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Karmin | Camino De Rosas Y Espinas

EL HÉROE QUE VOLVIÓ DE LA MUERTE

Mapa de La república democrática de Karmin.

Karmin, uno de los doce países de su continente, era reconocido por ser el único país donde los curanderos mágicos nacían en todo el hemisferio occidental. Tan raro era que, aunque una persona hubiera nacido con uno o ambos padres karminenses, si no se nacía en ese territorio no se podía adquirir la raíz mágica necesaria para tener dicho poder. Por siglos había compartido fronteras con el reino de Azuri, que deseoso por apoderarse del territorio karminense comenzó una larga guerra que había durado por más de cincuenta años.

Justo en el año 52 del inicio de la guerra, después de una cruel tormenta, el rey Abelardo I de Azuri decidió atacar a la ciudad de Qarta. Entre el cruce de espadas, armas de fuego, explosiones y hechizos, el capitán Kritoff Sebastian se había sacrificado para dar el golpe definitivo. Cuando se acercaba el primer aniversario de aquel memorable evento, The Karmin Royal; el periódico con mayor reputación del país, había publicado un artículo conmemorativo:

08/01/1678

¡SE CUMPLE EL PRIMER AÑO DESPUÉS DEL FIN DE LA GUERRA!

¡Aquello que jamás creímos posible, la posibilidad de un futuro distinto, se cumplió hace un año!

En la ciudad de Qarta, una de las ciudades principales de la costa norte, el rey Abelardo de Azuri desembarcó con el fin de conquistar la ciudad. Sin embargo, lo que no esperaba era encontrarse con uno de los escuadrones élites más fuertes de la nación: el escuadrón nightfall.

Conocido por tener a los miembros más ágiles de artes marciales, magia y estrategia militar, su líder es el capitán Sebástian; uno de los espadachines y francotiradores más talentosos en las filas. Por su sangre no corría energía mágica, pero su sola presencia era uno de los recursos más valiosos en el frente de batalla. Fue en el enfrentamiento final cuando quedó más que claro su valor.

A las 2 de la mañana el capitolio de la ciudad, donde está la oficina del alcalde, comenzó a ser arrasado por las llamas. En la zona más alta del edificio, donde se ubica la estatua del dios Aión, se encontraban luchando el rey Abelardo y nuestro capitán Sebastian. Cuentan testigos, que la lucha estaba muy pareja y que no sabían quién ganaría.

Tal vez fue ayuda de los dioses, o simple coincidencia, que un escombro cayera cerca del lugar; provocando que el rey se distrajera y que el capitán pudiera asestarle una puñalada, justo en el centro de su raíz mágica. Ambos habían caído al piso, casi moribundos, por lo que fueron llevados a urgencias a la Clínica Gran Central. Allí pudieron estabilizar al rey y colocarlo bajo vigilancia de la marina karminense, pero la historia fue distinta para el otro protagonista de la batalla final.

Según nuestras fuentes, el capitán estuvo muerto durante cinco minutos, ¡Los médicos ya lo habían dado por muerto!, pero, cuando la campana de la antigua catedral sonó, las ventanas de la habitación se rompieron en mil pedazos y logró volver a respirar. Sin embargo, otra noticia había surgido de tal desastrosa noche: ¡El había vuelto a vivir con una raíz mágica!, ¿Cómo es posible que una persona se haga con poder mágico sin haber nacido con él? ¿Haber sobrevivido de la muerte le habrá hecho obtener tal poder?

Quizá los dioses, en muestra de su gratitud por la valentía que demostró en batalla, hayan decidido premiarlo. Sea lo que sea que hubiera ocurrido, gracias a su sacrificio, ganamos la guerra y nuestra libertad. No está de más recordar, aunque ya todos lo sepan, que el rey Abelardo estuvo como prisionero por más de cuatro meses mientras se recuperaba de sus heridas. Por consiguiente, Azuri se vio obligado a firmar un tratado de paz, así como retirar todas sus tropas del territorio karminense, si querían volver a tener al único descendiente de sangre real.

En la presenta fecha que se escribe esta nota, el capitán Sebastian se encuentra recuperándose para poder volver al servicio, ¡Toda Karmin le desea una pronta recuperación!

Fueron las palabras escritas en el artículo que salió a primera hora, el día de la fiesta de conmemoración del fin de la guerra. Los ejemplares se vendían como pan caliente en todo el país, ya que todo el mundo creía en aquel periódico sin dudar. Las personas estaban emocionadas mientras se preparaban para el festejo, se sentía el júbilo a más no poder y en Qarta; lugar donde se dio la batalla final, era triple el sentimiento.

El centro de la ciudad estaba lleno de gente y cerca del lugar, casi llegando a la playa, estaba la clínica donde el capitán Sebastian se recuperaba. Ubicada en la azotea del edificio se encontraba el jardín y, mientras la brisa se encargaba de esparcir el aroma de la comida del festival, una mujer observaba la escena desde lo alto con mucha tristeza. En su rostro se podía observar el cansancio que la torturaba por meses, su cuerpo podía salir volando en cualquier momento por la brisa, debido a la delgadez inhumana que poseía.

Lo hemos logrado, chicos.

Pensó al borde de las lágrimas, aunque se sentía enferma y triste, la alegría también la acompañaba. Sus compañeros, más allá de ser miembros del ejército, eran hombres y mujeres con familia; sin embargo, muchos de ellos sucumbieron en la batalla del capitolio y otros fueron llevados a distintas clínicas, para ser tratados por sus heridas de alta complejidad.

¿Por qué tuve que sobrevivir?

Era la pregunta que se hacía cada vez que los recordaba, la culpa del sobreviviente era grande. Nunca pensó que aquel padecimiento familiar llegara hasta ella y la dejara al borde de la muerte. Justo cuando había pedido la baja, por motivos de salud, sucedió el asalto al capitolio de Qarta.

Si al final estoy destinada a morir, ¿Por qué no lo hice esa noche?

El tiempo que duró recuperándose de sus heridas había sido menos tortuoso, que el tiempo que llevaba intentando luchar con su cáncer; sin embargo, en el fondo ella sabía, que si había sobrevivido, fue para al menos salvarle la vida a su capitán y así no sentir más culpa por otra muerte más.

Como curandera mágica, su misión principal era prestar ayuda y proteger a los heridos. Aun cuando había sido herida muy cerca de su pulmón, y con su cuerpo al borde del colapso ante varias quemaduras de segundo grado, siguió avanzando para encontrar supervivientes. Cuando llegó al techo y pudo ver casi sin vida al capitán, le traspasó su raíz mágica. Una vez se aseguró que aun mantenía la respiración, como pudo lo movió a un lugar seguro lejos de las llamas.

Al poco tiempo había sido llevada al ala de cuidados intensivos, a unos pocos cuartos de distancia del capitán, para recuperarse de sus quemaduras; sin embargo, tuvo que ser trasladada a otro pabellón a causa de su cáncer y desde entonces había pasado casi medio año sin poder volverlo a ver.

—¿Señorita Rebecca?...—se acercó su enfermera con una silla de ruedas—, es hora de su tratamiento.

No duraron mucho para llegar al área donde le aplicarían su quimioterapia, ya que la clínica tenía disponibles unas rampas para las personas con dificultad de movimiento.

—¡Oye, Julieta!—escuchó hablar a una mujer que se encontraba al lado de su hija embarazada—, ¿Adivina a quién vi en el piso de abajo?

—¿A quién, madre?

—¡Al capitán!—la madre sonrió—, no puedo creer que exista un hombre tan bien conservado a su edad.

—¿Es tan guapo como dicen?

—No solo es guapo, es educado y muy serio. Lo vi dirigiéndose al ala de rehabilitación con ese porte tan recto que tiene, ¡Dios mío, que hombre!—la expresión de la señora hizo reír a su hija.

Sabía que las palabras de la señora eran ciertas, tan solo habían pasado casi dos horas cuando pudo ver al capitán en el jardín. Kritoff Sebástian era un hombre que desprendía un alto atractivo, por más enfermo que estuviese. Su corazón latía a mil por el, ¿Cuántas veces había observado con detalle su espalda?

Sino estuviera tan demacrada, ¿El me hubiese reconocido?

Se arrepentía por no haberse acercado a saludarlo, pero le daba vergüenza el solo hecho de que el la volviera a ver en ese estado. No solo había perdido más de 40 kilos, su piel había perdido el bronceado que ganó en el campo de batalla, estaba calva y muy ojerosa.

No, es mejor no acercarme a el. Quiero morir sola, sin ver a nadie. Alguien como yo, que no debió haber sobrevivido, merece morir en la completa soledad.

Su futuro, como el héroe que volvió de la muerte, estaba asegurado. Recordó cuando el capitán se levantó con ayuda de su asistente, el teniente Emerson, para irse del jardín. Si estaba al lado de personas tan leales y buenas como el teniente, uno de los pocos supervivientes de su escuadrón, no le faltaría apoyo alguno. Ella ya no podía hacer más nada, así que lo mejor era quedarse en silencio y no molestar a nadie.

El tiempo pasó y mientras estaba esperando por su sesión de quimio, en el piso inferior estaba el capitán Sebastian, esperando junto con el teniente, en el consultorio de uno de los doctores que le habían salvado la vida.

—¡Pero si es el héroe que volvió de la muerte!—dijo doctora una vez entró y vio al capitán.

—Buenos días, doctora Eliana—sonrió el teniente Emerson.

—Buenos días, lamento la demora. Tuvimos una reunión de emergencia con el coordinador de la clínica—se sentó en un escritorio que estaba a rebosar de papeles.

—Por el contrario, discúlpenos por pedir verla sin avisar. ¿Tiene muchos pacientes?—preguntó el capitán.

—La verdad es que sí, las personas han comenzado a festejar desde hace una semana en algunos barrios de la ciudad y han provocado varios accidentes; sin embargo, sacando alguno que otro caso grave, el resto son pacientes menores. Nada que lamentar gracias a los dioses-miró con alegría al capitán—, la felicidad se siente más que cuando llega la temporada del Carnaval de la Quil, y todo gracias a nuestro heroico capitán. Me han informado de su estado, si sigue así dentro de poco podrá ser dado de alta.

—Así es, jamás pensé llegar a este punto.

—Al igual que todos, pensé que usted no lo lograría. En definitiva, lo que pasó ese día fue un milagro de los dioses para agradecerle su sacrificio. Aun es la hora y hay veces que me cuesta creer que lo veo en carne y hueso.

—Muchos de mis hombres murieron y algunos de los que quedaron tuvieron que ser dados de baja por sus heridas-se lamentó mientras apretaba un poco manos contra las piernas—, gracias a ellos fue que en realidad pudimos vencer a Azuri.

—Doctora...-intervino el teniente luego de un silencio incomodo—, la razón por la que hemos venido acá es para pedir su ayuda.

—¿En qué puedo ayudarles?

—Queremos saber si hay forma de averiguar si mis hombres están siendo atendidos por alguna de las clínicas de la red de salud para los militares.

Ya fuera del consultorio, comenzaron a caminar rumbo a la habitación del capitán. El único sitio en todo el hospital donde podían hablar con seguridad, era donde había estado durmiendo por más de siete meses.

—¿Está seguro de querer investigar solo?—preguntó un poco preocupado el teniente, una vez ingresaron al cuarto.

Antes de responderle a su teniente, observó las cuatro esquinas de su habitación para asegurarse que las runas mágicas aún seguían intactas. Una vez constató que nadie podía espiarlos, habló con mayor tranquilidad.

—Está bien, solo soy un capitán que está preocupado por sus subalternos y quiere saber cómo están. No levantaremos sospechas de los altos mandos; sin embargo...

—¿Sin embargo?

—Emerson, creo que nos tendieron una trampa, y si ese fue el caso, puede que haya un traidor entre nosotros e intenten encubrirlo—dijo mientras se sentaba en su cama-, tenemos que arriesgarnos e investigar por nuestra cuenta, se lo debemos a todos.

—Lo sé, si tan solo la mitad de nosotros no nos hubiésemos desplazado, tal vez, muchos no hubiesen muerto o quedado al borde de la muerte cómo usted. Eso es algo que me pesará en el alma por siempre—lamentó el teniente—,usted sabe que cuenta con mi apoyo.

REMORDIMIENTOS

El día transcurrió con lentitud para Becca, quien observaba desde la ventana de su habitación a las personas que ya habían comenzado a tocar música para el festejo. Ver que las familias se reunían con una sonrisa, los niños corrían con alegría y las parejas de jóvenes tenían sus primeras citas románticas, la llenaba de mucho anhelo.

Solo eso puedes sentir, Rebecca. Vas a morir dentro de poco, estás sola y en un estado que solo da lastima.

Eran tan crueles sus propios pensamientos que se acostó enseguida, con la esperanza de poder dormir y dejar de pensar en ellos. Cuando entraba al misterioso mundo de los sueños, estando ya en su estado de enferma terminal, por lo general tenía la misma pesadilla: despertaba después de haber sido aplastada por varios escombros y podía observar como el cielo nocturno estaba siendo iluminado por las llamas que amenazaban con consumir todo el capitolio. Herida y casi sin fuerzas, comenzaba a tambalearse buscando entre el fuego a alguno de sus compañeros. La tristeza la invadía cada que veía los cuerpos sin vida o como muchos daban su ultimo aliento mientras los sostenía en sus brazos.

Sin nada que poder hacer, con las lagrimas a todo dar, comenzó a subir los pisos para buscar a más supervivientes. El segundo piso, nada; el tercero, infructuoso; el cuarto, frustrante; sin embargo, cuando creyó que estaba sola, pudo ver que en la azotea del capitolio se encontraba su capitán en el suelo. Al momento de acelerar sus pasos, sentía un fuerte pinchazo en su pulmón izquierdo, y al intentar ver lo que ocurría, se dio cuenta que alguien la había apuñalado en su espalda. Tosiendo una fuerte cantidad de sangre, llevó una pequeña cantidad de energía mágica a su mano y la soltó en una explosión que derrumbó a su atacante. Pudo observar como un soldado azuriano, quien en pro de su causa, había intentado matarla sin éxito alguno.

Preocupada por su capitán, siguió avanzando hasta caer al suelo y poder llegar a su lado. Cuando le tomó el pulso y se dio cuenta que ya no podía sentir su fuerza vital, no tuvo otra opción que pasarle toda su raíz mágica. Aquel hechizo consistía en dibujar con su sangre, en el área del estómago, el símbolo mágico que obtuvo al momento de recibirse como maga. De tal modo, podía salvarle la vida dando toda su energía a costa de nunca más volver a practicar la magia. En el segundo que terminaba, la mano del capitán la agarró con fuerza del brazo y obligó a que lo mirara. Los ojos verde esmeralda, que tanto la habían cautivado, ahora eran negros y desde su cuello, hasta el rostro, sobresalían unas pequeñas venas de color verde oscuro.

—Voy a ir por ti y te llevaré con todos ellos, ¡MORIRÁS!—gritó con tanta fuerza que provocó que su corazón se acelerara y despertara con brusquedad de la pesadilla.

—No...lo siento...ojalá yo hubiera muerto en su lugar, perdónenme— se cubrió por completo con sus mantas.

—¡NOS MATASTE! ¡NOS MATASTE!—las voces de todos sus compañeros comenzaron a sonar al mismo tiempo.

Siempre que tenía esa pesadilla despertaba igual, pero esa noche había sido peor. Tal vez fuese porque se cumplía el primer aniversario de lo ocurrido; sin embargo, lo que sucedió después era nuevo. Sentía como todos rodeaban su cama y se acercaban a ella, con el fin de llevársela al otro mundo. No fue hasta que empezó a escuchar los fuegos artificiales que el escalofrío en su cuerpo desapareció.

¿Yo dejé la ventana abierta?

Preguntó a sí misma cuando pudo quitarse la manta de encima y observar como desde la ventana se filtraba las luces del espectáculo que prepararon para el festival. Aun con mucho miedo y con su ropa empapada de sudor, se acercó temblando a la ventana para cerrarla. No obstante, se quedó perpleja ante la belleza de la noche y del cómo las luces de los fuegos artificiales iluminaban el cielo. El piso estaba frio, muy frio para que alguien tan débil como ella pudiera resistirlo. Sentía como el frio se convertía en miles de agujas que atravesaban su piel, atormentándola más de lo que ya estaba. Sin embargo, ya le daba igual lo que ella pudiera sentir. En ese mismo momento, si ya los dioses querían arrebatarla del flujo vital del mundo, no le preocupaba en lo absoluto morir.

—Si tan solo no hubiera estado enferma con este maldito cáncer, hubiera podido tener más fuerzas para ayudarlos. Lo lamento tanto, tanto...tanto...—se dejó caer al suelo sin animo alguno.

Desde su cama, el capitán podía observar como explotaban los fuegos artificiales. No había pasado ni un minuto cuando el reloj marcó las cuatro de la mañana, hora en que pudo apuñalar al rey, cuando las personas gritaron de la emoción.

Elena, Felipe, Kevin, Joseph...

Le era imposible no pensar en los nombres de aquellos que cayeron en combate, más aún cuando en la lista que se le había entregado, informándole las bajas, debería haber estado su nombre. Ese hecho fue una de las cosas que más le había atormentado por un año entero y le costaba creer que estuviera vivo de milagro.

En los cursos más avanzados de la escuela militar, recibían clases sobre teología para entender más la religión que predominaba en su pais. Según lo que había aprendido, al momento de morir una persona está justo al frente de una linea de no retorno. Justo podría recordar aquella linea frente a el, invitándolo a cruzarla y cuando estuvo apunto de hacerlo, algo lo detuvo. Una voz, desde lo más lejano de aquel lugar oscuro, le gritaba que no muriera.

Fue aquella suplica lo que impidió que el no cruzara la linea entre el mundo de los vivos y los muertos. Esa voz le parecía tan familiar, que su cuerpo comenzó a caminar en dirección a ella. No entendía en realidad qué había pasado, pero sentía en su interior que alguien había intervenido para que siguiera viviendo y ese alguien no había sido ninguno de los dioses. Sin embargo, pensar en eso era casi un callejón sin salida. Lo único cierto que sabía, aparte de que volvió de la muerte con energía mágica, es que sospechaba de la existencia de un traidor en la filas.

Se levantó de la cama para poder tomar un poco de aire fresco y al acercarse a su ventana notó que en el piso de abajo, a través de las cortinas, se podía observar como alguien estaba desmayado. Apoyado de la pared, ya que le dolía un poco las piernas, salió a la recepción e informó a la enfermera de lo que había visto.

—Debe ser un paciente del pabellón 5 que está frente a nosotros, muchas gracias capitán. Avisaré a una de las enfermeras encargadas de ese pabellón—respondió para luego desaparecer un momento del lugar.

En vez de volver a su habitación, decidió subir un momento al jardín. Había veces que dejaban abierto el techo, por lo que aprovechaba para despejar la mente en aquellas noches que no podía dormir; no obstante, esa vez se sentía tan diferente. Ya en el jardín, buscó la banca que tuviera la mejor vista de los fuegos artificiales, ver como iluminaban la noche con fuegos artificiales, en comparación a las llamas de aquella madrugada, le hacía tener sentimientos contradictorios. Varias lágrimas comenzaron a fluir, por primera vez podía sincerarse sobre como se sentía, sin tener a nadie a su lado que lo juzgara. Siempre debía mostrarse como alguien fuerte, su reputación y su papel en el ejército le habían enseñado a jamás mostrar debilidades, pero el era un humano también y tenía sentimientos como los demás, le dolía la muerte de aquellos que consideraba como su gente.

—¿Por qué solo fui yo quién volvió de la muerte?—preguntó con voz baja.

La madrugada terminó y a las seis de la mañana todos se habían retirado a sus hogares. Mientras el capitán recién se acostaba para poder descansar, Becca estaba siendo monitoreada debido a que su estado había empeorado. Había adquirido una inexplicable fiebre, luego de caer desmayada. Las enfermeras estaban preocupadas, ya que no lograban hacer que su temperatura bajara.

ÚLTIMO RESPIRO

El capitán Kristoff y su teniente Emerson se encontraban leyendo unos documentos con la lista de todas las clínicas donde fueron llevados los supervivientes de la invasión de Qarta. Si todo salía como ellos tenían planeado, esa semana le darían el alta y empezarían a investigar lo ocurrido. Pero, cuando estaban por trazar la ruta de aquellas clínicas que estaban más cerca de la ciudad, la visita de dos investigadores de la policía militar los alertó. Manteniendo la compostura, el Teniente se colocó a su derecha mientras que los investigadores rodeaban la cama donde estaba el capitán.

—Buenas tardes, capitán Kristoff. Teniente Emerson, es un gusto verlo. Somos la sub-teniente Erika y el primer oficial Michael—dijo una mujer un poco entrada en los cincuenta.

—¿Algo sucede?—era muy extraño ver a la policía militar, un frío extraño recorrió la espalda del teniente.

—En efecto, hemos venido debido a que estamos investigando la desaparición del mayor Louis de la Serre—respondió el primer oficial.

Aquella noticia los dejó sin habla por un segundo, no podían creer esa noticia. El mayor había sido su jefe directo en todos los quince años que había existido el escuadrón Nightfall. No solo lo consideran su compañero y su superior, le tenían el aprecio de un padre. Saber que se encontraba desaparecido solo hacía que el dolor, por la perdida de la mitad de sus compañeros, aumentara.

—¿El mayor está desaparecido?—Kristoff intentaba mantener su imagen seria pero le costaba.

—En la mañana del día de hoy recibimos una llamada de alerta de su esposa, la señora Elise. Lo único que recordaban era haber sido atacados por unos extraños seres y al momento de despertar su esposo no estaban—les contó Erika.

—¿Encontraron algún indicio de forcejeo?—los nervios del teniente aumentaban, pero debía mantenerse firme.

—Encontramos signos de lucha y sangre. Ya se ha lanzado una alerta de búsqueda, pero mientras tanto hemos iniciado también labores de investigación. Necesitamos hacerle unas preguntas a ustedes, ya que tenemos entendido que el mayor antes de desaparecer estuvo con ustedes—dijo Michael mientras se sentaba junto con su compañera, para empezar un largo interrogatorio de dos horas.

Casi a punto de acabarse la tarde, el teniente Emerson tuvo que dejar la habitación del capitán debido a que necesitaban hablar a solas con este. Con el fin de estirar un poco las piernas, decidió caminar un poco por los distintos pasillos con acceso libre en el piso; sin embargo, cuando pasaba justo al lado de una de las recepciones, escuchó algo que lo dejó más helado de lo que ya estaba.

—¡Ay, pobrecita!, que cruel haber dado su último respiro de esa forma. Debió haber sufrido mucho siendo también una de las supervivientes de la toma del capitolio—escuchó con sumo pesar de una de las enfermeras.

Levemente afectado se acercó a las enfermeras, quienes se asustaron al verlo pálido. Luego de explicarles la situación en la que se encontraba y de que necesitaba saber si la mujer que había muerto era una de sus compañeras en el escuadrón, las enfermeras decidieron llevarlo a la oficina de la enfermera en jefe.

—¿Dice usted conocer a la paciente que murió al medio día?—la enfermera jefe preguntó con mucho cuidado.

Emerson entendía que por temas de seguridad no podían revelar información de los pacientes; sin embargo, necesitaba confirmar que se tratara de Rebecca. En su escuadrón solo habían dos mujeres dentro a la hora de la invasión, Elena Winters y Rebecca Snow; no obstante, la primera había muerto en batalla, por ende, solo debía tratarse de la segunda.

—En efecto, señora Liliana—habló con total seriedad a la enfermera—,cuando entramos para ser tratados en esta clínica, perdimos contacto con los demás miembros. Justo cuando estábamos planeando buscarlos para visitarlos y saber cómo se encontraban, escuché que una superviviente falleció. ¿La mujer en cuestión tiene por nombre Rebecca Snow?

—¡Gracias a los dioses!, pensábamos que nunca encontraríamos a alguien que la conociera. Así es, señor Emerson. Se trata de su compañera Rebecca Snow—, el color en su rostro comenzó a tornarse más pálido—, lastimosamente murió hace cuatro horas. Ya informamos al batallón sobre su deceso; sin embargo, hemos estado buscando a algún pariente o amigo suyo, pero no hemos tenido éxito hasta ahora.

—¿De qué murió?

—Su compañera sufría un caso muy grave de cáncer pulmonar; sin embargo, las heridas sufridas en la batalla y las quemaduras en sus vías respiratorias a causa del humo provocaron que su estado empeorara. En la madrugada del día de hoy sufrió un shock debido a una fiebre de más de 40°c, intentamos por todos los medios normalizarla pero no aguantó. A las 11:45 de esta mañana los sistemas nos alertaron que estaba entrando en un paro cardiorrespiratorio y aunque fuimos notificados a tiempo, no fue suficiente para salvarle su vida.

—¿Puedo verla?—dijo tragando saliva con fuerza.

La noticia de la desaparición del mayor y de la muerte de su compañera, en un mismo día, le estaba haciendo difícil la tarea de mantenerse fuerte. No solo aun se encontraban en luto y afectados por la batalla de hace un año, ¡Ahora debían soportar dos golpes de seguido!

—En este momento, el médico forense está realizando una autopsia a su cuerpo. Sabe usted que ese es el procedimiento que debemos seguir cuando se trata de miembros del ejército; sin embargo, una vez acaben en la noche le informaré para que pueda acceder a la morgue.

—Muchas gracias, señora Liliana.

Se levantó y con paso pesado se dirigió a la puerta, necesitaba aire fresco de manera urgente. La enfermera quería decirle lo mucho que lamentaba lo ocurrido, pero sentía que era mejor dejarlo solo y estaba en lo cierto. El teniente subió con prisa al jardín y se ubicó en una zona donde estuviera por completo solo, y sin más comenzó a llorar.

¿Cuántos más de nosotros tienen que irse?

Le dolía, cada uno de sus compañeros heridos y muertos, hasta el propio mayor, a todos los consideraba su familia. Habían compartido buenos momentos y se habían apoyado para superar los malos. Pero aquella situación, no sabía que hacer. Pasado unos minutos, logró calmarse y empezó a dirigirse de nuevo a la habitación de su capitán.

Kristoff se encontraba preocupado por el teniente, habían pasado varios minutos desde que los investigadores se habían ido y nada que aparecía su compañero; sin embargo, cuando lo vio entrar con los ojos rojos sabía que algo malo pasaba. La noticia de la muerte de la curandera mágica de su escuadrón fue un cruel baldazo de agua fría, que combinado con la desaparición del mayor, lo había dejado casi sin habla. No solo le afectaba que otro miembro más había muerto, también le pesaba en el alma nunca haberse enterado de que ella se encontraba internada en la misma clínica con el. La soledad que debió haber soportado ella, estando con una enfermedad terminal, habría sido devastadora.

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