Cuenta la historia, el principio de la existencia, que Dios creó el universo en el que vivimos; creó mares, creó montañas, plantas y animales. Dios tardó siete días y siete noches en crear el planeta Tierra. Sus ángeles, fieles servidores de Dios, estaban ansiosos por ver cómo nos creaba y nos daba vida. Los ángeles tenían una misión asignada luego de nuestra creación, y era que debían protegernos de todo mal y guiarnos por el camino de la luz, guiarnos por el camino de Dios. Uno de estos ángeles era el más poderoso y el más querido por Dios que, por culpa de su codicia, fue desterrado y castigado por una eternidad. Este ángel era Satanás.
Después de su destierro, Dios le dio la espalda y los humanos le pusieron un sinfín de nombres diferentes, considerándolo un símbolo de maldad, un ser que hace sufrir a los humanos que desobedecen la ley de Dios, tentando a los más débiles a cometer actos impuros y perversos para alejarlos del camino del "bien".
Satanás fue repudiado por siglos por haberse revelado ante Dios, pero, ¿Y si Satanás estuviera arrepentido por cometer tal acto? ¿Puede Satanás sentir arrepentimiento? ¿Qué pasaría si Satanás no fuera realmente el malo de esta historia? Después de todo, las personas nunca vemos el otro lado de la moneda, ya que es más fácil para nosotros juzgar al otro.
¿Satanás es realmente malo por castigar a los pecadores? ¿Acaso eso no lo hace bueno? ¿Acaso es una forma de pedirle a Dios que lo perdone? ¿Tenemos el poder de decidir lo que está bien y lo que no? ¿Qué sabemos nosotros del bien y el mal?
Muchas preguntas se presentan sobre la existencia de ambas partes y ninguna respuesta se obtiene de ellas. La gente curiosa invoca a Satanás para responder sus inquietudes, comprobar sus sospechas y conocer los secretos del universo, pero sin pensar en las consecuencias, mueren en el intento.
Las personas buscan creer en algo todo el tiempo y darle inicio a lo que no conocen, buscan respuestas donde no las hay y rechazan la idea de lo nuevo porque es peligroso. Le ponen nombre a lo desconocido y a base de mentiras crean un inicio, obligan a los demás a creer en esas mentiras, aprovechándose de la debilidad de la mente humana para implantar un concepto retorcido sobre el comienzo de la humanidad.
Los humanos se consideran superiores, perfectos ante los ojos de Dios... pero al fin y al cabo, es un pensamiento humano, sin pruebas de respaldo. Dios es todopoderoso, Dios es la luz que ilumina los corazones más oscuros y sana los corazones rotos, Dios está con nosotros, Dios nos cuida desde los cielos; son solo palabras vacías. ¿Realmente existe un Dios que nos ve desde algún lugar? ¿Cómo es que estamos seguros de que fuimos creados por un Dios?
Tal vez fue culpa de Adán y Eva que vivimos en un mundo lleno de caos, pero si Dios perdona todo, ¿Por qué no perdonar nuestros errores? No somos perfectos, las equivocaciones y emociones nos hacen humanos, eso es verdad, ¿Tenemos que renunciar a nuestra naturaleza para entrar al reino de Dios? ¿Por qué?
Algunos pensarán que es lo correcto, que renunciar a nuestras emociones es renunciar a nuestros pecados, pero Dios nos dio esas emociones, ¿Entonces cómo se renuncia a algo que Dios te dio?
Satanás no es tan diferente a nosotros y nosotros no somos menos malos que él. Satanás castiga a los pecadores enviándolos a círculos diferentes del infierno para que paguen por lo que hicieron, nosotros nos castigamos el uno al otro con palabras hirientes y hasta nos matamos día tras días, sin importarnos el daño que le causamos al prójimo. ¿En qué nos diferenciamos de él?
Cuenta la historia, hace muchos años, que cuando Satanás fue desterrado empezó a castigar a los hijos de Dios. Algunos dicen que lo hizo para vengarse de Dios por haberle dado la espalda, otros dicen que cuando cayó al infierno se llenó de ira hacia los humanos porque se volvieron los favoritos de Dios. Pero, al fin y al cabo, son solo suposiciones que no se pueden probar, son solo historias narradas de hace siglos atrás.
Satanás, Lucifer, el rey del Infierno o mejor conocido como el Diablo, es alguien de quien poco se sabe, pero bien que se conoce sobre sus poderes y habilidades, como que es capaz de cambiar de forma todo el tiempo y manipular la mente codiciosa y débil del ser humano. El Diablo aprendió de nosotros a medida que fuimos evolucionando, nos observaba de cerca sin que nos diéramos cuenta. Actualmente, nos conoce mejor que nosotros mismos, sabe lo que queremos y lo que buscamos, después de todo, se dice que el Diablo sabe más por viejo que por diablo.
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Otra vez el color blanco y el viento falso acariciando suavemente su rostro pálido. Los árboles altos y secos se extendían hasta casi no verlos. El niño abrió sus ojos dorados lentamente, acostumbrándose al color de aquel lugar bastante familiar. Al incorporarse, se dispuso a caminar hasta el mismo columpio donde el mismo hombre lo esperaba todas las noches.
Tras caminar por el sendero entre los árboles la figura oscura del hombre que estaba de espaldas hacia el niño lo recibió como siempre, aunque tenía algo diferente, pero el niño no podía ver qué era. Poco a poco el niño de ojos dorados se acercó al hombre, sin miedo, deteniéndose a un par de metros de él, manteniendo la distancia.
Luego de un tiempo, los ojos dorados del niño recorrieron el lugar, el columpio ya no estaba y los árboles tampoco. No era este el lugar al que todas las noches venía... era más bien su propia habitación, y él ya no era un niño, era un joven adulto ahora. El joven se dio cuenta de que el hombre estaba hurgando entre sus pertenencias, mirando con atención cada objeto, pareciendo bastante curioso. Ambos seguían sin decir una palabra, hasta que el hombre lentamente comenzó a voltear hacia su dirección.
El joven muchacho quería ver el rostro del hombre que lo visitaba en sus sueños, pero como todas las noches, no tuvo éxito, ya que una sombra cubría la parte superior de su rostro, dejando a la vista una sonrisa escalofriante. La escena era distinta a la que ya estaba acostumbrado, haciendo temblar al joven de ojos dorados y dejándolo paralizado.
En un parpadeo, el hombre apareció frente al muchacho, inclinándose hacia su oído derecho, aprovechando que el muchacho estaba paralizado por un miedo extraño que se sentía ajeno. La sonrisa del hombre se hizo las larga y dejó salir con voz grave y pausada unas cuantas palabras, haciendo que el joven abriera los ojos de par en par.
-Al fin te encontré, mi pequeño zorro dorado.
Inmediatamente, el joven abrió los ojos, su respiración estaba agitada y el sudor cubría su frente y su espalda. Miró a su alrededor, sintiéndose extraño. De pronto, una punzada en su cuello lo hizo soltar un quejido de dolor. Fue corriendo al baño y al mirarse al espejo, supo que algo había cambiado.
Ese hombre vendría por él después de dieciséis largos años.
...
Las campanas de la iglesia empezaron a sonar, anunciando el comienzo de la misa de las 5 p.m. El cielo estaba nublado y el clima era fresco, algo característico del mes de junio, donde un crudo invierno se acercaba día tras día con lluvias incluidas. La ciudad daba un aspecto gris y deprimente, pero las risas de unas cuantas personas y niños le sacaban lo aburrido a ese día.
Dentro de la iglesia el padre Andrew dio inicio a la misa mientras que, en los bancos del fondo, en un rincón alejado de la multitud, un joven de unos veinte años escuchaba atentamente cada palabra que el padre Andrew decía. Sus ojos dorados, curiosos desde temprana edad y un poco apagados miraban con expresión seria al padre, escuchando los rezos de las personas y pensando en mil cosas a la vez.
Quizás fueron los años los que le quitaron el brillo a sus ojos, tal vez el trabajo al que se dedicaba o incluso las cosas que veía, pero algo era seguro: él no siempre fue así. La figura del joven se mantenía oculta en el rincón de la iglesia, pero el padre ya lo había notado desde hace un rato, sonriendo inconscientemente hacia su dirección.
(...)
Al finalizar la misa, el padre Andrew se quedó un poco más para hablar con la gente y bendecir algunos rosarios. Mientras tanto, el joven de ojos dorados esperaba pacientemente al padre para acercarse a hablar con seriedad sobre algunos asuntos. El joven de cabello castaño vio por fin que la gente se alejaba y el padre, con una sonrisa imborrable en su rostro, le hizo un gesto a su sobrino para que se acercara y lo acompañara.
Al llegar a su encuentro, el padre Andrew, con una voz cálida y ligeramente ronca por la edad, empezó a hablar.
-Hasta que por fin apareces, ¿eh? Parece que tu último trabajo ha sido difícil.- dijo echando un vistazo a las gasas que tenía en su cuello para luego darse la vuelta y empezar a caminar con su joven sobrino siguiéndolo.
-Duró más de lo esperado.- habló el joven un poco incómodo y tocando inconscientemente las gasas que cubrían la marca en su cuello, caminando al lado de su tío. -¿Y tú? ¿Cómo has estado?
-Estoy bien, aún sigo vivo y mi corazón todavía late, gracias a Dios.- la sonrisa del padre Andrew aún seguía en su rostro cuando miró a su sobrino, tratando de tranquilizarlo.
-Bien.- el joven nuevamente se puso serio, tratando de hablar sobre el tema otra vez, pero su tío lo interrumpió, anticipando lo que el joven quería decir.
-¿Otra vez el mismo sueño?- preguntó.
El joven muchacho no dijo nada, pero mantuvo su mirada en los ojos preocupados de su tío. El padre Andrew siguió caminando seguido de su sobrino hasta llegar a una habitación de la iglesia para cambiar su ropa, aún manteniendo una sonrisa en su rostro.
-Debe ser algo que te preocupa si estás aquí para hablar de eso. ¿O es que también buscas algo para tus investigaciones?
-¿Cómo es que siempre sabes a lo que vengo? Además, no vengo solo por eso.- ante los ojos de su tío este reclamo le pareció al de un niño pequeño, por lo que soltó una carcajada mientras se quitaba la túnica y dejaba en su lugar una camisa negra abotonada hasta el cuello.
-Sí que sabes reclamar lo que quieres, en eso saliste igual a tu madre.- dijo el padre Andrew dándose la vuelta para buscar entre los cajones una caja diminuta envuelta en papel de regalo, luego volvió a mirar al joven con una sonrisa de oreja a oreja. -Feliz cumpleaños, Elios.
Elios era un joven de veintiún años ahora, alto y de cuerpo un poco delgado, muy guapo pero con un temperamento complicado. Era el tipo de chico que atraía a las mujeres con solo una mirada, pero el pasado de Elios no le permitía disfrutar de los placeres de la juventud. Sí tuvo un par de romances, pero no duraron más de tres o cuatro meses y todos fueron terminados por él, convirtiéndolo en un rompe corazones de cara atractiva.
Desde niño creció con su tío Andrew, ya que sus padres desaparecieron misteriosamente la noche de su cumpleaños número cinco. Lo único que encontraron fue una especie de pentagrama en forma de estrella en el sótano de la que, en aquel entonces, era la casa de Elios. El pentagrama estaba encerrado en un círculo perfecto que parecía quemado, pero no había rastro de los padres de Elios. A partir de ese entonces, Elios comenzó a ver cosas extrañas todo el tiempo en cada lugar a donde iba. Andrew lo ayudó a controlar sus emociones ante esas situaciones para que no tuviera miedo y supiera cómo enfrentarlos. Elios había adquirido la habilidad de ver las almas de personas fallecidas y a los demonios.
La habilidad de Elios no solo le permitía ver este tipo de cosas, sino que también podía percibir las auras de quienes estuvieran a una distancia de hasta veinte metros a su alrededor, claro que lo fue perfeccionando con el tiempo. Mientras más demoníaca era el aura de aquello que lo acechaba, más fácil sería localizarlo.
Además de eso, Elios usaba su don como una puerta absorbiendo a los demonios que expulsada de los cuerpos de las personas, aunque solo lo usaba para situaciones específicas y bajo la supervisión del padre Andrew u otra persona a cargo. Esto se debía a algo relacionado con la desaparición de sus padres, cosa que Andrew nunca se lo mencionó a Elios.
Cada noche, desde que cumplió cinco años tiene el mismo sueño, solo que esta vez ese sueño fue algo... diferente.
Al recibir el regalo el joven no pudo evitar contener una pequeña sonrisa y miró la cajita, perdiéndose en recuerdos pasados.
-Gracias, tío.- Elios miró el regalo pensando en qué podría ser, pero un pensamiento pasó por su mente y volvió a su expresión seria para hablar sobre el tema inicial. -Esta vez hubo algo diferente en él. Me habló.
-¿Qué fue diferente? ¿Qué te dijo?- el padre Andrew centró toda su atención en su sobrino.
-Esta vez estaba en mi habitación y ya no era un niño. Dijo que me había encontrado.- Elios prefirió no decir nada acerca de la marca en su cuello para no preocupar a su tío. Estaba seguro de que esa marca la había dejado aquel hombre.
-¿Que te había encontrado? Qué extraño.- el padre Andrew ciertamente parecía confundido y murmuró por lo bajo -aún no debería ser tiempo.-, pero Elios no pudo oírlo claramente.
-¿No sabes lo que puede significar?- si de algo estaba seguro el chico de ojos dorados, era que su tío sabía mucho del tema, por lo que estaba un tanto impaciente por descubrir qué significaba ese sueño.
-Bueno, algo es obvio: sea lo que sea que ese hombre quiso decir, vendrá por ti. Puede ser hoy, mañana o pasado, en cualquier lugar o momento. Debes estar alerta y seguir repitiendo lo que te dije para protegerte de él. Y sobre todo, sea cual sea el caso en el que estés investigando ahora, aléjate lo más que puedas de esas personas y del edificio de investigaciones. No es seguro para ti.- el padre Andrew parecía bastante serio y la sonrisa que tenía hace unos momentos desapareció por completo, dejando en su lugar una expresión de preocupación.
-¿Tan malo es?- la actitud de su tío parecía haberlo sorprendido, además de que nunca antes le había prohibido seguir investigando los casos de posesión que tenía asignados.
-Elios, hoy es tu cumpleaños, no tienes que preocuparte por las investigaciones. Sal a festejar con tus amigos un rato, divierte un poco y disfruta. Me encargaré de que el asunto sobre tu sueño se arregle. Solo recuerda no volver tarde a tu casa, ¿entiendes? Aunque, si es posible, festeja con tus amigos en casa.- en verdad parecía preocupado. Elios estaba confundido y tenía más preguntas ahora, pero prefirió no decir nada y asentir.
El padre Andrew volvió a sonreír y le dio una palmada en el hombro a su sobrino para así retirarse de la habitación. El joven de cabello castaño, rizado y despeinado se quedó mirando a la nada por un rato, apoyado en una mesa junto a la pared, hasta que decidió finalmente abrir el regalo que parecía ser pequeño. Pensando que podría ser una imagen de algún santo, un crucifijo de mano o un rosario pequeño empezó a desenvolver su regalo.
Era un collar con cadena de plata y colmillos diminutos de plástico como dijes, idéntico al que él y su tío habían visto en una tienda hace unos días. Elios rió un poco y se olvidó por completo de la preocupación que le generó ese sueño, confiando en que su tío lo resolvería.
"Que buena manera de cerrarme la boca...", pensó Elios mientras se colocaba el collar alrededor de su cuello. Así, Elios se dirigió a la universidad a pasar el día con sus amigos, como su tío le había aconsejado, ignorando a aquellos entes que se le cruzaban en el camino.
Mientras el joven de pelo castaño se alejaba, un hombre de traje negro miraba atentamente su espalda. Con una sonrisa un tanto escalofriante en su rostro bebía una copa de vino tinto, completamente complacido con lo que veían sus ojos oscuros rebosantes de deseo. Relamiendo sus labios y saboreando la bebida con lentitud, como si el tiempo estuviera de su lado. El cazador había encontrado a su presa, mirándolo sin intenciones de comerla, sino queriendo poseerla.
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Al salir de la iglesia, Elios sintió un aura pesada sobre él, pero no podía decir si era por el frío que hacía o si en verdad era otra cosa. Usó su habilidad para encontrar lo que sea que lo estuviese acechando, pero no encontró nada más que almas en pena que no presentaban amenaza alguna. Trató de ignorar esa sensación, pero parecía que no se iba y tuvo que voltear varias veces a su alrededor para descubrir de dónde venía esa aura, aunque sabía que no encontraría nada.
Cuando llegó a la universidad, esa sensación desapareció de repente e inmediatamente, Elios se dirigió a la cafetería del edificio donde encontraría a sus amigos. Esta universidad era la más grande de la ciudad y, además, era una universidad privada, la más costosa de la zona. La mayoría de los hijos de personas importantes y ricas asistían a ella. Había unos pocos becados que iban allí, pero desafortunadamente estos pocos eran maltratados por los mismos estudiantes de clase alta.
Al llegar a la cafetería, Elios pudo distinguir a dos de sus amigos. Hansel estaba alardeando sobre algo como de costumbre, mientras que Uriel fingía escucharlo. Al ver a Elios acercarse, Uriel extendió sus brazos como suplicando.
-Sálvame, por favor, me está dejando sin cerebro.- al parecer, Hansel llevaba vario rato hablando.
-¡Eli! ¡Feliz cumpleaños, amigo!- al ver al recién llegado, Hansel lo saludó con entusiasmo.
-Gracias, Hansel.- Elios sonrió mientras se quitaba la mochila de sus hombros. -Y no creo que pueda ayudarte, Uriel. Resiste hasta que lleguen los refuerzos.- dijo sentándose al lado de Uriel y enfrente de Hansel.
-¡Oigan! Eso suena como si estuvieran cansados de mí, me ofende.- Hansel se puso una mano en el pecho fingiendo estar dolido.
-Ya cállate un poco, me vas a dejar sin oídos de tanto escucharte. ¿Y tú qué te cuentas? Feliz cumpleaños.- dijo Uriel mientras le daba un paquete de frituras a Elios, sus favoritos.
-Gracias, Uriel. Veo que te esforzaste mucho para no comerlo, en verdad lo aprecio.- si en algo se complementaban estos dos, era que ambos eran sarcásticos genuinos.
-Cierra la boca.- dijo Uriel, dándole un golpe en el hombro a Elios mientras reía.
-Oye, Eli, ¿qué te pasó en el cuello?- Hansel estaba emocionado al principio hasta que vio las gasas en el cuello de Elios y, ahora que lo había mencionado, Uriel también lo había notado.
-A-ah, no es nada. Me encontré un... eh, un gato en la calle. Lo alcé para acariciarlo, ya que se veía esponjoso, pero me rasguñó.- Elios esperó a que sus amigos le creyeran y llevó una mano a su cuello inconscientemente.
-Mm, si no cuidas la herida, seguro te dejará una cicatriz. Ten más cuidado la próxima y no molestes a los gatos, tonto.- Uriel era un amante de los gatos y siempre los defendía antes que a cualquier persona.
Al parecer Hansel y Uriel le creyeron, por lo que Elios suspiró disimuladamente de alivio, pensando: "Realmente no entiendo tu amor por los gatos, Uriel."
-Como sea, ¿dónde vamos a festejar tu cumpleaños esta vez?- Hansel se veía muy emocionado por salir a festejar, pero Elios tenía malas noticias que anunciar.
-Por desgracia, mi tío me dijo que no saliera de casa... otra vez.
-No me jodas, ¿otra vez?- Mai había llegado golpeando con rabia su bolso en la mesa, asustando a los muchachos. -Sin ofender, Eli, pero tu tío se está pasando.- dijo mientras se sentaba al lado de Hansel y se cruzaba de brazos sobre la mesa.
-¿Tienes que golpear tan fuerte la mesa?
-Cállate, Uriel.- Mai no era una persona muy amable y, gracias a su mal genio y comportamiento, muchas personas de su clase la odiaban. Pero, aunque parezca la persona más agresiva de todas, tiene un buen corazón y es una buena persona.
-Amor, tranquila. El tío de Eli debe tener sus razones para hacerlo.- si hay alguien que pueda calmar la ira de Mai, sin duda era Hansel.
-Pero todos los años es lo mismo, uff.- Mai resopló de frustración, pero luego se animó al recordar algo. -Por fortuna conozco un boliche cerca de tu casa, Eli. Por dios, ya tienes veintiún años, no puedes festejar todos tus cumpleaños en tu casa, ya eres un adulto.
-Sabes que me encantaría hacerlo, Mai, pero mi tío es muy duro cuando lo desobedezco. Ya me prohibió investigar los casos que tenía asignados y eso que todavía no hice nada malo.
Elios tenía muchas ganas de intentar lo que Mai sugería, pero el miedo que tenía Elios hacia los castigos de su tío Andrew le impedían hacerlo. Andrew podía llegar a ser bastante cruel si se lo proponía.
-Eli, vamos, puedes intentarlo. Solo será esta vez y, si no pasa nada malo, podemos hacerlo nuevamente otro día. No creo que tu tío te imponga un castigo peor el día de tu cumpleaños.- esta vez parecía que los otros dos estaban de acuerdo.
-No me gusta estar de acuerdo con ella, pero es verdad. Volveremos antes de que tu tío se entere, ¿qué dices, Eli?- Uriel estaba un poco entusiasmado también, lo cual era raro en él.
Elios miró a Hansel como esperanzado de que dijera que no, pero, conociéndolo, la respuesta era obvia.
-¡Vamos, Eli! Será esta única vez, nos divertiremos muchos, además te servirá para distraerte y no pensar en esos trabajos que tienes. Además, es viernes.
Cuando Hansel terminó de hablar, Elios pensó seriamente: "Una vez no hará mal a nadie... ¿Verdad?"
Elios dejó escapar un suspiro de derrota, convencido por sus amigos.
-¿A qué hora?
Los tres amigos estaban emocionados y gritaron felizmente al obtener la victoria. Acordaron el horario y el lugar donde se verían y prometieron no decirle nada al padre Andrew sobre dicha salida. Elios aclaró que debía volver a su casa antes de las 12 p.m., ya que a esa hora su tío siempre lo llamaba para comprobar que estaba en su casa.
Elios nunca entendió por qué el padre Andrew hacía lo mismo en todos sus cumpleaños, pero quiso pensar que lo hacía para protegerlo de las cosas que veía, más específicamente de los demonios que estaban tras Elios.
Y sí, Elios hacía trabajos de exorcismo de vez en cuando gracias a la habilidad que adquirió en su niñez. Su habilidad era tan fuerte que Elios no podía controlarla y terminaba absorbiendo a más de tres almas corrompidas o incluso a algunos demonios menores del cuerpo de otras personas sin querer, terminando inconsciente al instante. El padre Andrew temía que Elios terminara herido y lo llevó a varios expertos, en su mayoría sacerdotes especializados en casos de posesión, los cuales le enseñaron a Elios a controlar su habilidad y a usarla como último recurso ante un proceso de exorcismo.
El caso es que, desde los diez años, Elios logró expulsar a más de cien demonios, salvando a muchas personas. El problema era que ni el mismo Andrew, quien había criado a Elios desde los cinco años, sabía donde terminaban los demonios que Elios absorbía.
Los amigos de Elios saben que ayuda en las investigaciones de los casos de posesión en la iglesia de su tío, pero no saben que él mismo realiza las expulsiones en ocasiones y que puede ver esas entidades por todas partes. Ni siquiera Hansel, quien es amigo de Elios desde muy chicos, sabe sobre esto.
Hansel es una persona muy optimista, extrovertido y con mucha energía. Defendió a Elios en algunas ocasiones en el jardín de niños cuando le costaba mucho socializar, de hecho, fue así como se volvieron amigos. Luego, en la secundaria, conocieron a Mai. Una chica problemática e impulsiva, pero al mismo tiempo era una buena persona que peleaba por lo justo y defendía a los débiles. Nadie sabe cómo ni por qué, pero Hansel se enamoró perdidamente de ella. Actualmente, llevan ya siete años juntos.
Uriel, por el contrario, lo conocieron en la universidad. Recibió una beca y fue acosado no bien entró el primer día. Solía tener un carácter sumiso y tímido, era bastante reservado y no decía ni una palabra, pero después de conocer a Elios, quien lo defendió de los que lo molestaban, se volvió menos callado y empezó a ver a Elios como la luz que iluminó su camino de oscuridad.
Unos días después, los acosadores de Uriel se lo llevaron a la azotea de la universidad y no se volvió a saber más de ellos por unas horas. Cuando Uriel apareció tenía una sonrisa rara en su rostro y cargaba un gato negro en sus brazos, dijo que lo había encontrado en la azotea, pero no había más nada fuera de lo común. Al día siguiente, sus acosadores abandonaron la universidad sin dar ninguna explicación a los directivos. Elios no vio nada raro en Uriel, por lo que pensó que tal vez solo estaba cansado de esas personas y quiso defenderse.
...
Elios ya estaba listo para ir con sus amigos al boliche, pero el miedo lo estaba haciendo dudar. No estaba seguro de lo que estaba haciendo.
"¿Y si el tío Andrew se entera de esto? Mierda... me estoy poniendo nervioso...", pensaba mientras daba vueltas en su habitación.
Llevaba puesta una camisa blanca y encima de esta un suéter de color beige, también llevaba unos jeans rasgados y unas zapatillas blancas. Tenía puestos de accesorios un arete en la oreja derecha con un dije de un crucifijo y el collar de colmillos que le había regalado su tío el mismo día.
Después de pensar en varias cosas negativas por un largo rato, Elios fue al baño y se paró frente al espejo antes de irse, quitando las gasas que cubrían un pequeño costado de su cuello y, efectivamente, esa marca seguía ahí. No era ninguna especie de símbolo diabólico, más bien era una marca de mordida.
Elios dedujo que lo que le hizo eso era un espíritu o un demonio, pero también estaba la posibilidad de que haya sido el hombre extraño de sus sueños. Aunque Elios no sabía exactamente por qué ese hombre dejaría una marca como esa en su cuello, sabía muy bien que esa mordida no la haría una persona humana.
Mientras Elios miraba con atención la marca de mordida en su cuello a través del espejo, una brisa suave y fría acarició su oído, dejando inmóvil por un instante y generándole un pequeño escalofrío. Las luces del baño comenzaron a parpadear, pero Elios no se movió ni un centímetro. Ya estaba acostumbrado a estos sucesos, por lo que esas cosas no lo asustaban. Manteniendo su mirada fija en el espejo y sin moverse volvió a sentir una brisa helada, pero esta vez en su cuello, justo encima de la marca de mordida.
-Has crecido.
Elios se dio la vuelta al escuchar esa voz grave, extremadamente familiar, pero no encontró al responsable de aquella voz. Volvió su vista hacia el espejo, pero tampoco vio nada más que su rostro ligeramente pálido. Las luces del baño dejaron de parpadear, por lo que Elios intentó calmar los latidos alterados de su corazón. Cuando se aseguró totalmente de que no había nada cerca de él cubrió la marca de su cuello nuevamente y salió de su casa.
Eran las 7:15 p.m. y Elios ya estaba en camino hacia el boliche, aunque un mal presentimiento lo invadió desde que salió de su casa y los entes a su alrededor estaban enloquecidos por alguna razón.
"Algo anda mal...", pensó.
Luego de caminar unas cuadras llegó al lugar donde sus amigos lo esperaban. Al entrar al lugar pudo ver a sus tres amigos ya sentados en una mesa en el fondo con vasos que contenían alguna bebida alcohólica. Había muchas personas, en su mayoría adolescentes adultos.
-¡Elios! ¡Si viniste! Tardaste mucho en llegar, amigo.
-Mierda...- Mai insultó por el bajo mientras buscaba algo en sus bolsillos.
-Paga.- dijo Uriel extendiendo su mano hacia Mai con una sonrisa maliciosa de victoria.
Mai sacó un billete de su bolsillo y se lo dio a Uriel en la mano un poco enojada mientras hacía un puchero.
-¿Acaso apostaron a que no vendría?- Elios miró a Mai y a Uriel algo ofendido.
-No te ofendas, Eli, pero sinceramente si dudamos.- Hansel apretó sus labios con un poco de culpa.
-Agh, como quieran. ¿Pidieron algo para mí al menos?
-Por supuesto.- Mai esbozó una sonrisa llena de malicia en su rostro mientras le acercaba una copa con una bebida roja y burbujeante a Elios, acción que le generó desconfianza.
-¿Qué es?- dijo mientras tomaba asiento en la mesa.
-Tú tómalo, no soy buena con los nombres de estas cosas. De todos modos, no le des importancia y disfruta. ¡Feliz cumpleaños, Eli!- la actitud de Mai hizo sospechar a Elios, pero aún así tomó la copa.
-¡Salud!- dijeron todos al unísono y chocaron sus vasos de bebidas.
Pasaron el rato bebiendo y riendo a carcajadas entre ellos mientras recordaban cosas vergonzosas del pasado. La música retumbaba en el lugar y Elios perdió la noción del tiempo por completo, ya que no estaba en sus cinco sentidos después de beber aquella bebida roja que Mai le había ofrecido.
Por alguna razón las llamadas del padre Andrew nunca llegaron y Elios no le dio mucha importancia. Fue hasta que intentó ver la hora en la pantalla de su teléfono celular que se dio cuenta de que estaba apagado.
-¿Qué hora es?- preguntó a sus amigos un poco asustado.
Hansel prendió su teléfono para ver la hora mientras los otros dos reían borrachos.
-Son... las 12:35 a.m.- dijo Hansel con la voz adormecida.
-Mierda. Me tengo que ir ahora, nos vemos el lunes.- inmediatamente Elios se despidió de sus amigos y salió apresurado del lugar.
Elios ignoró los reclamos torpes que salían de las bocas de sus amigos y salió del boliche a toda prisa chocando con un par de personas. Todo le daba vueltas y el clima frío golpeó su cara haciéndolo temblar, tuvo que frenar varias veces para contener las ganas de vomitar.
Aún le faltaban varias cuadras para llegar a su casa cuando escuchó el grito ensordecedor de los fantasmas a su alrededor, como si huyeran de algo aterrador, haciendo que a Elios le dolieran los oídos y se quejara del dolor. Miró cómo aquellas almas gritaban de miedo por algo que se acercaba. Confundido, Elios intentó usar su habilidad para descubrir lo que les pasaba a aquellas almas, pero como estaba ebrio no tuvo éxito.
-¿Qué pasa?- se preguntó a sí mismo y frunció el ceño.
Los gritos siguieron por varios minutos hasta que de repente todo se quedó en silencio. La noche se volvió más fría y más oscura, tenebrosa y solitaria. No había ningún espíritu ni persona ante los ojos del castaño, alertándolo de que algo malo se aproximaba. Las luces de las calles era lo único que se veía y el silencio se volvió aterrador.
Elios intentó activar su habilidad una vez más, pero nuevamente fracasó. En medio de la fría y ahora tenebrosa noche de la ciudad, Elios estaba en alerta máxima observando sus alrededores mientras caminaba lentamente a su casa. El alcohol en su sistema aún no dejaba de hacer efecto, por lo que estaba indefenso ante ese ser que lo observaba.
Las luces de las calles se apagaron de repente al mismo tiempo y Elios detuvo sus pasos por la impresión, mirando todavía a su alrededor. Las manos de Elios comenzaron a sudar y a temblar, haciendo que se lamente por no haber seguido sus instintos, hasta que ese silencio tortuoso fue penetrado por una voz gruesa y seductora que provenía de la oscuridad.
-¿No es muy tarde para que andes sólo por las calles? Alguien podría hacerte daño.- aquella voz con un tono grave y burlón hacía eco en toda la zona, lo que le dificultó a Elios saber de dónde provenía.
-¿Quién eres? ¿Qué quieres conmigo?- Elios le habló a aquella voz tan familiar sin esperar ninguna respuesta, pensando que sólo era el efecto del alcohol.
-Ah~ Mi pequeño zorro dorado...- aquella voz masculina hizo una pausa repentina y dejó de hacer eco, permitiéndole a Elios escucharla con claridad cerca de su oído. -... quiero todo de tí~.
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