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El cielo nocturno se extendía encima de ella como un manto infinito de oscuridad. La enorme luna llena iluminaba su tembloroso y ensangrentado cuerpo. Pronto dejó de sentir dolor. Todo su cuerpo se sentía entumecido.
Acostada en el aboyado techo de aquel auto, impactado por su peso y la fuerza de la dura caída que había tenido, la sangre lentamente se extendía por todo el metal para caer como un pacífico río en el asfalto del estacionamiento.
La alarma de aquel auto no dejaba de sonar con fuerza, pero ella no sentía absolutamente nada. Solo se quedaba viendo el cielo inmenso encima de ella.
«Qué hermoso»
Nunca en su vida se había detenido a apreciar estas pequeñas cosas. Estos detalles que por muy pequeños e insignificantes que fuesen, eran muy importantes en la vida.
En ese preciso instante entendió el precio de no atesorar lo que se tiene mientras se está vivo. Lo fácil que se puede perder la vida, si no es apreciada correctamente como se merece.
Se había dedicado tanto a su vida y a ella misma, que había olvidado lo insignificante que era realmente en el universo. Era como una pequeña mota de polvo en el extenso mar del infinito. Un ser tan patéticamente insignificante, que en unos años más seria olvidada, como otra víctima de feminicidio en el mundo.
Si... esta no era una muerte natural.
No era la muerte que esperaba al final del camino, mucho menos de esta forma.
Pero a la muerte eso no le interesaba.
Solo tenía un trabajo y era llevarla al otro mundo o a donde sea el otro lado. En ese momento no le importaba ya, aunque hubiese deseado tener la oportunidad de vengarse antes.
Aunque todo no se puede hacer en la vida, lamentablemente.
La única opción que tenía, era conformarse con ese destino.
Las sirenas de las ambulancias no tardaron en ser escuchadas en la lejanía. Al parecer alguien se había dado cuenta de su caída que en apariencia parecía ser accidental, aunque bien no lo era. Por un momento tuvo esperanzas de ser salvada, pero los recuerdos de lo sucedido le llegaron como flashes incesantes y se arrepintió.
«Tal vez sería mejor para todos, si simplemente muero»
No quería vivir con esa marca en su vida. No podía. No sé sentía lo suficientemente fuerte.
«Estoy cansada»
Lentamente la oscuridad se apoderaba de su campo de visión hasta que con un último suspiro, sus ojos perdieron completamente el brillo y su corazón dejó de latir por completo.
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...Frase que resume la historia....
..."Tenía total intención de vengarse, aunque fuese en otra vida"...
48 horas antes:
Mirai había sido criada en una familia muy cariñosa y nadie se sorprendió con su decisión de ser profesora. Sus padres estaban muy orgullosos de ella, ya que había logrado graduarse de la universidad con honorarios y muy buenas calificaciones, por no decir la mejor de su clase. Se había esforzado mucho para cumplir sus sueños y podría haber escogido cualquier otra carrera con sus espectaculares notas, pero seguía siendo férrea con su decision de dedicarse a la educación.
Era una muchacha muy atractiva y su personalidad carismática la ayudaron aún más a entrar a una prestigiosa escuela privada para chicos donde haría sus primeros años de práctica como profesora de Ciencias.
La directora de la institución estaba encantada con ella al igual que los profesores y los alumnos, los cuales la admiraban notablemente por su hermosura. Se podría decir que era una especie de belleza exótica. Sus raíces brasileñas le habían proporcionado un color de piel oscuro natural, que la gente constantemente juzgaba porque pensaban que se había bronceado. Simplemente no podían creer que esa fuese su color de piel natural.
Ella misma era la única que no se veía atractiva, y no tenía ni la menor idea de lo sensual que era a los ojos de sus alumnos, por lo que nunca se daba cuenta de las miradas lascivas que le dedicaban... o simplemente las ignoraba.
—¿Entienden esta operación? —preguntó ella a la vez que se daba la vuelta para enfrentar a sus estudiantes los cuales la miraban atentamente y no precisamente a la pizarra gran pizarra táctil que ocupaba casi toda la pared blanca de ese lado del aula.
Una sonrisa con hoyuelos adornaban sus mullidos labios y su largo cabello negro caía suelto por su espalda. Vestía sencilla, con una simple camisa blanca y una falda holgada que le llegaba a las rodillas, pero eso no impedía apreciar sus exuberantes curvas, muy poco comunes en Japón. Por encima de la ropa se notaba claramente sus caderas anchas y su trasero mullido y redondo.
Miró a través de la sala de clases y se detuvo en un joven al fondo del aula que había levantado la mano.
—Tengo una duda profesora —dijo él con sus mejillas ligeramente sonrojadas.
—¿Qué es lo que no entiendes, Keiko? —preguntó con paciencia, sin borrar su sonrisa jocosa.
Keiko tragó saliva antes de responder. Parecía realmente nervioso y eso la enterneció un poco.
—Es solo que... me gustaría que volviera a explicar la operación —admitió él respirando pesadamente.
Eso a Mirai le resultó extraño ya que Keiko era uno de sus mejores alumnos pero al bajar la mirada se dió cuenta de lo que pasaba realmente. En el asiento de atrás había un chico que no paraba de darle patadas a los tobillos con una mirada maliciosa en sus ojos que provocaron escalofríos. Tenía los ojos extrañamente puntiagudos y el cabello teñido de rojo intenso. No le gustaba para nada la forma en que la miraba.
El impulso de regañarlo por ello se impuso en su corazón pero se detuvo pensado mejor las cosas. Todo el mundo sabía que Keiko era víctima de acoso. La primera vez que Mirai fue testigo de ello fué en su primer día como profesora.
Era un día lluvioso pero el sonido de la carne golpeada se notaba perfectamente bien a través de la lluvia.
Corrió inmediatamente al pequeño y oscuro callejón entre el gimnasio y el edificio de la biblioteca, y al llegar gritó con todas sus fuerzas:
—¡¿Qué diablos están haciendo?!
Al escuchar la voz de la profesora los chicos habían hecho un círculo alrededor de un pequeño cuerpo que no dejaba de encogerse y temblar. Era Keiko con la cara llena de sangre y el cuerpo magullado por los golpes. Tenía el uniforme destrozado y cuando Mirai estaba a punto de intervenir, los cinco chicos huyeron sin darle la oportunidad de observar mejor sus caras y así denunciarlos al comité de la escuela.
Enseguida corrió hacia Keiko y levantó su cabeza sin saber exactamente qué hacer. Sacó el móvil de su bolsillo, dispuesta a llamar a la policía, pero la temblorosa mano de Keiko agarró con suavidad su mano y negó con la cabeza lentamente sin ser capaz apenas de abrir los ojos por las magulladuras en su rostro.
—Solo lo empeoraras más —dijo él con voz trémula y adolorida.
En ese momento Mirai se sintió el ser más miserable e impotente al no ser capaz de hacer algo al respecto.
Tenía razón, lo único que haría era empeorar las cosas para él, mucho más sin saber cómo lucían los agresores. Además de que algo le decía que Keiko no iba a testificar.
Sus padres apenas se preocupaban por él. Mirai lo sabía porque siempre que tocaba reunión de padres, estos se ausentaban.
Al final no tuvo más opción que llamar a una ambulancia y dejarlo estar por ahora.
—¿Profesora? —volvió a hablar Keiko haciéndola regresar de la profundidad de sus pensamientos y carraspeó ligeramente, volviendo a la realidad.
Una sonrisa titubeante adornó su rostro y respondió:
—Ah... si... Dijiste que no entendías nada.
Se volvió nuevamente a la pizarra táctil y con sus dedos rozando la pantalla oscura empezó a explicarle la operación, pero con la mente aún metida en aquel incidente. La única manera de detener el bullyng hacia Keiko, era consiguiendo pruebas del abuso y de sus abusadores, como fotografías o algo así.
La jornada del almuerzo comenzó y Mirai aún seguía pensando en lo sucedido. El pasillo de la escuela estaba lleno de adolescentes revolucionados que al notar su presencia paraban de hacer lo que hacían y saludaban a la profesora con un buenas tardes y una leve inclinación hacia adelante. Mirai les respondía el saludo sin perder su jovialidad, aunque no era estúpida. Sabía perfectamente que esos chicos admiraban más su cuerpo que sus habilidades como educador.
Su mirada se detuvo en un encorvado Keiko el cual era empujado hacia el baño por dos chicos y estuvo dispuesta a seguirlos, pero se detuvo en seco pensando mejor las cosas.
No era el mejor momento y encima había dejado su móvil en la sala de profesores por lo que no podría hacer ninguna foto que atestiguara el abuso.
Solo tenía que tener paciencia.
Una vez en su pequeño apartamento luego de una extensa jornada laboral, se retiró sus tacones negros y los tiró a un lado casi con brusquedad. Su apartamento, el cual solo tenía una salita en donde también dormía y comía, con una pequeña cocina abarrotada de objetos, un baño aún más pequeño, y un balcón lleno de ropa tendida con vista al centro de Tokio.
El suelo estaba lleno de envases de ramen vacíos por todas partes pero eso no le impidió arrastrar los pies descalzos hasta el refrigerador el cual abrió y bebió agua directamente de la botella.
En las paredes colgaban encimeras llenas de todo tipo de libros, desde libros de psicología infantil hasta un lugar reservado especialmente para revistas mangas.
Antes no era muy fan de estas cosas, pero desde que entró a la preparatoria, se había asegurado de leer cada manga de moda y jugar cada videojuego, de esa forma podría ganarse la confianza de sus alumnos a través de un tema de conversación en común que uniera más sus vínculos con ellos.
Logró conseguir un nuevo e innovador equipo que permitía la inmersión total en una realidad virtual. Era como salido de algún anime, aunque la experiencia en persona era majestuosa. El Breake link consistía en una inyección de Nanobytes programado para entrar a tu cerebro y manejar los cinco sentidos, además de recrear una nueva realidad donde podías ir y venir sin ningún problema. Era mejor que el casco de inmersión, con el único inconveniente de que era tecnología experimental.
Se podría decir que Mirai era una de las pocas escogidas para el programa de experimentación. Era algo riesgoso pero los especialistas se habían asegurado de hacer todas las pruebas pertinentes. Reiteradamente le habían dicho que nada de eso le presentaría problemas, por lo que había aceptado inmediatamente. No había razón para negarse, y más cuando recibiría un buen pago por participar en el programa Beta.
Con eso en mente no dudó más y se inyectó la misteriosa sustancia. La experiencia fue extraña pero a la misma vez satisfactoria. El mundo no era muy diferente al que estaba acostumbrada a ver a través de un casco de inmersión, con la excepción de que lo podía sentir todo, hasta la mínima brisa del viento frío.
Incluso hasta mantenía el mismo avatar de siempre. Los Nanobytes habían conectado automáticamente con su cuenta, por lo que no había perdido absolutamente nada del juego original.
Su avatar era el de toda una caballera, revestida por armaduras, con un cabello negro recogido en una coleta alta y una piel tan clara como las nubes que envolvían el cielo azul.
El tiempo era muy satisfactorio y el aire atraía todo tipo de aromas.
Pero la paz no duró mucho cuando sintió la presencia de monstruos. Mirai sonrió porque tenía la oportunidad de probar su maniobrabilidad y no dudó ni un segundo en desenvainar su espada.
¿Cómo era posible que no haya notado antes algo tan divertido?
Se dió cuenta de que había sido toda una ignorante en su adolescencia. No sabía lo que se perdía.
Primeramente había empezado con juegos simples de fantasía medieval y cosas así, donde interactuaba todos los días con miles de jugadores en todo el mundo. Era divertido porque podía hacer equipo con todo tipo de personas y luchar contra monstruos. Pero se dió cuenta de lo ingenua que era con esta versión Beta. Se llamaba "Tierra de veneno".
Era una especie de fantasía oscura, como el reconocido anime de Berserk. Llena de monstruos horripilantes salidos de auténticas películas de terror y oscuridad y lamento por todas partes. Trataba sobre un mundo plagado de demonios y monstruos por donde quiera, que constantemente se empeñaban en hacerle la vida un yogurt a la humanidad, y solo los llamados héroes legendarios (es decir los jugadores) eran capaces de luchar contra ellos y superar las difíciles misiones en las mazmorras para proteger a los indefensos campesinos y ciudadanos.
Era aterrador porque había mucha sangre, la violencia era muy gráfica y sin ningún tipo de censura y los casos que se veían de campesinas secuestradas por monstruos eran horribles era terriblemente lamentable ya que estos monstruos las usaban mayormente para reproducirse.
Era horrible y muchas veces Mirai tuvo deseos de vomitar por lo realista del juego. Era tanto la calidad que luego de asesinar varios jabalíes demoníacos y Goblins, el olor a la carne muerta por poco le causaba náuseas y malestar estomacal.
Con el tiempo fue acostumbrandose y poco a poco fué aumentando de nivel y de pisos, hasta lograr terminar el juego, el cual concluyó con un emocionante grito de satisfacción que solo ella fue capaz de escuchar.
Miró la hora en el panel de control a un lado de su campo visual y se dió cuenta de lo tarde que era, por lo que decidió acostarse a dormir ya que al día siguiente tendría que trabajar. Sin embargo, durmió con mucha satisfacción ya que podría especular su logro con sus estudiantes.
Aunque en el fondo, deseaba que un mundo como ese nunca existiera.
«Ten cuidado con lo que deseas»
...
Al día siguiente Mirai llegó con muy buen humor aunque algo cansada por la noche en vela. En cuanto llegó a su clase llamó enseguida la atención de todos y enseñó la carátula del famoso y esperado juego por muchos, que ella sola había sido capaz de completar en tiempo récord. Al principio nadie la creyó pero al demostrar sus estadísticas en su móvil todos los chicos comenzaron a gritar emocionados.
Mirai se sintió la profesora más feliz del mundo y no podía evitar sentirse orgullosa de si misma. Era toda una profesora cool, como decían sus alumnos.
Sus ojos inconscientemente buscaron a Keiko por el aula pero al no verlo por ninguna parte por alguna razón se sintió alarmada, ya que sus típicos abusadores tampoco se encontraban por todo el lugar.
Al poco tiempo se vió corriendo por todo el corredor, con móvil en mano y los zapatos resonando con fuerza por el piso del pasillo. Subió las escaleras inconscientemente hasta llegar al baño donde antes había visto entrar a Keiko con los otros dos.
Se detuvo y sin hacer ruido se adentró en el sombrío lugar que apestaba a orine. Activó la cámara de su móvil al sentir voces y risas bajas y lo que vió la dejó completamente helada.
Los tres chicos abusadores rodeaban a un Keiko arrodillado, mientras orinaban sin vergüenza alguna encima del pobre muchacho que no hacía nada más que mirar al suelo, como si hubiese perdido totalmente la fuerza de luchar contra ellos.
Mirai inmediatamente alzó su móvil y cuando ya había obtenido suficiente material como pruebas, gritó:
—¿Qué diablos hacen?
Enseguida los tres muchachos se sobresaltaron y al notar a la profesora entraron en pánico, dispuestos a quitarles el móvil de la mano:
—Ni un paso más. —advirtió ella con amenaza—. Programé el video para publicarlo en un tiempo establecido, por lo que aunque me lo quiten, se publicará de todas formas.
Los tres chicos se miraron entre sí y sonrieron malevolamente hasta que el chico del centro que por su actitud parecía ser el líder, se puso las manos en las caderas y manifestó sin miedo alguno:
—Ja ¿y crees que podrás evitar que no te quitemos el móvil? ¿Qué podrías hacer tú sola?
Mirai tragó saliva antes de hablar:
—Tienes razón... pero... ¿qué les hace pensar que el video no se publicará antes de que siquiera logren averiguar mi contraseña? —sus sonrisa llenas de confianza enseguida desaparecieron de sus caras y esta vez le tocó a Mirai sonreír—. Lo suponía. Dejen de molestarlo si no quieren que este video llegue a manos de la junta de la escuela, o peor aún, de la policía. Ustedes deciden.
Los tres volvieron a mirarse entre sí y el líder chasqueó la lengua con molestia, metió sus manos en los bolsillos del pantalón y seguido de su séquito, salió del baño claramente molesto. Ni un segundo Mirai dejó de mirarlos fijamente hasta asegurarse de que los tres ya se habían ido.
Enseguida corrió hacia Keiko y se arrodilló frente a él sin importar manchar sus medias panties de orine.
Agarró su rostro con ambas manos y lo hizo levantar la mirada hacia ella. El corazón de Mirai tembló al ver su expresión y la falta de brillo en sus ojos negros. Sin saber que decir, lo único que se le ocurrió fué envolver sus brazos en el cuello de Keiko, uniendolos en una abrazo que al parecer lo hizo reaccionar.
Al sentir la calidez de la profesora Mirai, algo se agitó en el interior de Keiko.
El olor que su cuerpo exudaba parecía desaparecer el olor del orine de aquellos malnacidos, purificando todo su interior manchado y sucio. Era como un angel que había sido enviado solamente para él.
Lentamente levantó sus manos y con algo de titubeo le devolvió el abrazo, sintiendo la piel cálida a través de su casi transparente camisa blanca.
Era simplemente maravillosa.
Sin quererlo algo dentro de él despertó. El impulso de besarla era muy fuerte, pero el temor a ser rechazado lo superaba.
Por lo que cuando finalmente se separaron no pudo evitar que su mirada cayera a sus labios con forma de almendras. Se lamió los suyos sin poder evitarlo, como si estuviera presente delante de un delicioso y prohibido manjar que solo los dioses son capaces de probar y los mortales comunes y corrientes como él no pueden si quiera tener una probadita.
—¿Estás bien? —preguntó Mirai preocupada, ignorante de los pensamientos del muchacho.
Keiko asintió con la cabeza, sin ser capaz todavía de emitir alguna palabra.
—Vamos a limpiarte entonces —dijo ella y lo ayudó a pararse del suelo.
En ese momento Keiko le llevaba unos buenos centímetros de altura, pero Mirai no pudo evitar verlo como un pequeño niño indefenso. Tenía la necesidad de protegerlo bajo cualquier precio.
Lo guió hasta el lavamanos, donde lavó su rostro y cabello y desvistió la parte de arriba de su cuerpo para enjuagar la camisa y la chaqueta negra empapada de orine.
Lo hacía sin ser consciente de que el botón superior de su camisa se había liberado accidentalmente mostrando la prominencia de sus pechos, los cuales parecían que iban a explotar el sujetador en cualquier momento. Eso literalmente lo hizo tragar en seco, incluso tenía un adorable lunar entre la división de sus dos bolas de carne que parecía querer fundirse en la oscuridad de aquel lugar inexplorado para él.
Terminó con su ropa y la puso un rato debajo del secador automático de manos y cuando se secó lo suficiente se lo volvió a poner, esta vez Keiko fue capaz de detenerla, tocando suavemente sus dedos apunto de abrochar los botones:
—Puedo hacerlo yo mismo —dijo él y Mirai asintió con la cabeza consternada al escuchar su voz. No recordaba que fuese tan grave.
—Lamento que te pasara esto...—dijo ella observándolo fijamente.
—No es tu culpa —manifestó él concentrado en lo que hacía.
—Pero si hubiese actuado antes...
—Empeoraría las cosas —la interrumpió secamente.
Cuando terminó de abrochar los botones de su camisa, sin decir nada más se despidió de ella con una reverencia y se retiró del baño dejándola con la boca abierta.
¿Qué acaba de pasar?
...
Una vez en casa, Mirai no podía evitar pensar en lo sucedido aquella mañana. ¿Por qué Keiko actuaba de esa manera?
No parecía tener miedo, más bien actuaba como si nada le importara. Como si hubiese perdido cualquier tipo de esperanza en la vida.
Temía que si no trataba esto con cuidado, terminaría sucediendo algo mucho peor, como suicidio. Le preocupaba terriblemente su estado mental y por primera vez en su vida, no sabía que hacer al respecto.
Suspiró sonoramente y se acostó en el suelo estirando su adolorida espalda hasta que el timbre de su puerta sonó sobresaltándola. Algo que la extrañó ya que definitivamente no esperaba a alguien.
Se levantó casi gruñendo de su comodidad y se dirigió a la puerta arrastrando los pies. Cuando desactivó la cerradura electrónica y bajó el picaporte de la puerta, la abrió con el ligero sonido de las bisagras envolviendo la pequeña habitación.
Esperaba encontrarse con cualquier cosa, menos con la imagen de Keiko parado en su puerta, vestido con una sudadera negra completamente manchado de sangre y con los pies descalzos.
—¿Pero qué...? —se cubrió la boca, totalmente horrorizada con lo que veía. Se preocupó de que se hubiese encontrado nuevamente con esos malditos matones y hubiesen tomado represalias contra él—. ¿Que te ocurrió? ¿Te hicieron daño?
Keiko se dejó caer hacia adelante y Mirai no dudó ni un segundo en agarrarlo entre sus brazos y a ayudarlo a pasar a su departamento. Lo ayudó a sentarse en el suelo y rápidamente buscó su móvil dispuesta a llamar a la policía pero no lo encontraba por ninguna parte. ¿Donde lo había metido? Estaba tan nerviosa que no podía pensar con claridad.
Al final se rindió y se dispuso a salir para avisar a algún vecino pero la mano de Keiko envolviendo su muñeca la detuvo.
—No me dejes solo por favor...— dijo él y enseguida todo el interior de Mirai se derritió como mantequilla.
Sabía que había algo raro y que debía llamar a la policía, pero su instinto protector le impedía pensar con claridad.
Se arrodilló frente a él y volvió a preguntarle:
—¿Que te ocurrió, Keiko?
Al escuchar su nombre de la boca de Mirai, Keiko se sintió flotar literalmente en las nubes. Estaba especialmente hermosa esa noche, vestía una camisa blanca holgada que le llegaba a la mitad de los muslos y el hecho de pensar que debajo seguramente no tenía nada puesto, lo hizo enloquecer.
Al no recibir respuesta de Keiko, Mirai se desesperó y empezó a buscar nuevamente su móvil pero un fuerte golpe en la parte trasera de su cabeza la hizo caer al suelo como peso muerto.
Todo a su alrededor daba vueltas literalmente y cuando Mirai volvió en si, se encontró con el cuerpo de Keiko encima de ella, moviéndose con fuerza entre sus piernas sin importar el dolor que le ocasionaba. Al comprender lo que estaba pasando comenzó a gritar y a mover sus brazos por todas partes intentando liberarse de él. Pero eso no solucionó nada ya que enseguida Keiko unió sus muñecas y le dio un fuerte puñetazo que dobló su cuello con fuerza hacia su derecha.
Keiko continuó moviéndose bruscamente en su interior. Parecía disfrutar bastante con su sufrimiento y Mirai sentía nauseas con solo escuchar sus gemidos y jadeos de placer.
No entendía que estaba pasando.
A través de la oscuridad de su apartamento podía ver sus ojos que brillaban con un brillo que nunca antes había visto. Un brillo lleno de locura que erizó cada vello de su piel a la vez que sonreía maniaticamente, como si una persona completamente diferente se hubiese adueñado de su cuerpo. Una persona que en nada se parecía al chico que hasta hace apenas unas horas creía conocer.
¿Por qué le estaba haciendo esto?
Por qué...
No entendía absolutamente nada.
Miró a todos lados intentando buscar una salida a su lamentable situación y vió algo que le dió esperanzas. Agarró la botella de Sake y golpeó con fuerza su cabeza provocando que el objeto se haciera añicos y Keiko se apartó de encima de ella sosteniendo su cabeza y gritando como loco.
—¡Duele! ¡Duele! ¡Maldita perra!
Mirai se puso en pie rápidamente ignorando el dolor palpitante entre sus piernas y la sangre que corría por sus muslos como si estuviese en su período. Corrió lo más rápido que pudo hacia la puerta pero el malnacido la agarró de sus piernas provocando que cayera de cara al suelo con un fuerte sonido.
Intentó arrastrarse con las manos extendidas al picaporte pero Keiko la arrastró por el suelo hasta su posición inicial. A Mirai le sangraba la nariz por el fuerte golpe que había recibido y tenía toda la ropa hecha girones. Intentaba luchar con todas sus fuerzas y le dió una fuerte patada a Keiko en el rostro, provocando otro grito de dolor de parte de él. Aprovechó ese momento para huir y cuando logró abrir la puerta un rayo de esperanza iluminó su ser.
No obstante no se esperaba que Keiko corriera hacia ella como un caballo salvaje sin control, lleno de ira y rencor. La empujó con todas sus fuerzas provocando que el delgado cuerpo de Mirai pasara por encima del muro del pasillo exterior de la casa, y cayera desde el tercer piso, impactando sobre el techo de un auto en el estacionamiento.
Con el impacto destruyó todos los cristales del parabrisas y las ventanillas, provocando una enorme abolladura en el metal de la carrocería. Mirai perdió todo el aire en sus pulmones y no podía ni moverse ni respirar. Un charco de sangre empezó a envolver su cuerpo hasta caer por el techo del auto hacia el asfalto. Quería moverse o hacer algo pero sentía todo el cuerpo endurecido. Ni siquiera sentía dolor.
Con la vista fija hacia arriba, vió a su asesino observarla desde la altura con los ojos abiertos como platos por lo que había hecho. Se veía alterado y parecía no saber que hacer, pero su indecisión no duró mucho ya que enseguida desapareció de su campo de visión, yéndose de la vista de la moribunda Mirai, la cual empezaba a ver borroso con los bordes oscuros, poco a poco cubriendo su visión.
Sin embargo ella se negaba a morir de esa manera. Algo en su interior se encendió aún más y en el silencio de su mente juró con todas sus fuerzas que esto no se quedaría así.
Tenía total intención de vengarse, aunque fuese en su próxima vida.
Su vida transcurrió frente a su rostro, desde el momento de su nacimiento, su graduación, sus padres los cuales la amaban con todo su ser y serían destrozados con la noticia de su muerte, y los sueños que ya no podría cumplir en esta vida.
Una vida que aún le quedaba mucho por recorrer.
«Solo tenía 24 años, maldita sea.»
«¿Por qué tuve que pasar por esto?»
«Si tan solo no hubiese sido tan ingenua y confiada...»
«Si tan solo no hubiese sido tan estúpida.»
La estupidez definitivamente debería ser un pecado, y más para una mujer que vivía sola.
Era tan patética.
Pero ya no importaba, ya iba a morir.
Al final no pudo aguantar más y con un último suspiro la vida desapareció de sus ojos y el silencio la dominó por completo.
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Glosario Diminuto:
Breake Link: Es un término que inventé en mi libro. Es una forma satisfactoria de conectar tu mente directamente a un determinado mundo virtual donde se recrea ya sea un juego o una película.
Nanobytes: Son diminutos robots programados para crear determinada acción.
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