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De Un Mundo Raro.

Capítulo I.

Gustavo.

Estoy esperando a Jorge, mi amigo de la infancia a las puertas del edificio donde funciona su despacho de abogados. De verdad no me gusta molestar a nadie, sin embargo ha sido él que me ha ofrecido ayuda ya que me encuentro en una situación económica sumamente precaria, sin empleo, sin familia, y recién salido de prisión preventiva. Así mismo es, "Prisión preventiva" por un delito que no cometí. Pero bueno, cualquier persona pensará que eso dice todo el que está privado de libertad, "no hice eso, no cometí ese delito", y etc etc Aunque en mi caso fui involucrado por error. No obstante estuve detenido supuestamente por averiguaciones una semana que ha sido la peor, salí bajo palabra. Claro, nada supera lo peor que ha pasado en mí vida, y es que hace seis años perdí a mis padres y a mis dos hermanas en un fatídico accidente aéreo, tristemente se fue toda mi familia, lo único que tenía.

Bueno, lo cierto es que espero a Jorge para agradecerle personalmente el gesto de prestarme el dinero necesario para arrancar de una vez por todas con mi taller de reparación de motocicletas, de hecho ya efectuó el depósito a mii cuenta, aún así me parece que lo más correcto es venir hasta acá estrechar su mano y agradecerle su buena disponibilidad, no todo el mundo hace lo que mi amigo ha hecho por mí. Por lo tanto como a mí me interesa tengo que esperarlo hasta que esté desocupado y pueda salir un momento fuera del edificio.

Mientras tanto espero dentro del auto con el aire acondicionado encendido, y con las ventanillas cerradas. Tengo sueño, reviso el móvil para distraerme. En eso veo a una chica usar de espejo la ventanilla, me produce risa pensar que creerá que no hay nadie dentro, y sigue mirándose, se pinta los labios, sonríe y observa su alineada y blanca dentadura, se acerca más, acomoda su ropa y voltea de medio lado, se ajusta el pantalón mirando satisfecha su pompi. La verdad que todo esto me causa gracia, de hecho la estoy grabando desde que comenzó.

Se nota inquieta, nerviosa y a cada rato observa su reloj pendiente de la hora. En eso un motorizado se detiene delante de mi auto, veo cuando ella sonríe y se acerca al hombre que se ha quitado el casco y baja de la motocicleta.

En lo que la chica está frente a él, le da un fuerte empujón, se ve furioso y le dice:

—¿Qué es lo que te he dicho?

—Mi amor, tranquilo no he hecho nada que te disguste.

—Claro que si maldita, te lo he dicho, no me llames al teléfono de la oficina, las llamadas a los empleados están prohibidas

—¿Te lo dije, o no te lo dije?...

—Por tu culpa maldita diabla me regañó mi jefe, me produce tanta rabia que me llamen la atención como si fuera un niño desobediente.

—Pero amor no es para tanto, no contestabas el móvil, y por eso te llamé, es urgente lo que tengo que decirte, si no hubiese sido así ten por seguro que no te llamo.

— ¿y qué carajos es tan urgente?

—Bueno, es que nos pidieron desocupación, tenemos que irnos del departamento en veinticuatro horas.

— ¿Y que hay con eso? — Ese no es mi problema, resuelve a donde ir, por mi parte ni me preocupo tengo mi familia, allá tu.

—¿Cómo me dices eso?

—¿Acaso no somos una pareja? — los problemas son de los dos, no puedes dejar que sola solucione.

—Lo lamento, pero te lo vuelvo a repetir; ese no es mi problema, así que no tengo nada que ver con eso.

—Aaaah claro, ahora no es tu problema, qué poco hombre has resultado ser, al mínimo inconveniente te lavas las manos, huyes como el propio cobarde.

—¿Y qué quieres que haga?

—¿Qué te compre un departamento? — No mujer, no tengo donde caerme muerto y pretendes que yo solucione. Además, como si merecieras que te ayude o te colabore en algo, no te imaginas el odio que siento por ti después que te deshiciste de mi hijo, porque estoy seguro que lo abortaste a propósito, no lo perdiste espontáneamente como me has hecho creer, por eso te odio, ¡mataste mi hijo! maldita negra y te aborrezco con todo mi corazón. Eso qué te está pasando es el karma, me hiciste daño, y se te devolvió, es más, me alegro que ya no tengas ni siquiera donde vivir. Yo sí estoy resuelto, me voy con mis padres nuevamente, pero y tú que no tienes a nadie en este mundo, ya que nadie te quiere, porque naciste mala, así serás que tu propia madre te abandonó al nacer y creciste en un hospicio, a diferencia que yo sí tengo quién me quiera.

Es que después de esta situación comencé a odiarte y no te soporto, me alegro que no tengas ni siquiera un techo para vivir, bueno, será bajo un puente como una mendiga. Eso es lo menos que te deseo y que te mereces. Ve de que manera resuelves.

Cuando ella levanta la mano para darle una bofetada, él, es más rápido y le da con el casco por la cabeza, del fuerte golpe la chica cae al suelo, y entonces comienza a sangrar por la herida abierta. No encuentro qué hacer, no puedo salir del auto para tratar de defenderla por mí condición de libertad bajo palabra y no me puedo ver envuelto en ningún tipo de conflicto, y menos si es callejero. Es así que lo único que he hecho es grabar toda la situación.

En eso veo cómo los guardias de seguridad del edificio se acercan a la muchacha para auxiliarla y arremeten contra el hombre lo inmovilizan y esposan, imagino que solo esperan a que llegue la policía.

........................

Nota de autor.

Hola hola... Espero estén bien.

Les invito a leer esta nueva y romántica historia deseando sea de su agrado y satisfaga su excelente gusto literario.

Sus like son muy importantes y motivadores para un autor. Así que sabré agradecer el gesto. Aaaah por cierto, prometo que a cada comentario daré una respuesta según sea el caso, ni uno solo dejará de tener la atención que merece.

Y recuerda:

«La lectura es cultura »

Marib Ríos .

Capítulo II —

Me llamo Gustavo Enrique Meléndez, tengo 33 años, soy bastante alto, de contextura fuerte, ni rubio ojos azules ni nada por el estilo, común y corriente, soltero y sin compromiso, y menos mal que no tengo compromisos, porque con la dura situación económica que tengo, ya se hubiesen muerto de hambre las personas que tuviese a mi cargo. Bueno, tristemente hace seis años en un accidente aéreo fallecieron mis padres y mis dos hermanas menores. Ha sido un duro golpe y una situación muy difícil de superar, duele, duele muchísimo, y aún duele mucho más ya que los cuerpos de los pasajeros no aparecieron jamás. Entre ellos los de mi familia, el avión cayó en el océano Pacífico, y obviamente con la velocidad que trae un avión termina hundiéndose en el acto. Imagínense, ni siquiera pude verlos después de su muerte, aunque claro, no van a revivir con eso, pero por lo menos a los dolientes le queda el consuelo. Sin embargo he ido saliendo poquito a poco de la tristeza que me embarga, aún así sigo manteniendo vivo su recuerdo en mi corazón, como dijo alguien por ahí:

"Mientras existan recuerdos, jamás habrá ausencias"

Actualmente vivo en la que era su casa, cuando ocurrió la tragedia vivía al otro extremo de la ciudad en mi pequeño pero cómodo departamento.

Mis padres poseían otras propiedades en el interior del país, las cuales quiero acondicionar para venderlas y así obtener los recursos necesarios para poder reabrir el taller mecánico qué hasta hace mas de un año fue tan próspero ya que trabajaba con la mayoría de aseguradoras del país y la verdad me iba muy, pero muy bien.

Hace unos meses atrás, y debido a que el contador desviaba recursos, quedé en números rojos, y para no declararme en quiebra, vendí todo, absolutamente todo para poder indemnizar la plantilla de trabajadores tales como, mecánicos latoneros, pintores y ayudantes. Obviamente la única opción fue cerrar, espero sea por un breve lapso de tiempo hasta que me pueda recuperar económicamente.

No obstante por lo pronto abriré un tallercito para reparar motos, y así ir levantándome poco a poco. Es que aparte de todo, debo tener un empleo ya que así lo establece, más bien lo exige la fiscalía. Así que cada vez que tenga que presentarme en los tribunales eso será tomado en consideración. Aunque claro, no tienen que exigirme nada, mucho menos trabajar, ya que desde muy pequeño mi padre me enseñó la importancia del trabajo con esfuerzo, disciplina, honestidad y sobre todo mucho amor en todo lo que se haga.

Mi máxima es, trabajo, trabajo, y más trabajo.

En fin, pero para la ley no debo estar, según ellos, de vago.

Estuve detenido todo lo más por averiguaciones, ya que "supuestamente" yo había colaborado con alguien a secuestrar a otro alguien al prestar mi moto Harley que fue la que usaron para cometer el delito.

¡Por Dios Santo! — ¿Pueden creerlo? .

Sin embargo, mi amigo de la infancia Jorge, movió cielo y tierra para sacarme de allí. Mientras tanto continúan las averiguaciones, aunque yo debería quedar libre de todo prontamente, porque para empezar no tengo moto, y menos de alto cilindraje. Nunca me he sentido atraído por éstas máquinas.

Aquella tarde, me encontraba en mi auto en las afueras del edificio para hablar con Jorge, que aparte de ser mi gran amigo, también en ésta ocasión será mi benefactor.

Mientras esperaba dentro del auto, sin querer fuí testigo ocular de la situación tan terrible que vivió una muchacha, y lo más frustrante es que no pude socorrerla del ataque de ése malvado loco que casi la mata del golpe tan fuerte que con el casco le propinó haciéndole una gran herida.

Aunque después me enteré que ella no quiso denunciar al hombre qué la había golpeado y había cometido violencia de género. Ese si debía ir preso de inmediato, ya que se nota que no era la primera vez que la golpeaba, así como las ofensas y el lenguaje soez que ese desgraciado usó con ella, o sea, maltrato verbal.

Qué hombre tan desgraciado, es que si no es por el problema que tengo, lo hubiese enfrentado asestandole unos cuantos golpes para que aprenda a respetar a una mujer. Aunque estoy claro qué violencia trae más violencia, pero un hombre como ése lo que se merece que le revienten todos los dientes para que aprenda a ser serio. Sin embargo, la chica hasta lo disculpó asumiendo la culpa, según, ella había provocado ésa situación, porque normalmente él no es así, él la ama y la adora, de hecho, la consiente muchísimo y que su proceder se debió ya qué había sido reprendido en su trabajo por la imprudencia suya al llamarlo a la oficina, sabiendo muy bien que no está permitido.

O sea, con sus palabras lo favoreció, pobre tonta, que triste hasta dónde pueden llegar algunas mujeres, a no respetarse, ni sentir amor propio, y dejarse abusar supuestamente en nombre del amor. Menos mal que no me me metí en ese problema.

En cuanto a mi vida sentimental, no me he enamorado nunca. Claro, como cualquier hombre he tenido mis aventuras amorosas, pero nada serio, supongo que algún día llegará el amor, aunque no lo busco, si va a llegar que llegue, la verdad no me hace falta, siento que como estoy viviendo en libertad, sin ataduras ni obligaciones es lo mejor.

Pero lo que si amo desesperadamente es mi trabajo como mecánico de autos, desde adolescente ha sido así. Mientras mis amigos se deleitaban viendo revistas porno, yo también lo hacía, eso sí, con las de mecánica automotriz, aprender todo lo relacionado en el ensamblaje, reparación, y mantenimiento de motores y vehículos en general, era lo que más me apasionaba. De hecho, y aunque mis padres deseaban qué estudiara medicina o derecho, yo me decidí y muy a pesar suyo, por la ingeniería en mecánica automotriz. Sin embargo ellos al ver mi tenaz determinación aceptaron mi decisión y me ofrecieron todo el apoyo necesario para culminar mi carrera.

Capítulo III.

En Río Bueno, un pequeño puerto pesquero de Jamaica, nació Kreisha Goodman, allí se hizo adulta luchando con las situaciones difíciles que le toca afrontar debido a la pobreza extrema en que vive. Comienza a trabajar llevando diariamente a muchas personas a recorrer su pueblo natal que cuenta con muchos sitios turísticos, es allí que conoce a un japonés de nombre Harakumi Nakamura se enamoran perdidamente, viven su romance por un tiempo, pero él tiene que regresar a su país, se marcha prometiendo regresar. Un mes después ella se entera de que está embarazada, aún así sigue esperando al amor de su vida. Dos meses después y viendo que su hombre no regresa, decide marcharse de Jamaica antes que su familia se entere de su estado y así evitarles la vergüenza por su situación.

En este país adónde migró, desempeña trabajos informales y mal remunerados. Transcurre el tiempo y sigue sufriendo por el amor de su vida mientras su embarazo es cada día más notorio, al estar en el sexto mes comienza a presentar problemas con la presión arterial, sin embargo es controlada con los medicamentos apropiados, pero dos días antes del parto fue ingresada de emergencia por presión alta, es normalizada y pudo dar a luz a una niña a quien llamó Mayahín, luego cayó en coma muriendo tres días después. Ni siquiera pudo conocer a su retoño.

De esa mujer valiente, aguerrida y si se quiere sufrida, nací hace veintitres años, heredé de su parte el color de piel oscura, es que soy negra, bueno, para no herir susceptibilidades ahora lo llaman afrodescendientes, sin embargo eso no me preocupa, si soy negra lo soy y me siento muy orgullosa de mis orígenes.

Soy alta, mi cabello es ondulado negro y largo, mis ojos son grandes de un colorcito medio raro, supuestamente ámbar, y su forma es redonda, si, así es, redonda. Mis compañeros se burlan y dicen que se parecen a los de los cómics japoneses «jajaja» Pero lo que no saben es que mi ascendencia paterna proviene precisamente del país del sol naciente.

Cuando mi madre murió y al no tener familia cercana fui llevada a los servicios sociales y de allí al hospicio donde crecí junto a otros niños abandonados o también huérfanos como yo. Así que mi vida transcurrió en ese lugar del cual, y a pesar de todo, guardo los mejores recuerdos de mi niñez. Realmente aparte de que nos atendieron desde bebés, también nos formaron desde preescolar hasta bachillerato.

Las monjas siempre demostraron amor por todos los niños del lugar.

Claro, había momentos en que tenían que aplicar correctivos cuando actuábamos de manera indisciplinada. Aún así en líneas generales, nos trataban bien. Muy bien, diría yo.

Crecimos con muchas carencias materiales de las cuales ni cuenta nos dábamos pues como nada habíamos tenido, pues obviamente nada extrañábamos, no obstante con valores que nos inculcaron como el respeto, la honestidad, sinceridad, responsabilidad y sobre todo humildad.

Desde muy niña me encantaba leer y lo hacía con frecuencia, aunque la biblioteca contaba con libros antiquísimos sin embargo fue allí dónde a los nueve años leí por primera vez El Principito de Antoine de Exupéry que dejó en mi grandes enseñanzas. También y desde que me enteré de mi procedencia, buscaba en los libros todo lo relacionado con Jamaica, y así aprendí a amar la tierra de la mujer que me trajo al mundo.

Aprendí desde pequeña a realizar labores como cocinar, lavar, planchar, coser, bordar y hasta tejer. Sin embargo en honor a la verdad esas labores no me llamaban la atención, lo mío era jugar con los varones, subir a los árboles, hacer volteretas, incluso lucha libre y boxeo, «jajaja» por supuesto eso no tenía nada de malo ya que ni las labores domésticas ni el deporte tienen género. Pero las monjas, ¡ay las monjas! sencillamente no lo entendían así y horrorizadas se persignaban, murmurando algo que me marcó por siempre:

¡Ave María Purísima con esta niña!

¿Dónde se ha visto? — Es que definitivamente esa niña parece que es «de un mundo raro», comentaban asombradas cuando me veían en esas actividades, sobre todo cuando cual tarzán, me colgaba de una cuerda y saltaba de un árbol a otro, entonces me llevaban arrastrada por una oreja hasta la habitación que compartía con otras niñas más. No me importaba nada, pero de lo que estaba segura de que oficios no haré.

Sor Teresa siempre decía que yo era una machorra, en aquellos momentos yo no entendía lo que quería decir, y seguía en lo que me gustaba que era andar detrás de todos los chicos, y el que se metía conmigo le daba un puñetazo así después me castigaran y tuviera que dormir sin cenar, eso me tenía sin cuidado, pero me daba a respetar.

Aunque todos esos conflictos eran momentáneos, después todo volvía a ser como siempre, paz y armonía.

Así fue transcurriendo el tiempo, cuando tenía casi quince años, conocí a un chico, era el hijo de don Alfredo quién nos proveía con frutas, hortalizas y verduras de su propia granja. Cuando llevaba toda su mercadería al hospicio su hijo solía ayudarlo. Su nombre era Alfonso, de cabello dorado como el sol, de piel muy blanca y mirada azul cielo, de hecho, recuerdo que cuando lo vi por primera vez me quedé impactada ya que siempre había visto ojos negros, marrones, bueno y los mios, pero ese color, jamás. Desde ese momento quedé cautivada con este chico tan hermoso. Cada vez que llegaba con su padre a llevarnos los alimentos que necesitábamos, lo espiaba desde un sitio estratégico de manera que no se diera cuenta, y así lo estuve haciendo por mucho tiempo hasta que ya no volvió más, solo iba su padre. No supe qué le pasó, lo que si sabía que algo dentro de mí que no sabía que era había despertado, y que con solo recordarlo me era suficiente para sentirme feliz.

Así pasó casi tres años. Un día, la madre superiora citó en su despacho a varios compañeros y a mi para decirnos que como ya estábamos próximos a cumplir dieciocho años, había llegado la hora que debíamos abandonar el hospicio y tratar de abrirnos paso lejos del cuidado y protección de las monjas. Sin embargo, no es que iremos a parar a la calle solos y desprotegidos a la intemperie, no señor, el estado proporciona a los bachilleres del hospicio viviendas estudiantiles cerca de la universidad dónde estén cursando carrera y una beca mensual que pueda cubrir un poco sus necesidades. Obviamente la condición es estar estudiando y mantener buen promedio de notas.

Sentí cómo si la tierra se abriera a mis pies.

¿Qué va a ser de mi sin todos ellos qué son mi familia, mi abrigo y mi protección?. —Por primera vez lloré con tristeza y desesperación, no quería irme de allí, traté de negociar con la madre superiora, que me dejara quedar y yo desempeñaría todos los quehaceres, y hasta cocinaría para todo el hospicio. Pero su respuesta fue un NO rotundo. Dijo que no debía quedarme allí, que tenía un futuro prometedor y debía ir en su búsqueda. Aún así yo no quería nada fuera de allí, y entonces, le propuse que me haría monja.

Sonrió tomando mis manos y mirando mis ojos me comenta:

—Gracias por querer quedarte aquí, eso demuestra que después de todo, durante este tiempo te hemos hecho feliz, la verdad que es muy satisfactorio saberlo. Sin embargo mi niña, mi negra hermosa, este no es el mundo que mereces ni el que yo quiero para ti, este es un mundo de enclaustramiento qué se acoge a una serie de reglas entre las cuales está el aislamiento total de la vida civil, y a ti no te ubico dentro de estas características, eres una mujer con mucha fuerza, con mucho coraje, con mucha valentía y energía. Así que olvídate que tu vida va a estar consagrada dentro de una orden religiosa, no te veo en una vida monástica.

Lloré y abracé a esta santa mujer qué por dieciocho años cuidó de mí, además sin saberlo me ha preparado para cuando tenga que continuar sola mi camino.

Con voz entrecortada solo atiné a decirle que sentía que mi luz era ella y todo este hermoso lugar, y que en adelante estaría en oscuridad y tenía miedo a lo que me esperaba fuera de allí.

Entonces con su tierna y dulce voz me dice:

—"No temas a nada, no olvides que solo nuestros miedos nos detienen" —Así que avanza con hidalguía.

Tanta nobleza hay en su alma. Yo sé que ella también está muy apesadumbrada por mí inminente partida, pero sé que no puede hacer nada. El estado obliga a los hospicios qué los adolescentes deben salir de allí a los dieciocho años para emprender nuevos rumbos, y además dejar espacio para otros niños sin padres y sin hogar.

Mima, que es como he llamado desde niña a la madre superiora, debido a que era la forma de avisar a mis compañeros cuando subían a los árboles o hacían algo indebido, entonces les gritaba:

¡¡Mima, Mima!!— y ellos entendían que mi madre superiora estaba muy cerca, y así se quedó eternamente... MIMA.

Pues bueno, ella siempre me ha querido de una manera muy especial. Un día le pregunté por qué ése amor desmedido conmigo, qué a veces pensaba que mi propia madre había reencarnado en ella.

En ése momento sonrió, pero una sonrisa muy triste, y me dijo algo que me conmovió.

Me contó que cuando era una joven de apenas dieciséis años, accidentalmente conoció a un hombre del cual se enamoró a primera vista, en aquellos tiempos las damas de la alta sociedad no debían ni podían tener amistades masculinas y menos salir solas, debían hacerlo siempre en compañía de sus nanas. Sin embargo, desobedeció y se arriesgó a verse con este hombre y así lo hizo durante un año, todas las tardes sentados en la banca de un parque y agarrados de la mano disfrutaba junto al hombre que había robado su corazón jurándose amor eterno.

Cuando sus padres se enteraron, se escandalizaron, pero lo que les causó asco y repulsión era que el hombre del que se había enamorado su hija, era negro, era Jamaiquino. Sin pensarlo dos veces de inmediato la enviaron al convento donde su tía era monja, nunca más vio a aquel hombre, aún así siempre la acompañó aquella tierna mirada y el calor que le proporcionaba el tibio contacto de su mano entrelazada con la suya.

Así transcurrieron los años, e irremediablemente se acostumbró a esta vida de lucha, de carencias y sobre todo de entrega para dar cariño, ternura y amor a tantos niños huérfanos y sin hogar. Cuando fue informada qué de los servicios sociales traerían al hospicio una bebé de tres meses, cuya madre oriunda de Jamaica había fallecido días después de dar a luz, sintió muchos sentimientos encontrados, y recordó con pesar al hombre que nunca en la vida había olvidado.

Me contó que el día que yo llegué, vio mi rostro negrito, e imagino que podría haber sido la hija de su amor prohibido. Por eso siempre ha sido tan especial conmigo, ya que dice que por mis venas corre la sangre jamaiquina como la de aquel hombre al que nunca olvidó.

En aquel momento y tras la confesión de ese secreto tan bello y hermoso que la madre superiora guardaba en su alma y en su corazón, la abracé, la besé y le agradecí por la confianza tan grande que había depositado en mi al hacerme partícipe y compartir conmigo sus tristes recuerdos.

Sentí tanta rabia y dolor por ella, y odio por esos padres de mal corazón que seguramente por su ideología racista le habían cambiado y torcido el camino y su destino sin importarles sus sentimientos.

¡Qué gente tan malvada, no entendieron que aunque la piel sea roja, blanca negra, amarilla o verde, ante los ojos de Dios todos somos iguales!

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