Es agosto y la brisa cálida acompaña la llegada de Pilar a Londres, Junto a ella, una pequeña valija y un bolso de mano son hasta el momento sus únicas pertenencias. Dieciocho años y solo eso son sus posesiones. Ella divaga pensando por unos minutos viendo hacia la valija observando melancólica que al fin de cuentas solo ella ahora estaría para el mundo.
Pensó qué estaría haciendo en ese mismo momento la madre superiora del orfanato las Belemitas, ¿sentiría tristeza por su partida?, ella lo sentía. Aquel orfanato era lo único que ella tenía a algo parecido a un hogar, había llegado allí desde la edad de tres años, sus padres sufrieron un accidente y ella sobrevivió a la muerte, sin siquiera un rasguño. Meditaba en aquellos recuerdos narrados por la Madre superiora, cuestionaba su presencia en este mundo y lo ingrata que fue la muerte con ella al no llevarla junto con sus padres. No tenía un solo recuerdo de ellos, una foto, tampoco un apellido, ya que todo quedó calcinado, a pesar de la intensa búsqueda de posibles parientes, nadie llegó. Así fue como la madre superiora le llamó Pilar e improvisó un apellido para ella, Colk.
Salió pronto de sus pensamientos y emociones cuando un sonido sórdido la alertó de que algo a su alrededor sucedía, un autobús le advertía de su más grande imprudencia; pasar la calle sin mirar en los dos sentidos. Un brinco de sobresalto en señal de respuesta de su cuerpo la tensó, tomando su bolso de mano en su pecho, dejando pasar el autobús tan cerca que pudo ser arrollada por centímetros. Al pasar, su cuerpo heló, sintiendo que la muerte nuevamente le jugaba chistes de mal gusto. Ella solo sonrió tan cómplice de lo que acababa de suceder mientras los demás transeúntes estaban aterrorizados . Tomó nuevamente aire , arreglando un poco su frondosa melena oscura de ondas pronunciadas y sus grandes ojos color ámbar se posaron en recoger su pequeña valija , vió esta vez a los dos lados y cruzó la calle. Pronto llegó a una pequeña pero acogedora pensión, la Madre superiora le había recomendado aquel lugar para que iniciara su nueva expedición.
Pilar entró al diminuto cuarto, una cama, una mesa acompañada de una lámpara, un escritorio y una silla era todo lo que componía. Soltó su valija dejándola a un lado de la cama , puso su bolso sobre la mesa y se recostó sobre ella. Allí pequeñas escenas rebotaban en su cabeza recordando las palabras de la Madre,
-Es preciso que vivas sola y conozcas mejor el mundo.
-Lo conozco Madre. Replicó Pilar.
-No, conoces solo estas cuatro paredes. Quiero que antes de que tomes del todo la decisión de ser novicia, que vivas en el mundo real y sepas si de verdad quieres esta vocación.
-No tengo nada qué hacer allá. El mundo es cruel, no quiero estar allí. Si no merecí una familia en todos estos años, cuál es la diferencia allá afuera.
-Mi niña aunque nadie te adoptó sí tuviste una familia, las novicias y yo fuimos, somos y seremos tu familia.
Pilar sintió vergüenza al dejar salir aquellas palabras, no había querido herir la susceptibilidad de la Madre.
-Lo siento, no fue eso lo que quise decir. Su voz sonó llena de pena y aún así alzó sus ojos respondiendo
-Pero sigo firme con mi vocación.
-Ya hemos hablado muchas veces de esto, tienes dos años para que lo consideres, si al pasar este tiempo aún prevalece tu vocación, no interferire. La Madre acariciaba las manos de Pilar en señal de afecto y cariño
, besó su frente y santiguó su pecho.
-Entonces, nos veremos en dos años Madre. Pilar se despedía de la Madre dejando en su mano un casto beso
Una bendición por parte de la Madre y palabras de motivación por parte de todas las novicias fueron los últimos recuerdos de aquel lugar al que había aprendido llamar hogar.
Pronto el cansancio la agotó quedando dormida hasta el día siguiente. Al despertar, se dio un ligero baño, sacó sus pocos vestidos de la valija, escogiendo uno de color celeste, tomó su rosario y su pequeño libro de oraciones a los santos, Una imagen de nuestro Señor Jesucristo había sido minuciosamente escrutada sobre la mesa antes de dar inicio a sus plegarias matutinas, su ritual corto se caracterizaba por un santo rosario, tres padres nuestros y tres ave marías, su persignacion y un devoto beso al señor en la cruz, se destinó a salir en busca de un trabajo. En los años de estancia en el orfanato, las monjas habían instruido rigurosamente en su aprendizaje. Pilar es una excelente mujer para los números, siempre se inclinó por las finanzas que aunque aún le faltaba instrucción se defendía a cabalidad en la dirección de los mismos. Había aprendido a llevar el control y dirección del orfanato sin ninguna dificultad, pero,¿ qué era eso para con el mundo real?, pronto lo pondría a prueba.
Ya ha pasado un mes, Pilar no ha tenido aún suerte para conseguir trabajo, está frustrada y fatigada. Recuerda las palabras de la Madre superiora tratando de tener un poco de paz. Sus pies están cansados e hinchados, decide entrar a un café bar y pedir un capuchino ya que ha recordado que no ha llevado nada a su boca en todo el día. Se sienta en una pequeña mesa, lejos de la entrada principal del lugar. Su calzado alto la obliga a quitarlos por un instante mientras reposa sus dedos de tan largas caminatas. Mientras toma su capuchino un par de hombres llegan al lugar, uno de ellos con un aura predominante, tes blanca, alto, de espalda ancha y exquisito vestir, tal parecía no tocar el suelo, llevaba lentes oscuros los cuales no se inmuta en quitárselos al entrar al lugar. Detrás de él venía otro hombre igual de apariencia, alto, de tez canela , grandes ojos grises y una sonrisa hermosa. Saludó a la mesera con mucho aprecio.
-Lo mismo de siempre Mary. Dijo aquel hombre.
-Con gusto señor Alfredo. Se escuchó a lo lejos su nombre.
Pilar veía a aquellos dos hombres con cierto sigilo. Era la primera vez que veía hombres de tal magnitud en belleza. Tomó un sorbo más de su capuchino hasta sentir que uno de ellos se percató de su presencia, al notarlo sus mejillas sonrojaron y sus ojos bajaron a la mesa. Era Alfredo que la vió a lo lejos y quedó fascinado en su belleza.
-Parece que estás de casanova nuevamente.
-No digas eso. Sabes muy bien que no soy de esos César.
-Por favor, si te gusta simplemente engatusala y llevala a la cama más cercana. Refutó César.
-No es delicado de tu parte referirte así de las mujeres. Alfredo se ve notoriamente fastidiado con los comentarios de César. Justo la mesera llega con el pedido solicitado dejando las bebidas allí, sonriendo a Alfredo.
-Parece que la tal Mary, le gustas. Dice César luego de que ella se retirara de allí.
-Solo es cortesía. Alfredo toma un poco de su bebida.
-Oh por favor, solo quiere coger contigo y sacarte dinero. ¿Acaso no lo ves?
Alfredo cierra sus ojos respirando hondo, -El que una mujer te haya pagado mal no significa que todas son igual a ella. Alfredo ha abierto sus ojos mirando fijamente a César quien aún no se ha quitado sus lentes oscuros.
-No me hables de eso. Además no te cité aquí para hablar de eso.
-Tú empezaste. Alfredo deja su bebida sobre la mesa. A lo lejos ve nuevamente a la chica de hace unos momentos. Su tersa piel blanca y grandes ojos ámbar cautivan su corazón.
-Al fin decídete, la mesera o la mocosa. Aunque si me preguntaras, escogería a la mocosa. Dijo fríamente César.
Alfredo no soportó su antipatía y grosería , explotando contra César dándole un fuerte golpe en una de las mejillas haciendo que sus lentes oscuros cayeran al suelo. -¡ Qué putas te pasa!, ¿Cual es tu problema?. Por Dios, te parió una mujer. No soy cómo tú. Alfredo se levantó de su silla airado.
Del otro lado de la mesa, César gira su rostro hacia su amigo, su boca tiene una ligera mancha de sangre, producto del golpe recibido.
-Pegas duro cabrón y no me digas que no eres como yo, tú no eres ningún puritano. Dijo César.
-No mereces más. Te has vuelto un ser hostil, odioso y arrogante. Esa mujer te jodió la vida. Alfredo alzó sus cejas, sabía muy bien de qué hablaba César con respecto a ser puritano.
-Te dije que no la menciones. Dió un grito César. Sus ojos azul zafiro brillaban fuertemente. Al notar las miradas de los clientes del lugar, Cesar se arregla su saco sacando unos billetes apoyándolos en la mesa.
-Algún día me darás la razón . César salió del lugar hecho una fiera. Al salir del lugar tropezó con aquella mujer, aquella que por su causa su mejor amigo se atrevió a golpearlo.
-Lo siento. Dijo aquella frágil voz. Su denso cabello cayó delante de ella mientras trataba de recoger del suelo las pocas hojas que llevaba en sus manos hace un momento. Por el contrario, César reposó sus ojos en los de ella destilando una ira incontrolable que solo en respuesta le dió la espalda entrando a su auto con su chofer y guardaespalda.
Detrás de él, Alfredo salía del café viendo cómo desaparecía de su vista su amigo, al girar su cuerpo se encontró con Pilar aún recogiendo las cuantas hojas que aún estaban en el suelo, ahora unas pisoteadas por los peatones.
-Señorita, permítame le ayudo.
-¡No!. Exclamó con fuerza. Ahora en el rostro de Pilar deslizaban unas lágrimas de desconsuelo. Alzó su mano evitando que éste se acercara a ella. - Yo puedo sola.
-Por favor, no es una molestia para mí. Le pido por favor disculpas por el comportamiento de mi amigo.
-No se las estoy pidiendo. Pilar ha terminado de recoger las hojas desordenadas mientras pasa una de sus manos por las mejillas y limpia sus lágrimas.
-Déjeme ayudarla. Alfredo se sentía extremadamente apenado por aquella mujer.
-Su problema no soy yo, el problema es su amigo. Pilar se apresuró a salir de allí sin mirar atrás. Hace un momento admiraba tales bellezas y ahora las detestaba. Cada día que pasaba en esa ciudad le hacía confirmar cada vez más que la humanidad no era más que seres insensibles que aunque debe tener misericordia de ellos, no soportaba su naturaleza. Prefería mil veces elevar plegarias por ellos que tratar con ellos. Era como lidiar con el mismo diablo. Cansada de aquel día llegó a su único lugar que consideraba propio soltando su cuerpo sobre esa pequeña cama y quedándose rendida ante el sueño.
Días después, Pilar encontró una oferta de trabajo que llamó su atención. Era una prestigiosa inmobiliaria, con excelentes prestaciones y plan carrera. Una oportunidad que no podía desaprovechar. Esa mañana elevó sus oraciones al Señor y se santiguó creyendo fervientemente en su fe que ese día sería diferente. Sus ánimos estaban elevados, pronto sus pies estaban al frente de ese nuevo lugar imponente y elevado, suspiró hondamente y fijó sus pasos a las puertas de aquel lugar.
-Buen día, vengo por la aspirante a secretaria auxiliar. Dijo Pilar animosamente soplando su pecho con alegría y esperanza.
-Buen día. Mucho gusto soy Marina. Secretaria de gerencia. Marina la observa algo inquieta. - Eres muy jóven .
-Pero estoy muy bien preparada. Pilar da dos pasos hacia ella.- Por favor, permítame que me pueda presentar. No la decepcionaré. Pilar aún conserva su esperanza regalando una sonrisa sincera.
-No lo sé. Mi jefe es un hombre muy particular. No sé si permitir que usted entre allí sea bueno o malo. Marina está indecisa. Extiende sus manos en negativa y son semblante preocupado.-Verá, usted es una joven risueña , le aseguro, mi jefe la sacará corriendo de aquí.
-Asumiré el riesgo. Pilar afirma con determinación tomando una postura firme y decidida.
-Está bien. Pase a la siguiente oficina, en cinco minutos llegará el señor Cesar Steven. Él es el gerente y dueño de la Inmobiliaria. Marina se sienta y mira por última vez a aquella chiquilla. -No digas que no se lo advierti.
-Muchas gracias. No sé cómo compensarlo. Pilar está eternamente agradecida. Ahora su deber era convencer a aquel hombre de que ella era la idónea para el cargo.
-No sé si en un rato me lo agradecerá o me recriminará el infierno que te puede hacer pasar. Pero tú lo pediste. De todas formas te deseo suerte. Marina se retira de allí y sigue con sus labores. Pilar se queda pensando en aquellas palabras.
Han pasado treinta minutos, las manos de Pilar transpiran sin cesar. Se siente ansiosa y no sabe qué ha pasado y por qué está esperando tanto hasta que un hombre entra a la oficina completamente concentrado en los documentos que lleva en sus manos. Este cierra la puerta por inercia y se dirige a su amplio sillón sin percatarse siquiera de la presencia de Pilar. Ella al verlo entrar recuerda nítidamente su rostro, empalidece al ver que él es el hombre que la embistió y que todas sus ilusiones se irán al caño tan pronto la vea. Quiere levantarse pero sus piernas no responden, sus nervios están de punta y sus músculos no responden a ninguna de sus órdenes. En tanto, aquel hombre aún ignora su presencia hasta que decide buscar en una de sus gavetas un esfero para hacer un apunte a aquellos documentos. Solo así logra ver una sombra frente de él que con el pasar de los segundos esta se vuelve más clara.
-¿Se puede saber quién carajo es usted? y ¿con qué permiso se atreve a entrar a mi oficina?. César alza su voz en un tono despectivo.
-Yo… yo soy. Su pequeña y frágil voz desaparecía como los colores a su rostro.
-Lárguese de mi oficina. César se ha levantado de su asiento y apunta su dedo en dirección a la puerta.
Pilar reacciona dando un brinco en su asiento ante aquel súbito grito dejándola sorda por un instante.
-Soy Pilar Colk, la aspirante al cargo de auxiliar. La señorita Marina me dijo que debía esperar aquí. Pilar contesta con una voz determinante. Su titubeo había desaparecido cuando este hombre se había atrevido a echarla sin siquiera escucharla.
César por el contrario recordó el recado de Marina. Lo había olvidado. Aquella mujer estaba hace media hora esperándolo y la había olvidado por completo.
-Entonces, usted es la que debo entrevistar César se ha sentado de nuevo. Esta vez con sus ojos clavados a la imagen de Pilar.
-Pilar ha tomado un poco de aire y contesta firmemente
-Así es señor. Pilar pasa su curriculum por sobre la mesa dejando frente a César la pequeña carpeta.
César observa la carpeta sin ningún ánimo de abrirla. Sin embargo, la arrastra hacia él.
-¿Por qué cree que debo contratarla?. Se ve que es muy joven y debe no tener experiencia. No estoy interesado en el perfil de una chiquilla.
Pilar es invadida por la penumbra de aquel hombre, se siente sofocada y ligeramente está transpirando.
-Verá señor, si bien es cierto que soy jóven y que aparentemente no tengo la experiencia , debo refutar al decirle que poseo las capacidades para ejercer el cargo, ya que tengo una amplio conocimiento en este tipo de labores ya que las he ejercido aún siendo menor de edad. Pilar trata de no estrechar sus manos y desviar su mirada. Sabe muy bien que son señales de desacierto o temor. Había sido muy bien instruida por las novicias.
César detalla cada movimiento de su cuerpo, hasta puede llegar a contar las veces que ella parpadea. Su mirada fija trata de traspasar en ella buscando una gota de mentira .
-No me interesa contratarla. Retírese. César suelta esta frase con indiferencia tal que le duele a Pilar.
-Señor por favor, solo necesito una oportunidad. Permítame presentar las pruebas y luego usted determina si soy apta o no para el cargo. Pilar trataba de mantener la calma en su rostros aunque dentro de ella había una tormenta.
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