La horrible bandera negra con la calavera sobre dos rosas cruzadas pintada en ella, ondeaba violentamente a lo lejos, azotada por la briza marina. Betzabeth se aterró al verla con su telescopio. Buscó minuciosamente, pero no lograba ver tripulantes en aquel enorme navío que se acercaba, con el mascarón de lo que parecía una mujer desnuda con los brazos abiertos y con una larga serpiente rodeando su cuerpo, haciéndose cada vez más grande.
- Imposible- se dijo asustada.
La chica blanca como de 1,55 de estatura y cabellos negros y lisos, bajó su telescopio y corrió velozmente desde aquella torre escalera abajo.
El castillo de Abigor tenía tantos pasillos que de no conocerlo, cualquiera podía perderse. Ella sabía exactamente a donde iba.
- ¡Irlina!- gritaba mientras corría por los pasillos, ignorando las miradas de decenas de mujeres con vestidos blancos y elegantes, que deambulaban por allí en ese momento.
Llegó a una gran puerta de caoba y golpeó fuerte y repetidamente mientras gritaba una y otra vez.
- ¡Irlina!
- ¡Que un mal rayo te parta, Betzabeth!- gritó la voz enojada de una mujer, y luego la puerta se abrió bruscamente y una hermosa y alta morena salió de aquella habitación- ¿A qué se debe tanto escándalo?
- Piratas- dijo Betzabeth, con un hilo de voz y cara de espanto- Vienen directo hacia acá
- No digas estupideces- dijo Irlina con fastidio- Ningún humano puede encontrar esta isla. Somos invisibles para ellos
Betzabeth negó lentamente con una expresión de preocupación, entonces Irlina la miró desconcertada.
- ¿Demonios?- preguntó, y su expresión fue peor que la de Betzabeth cuando esta asintió.
Irlina corrió rápidamente hasta un balcón cercano, con Betzabeth detrás de ella. Podía ver la diminuta figura a lo lejos. Le quitó el telescopio a Betzabeth y miró a través de él. Pudo ver aquel enorme navío acercándose. Su corazón se llenó de terror al ver la bandera y la insignia dibujada en ella.
- Es el Rosa Negra- dijo aterrada.
- ¡¿Qué?!- gritó Betzabeth espantada.
- Da la alarma- se apresuró Irlina- Que todas se preparen para el contraataque.
- Pero Irlina…- dijo Betzabeth confundida y asustada- El Rosa Negra, es un barco Lilim, y… los Lilims no pueden atravesar la barrera.
Irlina volvió a mirar hacia el barco, aterrada, luego miró a Betzabeth a los ojos fijamente.
- Que Dios me perdone si dudo de su gran poder- dijo Irlina- Pero no subestimaré a los Lilims.
- Irlina…- dijo Betzabeth impactada por sus palabras.
- Da la alarma- repitió Irlina- Ahora.
Mientras todas las mujeres de aquel enorme castillo corrían en busca de sus armaduras y sus armas, Frida, la mayor de ellas rezaba en una pequeña capilla a su Dios crucificado en un altar, cuando sintió los pesados pasos de Irlina detrás de ella.
- Hermana- dijo ella- Nos atacan.
- Irlina- dijo la mujer en tono pasivo y sin dejar su posición de adoradora- ¿Acaso te has vuelto loca?
- ¿Qué?- se extrañó ella.
La mujer se puso de pie y la miró, con unos cansados ojos azules. Era rubia y anciana. Detalló a aquella morena alta, quien vestía una armadura blanca y una espada dorada en su cintura.
- Eres un querubín, elegido por nuestro Dios para proteger esta isla de los demonios que buscan sus tesoros- dijo la mujer- Nuestro señor confía en tus habilidades, sobre todo en la cordura. Pero en este momento, debe estar decepcionado.
- ¿De qué hablas?- preguntó Irlina confundida.
- La isla no dejará entrar a ningún Lilim- dijo la mujer- Nuestro señor la creo especialmente para alejar a esa raza repugnante.
- Hermana…- intentó decir ella.
- Entiendo que somos, en gran parte, humanas- interrumpió ella- Y a diferencia de los querubines originales, nosotras y nuestras hermanas de la isla, somos mortales. Pero tu temor a la muerte es insultante.
- No es temor hermana- dijo Irlina con firmeza- Algo hay en ese barco. Los Lilims son muchas cosas, pero jamás estúpidos. No nos atacarían sin un plan para perforar la barrera.
- ¿Qué pueden tener los hijos de Lilith, que sea más poderoso que nuestro señor?
En ese momento, Betzabeth entró agitada a aquella capilla y las miró a ambas, preocupada. También llevaba una armadura blanca y una espada enfundada.
- Irlina- dijo con voz queda- Tienes que ver una cosa.
Sin perder tiempo, Irlina corrió con Betzabeth hasta la salida del castillo, luego hasta la playa, donde un ejército de mujeres con armaduras blancas y espadas, esperaban a los tripulantes de aquel barco, con sus espadas empuñadas.
- Mira- dijo Betzabeth dándole el telescopio, una vez que estuvieron al frente de aquel ejército.
Ella miró el barco. Seguía de frente hacia la isla, sin tripulantes a la vista. Pero había algo nuevo ahora.
- Se detuvieron- dijo Irlina extrañada, a pesar de que la razón era obvia.
- No pueden pasar la barrera- dijo Betzabeth- Son Lilims.
- Pero…- dijo ella aun extrañada- ¿Cuál era el objeto de venir aquí?
- ¡Irlina!- gritó una mujer desde lo alto de una torre del castillo.
Irlina miró a la mujer, la cual estaba señalando nerviosa hacia la playa.
- ¡Oh Dios mío!- Gritó Betzabeth sacando su espada rápidamente.
Para cuando Irlina miró de nuevo a la playa, la mitad superior del cuerpo de seis mujeres ya se veían fuera del agua.
- Imposible- se dijo Irlina incrédula.
Más mujeres comenzaron a salir de agua, caminando hacia la orilla. De pronto hicieron crecer sus uñas como cuchillas y comenzaron a correr hacia las mujeres con armaduras y espadas, sin temor alguno hacia ellas.
- ¡Ataquen!- gritó Irlina al ver a aquellas aterradoras mujeres correr hacia ellas- ¡No las dejen entrar al castillo!
Se inició una gran batalla en aquella playa. Los querubines mortales eran muy fuertes, podían eliminar a sus enemigos con facilidad, pero estos, no dejaban de salir del agua. Parecía un ejército interminable. En un segundo se vieron superadas en número por aquellas invasoras y las bajas no pudieron evitarse.
- ¡Se supone que los Lilims no pueden entrar!- gritaba Betzabeth mientras luchaba- ¡No lo entiendo!
- ¡Estas cosas no son Lilims!- dijo Irlina al tiempo que decapitaba a una de sus enemigas- ¡Son híbridas de clase “B”!
- ¿Qué?- dijo Betzabeth extrañada.
- ¡Todo es parte de un plan!- Gritó Irlina- ¡Los verdaderos Lilims siguen en el barco!
En ese momento, se oyó un fuerte estruendo en el agua, e Irlina pudo ver la silueta de una mujer salir disparada hacia arriba. Aquella silueta apuntó con las palmas de sus manos hacia donde todas se encontraban peleando y disparó una gran esfera de energía roja. Todo fue tan rápido, que nadie mas pudo ver lo que había sucedido, solo sintieron el calor abrasador de las llamas cuando la playa estalló de manera infernal. Solo Betzabeth e Irlina lograron evadir la explosión pero la onda expansiva las derivó. Cayeron adoloridas a un lado de la playa.
Mientras se levantaban con esfuerzo, vieron como mas de aquellas mujeres salían del agua e iban velozmente hacia sus compañeras, quienes no podían siquiera arrastrarse por la arena. Las invasoras comenzaron a devorarlas como animales hambrientos, y no solo a ellas si no a sus propias camaradas, quienes también habían recibido el ataque.
Miraron aquello con horror, pero sabiendo que ya no podían hacer nada por sus amigas, pues de igual forma morirían. Entonces vieron hacia arriba, mientras aquella silueta caía velozmente, pero de pie. Cayó con las rodillas flexionadas. Era una mujer blanca y alta, con largos y hermosos rizos negros, que incluso estando mojados, brillaban por el sol. Las miró con unos grandes y hermosos ojos cafés, luego esbozó una enorme y radiante sonrisa. Aquellos dientes eran perfectos, grandes y hermosos.
- Marycer Halliwell…- dijo Irlina desconcertada, y a la vez preocupada.
- Capitana Marycer Halliwell- le corrigió la mujer, aun sonriendo.
Irlina miró hacia el barco, y luego a la mujer. Estaba muy confundida. Pero luego fue como si la respuesta golpeara su cabeza.
- No hay un Lilim en ese barco- dijo mirándola- ¿Cierto?
- Muy cierto- dijo Marycer, de nuevo sonriendo.
- ¿Por qué haces esto?- quiso saber Irlina.
- Porque tienes algo que yo quiero.
Las puertas del castillo se abrieron y una nueva horda de querubines salió a luchar contra aquellas mujeres. Pero Marycer hizo aparecer una espada negra en su mano y corrió directo hacia ella velozmente.
- ¡Deténganla!- gritó Betzabeth.
Marycer comenzó a abrirse paso entre aquella horda, asesinando a cualquiera que se le atravesaba. Finalmente logró atravesar la puerta. Sus secuaces se reunieron con los querubines para hacerles frente, mientras ella corría por el amplio y largo pasillo.
Betzabeth, apareció frente a ella y la atacó con su espada, pero ella detuvo el ataque con la suya. Retrocedió un poco y la miró, luego sonrió con sus grandes y perfectos dientes.
- Betzabeth…- sonrió- Creí que tú eras más listas que tu padre, exiliado del cielo por entregarse a sus deseos. Pero al igual que él, crees que Dios te aceptará en su seno cuando mueras. Que desperdicio de vida.
- ¡Cierra la boca!- gritó Betzabeth y comenzó a atacarla con su espada.
Afuera, Irlina y sus compañeras peleaban ferozmente en contra de sus enemigas. Pero no dejaba de notar que aquellas mujeres seguían saliendo del agua y no paraban. Aquello no iba a acabar nunca.
- ¡Selene!- gritó hacia lo alto del castillo, donde una chica negra con trenzas en el cabello disparaba flechas con un arco hacia las invasoras.
- ¿Qué ocurre?- le gritó la mujer.
- ¡Vuelen ese barco!- ordenó Irlina- ¡Seguirán saliendo mientras ese barco siga allí!
- ¡Entendido!- gritó Selene.
Marycer y Betzabeth, corrían por aquel pasillo mientras chocaban sus espadas velozmente. Betzabeth logró dispararle una bola de energía con su mano, que la mandó contra una puerta al final del pasillo. La atravesó y cayó rodando por el suelo. Al levantar la cara se vio en una especie de salón de adoración, y enseguida vio el anciano rostro de Frida, quien la miraba desconcertada.
- ¿Qué es esto?- dijo Frida incrédula.
Detrás de Frida, Marycer pudo ver un enorme cofre dorado sobre una gran mesa de piedra, frente a la gran estatua del Cristo crucificado en el altar. Se puso de pie rápidamente y tomó a la anciana por detrás, luego le colocó su espada en la garganta, y miró a Betzabeth quien acababa de entrar.
- Atrás- le ordenó apretando los dientes- O la anciana muere.
- Maldita- gruñó Betzabeth.
- Son descendientes de querubines- dijo Marycer- Pero son mortales, y no son ni la mitad de poderosas que sus padres. Puedo matar a esta perra con solo degollarla. Tú lo sabes.
- ¿Qué es lo que quieres?- preguntó Betzabeth de inmediato.
- El cofre- dijo Marycer señalando el cofre con un movimiento de su cabeza- Me dejarás salir de aquí con él.
En lo alto del castillo, Selene junto a dos de sus compañeras formaban una gran bola de energía amarilla entre las tres, con sus manos apuntando hacia el barco, mientras el número de querubines en el campo de batalla, disminuía cada vez más con relación a sus enemigos.
Marycer continuaba con la anciana Frida de rehén, mientras Betzabeth trataba de tomar una decisión correcta.
- ¿Qué estás esperando?- dijo Marycer impaciente.
Betzabeth tomó aire y la miró con tristeza y resignación.
- De todos modos, vas a matarla- dijo con un nudo en la garganta
Marycer la miró unos segundos, en silencio, mientras ella empezaba a derramar lágrimas sin poderlo evitar.
- Tienes razón- dijo Marycer y cortó la garganta de la anciana
Dejó caer el cuerpo sin vida de Frida, mientras el torrente de sangre salía de su garganta. Betzabeth fue hacia el cuerpo y lo sostuvo en el suelo, llorando. Marycer la ignoró y fue hacia el cofre. Ella lo abrió sin dificultad y miró dentro. Su enorme y radiante sonrisa volvió a aparecer en su rostro. Entonces el sonido de una explosión hizo que su corazón se helara y su expresión cambió súbitamente.
- Ay no- se dijo nerviosa.
Ella cerró el cofre, lo tomó de su lugar y corrió de nuevo por el pasillo con él, hasta llegar a una ventana, desde la cual pudo ver su barco en llamas, hundiéndose.
- El Rosa Negra- se dijo con terror y a la vez con tristeza- Mi barco.
- Se acabó- dijo la voz de Betzabeth detrás de ella- Ese fue el fin del Rosa Negra.
- Así parece- dijo Marycer con voz queda, sin voltear a verla, luego tomó aire- Pero eso ya no importa.
Marycer se giró rápidamente y le disparó a Betzabeth un rayo rojo con una de sus manos. Betzabeth cayó al suelo, gravemente lastimada, y la miró agonizando, mientras ella se acercaba lista para dispararle nuevamente, pero esta vez apuntaba a su cara.
- ¿Sabías que hay una recompensa por tu cabeza?- dijo mientras le apuntaba.
- Creí que por eso estabas aqui- dijo Betzabeth con voz agonizante.
- No...- sonrió Marycer- Ni siquiera pensé que te encontraría aquí. No creí que caerías tan bajo.
- Pensamos diferente sobre lo que es caer bajo- dijo ella.
- Ciertamente- dijo Marycer y luego suspiró con fatiga, aun apuntandole a la cara con su mano- Bueno, ya tengo lo que quiero. El clan Halliwell ganó, perra.
Antes que pudiera dispararle, Betzabeth desapareció de aquel lugar, y ella se quedó allí sorprendida y confundida.
- Huyó- se dijo incrédula- Eso es un crimen para los querubines.
Afuera, Irlina había acabado con todo el bando enemigo. Desgraciadamente, sus compañeras también estaban muertas.
- Dios…- se dijo cansada y horrorizada al ver todo aquel desastre.
- ¡Irlina!- gritó Selene desde lo alto.
Irlina la miró y ella señaló hacia una gran esfera plateada que se alzaba hacia el cielo.
- Ay no…- dijo aterrada al ver aquello.
- Ya lo dije- dijo la voz de Marycer detrás de ella.
Ella se giró rápidamente y vio a Marycer sosteniendo el pesado cofre bajo su brazo derecho y con su mano izquierda levantada hacia el cielo, con su índice y su dedo del medio en forma de pistola.
- El clan Halliwell ganó- agregó y luego sonrió- Esta técnica se llama “Ojo de Luna” por cierto
- Marycer…- dijo Irlina asustada- No lo hagas.
- Quisiera no hacerlo- dijo con una extraña sinceridad, luego hizo aparecer en su otra mano, un broche dorado en forma de orquídea y con un rubí en el centro, el cual apretó en su mano fuertemente.
- Eramos amigas- lloró Irlina.
Marycer acercó la mano en la cual empuñaba el broche a sus labios y luego le susurró:
- Llevame con Diego.
Al susurrar esas palabras, Marycer desapareció de aquel lugar y enseguida, Irlina vio como una extraña luz proveniente de la esfera plateada comenzaba a cubrir la isla como un gran foco de luz.
- Dios…- dijo asustada.
Quizá pretendía orar a Dios en aquel momento. Pero no tuvo tiempo. La luz se expandió rápidamente y una inmensa explosión desapareció la isla sin dejar rastro.
- ¿Dónde estamos?- preguntó Gabriela mirando a su alrededor.
Era una especie de poso, sin salida de ningún tipo. Las paredes estaban empapadas de sangre fresca y se respiraba un olor nauseabundo.
- ¿Por qué huele tan feo?- dijo Miriam tapándose la nariz
Gabriela notó que la sangre que corría por las paredes, no caía en el suelo donde ellos se encontraban, sino que seguía hacia abajo. Fue entonces cuando se dio cuenta de la distancia y de que estaban sobre una especie de plataforma. Caminó hasta el borde de aquella plataforma y miró hacia abajo.
- Dios- dijo horrorizada por lo que veían sus ojos.
Debía haber más de cien cadáveres en el fondo de aquel poso; la mayoría de ellos mutilados y sin entrañas.
- ¿Saciaste tu curiosidad?- preguntó Diego, quien seguía en el centro de la plataforma con Miriam y Andreina.
Ella lo miró, luego volvió a mirar los cadáveres. Muchos de aquellos cuerpos estaban extrañamente completos, pero al igual que el resto, estaban desnudos, y todos eran hombres. Miriam también se asomó.
- Mierda… - dijo Miriam espantada- ¿Son demonios?
- Lo dudo- dijo Gabriela, luego miró a Diego- ¿Qué es este lugar?
- Es el basurero- dijo Diego.
- ¿El basurero?- preguntó ella confundida.
- Aquí terminan todos los amantes de nuestras hermanas- dijo Andreína y luego sonrió con malicia.
Gabriela frunció el ceño perturbada, luego volvió a mirar los cuerpos y negó cansada. Entonces suspiró y miró a Diego.
- ¿Qué hacemos aquí?- preguntó
- Esperar- dijo Diego.
- ¿Esperar que?
Se escuchó un ruido muy fuerte, y Gabriela casi resbaló del borde al sentir las vibraciones bajo sus pies. Todos miraron como una especie de plancha de cemento comenzaba a salir del borde de la plataforma hacia la pared lejana, como si se tratara de un puente mecanico. Una vez que aquella plancha tocó la pared, un gran rectángulo rojo se dibujó en ella.
- Esperar eso- dijo Diego.
Gabriela y Miriam se reunieron de nuevo con Diego y Andreína, y miraron hacia aquel rectángulo.
- Que no esté ella allí- dijo Diego para sí mismo, y Gabriela lo miró confundida.
Andreína tomó la mano de Diego y él la miró.
- Aun podemos volver- dijo Ella.
- ¿Y morir por mano de los Arcángeles?- preguntó Diego- Es una idea interesante. Pero no.
- ¿Es una puerta?- preguntó Gabriela, ahora mirando el rectángulo rojo.
- Si- dijo Diego- Andando.
Comenzaron a caminar por el puente que había formado la plancha de cemento hacia la puerta. Gabriela no dejaba de ver el montón de cadáveres debajo de ellos.
- ¿Que hay en esa puerta?- preguntó Miriam de repente.
- La razón por la que los niños le temen a la oscuridad- dijo Diego.
Gabriela miró hacia la puerta un momento, mientras seguían caminando.
- ¿Son ideas mías o… esa puerta no tiene cerradura?- preguntó extrañada.
- Lo segundo- dijo Andreína.
- ¿Entonces como la abriremos?- preguntó Gabriela.
Finalmente, llegaron hasta la puerta. Era cierto, la puerta no tenía cerradura de ningún tipo.
- ¿Y ahora?- preguntó Miriam.
Diego miró a Gabriela de repente y permaneció mirándola por varios segundos.
- ¿Qué?- preguntó ella
- ¿Te sientes bien?- le pregunto él.
- No- sonrió cansada- Acabo de ser golpeada por un demonio, de ver a mis compañeros morir, y de ser correteada por Arcángeles psicópatas, cosa que ni en mis sueños más locos creí que me pasaría algún día.
- Entiendo- dijo él- Pero… yo lo pregunto porque… tu energía está… muy baja, como si estuvieses a punto de desmayarte.
- Eso ya lo hice- sonrió, de nuevo cansada, luego suspiró- Si, la verdad… me siento muy cansada. Quiero dormir.
- ¿Solo eso?- preguntó él- ¿No sientes… hambre?
- No- dijo ella con mirada seria- No vas a obligarme a comer carne humana.
- Si te da hambre, no será necesario obligarte, créeme.
Él miró hacia la puerta de nuevo. Se quedó mirando por un momento, luego acercó su muñeca a su boca. Pero se detuvo; miró fijamente a Andreína y luego acercó su muñeca a la boca de ella.
- Hazlo- dijo él.
- Eso… está prohibido- dijo ella desconcertada y nerviosa- Me pueden matar por eso, Diego.
- Nadie tiene por que enterarse- dijo él- Sé que lo deseas.
Andreína miró el brazo de su hermano, lo tomó, y tras dudarlo un segundo, hizo crecer sus dientes como piraña y le mordió la muñeca. La sangre caía al suelo como un torrente mientras ella seguía pegada de la muñeca. Gabriela y Miriam miraban aquello un poco horrorizadas
- Suficiente- dijo Diego, pero Andreína seguía mordiendo- Ya basta Andreína.
Ella se despegó del brazo, y miró a Diego con ojos rojos y respirando excitada. Su boca estaba empapada de sangre.
- Lo siento- dijo ella excitada, y sus ojos volvieron a ser cafés
- Suerte que no eres vampiro- dijo Diego acercando su muñeca herida hacia la puerta.
Colocó su muñeca sobre la superficie de madera y la sangre se deslizó por ella. Segundos después, la madera comenzó a absorber la sangre. A continuación, un horrible y decrepito rostro brotó de aquella superficie. El rostro era de carne y hueso, pero del mismo color rojo de la puerta. Diego retiró su muñeca.
- Ah...- dijo aquel rostro con una voz anciana pero excitada, mirando a Diego con unos ojos negros como la noche- Otro Lilim. Y no cualquier Lilim, sino un Halliwell.
- Vengo a visitar a mis hermanas- dijo Diego.
- Oh... temo que eso no va a poder ser- Dijo el rostro.
Gabriela notó que aquel rostro era femenino, tanto por sus rasgos como por su voz.
- ¿Qué?- dijo Diego- ¿Por qué?
- Ha habido mucha conmoción en esta casa desde que ese semidemonio cruzó el portal hace poco.
- Evaristo- dijo Gabriela con desagrado.
- No había visto a la señora Jessica tan furiosa nunca- agregó el rostro- Creí que me desintegraría.
- Pero yo soy su hermano- dijo Diego- Soy un Lilim. No puedes negarme la entrada.
- La señora Jessica fue muy específica: Nadie entra y nadie sale por esta puerta.
Diego se quedó mirando al rostro fijamente.
- ¿Jessica sabía que vendríamos?- Preguntó Andreina.
- Claro- dijo Diego, y luego miró a Andreina- Mientras peleaba con Vega, Ivanna me habló por telepatía y me pidió que me diera prisa en venir. Por eso me parece raro todo esto.
- Es obvio que Jessica solo quiere fastidiarte- dijo Andreina- Derribemos la puerta.
Diego volvió a mirar al rostro.
- Oye, sabes que puedo tirar la puerta- le dijo él.
- Esta puerta fue construida por Lilith- rió el rostro- No hay ser en el mundo capaz de destruirla.
- Andreina- dijo Diego, y enseguida, Andreína le dio un puñetazo a la puerta.
El golpe fue tan fuerte, que hizo que todo el poso se estremeciera, pero la puerta siguió intacta. Andreína miró a Diego.
- Puedo intentarlo de nuevo- dijo ella.
- No- dijo Diego- Puede ser peligroso.
- Puedes golpear cuantas veces quieras niña, pero nunca lograras derribar esta puerta- dijo aquel ser.
Diego miró al rostro unos instantes, luego se soltó el cabello y lo agitó con sus manos, pero con su rostro inexpresivo como siempre.
- Estoy seguro de que... podemos llegar a un acuerdo- dijo él.
- ¿Un acuerdo?- preguntó aquel ser.
Gabriela miró a Diego, un poco preocupada por sus palabras.
- Si- dijo Diego- Debe haber algo que quieras y que nosotros podamos darte a cambio de que nos dejes pasar.
- ¿Así que quieres sobornarme?
- Sobornar es una palabra muy fea- dijo Diego- Digamos que es un intercambio de favores
Hubo un silencio, interrumpido solamente por los gemidos de aquel ser mientras pensaba
- Bueno... ya que lo mencionas...- dijo aquel ser finalmente- Hay algo que me gustaría tener en este momento.
- Solo pídelo- dijo Diego.
- No es mucho lo que quiero- dijo el rostro- Verás... tu posees un raro aspecto, pero eres hermoso, muy hermoso. Y he estado sola muchos siglos, gracias a tu madre, que me condenó a esta horrible existencia.
- Di rápido que es lo quieres- dijo Andreina impacientándose, pero el rostro no quitaba la vista de Diego.
- Es simple...- dijo el rostro- Lo que quiero es... un beso tuyo.
- ¿Qué dijiste?- Preguntó Gabriela sorprendida.
- ¡Lo que vas a tener es un puño en la cara!- gritó Miriam enfadada.
Gabriela detuvo a Miriam antes de que se acercara al rostro.
- Cálmate- dijo Gabriela sujetándola con fuerza.
- ¿Qué tanto te puede costar besarme?- preguntó el rostro.
Hubo un nuevo silencio, mientras Diego miraba al rostro, hasta que, finalmente:
- No puedo hacer eso- dijo Diego- Soy un niño.
Gabriela lo miró con ironía, pues recordó las veces que lo había visto besar a Miriam. También recordó el beso que le había dado a Elizabeth en aquel granero, hacía ya muchos años.
- Un niño de miles de años- le recalcó aquel ser- Un niño, que dejó su inocencia atrás, hace mucho tiempo.
- Calla- dijo Diego, con su acostumbrada voz fría y pasiva, luego lo miró nuevamente en silencio y agregó- Okey, pero tienes que prometerme que abrirás la puerta después de que te bese.
- Prometido
- Diego... ¿Qué haces?- Dijo Miriam indignada.
Diego se inclinó hacia el rostro. Miriam apretaba sus puños tan fuerte, que sus uñas se clavaron en las palmas de sus manos y la sangre comenzó a manar de ellas. Gabriela solo se retorcía del asco, pero no podía evitar mirar la escena. Andreina se dedicó a mirar los cadáveres en el poso, ignorando por completo aquello. Cada sonido producido por los húmedos labios era perturbador y parecía que aquello no terminaría nunca.
- Creo que voy a vomitar- dijo Gabriela asqueada.
Finalmente, Diego se reincorporó y se limpió la boca con su brazo.
- Labios cálidos y deliciosos- dijo el rostro con voz excitada.
- Ahora abre la puerta- dijo Diego- O te juro que mi madre sabrá de esto.
- Lo prometido es deuda- dijo el rostro y la puerta comenzó a abrirse hacia adentro.
Entraron a un pasillo limpio y bien iluminado, el cual estaba rodeado por innumerables puertas de madera y paredes cubiertas con cortinas de seda roja. Comenzaron a caminar por este pasillo con cautela. Gabriela miró una pequeña licorera junto a una puerta; tenía una botella de champaña en hielo sin destapar y dos copas. Entonces miró a Diego.
- ¿Qué es este lugar?- Preguntó- ¿Un hotel?
- No precisamente- dijo Diego sin dejar de ver hacia el frente
- Es un lugar en donde ningún Lilim menor quiere estar- dijo Andreina, y luego frunció el ceño- No siento a Wendy, ni a las demás.
- Las Cuarenta siempre han sido expertas en ocultarse- dijo Diego, luego la miró- Tu sabes eso.
- ¿Y por qué se querrían ocultar?- Le preguntó Andreina algo inquieta.
De pronto, todos comenzaron a sentir una presencia oscura y aplastante, justo cuando pasaban junto a una puerta, que tenía gravado algo que parecía un nombre sobre ella. Aquel nombre rezaba “Miranda”. Se detuvieron frente a esa puerta.
- Dime que no hay un demonio allí adentro- dijo Gabriela nerviosa.
- Miranda- dijo Andreina un poco preocupada, pero luego sonrió y miró a Diego- A que no le tocas la puerta.
- ¿Qué?- dijo Diego mirándola.
- A ver...- sonrió Andreina desafiante- Tócale la puerta.
- ¿Por qué creo que no deberíamos hacer eso?- preguntó Gabriela dudosa y nerviosa.
- Porque no debemos- dijo Diego.
- Gallina- murmuró Andreina.
Diego miró a Andreina un segundo con sus ojos amarillos y su rostro inexpresivo, luego miró de nuevo hacia la puerta.
- No estoy de humor para juegos, Andreina- Dijo él.
- Vale, yo lo haré- dijo Andreina y se acercó a la puerta.
- Oye, no...- dijo Diego, pero fue demasiado tarde.
Andreina toco tres veces y con fuerza, mientras Diego hacia crecer sus uñas como dagas, lo cual hizo que Gabriela y Miriam se pusieran muy nerviosas.
- ¿Quién?- dijo una voz femenina, algo ronca y adormilada, del otro lado de la puerta.
- Soy Andreina- dijo Andreina con tranquilidad.
- ¿Quién es Andreina?- dijo la voz.
- La número uno de las cuarenta- dijo Andreina algo extrañada- Soy tu hermana ¿No me recuerdas?
- Ah, sí...- dijo la voz, aun se escuchaba adormilada- ¿Qué haces aquí, muchacha?
- Andreina, Basta- dijo Diego- No la molestes.
- Quería saludarte- dijo Andreina ignorando a Diego- ¿Puedes salir un momento, Miranda?
Diego tomó a Andreina bruscamente por un brazo, la puso contra la pared, y luego le colocó una gran daga contra su garganta.
- ¿Qué crees que haces?- le dijo él con su voz pasiva, mirándola a sus ojos cafés, y por supuesto, sin mostrar expresión alguna.
- Quiero verla- dijo Andreina con voz inocente.
Gabriela miró de nuevo el nombre en la puerta, y recordó aquel momento en que María, le apuntaba con un revolver mientras Diego trataba de negociar con ella. “Si sabias lo que estaba haciendo... ¿Por qué no me eliminaste hace un mes?”, le había preguntado María a Diego en ese momento, “Simple”, le respondió Diego, “Mi hermana Miranda vendrá a pasar la semana santa conmigo, y pensé en hacerle un obsequio ¿Puedes adivinar cuál iba a ser ese obsequio?”. Entonces recordó la expresión de horror en el rostro de María al preguntar: “¿Hablas de Miranda La Devoradora?”
- Diego...- dijo la voz de Miranda, de repente, igual de adormilada- ¿Eres tú?
Diego soltó a Andreina y miró hacia la puerta, aun cerrada.
- Si- dijo él, tan inexpresivo como siempre- Soy yo, hermana. Lamento interrumpir tu descanso. Castigaré a Andreina por eso.
- Sabes bien, que no deberías estar aquí- dijo ella.
- No nos quedaremos mucho- dijo Diego- Solo estamos de paso.
- Así lo espero- dijo Miranda, su voz no cambiaba el tono adormilado- Pero mientras estés aquí, trata de no dar problemas.
- Me portaré bien- dijo él.
- Confiaré en tu palabra- Se oyó un bostezo y luego Miranda agregó- Ahora aléjate de mi puerta; necesito dormir. Estoy muy cansada.
Su voz no volvió a escucharse. Diego se quedó mirando la puerta unos segundos, luego miró a Andreina.
- Haces algo como eso otra vez y te cortaré los dedos- dijo él.
Andreina le sacó la lengua de manera burlona.
- Ahora entiendo por qué la dormiste en El Llanto Negro- suspiró Gabriela.
Miriam miró otra puerta cercana, y vio salir un espeso líquido rojo por debajo.
- Diego...- dijo nerviosa- ¿Qué es eso?
Diego miró aquel líquido desde su posición, al igual que Gabriela y Andreina.
- Huele a sangre- dijo Gabriela, y su estómago rugió de tal manera, que todos la miraron.
- ¿Eso fue tu panza?- dijo Miriam sorprendida.
- Lo siento- sonrió ella apenada, sujetando su vientre.
Diego miró a Gabriela un instante, luego miró la sangre que salía por debajo de la puerta.
- Si- dijo él- Es sangre. Nada fuera de lo normal en esta casa.
Aquella puerta hizo un ruido metálico y ellos miraron como la manilla giraba despacio. Gabriela dio un paso hacia atrás, aterrada, al ver como aquella puerta se abría despacio hacia adentro, y Miriam corrió hasta aferrarse con fuerza al brazo de Diego, olvidando por completo que estaba molesta por lo que había pasado en el poso. La puerta solo se abrió unos pocos centímetros, y solo se pudo ver oscuridad al principio, pero luego, un pequeño ojo verde y brillante como esmeralda se asomó.
- ¿Les molestaría dejar de hacer tanto escándalo?- dijo la voz quejumbrosa de una mujer desde las entrañas de aquella habitación.
- Lo siento- dijo Diego- No creí que hubiese alguien en este piso.
La mujer calló unos segundos mientras los miraba con su hermoso ojo verde.
- Hola Pa´...- dijo la mujer- Que gusto verte.
- Igualmente- dijo él, luego miró el charco de sangre un instante y volvió a mirar hacia aquel ojo verde- Lamento interrumpir tu cena.
Algo en el saludo de aquella misteriosa mujer, hizo que Gabriela se quedará pensativa.
- Descuida- dijo ella- Valió la pena.
Diego se la quedó mirando unos segundos sin decir nada.
- Si tú lo dices- dijo finalmente.
- Espero que te quedes- dijo ella.
- Eso no va a ser posible- dijo él- ¿Miranda? ¿Lilu? ¿Verona? ¿Mi madre? No es un lugar donde me gustaría estar mucho tiempo. De hecho… me gustaría irme antes de que…
- ¿De qué mamá se entere de que estás aquí?- interrumpió la mujer.
Él no dijo nada, solo se quedó mirándola, fijamente.
- Aun espera una respuesta ¿Sabes?- dijo ella
- ¿Y ahora vas a delatarme con el consejo?- preguntó él.
- ¿Por quién me tomas?- preguntó ella- Yo jamás te delataría. Sin embargo… no puedes contar con la discreción de muchas en esta casa.
- Yo me preocuparé por eso, Jade- dijo Diego, luego miró de nuevo el charco de sangre, y volvió a mirarla a ella- Tu cena se enfría.
Se oyó un suspiró, luego la puerta se cerró. Gabriela pudo ver un nombre grabado en la puerta que rezaba "Jade"
- ¿Qué fue todo eso?- quiso saber Gabriela- ¿De qué hablaba?
- Nada importante- dijo Diego.
- ¿Y por qué te llamó Pa´?- preguntó ella, aun pensando en el saludo- No es tu hija ¿O sí?
- No…- dijo Diego- Es mi hermana menor. Pero yo la crié desde que nació hasta… los quince años, creo.
- Me pareció mayor que tú- dijo Gabriela extrañada.
- Pero no lo es- dijo él, y luego miró a Andreina- ¿Cuantas presencias Lilim puedes sentir en este lugar?
- Acabo de contar ocho, aparte de nosotros dos- dijo Andreina.
- ¿Alguna de Lilu?- preguntó Diego.
- No- dijo ella- Por suerte.
- ¿Moa?
- Tampoco.
- ¿Entonces quien dirige este lugar?- preguntó Diego.
- No lo sé- dijo ella- Pero bajemos mejor a la sala.
Siguieron caminando, y mientras lo hacían, Gabriela leía en su mente los nombres grabados en las puertas a su derecha y a su izquierda. Ella Leía nombres como: Jessica, Casey, Azuza, Ritsu, Lisa, Kimberly, Melinda, Ivanna, Misha, Erika, Laura...
- ¿Todos esos nombre son de Lilims?- preguntó ella de repente.
- Si- dijo Diego- Esto es algo así como... una central Lilim.
- ¿Cómo una casa matriz?- preguntó ella.
- Exacto- dijo él.
- Pero... no hay cuartos para todos los Lilims ¿O sí?- dijo ella un poco extrañada- Es decir... no creo que cada uno tenga un cuarto.
- Cada cuarto se modifica automáticamente dependiendo del Lilim que lo quiera ocupar- dijo él- Y se queda así hasta que otro Lilim quiera ocuparlo.
- Ah, ya entiendo- dijo Gabriela.
Ella volvió a mirar los nombres en las puertas, y se detuvo en el nombre de “Ritsu”. Recordó aquel almuerzo con Diego y Miriam, cuando él le mencionó que tenía una hermana llamada Ritsu, la cual vivía en Kioto y era repostera. Miriam, por otra parte, miraba una muñeca de trapo que yacía recostada frente a una de las puertas, y mientras seguía caminando leyó el nombre grabado en dicha puerta: "Verona". Entonces logró ver como nuevas letras aparecían grabadas debajo de ese nombre; estas nuevas letras rezaban "No toques mis muñecas". Ella se sintió algo intimidada, pero calló y siguió caminando.
Llegaron al final del pasillo, y se encontraron frente a un espejo enorme y rectangular. Se quedaron allí mirando el espejo por unos segundos, hasta que Gabriela, notó que el reflejo de Diego paseaba su vista por todos ellos, mientras que el propio Diego, solo estaba mirando fijamente su reflejo.
- ¿Todas vienen contigo?- preguntó el reflejo de Diego, con el mismo tono pasivo y calmado y el rostro sin expresiones del Diego original.
- Si- dijo Diego- Nos están esperando.
- Primero debes contestar una pregunta que solo el verdadero Diego contestaría- dijo el reflejo.
- Entiendo que para entrar a este pasillo sean necesarias esas medidas de seguridad- dijo Diego- Pero ya estamos adentro. Queremos salir.
- Te recuerdo que el portal que conecta esta casa con las otras casas Lilims, está de este lado del pasillo- dijo el reflejo- Hay que estar seguros de que el Lilim que atreviese el portal, no sea un impostor
- Mamá está realmente paranoica ¿No es así?- dijo Diego.
- Me reservo el derecho a contestar- dijo el reflejo.
- De acuerdo- dijo Diego- Haz la pregunta.
- Hace más de trecientos años, Lilith, tu madre, te dio una misión a ti a tus dos hermanos, Rico y Verónica- comenzó a decir el reflejo- Los envió a buscar algo, que ella no había podido encontrar. Esta es mi pregunta ¿Qué fue eso tan importante que ella les envió a buscar?
Diego calló unos segundos, mientras miraba su reflejo fijamente.
- El libro del tiempo- dijo finalmente.
Se escuchó un cerrojo detrás de aquel espejo, y luego se abrió hacia adentro como una puerta. Entonces ellos entraron a un pasillo igual al anterior y el espejo volvió a cerrarse detrás de ellos. Comenzaron a caminar por aquel pasillo, y Gabriela notó que a pesar de tener la misma decoración del otro pasillo, este se sentía menos aterrador. Además, pudo notar que las puertas de madera no tenían ningún nombre grabado en ellas.
- Okey… - suspiró confundida mientras caminaban- Explícame donde estamos ahora.
- Seguimos en la misma casa- dijo Diego- Este es el pasillo que está abierto al público. Es decir, a los clientes humanos.
- ¿Entonces si es un hotel?- preguntó ella.
- No- dijo Diego- Bueno… no del todo.
Finalmente, llegaron a una escalera, la cual tenía una alfombra roja y pasa manos que parecían de caoba.
- ¿Por qué siento que hay demasiada elegancia en este lugar?- preguntó Gabriela deslizando su mano por el pasamanos mientras bajaban.
- A mis hermanas les gusta vivir bien- dijo Diego- Y presumir que lo hacen.
Llegaron a la planta baja, que parecía el lobby de un hotel, con el piso lleno de alfombras rojas, las ventanas cubiertas con cortinas de seda, también rojas y muebles que parecían recién comprados. Había un enorme candelabro en el centro del alto techo. Pero lo que más le extraño a Gabriela fue la barra al final del pasillo, detrás de la cual había licores de diversas clase. Ella miró los acolchonados y hermosos asientos, y las pequeñas mesas de vidrio con copas vacías sobre ellas.
- O... oye...- dijo ella, algo perturbada- ¿Qué es exactamente este lugar?
- Le dicen "La casa de las Muñecas"- dijo Diego.
Gabriela recordó aquella mañana cuando Diego leía el periódico y ella miró el encabezado que decía "PTJ halla cadáver en la casa de las muñecas". También recordó la fachada de la casa; una gran puerta de madera y muchas ventanas. Entonces una idea se le vino a la cabeza.
- ¿Es un burdel?- preguntó con una sonrisa incrédula.
- Si- dijo Diego- El más famoso de Cumaná.
- ¿Cumaná?- se impactó Gabriela- ¿Me trajiste a Cumaná? ¿No recuerdas que soy fugitiva?
- No estaremos aquí mucho tiempo, Gaby- dijo Diego- Además estamos en una fortaleza. Relájate.
Gabriela tomó aire y trató de calmarse, luego caminó hacia la barra, donde Andreina ya se servía un vaso de refresco.
- Imita a Andreina- le dijo Diego.
Miriam tomó a Diego de la mano y el la miró directo a sus hermosos ojos verdes, que lo veían con algo de vergüenza, aunque también con una notoria rabia.
- ¿Qué ocurre, Miriam?- preguntó él.
- Diego...- dijo ella en voz baja y aun con su mirada de vergüenza y rabia- ¿Que es un burdel?
- ¿Es en serio?- preguntó él, tan inexpresivo como siempre.
Miriam asintió con la cabeza, avergonzada por no saber algo que de seguro hasta un niño sabía.
- Bueno- dijo él- De un modo simple, un burdel es un lugar donde los hombres pagan por acostarse con las mujeres que trabajan en él.
- Ah, ya- dijo ella entendiendo perfectamente, y luego puso cara de desconcierto, aunque seguía mostrándose enojada- ¿Y por qué estamos aquí?
- Porque también es la casa de mi madre- dijo él- Bueno, una de sus tantas casas. Aquí estamos más seguros que en cualquier lugar de Venezuela.
Andreina volvió con un vaso de refresco en la mano.
- Oye...- dijo en voz un poco baja y con expresión seria- ¿Por cuánto tiempo crees que puedas controlar a tu niñera
- Así que ya te diste cuenta ¿No?- dijo Diego.
- Había ignorado el asunto, pero si- dijo Andreina, luego frunció el ceño mientras pensaba- Y ahora que lo pienso… esa tipa es peligrosa. No debiste traerla. Te estás buscando muchos problemas.
- Oye, deja de hablar como si no tuvieras nada que ver- le dijo él- Ambos estamos metidos en este paquete, hermanita.
- No…- sonrió Andreina fingiendo demencia- te equivocas, hermano. Según las leyes Lilim, tú eres mi padre adoptivo, y estoy obligada a obedecerte, aunque no quiera. Así que, soy solo una víctima inocente.
- ¿Ah sí?- dijo Diego- ¿Y quién abogará por la víctima inocente cuando la juzguen por haber expuesto nuestro anonimato en “El Llanto Negro”?
- Era tu responsabilidad- sonrió ella con cinismo.
- Anda, dile eso al concejo. Luego veremos quién se hará responsable de ti y de tus hermanas.
Andreina puso cara de preocupación. No había considerado eso en sus cálculos
- Te dormirán de nuevo- Agregó Diego- Y considerando lo maternal que son nuestras hermanas mayores, yo diría que pasará más de un milenio antes de que tus hermosos ojos vuelvan a ver la luz de un nuevo día- él miró la cara de horror de Andreina un segundo- Así que... es mejor que veas bien en quien depositas tu lealtad, hija mía.
Diego miró hacia Gabriela, quien venía acercándose con un vaso de jugo de naranja.
- Como sea, no tengo opción- dijo Diego, aun en voz baja- No La puedo tener en ese estado por mucho tiempo. Y ocultarla de mis hermanas es inútil. Tendré que ser honesto con todas, incluso con ella.
- Es tu pellejo- suspiró Andreina, más preocupada por si misma que por él o Gabriela.
Gabriela llegó hasta ellos con su vaso de jugo.
- Me tomé el abuso- dijo ella mostrando el vaso de jugo- Tenía sed.
- Tranquila- dijo Diego.
De pronto, una potente ráfaga de viento pasó rozándolos a los cuatro y levantó violentamente las cortinas. Todos miraron hacia la dirección en la que iba aquella ráfaga, y se encontraron con una mujer alta, de larguísimos cabellos rojos como el fuego, que llegaban hasta sus rodillas, un mono azul ajustado, y una blusa que dejaba al descubierto un hermoso ombligo y un perfecto abdomen. Tenía grandes y perfectos pechos también.
- Ivanna- dijo Diego.
- ¡Cariño!- sonrió la mujer con los brazos abiertos.
Diego corrió velozmente hacia ella y se le lanzó encima. Ella lo atrapó entre sus brazos y ambos se abrazaron con fuerza. La mujer besaba su cabeza una y otra vez como si se tratase de un bebé.
- Amor, no sabes lo feliz que estoy de verte- decía la mujer alegre, mientras lo seguía abrazando y besando.
Gabriela miró a Andreina, un poco confundida e incómoda.
- ¿Quién es ella?- le preguntó en voz baja.
- Es mi hermana Ivanna- dijo Andreina- No te dejes engañar; por lo general es muy violenta, aunque nunca con Diego.
- ¿Segura que es su hermana?- dijo Miriam con cara de enojo y dolor.
Ivanna puso a Diego de vuelta en el suelo, luego lo miró sonriendo.
- Me tenías preocupada, Bebé- le dijo.
- Lo sé- dijo Diego- Cuando me hablaste por telepatía, realmente creí que irías a El Llanto Negro y matarías a todo el mundo.
- Iba a hacerlo- dijo ella con seriedad.
Ella suspiró y volvió a sonreír, luego miró a las chicas.
- Hola Andreina- dijo sonriendo.
- ¿Qué onda hermana?- saludó Andreina
- No te hagas la idiota- dijo Ivanna- Ven acá.
Andreina sonrió y fue hasta ella. Ambas se abrazaron y se dieron un beso en la mejilla, luego Ivanna la miró con expresión seria.
- Le causaste muchos problemas a tu hermano en ese pueblo- le dijo.
- Lo sé- suspiró Andreina apenada.
- Ya hablaremos de eso- dijo ella, luego miró a Gabriela y a Miriam- ¿Y ellas son?
- Mi nuevo clan- dijo Diego y señaló a Miriam- Ella es Miriam Martínez.
Ivanna estrechó la mano de Miriam con una sonrisa radiante.
- Encantada- dijo ella.
- Igualmente- dijo Miriam
- Eres muy bonita- dijo Ivanna sonriendo en cuanto soltó su mano- ¿Qué edad tienes?
- Trece- sonrió Miriam.
- Hermosa edad- dijo Ivanna con nostalgia- Yo quería quedarme de trece años, pero mi naturaleza no me lo permitió. No tuve la suerte de Diego.
Miriam rió, luego Ivanna miró a Gabriela y su expresión alegre se tornó en una confusa y de preocupación. Gabriela la miró incomoda y nerviosa, por como aquellos ojos azules como zafiros la miraban.
- Ho... hola- dijo Gabriela nerviosa.
- Vaya- dijo Ivanna, y luego dibujó media sonrisa en rostro, que mostraba algo de incredulidad- Hablando de desastres naturales.
- Ella es Gabriela- dijo Diego.
Ivanna continuó mirándola minuciosamente por varios segundos. Entonces miró a Diego y le sonrió.
- ¿Puedo quedármela?- le preguntó, ahora con una sonrisa inocente.
- ¿Qué?- dijo Gabriela nerviosa y desconcertada.
- Es mi niñera- dijo Diego- No puedes tenerla, Ivanna.
- Ya tienes una niñera- le recordó Ivanna con el ceño fruncido- Galatea Berzelius.
- Pues...- dijo Diego, con su acostumbrado rostro de maniquí- Ahora tengo dos.
- Eso no se puede.
- ¿Según quien?
- Según las leyes de las niñeras- dijo Ivanna.
- Eso no existe, Ivy.
- ¡No me llames Ivy!- Grito ella. Se había enfadado repentinamente y sus ojos azul zafiro se tornaron rojos como la sangre.
- Lo siento- Dijo Diego.
Ivanna lo miró por unos segundos, con enfado, luego suspiró mientras sus ojos volvían a ser azules. Entonces sonrió de nuevo, de una manera amistosa. Miró a Gabriela, la cual no solo estaba confundida sino aterrada.
Gabriela miró a aquella mujer, la cual era tan alta como ella misma. Miró sus ojos azules y sus rasgos fuertes pero sensuales, sus labios delgados y su fuerte barbilla.
- Es broma- Sonrió Ivanna mirando a Gabriela con una extraña expresión de deseo- Te pertenece. No puedo hacer nada al respecto.
- Me alegra que lo entiendas- dijo él.
- Pero debo recalcar, que dejar que una criatura como esta, sirva de niñera, es un desperdicio
- ¿Sabes?- dijo Diego- No estás siendo muy amable, Ivanna.
- No está en su naturaleza serlo- dijo otra voz de repente.
Todos miraron hacia una mujer alta y de vestido negro, que venía caminando hacia ellos. Tenía largos y lizos cabellos negros que llegaban por sus rodillas.
- Jessica- dijo Diego.
- Tienes mucho valor viniendo a esta casa- dijo Jessica acercándose a Diego con actitud hostil.
- Jessica- dijo Ivanna- No vayas a...
El sonido de la bofetada se oyó en toda la sala y Diego cayó al suelo con la boca sangrando. Gabriela y Miriam intentaron ir contra aquella mujer, pero Diego les hizo una señal de alto con su mano, y se detuvieron.
- Dame una razón para no echarte de esta casa- dijo Jessica a Diego, quien aún se encontraba en el suelo.
- Según tengo entendido, esta casa le pertenece a mamá- dijo Diego con su voz fría y calmada, y sin expresión alguna- Solo ella puede echarme.
Jessica miró con sus ojos cafés hacia Gabriela, Miriam y Andreina, luego miró a Diego, quien ya se había puesto de pie.
- Dejaste que las cuarenta llamaran la atención en ese pueblo- dijo Jessica- Expusiste nuestro anonimato, guiaste a los cazadores y a los Arcángeles a Venezuela, y no conforme con eso traes a esa cosa a nuestra casa- señaló a Gabriela- ¿Qué crees que hará mamá cuando se entere?
- No fui yo, ni tampoco las cuarenta quienes trajimos a los Arcángeles a Venezuela- dijo Diego- Fue Lilu quien lo hizo. Ella mostró nuestra existencia en este país- Diego la miró con su inexpresivo rostro- Pero a ella no eres capaz de pegarle ¿Cierto?
Jessica lo miró con odio y levantó su mano para golpearlo de nuevo, pero una mano detuvo su brazo de repente. Ella miró de quien se trataba. Era una mujer alta y rubia, quien la miró con unos ojos marrones muy claros, como los de una leona.
- Tocas a mi hermano de nuevo, y te aseguro que esa mano no volverá a tocar a nadie más- dijo aquella mujer rubia en tono serio.
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