El sol iluminaba el enorme ventanal de la castillo, las sirvientas corrían las enormes cortinas mientras otras limpiaban el salón donde se había dado una lujosa fiesta, unas se quejaban y otras simulaban bailar recordando la música de la noche anterior.
No puedo creer que después de lo de anoche puedas estar bailando -- ¿No te da pena el señor? -- Le preguntaba molesta la doncella con las cortinas limpias en sus manos -- ¡No! -- Le respondió-- Esto de anoche a sucedido muchas veces, la señora bebe y luego se comporta como una cualquiera.
¡Cállate! -- Sí te escucha Madame Claudette te echará de la casa y te quedarás sin trabajo -- Le advirtió su amiga -- Ella sabe que digo la verdad, él señor sólo la soporta por que es un hombre de honor y tiene que estar casado con ella por diez años de acuerdo al contrato nupcial que firmó y que aprobaron sus padres. A tenido que soportar que al día siguiente ella lloré y le pida perdón por dejarse llevar por el alcohol, para mí que la señora está loca.
Grace, sí te escucha el mayordomo no te perdonará lo que acabas de decir -- Le advirtió Estela su mejor amiga en la casa que contaba con cincuenta y dos criados.
Para la doncella esa era la única razón para que la señora se comportará así con un esposo tan guapo como el Marqués. Lo que no sabía la muchacha era el fúnebre calvario que sufría el Marqués soportando por obligación a una mujer como Amelia.
El compromiso entre él y Amelia se había convenido desde que él era un adolescente y ella una pequeña niña de cinco años. Su unión traería riqueza y renombre a las dos familias, los Queins y los Breiton formarían una alianza fuerte y los haría más respetables en la sociedad inglesa.
Ya habían pasado seis largos años casados y no habían hijos, por que ella no podía tenerlos y ese secreto había sido sigilosamente guardado entre los Queins que tuvieron que impidir que su hija huyera con el atractivo entrenador de su yegua cuando era una adolescente y se convirtió en su amante.
Esa relación era imposible y para impedir que lo volviera intentar adelantaron la boda y Amelia se convirtió en la esposa del rico Marqués. Sólo que en su primera noche Amelia tomó de más y le confesó su aventura con el entrenador -- Yo no te quiero ni voy a quererte ¡nunca! Yo soy la mujer de un simple mozo de cuadra, ¡así le llama mi padre! -- Por tu culpa lo echaron y por tu culpa no lo volveré a ver -- Tambaleandose se acercó hasta él y le dijo: ¡Te odio!
La bella Amelia acababa de destrozar los sueños de un matrimonio feliz en la mente y el corazón del Marqués, quien la miraba ebria y se llenaba de desilusión ante las palabras de su esposa Amelia de Queins. Desde ese día su vida se torno gris y los sentimientos que guardo por la que sería su bella esposa calleron en la alfombra disipandose como el humo de una chimenea. Sólo quedó frío en el corazón de un hombre que espero disfrutar del calor de la que se suponía sería su virgen y bella mujer.
Esa noche durmió sólo y aunque dos noches después Amelia fue su mujer lo que él sintió una vez por ella murió el día de la boda. De ese horrible día quedaron los recuerdos y empezaron los problemas entre los dos. Una noche en una reunión Amelia coqueteaba con un amigo del Marqués un viejo zorro que disfrutaba de las jovencitas y Amelia se colocaba en la dirección del barón y sin importarle lo que su esposo pensara le fue infiel en un rincón del salón donde se hallaban las pinturas de artistas famosos que coleccionaba el Marqués.
Una invitación de Amelia para el barón dejó ver sus intenciones al hombre y a su esposo -- No pudiste hacerlo en otro lugar, ¿Por que tenías que hacerlo en mi casa? -- Le reprochaba furioso con el descaro de su mujer --¿Celos Marqués? -- Creí que no le importaba, podemos compensar eso -- El cinismo en sus palabras le provocaba asco y observando la risa burlona que se dibujaba en su rostro salió del salón para no oírla reírse de él.
¿Debía soportar y callar o mandarla lejos de él? -- Las preguntas se quedaban en su cabeza y no llegaba la respuesta ya que Amelia era la sobrina del rey, y eso le impedía un divorcio y lo obligaba a soportar a Amelia por al menos diez años.
Así fue como el alegre Marqués perdió su sonrisa y como con cada aventura de su esposa perdió el brillo en sus ojos y su alegría. Sólo pensaba en estar fuera de su casa y regresar cuando Amelia saliera con su madre o con sus amigas de viaje. Era una locura siempre que coincidían por que ambos evitaban estar juntos en una misma habitación, pero cuando el rey los invitaba tenía que poner su mejor careta y fingir amor dónde sólo había desprecio.
Hoy tendremos mucha suerte --¡Tú dormirás conmigo! -- El rey lo ordenó -- Me tendrás en tu cama -- Decía Amelia mientras caminaba con él rumbo a la habitación -- Prefiero dormir a la interperie Amelia que compartir tu cama -- Dijo y soltando su brazo se marchó dejándola frente a la puerta de la habitación que habían asignado para los dos.
La orden del rey había sido: ¡Juntense y dennos un retoño -- Lo que el rey no sabía era que Amelia era estéril y que Francis no la soportaba cerca.
Pero Amelia necesitaba un hijo y lo necesitaba pronto. Pensando cómo halló una solución -- Tú me debes mucho a mí, , por mí tu madre vive y tu hermano tiene un trabajo seguro --¡Es hora de pagar!
¿Pagar? -- No entiendo señora -- ¡Necesito un hijo! -- Dijo Amelia -- ¿Un hijo? Sigo sin entender -- La muchacha no lograba entender que era lo que quería la señora hasta que ella se lo dejó claro -- Quiero que te acuestes con el Marqués y me des un heredero o sino tu hermano irá a la horca -- La mirada amenazante de la esposa del Marqués la dejó helada del miedo, ella hablaba en serio, o se acostaba con el Marqués y se embarazaba o toda su familia sufría al no hacerlo.
Ella nunca había visto al Marqués en persona, su trabajo estaba en la casa de los padres de la señora y de la cocina nunca había salido más que para leer en los campos y aprender cosas nuevas y para a través de los libros soñar con el amor. No le quedo más que aceptar y marcharse con la señora con el fin de convertirse en su dama de honor, algo que a su madre no le gustó y rogando por ella la dejó irse con dolor en su corazón.
Al llegar esa noche a la mansión Amelia le dijo a su marido que le tenía una sorpresa esperándolo en su habitación, para el Marqués Amelia algo tramaba -- ¿Que pretendes Amelia? Si no me lo dices dormiré en cualquiera de las habitaciones de esta casa ¡hay muchas vacías! -- ¿Que me espera en mi habitación? -- El Marqués estaba molesto y si ella no hablaba él no iría.
El rey nos pidió un heredero y yo no puedo tenerlo, pero sé quién sí y la traje conmigo, ella nos dará lo que el rey nos pide -- ¿Te volviste loca Amelia? ¿Pretendes realmente que yo me acueste con una desconocida que puede haber estado con cientos de hombres? -- ¡Es virgen! Nadie la a tocado nunca ¡Tú serás el primero! Y durante el tiempo que sea necesario será tu mujer hasta que quede embarazada de ti.
Estas loca si crees que tomaré a una niña por mujer para complacerte en tu -- ¡Es una mujer! tiene ya veintitrés años y no se a casado aún porque compre su libertad y la de su madre -- ¡Me deben lealtad! Así que puedes tomarla y darme el hijo que su majestad desea de nosotros para que lo presente en la corte y si no lo haces Francisn yo le diré al rey que tú no quieres tener un hijo y veremos quién gana.
Enojado con Amelia e indignado por lo que le obligaba a hacer, se marchó a su habitación para de forma rápida terminar con eso.
Al entrar la luz de la luna reflejó la silueta de una hermosa mujer que al sentirlo volteo a mirar y el hombre que la miraba sorprendido con la belleza de la joven se había quedado mudo, sólo la miraba anonadado con la idea de que sería con ella con quien debía engendrar al hijo ordenado por el rey.
Yo, señorita si usted no-- Podríamos, ah -- Por un instante la idea de obligar a la bella muchacha no le gustó y a la vez la idea de hacerla su mujer le gustaba en especial que no la veía nerviosa si no dispuesta y que al verlo sintió atraerle.
Sus miradas se cruzaron y sin palabras el Marqués se acercó suavemente y la hermosa mujer se le entrego en un beso.
Un beso que arrancó suspiros y que los hacía temblar, nunca se habían visto pero las caricias que se daban hicieron que quedara de lado ese detalle y sin pensar que lo que hacían tenía connotación de compromiso se dejaron llevar y suavemente el Marqués se llevó dulcemente su virtud disfrutando grandemente de amar a esa preciosa mujer.
Se suponía que debían repetir ese momento en otra ocasión para garantizar el embarazo algo que dos días después se debia dar. La noche llegó y el Marqués esperaba ansioso la llegada de la preciosa mujer con la que había dormido con el fin de tener un bebé.
Al tocar la puerta de su habitación él abrió ansioso encontrándose a la muchacha aún más bella que la primera vez y tomandola de su mano tiernamente le dijo: ¡Te esperaba Diana! -- A lo que ella le respondió: Yo también quería verlo -- Al escucharla el Marqués sonrió y le pidio: Llámame por mí nombre y cuando nos amemos repitelo ¡Francis!
¡Lo haré! -- Será maravilloso para mí ser tu mujer y que me ames de nuevo ¡Francis!
Al oír lo que ella había dicho no había duda para él de que esa noche se desbordarian en el vientre de esa bella mujer miles de flores llenas de vida, de pasión y deseos de sentir y dar amor.
Mis manos recorrían su piel como si por sí solas tuvieran vida y disfrutaban mis labios de recorrer su espalda mientras en mi memoria guardaba cada detalle del olor y sabor de su piel. Cada rincón de su cuerpo se grababa en mi memoria y mis labios los querían probar todos -- Estaba en un éxtasis en medio de sus piernas, no quería salir de su valle ni dejar de oir sus latidos, me sentía volar mientras mi aliento me faltaba y mis ganas de ella aumentaban cada segundo, entre más me llegaba a ella, más deseos se apoderaban de mí. Nuestra primera vez dejó mi alma sedienta y ahora saciando mi sed mis ganas aumentaban de seguir probando su miel. ¿Cómo podría hacer para verme más con ella sin que Amelia fiscalizara lo que pasaba entre nosotros.
Diana, aún no le digas a Amelia que crees estar embarazada, dile que dudas, que he sido frío y que temes no embarazarte si no iintentas relajarme -- Perdona que te pida que mientas pero si no Amelia impedirá que vuelva a sentirte y puede llevarte lejos de mí y -- Diana, en mi vida me había sentido así con una mujer, y creo que te ha hecho sentir mujer ¿Verdad? Dime Diana ¿Te a gustado estar conmigo? -- Francis deseaba escuchar que le había gustado que él la amara y que deseaba volver a estar con él como deseaba estar con ella.
La respuesta de Diana fue algo que Francis nos espero, Diana entró bajo las sábanas y llevo a Francis a sentir un éxtasis mayor que lo llevo a volver a amar a Diana, él no imagino que pudiera hacerlo tres veces con la misma mujer y mucho menos llegar con ella al clímax las mismas veces que se amaron.
Diana yo no voy a renunciar a esto, ¡me enloqueces! Si deseaba amarte otra vez después de llevarme tu virtud, mi hermosa Diana moriré si no te vuelvo a hacer mía -- ¡Miente por los dos! y déjame disfrutar de tus delicias y morir en tus brazos cada noche que podamos amarnos -- Prometo que te llevaré a las nubes y desearas no salir de mis sábanas cada vez que estemos juntos -- La promesa de Francis se había hecho vida ya en la piel y el corazón de Diana.
Francis era todo un caballero y un hombre tan intenso al amar que no podía creer que fuera el mismo hombre del que hablaba Amelia, ella decía que el Marqués era frío y tosco sin ninguna ternura al amar, que era torpe y egoísta que sólo quería satisfacerse y acabar, pero con ella era todo lo contrario, él era tierno suave y paciente, intenso y apasionado al amar.
Su forma de hacerla mujer la enloquecia y la hacía sentirse totalmente poseída por él y sus ganas se duplicaban cada vez que lo sentía dentro de ella, cada vez que sus manos tomaban sus caderas ella sentía llegar a un clímax inexplicable y solo deseaba sentirlo un poco más.
No sabía si eso era lo correcto al estar con un hombre casado, sólo sabía que lo que sentía merecía dejarlo llevar sin ningún límite hasta que él sintiera lo mismo. Esa noche de locura y pasión pactaron engañar a Amelia para poder estar juntos un poco más.
A la mañana siguiente el rostro de Diana se veía cansado y un poco triste, ella no era buena mintiendo y pensaba que la señora lo intuiria y la obligaria a decirle la verdad. Diana queria seguir viendose con el Marqués.
Amelia al verla pensó que Francis la había tratado mal y sin decirle una palabra a Diana se fue en busca de Francis que estaba en la biblioteca revisando unos papales. Golpeando la mesa para captar su atendió le dijo: ¿Cómo pudiste? ¡Tratarla mal! Diana es una buena chica y hace lo que puede soportando que te pongas sobre ella, pero que ni siquiera intentes embarazarla --¡Es increíble! Muchos hombres harían fila esperando su turno ¡por horas! para dormir con Diana y tú no valoras lo que hace por nosotros -- Soportarte es demasiado para mí, pero esto es un capricho ¡es una orden del rey! -- ¡Embarazala! -- Yo me iré por dos semanas Francis y cuando vuelva, ¡espero que ese bebé ya este aquí! -- Furiosa dio media vuelta tirando unos papeles al piso, Francis los recogió dándole la espalda a Amelia, llevaba una sonrisa de oreja a oreja que no podía ocultar y que no quería que Amelia viera, una idea cruzó por su cabeza y volviéndose le dijo en alta
voz a su esposa: ¡Amelia! Yo no me siento agusto haciéndolo aquí -- Me la llevaré al campo donde me sienta más cómodo. Francis jugaba la carta de sentirse obligado e incómodo al hacerlo, así que arrugando la nariz en señal de fastidio Amelia le respondió: Has lo que te venga en gana con ella sólo procura que se embarace.
La petición de Amelia fue recibida con un gesto de mala gana de parte de Francis cuando en realidad estaba feliz por dentro y ya había planeado a donde pasaría con Diana esas dos semanas y no se preocuparía por el embarazo estaba seguro de que Diana ya estaba embarazada y que podría no ser sólo un bebé.
Por la puerta salió Amelia muy temprano en la mañana y por la tarde el Marqués muy serio con la muchacha. Los del servicio los vieron marcharse a los dos en el auto y Estela exclamó: ¡Pobre muchacha!
Tienes razón Estela -- Dijo el mayordomo -- ¡Pobre muchacha! Todos se imaginaban el suplicio que tendría que soportar la muchacha al dejarse embarazar por el frío Marqués y lo difícil que le sería lograrlo sin disfrute alguno.
Esa pobre mujer tendrá que soportar el mal genio del Marqués y encima tolerarle que la tome como mujer como un semental -- ¡Pobre niña! A la cocinera Diana le había agrandado mucho y sentía que una dulce muchacha como ella no merecía sufrir de esa manera y con esos pensamientos, más le desagradaba la señora Amelia por obligar a la muchacha a convertirse en madre por que ella no podía o no quería tener uno.
Amelia viajaba con su madre y una amiga, les había dicho que se sentía muy maternal últimamente y que quería ir de compras para comprar la ropa de bebé más tierna que pudiera encontrar. Su amiga la felicitaba por el hecho de convertirse en mamá-- ¡Serás una madre única! Eres tan dulce que el Marqués debe estar orgulloso del fruto de su amor amiga, el rey va a estar feliz con la idea de que tendrán por fin un bebé.
La madre de Amelia sonreía fingiendo felicidad cuando sabía que Amelia era estéril gracias a un aborto que la obligaron a hacerse al quedar embarazada del entrenador de la yegua que tenía Amelia en su adolescencia.
La madre de Diana sabía del plan y fingiria cuidar de su hija por el posible embarazo mientras el Marqués embarazaba a la sirvienta de su casa.
Las mentiras acompañaban a Amelia mientras Francis disfrutaba de la libertad con Diana.
El campo es perfecto para amarse Diana, un lugar soñado para besarte y acariciarte sin que nadie me lo impida o me mire mal al hacerlo. Estoy disfrutando de la luna de miel que nunca tuve, con la mujer que deseo y que me hace sentir que estoy vivo y que tengo sangre en mis venas. Una sangre que hierve cuando te siento cerca y cuando me tocas me haces enloquecer, cuando me besas sólo deseo dejarme caer en la hierba contigo y provocarte hasta que me pidas que te ame. ¡Soy tan feliz contigo Diana! ¡Tan feliz!
Los besos de los amantes no eran apresurados ni detenidos por el tiempo o por la sombra de Amelia, ellos eran libres de amarse y de sentirse a su antojo, algo que Francis no había sentido nunca y con cada día al lado de Diana se sentía más enamorado de la bella chica.
Su dulzura lo envolvía y lo hacía desear cuidarla y protegerla y su intensidad y pasión lo volvían adicto al sabor de esa mujer -- De la madre de su hijo.
El regreso debía darse antes de que Amelia volviera y debían fingir que todo había sido por el fin del embarazo -- El Marqués halló la forma de verse con Diana en el castillo, le asignó una habitación que tenía detrás de una alfombra persa una puerta hacía un pasadizo que al entrar en él lo conectaria con la habitación donde estaría Diana y nadie más que ellos dos sabrían del secreto de amor que los uniría.
El pasadizo ocultaba más de un beso y miles de promesas de amor, Diana esperaba que llegara la noche cuando todos ya dormían para verse con Francis. Al principio los unía sólo la piel y siempre después de un beso las manos hacían su magia invitandolos al amor, pero después conforme los días pasaban ya se hacían tanta falta que sólo verse era una necesidad.
Ya habían pasado dos meses y era hora para Amelia de anunciarle al rey "su embarazo" -- Su Alteza tengo el honor de informarle que su deseo a sido cumplido, ¡estoy esperando un hijo del Marqués! -- ¡Por fin! Ya sospechaba que había un problema con el Marqués, porque en nuestra familia siempre han sido de muchos herederos, ¡ahí tienes a tu hermano como ejemplo! Ya tiene cuatro vástagos, mi sobrino me enorgullece y sólo faltabas tú -- ¡Me alegro que ese bebé ya este en camino! Y espero que sea el heredero -- Dijo sonriente -- Yo también su Alteza -- Respondió Amelia.
El anuncio ya estaba hecho y el secreto ahora debía ser bien manejado. Diana fue ocultada en el castillo y sólo dos personas más que el doctor sabrían del embarazo de Diana.
--¿Cómo está el bebé doctor? ¿Va bien su desarrollo? ¿Será un niño sano? -- Amelia estaba preocupada por el bebé y soñaba que fuera un varón así que el bebé debía nacer fuerte y sano para poder mostrarlo al rey.
No deberías preocuparte Amelia le haría daño al "bebé" -- Dijo Francis-- ¡No te sienta bien lo chistoso! -- Le dijo Amelia. Crees que es divertido para mí verme obesa con esta barriga falsa -- ¡Estoy deseando que nazca ya para quitarmela y poder usar los vestidos que me compré en París.
Para Amelia el embarazo fingido la tenía hastiada y aún le faltaban tres meses más, sentía explotar como si estuviera viviendo los cambios hormonales del embarazo cuando lo único que deseaba era quitarse de encima a sus "amigas" que le pedían tocar su pancita y sentir al bebé, optó por recluirse en el castillo argumentando necesitar descanso para no ser descubierta y siendo una mujer que amaba viajar y salir con su madre a reuniones de sociedad el encierro la tenía al borde de los nervios.
El doctor que veía el embarazo de Diana le había recetado algo para dormir y eso la hacía dormir por horas haciendo que la tortura del embarazo falso se le hiciera menos pesado.
Mientras ella dormía Francis se iba ha ver a Diana y a su bebé, a él le apasionaba sentirlo moverse -- Sabes algo Diana, cuando no te veo siento que el mundo se detiene, pero cuando estoy junto a ti el tiempo parece corrrer demasiado a rápido, eres mi antes y mi después mi principio y mi fin -- ¡Te amo Diana! ¡Y cada día te amo más! -- Francis amaba mucho a la madre de su hijo y disfrutaba recostarse a su lado y besar a Diana mientras acariciaba la barriguita de su mujer.
En el castillo estaba prohibido hablar de Diana o del bebé y mucho menos del embarazo falso de la señora, todo era un secreto innombrable y si alguien decía algo, ese sería despedido sin un centavo.
Llegando la fecha del parto Diana empezó su labor de parto, el doctor y una enfermera se harían cargo -- En el momento esperado Diana pujo fuerte y el heredero nació, Amelia lo celebraba cuando de pronto otro llanto se escuchó, una niña nacía igual a su pequeño hermano y de pronto un tercer bebé -- un varón.
Esa la razón por la que el eco uterino era tan fuerte-- Jejeje -- Dijo muy divertido el doctor.
¡No le veo la gracia! -- Dijo Amelia ¿Que vamos a hacer con los otros dos? Yo propongo que los demos en adopción -- ¡En adopción! -- Dijo Francis -- ¿Te volviste loca Amelia? ¡Son mis hijos! -- Le reprocho el Marqués -- ¡Yo la compre! por lo tanto su fruto es mío, y yo dijo que serán puestos en adopción -- ¡Sobre mi cadáver Amelia! -- Dijo muy molesto -- ¡Mis hijos no salen de esta casa! -- Afirmó Francis
¡Yo mando sobre ella y ella me obedecera a mí! -- Amelia gritó y los pequeños empezaron a llorar al oírla.
Te diré una sola cosa Amelia -- Le dijo muy enojado Francis-- Primero sales tú de esta casa, pero a mis hijos no los mueves de aquí, ¡ni tú ni nadie! -- Y para tu información Amelia, los tres serán educados por su madre y tú sólo tocarás a uno para enseñarselo ¡conmigo! al rey, tú no lo tocaras por que ¡no es tuyo! Francis se veía furioso y si Amelia decía una palabra más Francis la sacaría de la habitación.
Enojada miró a Diana y con ojos amenazantes le advertía que hablarían luego y esa mirada fue el acabose para el Marqués, le quito al bebé y lo puso en manos de la enfermera y tomando a Amelia del brazo la arrastró lejos de la habitación dónde no pudieran escucharlo, deteniendose puso a Amelia contra la pared y le dijo: Fue ¡tu idea! la de traer a Diana al castillo, fue ¡tu idea! ponerla en mi habitación con una provocativa bata, fue ¡tu idea! que yo la embarazara y fue ¡tu idea! ocultarla aquí, ahora te diré cual es mi idea -- Me voy a quedar con ella y dormiré con mi mujer las veces que me de la gana, después de que se recupere ella tendrá un lugar en esta casa y la que se quedara como invitada en esta casa ¡serás tú! Y al primer reproche o desplante Amelia ¡se lo contaré todo al rey! -- Tú decidiste engañarlo y mentirle a todos sobre tu embarazo, pues escucha bien , amo a Diana y si tú la tocas o la haces llorar Amelia yo haré que te pese ¡y mucho! -- ¡Quedas advertida!-- Quieres quedarte aquí-- ¡Finge! que para mentir eres buena.
El Marqués dejó a Amelia a punto de desmayarse , ella jamás había visto a Francis así y mucho menos imaginó que él se enamoraria de su sirvienta, la amenaza que le hizo y su advertencia la colocaba en segundo lugar y a Diana como la señora de la casa y la madre de sus hijos.
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