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Maldita [Libro 2: Marcada]

Prólogo

Hellen nunca imaginó llegar a tal grado de felicidad, desde que su vida fue mezclada con los seres no humanos, concretamente con dos hermanos para nada normales, su mundo se puso patas arriba.

Enterarse de su creciente matrimonio concertado, no fue plato de buen gusto y pensó que su mundo se estaba derrumbando.

Sin que la cosa termine allí, descubrió secretos y verdades que estaban ajenas a ella, fue traicionada por su primo, su familia sanguínea y casi estuvo a punto de perder lo único importante en su vida, su guardián.

Pero lo que no se esperaba para nada, era que el hombre que en un principio empezó a odiar acabaría ganándose y robándose su corazón.

Tuvieron que superar algunos obstáculos y la costó mucho acostumbrarse a su nueva vida, pero a pesar de todo, ella se sentía plenamente feliz.

Hasta que…

Quizás, por el caprichoso destino o quizás una simple mala suerte, no se sabe, queda embarazada.

Lo que traerá otros dramas, como; malentendidos, discusiones, más secretos y grades revelaciones que podrían destruirlo todo.

Pero aun así, Hellen no se rendirá y seguirá luchando.

“No me esforcé, para que todo esto acabe en nada”

“incluso si debo enfrentarme al mismísimo infierno lo haré”

“¡no dejaré que nada ni nadie me quite lo que es mío!”

“esta es mi familia y voy a protegerla con mi vida”

¿Que hacer ahora?

Todavía no podía creerme sobre esta fuerte noticia, llevé mi mano al vientre una vez más.

Después de saber la verdad de mi embarazo y efectivamente era una niña, tuve una pequeña crisis y colapsé de nuevo, lloré tanto que acabé desmayándome.

Gracias a la terquedad y persistencia de Keira, nadie más que ella me revisó, pero sí, Bastian me prohibió acercarme al escritorio y tocar un misero documento. Todo, órdenes estrictas de mi sobre protector marido, que incluso sabiendo que tuve esta pequeña crisis ni se dignó a venir a verme. Aunque solo se le informó que tenía estrés.

Si tan preocupado estas, da señales de vida y ven a verme al menos.

Me llevé las manos a la cabeza, suspirando, intentando mantener mi tensión a raya.

Pensándolo fríamente es mejor que no nos veamos, todavía no asimiló esto y no sé cómo podría siquiera decírselo, ya que incluso si no le digo, seguro acabará leyendo mis pensamientos.

Por el momento nadie más que Keira sabe sobre esta noticia, y quiero que siga siendo así un poco más hasta que haya pensado en una solución a sus posibles reacciones. Por lo que, con ayuda de mi guardián, implementamos un pequeño hechizo para ocultar al bebe y una barrera en mi mente.

Pero todo esto no duraría mucho, era algo temporal.

También Keira me advirtió que debía ser mucho más cuidadosa por lo menos los tres primeros meses, ya que tengo un embarazo de riesgo y podría perderlo y debía evitar hacer esfuerzos incensarios.

En esta vida hay que verle siempre el lado positivo a las cosas. Gracias a este incidente pude permitirme unas pequeñas vacaciones, en un pequeño territorio del reino del mar, Arcir. Por lo que ahora estaba en una espléndida mansión, disfrutando de los últimos rayos de sol, en una piscina con vistas al mar.

Por supuesto, no vine sola, me acompañaron una gran multitud de sirvientes y escoltas, entre ellos Keira y mi dama de compañía.

Bastian se tuvo que quedar, haciendo mi trabajo.

Recuerdo la mirada asesina que me echó cuando le informé. No pude evitar reírme al recordarlo, la verdad es que era un poco divertido sus expresiones de enfado.

—Sabes que no tienes que estar allí parada, ¿verdad?—le informé a mi guardián.

—soy tu escolta y debo hacer mi trabajo, sabes que estamos en otro territorio que no es el nuestro.—me explicó con mirada y tono serios.

¿Esta era la Keira que y conocía?

Parecía otra persona completamente diferente. Sé que solo estaba haciendo su trabajo, pero no me gustaba.

—Arcir y Veritas son aliados—la recordé.

—lo sé, ese psicópata que tienes de marido no te habría dejado venir si pensara que algo malo te podría pasar.

Empecé a reír, al ver la cara de espanto de mi dama de compañía, no era usual que alguien se atreviese a insultar Ethan.

Solo por esas palabras podrían cortarla la lengua o incluso matarla.

—supuse que ya se llevaban mejor.

—¿Cómo me va a caer bien alguien que me robó de ti?—se quejó ella.

Madre mía, ya se estaba pareciendo a Ethan.

—Él no te robó de mí, y si no recuerdo mal, tú eres quien casi no viene a verme, es como si te hubieras olvidado de mí—dije con tristeza.

La escuché suspirar a mi espalda. Después se acercó a mí y se sentó en una de las tumbonas a mi lado, tomó mi mano y me miró con culpa.

—lo siento, no era mi intención hacerte daño, pero me sentía tan avergonzada...

—¿avergonzada por qué?—quise saber.

—desde que todo esto pasó sentí que estaba a la altura de mi puesto.

—¿por qué dices eso?

—¿no es obvio? Te han sucedido tantas cosas terribles en tan poco tiempo y en ninguna de ellas he sido de ayuda, me sentí una completa inútil, no sabía como mirarte a los ojos, después de todo eso—se explicó mirando al suelo avergonzada.

—¿por eso te pusiste a entrenar a las órdenes de Eider?

Ella asintió, levantando su cabeza y mirándome, sus ojos estaban llenos de lágrimas.

—Quería hacerme más fuerte, para poder protegerte y te sientas orgullosa de mí.

Las lágrimas bajaron por sus mejillas, y yo las limpié con mi mano.

—¿por qué no me dijiste como te sentías?

—¿cómo podría? Has estado tan ocupada... tienes demasiadas cosas ya como para añadirte más.—dijo con pesar.

—sí que eres una tonta, por pensar algo así, para empezar nunca me sentí decepcionada o algo por el estilo, eres mi guardián, pero también mi familia, me cuidaste y estuviste a mi lado gran parte de mi vida, siempre te estaré agradecida, gracias a ti pude vivir una vida medianamente normal, así que no pienses más en algo así.

Después de decir todo eso, la abracé y ella me correspondió dejando salir su dolor, angustia y carga en esas lágrimas. La seguí abrazando con paciencia, dejándole que se desahogara.

Me sentí realmente terrible, por no saber cuan estaba sufriendo ella también, incluso si es mi guardián y debía protegerme, era mi responsabilidad, velar por ella también.

Cuando logré que se calmara me separé y la obsequié con una sonrisa y añadí.

—Así que él no te robó de mí y tengo amor para ambos.

—al menos me alegra saber que dejará de ser así, después de varios meses.—respondió con una sonrisa maliciosa.

Me tensé un poco, mirando a mi dama de compañía de reojo, esta seguía impasible, como si no hubiera escuchado nada.

—déjanos a solas—la ordené y ella asintió, haciendo una reverencia, dejándonos.

—¿Cuándo piensas decírselo?—quiso saber Keira.

—la verdad no lo sé, ¿y si reniega de ella?

—él no haría algo así.

—¿Cómo estás tan segura? Nuestra relación no empezó de la mejor manera que digamos.—la recordé suspirando.

—soy consciente de eso, pero también sé, aunque odie admitirlo, que ese idiota te ama.

—sé que lo hace, pero…

Ahora era ella quien me tomó de las manos mirándome a los ojos y añadió.

—¿No era ese el motivo principal de casarse? ¿Qué le dieras un hijo?

—tú misma lo has dicho, ellos querían un hijo, pero no es un hijo lo que estoy esperando.

—¿Así que tienes miedo que no lo acepte por qué es una hija? Además ya te dije que no lo sabía a ciencia cierta.

—claro que tengo miedo.

Keira me dio un pequeño golpe en la frente.

—ye, ¿Qué crees que haces?

—parece que la idiotez, se te está pegando de él.

—¿Por qué soy una idiota ahora?

—ese tonto está tan enamorado de ti, que estoy seguro de que sería capaz de destruir un reino entero si te pasara algo.—dijo sin más.

—¿Y cómo estás tan segura?

—¿digamos que lo vi?

—¡¿Qué?!—alarmada la miré sería.

—¿A qué te refieres con eso?

—A nada, olvídalo.—dijo desviando la mirada.

—¿Cómo qué lo olvidé? ¿Qué quisiste decir?—volví a insistir.

—te dije que lo olvides, ya deberías entrar, empieza a refrescar.

Se levantó, y de nuevo volvió a tomar esa aprecia distante conmigo.

Mi dama de compañía regresó con una bata, me levanté y me la puso y supe que Keira no iba a decir nada más.

En lo bueno, como en lo malo.

Y así los días pasaron, y poco a poco empecé a relajarme por primera vez en mucho tiempo, olvidando todos los problemas.

Uno de esos días, me desperté de buen humor y después de convencer a las criadas que no necesitaba ayuda de nadie. Puse música de mi móvil y empecé a hacer mi desayuno mientras bailaba al ritmo de esta.

Estaba tan absorta que no me di cuenta de que unos brazos me rodearon la cintura, por lo que asustada, reaccioné por reflejo y moví el cuchillo que tenía en la mano en dirección al intruso.

—Por dios, sé que estás enfadada, pero tanto ¿para matarme?

Ethan estaba con las manos en alto con una sonrisa. No se veía para nada asustado, pero en su mejilla había un pequeño corte echo, por el cuchillo.

—¡Ya te dije que no aparecieras así, tan silenciosamente!—lo regañe.

Me apresuré a dejar el cuchillo, y cogí un paño, lo moje con agua, me acerqué a él y se lo pase por la mejilla rasguñada.

—además, ¿qué haces aquí?

—¿no puedo venir a ver cómo van tus vacaciones?

Lo miré con una ceja levantada, me zafé de su agarre alejando el paño, para ver que la herida ya se había curado.

—bueno, me has visto, ya puedes irte.—dije dándole la espalda, siguiendo con la cocina.

—qué mala, ¿ya me estás echando? ¿Acaso no me echas de menos?—preguntó, enredando sus brazos alrededor de mi cintura, acercándome más a él, pegando su cuerpo contra el mío.

—Cómo puedes ver, no.—solté, intentando sonar indiferente.

Ethan se rio en mi oído, podía notar su aliento cálido, y su perfume invadió mis fosas nasales, haciendo que me estremeciera.

Oh dios… Como había echado de menos su olor.

¡Ah, vamos! No es momento de dejarse llevar ahora.

Le di un ligero codazo en el abdomen para que me dejara en paz y se alejara, pero solo hizo que pegarse más a mí.

—¿De verdad no me has echado de menos?—diciendo eso, llenó mi clavícula de besos, mordí mi labio para evitar gemir.

—¿No vas a responder?

Mordisqueó mi oreja y tiró de esta, bajando sus manos a mi vientre.

Oh mierda.

Sorprendida, desperté del pequeño trance y lo alejé, poniendo distancia entre nosotros.

—dije que no—esta vez hablé con más firmeza.

El rostro de Ethan ahora estaba contrariado por la sorpresa, la preocupación y la decepción.

—¿Tan enfadada estás?

Lo cierto es, que no estaba tan enojada, solo me sentía un poco decepcionada que no fuera a verme cuando tuve una crisis tan fuerte y sé que dije que lo prefería así pero...

—claro que sí, ¿creías que se me iba a pasar solo con unas simples caricias?

Me serví el desayuno y caminé hacia el comedor donde me senté y empecé a comer.

Él me siguió dejándose caer en el sillón del salón que daba a la cocina y suspiró profundamente.

—no seas así, sabes que no me alejé por qué quisiera, sabes que desde que fui coronado había mucho que hacer.—me explicó.

Lo sabía perfectamente.

—lo sé muy bien, pero incluso cuando colapsé no viniste a verme.—le reproché.

—¿Consideras que no quería ir corriendo a saber de ti? Estaba tan preocudo que no podía concentrarme en mis deberes.

—pues lo has mostrado estupendamente.

—además, que me surgió algo muy importante y…

—siempre te surgen cosas, entonces ¿qué milagro hizo que parecieras hoy aquí?—dije de forma sarcástica, mientras seguía comiendo.

—adivina—dijo con una sonrisa y una mirada amorosa que casi hace que me derritiese.

No te dejes llevar.

—espero que no digas que fue por mí.

—cómo te dije, estaba tan preocupado que era inútil en mi trabajo, no hacía más que pensar y pensar tanto que Sam terminó por echarme, así que no me dejara volver hasta que no centre mi cabeza.

—parece que alguien me tiene hechizado.—confesó mostrándome una sonrisa coqueta.

Me ruboricé, tragando con dificultad, desviando la mirada.

Ahora mismo mi cara debía estar rojísima.

Después de comer, me levanté para irme, pero Ethan tiró de mí, sentándome en su regazo.

—lo siento—susurró, apoyando su cabeza en mi cuello.

—¿El que sientes?

—siento haberte dejado sola, esto no es algo para lo que estabas preparada y no estuve allí para darte apoyo.

Ahora me sentía fatal, por hacer que se disculpara por algo que estaba fuera de su control.

—no tienes que disculparte, sé que si hubieras podido habrías venido.

—aun así, ser rey es algo que desde que nací tuve que aprender, pero tú no—me envolvió con sus brazos y siguió hablando.

—tuviste que dejar atrás muchas cosas de la noche a la mañana, la verdad es, que me sorprendí cuando supe que decidiste hacerte cargo del puesto como reina. Ya que a pesar de que nos casamos, no iba a obligarte a cumplir el cargo, por qué sé que es algo que no elegiste.—declaró.

—¿Por cierto por qué decidiste hacerlo?

—no podía dejarte solo en todo esto, sabía que si no lo hacía, te iba a complicar más las cosas, no quería crear más problemas, ahora estamos juntos en esto, como tu esposa, debo apoyarte tanto en lo malo como en lo bueno, ¿no?—manifesté, mostrándole una sonrisa.

Levantó la cabeza de mi hombro y se inclinó a mirarme con los ojos tan emotivos y llenos de admiración que sentí vergüenza.

¿Tan grande fue lo que dije?

—diciendo esas palabras, ¿cómo no vas a tenerme a tus pies?

Tirando de mi cabello levemente, pegó sus labios carnosos y suaves con otra los míos.

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