La soledad y el dolor invaden a Jihán, una adolescente normal, pero con un pasado lleno de tragedias sin superar.
El arrepentimientos y la nostalgia atormentan cada momento de su existir, y poco a poco, la vida que ella eligió se vuelve un infierno en el cual nadie puede ayudarla.
Ni un consuelo... ni un abrazo... solo un vacío oscuro sin salida.
Con cada sentimiento, con cada momento, con cada acción su padecimiento se vuelve cada vez peor, rompiendo cada vez más su corazón.
Pero, como todo ciclo, hay un principio y un final.
Jihán consigue, después de tanto sufrimiento, lo que un día le fué arrebatado...
...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...
—Uf…—Tomé una bocanada de aire para continuar, estaba corriendo lo más rápido que mis piernas y el frío de la noche permitían, pero por desgracia no fue suficiente.
—¡Detente!—. Disparó aquel hombre y me detuve en seco—. Que escurridiza niña, pero de esta no te escapas.
Estaba asustada, no sabía qué hacer, si me quedaba moriría y si huía también. No quería morir… No así.
—Si te hubieses quedado quieta, estarías junto a tu querida familia en este momento.
—¿Por qué? ¿qué te hicimos para merecer esto?
Un momento de silencio aterrador invadió nuestro alrededor.
En mi sudadera recorría algo húmedo, toqué mi pecho con la palma de mi mano y esta se cubrió de sangre.
Mi cuerpo no resistió y cayó entre la nieve.
—Si los ángeles existen los saludas de mi parte —dice y se marcha.
Me dolía el pecho y mi cuerpo estaba cansado, pero no quería rendirme.
Traté de moverme y logré quedar boca arriba, fue allí cuando me di cuenta que no podría moverme.
Definitivamente fue el peor día: me golpearon, abusaron, humillaron y para completar me quitaron lo que yo más amaba.
¿Por qué? ¿por qué nosotros? No recuerdo que hiciéramos algo malo, ¿por qué la vida es tan injusta? Se lleva todo lo que quieres y solo deja desgracias, ¡No entiendo por qué!
Lágrimas rodaban sobre mis mejillas como si fuesen cascadas, quería llorar y gritar con todas mis fuerzas, pero ya no tenía fuerzas ni para mover los labios.
Me estaba muriendo.
Miré al cielo y estaba repleto de hermosas estrellas, me encantaba esta vista tan hermosa y pacífica. Bueno, tuve una bonita vida junto a una familia maravillosa que me quería y me ayudaba en todo. No puedo quejarme de nada.
Luego, sentí que algo caía delicadamente sobre mi rostro, estaba nevando ¡Que felicidad!
Creo que esto no es tan malo, si yo muero en este momento estaré junto a mi familia en un lugar mejor ¿Verdad?
Mis ojos empiezan a cerrarse despacio y mi respiración se hizo pesada.
Le eché un último vistazo a la bella luna y yo…Muero.
***Hola, soy la escritora, tal ves se pregunten el porqué puse la introducción y Prólogo juntos, pues, es que separados no llegan al mínimo de palabra, pero juntos sí.
Bueno, no los molesto más, sigan con su lectora, y no olviden que con cada “me gusta” o cualquier comentario, estarían apoyándome al 100%.
bye***.La soledad y el dolor invaden a Jihán, una adolescente normal, pero con un pasado lleno de tragedias sin superar.
El arrepentimientos y la nostalgia atormentan cada momento de su existir, y poco a poco, la vida que ella eligió se vuelve un infierno en el cual nadie puede ayudarla.
Ni un consuelo... ni un abrazo... solo un vacío oscuro sin salida.
Con cada sentimiento, con cada momento, con cada acción su padecimiento se vuelve cada vez peor, rompiendo cada vez más su corazón.
Pero, como todo ciclo, hay un principio y un final.
Jihán consigue, después de tanto sufrimiento, lo que un día le fué arrebatado...
ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ
—Uf…—Tomé una bocanada de aire para continuar, estaba corriendo lo más rápido que mis piernas y el frío de la noche permitían, pero por desgracia no fue suficiente.
—¡Detente!—. Disparó aquel hombre y me detuve en seco—. Que escurridiza niña, pero de esta no te escapas.
Estaba asustada, no sabía qué hacer, si me quedaba moriría y si huía también. No quería morir… No así.
—Si te hubieses quedado quieta, estarías junto a tu querida familia en este momento.
—¿Por qué? ¿qué te hicimos para merecer esto?
Un momento de silencio aterrador invadió nuestro alrededor.
En mi sudadera recorría algo húmedo, toqué mi pecho con la palma de mi mano y esta se cubrió de sangre.
Mi cuerpo no resistió y cayó entre la nieve.
—Si los ángeles existen los saludas de mi parte —dice y se marcha.
Me dolía el pecho y mi cuerpo estaba cansado, pero no quería rendirme.
Traté de moverme y logré quedar boca arriba, fue allí cuando me di cuenta que no podría moverme.
Definitivamente fue el peor día: me golpearon, abusaron, humillaron y para completar me quitaron lo que yo más amaba.
¿Por qué? ¿por qué nosotros? No recuerdo que hiciéramos algo malo, ¿por qué la vida es tan injusta? Se lleva todo lo que quieres y solo deja desgracias, ¡No entiendo por qué!
Lágrimas rodaban sobre mis mejillas como si fuesen cascadas, quería llorar y gritar con todas mis fuerzas, pero ya no tenía fuerzas ni para mover los labios.
Me estaba muriendo.
Miré al cielo y estaba repleto de hermosas estrellas, me encantaba esta vista tan hermosa y pacífica. Bueno, tuve una bonita vida junto a una familia maravillosa que me quería y me ayudaba en todo. No puedo quejarme de nada.
Luego, sentí que algo caía delicadamente sobre mi rostro, estaba nevando ¡Que felicidad!
Creo que esto no es tan malo, si yo muero en este momento estaré junto a mi familia en un lugar mejor ¿Verdad?
Mis ojos empiezan a cerrarse despacio y mi respiración se hizo pesada.
Le eché un último vistazo a la bella luna y yo…Muero.
***Hola, soy la escritora, tal ves se pregunten el porqué puse la introducción y Prólogo juntos, pues, es que separados no llegan al mínimo de palabra, pero juntos sí.
Bueno, no los molesto más, sigan con su lectora, y no olviden que con cada “me gusta” o cualquier comentario, estarían apoyándome al 100%.
bye***.
...Cuatro años después del suceso....
—Jihán... Jihán —susurran en mi oído—. Hermanita...
Abro los ojos y es Juliette quien me molesta.
—¡Buenos días! —chilla.
—Cuando una persona está durmiendo, es una pequeña advertencia que dice: No molestar —digo molesta.
—Vamos —ruega—, solo será por hoy.
—Dices eso desde hace años. —Me acurruco entre las sabanas—. Por un día no morirá nadie.
—¡¿Un día?! —exclama—. ¡Eso es una tortura!. No puedes hacerme eso, por favor. Te lo recompensaré.
*Gruño*— Gracias a Dios que existen los fines de semana.
—Te lo agradezco.
Con las increíbles ganas que tengo de deshacerme de ella, me dirijo hacia su habitación para elegirle un nuevo atuendo.
Maldigo el día que dije que la ayudaría a vestirse como una diosa.
—Muy bien —dice mientras mira su teléfono—. Tú saca todo lo que me quede bien ¿okey?.
No, por despertarme, me las pagarás.
Empiezo a sacar toda la ropa de su closet de forma bestial, ya que ella odia el desorden, es una manera creativa de vengarme.
—¡Jihán, para de una vez!.
Luego, de gritos de su parte, logré hacerle un desastre en la habitación.
—¿Que te parece?— digo mostrándole unos jeans azul ajustado, una blusa holgada blanca y unas converse rosado claro.
—Juro que eres mala persona —declara molesta.
—Entonces, si no te gusta, no llames.
Salgo triunfadora de su habitación, y vuelvo a acostarme en mi cama para tratar de dormir. Luego, empiezo a escuchar sus chillidos, y supongo que habla con su amiga, cuya amiga... ¡No me deja dormir!
Al salir de mi habitación, molesta por el ruido, algo golpea fuertemente mi cabeza.
—¿Me tiraste una chancla? —le pregunto a Jonathan quien estaba de brazos cruzados.
—Es tú culpa que Juliette esté chillando de esa manera.
—Te equivocas, yo solo elegí su atuendo y me fuí, no es mi culpa que su comadre esté chismeando a estas horas de la mañana.
Él se acerca a mí de forma amenazante, hasta quedar frente a frente.
—Eso espero —dice frío y baja las escaleras.
—¡Tienes mal aliento! —grito.
Vuelve rápidamente con la mano cubriendo su boca.
—No digas nada sobre esto —advierte.
—Okey, hocico de perro.
—No entiendo porqué te gusta hacerme sentir mal —dice y se va a su habitación.
Iba a bajar las escaleras, cuando unos sollozos me detienen, noto que es la pequeña Rebecca que viene llorando.
—¿Que sucede bebé? —pregunto con un tono dulce.
—Tuve una pesadilla muy fea —responde—. Soñé que te fuiste.
Al verla así, me compadesco de ella, la tomo entre mis brazos y le doy un pequeño beso en la frente.
—Tranquila —digo—, fué solo un sueño, no llores.
—Muy bien —dice y me abraza fuertemente.
Vamos a la cocina, mamá está preparando el desayuno y papá está leyendo el periódico.
—Buenos días mamá, papá —digo mientras coloco a Rebecca en su silla.
—Buenos días —responden en unísono.
—¿Qué le sucedió a Rebecca? —pregunta papá.
—Tuvo una pesadilla —respondo.
—Y muy fea —justifica ella.
Papá deja el periódico a un lado, y extiende sus brazos para consolar a su pequeña hija.
—Ven pequeña —le dice dulcemente y ella corre a sus brazos para abrazarlo—. Tú súper papá no dejará que estés triste por una tonta pesadilla, ¿okey?
*Rie* —Okey papi.
Luego, mamá le ofrece un plato de panqueques a papá, aun teniendo a Rebecca en sus piernas.
—Gracias amor —le dice a mamá.
—De nada, cariño —le responde.
Papá iba a empezar a comer, cuando Rebecca se come su bocado.
—Está bueno, mami —dice Rebecca con la boca llena.
Mamá y papá se ríen a carcajadas, mientras yo niego con la cabeza por su acción tan salvaje.
—Me alegra que te gusten, hija —le dice mamá—, pero tu padre debe comer para irse a trabajar.
Rebecca se baja de las piernas de su padre con su nariz arrugada y toma asiento a mi lado, a lo que papá empieza a comer sin interrupciones.
Luego, llega Juliette saludando a sus padres y le quita un panqueque a su papá, acto seguido, Jonathan llega haciendo la misma gracia, dejando al pobre hombre sin desayuno.
—Me alegro que les haya gustado mi desayuno —dice papá tomando un trago de café.
—Niños ¿que es esto? —mamá regaña a sus hijos—. A cada uno de ustedes les sirvo el desayuno al mismo tiempo y a la misma hora como para que le quiten el desayuno a su padre. No quiero que lo vuelvan a hacer, ¿quedó claro?
—Si mamá —responden cabizbajos.
Observo mi plato de comida y no había probado ningún bocado, así que se lo ofrezco a papá, pero niega.
—Tranquila hija, come tú, yo espero .
—Se te hará tarde esperando —respondo—, y además, yo no tengo prisa.
—Creo que nadie puede decirte que no —dice aceptando el desayuno.
—No cuando tengo razón.
—¿Y cuáles son esas? —responde Jonathan provocándome. Me acerco a él, tomo su plato de panqueques y empiezo a comerme su desayuno frente a él. —¿Que te pasa?, ¡eso es mío! —grita. —Pues, así es como se sintió el pobre hombre cuando le arrebataron su desayuno. —Empiezo a beber su café con leche. —¡Mamá, dile algo!. — Busca ayuda de su madre. —Lo siento hijo, pero tiene razón —responde ella y lo despeina—. Te serviré luego. —Me siento huérfano —declara. —Hermano, tu eres huérfano —le dice Juliette—, pero de cerebro. Todos empiezan a burlarse del chico, mientras que su rostro se pone colorado. Luego, de reírnos un poco, cada uno de los chicos fué a cambiarse para irse a clases. Yo terminé la secundaria y empecé la preparatoria estudiando en casa, es por eso que estoy un poco excluida en la preparación de los chicos para irse a estudiar, y de muchas cosas más. Me despido de los chicos y de su padre. Al quedarme sola con mamá, empiezo a lavar los platos. —Jihán, puedo hacerlo yo —dice—. No te preocupes. —Yo quiero hacerlo —le respondo. —Bueno, si tanto quieres ayudarme, después de hacer tus tareas, iremos al súper mercado. *Me quejo* —Es por tu bien. Al terminar, voy a mi habitación y empiezo a hacer mis tareas, aprovecho también de adelantar otras para tener más tiempo libre. —Hija, ¿ya estas lista? —pregunta mamá desde el otro lado de la puerta. —Dame diez minutos —respondo. Dejo los libros y cuadernos a un lado para empezar a cambiarme. Me coloco una camisa manga larga color beige, un jeans negro y mis converse, del mismo color de la camisa. Juliette comenta que sé mucho de moda, pero en realidad, solo me gusta vestirme lo más segura que me sienta, y por desgracia, a ella también le gusta. Me hago una coleta y dejo que algunos mechones de mi cabello negro caigan sobre mi rostro. Me miro por última vez, y pues, en realidad no tengo ninguna queja con mi cuerpo, me gusta como me veo, pero odio ver cómo soy. Antes de salir de la habitación, observo con tristeza mi cómoda de noche, donde se encuentra una pequeña caja con bordes dorados. Si pudiera describirme sinceramente, pues, soy una cobarde, una tonta, una insegura, un desastre, un error, pero a pesar de ser todo eso, nada soy...
El camino hacia el súper mercado es silencioso, pero no incómodo, me había acostumbrado a este tipo de silencio.
—¿Quieres que te compre algo? —pregunta mamá rompiendo el silencio—. Puedo comprarte lo que quieras.
—Descuida —respondo—, estoy bien.
—¿Segura?
—Si.
Todo vuelve a estar en silencio hasta llegar a nuestro destino.
Ambas entramos y nos repartimos las cosas que buscaríamos antes de separarnos. Un rato después, había encontrado las verduras verdes, vinagre, frutas, papas y otras cosas; pero me faltaba lo primordial que no se puede pasar desapercibido, la salsa de tomate.
—Salsa, salsa, salsa —menciono mientras camino entre los estantes—, salsa de tomate... Te encontré.
Me cuesta tomarlo, ya que está un poco alto, y después de unos intentos, lo consigo.
Teniendo todo listo, iba a reunirme con mamá, pero escucho unos susurros detrás de uno de los estantes, y me llamó la atención ver qué eran unos chicos de mi edad.
—¿Supieron sobre la nueva pintura? —pregunta una chica morena.
—Claro, es de lo que más se habla —le responde un chico con el cabello rubio.
—Si, sus pinturas son únicas— dice un chico de cabello castaño—. Me pregunto cómo ella aprendió tanto.
—¿Ella? ¿Cómo sabes que es una chica? —le pregunta una chica de ojos azules.
—Su firma, la caligrafía es muy delicada.
—¿Y qué con eso? —pregunta.
—Se hace llamar "Corazón", sus pinturas dicen muchas cosas sobre ella y una de esas es que es un chica... Quisiera conocerla.
Los chicos empezaron a reírse a carcajadas y yo no podía evitar sonreír.
—¿Quien lo diría? Tú enamorado —se burla el rubio.
—Que admire sus pinturas, no significa que me guste —responde el chico.
—Oye, amigo cuidado si es un hombre, te saldrá caro.
Ellos empiezan a reírse mucho más fuerte, y debo cubrir mi boca para no reírme también.
—Estas enamorado —insiste el rubio.
*Gruñe* —Estoy seguro que es una chica y una muy misteriosa... Y eso hace que sienta más curiosidad en conocerla.
—Muy bien, creo que deberíamos irnos antes que descubran que nos escapamos, o antes de que vomite con las cursilerías de Arthur.
El grupo de chicos se va y me quedo un momento allí riendo en voz baja por sus comentarios.
Me agradaron un poco esos chicos, ni siquiera los conozco, pero se ven que se apoyan y son buenos con el otro, se burlan sin faltarle el respeto a nadie. Es lamentable que hay pocas personas así.
—Se ve que te agradaron —dice mamá a mis espaldas.
—¿Desde cuándo estás allí? —pregunto.
—No mucho, solo cuando empezaron a hablar de tus increíbles obras y como ese chico estaba embobado contigo.
Estuvo desde un principio.
—¿Ves que tus obras son increíbles? —continua—. A todos les encantan.
—Gracias mamá, pero no soy tan talentosa.
—No te subestimes demasiado.
Después de pagar las compras, regresamos a casa, yo la ayudo a bajar y a colocar las compras en dónde van, ella quiso ayudar, pero le dije que no y ya que no le gustó la idea, le pedí que hiciera un poco de café.
—Ya van diez veces —dice ella sirviendo el café—. Soy ama de casa, Jihán, no trabajo, hacer los quehaceres del hogar es mi trabajo, pero ya tu no me dejas hacer eso.
—Quiero ayudarte, no quiero ser un peso... como siempre lo he sido.
—Jihán, tú no eres un peso para nadie, más bien te esfuerzas demasiado tratando de ayudarme, cuando deberías salir o hacer amigos, como los chicos del supermercado.
Aquí vamos de nuevo con el famoso tema.
—No puedes quedarte toda la vida encerrada —dice.
—No es tan sencillo.
—¿Por qué?
—Porque no puedo.
—¿No puedes o no quieres?
—Las dos.
*Suspira* —Desde de que llegaras a esta casa, no has querido salir ni hablar con nadie, recuerdo que fué tu doctor quien te ayudo a entablar una relación con nosotros, y aún así, no lo haces con sinceridad.
—¿Por qué insistes tanto? —le pregunto con fastidio. —No lo sé, quizás sea porque me preocupa tu salud, porque me preocupa que jamás quieras hablar con nadie de nuevo, porque quiero verte reír y hablar con otros, o tal vez sea por mi propia hipocresía. —Ella toma mi barbilla haciendo que la mire—. Pero lo que si sé, es que no serás feliz si no te arriesgas o enfrentas ese miedo que tienes hacia el exterior; pero esa, ya es tu decisión. —No sé cuál sea mi decisión. —Hija. —Besa mi frente—. No quería hacerlo, pero no me dejas opción. —¿Qué vas a hacer? —pregunto un poco asustada por sospechar lo que va a hacer. —Irás el próximo lunes a la preparatoria quieras o no. —¡¿Qué?! —exclamo—. Sabes que no puedo, ¡no estoy lista para hacerlo! —¿Y cuando lo estarás? —No lo sé, pero no puedes hacerme esto. —Ya lo hice, y no puedes hacer que cambie de opinión porqué no podrás, es por tu bien que hago esto. —No puedo creerlo —digo entre dientes—. No sabes cómo me siento desde ese día, y es por eso que no puedes hacerme esto. —Tienes razón, no sé cómo te sientes ni qué viste en ese momento —responde mirándome tristemente—, nadie lo sabe, solo tú, y si lo guardas te hará daño, pero veo que prefieres ocultarlo a que alguien te ayude y no me pondré en contra. Pero solo dale una oportunidad a la vida, para que te muestre que no todo es malo y que no todo está en tu contra, ¿comprendes? Me quedo en silencio un momento y, no es que no quiera salir, he salido y he ido a la preparatoria, sola, en la noche, sin que nadie me hable, pero creo que a nadie le gusta como me guardo mis cosas privadas. —Bien —respondo—. Iré a la preparatoria como tú quieres, pero ten en cuenta que no lo hago por mí. —No esperaba menos. Ahora puedes ir a tu cuarto. Me retiro silenciosamente de la cocina y me dirijo a mi habitación para tirarme a la cama, gritar sobre mi almohada para que no escuche. No quiero ir a la preparatoria, ella no lo entiende, nadie lo entiende, quiero estar sola conmigo, no quiero que me hablen, no quiero que me miren; y si fuese por mí, no existiese en este momento, pero no tengo el valor para cometer un suicidio. ¿Cómo haré para comunicarme con los demás?. Ni siquiera recuerdo cómo se siente el ambiente estudiantil, y lo odio, lo peor de todo ¿cómo haré cuando pregunten mi nombre? Flashback. —Es aqui —dice el señor Mcgregor estacionando su auto frente a una casa, supuestamente es la de él. Mis manos temblaban, mi garganta estaba seca, tuve varias noches sin dormir, y además, tenía miedo de conocer a los hijos de los Mcgregor, tal vez no me acepten, no quieran que esté aquí. Fué una pésima idea pensar que esto funcionaria. Me sobresalto cuando el señor Mcgregor abre la puerta del auto y me ofrece su mano. Dudosa, tomo su mano y me ayuda a bajar de éste. La señora Mcgregor se acerca a mí, toma la mano que tenía libre y me dedica una sonrisa. Nos acercamos a la puerta y el señor Mcgregor toma la perilla, pero se detiene. —¿Lista para conocer tu nuevo hogar? —pregunta. Un nudo en mi garganta se forma solo al ver la puerta, solo la idea de tener una "nueva familia" me aterra, pero solo podía asentir. —Bien —dice y abre la puerta. La casa era bonita y acogedora por dentro como por fuera, pero eso no cambiaba como me sentía. —¡Niños ya llegamos! —dice la señora Mcgregor. La primera en llegar fué una chica, supongo que adolescente, y traía en sus brazos a una bebé cómo de uno o dos años. —¿Es ella? —pregunta al verme. —Así es —responde su madre—, ¿dónde está tu hermano? —¡JONATHAN LLEGÓ LA CHICA!!! —grita fuertemente provocando que me sobresalte—. Lo siento, no quería asustarte. Soy Juliette, es un placer. No podía hablar y tampoco quería, nada salía de mi boca. —¡¿Que quieres zanahoria?! —grita el hermano, quien baja las escaleras. Se acerca al lugar y noto que tiene más o menos mi mi edad. —La asustaste tarado —lo regaña su hermana. —Lo siento, no quería asustarte —se disculpa el chico—. Soy Jonathan, ¿cómo te llamas? Y vuelve a ocurrir, nada sale de mi boca. —¿No habla? —pregunta. —Está un poco asustada por lo que pasó —responde su papá—. Denle un poco de tiempo para que se adapte. —Okey, pero ¿tiene nombre? —Su nombre es Jihán, no quiero que la hagan incomodar tanto, ¿de acuerdo? La chica deja a la bebé en el piso y ésta empieza a gatear. —La bebé se llama Rebecca —me dice la chica y toma mi mano—. Vamos para que veas tu habitación. Ella me lleva a rastras por toda la casa mostrándome todos lo lugares, hasta que al fin me lleva a mi habitación. Era pequeña, tenía una cama, una ventana y un armario; una habitación común —¿Te gusta? —me pregunta el niño. —Te compraremos ropa nueva pronto —me dice la chica—. Por ahora puedes utilizar mi ropa, te quedará un poco grande, pero será temporal. Tomo asiento sobre la cama mientras ellos me miraban, creo que no sabían que decirme. —Si quieres podemos jugar afuera —propone el niño—, está nevando y ya se acerca navidad, así que podríamos hacer muñecos de nieve, como tú quieras. Jugar, nevando, navidad, nieve... mi familia... no. Luego, las lágrimas no tardaron en salir al recordarlos. —¿Estás bien? — pregunta la chica alarmada—. Lo siento, a veces él dice cosas que no debería decir. —Si, si, soy un tonto —justifica—. Lo siento, ¿podemos hacer para que no llores? —Quiero... estar sola. Ellos se miran las caras, sorprendidos por ser la primera vez hablando en esta casa, pero a la vez, un poco tristes por mi respuesta. —Si necesitas algo llámanos —dice la chica y ambos se van. Al quedarme sola, me acurruco en la cama llorando en silencio, esperando paz y tranquilidad, algo que nunca llegó. Fin del flashback. **************** —¿Por qué no puedo ir? —me pregunta Rebecca cruzándose de brazos. —Porque es muy tarde —respondo—, y las niñas no pueden quedarse despiertas hasta tarde. —Yo no soy niña. —¿Eres niño? —¡No! —Entonces a dormir. —Cubro su cuerpo con sus sábanas y le doy un beso en la frente—. Buenas noches. —Buenas noches. Salgo del cuarto y voy hacia la cocina, donde están papá y mamá hablando, supongo hablan sobre lo que mamá y yo habíamos discutido. —Rebecca los está esperando para su beso —les digo. —Vamos en unos minutos —responde mamá. —Insisto que salir a estas horas de la noche no es seguro —me dice papá. —Y yo insisto que estaré bien. —Lo sé, pero es mi deber preocuparme. —No la molestes— le dice mamá y se dirige a mi—. No vuelvas muy tarde. —Okey. Salgo de casa y empiezo a caminar por las oscuras calles de la noche, no hay muchas personas y todo está en silencio, eso me gustaba. Saco mi celular con mis auriculares y empiezo a escuchar algunas piezas de Beethoven, las cuales combinan perfectamente con el ambiente. Unos minutos después de caminar, llego a la preparatoria donde estudia Jonathan, y próximamente donde estudiaré, saco las llaves de mi bolsillo, abro la puerta y entro. Me dirijo a la sala de arte, dónde con un lienzo y un caballete me esperan para empezar con mi nueva obra. Plasmo varias líneas sin sentido en el lienzo, mientras dejo que las melodías del piano invadan mi mente, dejándola totalmente en blanco. Vengo a esta preparatoria casi todas las noches, a veces para pintar, otras noches para tocar el piano de la sala de música, y como el tío de los chicos es el director, me deja las llaves con la condición de no dejar nada sin cerrar. Pasaron los minutos, y los minutos horas, hasta que las 17 piezas entre piano, violín, flauta y otros instrumentos se terminen al igual que mi pintura. Debo admitir que tengo talento para estas cosas, pero le falta mi toque final. Tomo el pincel fino, lo mojo en la pintura negra y en una esquina coloco mi firma, Corazón. Era el apodo que tenía en mi antigua vida, antes me llamaban de esa manera. Que no daría porque me llamen de nuevo de esa manera. No le digo a mi familia temporal, ya que no sería lo mismo. Coloco a secar la pintura junto a las otras, para que así, los chicos del supermercado tengan de qué hablar. Observo mis pinturas con orgullo, ya que las hice no para que personas que desconozco las admiren, sino porqué me gusta hacerlo y me hace feliz. Desde que tengo memoria me gusta pintar, y con el paso de los años aprendo nuevas técnicas de pintura, pero hay una técnica de pintura que no he aprendido... La técnica de pintar una nueva manera de ver la vida.
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