Un cambio de aires, eso es lo que busca y quiere él.
Terry Dawson, un joven norteamericano natural del estado de California y de 26 años está harto de donde vive y de la gente a su alrededor. (Principalmente del pesado de su ex)
En un último esfuerzo se pondrá a buscar a través de Google lugares o ciudades de lo más alejadas que pueda encontrar de su ciudad cuando una imagen le llama la atención y la selecciona abriéndose ante sus ojos una página con un único título enorme y de una sola palabra;
Islandia.
Decidido busca el país y si tiene la probabilidad de encontrar vivienda allí...
Y quiere la suerte (o el destino, ya según cada uno) que un anuncio de una casa en venta aparece ante él.
Tomando los datos y todo lo necesario no dudará ni por un segundo, se pondrá en contacto con el vendedor, un tal Pétur Jóhannson y decide salir de viaje rumbo al pueblo donde se encuentra esa casa:
Varúlfsmenn Fólk.
Conocer de una vez por todas a esa otra persona es lo que quiere él.
Úlfur Leiðsögn, nativo de Varúlfsmenn Fólk y de recién cumplidos 36 años lleva decepción tras decepción desde que tuvo a su primera pareja.
Ninguna de tales le provocaba lo que sus padres le contaron debía sentir cuando la viera y empieza a creer que finalmente se quedará solo.
Lo que la mayoría del pueblo no sabe y sí unos pocos, poquísimos, es algo personal que Úlfur calla y oculta sobre él y su familia.
Será un día cualquiera que tras regresar del trabajo en el centro del pueblo encuentre a alguien en medio del bosque que hay para llegar a su casa, situada lo más alejada del pueblo y como única vecina la vieja casa de sus padres.
Úlfur, temiendo por esa persona no dudará en detener el coche y ayudarla justo cuando el personaje sufra un súbito desvanecimiento.
Úlfur séra lo bastante rápido en evitar que dé con el cuerpo en la fría tierra para al conseguir verle la cara notar lo que sus padres le describieron que sentiría con esa otra persona especial y que sabría era para él.
Y dicha persona no será otra que Terry el cual dejando abandonado el coche que ha alquilado se ha terminado perdiendo rumbo a dónde está su nueva casa.
Úlfur no dudará en llevárselo a su casa para que descanse y se recupere para a la mañana siguiente Terry verse en un lugar desconocido...
Y con un hombre que le provoca ataques de calor con solo la manera de mirarle...
Y hablarle.
Pisó suelo distinto en torno a las tres de la tarde.
El clima era totalmente diferente al de California y sintió un escalofrío.
Hacía frío aunque no como para morirse a menos que se quedara quieto allí mismo.
Con paso veloz se dirigió hacia el interior del aeropuerto donde al entrar todo le resultaba...
Raro.
Las personas iban y venían viéndose distintas a las que él estaba habituado pero ¿Eso quería no? Ver caras desconocidas y cambiar de aires.
Caminó hacia la cinta de las maletas para esperar a recoger las dos suyas.
Haciéndose con ellas y el bolso de viaje echó a andar hacia el exterior opuesto del aeropuerto.
Al salir podía oír más no entender ni una palabra de cómo hablaban aquellas gentes.
Rodando los ojos buscó el móvil en el bolso para sacándolo buscar el traductor.
Miró por su alrededor a ver si veía un taxi que estuviera libre.
Hasta que encontró uno.
El taxista, un tipo alto y de cabello caso blanco, permanecía apoyado contra la puerta del copiloto leyendo el periódico.
Terry tomó aire y se acercó hasta él.
-¿Dis-disculpe?-
El hombre dejó de leer para girando la cabeza mirarle.
-Ho-hola, yo...no soy de aquí y...bueno, yo...soy...americano y...-
El taxista le miraba como si no entendiera ni papa de lo que le estaba diciendo por lo que Terry desistió, se acercó el móvil a los labios y habló para que tradujera al idioma del país lo que quería pedirle.
El hombre miró como le extendió el móvil y oyó la voz de una mujer hablándole en islandés.
Luego esbozó una tenue sonrisa para pidiéndole el móvil por medio de un gesto y recibirlo del joven aproximarselo a la boca.
Terry le oyó hablar en ese mismo idioma que el traductor había usado para convertir su americano en islandés. Después volvió a recibir el móvil y pulsó la tecla del altavoz;
"Entiendo el inglés, no se preocupe"
Terry ladeó la cabeza para mirar atónito al hombre.
-Quedé como idiota- se insultó a sí mismo.
El taxista rió divertido.
-Disculpa por haberte hecho creer que no te entendía- se excusó -¿A dónde quieres que te lleve?-
Terry vio cómo amablemente agarró sus dos maletas y las metió en el maletero.
-Es...espere y lo busco, es que...es un nombre muy raro de pronunciar y no quiero ser más motivo de burla-
El hombre asintió sonriendo por lo que esperó pacientemente.
-Es...es éste pueblo- entregó Terry un papelito donde había escrito el nombre del pueblo. El taxista lo cogió y leyó.
-Varúlfsmenn fólk-
-¿Lo conoce?- preguntó Terry.
El hombre le miró.
-Está a las afueras, es un pueblo muy tranquilo y hasta con leyendas- repuso.
-¿Urbanas?-
-Podría ser- siguió sonriendo el taxista.
-Y Po-podría...llevarme o es tipo...¿Drácula su leyendas y me dejará en mitad del camino?- intentó bromear Terry.
El hombre se echó a reír con ganas.
-No son leyendas de miedo, solo...leyendas...-
-Menos mal- sonrió el joven.
-De varúlfur- apuntó el nativo.
-¿Va...va qué?-
-En tu idioma creo que son...¿Hombres-lobo?-
A Terry se le congeló la sonrisa.
-Hay que joderse-
-No es para tanto, según la leyenda que lo rodea no son peligrosos- calmó el hombre.
-Bien, e-eso es bueno saberlo- dijo Terry.
-Cuando gustes- señaló el otro hacia el taxi.
Terry se subió en el asiento posterior viendo como el taxista se apresuró hacia su lugar.
-Si vienes de vacaciones deberías haber escogido otra época- siguió dándole conversación el nativo mientras conducía.
-En realidad me vengo de fijo- contestó Terry.
El hombre le miró por el espejo retrovisor.
-¿Un americano en Islandia?-
-Cambio de aires y...caras- respondió Terry.
-Yo diría de todo- medio se burló el hombre -Espero que aguantes el frío porque aquí hace y mucho-
-No es mi preferido pero me puedo acostumbrar- apuntó el joven.
Girando la cabeza observó a través de la ventana el paisaje.
Desde luego era digno de postal.
Ver aquellas enormes montañas colmadas de nieve, esas vistas tan de película y el entorno le gustaba.
-Es un país bonito- añadió.
-Eso dicen- dio la razón el hombre.
Terry siguió pendiente de las vistas.
Sería fácil acostumbrarse aunque el frío le disgustara un poquitín.
Dejaban el centro y se adentraban a una zona rodeada de bosque y más bosque.
Los abetos y pinos eran gigantes y eso dejó boquiabierto a Terry.
Pronto vio un cartel donde reconoció el raro nombre del pueblo.
Pero...
No lo vio aparecer hasta que cubrieron un buen trecho.
Se veía un pueblo de lo más normal, con sus calles llenas de gente que iba de aquí para allá.
Más húmedo y similar a los pueblos del norte de Estados Unidos pero nada más.
Aún se veía el asfalto mojado y con montoncitos pequeños de nieve fundiéndose debido a las ruedas de los coches y demás vehículos.
-¿Dónde quieres que te deje?- preguntó el taxista.
-Ehmm, pues... quedé con el agente inmobiliario en la plaza, creo que me dijo...-
-¿Es posible que sea aquel de ahí?- señaló el taxista hacia donde otro hombre también alto pero de cabello más oscuro aguardaba.
-Creo que sí-
El taxista puso dirección hacia donde aquel hombre estaba, detuvo el taxi y Terry se bajó.
-Dis-disculpe, ¿Pétur Jóhannesson?- preguntó.
El tipo se giró al oír que le llamaron.
-El mismo ¿Terrance Dawson?-
-Prefiero Terry-
El tal Pétur se acercó y le saludó con un apretón de manos.
-Bienvenido-
-Gracias-
-Si me acompañas te daré las llaves de la casa y te puedo llevar hasta donde está-
-No hace falta, quiero mirar un vehículo para poder trasladarme de un sitio a otro así que con que me dé las señas...-
-Verás es que la casa está como quien dice "aislada" y la más cercana está a unos cinco kilómetros de distancia y se encuentra en un sitio bastante fácil como para perderse-
-Bueno, aún es de día así que no creo que me sea muy difícil dar con ella-
-¿En serio quieres arriesgarte a cruzar el bosque tu solo?- inquirió Pétur.
Terry se giró hacia donde éste le señalaba con el dedo.
Un espeso bosque con coníferas y abetos tan altos como los rascacielos de Los Ángeles le hicieron atemorizarse un poco.
Aún así se volvió al agente para responder:
-No creo que me resulte complicado-
-Como quieras, de todos modos tengo que darte las llaves y como quieres mirarte un coche puedo acompañarte hasta un concesionario bastante asequible-
-Genial- aceptó Terry.
Cargando con las maletas y su bolso y tras pagar al taxista, fue detrás de Pétur.
-Lobo-
El rubio puso los ojos en blanco al oír como usaban su nombre animal.
-No me llames así-
-Es tu nombre ¿No?- bromeó la mujer rubia conteniendose la risa.
El rubio torció la boca en una clara mueca de desagrado.
-Es Úlfur-
-En mi idioma "Lobo"- dijo ella.
-Tú ya no eres americana- rezongó divertido Úlfur reordenando unas carpetas y enrollando unos planos.
Metiéndolos en sus protectores, una especie de tubos, miró la hora.
Las cinco.
Fuera ya estaba casi oscureciendo.
-No sé cómo eres capaz de vivir tú solo en medio de la nada- repuso ella -Yo me cagaría de miedo-
Úlfur rió escuetamente.
"Si tú supieras y yo te dijera"
Pensó para sí.
Recogiendo sus cosas y poniéndose un buen abrigo de lana Úlfur se colgó los dos tubos donde llevaba los planos. Luego se colgó en el otro hombro su bolso-maletín.
-Bueno, yo me voy- anunció.
-Si te hubiera dado la gana y no hubieras puesto pegas a mi amiga a lo mejor ahora ella te estaría esperando en tu casita-
-No era mi tipo- apuntó Úlfur echando a andar hacia la salida.
-Eres muy exquisito con eso de buscar novia- reprendió ella.
Antes de salir, el rubio se giró a ésta.
-No lo entenderías- dijo.
La mujer dio un par de pasos hacia él.
-¿Eres gay?- preguntó sin pelos en la lengua.
Úlfur emuló una sonrisa.
-Creo que exactamente se le llama pansexual- respondió.
-Lo entiendo- asintió ella -No has encontrado a la persona correcta y no sabes si será una ella o un él-
-Eso mismo- afirmó él -Que pases una buena tarde-
-Aún me quedan algunos detalles que finalizar así que hoy me parece que saldré más tarde de las cinco y media-
-¿Quieres que te eche una mano?- se ofreció él.
-No, tú vete, ya tienes bastante con los planos de esos dos imbéciles- dijo sonriendo la mujer.
-¿Seguro? A mí no me espera nadie y a ti sí te esperan nada menos que tres personas-
-Naa, Sven se hace cargo de los niños- restó importancia ella.
-Como quieras, aún estás a tiempo-
-Que te vayas lobito-
-Todavía te muerdo para que me llames lobito con razón-
Ella le miró de reojo.
-No me tientes o no dudaré en serle infiel a Sven-
-El que te muerda no quiere decir que tengas que serle infiel a Sven- se burló Úlfur.
-A lo mejor yo quiero que me muerdas de otra manera- resolló la mujer.
-Olvida esa manera, para mí solo eres una muy buena amiga-
-Umm, qué lástima, con lo bueno que estás- murmuró ella entre risas y creyendo que no la oía.
Pero Úlfur la escuchó alto y claro.
-Me voy, hasta el lunes o el martes, no sé si los tendré para el lunes-
-Cuando los tengas, ya has oído a esos dos panfilos-
Úlfur salió del lugar.
El aire frío le dio en la cara y él elevó el rostro.
Mirando al cielo vio que esa noche había luna creciente.
-Relax, menos mal- se dijo.
Echó a andar hacia su todo-terreno para la llegar junto a éste depositar los planos en el asiento trasero.
Luego se quitó la chaqueta de lana y la dejó al otro lado del asiento. Dando un rodeo llegó a la puerta del conductor y se subió.
Ni puso la calefacción.
Si lo hacía se convertiría en una antorcha humana.
Ya superaba los cuarenta grados en su cuerpo y no quería terminar quitándose la ropa antes de llegar a casa y ponerse a correr y retozar con la nieve.
Encendió el motor y puso las luces.
Después se puso en marcha rumbo a casa.
-¿Por...por qué no ha-habré a-aceptado que me acom-acompañara?-
Terry tiritaba de frío.
Había estado dando vueltas y más vueltas con el coche que había comprado y se quedó sin combustible en mitad del espeso bosque.
El móvil había perdido toda la cobertura y no sabía qué hacer.
Hasta que le dio por echar a andar siendo aún peor esa idea.
Ese lugar era demasiado oscuro y apenas si veía luz.
No pensó que oscurecería tan pronto pero claro tampoco fue muy inteligente al decidirse ir por sí mismo hasta su nueva casa.
-Si-si es ver-verdad lo-lo que ese ta-taxista di-dijo o-ojalá me tope con un...uno de ellos y...me con-convierta- se mofó -Qué idiota soy, ma-mañana encon-encontrarán mi cuerpo y será de chiste. "Gilipollas americano se pierde yendo a su nueva casa" pufff, para llorar-
Tratando de abrazarse todo lo que pudo siguió caminando con dificultad a través de la nieve.
Empezaba a notarse mareado y con cansancio.
-So-soy un completo idiota-
Úlfur conducía pendiente de todo.
Aunque llevaba las luces en realidad no las necesitaba pero prefería usarlas por si se encontraba con alguien aunque si lo pensaba bien nadie iba por aquella carretera solitaria.
-Todos se asustan- se burló.
Solo apartó unos segundos los ojos del frente para poner la radio cuando al levantarlos apareció ante el todo-terreno una figura.
Úlfur pisó el freno y paró.
-¿Qué demonios...-
Sin pararse a pensar salió del coche y echó a andar hacia la figura.
Ésta, a una distancia alejada, parecía tambalearse y costarle caminar.
-Eh, eh, oye-
Úlfur le llamó alzando la voz más ésta no parecía oírle hasta que la vio detenerse.
Úlfur se dio prisa en llegar hasta ella cuando casi a unos cuantos pasos la persona aquella dejó de estar de pie para precipitarse al suelo.
Por suerte no golpeó contra éste pues Úlfur fue rápido y logró atajarlo antes de caer.
Comprobó que estaba helado y lo giró entre sus brazos para poder sostenerlo mejor...
Cuando le miró a la cara.
Apenas si cruzó unos milisegundos sus ojos con los todavía medio abiertos de éste que sintió una especie de calor llenarle no solo las manos sino el pecho.
Haciendo brillar sus ojos azules en ámbar miró mejor al inconsciente.
Era un chico.
Actuó por instinto y por naturaleza.
Alzandolo en brazos regresó hacia su coche.
Con un solo brazo lo sostuvo para abriendo la puerta de atrás empujar los planos y su chaqueta para poder tenderlo en el asiento.
Luego cerró y rodeó el coche para abriendo la otra puerta agarrar su chaqueta y echarla sobre el cuerpo inmóvil del joven.
Volvió a mirarle para otra vez sentir lo mismo.
Y recordó las palabras de sus padres.
"No tengas prisa, no todos las encuentran a la misma edad. Es...cuando es el momento idóneo y justo. Lo sabrás cuando ardas y solo con ver a esa persona sientas que la felicidad te envuelve sin razón aparente. Ese es el primer signo de que la has encontrado"
Úlfur sonrió sutilmente.
-Y yo que pensaba que ya no te encontraría-
Despacio extendió sus dedos y acarició levemente su mejilla.
El joven sufrió un estremecimiento pero siguió con los ojos cerrados.
Úlfur se apresuró a su sitio, montó y arrancando el motor puso rumbo a casa.
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