Estimados lectores, quiero transmitirles qué fue lo que me motivó por primera vez, a transcribir en papel, alguna de mis fantasías, deseos, y porque no, una forma de agradecer a la vida lo que me brinda; con la ferviente convicción de que al menos a algunos, los inspire a hacer realidad sus más increíbles fantasías; en mi caso y particularmente en éste, fui inspirado por las tantísimas noches que acompañaba a mi hija Agata a dormir, mientras le contaba cuentos de fantasía personal que ella iba acrecentando y sobredimensionando en mi mente, y que con el correr de los años, invadieron mi todo hasta el punto de convertirlos en realidad al menos en el papel, lo que mucho me ayudó para pasar momentos difíciles de mi transcurrir por la vida.
Los diferentes colores del escrito en la novela, indican cual es el personaje en acción.
Para ello designé los siguientes colores para:
El narrador: Rojo
Agata: Violeta
Dago: Negro
Camila: Verde
Canela: Marrón
Lucas: Naranja
Nicolás: Celeste
Otros: hay muchos otros personajes que están en color negro.
Había una vez un hombre llamado Dago, un hombre transgresor, en eterna búsqueda de nuevos horizontes, dedicado a su familia, protector, intolerante, a veces confiado, entregado a Dios, justiciero, cazador, artista, cocinero, controlador, celoso por momentos, buen anfitrión , fuerte y decidido. Dago tomó junto a su familia, la decisión de cambiar el rumbo de sus vidas realizando un viaje sin destino cierto con el cual siempre soñó, dejando que la luz divina los lleve para donde ella desee, en un arca que él mismo había construido utilizando todas las virtudes que Dios le había dado desde hacía mucho tiempo atrás.
Esta nave, mezcla de arca de Noé y corbeta de Cristóbal Colón, tenía dos mástiles, el primero, el palo mayor, de 11 metros de altura con un carajo, colocado a unos metros de la proa y otro, el palo mesana, en la popa, su velamen contaba con una trinqueta, una trinquetilla, foque, petit foque, yankee, cubre mayor y todas tenían velas de repuesto.
Su eslora de 56 mts. y su manga de 14 mts. daban a ésta embarcación, un carácter muy pintoresco y alegre. Todas las maderas utilizadas para su construcción se obtuvieron de las chacras familiares ubicadas muy cerca del pueblo Leandro N. Alem. Las del casco se hicieron con curupay de 3 pulgadas, como así también su esqueleto; y la cubierta en cambio era de petiribí.
En la cubierta, cerca de la popa, estaba la timonera y una gran brújula de bronce que él había conseguido hace muchos años de un barco inglés utilizado en la guerra de la triple alianza contra Paraguay, como así también otros instrumentales y elementos para el arca, pero Yo, tenía una fascinación especial por esa brújula que contaba con un montón de información de los astros y otras cosas que aún no comprendía, pero sabía que algún día iba a entender. Del otro lado se encontraba un gran espejo redondo que podía girarse en cualquier dirección y junto a él un faro reflector; todos estos elementos bien cubiertos por unas lonas especialmente diseñadas para tal fin. Frente al timón, estaba el asiento del capitán, un viejo sillón amplio, restaurado a nuevo y muy cómodo; por detrás del timón, había una especie de parabrisas con tres vidrios planos que se unían entre sí con unos perfiles de bronce y desde ahí hasta la popa, una toldilla de lona rebatible que a su vez tenía otras lonas a sus costados, para colocar los días de lluvia, tormenta, mucho viento o mucho sol.
Por delante del comando, se disponía de gran lugar, libre de cosas salvo la entrada a bajo cubierta, hasta llegar al palo de mesana y tras el , un sector con sillones y mesas trincadas a la cubierta, para deleitarse con los paisajes mientras navegáramos, también contaba, ya sea en la popa como en la proa, con una salida de emergencia. La popa se erguía con un mascarón de proa un poco diferente a los que se utilizaban en esa época, que generalmente eran tallas en madera de sirenas; éste en cambio, era una paloma blanca con sus alas abiertas que simbolizaba La Paz y la entrega a Dios y en sus costados, tenía dos jaguaretés corriendo, como protectores de ella, flanqueados por dos rostros de caciques Guaraníes.
En las bordas y en el centro estaban colgando dos botes chicos y livianos para trasladarlos a la costa cuando fuera necesario y, casi imperceptibles pero existentes, dos grandes cañas de tacuara que se abrirían como alas para largar los espineles al agua.
Dago tuvo la ingeniosa idea, además de cargar unas cuantas armas y municiones, de solicitarle al Gobernador de la Prov. De Misiones, siete cañones y sus proyectiles, provenientes de las ruinas jesuíticas. Colocó dos en cada borda, dos en la popa y uno en la proa.
Al bajar la escalera, uno se encuentra con un amplio lugar de recreación que de día se llena de luz solar por los cuatro y grandes ojos de buey en cada lateral del casco. Allí hay una gran biblioteca, muchos juegos de mesa: un ajedrez, un damero, un monopolio; entre otros; no falta la mesa de pingpong, los dardos, el sapo y gran cantidad de instrumentos musicales que Camila, hija de Dago, ha ido adquiriendo desde temprana edad. El abuelo Don Sixto les había regalado un gramófono marca Columbia, modelo 119 del año 1924, y muchos discos, junto a una cámara de fotos Leika de 35 mm que hacía furor en esa época.
De algunas paredes, hamacas paraguayas colgaban graciosas a la espera de un huésped, trenzadas con finos hilos que cuando alguien se acostaba en ellas parece envolverlo en una rosa china que al día siguiente despertaba desprendiéndose de su tallo y renovándose al alba como nueva flor a la espera de un alma humana. Ellas estaban ahí, siempre aguardando como ángeles del sueño; esperando.
Yendo hacia la popa; había una puerta central que daba a un pasillo ancho pero un poco oscuro. Luego de dar cinco pasos, se enfrentaban dos puertas: a la izquierda, el cuarto de Agata; la hija menor de nuestro protagonista, y a la derecha el de Camila. Finalizando el pasillo, había otra otra puerta con la habitación principal. Lo único oscuro era el pasillo era oscuro, los camarotes con sus grandes ojos de buey siempre tenían mucha luz.
Yendo para la proa, había una gran cocina que hacía a la vez de comedor, una despensa de alimentos y bebidas. La cocina funcionaba a leña o kerosene. En el caso de quedarnos sin combustible, la leña estaba en la plataforma inferior y podía subirse de a una tonelada por vez, mediante un montacargas de balancín que estaba debajo de la mesada.
Mirando a la proa, en la borda de babor, había unos ganchos donde el capitán colgaba los animales para despostarlos, pero antes los sacrificaba en la cubierta para conservarlos en frío con un sistema de hielo seco que mantenía los alimentos a dos grados de temperatura o bien se servía de una heladera que podía contener hasta seis barras grandes de hielo. Todo parecía estar pensado para que nada les faltara durante los periplos.
La plataforma inferior era un lugar inmenso casi sin divisiones donde se guardaba la leña, las bolsas con granos, harina, azúcar, sal y otros alimentos no perecederos. En la popa estaban los tanques de agua que se podían cargar en algún puerto o bien se obtenía de ríos de agua dulce o agua de lluvia, y cuando era así, la hervíamos para beber o cocinar. Estos tanques tenían cañerías que abastecían los baños y la cocina mediante unas bombas manuales que se llenaban para bañarse o cocinar. Depositados a los costados, muchos tirantes de madera estaban prolijamente apilados para darle un uso que se desconocía. Cabos y piolas de repuesto bien ordenadas esperaban en silencio su momento para ser utilizadas cuando las que estaban en uso, terminara el proceso de su vida útil.
Fardos de alfalfa, avena y trigo estaban ocultos en un sector donde llegaba la luz solar que provenía de unos tubos que sobrepasaban la cubierta y que contenían unas lupas, que amplificaban los rayos solares prodigando mucha luz y ventilación a su vez en el recinto.
Download MangaToon APP on App Store and Google Play