—¿Qué haces todas las noches para acabar en este estado? Sé que tu vida sexual y amorosa está más muerta que viva—dijo Emma, mientras bebía de su sorbete de fresa.
—¿podrías bajar la voz? Incluso si tengo una vida tan aburrida, no quiero que todo el local se entere—la regañé fulminándola con la mirada.
—no te pongas así, solo está preocupada—la defendió Akira, dando un sorbo a su café.
—pues vaya forma más única de demostrarlo—me quejé soltando un bufido.
Ya sabía que parecía, más un fantasma que un ser humano, pero esto no era culpa mía, hace una semana que empecé a tener terribles pesadillas, pero lo peor es que no podía recordar nada, excepto la sensación de ardor que sacudía mi pecho, como si me lo estuvieran rasgando.
Pero por más que mirase no había ni un solo arañazo, arañazo, ni quemazón, pero aquella sensación no se iba a no ser que me diese un baño de agua fría.
—tierra llamando a Hellen—Akira me hizo volver a la realidad, moviendo sus manos en mi rostro y yo parpadeé confusa.
—¿Qué, qué pasa?
—¿cómo que, que pasa? Hay un tipo irresistible allí que quiere ser atendido por ti—susurró Akira, señalando con la cabeza en la otra punta de la barra.
El hombre en cuestión iba demandado bien vestido para un lugar como este, ya que llevaba un traje azul marino que le quedaba muy bien, su cabello. Volví la cabeza a mis amigas.
—¿por qué dices que quiere ser atendido mi? ¿Ya están intentando emparejarme con el primer lunático que ves?—solté mirando mal tanto a Akira como a Emma.
—en serio que mal pensada eres, además no es como que lo diga yo, sus acciones hablan por si solas, no deja de quitarte la mirada de encima y ha rechazado a Anthony—explicó Emma.
—y tampoco queremos que tu jefe vuelva a culparnos de tu poco rendimiento—declaró Akira con una sonrisa.
Ambas se alejaron de la barra, sentándose en su mesa de siempre, al lado de la ventana y cerca del sitio donde algunas bandas suelen tocar, según ellas, para tener la mejor vista. Moví la cabeza de un lado a otro, no tenían remedio.
Acomodándome el uniforme, respiré hondo y me acerqué a la persona en cuestión, quedando un poco sorprendida. Era mucho más atractivo de cerca, con el cabello de un castaño oscuro, ojos cafés, tan profundos, que parecía que pudiera ver a través de mí.
En cuanto nuestras miradas se cruzaron, sentí un fuerte escalofrío, que hizo temblar todo mi cuerpo y por un momento sentí ardor en mi pecho y mi corazón bombeó con fuerza, pero la sensación, al igual que apareció, también así se fue, fue tan rápido todo que no tuve tiempo de procesarlo.
—¿te encuentras bien?—preguntó el desconocido con una media sonrisa.
—he… si, todo bien.—respondí aún aturdida.
¿Qué demonios fue eso? Recobré la compostura y me enderecé, sonriendo al hombre que tenía frente a mí. No era momento de estar divagando.
—¿Qué deseas pedir?—pregunté con profesionalidad.
El hombre se llevó el dedo índice a los labios, mientras pensaba que iba a pedir y yo no podía dejar de seguir cada movimiento que hacía.
—¿Qué me recomiendas?—dijo al final con una voz ronca.
Noté como su mirada, viajaba de mis ojos a mis labios y luego a mis ojos nuevamente.
—te recomiendo el cóctel de suspiro—dijo Emma apareciendo de la nada y sentándose al lado del desconocido.
—¿suspiro?—preguntó él, intrigado.
—sí, es un invento de nuestra amiga, aunque el nombre deje muy poco que desear está muy bueno—se unió a la conversación Akira.
Ya decía yo, que estaban tardando en meter sus narices donde no las llamaban.
—entonces que sea un suspiro, por favor—ordenó amablemente.
—por cierto, me llamo Emma, ella es Akira y la belleza que te está sirviendo se llama Hellen—se presentó con entusiasmo y Akira la siguió, saludando al suso dicho con la mano.
—yo soy Ethan Eligor—se presentó.
Mis amigas, como las cotillas que son, comenzaron a indagar y preguntar a Ethan cosas sobre él, a lo que respondía sin problemas, pero pude ver que mientras lo hacía no apartaba la mirada de mí.
Ha pasado una semana desde aquel día que conocí a ese hombre guapo de nombre Ethan, incluso mis amigas venían todos los días para ver si podían volver a encontrarse con él, pero para su mala suerte no había señales de él.
Era como si nunca hubiera existido y hubiera sido producto de nuestra imaginación.
Pero al contrario que mis amigas, yo me alegraba mucho no tener que verlo, por qué, aunque el momento que pasaron fue agradable, para mí fue el más incómodo de toda mi vida.
Aquel tipo no dejó de mirarme en todo momento, sin mencionar que había algo de él que me inquietaba bastante.
Y no por el hecho que me miraba como si quisiera devorar hasta lo más profundo de mi alama, que también, sino que no pude ver su aura. Todo ser humano en la tierra tiene un aura, las cuales clasifico en claros y oscuros, dependiendo del grado de hostilidad, amenaza o afecto que tengan esas personas hacia uno, en este caso hacia mí.
Pero él no tenía y solo existían dos motivos para que no tuviera, la primera era que esa persona estaba muerta y la segunda era que debía ser tan poderoso que incluso podía esconder su presencia de otras personas.
Y para mí, todo aquello que se me hacía sospechoso o extraño, era síntoma de peligro. Así que me alegraba mucho que estuviera fuera de la mira de mí y mis seres queridos.
—estoy agotada, no puedo creer que ya sea viernes—exclamé intentando cambiar de tema.
Mis dos mejores amigas, asintiendo de acuerdo con mis palabras y me sonrieron en respuesta.
—eso quiere decir, ¡fiesta y más fiesta!
La que estaba dando voces era Emma Gray, tenía dos años más que yo, de cabello castaño, liso y largo, llevaba unas gafas de pasta que se ajustaba moviendo la nariz, haciéndola verse muy tierna.
Me encantaba su entusiasmo, pero muchas veces ese carácter extrovertido y fiestero solía meterla en muchos problemas. Por suerte no es alguien que se deja manejar tan fácilmente y siempre sale a defendernos cuando es necesario.
—no entiendo como no te cansas de salir todos los días—la dije
—dejaré de hacerlo cuando se extingan los chicos guapos, ¡cosa que espero que no suceda nunca!—respondió Emma con un chillido.
—en serio tienes que aprender a hablar como un ser humano normal—la llamé la atención nuevamente.
—no entiendo cómo sigues perdiendo tu tiempo en intentar razonar con ella—soltó Akira.
Akira Durán, de hermoso cabello negro, lacio, era mi segunda mejor amiga, la más pequeña de las tres con veintitrés años, pero a veces parecía la más sensata.
Digo a veces, por qué también ama hacer locuras, es una adicta a la adrenalina y los fines de semana de vez en cuando se va a hacer deportes extremos que luego cuelga en las redes sociales.
—hoy si o sí saldrás con nosotras, y debes saber que no entra a discusión—declaró Emma con determinación.
Ya sabía que discutir con ella era una perdida de tiempo y energía, pero nunca está de más intentarlo.
—ya sabes que trabajo hasta tarde, por ser fin de semana…
—como he dicho no acepto uno, no por respuesta, además no te preocupes, hablé con tu jefe y estuvo de acuerdo en dejarte ir hoy temprano.—dijo guiñándome un ojo.
Puse los ojos en blanco, mirándola con mala cara, temiéndome lo peor.
—¿Qué fue lo que le dijiste exactamente?
—solo le dije que harías horas extras otro día para recuperar el tiempo perdido.
—¡Emma!—la grité molesta.
No me hacía mucha gracia que se metiera en mi trabajo, menos con mi jefe, sobre todo para cambiarme los horarios.
—tendrás que perdonarla, solo queremos que salgas a divertirte un poco—se interpuso Akira con su voz melosa.
Suspiré con frustración y las miré, sonriendo un poco, incluso si me quejaba ya estaba hecho, así que solo me quedaba resignarme.
—de acuerdo, vosotras ganáis, saldré esta noche.
Ambas amigas chocaron sus copas triunfantes, mientras movía la cabeza de un lado a otro entre incrédula y divertida.
Bueno, una noche no hace daño a nadie, ¿no? Llevaba bastante tiempo sin salir a divertirme, he estado tan ocupado con estudiar para los finales que me encerré en trabajo y estudio sin mirar más allá.
—es hora de irse, ¡la noche nos espera!—soltó Akira, levantándose de un brinco de donde estaba sentada.
Tiró de la mano de Emma y ambas salieron del local gritando como alma que lleva el diablo.
—¡oye que todavía no he terminado mi turno!—grité.
Pero ya era demasiado tarde, pidiendo disculpas a los clientes por el creciente escándalo, las seguí a fuera del local, sin saber que sería el principio de un torbellino de secretos, mentiras, traiciones y muchos muchísimos malentendidos.
Los rayos del sol asomaban entre las cortinas de la habitación, me revolvía entre las sábanas, cubriendo mi rostro por la luz molesta.
—maldita sea—maldije entre dientes y me incorporé un poco en la cama, frotando mis ojos y parpadeando, acostumbrándome al lugar.
Al caer en la realidad, me sobresalté mirando mi alrededor.
—mierda, ¿dónde estoy?
Está claro, que esta no es mi casa.
Observé la imponente habitación que era el triple de grande que la mía, la decoración era bastante lujosa, con colores oscuros como el gris y el negro. Parecía la típica habitación que solo veías por internet,
Pero eso dejó de tener importancia, al ver a dos hombres acostados uno a cada lado de mí, semidesnudos.
Pude reconocer rápidamente a Ethan, que dormía plácidamente en el lado izquierdo, pero el otro de cabello negro no tenía idea de quien era.
Ambos dormían como ángeles con el cabello hecho un completo alborotado, mientras los seguía observando, me percaté que los dos llevaban el mismo tatuaje, pero en sitios diferentes.
El tatuaje no era muy grande, un cuchillo o espada, que estaba del revés, no estaba muy segura del cual de los dos sería, pero el objeto punzante estaba atravesando una rosa machista. Ethan lo tenía en el hombro, en cambio, Eider lo tenía en el pecho justo donde debía estar el corazón.
Volví en mí al ver lo que estaba haciendo. No es tiempo de estar comiéndolos con la mirada, recuerda, ¿qué hiciste anoche?
Me llevé las manos a la cabeza con frustración, intentando descifrar como es que llegué a esta horrible situación.
...• UNAS HORAS ANTES…...
Con unas cuantas copas de más, cortesía de mis buenas amigas, estaba en la pista de baile, moviendo mi cuerpo al ritmo de la música.
No sé en qué momento me quedé sola y perdí de vista a Akira y Emma, pero no me importaba. Seguramente encontraron a sus próximas víctimas, me apiadó de esas pobres almas.
Mientras seguía bailando, sentí la mano de alguien que tiraba hacía mi, tomándome por la cintura, por la repentina brusquedad giré sobre mis propios pies, lo que casi me cuesta un gran tropiezo, logré a duras penas mantenerme en pie.
—oye casi haces que me caiga, ¿podrías dejar de sujetarme así?
Pero el hombre, de cabello castaño y ojos negros, en vez de apartarse, se acercó mucho más invadiendo mi espacio personal, su aliento a alcohol, me provocó una arcada y su sonrisa de borracho, hizo que mi vello se pusiera de punta.
—sé que te gusta, no te hagas la difícil—soltó con una sonrisa socarrona.
Arrugué la nariz asqueada y me zafé de su agarre, en estos casos lo mejor que uno puede hacer es ignorar a tipos como estos. Por lo que, lo ignoré y seguí bailando.
—¿no te han enseñado a no darle la espalda cuando alguien te está hablando?
Me agarró del brazo con fuerza, haciéndome daño. Intenté soltarme, pero me tenía fuertemente agarrada.
—¡suéltame imbécil!
—no entiendo por qué las mujeres venís así vestidas y luego os hacéis las dignas, todos sabemos que si estáis así vestidas es por un solo motivo—aseguró relamiéndose los labios.
Me miraba de arriba abajo con ojos perversos y lascivos, logrando que mis entrañas se retorcieran del asco.
Y pensar que todavía había gente en el siglo veintiuno, que todavía pensaba con esta mentalidad del año de mis ancestros.
—el que me vista así, no quiere decir que desee acostarme contigo, ¿entiendes? ¡Eres asqueroso!
—tú y yo sabemos la realidad, si me ruegas un poco…
No lo soportaba más, tiré de las solapas de su camisa haciendo que su rostro quedará cerca del mío.
—¿lo ves? Lo que yo…
—escucha bien lo que te diré, tomarás esa cara de imbécil que tienes y le harás un favor a la humildad perdiéndote lejos de aquí, ¿entendido?
—Sí…—respondió de forma mecánica.
Tan pronto como lo solté salió de mi vista. Salí de la pista de baile para evitar ese tipo de incómodos momentos, me acerqué a la barra pidiendo un buen vaso de agua helada.
Mientras esperaba, busqué a Akira y Emma con la mirada, pero no había rastro de ellas, ¿dónde se metían cuando se las necesitaba?
—no sé qué le has hecho, pero a sido efectivo, y yo que pretendía lucirme y ayudarte, pero parece que no lo has necesitado—habló un hombre de cabello negro y ojos verdes que estaba sentado a unos metros de mí.
Intenté que no se notara lo sorprendida y preocupada que me había puesto por un segundo, no pensé que alguien estuviera mirando en ese preciso instante.
—cómo puedes ver, no soy una damisela en apuros, pude manejarlo solita—dije con sequedad.
—eso parece, me gustan las mujeres de carácter fuerte. Soy Eider y tú eres…
—Hellen.
—un gusto Hellen, y gracias por alegrarme la noche, que se estaba volviendo aburrida—declaró.
Lo miré con recelo y desconfianza.
—¿a qué se debe esa mirada? Soy inofensivo, lo prometo.—soltó elevando los brazos a modo de defensa.
—eso de inofensivo, está por ver.
—en serio lo soy, solo vine con mi hermano a pasarla bien y despejarnos un poco del trabajo—explicó señalando con su dedo a un sofá donde estaba sentado… ¡El mismo tipo que vino a mi bar hace unos días!
Nuestras miradas se cruzaron nuevamente y él sonrió, levantando su vaso a mí a modo de saludo.
—¿ese es tu hermano?—no pude ocultar mi asombro.
—hermanito más bien, supongo que por la forma que te sonrió y tu reacción ya se conocían.
—no diría tanto, vino un día a mi bar y lo serví…
—así que eres la famosa creadora del coctel suspiro —me interrumpió mirándome anonadado.
—¿supongo?—dije con timidez.
—lo siento, no quería sorprenderte, es que estuvo hablando tanto de eso, que acabé harto, pero me alegra conocer a la persona qué logró impresionarlo, dime, ¿nos dejas invitarte a una copa?—se ofreció.
Dude por un momento, pero él me miraba con una sonrisa a la espera que aceptase por lo que sin más dije que sí.
Sí, es solo es una copa, no pasará nada.
...• PRESENTE:...
Llevé mis manos a la cabeza frotando mi cabeza aún frustrada, maldiciendo tanto a Akira como a Emma, todo esto pasó por su estúpida insistencia de salir y para colmo me dejaron tirada por saber quiénes.
Me vestí lo más rápido que pude, evitando despertar a los dos hombres terriblemente tentadores que todavía dormían a mi lado.
—debo salir de aquí.
Sé que debía tener una pinta más que horrible, pero no me importaba y salí de la habitación, a toda prisa, sin mirar atrás.
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