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SOBRE LA MOTOCICLETA

Uno En Un Millón

Los problemas económicos normalmente afectan a todo el mundo, pero hace unos meses yo era de aquellos a los que no les afectaban para nada, mi Padre tenía un negocio lo suficientemente bueno como para satisfacer cada necesidad, capricho o deseo que tuviéramos yo o mi hermano mayor, pero ahora nuestra realidad es muy distinta. Papá hizo un muy mal negocio, el cual nos dejó sin nada en los bolsillos, perdimos la casa, el auto de Papá y el de mi hermano, entre muchas cosas más, las cuales desaparecieron para intentar saldar la deuda con el banco.

Después de un tiempo Papá encontró un trabajo (no tan bueno como el anterior) en el cual le ofrecían un lugar donde quedarse mientras descansaba, el problema, es que ni yo ni mi hermano Peter podíamos quedarnos con él, y Papá buscó trabajo por todos los lugares posibles, rechazar aquel empleo no era una opción.

Ese problema es justo el que estoy enfrentando es este momento, mientras Papá conduce el auto (prestado por un amigo) y mi hermano no deja de expresar furia y enfado en su rostro, yo solo dejo que mis pensamientos me llenen la mente y me alejen de todos estos problemas.

Los árboles que logro ver por la ventana de mi asiento me hacen expresar una muy débil pero cómoda sonrisa, mis ojos brillan al ver tanta naturaleza junta, de la gran ciudad a la vieja casa de mis abuelos hay una muy estrecha diferencia.

Mi Madre murió cuando yo tenía apenas unos 3 años, Peter tenía 4 pero tiene los mismos borrosos y escasos recuerdos de ella, una enfermedad se la llevó sin que yo pudiera conocerla, sería lindo haber crecido con ella, decirle mis problemas o dudas, que me ayudara con la tarea o me aconsejara la primera vez que me enamorara, pero eso jamás va a suceder, lo único que queda de ella son un par de fotos, algo de ropa y obviamente, su esencia en la casa en la que ella vivió durante casi toda su infancia. Es allí a donde Papá me lleva a mí y a Peter justo ahora, ninguna institución puede saber que él dejará a dos menores de edad viviendo solos, pero solo serán por dos meses mínimo, ya que Peter está a esa cantidad de días para cumplir los 18 años, y ante la ley se podría decir que hay un adulto en casa.

Papá no tiene otra opción que dejarnos solos, aún que realmente no le veo que esté muy afectado con aquello, no dudó ningún momento en escoger esta opción y aún más, creo que se siente aliviado de librarse de nosotros por al menos un par de meses.

– ¿Es mucho lo que falta? Ya estoy harto de estar sentado – Dejo mis pensamientos a un lado, y escucho la voz frustrada de Peter, comienzo a creer que desde que comenzaron a aparecer las casas algo viejas, su enfado aumentó de nivel.

– Ya casi – Le responde Papá, luego ambos se quedan en silencio y no dicen nada más, yo cierro mis ojos ya que comienzo a sentirme mareado por estar tanto tiempo viajando, unos diez minutos después Papá detiene el auto y nos indica que hemos llegado a nuestra nueva (vieja) casa.

Levanto la mirada para ver el lugar, el cual no está para nada mal, la casa no es pequeña pero tampoco es tan grande, es de ladrillos color rojo algo gastados por el tiempo, tiene un segundo piso pero solo hay una habitación allí, hay unos cuatro escalones en la entrada y toda el area está rodeada de árboles gigantescos. Me bajo del auto mientras Peter y Papá continúan peleando, pero al igual que yo, él tiene que quedarse en esta casa aun cuando no le agrade para nada este lugar.

Saco mi bolso con mi ropa del maletero, lo ubico en mi hombro mientras tomo mi mochila que tiene algunas de mis cosas que logré salvar, levanto mi mirada para despedirme de Papá, pero él ni siquiera nota mi presencia.

– ¡Papá, adiós! – le grito, él asiente rápidamente y luego vuelve a insistir en aquella pelea boba con Peter, rodeo la mirada frustrado y camino hacia dentro de la casa.

Todo está relativamente limpio ya que mi Padre vino hace un par de días a limpiar todo, admiro el amplio comedor y la cocina, todos los muebles y artefactos son algo viejos pero se ven tan cuidados que no parecen estar dañados. Mis ojos se encuentran con la escalera que va hasta el segundo piso de la casa, al mismo tiempo escucho como suena el motor del auto que conducía Papá, al parecer ya se ha marchado.

Camino hasta la escalera y recuerdo que la habitación que Mamá usaba era justo la que está arriba, comienzo a subir pero Peter me hace sobresaltar cuando aparece a mi lado de forma sorpresiva.

– Lo siento, pero la habitación de arriba es mía – dice con algo de sarcasmo y pesadez en su tono de voz, veo como su corta cabellera desaparece al momento que él sigue subiendo las escaleras y cierra la puerta del cuarto.

– De acuerdo – susurro cuando estoy a solas en la mitad de las escaleras. Camino hacia abajo y me voy hasta el cuarto que está al final de la casa, supongo que me quedaré con la habitación de mis abuelos. Dejo mis cosas caer en el suelo y me lanzo de espaldas a la cama.

La habitación es de un color café bastante oscuro, solo hay una cama, un closet escondido en la pared y un velador el cual no tiene nada adentro, supongo que mis abuelos antes de irse a vivir a la ciudad hace cinco años se llevaron todo lo que quedaba aquí. También tiene una ventana con un marco color blanco, la cual da directamente con el jardín.

Mientras pasa el día, trato de acostumbrarme a la casa, principalmente a mi cuarto y a la cocina, pero cuando llega la hora de dormir, agradezco que aún tengo mis luces de colores que logré sacar de mi cuarto anterior ya que no encuentro ninguna lámpara por ningún lugar. Mis luces son 20 estrellas de más o menos 5 centímetros de largo y ancho, funcionan con baterías y cuando las enciendo iluminan el cuarto, aquello me agrada ya que me da la sensación de que estoy en casa.

Busco mi teléfono el cual no he usado en todo el día, agrego alarma ya que debo levantarme temprano mañana para ir al Colegio, estoy en penúltimo año y mi hermano en último. Escojo cualquier sonido para la alarma y dejo que las frazadas de la cama me abrasen para descansar, duermo de forma tan cómoda, que no me doy ni cuenta cuando mi móvil comienza a sonar indicándome que ya es hora de levantarme.

Me doy un rápida ducha y busco ropa dentro de mi bolso, me visto como siempre lo hago, un jeans casual y como veo que hace algo de frío, me pongo una remera manga larga y un chaleco color azul claro. Dejo caer un gorro de lana en mi cabeza y salgo para ver si Peter está listo para irse, pero cuando me doy cuenta de que no está en ningún lugar, llego a la conclusión de que se ha ido sin mí, aquello no me sorprende, en el antiguo Colegio el hacía lo mismo, pero ahora que era el primer día de clases para ambos pensé que algo sería diferente, supongo que me he equivocado, todo será completamente igual, solo que ahora estoy mucho más solo que antes.

Cierro con llave la casa y comienzo a caminar hacia el Colegio, recuerdo que Papá lo señaló mientras viajábamos así que creo recordar en donde quedaba, doy pasos lentos ya que no estoy atrasado, respiro aire fresco y veo como algunas hojas de los árboles caen despreocupadamente hacia el suelo, aquello me distrae pero pasa a segundo plano casi de forma inmediata cuando un chico en motocicleta pasa por mi lado a toda velocidad, una mancha negra que viene de la motocicleta y su chaqueta se hace pequeña cuando él desaparece, yo continúo caminando hasta que finalmente logro llegar al Colegio. Supongo que el no haberme perdido es un nuevo logro.

Camino por los pasillos mientras veo el mismo ambiente que veía en mi antiguo Colegio: chicos pegados a su teléfono, algunos charlando y riendo a todo pulmón. Casi lo mismo que siempre se ve en todos los Colegios del mundo, yo soy de aquellos que caminan de forma solitaria y que pasan desapercibidos por todos.

Busco con la mirada mi salón, recuerdo haber visto la información esta mañana y estoy casi seguro de que me toca clases en el aula 22, espero no equivocarme.

Lo primero que veo al entrar son unos 4 o 5 chicos sentados y esperando que la clase comience, la profesa está sentada en su escritorio bebiendo té en una tasa y mirando su computadora portátil, me acerco a ella para preguntarle si estoy en su clase, a lo cual ella me responde de forma positiva y me sonríe con amabilidad mientras me indica una silla vacía al final del salón en la que puedo sentarme. Me quedo allí a solas, y así transcurre casi toda la semana. Me voy al Colegio y pasó casi todo el día allí hasta que llega la tarde y camino de regreso a casa, todo eso lo hago de forma solitaria.

Cuando es jueves por la noche y casi no me queda dinero, pienso que los diez dólares que Papá me envía a la semana no me alcanzan para casi nada, ni tampoco a Franco, y aun que para él no es una opción, yo decido trabajar.

Y justo tengo algo de suerte el viernes por la mañana, en el mural del Colegio donde ponen anuncios y esas cosas, hay una lista con varios lugares en los que puedo trabajar siendo menor de edad pero teniendo la autorización de mi Padre.

Miro la lista. ¿Limpiar baños? No gracias, ¿Cuidar perros? Aquello creo que funcionaría, pero no es mucho el dinero que pagan, ¡Tal vez cuidar bebes!... Oh, acabo de notar que solo permiten que chicas trabajen en aquello, entonces... solo me queda trabajar en un restaurant de comida rápida en el centro de la ciudad, creo que aquello podría servir.

Voy a la oficina principal del Colegio y les pido la hoja que necesita firmar Papá, la secretaria me la imprime y me la entrega junto con la información de a donde debo ir y con quien tengo que hablar. Salgo del Colegio y camino hasta el centro de la ciudad, cuando llego empujo la puerta del lugar y una pequeña campana color amarillo suelta un sonido cuando entro, veo que el lugar está rodeado de personas esperando su comida o algunas salen por mi lado y en sus manos llevan bolsas de color amarillo.

Me acerco a uno de los chicos que atiende el lugar y le pregunto por alguien a quien estoy buscando, él me responde de forma muy rápida que puedo encontrar a quien busco justo al final del lugar. Asiento de forma de agradecimiento y busco al tal Scott, que es quien recibe a los chicos nuevos que quieren trabajar, o al menos eso es lo que me dijo la secretaria del Colegio.

Encuentro a un hombre algo maduro, de unos 30 o 35 años, de piel bronceada y con anteojos color negro, creo que es él.

– Hey, ¿Usted es Scott? – pregunto para asegurarme, el hombre levanta la mirada y asiente.

– Sí, soy yo – Responde – ¿Qué necesitas?

– Sabe, estoy buscando empleo y en mi Colegio estaba el anuncio de que tienen convenios con este lugar, y aquí estoy – Suelto nervioso.

– Pues verás, creo que ya he contratado a bastantes chicos y estoy lo suficientemente lleno de empleados para cubrir lo que se necesita hacer.

– ¿De verdad? – pregunto sorprendido, mientras que rodeo la mirada para ver como el lugar se sigue llenando de personas y el pobre chico que hablé hace un rato está exhausto.

– Bien – responde él resignado – Pero necesito el permiso de uno de tus Padres.

– Oh aquí lo tengo – saco de mi mochila mi carpeta y le entrego el documento que me ha pedido, él me lo recibe y lo mira de forma dudosa, solo espero que no sospeche que la firma en realidad no es de mi Padre si no mía.

– Creo que está todo bien – sonrío aliviado cuando escucho aquello – Vas a trabajar lunes, miércoles y viernes, dime ¿Sales del Colegio a las 6:00 pm, cierto? – Yo asiento como respuesta – Bien, tú turno será de 6:20 pm hasta las 12:00 de la noche, ¿Está bien así?

– Claro, no hay problema – De todos modos casi siempre me duermo a las 1 de la mañana, será como trabajar mientras duermo... creo.

– Solo para que estés preparado, ve hasta adentro y busca a Lidya, es de cabello castaño y creo que hoy va vestida con una remera color pastel. Pídele que te enseñe lo necesario – Vuelvo a asentir y luego Scott solo sonríe y me dice que el lunes cuando aparezca para trabajar, tendré que firmar el contrato y todo eso.

Yo con mucha desconfianza en mí mismo, comienzo a buscar a la chica que Scott me ha nombrado, los chicos que atienen el mesón están tan distraídos que no se percatan que he entrado a la cocina, solo espero que no crean que estoy robando o algo así.

Unos tres chicos pasan por mi lado, vestidos con un delantal color rojo que llevan puesto en la cintura y cae hasta un poco más arriba de la altura que tienen las rodillas. En la freidora de patatas hay una chica de cabello castaño y con una remera del color que Scotty señaló, decidido camino hasta ella y la saludo.

– Hey hola, ¿Eres Lidya? – ella levanta la mirada.

– Si, ¿Tú eres? – cuando la veo con claridad, noto que a la chica la conozco de algún lugar, es algo sumamente obvio que la he visto en el Colegio, pero... creo que es de mi salón, aunque no estoy seguro.

– Soy Derek– respondo – Scott me dijo que te buscara porque me podrías enseñar las cosas del lugar y todo eso.

– Oh ¿Eres nuevo?

– Pues, sí. Aunque mi turno comienza el lunes que viene.

– Bien, te enseñaré un par de cosas entonces – ella deja la freidora encendida y me pide que la siga.

– Espera, ¿No estás ocupada? – pregunto, mirando como el aceite hierve en la freidora. Lidya se acerca a mí y me sonríe con maldad mientras susurra.

– En realidad estaba allí parada sin hacer nada, solo fingía que estaba friendo patatas, pero no se lo digas a nadie – Suelto una sonrisa cuando ella me confiesa aquello, ella solo me la regresa y comienza a enseñarme el lugar, me muestra cómo funcionan las freidoras, los dispensadores de bebidas y la máquina para hacer helados, luego comienza a señalarme a cada uno de los chicos que trabajan allí.

Caminamos por el lugar y a cada rostro, Lidya se encarga de darle un nombre, desde los helados aparece un chico al cual ella llama como Jackson, ese es su amigo del Colegio, luego de señalarme a casi todo el mundo, un chico aparece desde la bodega, yo me giro con rapidez y el pasa por mi lado, Lidya le toma el brazo y lo gira hacia ella para saludar.

– Derek él es Miguel Aristizábal, el último chico que me faltaba por presentarte – Aquel chico junta su mirada con la mía y me quedo embobado mirando sus ojos, el de la izquierda es de color café, pero el de la derecha es de color verde claro, sé que una persona en un millón tienen los ojos de distintos colores como él, pero aun así me obligo a despertar de mi trance para poder parecer normal.

¿Qué tal? – dice él con una voz algo fría.

–Miguel él es Derek, comienza a trabajar aquí el lunes – señala Lidya.

– Genial por él – dice de forma seca – Lidya ya debo irme, ¿Te encargas tú de la bodega? No terminé de ordenar las cajas con vasos.

– Claro – responde ella, después de eso el chico pasa por su lado y camina hasta la salida del restaurant, Lidya se gira hasta mí y hace una mueca con su rostro – Miguel es algo, pesado, pero es así con todo el mundo, no te sientas mal.

– No te preocupes – le respondo, estoy normalmente acostumbrado a que personas pesadas me rodeen así que no es algo nuevo para mí – Todo está bien.

Lidya se despide de mí y me dice que ella tiene el mismo turno que el mío, así que puedo buscarla el lunes y trabajaremos juntos hasta que me sienta a gusto, le agradezco y ella finalmente desaparece y camina hacia el lugar que creo es la bodega.

Camino entre medio de muchas personas, salgo del restaurant y miro la hora en mi teléfono, como ya son casi las 7:40 pm, no tengo ganas de cocinar nada para comer, pero tampoco quiero alguna fritura ya que el olor del restaurant me ha llenado aun cuando no he comido nada desde el almuerzo, decido que solo compraré una leche de chocolate, un par de galletas y luego me iré a casa.

Me alejo del restaurant mientras camino en busca de un supermercado, casi a 10 cuadras encuentro uno algo pequeño, entro y paso al pasillo de las leches y jugos, comienzo a buscar lo que necesito, entonces algo raro comienza a suceder, un par de personas comienzan a gritar un par de palabras y yo solo trato de ver que es lo que sucede, siempre y cuando no llame mucho la atención.

Me sobresalto cuando veo que unos chicos vestidos de negro están robando el lugar, llevan mascara en la cabeza y solo se les pueden ver los ojos, yo camino hasta la parte de atrás del supermercado para alejarme de aquella escena, pero al parecer los ladrones no están satisfechos con robar dinero a las cajeras, comienzan a sacar cosas de los pasillos, cuando creo que tendré suerte y ruego que no vengan al pasillo en el que estoy, me doy cuenta que me encuentro en el de alcohol y frituras. El pasillo más importante de todos.

Camino en dirección al pasillo de bebés, dudo que alguien vaya a robar pañales o toallitas húmedas, pero choco con uno de los asaltantes antes de salir del pasillo de alcohol, mentalmente comienzo a despedirme de mi billetera y de mí teléfono, pero mis pensamientos se quedan en blanco cuando logro ver que los ojos del chico son los mismos que vi hace un rato. El izquierdo es de color café y el derecho es de color verde claro, aquello es algo único, y no puede haber en un pueblo tan pequeño dos personas con lo mismo, solo puede ser él, uno de los ladrones, el que está al frente de mí, es el chico que Lidya me presentó en el Restaurant, es Miguel.

Cierra Los Ojos

Mi respiración se queda completamente intranquila y agitada al momento de que me doy cuenta que Miguel es uno de los ladrones que están asustando a todos los que hay en este pequeño supermercado. Su mirada se junta con la mía, él la aparta de inmediato, pasa por mi lado y mete un par de botellas de un fino vino dentro de una vieja y gastada mochila color negro, él se la lanza a la espalda y camina hacia la salida, no lo vuelvo a ver, pero sé que Miguel es aquel chico, sus ojos lo delatan a la perfección.

Me quedo en silencio esperando a que el caos pase, y cuando creo que todo ha terminado, regreso hasta la caja en la que intentan atender a las personas que se quedaron en el supermercado, todos tratan de tranquilizarse y relajarse después de lo sucedido.

Yo vuelvo a tomar lo que necesitaba, una chica algo joven y de cabello color rubio es quien atiende a la clientela, luego de unos 5 minutos, la policía llega y comienzan a interrogar a todos, incluyéndome a mí.

– ¿Cabello, color de ojos, o al menos recuerdas si todos eran hombres? – Uno de los policías me hace tantas preguntas al mismo tiempo que me llega a confundir, pero estoy claro en una cosa, algo dentro de mí me dice que no puedo entregar a Miguel ante las autoridades, no sé qué es, pero mis labios no son capaces de decir la verdad.

– No, no recuerdo nada, lo lamento mucho – susurro en voz baja mientras agacho la mirada.

– Está bien – dice el policía algo resignado, cerrando su libreta que tenía sostenida en sus manos – Puedes irte a casa.

– Gracias – respondo. Tomo mi bolsa con mis cosas para comer, salgo del pequeño supermercado y comienzo a caminar de regreso a casa.

Mientras camino, miro hacia todas las direcciones para estar completamente alerta ante lo que me rodea, no conozco a nadie aquí y el asalto me ha dejado algo asustado, no pensé que en un pueblo tan pequeño habría asaltos tan violentos como los había en la ciudad donde vivía.

Cuando llego a casa, Peter está sentado en la mesa del comedor, se pone de pie cuando me ve llegar y se acerca a mí expresando algo de furia en su rostro.

– ¿Dónde estabas?

– Fui a comprar.

– ¿Toda la tarde?

– Bueno, sobre eso – dejo la bolsa con mi leche en la mesa, y mientras busco un vaso le doy la espalda a Franco y continúo hablando – Los 10 dólares que Papá me envía no me sirven para nada, así que busqué un trabajo.

– ¿Un trabajo? ¿Tú? – pregunta con una voz pesada y algo humillante.

– Si, tal vez podrías intentarlo tú también.

– Lo último que haría en este sucio pueblo es trabajar, ya vivir aquí es lo suficientemente humillante, trabajar sería rendirme y aceptar a que nos quedaremos aquí.

–Pero, nos quedaremos aquí.

– Eso hasta que Papá consiga un empleo mejor.

– Si claro – suelto sin querer, Peter me fulmina con la mirada, a lo que yo respondo con una sutil huida de la cocina, tomo mis cosas y camino hasta mi cuarto, me encierro allí hasta que mis ojos no soportan más el cansancio.

Mi primer fin de semana en este lugar no resulta tan malo como pensaba, el abuelo tenía electricidad en el jardín y pude conectar mi móvil al amplificador de música, corté el césped el cual estaba bastante largo, el árbol del jardín estaba algo seco, así que he decidido tomarlo como proyecto personal y encargarme de aquello. Dejo que algo de agua caiga sobre él, un par de hojas secas me molestan en los pies, cuando las tomo para apartarlas de mí, el color verde de ellas me hace recordar de inmediato a los ojos de Miguel.

¿Miguel será pobre? Ósea, tiene trabajo en el mismo restaurant en el que yo, pero robar ya es otro nivel de necesidad, quizás eso es algo que jamás sabré, debo evitar todo contacto con aquel chico, lo último que quiero es meterme en problemas.

Sin alguna otra novedad, temprano por la mañana del día lunes me levanto para ir a clases, me han dejado un examen bastante complicado para el día viernes, debo estudiar bastante ya que no quiero reprobar, aun que aquello no es mucho problema para mí, tengo tanto tiempo libre que aquello me deja la libertad para estudiar cuanto yo necesite.

Una diferencia que hay entre mi antiguo colegio y el de ahora, es que todos los días hay una hora en la tarde para repasar materias de forma libre o simplemente fingir que se estudia, se puede trabajar con un compañero, pero como yo no tengo a nadie, solo me quedo sentado en la biblioteca dibujando.

Un gran árbol lleno de hojas es lo que cobra vida mientras muevo mis lápices, me muerdo el labio ligeramente mientras dibujo, cuando estoy casi por terminar, levanto la mirada y me encuentro con Miguel casi al final de la biblioteca, está sentado solo en un escritorio, finge que lee un libro mientras su mirada está perdida seguramente en sus pensamientos, me lo quedo viendo sin que él se dé cuenta.

Aparte del color de ojos algo inusual, Miguel tiene labios gruesos, pestañas largas y es de piel blanca, ahora lleva puesta una remera color verde oscuro y una chaqueta negra de cuero algo vieja y gastada. Me concentro en mirarlo, hasta que Lidya aparece a mi lado y toma asiento conmigo.

– ¿Derek, cierto? – pregunta mientras se pasa una mano por su cabello castaño y toma asiento a mi lado.

– Si – respondo asintiendo.

– ¿Cómo estás?, escucha, recuerdo que me dijiste que nuestros turnos en el restaurant de comida rápida eran los mismos, ¿Te parece si nos vamos juntos a trabajar? – Creo que ya me había hecho aquella oferta el otro día que la conocí, pero supongo que se ha olvidado.

– Claro, sería genial – respondo con una sonrisa pequeña.

– Genial, te espero afuera del Colegio, mi amigo Jackson debe irse antes como siempre así que seremos solos tú y yo.

– De acuerdo, te veo luego entonces – Lidya asiente y desaparece cuando nuestra conversación termina.

Vuelvo a mirar hacia donde estaba Miguel, pero ya no está, supongo que se ha ido mientras yo hablaba con Lidya, me resigno a seguir dibujando hasta que terminen las horas de Colegio. Cuando suena el timbre y debo irme a trabajar, Lidya me espera afuera justo como lo había dicho, nos vamos charlando de cómo es para ella trabajar allí, me da algunos consejos, y sin darme cuenta llegamos hasta nuestro lugar en muy poco tiempo.

Scott, el encargado del restaurant me hace firmar contrato antes de comenzar a trabajar, es bastante simple, leo las dos hojas que me entrega con bastante rapidez, y una vez que estoy listo, Lidya me enseña a usar la freidora de patatas, me quedo allí bastante tiempo hasta que tengo que ir hacia la bodega por una botella nueva de aceite ya que se me ha acabado.

Camino hacia la bodega, escucho que dos chicos hablan, y si no hubiera escuchado mi nombre en su charla, jamás me hubiera quedado escuchando.

– ¿Ya notaste la ropa que usa? Derek es solo un chico millonario que viene de vacaciones aquí – Es Miguel, ¿Está hablando mal de mí? Pero, ¿Por qué? Y aún más importante, ¿Con quién?

– ¿Vacaciones a mitad de año? Quizás tiene problemas o algo así.

– ¿Problemas? Solo es un niño mimado que de seguro se cansó de recibir dinero de la mano de sus Padres y ahora finge tener necesidad – ¿Cómo es que puede decir esas cosas? Si él ni siquiera me conoce. Y aún peor, lo último que soy es un niño mimado, aun cuando Papá tenía mucho dinero, ni todas las cosas que podía comprar me hacían sentir menos solo. Me acerco un poco más y veo que Miguel está hablando de mí con el amigo de Lidya: Jackson.

– Si, debes tener razón – dice Jackson soltando una carcajada, ambos chicos están ordenando unas cajas y fumando cigarrillos – Derek es solo un chico mimado.

Junto toda mi fuerza de voluntad y entro a la bodega, necesito trabajar y un par de rumores tontos no van a detenerme, sé vivir con eso. Cuando ellos escuchan que alguien va hacia ellos, se quedan en silencio y fingen normalidad, pero cuando ven que soy yo, Jackson se queda algo pálido, Miguel no hace nada, al parecer está acostumbrado a hablar de las personas a sus espaldas. Yo solo los ignoro, me muerdo el labio por la incomodidad de la situación y tomo la botella de aceite que necesito para seguir trabajando.

Regreso a mi lugar, y me quedo allí hasta que finalmente se está por acabar mi turno, Lidya se acerca a mí por un momento, su rostro expresa cansancio pero satisfacción al mismo tiempo.

– Jackson y yo vamos a ir por unas malteadas y luego nos sentaremos por allí a charlar un rato para que se nos quite el olor a frituras de la ropa, ¿Quieres ir con nosotros? – Me agrada Lidya, pero creo que yo no le agrado mucho a Jackson, y con lo que pasó hoy, no creo que sea una buena idea estar con ellos dos.

– Lo lamento – respondo – Pero tengo que hacer algo con mi hermano luego de hoy, tal vez otro día – suelto una sonrisa pequeña mientras que Lidya solo asiente ante mi respuesta.

Cuando llega la hora de irme a casa, camino de forma lenta en la oscuridad de este pequeño pueblo, las casas están tan separadas y alejadas entres sí, lo cual hace parecer el camino más largo de lo que normalmente es.

Los siguientes días, estuve evitando las invitaciones que Lidya me hacía, en serio me agradaría ser su amigo, pero insisto en que ni a Jackson o a Miguel les agrado, así que solo prefiero alejarme, de todos modos estoy acostumbrado a estar solo.

Cuando ya es jueves, estoy algo agotado, el timbre para irme a casa suena y suelto un suspiro ya que puedo acostarme temprano hoy y descansar.

– No se olviden del examen de mañana, la nota es doble así que necesitan estudiar bastante – ¿Examen? ¿Cuál examen? ¡Oh dios! Lo olvidé, me quiero morir.

Me quedo hasta muy tarde en mi habitación estudiando un montón de cosas que he encontrado en internet, luego descubro de que he estudiado algo que no era y tengo que comenzar desde el comienzo cuando son casi las 2 de la mañana, decido que me mantendré despierto al menos hasta las 3:30 am, pero me quedo dormido casi a las 4:15 am, en la mañana del viernes me levanto casi en coma, mantengo mis ojos cerrados en todo momento solo por el cansancio, en un momento los abro y estoy en mi casa, cuando los cierro y los vuelvo a abrir estoy sentando en mi silla del Colegio y el examen está puesto en mi mesa, creo que en cualquier momento quedaré inconsciente solo por el cansancio que siento.

Respondo casi el 80% del examen de biología, lo entrego y me voy al baño de hombres, me encierro en un cubículo por un momento solo para cerrar mis ojos, pero debo regresar a clases así que mi momento de relajo se hace pequeñísimo.

Una vez que las clases terminan, tengo que irme a trabajar, al menos hoy me ha tocado hacerme cargo de tareas que no necesitan tanto esfuerzo, casi me quedo dormido cuando las 12 de la noche llegan al reloj, me sorprende que aún hayan clientes en el restaurant, le pregunto a Lidya sobre el horario de salida, y ella con una mueca me responde que los viernes nos pagan horas extras ya que casi siempre nos quedamos trabajando hasta al menos las 2 de la mañana.

El alma y la fuerza que me quedaban se me caen al suelo, pero me mantengo de pie solo porque sé que si tomo asiento solo por un momento, mis piernas no se volverán a levantar.

No sé cómo, pero logro soportar el turno extra hasta casi las 3 de la mañana. Cuando Scott nos dice que podemos irnos, salgo con lentitud del restaurant, comprendo que no tengo energías para caminar hasta casa, así que tomo asiento en el paradero de autobús y espero que alguno pase, estoy dispuesto a pagar incluso un taxi, pero ni muerto llego caminando a casa.

Comienzo a creer que ya es demasiado tarde para que algo pase por mí, pierdo las esperanzas hasta que veo una luz en la carretera, pero no es un autobús, ni tampoco un taxi, es una motocicleta, y Miguel viene sobre ella.

Aparto la mirada de inmediato, me concentro en conectar mis ojos con la oscuridad que está atrapada entre los gigantescos árboles que me rodean, Miguel extrañamente se detiene al frente de mí y me mira sin expresar sentimiento alguno.

– Si estás esperando un autobús, creo que debes saber que a esta hora de la madrugada ya ninguno pasa por aquí.

– Gracias – respondo sin mirarlo, bajo la mirada y espero que continúe su camino, pero él sigue de pie a unos tres metros de mí, vuelvo a levantar la mirada y lo miro directo a los ojos – ¿Qué ocurre? – pregunto.

– ¿Quieres que te lleve a tú casa?

– No, estoy bien – respondo con un bostezo que suelto de forma involuntaria.

– Te ves terrible.

– ¿Ahora me dices las cosas a la cara? – Mierda, cuando estoy cansado no tengo la energía suficiente para pensar las cosas antes de decirlas. Miguel me mira y suelta una carcajada pequeña.

– Sabía que nos habías escuchado.

– Fue de casualidad – respondo con desinterés – De todos modos no importa, estoy acostumbrado a aquello.

– ¿A qué?

– Solo... solo olvídalo – Me pongo de pie y comienzo a caminar a casa, sé que ya es algo tarde, pero de todos modos estoy tan cansado que no tengo energías de nada, ni menos para hablar con personas que no conozco y aun así hablan de mí a mis espaldas.

Escucho el motor de la motocicleta de Miguel, cuando creo que finalmente va a desaparecer, avanza con lentitud y se detiene nuevamente en donde estoy.

– Derek – su voz esta vez suena algo sería y amenazante, me detengo de forma lenta y lo miro – Sobre lo del otro día...

– Ya te dije que no me importa si hablan mal de mí o no.

– No me refiero a eso.

– ¿Entonces a qué... oh – Lo del asalto, Miguel se dio cuenta de que lo reconocí, ¡Maldición! ¿Va a golpearme? De seguro va a hacerlo.

– Escucha, siento que te debo unas disculpas por aquello, me viste, lo sé. Creí que me acusarías con la policía, por eso estaba enfadado y hablé cosas pesadas de ti, pero me di cuenta de que si hubieras hablando con la policía yo ya estaría encarcelado o algo así. Lamento que me escucharas hablando mal de ti.

– De acuerdo – respondo algo sorprendido, no pensé que Miguel me pediría disculpas, pero aun así hay algo que debe saber – Miguel, solo como información, lo último que soy en la vida es un niño mimado. Sí, era de la ciudad y mi Padre tenía dinero, pero eso jamás fue importante para mí – Miguel solo asiente mientras me escucha hablar, y como yo ya no tengo nada que decir, solo continúo caminando, pero nuevamente él me detiene.

– ¡Al menos deja llevarte a casa! Es tarde y te noto cansando, así quedaríamos a mano, ¿Te parece?

– No lo sé – respondo nervioso.

– ¿Dónde vives?

– Yo... casi al final del pueblo, es una casa con ladrillos rojos algo vieja, está cerca de la carretera de salida.

– Oh, ya sé dónde es, ¿Vas a querer que te lleve entonces? – Miguel toma su casco de seguridad y me lo ofrece, yo presiono mis labios ya que no sé qué decidir. Miro los ojos de Miguel, y son tan hipnóticos que no me doy cuenta cuando acepto el casco y tomo asiento detrás de él – ¿Te has subido a una motocicleta antes? – pregunta mientras hace sonar el motor.

– No – confieso.

– Lo noté – responde – Tienes que sostenerte bien y tratar de no caerte.

– ¿De dónde debo sostenerme?

– Que tonto eres, dame tus manos – Miguel toca mis manos con las de él, me hace abrazar su cintura y luego las deja allí. Al mismo tiempo siento su respiración, la textura de su chaqueta de cuero negra y el perfume que se acaba de poner solo para dejar de lado el olor a frituras del restaurant – Sostente – dice con una mirada algo extraña, yo solo asiento con nerviosismo, Miguel acelera su motocicleta y me veo obligado a abrazarlo con bastante fuerza ya que de verdad creo que en cualquier momento voy a caerme, cierro los ojos mientras siento como el viento choca con mi rostro, luego los abro solo para ver el rostro de Miguel, hace unos días me quedé viéndolo en el Colegio sin poder detenerme, no entiendo cómo es que este chico que acaba de pedirme disculpas por hablar mal de mí, es un ladrón, quizás Miguel tiene necesidades que yo no conozco, y tal vez jamás sabré cuales son, ya que una vez que Miguel detenga su motocicleta, puede que no vuelva a hablar de él.

– ¿Ésta es tu casa? – pregunta cuando baja la velocidad, yo asiento como respuesta mientras dejo de abrazarlo.

– Si – respondo – Es mi casa.

– Bien – Miguel detiene de forma completa su motocicleta, me bajo de ella y le entrego el casco de seguridad que me ha prestado, él lo recibe y cuando pienso las palabras que debo decir para agradecerle que me haya traído a casa, él dice cosas que no esperaba – Derek, ¿Podrías por favor no decirle a nadie lo del otro día? Tuve problemas con los lentes de contacto y por eso supiste quien era yo, pero normalmente soy solo de ojos verdes cuando... cuando trabajo.

– No... no le diré a nadie.

– Bien – Miguel asiente con una sonrisa y vuelve a tomar asiento en su motocicleta – Nos vemos luego entonces.

– Adiós – ¿Me vería bobo si me quedo de pie mirando como desaparece por la carretera? Creo que la respuesta para eso es un Si bastante enorme, así que contra mi voluntad camino hasta la puerta de mi casa, siento el sonido de que Miguel se ha ido, suelto una larga y relajada respiración, me voy directo hasta mi habitación, y cuando creí que estaba agotado, me quedo despierto casi toda la noche, me veo obligado a encender mis luces de estrellas que cuelgan de la pared y buscar mi cuaderno de dibujo, comienzo con unos líneas delgadas y débiles, pero poco a poco voy dibujando la motocicleta de Miguel en papel.

Dibujar su motocicleta me distrae tanto, que paso todo el fin de semana perfeccionando aquel dibujo, extrañamente quiero que sea el mejor que he hecho, y termino de dibujarla durante la hora de estudio que me dan en el Colegio el día lunes.

– ¿Dibujaste mi motocicleta? – Me sobresalto cuando siendo alguien detrás de mí, me giro y veo a Miguel a un lado.

Acércate

Miguel toma asiento a mi lado mientras no deja de mirar el dibujo de su motocicleta, sus ojos brillan pero de una manera sutil, luego nuestras miradas se juntan y siento que él espera una respuesta sobre lo que acaba de preguntar.

– Si... es tú motocicleta – respondo entre balbuceos nerviosos, Miguel suelta una muy pequeña sonrisa cuando vuelve a verla, luego su rostro expresa algo de confusión y vuelve a mirarme.

– ¿Cómo supiste que mi motocicleta era una Harley Davidson Softail? Dijiste que nunca te habías subido a una motocicleta antes.

– Pues, es verdad – respondo extraño – Solo... la dibujé por lo que recordaba, no tenía idea del modelo y todo eso.

– Oh... Pues está genial – Dice Miguel con sonrisa aún mayor que la de hace un rato. Aunque quisiera conservar el dibujo ya que es uno de los mejores que he hecho, creo que a Miguel le gusta más que a mí, así que debería hacer lo que tengo pensando.

Sostengo mi libreta, tomo el borde de la hoja y la saco para luego entregársela a Miguel.

– ¿La quieres? – pregunto asustado por su respuesta.

– ¿De verdad? – Yo asiento – Claro, está estupenda, tienes muy buena memoria, deberías dibujar más cosas – Seguramente es mala idea decirle que estoy tentado y muero de ganas por dibujar sus ojos, sus dos colores causan tanto asombro dentro de mí que no puedo dejar de mirarlos.

– ¿Cómo van chicos? – Miguel levanta la mirada junto conmigo, el profesor que fiscaliza nuestra hora de estudios está de pie al frente de nosotros, nos hace aquella pregunta pero ninguno de nosotros dos sabe a qué se refiere.

– ¿Qué? – pregunta Miguel con un tono de voz algo pesado e intimidante ante el profesor, que raro, ¿Por qué conmigo casi no usa aquel tono de voz?

– Emm, ¿Cómo va la hora de estudios de ambos?

– Oh, nosotros no somos compañeros, solo me senté aquí con él por un momento – Dice Miguel mientras aparta la mirada del profesor con desinterés.

– Bueno... – aquel hombre mira su libreta y pasa su dedo por ella, luego vuelve a mirarnos y veo que se siente algo nervioso por culpa de Miguel– Ustedes dos no tienen compañeros, ¿No le gustaría trabajar juntos? – ¿Aquello es una buena o mala idea? Nunca sé identificar bien las cosas.

– Claro, no hay problema – Dice Miguel de forma rápida, no alcanzo ni siquiera a pensar en algo más, ya que Miguel no le dice nada más al profesor, el cual se siente algo incómodo y se despide de mí con una sonrisa algo forzada. Nuevamente nos quedamos solos, y cuando pensaba en preguntarle a Miguel sobre lo de ser mi compañero en la clase de estudios, él pone otro tema de conversación en nuestra charla – ¿Tienes pensado que vas a dibujar ahora?

– Emm... – balbuceo por unos segundos ya que todos mis pensamientos e ideas se desordenan en mi mente – Siempre tengo cosas en mi mente, pero ahora no estoy seguro de que cosa voy a hacer – Decirle que quiero dibujar sus ojos no es una opción. ¡Jamás en la vida revelaría aquello!

– Dibújame a mí – dice mientras presiona sus labios y los humedece por un momento – Pero en blanco y negro, y solo mis ojos a color, ¿Te parece? Si quieres puedo pagarte – ¿Pagarme? Pero si Miguel anda robando en los supermercados, ¿Con qué va a pagarme? ¿Con vinos y cigarrillos? No gracias.

– Puedo hacerlo – agrego algo orgulloso de mí mismo – Pero no tienes que pagarme, no creo que sea necesario.

– ¡Oh! ¿El niño rico cree que soy lo suficientemente pobre y no puedo pagar por al menos un dibujo? – Que pesado es a veces. Me siento algo ofendido ya que pensé que me estaba llevando mejor con él, pero como no tengo pensado soportar malos tratos, comienzo a ordenar mis cosas e intento ponerme de pie – Era broma – dice con una sonrisa sincera – En serio quiero que me dibujes, a mí mamá le encantan estas cosas hechas a mano y todo eso, ¿Podrías hacerlo? – ¿Qué es lo que sé hasta ahora de Miguel? Pues puedo armar una lista mental: tiene los ojos de distintos colores, trabaja en el restaurant del centro de la ciudad al igual que yo, es ladrón pero aún no sé la razón de aquello, y ahora sé que tiene madre, ¡Oh! Y creo que a Miguel le gustan mis dibujos, esa es mi parte favorita de él... Emm, ¿Tengo parte favorita? Aquello lo he pensado sin darme cuenta.

– Está bien – acepto finalmente su idea – Te dibujaré.

– Genial, pero no tengo todo el maldito tiempo del mundo para estar frente a ti mientras tú haces eso con... los lápices y todo aquello, así que necesitaré tu celular.

– ¿Mi móvil? – pregunto confundido, Miguel solo asiente con tranquilidad, yo aún dudoso por que pueda robármelo, se lo entrego, él lo recibe y comienza a desbloquearlo, pero luego su mirada se congelo y se gira directamente hacía mí.

– ¿Me lo has prestado así de la nada?

– Tú pediste mi móvil – respondo confundido.

– Lo sé... es solo que... – Miguel baja la voz y se acerca un poco a mí – tu sabes mi secreto, no sería difícil desconfiar de mí.

– Pues, si te soy sincero lo pensé, pero de todos modos te lo he entregado – Miguel solo me mira mientras asiente, luego vuelve a mirar la pantalla de mi móvil, abre la cámara frontal e inesperadamente se toma una foto con él.

Miguel se muerde el labio para hacerlo ver un poco más grueso por al menos unos dos segundos, abre bien sus ojos y sus largas pestañas cubren la belleza del color de sus ojos, no sonríe, él mantiene una mirada seria ante la cámara, pero no es una mirada pesada o enojada, sino una neutra, se podría definir como una foto pacífica

– Listo, ¿Solo eso crees que sea necesario? – Miguel me entrega mi celular y yo lo dejo a un lado.

– Si, todo está bien – respondo.

– Bien, ¿Cuándo crees poder tenerlo listo?

– Mmm, quizás el miércoles...

– De acuerdo – Miguel interrumpe mis balbuceos – Te pagaré el dibujo ese día entonces – Miguel se pone de pie y lanza hacia su hombro su mochila la cual no había visto. Su mochila es del mismo material que hacen los jeans, tienen un azul claro y unos parches de bandas de rock que creo que Ian ha sido quien los ha puesto.

– Ya te dije que no era necesario que me pagaras.

– De acuerdo – Dice con una sonrisa sincera, entonces Miguel se despide de mí y comienza a caminar hacia la salida, justo a tiempo cuando suena el timbre que nos indica que ha acabo la hora de estudio, para algunos es el final del día, pero para mí, es el inicio de mi jornada laboral.

Guardo mis cosas, camino hacia la salida y comienzo a recorrer lentamente el lugar que me rodea hasta llegar al restaurant. Mientras estoy solo caminando, tomo mi teléfono y busco la foto de Miguel, no dejo de mirarla aun cuando corro el riesgo de caerme al suelo por no poner mucha atención del lugar donde pongo mis pies.

Sonrío de forma boba al pensar en que tal vez, solo tal vez, Miguel es mi amigo. O al menos alguien conocido con quien puedo hablar de cosas tontas cuando aparezca, aquellas personas en las que puede haber un silencio incluso de diez minutos o más, pero aun así no es incómodo, eso es algo que siempre he querido, pero creo que me estoy equivocando, ya que al momento en que Miguel se acerca a mí, siento un escalofrío de temor, energía y curiosidad dentro de mí, son tantos los sentimientos juntos que no puedo pensar con claridad.

Dejando todas mis bobas frases mentales, llego hasta el restaurant, esta vez me ha tocado estar todo el día haciendo hamburguesas de todos los tipos, yo agrego todo lo que son los ingredientes y el pan mientras que Jackson, el amigo de Lidya, se encarga de dejar las hamburguesas en un enorme sartén y trata de que no se quemen.

– Derek, ¿Miguel te pidió disculpas por lo del otro día? – No quería que esta charla llegara. ¿Por qué no puedo tener un día normal?

– Solo dijo que estaba enfadado por otra cosa y que por eso andaba pesado aquel día – respondo, sin hacer contacto visual con Jackson.

– Bueno, yo no suelo hacer aquello mucho pero, me di cuenta de que le agradas a mi amiga Lidya, no de la forma de gustar, pero creo que quiere que seamos amigos, y siento que la he cagado – Jackson y yo reímos por su comentario, él sonríe y logro ponerle atención finalmente a su apariencia, cabello tan negro como el cielo en la noche, ojos cafés escondidos en una blanca piel que pinta su rostro, tiene varias pecas y en la mejilla izquierda tiene el cadáver de una cicatriz, y digo cadáver ya que solo le queda aquel color oscuro parecido al de la piel cuando la bronceas en su rostro, es una cicatriz de más o menos tres centímetros, y ahora me doy cuenta que tengo tanto rato viéndolo que no he prestado atención a lo que sigue diciendo – ¿Amigos? – pregunta, poniendo su mano frente la mía esperando que la estreche.

Amigos... aquella palabra nunca la había escuchado de forma tan clara y cerca de mí.

– Claro – respondo nervioso.

Finalmente comprendo que Jackson no es para nada una mala persona, incluso él si trabaja en el restaurant por necesidad, ya que su padre abandonó a su Mamá hace unos 5 años, y Jackson tiene dos hermanos pequeños los cuales son gemelos y debe alimentar, ya que técnicamente, Jackson es el hombre de la casa.

Como hoy es día lunes, el turno de trabajo termina normalmente a la hora que corresponde. Salgo rápidamente del restaurant ya que he recordado que debo terminar un trabajo para la clase de lengua inglesa. Mientras camino apresurado por la oscuridad de la vacía carretera, escucho aquel sonido que extrañamente me hace estremecer de forma incontrolable.

– ¿Recuerdas que dijiste que no querías recibir un pago por lo del dibujo? – Miguel me entrega su casco de seguridad y yo lo recibo solo por reflejo, pero me mantengo algo confundido ante la situación.

– ¿Tu pago es llevarme a casa entonces? – pregunto avergonzado.

– Claro, súbete – lo pienso tres veces antes de hacerlo, pero finalmente me subo a su motocicleta.

– Sostente bien mono araña– Miguel acelera de forma inmediata al momento que presiono mis manos en su estómago, me doy cuenta que Ian siempre lleva una chaqueta de cuero para que el frío no lo ataque de forma tan agresiva como me lo hace a mí.

Cuando voy distraído por una extraña sensación que me hace sentir satisfecho y a la vez intranquilo, escucho que varias motocicletas a toda velocidad aparecen a nuestras espaldas.

– Mierda – dice Miguel.

– ¿Qué ocurre? – pregunto confundido.

– Nada, solo sostente muy, muy bien – él no tiene que repetir aquello dos veces, le obedezco y entonces Miguel aumenta la velocidad a tal nivel que casi no puedo ver nuestro entorno.

– ¿Por qué vamos tan rápido? – pregunto con un grito mientras trato de ahogar mi miedo.

– Luego te lo explico – grita – Solo sostente que debemos perdernos de vista de los Leones.

– ¿Leones? – pregunto.

– Los de las motocicletas que nos persiguen, no les agrado – Oh no, no por favor no, Miguel es de aquellos que tienen enemigos y que los persiguen en la calle, y ahora yo estoy en su motocicleta justo en un momento de aquellos malos.

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