Todo estaba preparado para la ceremonia.
El pueblo entero se había engalanado para asistir a tan magnánimo evento.
El hijo pequeño de su jefe, Ástin, iba a desposarse.
Pero no con una mujer como debiera. Ástin no era un chico común y corriente como los demás.
Al nacer, su padre creyó que había sido un castigo de los dioses el regalarle un varón sin serlo.
Preocupado y apenado por lo que La Asamblea de Sabios le pudiera decir, esperó hasta el tercer día para llevarlo ante ellos.
La deducción de todos ellos fue la misma:
Los dioses le habían otorgado el beneplácito de que su único descendiente fuera el propio portador de dar vida.
Tal anuncio fue la razón de que aquella tercera noche de vida del bebé Ástin se conmemorara una gran fiesta en su honor.
Al año de vida, su madre murió a causa de unas fiebres muy altas para dejar solos al padre, Ástin y su hermano mayor.
A pesar de todo, Gugnar, el padre de ambos hermanos, decidió entonces que se pondría manos a la obra para buscar un futuro esposo para Ástin…
Y fue cuando conoció a un descendiente directo de aquel que dio muerte al último dragón.
Al poco tiempo, se enteró de que ese mismo descendiente, buscaba a alguien para casar a su último hijo soltero, Ívar.
Gugnar, sin tan siquiera pensárselo, ofreció la mano de su hijo Ástin al padre de Ívar además de explicarle el porqué de que se tratara de un chico y no de una chica.
Ívar no negó en ningún momento el no desposarse con un joven sino que aceptó con gran entusiasmo y alegría. Nunca había visto a un chico como ese hombre les describió a él y su padre pero tenía la certeza de que debía de ser el chico más hermoso que pudiera imaginar…
Y sí. Ívar no se equivocaba.
Bello sería poco que decir del menor. Conforme fue creciendo y alcanzar sus preciados dieciséis años, edad en la que se desposaría, tanto ellas como ellos podían darse perfecta cuenta de lo hermoso que era. Y no solo de físico sino que aún brillaba más su belleza por su carácter y personalidad. Siempre estaba ayudando a quien lo necesitaba. Echando una mano a cualquiera del pueblo.
Todos sus habitantes le querían y apreciaban aunque algunas chicas le envidiaban.
Y aunque no lo expresaban de manera directa, sí que lo hacían de otra forma…
-¡Deja ya de jugar!-
Ástin vio cómo la mano de esa joven quien ayudaba a su nanna a acicalarlo, le hacía perder el juguete que su hermano le hizo cuando solo contaba con cinco años.
-¡Úrsula!- recriminó la mujer que terminaba de peinar el largo cabello del chico.
-Cualquiera en su lugar estaría eufórica de poder casarse con Ívar- achacó la chica.
-Pues cásate tú con él- desdeñó Ástin de forma grosera. La chica, indignada, alzó una mano con la clara intención de cruzarle la cara pero la mujer se la detuvo.
-Ursula, sal de aquí- mandó.
Úrsula, soltandose de malas maneras de la mano de la mujer, se dio media vuelta y echó a andar hacia la puerta de la habitación. Con brío la abrió y salió encontrandose de frente al padre de Ástin.
Éste, perplejo por la manera en que la chica aquella abandonó el aposento de su hijo, entró entre extrañado y sorprendido. Mirando a la mujer y a su hijo señaló por encima de su hombro hacia la dirección que esa joven había tomado y preguntó:
-¿Pasó algo?-
-Nada importante señor- respondió la mujer regresando detrás de Ástin. Gugnar avanzó hacia ambos para cuando al llegar junto a su hijo ver a sus pies la figurita que su hijo mayor le hizo a Ástin con forma de dragón. Dando un suspiro, Gugnar se agachó, la recogió y se la entregó al chico.
Ástin la recuperó como si de lo más preciado del mundo se tratase.
-Gracias padre-
-Ástin, sé que solo tienes dieciséis años y no voy a pedirte que dejes tu inocencia y gusto por el juguete que tu hermano te hizo- empezó a decir su padre.
-¿Pero?- preguntó Ástin mirándole sin soltar su juguete.
-Pero has de madurar- apuntó Gugnar.
-Yo no pedí casarme-
-Ástin es ahora tu mejor momento para hacerlo- trató de convencerle su padre -Si hubiera sido otro y tú hubieras sido una chica, créeme cuando te digo que en el momento en que…sangraste, tu boda hubiera sido acordada-
Ástin se estremeció.
¿Casarse con trece años? Eso hubiera sido una abominación.
-He sido comprensivo y benevolente y decidí que no quería que mi pequeño dejara su niñez tan pronto- echando una rodilla al suelo, Gugnar descansó una mano en una rodilla de su hijo -No tienes porqué cambiar sino solamente mostrarte más maduro y concienciarte de que a éstas horas, mañana, dejarás de ser un chico soltero para ser un esposo digno y fiel- aclaró el hombre.
Ástin bajó la mirada hacia su dragón. Jugando con él y dibujandolo con sus dedos volvió a mirar a su padre.
-Está bien- asintió un tanto entristecido.
Gugnar dirigió la otra mano hacia el rostro de su hijo para acariciar su mejilla.
-Te prometo que estarás muy bien, no…no he tenido mucho tiempo en conocer a Ívar pero lo poco que he podido tener he comprobado que es un hombre muy atento, respetuoso y amable-
Ástin miraba a su padre con duda.
-Te aseguró que estaba muy nervioso por conocerte y me dio su palabra que te trataría con todo el respeto del mundo- siguió hablando Gugnar.
Ástin tragó saliva para asentir con la cabeza.
Gugnar, poniéndose en pie, asió de ambos lados del rostro a su hijo, le alzó la cabeza y besó su frente.
-Verás que me lo terminarás agradeciendo, hijo mío-
-Claro, padre- dio la razón Ástin.
Gugnar miró el juguete en forma de dragón que sostenía su hijo entre las manos.
-¿Me lo das?- preguntó extendiendo una mano.
Ástin se mordió los labios, vacilando.
-Te lo puedo guardar y después de la ceremonia te lo devuelvo- prometió su padre. El chico, aceptando aún a regañadientes, se lo entregó. Gugnar lo agarró en una mano mientras que volviendo a asir de su mejilla a su hijo le besó otra vez en la frente. Luego, dirigiéndose a la mujer, apuntó:
-No os demoréis, Ívar tiene que estar a punto de llegar y no quisiera hacerle esperar-
Recibiendo un asentimiento de cabeza por parte de ella y un tenue “Sí” por la de su hijo, abandonó la estancia.
La mujer se dio prisa en terminar el trabajado peinado en Ástin.
-Nanna-
-Dime pequeño-
-Tengo…estoy algo…asustado- confesó Ástin.
Ella acabó de decorar su melena negra y con ondas.
-Mi niño, no has de estarlo- calmó la mujer colocándose frente a él -Ya sé que será la…primera vez que “estés” con alguien y quizás debí haberte hablado sobre eso y…-
Las mejillas del chico se tornaron rápidamente de un brillante tono rojizo para al mismo tiempo exclamar éste:
-¡No…no es…e-eso no…no me refiero a…”eso”!-
-¿A no? Mmm, entonces ¿A qué te refieres?- se sorprendió la mujer.
-Es…a lo que me refiero es a…por qué mi padre quiere hacer lo de entregarme como me has contado que dabais a las…vírgenes a los…dragones-
-Oom, bueno, es…digamos como una especie de protocolo y como eres el hijo del jefe pues sería como una digna presentación ante tu futuro esposo- respondió la mujer.
-Dime una cosa- ella miró fijamente al chico al oírle decir aquello -¿Crees, al cien por cien, que ya no existen los…dragones?- formuló su pregunta Ástin.
La mujer descansó el cuerpo sobre sus talones.
-Tienes miedo de que aún existan y ocurra algo malo ¿No?- observó.
Ástin le dio igual ir engalanado por lo que se colocó de la misma manera que su nanna.
-De lo que de verdad tengo miedo es de que…sea real que no existan- confesó.
La mujer abrió los ojos como platos y ladeó la cabeza.
-¿Có-cómo…-
Ástin puso los ojos en blanco para enseguida ponerse en pie.
-No me hagas caso, solo soy un crío- sacudiéndose los faldones de la túnica preguntó -¿Nos vamos?-
Ella, aún procesando lo que acababa de decirle el joven asintió. También poniéndose en pie y tirándose de las faldas, caminó hacia él para juntos abandonar la habitación.
-No entiendo el porqué te has empeñado en repetir el mismo ritual que antaño significaba perder a una hija- reprochó su hijo mayor mientras veía el pequeño bote decorado tal y como su padre les contaba que decoraban para entregar a las jóvenes vírgenes. A su lado, su recientemente esposa se sostenía su llamativa tripa.
-Es hijo del jefe y por consiguiente debe ser presentado como tal- repuso Gugnar.
-No me gusta la idea de que mi hermanito sea ofrecido a ese…Ívar de la manera más patética y bochornosa- achacó el joven.
-No pasará nada- Gugnar se giró a su hijo para mirarle fijamente -Ya no hay peligro. El último dragón fue aniquilado hace años y todo gracias al antecesor de Ívar-
-¿Eso crees?- frunció una ceja su hijo mayor.
-Björn, fue la noticia más sonada por todos los pueblos-
-Nadie vio la prueba fehaciente de que realmente lo matara- siguió en sus trece el joven.
-¿Acaso no basta la palabra de un amante roto al ver el cuerpo de su amada sin vida?-
-Mmmm- fue lo único que dijo Björn. Quiso decir algo más pero entonces aparecieron su hermano acompañado por su nanna. Olvidándose de la discusión iniciada con su padre, se acercó a su hermano y le abrazó.
-No sé si me abrazas de alegría o de pesar- bromeó Ástin sonriendo.
-De alegría- dijo su hermano devolviéndole la sonrisa -Estás muy guapo-
-Gracias- respondió el menor. Al mismo tiempo, ambos hermanos dirigieron la mirada hacia el embarcadero del otro lado de la amplia laguna que se situaba entre las casas del pueblo donde un séquito de hombres encabezados por uno más alto que ellos y de largos cabellos rubios, aguardaba.
-Es…¿Ese es…-
-¿Ívar? Sí. Ese es- acabó la frase Björn por su hermano..
-No…no se ve viejo- se tranquilizó Ástin.
-Solo es tres años mayor que yo- se medio burló Björn.
-Tú eres un anciano- pinchó Ástin entre risas.
-Bueno, por eso me he dado prisa en dejar embarazada a Astrid- le siguió la broma Björn. Ofreciéndole un brazo a su hermano, éste se agarró de él y caminó hacia su padre y cuñada. Tras ellos, nanna les seguía de cerca.
Gugnar volvió a besar en la frente a su pequeño hijo.
-Si tu madre te viera…diría que estoy loco por entregarte-
-Ella me estará viendo- repuso Ástin cubriendo las manos de su progenitor con las suyas.
-Desde luego que sí- dando un suspiro, Gugnar bajó las manos y agarró de una a Ástin. Despacio, le guió hasta el bote engalanado y con una bonita sabana de seda blanca colocada a modo de colchón.
Ástin observó atentamente el barquito. Luego hacia el embarcadero para ver al que sería su esposo.
-Estate tranquilo- oyó que su padre le decía -Solo es un mero protocolo y…un consejo dado por La Asamblea-
Ástin solo mostró una sonrisa de lo más sincera.
Su padre, ayudándole a meterse en el barquito, le fue inclinando hasta que lo dejó totalmente acostado.
-No te vayas a quedar dormido- medio bromeó Gugnar.
Ástin se echó a reír.
-No es que esté muy cómodo como para quedarme dormido-
Gugnar buscó con los ojos el tarro de la sangre del sacrificio de la noche anterior y que habían colocado en la barquita. Dando con él, lo destapó, metio el pulgar de la mano derecha y lo hundió en el líquido rojo. Dejando gotear un poco, dirigió el pulgar a la frente de su hijo para dibujando un símbolo, murmurar unas palabras. Después miró de nuevo a Ástin.
-Que los dioses santifiquen éste matrimonio y a ambos- decretó -Ivar tiene el extremo de la cuerda que está atada al barco, él se hará cargo de que llegues al otro lado-
-Y cuando…cuando llegue ante él ¿Qué he de…hacer?-
-Solo sé tú- respondió su padre. Enderezándose, regresó junto a su hijo, nuera y la mujer.
Ástin aspiró profundamente al notar que el barquito comenzó a moverse. De inmediato, oyó los tambores y la melodía que alguna vez que otra, su padre les había entonado del antiguo ritual de sacrificio. Escuchó la voz de una mujer iniciar un cántico a la cual se le unieron las de los demás.
Sentía como el barquito iba moviéndose y no pudo evitar tensarse. Decidió cerrar los ojos y se sujetó a los bordes de la barca. Oía también el sonido del agua a su alrededor junto con la canción que los aldeanos cantaban.
Había cubierto casi la mitad del pequeño lago cuando los cantos cesaron.
Ástin abrió los ojos de golpe para toparse con un cielo oscuro y amenazando con llover. Las antorchas que había en cada esquina del barco se habían apagado. Se levantó viento frío.
-¿Qué…está…pasando…- se auto preguntó a sí mismo.
Como por arte de magia, las nubes fueron esparcidas dejando a la vista una enorme figura oscura y con grandes alas negras.
Ívar, agarrando con fuerza la cuerda, ordenó:
-¡Ayudadme!-
Tres de sus hombres no perdieron el tiempo y también empezaron a tirar de la soga.
Gugnar, sin poder creer lo que sus ojos veían, se apresuró hacia el embarcadero de su lado.
Su hijo, Björn, no se lo pensó y corrió en busca de otro bote para ir en ayuda de su hermano. Nanna abrazó a la embarazada joven temiendo que el bicho aquel no se conformara con una sola presa.
Ástin quiso levantarse para aún estando el agua helada lanzarse a ella cuando las poderosas garras del animal engancharon de los filos la barcaza…y se elevó con ésta por los aires.
-¡Tirad, tirad más fuerteeee!- ordenaba Ívar sin soltar la cuerda.
Notaba como le quemaba las palmas de las manos debido a la fuerza del ser alado con la que se elevaba.
Ástin no sabía qué hacer o cómo reaccionar. Con cuidado de que la criatura no se diera cuenta se asomó por un lateral para ver si no estaban a mucha altura y poder lanzarse al vacío. Mas cuando se dispuso a intentarlo, el barquito se partió. Y cayó.
Aún sabiendo que aterrizaría dentro del agua, no pudo evitar agitar los brazos como si quisiera impedirlo.
Pero…
Las garras del monstruo le atraparon antes de que tocara el lago.
Pudo notar como le arañó con ellas y siseó.
Finalmente, entre el shock y la sorpresa, Ástin no pudo mantener los ojos abiertos y cayó en la semi inconsciencia.
El dragón cerró sus zarpas en torno a la cintura del joven, planeó un par de veces hasta que con un chillido que puso los pelos de punta a todos los habitantes y aún más a Gugnar y Björn, desapareció por entre las oscuras nubes.
Ívar, con las manos ensangrentadas, aún no podía creer que quedara uno de ellos vivo.
-No…es…es…ES IMPOSIBLE- gritó las dos últimas palabras.
Uno de sus hombres le miró.
-Se suponía que tu…que mató al último-
Ívar fulminó con la mirada a éste.
-Pues si no lo hizo, yo lo haré- decretó rabioso.
Tragando saliva, el segundo se aproximó un poco más a él para susurrarle:
-¿Y al…chico? ¿También le…harás que sufra la misma suerte que la…-
Ívar le tapó la boca a modo de advertencia.
-Eso es alto secreto- mascullo -Además, todo depende de que no sea una zorra…como lo fue esa mujer-
El tremendo impacto contra algo frío y poco blando hizo que recuperara la consciencia.
Solo le dio tiempo a oír un agudo chillido proveniente de arriba por lo que levantó la cabeza.
A través del orificio en todo lo alto y que le dio a saber que estaba a gran profundidad, vio al animal alado levitando y agitando sus enormes alas negras.
Éste miraba fijamente a Ástin quien a su vez lo hacía al monstruo volador.
El ser alado intentó colar su inmensa cabezota por el agujero, cosa que hizo a Ástin desplazarse con sus manos y rodillas hacia atrás, tratando de ocultarse.
Enojado por no poder meter su gran cabeza, el dragón lanzó un chillido atroz, provocando que Ástin se viera obligado a cubrirse los oídos y se encogiera contra una de las paredes de fría roca.
Un segundo chillido le hizo situar la cabeza con las manos cubriendo sus oídos entre sus piernas al mismo tiempo que suplicaba:
-Vete, vete, fuera, vete de mi vista, por favor, vete-
Dando por imposible su intento de colar la cabeza por la apertura, el dragón desistió y desapareció.
Ástin dejó de oírle por lo que poco a poco, fue retirándose las manos además de alzar lentamente la cabeza.
Ya no estaba allí.
El dragón se había ido.
Tratando de ponerse en pie, pudo comprobar que sus ropas estaban destrozadas, sucias y hajadas. Probó a enderezarse cuando sintió un ardor en ambos lados de su cintura.
Y siseó de dolor.
Recordó que el animal le había arañado con las afiladas garras al cogerlo entre ellas pero quiso cerciorarse de qué le había hecho.
Mirandose a sí mismo, tiró de la prenda que antes hubiera sido una bonita blusa blanca y se descubrió la cintura.
Allí, en su piel, pudo ver dos claras marcas de uñas que aunque eran superficiales y apenas profundas, le habían marcado en rojo la piel.
-Por Frey, necesito...necesito curarmelo o...-
-Ten-
Dando un gritito además de un saltito hacia un lado, Ástin giró la cabeza hacia donde acababa de oír aquella voz masculina.
Atónito, pudo ver una mano asomar por una pequeña rotura de la roca que era una de las paredes de aquel lugar.
Dudó si acercarse o no.
-Ten, coge esto- volvió a decirle quien fuera que había al otro lado agitando el pequeño tarrito que sostenía.
Ástin tragó saliva un par de veces.
-¿Quién...quién eres?- preguntó curioso.
-Eso no importa- respondió la voz -Coge el tarro que te estoy dando y échate en las heridas. Sanarán antes-
Vacilando, Ástin se acercó hasta aquella mano que asomaba por la pequeña apertura de la piedra.
Temeroso de que fuera una trampa, extendió muy despacio una mano hacia el tarrito...
Hasta que sus dedos tocaron éste.
Rápidamente se lo quitó al desconocido y se alejó lo suficiente como para que no lograra alcanzarle.
Aún así, curioso como era, Ástin probó a ver por la grieta desde su sitio...
Cuando entonces se topó con un par de ojos azules mirándole.
Un pelín asustado, dio un sobresalto apartándose más de su visión.
-¿También...también te ha...secuestrado ese...dragón?- inquirió Ástin.
-No- negó el desconocido.
-¿En-entonces tú no...-
-No eres un rehén- repuso el extraño antes de que Ástin pudiera acabar la pregunta.
-¿A...no?- frunciendo la nariz, el joven observó su alrededor para cerciorarse que las paredes eran extremadamente altas -Pues yo no diría eso- replicó.
-Te puedo asegurar que estás a salvo- apuntó el otro.
Ástin volvió a tragar saliva y miró otra vez a través de la grieta.
-¿Y...tienes...tienes nombre?- quiso saber.
-No creo que eso sea importante- respondió un pelín cortante el desconocido.
-Yo diría que algo importante lo es, me...me acabas de dar un ungüento y yo...pues me gustaría saber cómo te llamas y...-
-Ponte el ungüento-
-¿Perdona?- se molestó Ástin -¿No sabes pedir las cosas o qué?-
-Que te pongas el ungüento ya-
-No tienes ningún derecho sobre mí como para darme órdenes- encaró Ástin.
-Te estoy ayudando- reclamó el otro quien empezaba a perder la poca paciencia que tenía.
-Pues pídelo bien- espetó Ástin.
-Ponte el ungüento...¡Ahora!-
-¡No me da la gana!- respondió de mala manera Ástin.
-¡Bien, pues no te lo pongas! ¡Pero luego no te quejes si se te infecta!- ladró el extraño.
-¡Pues ahora me lo voy a poner!- restalló Ástin cada vez más enfadado.
-Pero si acabas de decir que...¡¡Haz lo que quieras!!- exclamó enojado el otro.
-¡¡Eso es precisamente lo que pienso hacer, imbécil!!- insultó Ástin.
-¡¡A mí no me faltes al respeto!!-
-¡¡No me lo faltes tú a mí, engreído!!-
Ástin pudo oír como si algo rechinara al otro lado de la grieta.
Curioso como era, se atrevió a acercarse para poder ver mejor qué era cuando sin esperarlo oyó un fuerte golpe.
Algo asustado retrocedió al ver que la pared de roca se movió un poco.
-¡¡NO PRETENDAS QUE VUELVA A VENIR A AYUDARTE!!-
El grito que dio el extraño logró hacer que Ástin se viera obligado a taparse los oídos y caer de rodillas al suelo.
-¡¡ERES UN DESAGRADECIDO!!- con éste último grito, el sonido como de una puerta cerrarse bruscamente provocó dar un sobresalto al joven, quien permaneció durante un buen rato de rodillas y tapando sus oídos.
†††††††
Gugnar se encontró con su hijo, mazo en mano y con ésta en alto decidido a golpear a Ívar, quien con su arma en la diestra, también estaba convencido de responderle.
-¿¿Se puede saber qué diantres intentáis??- recriminó Gugnar aún en la puerta de su casa. Tras él asomó la cara de su nuera junto con la de la mujer.
-Ya te dije que no estaba convencido de que usaras el maldito ritual- encaró Björn.
-Baja esa maza- ordenó su padre severamente y señalándole.
Björn miró con inquina a Ívar, el cual lo hacía enojado.
-No quiero que mi hermano se case con él- declaró Björn.
-Tú no eres su padre- achacó Ívar.
-¡¡PERO SOY SU HERMANO!!-
Björn levantó otra vez su maza con la clara intención de asestar un golpe mortal al pelirrojo más una mano de pulso firme y con gran fuerza le sostuvo la suya donde agarraba el mazo.
-Björn. Suelta el mazo- mandó con más calma su padre. Él era quien había impedido que su hijo cometiera un fatídico error.
A regañadientes, Björn obedeció y bajó su arma. Luego decidió acudir en ayuda de su esposa la cual, sujetándose la barriga por debajo, aceptó de buena gana la mano de éste. Nanna les siguió de cerca hasta que los tres, colocándose en torno a Gugnar, miraron a Ívar.
-Se suponía que tu antecesor acabó con el último dragón- reprochó Gugnar cruzándose de brazos.
-Yo también lo suponía- espetó Ívar molesto y avergonzado -No... imaginé que aún quedara alguno-
-Je, claro, pues ya has visto que sí- resolló con sarcasmo Björn.
-Sé lo que he visto y sé que era un dragón- ladró Ívar.
-Ummm, vaya, menos mal, porque pensé que tal vez creíste que era una gallina mutada y con escamas- rezongó Björn con auténtico tono de ironía.
Gugnar se cubrió la cara al mismo tiempo que ponía los ojos en blanco.
-Björn- llamó a su hijo.
-Solo hacía una observación- se defendió el joven -Por si éste no era muy observador-
-Callate- medio mandó medio pidió su padre.
-No sé porqué debería callarme. Tú y solo tú has tenido la culpa queriendo "rememorar" el ritual- encaró Björn a su padre.
-Y no sabes cuán culpable me siento pero como ya dije se suponía que NO había más de esos...monstruos- repuso Gugnar.
-Pues ya hemos comprobado que SÍ los hay- respondió enfadado Björn.
-¿Y por qué en vez de discutir entre vosotros no pensáis en como encontrarlo y así recuperar a Ástin?-
Los tres hombres giraron la cabeza hacia quien acababa de hablar.
Astrid, con las manos sosteniendo el peso de su vientre, les miraba con la cabeza levemente ladeada y rostro de inocencia junto con una dulce sonrisa -Opino y pienso yo- término diciendo.
Nanna, al lado de la chica, se cubrió la boca para así poder ocultar una risita.
Tal vez los hombres eran los guerreros pero ellas eran las que poseían la sobrada materia gris en el cerebro que hacía a ellos ser mejores.
"Por supuesto incluyo a Ástin entre ellas"
Pensó para sus adentros Nanna.
Los tres hombres se miraron entre sí.
-Astrid tiene razón- apoyó su suegro a la chica -Dejemos de echarnos las culpas entre nosotros y...hagamos lo que dice- decretó.
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