio al otro lado. Parecía molesta con la pregunta.
De todos modos él estaba demasiado cansado como para ponerse a indagar o discutir así que se acomodó un poco y sin alarmarse cerró los ojos.
La mujer de la gabardina negra se recostó en el sillón y cerró los ojos por un minuto con la cabeza hacia atrás. Estaba agotada. Acababa de llegar de una misión y sin apenas descanso fue convocada por la jefa para atender este asunto.
Resultaba que ahora tendría que cuidar del mimado de la familia y estaba francamente cabreada. No le dijeron exactamente qué debía hacer, pero lo más seguro es que la pusieran a cuidar al niño. A ella le gustaba trabajar sola y no le importaba lo complicado que fuera el trabajo. Siempre lo resolvía. Pero no le gustaba cuidar de otros ni trabajar en equipo.
En algunas ocasiones le asignaban compañeros, pero en lo posible evitaba las colaboraciones muy largas.
La mujer era de la opinión de que si quieres algo bien hecho, mejor hazlo tú mismo. Además, en esta profesión es mejor no confiar en nadie ni pretender que otro te cubra las espaldas. Ella sabe muy bien lo fácil que es que te traicionen y mueras.
Eso la convertía en alguien que estaba siempre en tensión y alerta incluso cuando, como ahora, parecía estar en reposo. Extrañamente, se permitió descansar en esta habitación. Aquí estaba segura con la seguridad de afuera. En la planta hay varios guardaespaldas de la familia que por supuesto están protegiendo al bobo ese de la cama.
No tenía claro para qué la había convocado la jefa. El único mensaje que recibió fue que se presentara ahí al dia siguiente y que esperara por doña Gilda. Ella se adelantó a ver el panorama y cuando llegó, el hombre estaba dormido, así que aprovechó para mirarlo bien de cerca. No sabía que tenía de especial. Siempre oía a las del equipo femenino hablar de él como si fuera el último hombre de la Tierra y a todas se les caía la baba solo hablando de él.
Como soldado de la familia se mantenía ella siempre se había mantenido a prudente distancia de los jefes, así que era la primera vez que veía al heredero tan de cerca. Era guapo, muy guapo, pensó. Eso era verdad.
Pero seguramente tendría el carácter del típico niño rico y creído. Ella no se relacionaba con el resto de trabajadores y nunca entraba a los cotilleos ni conversaciones sobre cómo eran los miembros de la familia principal. Tampoco le importaban nada. Pero escuchaba y recordaba todo. Pensaba que toda esa información podría ser útil algún día y era parte de su trabajo recopilar datos de todo tipo.
Ella solo quería trabajar y recibir el pago. Y mejor si la dejaban tranquila. Para alguien que se había criado como ella, entre gritos, palizas y borracheras, y luego en la calle huyendo de asesinos, violadores y proxenetas, las únicas dos cosas que valoraba más que a su propia vida eran su paz y su libertad.
Si además de eso tenía un poco de dinero para gastar, no necesitaba de nada ni a nadie.
Toba siguió durmiendo sin preocupaciones. Y ella también se durmió sobre el sillón.
...............................
Marián despertó y miró a la izquierda a donde estaba su madre. La pobre mujer cabeceaba sentada, con las manos sobre el regazo. Marián le había dicho que se fuera, que ella estaría bien, pero su mamá se negó. Estaba muy asustada y cuando supo que su niña estaba hospitalizada se sintió desfallecer.
No estuvo en paz hasta que la vio y habló con ella. Marián había descansado todo el día y se notaba dolorida pero mejor, gracias a los calmantes.
Había visto los mensajes de Toba en WhatsApp, pero no quiso contestar. Estaba preocupada. Le habían dicho que la policía investigaba la explosión y parecía ser un simple accidente. Pero a ella no le parecía eso en absoluto. Ella vio lo que pasó y el hecho de que intentaran ocultar la verdad unido al cambio de habitación a una de lujo, protegida con un montón de guardaespaldas, la hizo desconfiar.
No entendía a qué venía esto. Se preguntó quién era Toba que tenía a su disposición todo esto. Desde luego no se correspondía con su imagen del diseñador gráfico que llevaba una vida simple, según aparentaba.
Por eso no contestó a los mensajes. Sentía que estaba siendo engañada. Toba no era lo que parecía. Y el accidente había sido un coche bomba. Quería explicaciones de él y después ya vería qué hacer.
Con todo esto en la cabeza andaba cuando alguien entró en la habitación. Varias figuras de negro se acercaron en silencio y velozmente a ella y a su madre. Intentó gritar, pero apenas le salió un gemido cuando recibió una descarga y se desmayó. El cuerpo de su madre cayó con un sonido opaco al suelo y ella quedó tendida en la cama. Sus últimos pensamientos fueron: "¿esto es una Taser?... ¡Mami!..."
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Gilda estaba en casa con una copa de vino en la mano y mirando afuera por el ventanal del salón. Tenía una congoja en el pecho y no identificaba muy bien el por qué.
Cuando vio a su hijo hoy en el hospital, herido, se sintió mucho peor de lo que dejó ver. El único que se dio cuenta de eso fue su marido que la conocía demasiado bien como para dejarse engañar por su aparente sonrisa.
Gilda asumía que todo lo acontecido encajaba dentro de los planes, pero aun así tenía sus dudas. Se apartó de la ventana y dio un gran suspiro.
Tanto ella como su marido llevaban muchos años dirigiendo la organización y no era ni la primera ni la última vez que se veían en la necesidad de tomar duras decisiones.
Si era lo que tocaba hacer no les temblaba la mano y, sin embargo, cuando se trataba de los asuntos que afectaban directamente a alguno de sus hijos esas decisiones pesaban mucho más. Incluso aunque pensaran que era lo necesario para el futuro de todos
No siempre estaba claro que lo necesario y lo correcto fueran la misma cosa, pensó Gilda y tomó un trago del vino.
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