Alena es una bella muchacha, con ojos verdes claros, un cabello castaño, piel blanca y tersa, pero en su mirada, solo refleja tristeza.
A sus 12 años tuvo que presenciar como su padre fracturaba la mano de su mamá, a los 14, su padre rompió la nariz a su mamá, supuestamente por saludar a un vecino, y para su padre fue como coquetear con dicho señor, a los 16 vio como su padre obligó a su hermana mayor casarse con uno de sus amigos, el señor tenía 39 años, Clara apenas había cumplido los 18, y recién terminaba de graduarse de la secundaria.
A los 17, supo que el marido de su hermana le había dado un tremenda paliza, tanto así que incluso le provocó un aborto, todo por pedir ir a la universidad. Cansada de tanto, Alena un día enfrento a su madre.
Alena: Madre,¿por qué sigues con mi papá?
Madre: por qué lo amo.
Alena:¿ y el te ama?
Madre: Por supuesto que me ama.
Alena: ¿ y por qué te golpea?
Madre: eso lo hace, por qué me ama, y me corrige.
Alena: entonces, eso es amor.
Madre: Hija, la mujer nació para casarse, respetar a su marido y obedecer, y si no cumples, pues tienes que aceptar tu castigo.
Alena: Entonces madre, yo no creo en el amor, es más, me asusta amar.
Madre: No digas eso niña, además, pronto te casarás.
Alena: nunca me voy a casar, nunca.
Madre: Hay que cosas dices.
Alena se había hecho una promesa, si eso era el amor, ella jamás amaría, jamás se casaría, y se le obligaban a casarse, escaparía.
Llego el día de su graduación de la secundaria, estaba muy contenta, aparte se había graduado con honores, siendo la primera de su clase, en el fondo ella esperaba que su padre se sintiera orgulloso de ella, incluso esperaba que su padre la felicitara y le permita ir a la universidad, pero no iba ser así.
Al llegar a casa se llevó una gran sorpresa, su padre estaba acompañando del dueño de la licorería más grande del pueblo, con ellos estaban un chico, poco agraciado, encorvado, flaco, usaba lentes demasiados gruesos, además llevaba los pantalones por medio del abdomen, todo un rarito.
Padre: Aquí está Don Melquiades, su futura nuera.
Melquiades: No está mal la muchacha.
Alena: ¿De que habla papá?
Padre: Usted se calla niña, las mujeres no se deben meter en conversa de hombres.
La mamá la jalo del brazo, para que se callara.
Padre: Alena te presento a tu futuro esposo, Lorencito.
Melquiades: Pues pa cuando la boda consuegro.
Padre: Pues por mi, este fin de semana consuegro.
Melquiades: Entonces este fin de semana se nos casan los muchachos.
Padre: mujer trae la botella, hay que celebrar, los muchachos se nos casan.
Melquiades: Ya que estamos en familia, pues, será mejor que la muchacha ya vaya a vivir a mi casa, ya sabe, es que nos falta una mano femenina por allá.
Padre: Por supuesto consuegro, mañana mismo la chiquilla está en su casa.
Bebieron toda la noche, esa eara la especialidad del padre de Alena, beber, mientras tanto Alena se encerró en su cuarto, no paraba de llorar. Al día siguiente su madre le ayudaba a preparar sus maletas.
Alena: ¿por qué?¿por qué tengo que ir a su casa?
Madre: por qué así lo ordeno tu padre.
Alena: pero yo no quiero, no quiero.
Madre: muchacha mal criada, no es lo que tú quieras, es lo que ordena tu padre.
Alena: pues me escapó y punto.
Madre: no digas estupideces y mejor apúrate que tu suegro te espera.
No podía creer lo que le estaba pasando, fue vendida por su padre, y a su madre poco le importaba su suerte, iba a ser casada con el chico más feo del pueblo, solo por el interés del padre, aún tenía en la cabeza las palabras de don Melquiades le decía a su papá.
"Tranquilo consuegro, usted tendrá el 30% de descuento en mi licorería"
Por un descuento en licor, su padre la vendió.
Al llegar a su nueva casa, sintió un escalofrío por todo el cuerpo, sentía que viviría un infierno en aquel lugar, su suegro la recibió muy amable y la llevo a su habitación, para que se acomodara, al terminar de desempacar su madre se retiró.
Luego ella bajo muy lentamente a la sala, ahí se encontraba su futuro esposo y su suegro.
Melquiades: Haber niña, muevete que aquí no as venido de paseo, limpia la casa y prepara la comida.
Alena: Si, si señor.
Melquiades: Y tu hijo, vigila que haga bien sus cosas, y si no lo hace, le das su bueno.
Lorenzo: Si, si, si apá.
Melquiades: me voy a trabajar.
El señor se fue, e inmediatamente Alena se puso a limpiar la casa, era cerca del medio día, al fin había terminado de limpiar y se disponía a preparar la comida.
Cuando intentaba cojer un recipiente que se encontraba en lo alto de la alacena, unos cuantos platos cayeron al piso y se rompieron, en eso entro todo apresurado Lorenzo.
Lorenzo: si que eres bien bruta.
Alena: fue un accidente.
Lorenzo:. tu a mi no me respondes
le propinó una bofetada, que la tiro al suelo, y dejándole roja la mejilla.
Alena: eres un idiota.
Lorenzo: Todavía me insultas, vas, vas, vas a ver.
Fue a buscar un cable para castigarla, pero justo cuando iba a darle el primer golpe, una persona lo detuvo.
Cuando Lorenzo estaba a punto de propinar una paliza a Alena, alguien le detuvo.
?: ¿Que piensas hacer Lorenzo?
Lorenzo: Pues lo que mi padre me ha ordenado, castigarla.
?: según tu ¿por qué la castigas?
Lorenzo: Pues, no es, no es obvio, ha roto unos cuantos platos.
?: ¿Solo por eso?
Lorenzo: Hermano no te, no te, no te metas, son órdenes de papá.
?: Pues no me interesan las órdenes de papá, deja en paz a la muchacha.
Lorenzo: Miguel, Miguel, tu no te metas, ella va ser mi esposa.
Miguel: no me digas, al fin papá te compro una esposa.
Lorenzo: no, no, no es así, ella así lo, lo, lo quiso.
Miguel: no me hagas reír, quien va a querer casarse con un esperpento cómo tú.
Lorenzo: No, no, no me trates así, o avisaré a papá.
Miguel: Pues hazlo, sabes bien que no le tengo miedo.
Lorenzo:deberías.
Miguel: tu muchacha levanté del piso y vete a tu casa.
Lorenzo: ¡No!, ella, ella es mi futura esposa, se queda aquí.
Miguel, ¿para que? ¿para que le pase lo mismo que le pasó a mamá?
Lorenzo: A mamá, mamá, pues ella se quitó la vida.
Miguel: ¡No Lorenzo!, papá mato a nuestra madre a golpes, que no lo entiendes.
Lorenzo: No, no, no, es verdad, mamá se portó mal con papá, ella se merecía su castigo.
Miguel: Escuchas la estupidez que dices, acaso mamá merecía morir.
Lorenzo: ella, ella quiso abandonar a papá, ella se lo busco.
Miguel: Ella lo quería abandonar porque estaba harta de los golpes y los malos tratos de ese hombre.
Lorenzo: Miguel, te, te, te pido que no te metas, es mi esposa y yo, yo, yo ordeno en ella.
Miguel: Vete a tu cuarto niña.
Entre lágrimas Alena corrió a su cuarto y se encerró, aún no asimilaba por completo todo lo que había escuchado en la cocina, Don Melquiades había matado a su mujer a golpes, que futuro le esperaba a ella, quizás si su madre se enteraba de eso, la sacaría de esa casa.
Se hizo los modos para salir de la casa sin ser vista, corrió hasta la casa de sus padres, por suerte se encontraba solo su mamá, su padre aún no llegaba del trabajo.
Alena: Madre, por favor madre.
Madre: Hija que haces aquí, debes estar en la casa con tu futuro esposo.
Alena: Madre, me enteré de algo horrible, don Melquiades mato a su esposa a golpes.
Madre:¿ y qué pasó con eso?
Alena: Madre, que me puede pasar lo mismo.
Madre: No, yo no te crié así.
Alena: ¿así como?
Madre: Tu eres una muchacha decente, de casa, además esa mujer se lo merecía.
Alena:¿Que dices mamá?.
Madre: Que se lo merecía, Quiso abandonar a su esposo, y eso no está bien, así que tú te regresas a la casa con tu futuro marido, aquí no tienes nada que hacer.
Alena: No puedo creer lo que acabas de decir mamá.
Madre: Lo que escuchaste niña, así que te vas pa la casa de tu futuro marido, ahorita, no quiero que tu papá te encuentre aquí, y por tu culpa el me castigue.
Alena salió con el corazón hecho mil pedazos, su propia madre la había abandonado a su suerte, no le importaba lo que le podía suceder en esa casa, sintió que estaba sola en el mundo, no podía ir donde su hermana, por qué sería peor, así que con mucho dolor regreso a esa casa, por suerte nadie había notado su salida.
Ya llegada la noche don Melquiades le gritó para que bajara a servirles la comida, lo hizo sin ninguna protesta, sirvió a los 3 hombres y se retiró a la cocina, no tenía apetito de nada, en el fondo solo quería morir.
Don Melquiades: haber niña levanta los platos de la mesa y deja todo limpio, por cierto quiero el desayuno a las 7 emputo, y mis camisas bien planchadas.
Alena: Si señor.
Don Melquiades: Y me gusta el café bien cargado.
Alena: Si señor.
Se retiró, y ella comenzó a hacer sus deberes, eran ya las 10 de la noche y ella aún estaba en el cuarto de lavabo, planchado las camisas. Cuando de repente escucho como habrían la puerta.
Don Melquiades: Aún sigues aquí mocosa.
Alena: Si, si señor.
Don Melquiades: No hay que negar que eres bonita, tienes un buen cuerpo, bonito trasero.
La miraba de arriba a para bajo, y parecía que la desvestía con la mirada.
Don Melquiades: Se ve que eres mucha carne para el bobo de mi hijo.
Alena: Señor, por favor.
El comenzó a topar el brazo, luego fue a su cuello, poco a poco bajo a su pecho y lo comenzó a manosear, Alena sintió tanto asco, que son pensarlo dos veces lo empujo y intento correr, pero el fue más rápido y le jalo del cabello tirando la al piso, se puso encima de ella y le rompió la blusa, Alena comenzó a gritar, y el seguía, hasta que Miguel entro y le propinó varios golpes, dejándolo tirado en el piso.
Alena: Gracias, pero su papá.
Miguel: El es un maldito infeliz que intento abusar de ti, ten, ponte este abrigo y sal de aquí.
Alena: pero no tengo a dónde ir.
Miguel: cualquier lugar es mejor que está casa, créeme.
Alena: Está bien, solo quiero ir por mis cosas.
Miguel: ve, pero no te demores, te espero en el auto.
Alena: está bien, gracias.
Subió corriendo al cuarto, cogió lo más importante, hizo una pequeña maleta y bajo. Miguel la llevo al terminal. pero ella se puso muy mal.
Alena: no puedo irme.
Miguel: ¿por qué?
Alena: No tengo dinero.
Miguel: Ten, te servirá,
Alena: pero es mucho dinero.
Miguel: no lo es, te servirá para vivir unas dos o tres semanas, trata de conseguir trabajo. se feliz Alena.
Alena: Gracias, nunca olvidaré lo que ha hecho por mi.
Se embarcó en el primer autobús que vio, con destino incierto, pero de algo estaba muy segura, al fin encontraría la libertad.
Sentada en aquel autobús, sola sin saber a dónde va, sin tener a nadie que le reciba, sentía como las lágrimas recorrían sus mejillas, una tras otra, la oscura noche acompañaba su dolor, sentía que su corazón dejaría de latir por tanto dolor, dejo a su hermana, a su madre, pero lo que no le dolía, era dejar a su padre, ese hombre ruin, sin sentimientos, que la vendió, y eso le daba un poco de fuerza, pero las lágrimas no paraba, hasta que de tanto llorar, se quedó dormida.
Azafata: Señorita, Señorita.
Alena: Perdón, me quedé dormida.
Azafata: No se preocupe, pero ya llegamos a la capital.
Los rayos del sol comenzaron a salir, Alena bajo del autobús torpemente, comenzó a caminar sin rumbo, la ciudad era mucho más grande que el pueblo donde ella nació, había grandes edificios, la gente caminando apresuradamente, siguió y siguió caminando, en su trayecto vio gente haciendo shows en los semáforos a cambio de unas monedas, otras que pedían caridad.
Camino todo el día, sin destino alguno, el sol comenzaba a ocultarse, y su estómago le rugía de tanta hambre, así que sin más remedio entro a un restaurante, comió tan desesperada, que la dueña del salón sintió pena y le brindo otra porción.
Señora: Niña cóme despacio o te va a sentar mal la comida.
Alena: perdón, es que no he comido nada desde ayer.
Señora: Tu no eres de aquí ¿verdad?
Alena: No, tuve que huir de mi pueblo.
Señora: mira niña, te voy a dar un par de consejos, primero no lleves a la mano ese dinero que tienes, esconde lo bien, y segundo, no confíes en nadie, no en tu propia sombra pues.
Alena: Gracias, muchas gracias, pero me podría ayudar con algo por favor.
Señora: a ver, para que soy buena.
Alena: dónde puedo conseguir trabajo, y tal vez dónde pueda dormir, pero que no me cueste mucho.
Señora: A pues, dejame pensar,... La señora Lucrecia la dueña de la bodega de aquí de la esquina disque anda buscando una chica que le ayude, vamos a ver si es que ella te recibe.
Alena: Gracias, muchas gracias.
Fueron. la bodega, las señoras hablaron por un buen rato, la señora Lucrecia la miraba de arriba para abajo, con una expresión de pocos amigos, pero al final acepto recibir a Alena.
Lucrecia: haber chiquilla, tu vas a dormir en este cuarto, te tienes que levantar a las 6 de la mañana y hacer la limpieza, me acomodas esos quintales y ya en el día te diré que más tienes que hacer, eso si, aquí es trabajo por vivienda, no te voy a pagar ningún centavo, eso si te daré dos comidas al día, estás de acuerdo.
Alena: Si señora, muchas gracias.
La habitación quedaba justo afuera de la bodega, en un patio trasero, era un cuarto de un metro por metro y medio, solo tenía un colchón y un par de cobijas, Alena no tubo más que acostarse y acurrucarse con lo que tenía, aunque no era mucho, pero por lo menos tenía donde refugiarse de la fría noche.
Eran las 5 de la mañana, Alena se encontraba de pie haciendo sus labores, a las 6y30, la señora Lucrecia le dió una taza de café con un pan, lo comió rápidamente y volvió a sus tareas, acomodo los quintales, algunas cajas, y así paso su día, al caer la noche se fue a su cuarto, estaba tan cansada, en ese momento le dejaron un plato de arroz con lenteja y un vaso de jugo, a pesar de lo poco que recibía, Alena estaba muy agradecida.
Así paso un mes, Alena despertaba temprano, hacías sus labores, desayunaba una taza de café con un pan, y luego solo comía por las noches lo que la señora le daba, a pesar de aún tener el dinero que Miguel le había dado, ella no quería gastarse, podía surgir alguna emergencia y lo necesitaría, había perdido bastante peso, por suerte una de las hijas de doña Lucrecia, le había regalado algunas prendas que ella ya no usaba.
Para Alena, eso era suficiente, tenía un techo donde refugiarse y dos comidas al día, eso era mejor que el infierno que lo tocaba vivir si se casaba con Lorenzo. los golpes, y las malas intenciones de Don Melquiades, pero de todo eso, agradecía el haber conocido a Miguel, el le ayudo a salir de ese tormento, el era diferente a todos los hombres del pueblo, el no era un tipico machista.
Para la mala suerte de Alena, su tranquilidad iba a terminar, con la llegada del prometido de la hija de Doña Lucrecia, llegaría otro infierno para ella.
Lucrecia: Alena, niña, ven pronto.
Alena, si señora.
Lucrecia: Necesito que limpies el cuarto de invitados, hoy llega el prometido de mi hija, y necesito ese cuarto impecable.
Alena: En este momento señora, no se preocupe lo dejaré bien limpio.
Lucrecia: eso espero. eso espero.
Cogió su cajita de limpieza y sube rápidamente arreglar la habitación, la limpio con mucho ahínco, dejado esa habitación reluciente. después de terminar ella se dirigió a hacer sus labores en la bodega, cuando encontró a Doña Lucrecia con el prometido de su hija.
Prometido: ¿ y quién es esta muchacha suegrita?
Lucrecia: Es mi empleada.
Alena: mucho gusto señor.
Prometido: el gusto es mío.de conocer a tan bella mujer.
Lucrecia:no empieces que la chiquilla se lo va creer, anda Alena a terminar tu trabajo.
Alena: si señora, permiso.
Desde ese mismo instante ella sintió, que nada bueno traía ese hombre, así que debía estar lejos, lo más lejos que pudiera.
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