El Omega:
El Alfa:
Ser el único Omega de dos hermanos, no era sencillo.
Ser el Alfa maltratado por su padre, no era sencillo.
El ser obligado a conseguir un Alfa respetable, dominante y adinerado no lo era todo para Éley.
El tener que mezclarse con Omegas y otros Alfas era lo que más odiaba Lukyan, por eso solo se limitaba a Betas.
Éley era recesivo y usaba inhibidores siempre, por ende sus feromonas se mantenían tranquilas, así que no tenía problemas para decir que podía ser Beta. No se molestaba en buscar una pareja y, cuando estaba con su ciclo, solo se quedaba encerrado en su habitación o lo pasaba con un amigo, a pesar de que su padre no dudaba en obligarlo a salir con cada Alfa que a él se le antojaba porque no deseaba que se quedara solo toda la vida por ser recesivo y no poder gustarle a nadie.
Lukyan llegó a ese bar solo por escapar de su padre Alfa opresor y maltratador que no dudaba en repetirle una y otra vez que, un Omega y Alfa, siempre se aprovecharian de él. Había estado, durante toda su vida, sometido a los múltiples Alfas y Omegas con los cuales su padre lo torturaba y lo golpeaba. Los Alfas liberaban sus feromonas sobre él, lo cual le resultaba asqueroso y los Omegas no dudaban en tomar todo de él cuando estaban en su ciclo. No sabía en qué momento realmente habían comenzado los dolores, los golpes, humillaciones, abusos y más, pero estaba cansado de todo y su padre jamás se detenía. Era solo un experimento para él, algo que le daba igual y que no le tenía la más mínima piedad, pues, a pesar de que Lukyan lo llamaba padre, no lo era. Su padre, Omega dominante, había estado con otro Alfa y, de aquello, había nacido Lukyan.
Aquel hombre solo se había hecho cargo con el único fin de que su, respetable familia, no anduviera en boca de otros por ser reconocida y respetable. Y, por el rencor que le tenía a ese Omega por haberlo engañado, se desquitaba con aquel niño. El hombre era doctor, así que, en la clínica, solían siempre probar los experimentos, inhibidores nuevos y más en gente pobre que se ofrecía y en Lukyan.
Debido a todo eso, odiaba ser Alfa y solo deseaba ser un Beta para tener una vida normal. Su padre lo había obligado a estar con multiples Omegas cuando ellos tenían su ciclo o cuando él estaba con su rut. De la misma forma ocurría con los Alfas por experimentos y más, de aquella manera provocó que fuera acumulando más y más odio por los Omegas y Alfas.
Los Alfas le parecían egocéntricos, malditos y aprovechadores.
Los Omegas necesitados y manipuladores.
Los Betas, eran otra historia. Ninguno le había hecho daño alguno, así que solo se rodeaba de ellos.
El encontrarse con Éley, le refresco la noche y más al oír de sus labios que era un Beta.
¿Cuánto duraría esa mentira?
Ser un Omega recesivo no era tan malo como todos pensaban y Éley lo sabía muy bien. Tenía sus ciertas ventajas, por ejemplo: no liberaban feromonas con normalidad, así que podían caminar con tranquilidad sabiendo que no iban a provocar nada malo, como todos lo hacían ver, pues un Omega en celo podía provocar que los Alfas pelearan y se enfrentarán por estar con él. Por otro lado, no tenían que preocuparse por quedar embarazados.
Y era simple, pues cada individuo recibía dos versiones de cada gen, conocidas como alelos y era una de cada padre. Si los alelos de un gen eran diferentes, entonces el alelo que se expresaba era el del gen dominante. Por otro lado, el efecto del otro alelo, denominado recesivo, quedada enmascarado.
Mientras Éley caminaba, solo estaba rodeado de Alfas, Omegas y los Betas algo por lo que solía ser confundido debido a que no liberaba feromonas con normalidad y no le molestaba. Estaba más tranquilo al ver que creían que era Beta. Los Alfas no se le acercaban mucho y pasaba sus días en paz. Su ciclo solo llegaba una vez al año y a veces ni siquiera le duraba un día, así que era algo que podía controlar con suma facilidad.
Era su primer año en la universidad y era un mundo nuevo. La secundaria era muy diferente y donde la mayoría comenzaba a descubrir lo que era realmente. Cuando supo que era Omega había estado un tanto feliz, pues sabía que algún Alfa iba a gustar de él, pero cuando un mes después le dijeron que era recesivo debido a unos problemas que había presentado, todo empeoro. Al escuchar eso, su padre se había puesto furioso y, desde aquella vez, lo único que hacía era presionarlo cada día para que encontrará a un buen Alfa.
Cuando entró a su aula sintió las feromonas de muchos Alfas y solo soltó un suspiro. Estaba cansado de esos que se aprovechaban de sus feromonas para provocar que los Omegas entrarán en celos. No eran todos, pero sí en su mayoría. Eran muy pocos los que eran realmente buenos, pero los que eran buenos destacaban mucho más que los demás.
—¿Llego tarde? —preguntó alguien a su lado.
Giró su rostro y vio a Jerley. Un Alfa dominante del cual se había hecho amigo por extrañas circunstancias.
Éley lo observó tomar asiento a su lado. Era alto, fuerte, su cabello era castaño claro y lo, suficientemente, largo para pasar sus dedos por el y sus ojos eran tan verdes que brillaban.
—No, a tiempo como siempre.
—Genial —respondió él con una sonrisa.
Éley nunca había sentido las feromonas de Jerley, así que algunas veces se preguntaba cómo serían y lo que le podrían producir, pero a él no le gustaban los Betas, así que nunca había hecho nada.
Las únicas personas que sabían que era Omega recesivo, eran sus padres, hermanos y su mejor amigo. No tenía problemas con sus hermanos porque asistían a otra universidad diferente, más prestigiosa, más especial, donde estaba casi llena solo de Alfas respetables y muchos Omegas ricos. Ambos sacaron sus cosas para el comienzo de la clase. Era una materia opcional y, debido a eso es que se habían conocido, pues ambos habían elegido materias diferentes, pero el programa los había cambiado a ambos a Artes y, cada día miércoles en la tarde, compartían asiento y hablaban de diferentes cosas.
—Espero que avance rápido la clase, la verdad tengo sueño —confesó Jerley mientras observaba al frente.
—Pero, duerme, te despierto cuando la clase finaliza. El profesor es simpático, no se molestará.
Quedó observando a Éley mientras revisaba su teléfono. Vio su cabello pelirrojo y liso cayendo a los lados de su rostro y, por un momento, lo vio como lo había conocido, con el cabello largo. Pensó que se veía más lindo con el cabello largo que como lo tenía ahora. Cubría sus oídos y era lindo y brilloso. Su piel era blanca y suave a simple vista. Sus ojos eran grises y en el sol se veían casi hipnotizantes. A veces no podía evitar preguntarse, ¿cómo podía ser un Beta tan lindo? Todos sabían que los Omegas eran lindos, dulces y tiernos, pero los Betas tenían una belleza más recatada, pues estos eran simples humanos normales, sin ciclos, sin feromonas, sin nada.
No entendía mucho eso, pero el simple hecho de recordar que era Beta provocaba que sus dudas se esfumaran. No estaba interesado en los Betas sin importar qué fueran hombres o mujeres. Solo le gustaban los Omegas.
—De acuerdo, gracias.
—No hay de qué —susurro Éley con una sonrisa y continuó revisando algunas cosas en su teléfono.
Estaba concentrado en lo que veía, pero no pudo pasar por alto el hecho de que Jerley lo estaba mirando. Sabía que a veces lo miraba más de lo debido, pero siempre le terminaba restando importancia. La clase avanzo de forma rápida. El profesor, que era Beta, solo explicó algunas cosas breves, les enseñó otras diferentes y dio un nuevo trabajo.
Éley anotó todo porque no sé quería olvidar de nada. Era una materia opcional, pero siempre le podía ayudar en su promedio si tenía buenas notas.
—Jerley, despierta, ya terminó la clase —le susurro mientras lo movía un poco.
Él abrió un ojo seguido de otro y observó a todos lados para soltar un bostezo.
—Me envías fotos de lo que pasó el profesor, por favor.
Éley asintió y ambos salieron. Jerley era más alto que él, así que sus pasos eran más largos. Era uno de los Alfas conocidos de la universidad, pero habían muchos más y, como era normal, le gustaba a muchos Omegas e incluso Betas.
—Escuche que algunos van a ir a beber al bar, ¿vas a ir? —preguntó Jerley mientras caminaban por el pasillo.
Observó a Éley que caminaba a su lado y bajó la mirada para verlo levantar los hombros. Una respuesta que esperaba.
—La verdad, ninguno de esos es mi amigo, así que lo dudo.
—Iré yo, puedes ir conmigo, no hay problema. Te puedo presentar otros amigos.
—No, gracias, muchos Alfas, paso de ellos.
—Ya veo, es lo que dices siempre, pero, no es como si pudieran obligarte a algo, ¿o sí?
Éley alzó la mirada y observó sus ojos intensos que lo examinaban. Sabía que se refería a las feromonas, pues ellas no causaban nada en los Betas y no podían ser obligados a tener sexo u obligarlos a entrar en celo.
El pelirrojo solo soltó una sonrisa.
—La verdad, no, creo que mejor iré. ¿A qué hora vas a ir tú?
—Llegaré como las once, ¿quieres que te pase a buscar?
Éley negó de forma inmediata, pues el solo hecho de que un Alfa lo fuera a buscar a su casa iba a provocar que su padre se pusiera como loco y creyera que una boda se acercaba.
—Llego yo, tengo que hacer algo antes.
Ambos asintieron y se fueron por lugares diferentes, pues el único lugar donde compartían eran los días miércoles en las clases de arte.
Cuando la noche llego, Éley soltó un suspiro y solo se puso de pie para salir de casa. Estaba estudiando un poco para unas pruebas, pero pensó en que tal vez distraerse no iba a ser tan malo. Cuando salió de su habitación, se cruzó con sus hermanos gemelos. Hablaron un poco y lo animaron. Cuando se cruzaron con su padre, ayudaron a Éley a salir en paz debido a todas las preguntas que le hacía y lo hostigante que podía ser. Al momento de cruzar la puerta siendo libre, sus hermanos levantaron sus dedos pulgares y él les regalo una sonrisa. Ambos también tenían el cabello rojo, pero sus ojos eran negros. Eran buenos con él y lo cuidaban mucho siempre.
Sabía que sus hermanos no tenían problemas con su padre y que incluso él los quería más, pero sus hermanos jamás lo trataban mal o lo hacían sentir miserable como él. Las veces que oía a su padre y sus hermanos discutir por él eran casi incontables al día. Y su madre no hacía mucho. Era Omega igual que él, así que su padre tenía el control de toda la casa y lo que sucedía. Era el que decidía sobre todo lo que se hacía y lo que no.
Mientras caminaba de forma lenta, iba escuchando música con sus audífonos. Observaba la noche y no pudo evitar pensar que era una linda. Las estrellas se veían claramente y la luna iluminaba con fuerza. Vio unas chicas caminar en la esquina de la cuadra y no pudo evitar pensar en el hecho de que no tenía muchos amigos. Básicamente, solo eran Jerley y Cheng, un amigo que era Beta. Con él pasaba más tiempo, pero en las noches siempre estaba ocupado porque trabajaba, así que solo se veían en la universidad y algunos fines de semana. Y, claro, Cheng también sabía que era Omega, de lo contrario, no serían mejores amigos.
Cuando llegó al lugar del encuentro estaba bastante lleno. Habían muchos chicos y chicas de la universidad. Sintió el olor de las feromonas de golpe, pero estaba tan acostumbrado que solo termino por entrar. Miró a todos lados, pero no vio a Jerley por ningún lado y solo tomo asiento en la barra para esperar a que llegara. Observó a las personas que habían dentro, pero no conocía a nadie.
Le envió un breve mensaje, aunque no obtuvo respuesta y asumió que podía estar ocupado. Pidió un vaso de jugo porque no pensaba beber esa noche, solo quería divertirse un poco para quitarse un poco de estrés y nada más.
De pronto, noto que todo se quedó en silencio. Pestañeó un par de veces y miró sobre sus hombros porque todos habían dejado de hablar de golpe. Pensó que una pelea estaba por empezar o que incluso alguien se había desmayado, pero no fue nada de eso. Cuando dirigió su mirada a la entrada vio entrar a un chico. No supo quien era, pues era recién su primer año en la universidad y no conocía a nadie, así que solo dirigió su mirada al frente e ignoró todo lo que sucedía. Revisó su teléfono, pero Jerley no daba señales de vida.
Soltó un suspiro y pensó en solo irse porque ya llevaba casi veinte minutos esperando, pero se detuvo cuando vio de reojo al chico sentarse a su lado. Por un segundo, su sangre se congeló porque era una presencia imponente y fue suficiente para saber que era un Alfa dominante. Sintió su cuerpo temblar y sentirse un poco extraño, entonces no fue capaz de moverse por sentir un ligero miedo que le recorrió la espina dorsal. Lo escuchó pedir un vaso de licor y se armo de fuerza para beber lo que le quedaba de su vaso de jugo.
—¿Una mala noche? —preguntó el chico que servía las bebidas.
Era Beta, amable y mantenía una sonrisa linda.
Éley lo quedó mirando pensando que había cometido un gran error en hablarle, pero, a pesar de que tenía un rostro serio y las claras ganas de querer golpear y romperlo todo, él le respondió de forma amable para decir:
—Una mierda todo. Este lugar huele horrible.
El Omega permaneció en silencio todo el tiempo y solo buscaba la primera oportunidad para poder escapar, pero entonces sintió la mirada del Alfa y se tenso. Tragó con dificultad y no supo qué hacer.
—¿Eres Beta? —escuchó que le preguntaba.
Sabía que sus feromonas no iban a salir, que estaban controladas, pero, a pesar de eso, sintió miedo de alzar la mirada y verlo.
Y quedó perplejo.
Su cabello era negro y rizado hasta casi sus hombros. Era unos centímetros más largos que el de Éley, pero eso no fue lo que más lo dejó anonadado, sino que fue el hecho de que sus ojos eran de dos colores. El derecho eran tan azul como el mar, el otro tan verde como la esmeralda más hermosa del mundo y tragó saliva con dificultad. Sintió su corazón acelerarse porque era el Alfa más lindo que había visto. Y, con dificultad, respondió:
—Sí, soy un Beta.
El Alfa lo quedó mirando por unos segundos examinando qué, lo que decía, era verdad. Inhaló profundo un par de veces, pero no noto ningún olor en lo absoluto, entonces se relajó.
No habló nada más y centró su mirada en su vaso de licor.
Éley no pudo evitar seguirlo mirando por unos segundos porque era hermoso, entonces se golpeó mentalmente para poder reaccionar. Tragó saliva y cerró sus ojos por unos segundos. Hizo el intentó de ponerse de pie, pero entonces sintió que sus piernas no respondieron. Vio el suelo acercarse a su rostro, no obstante, nunca llegó a tocarlo. Pestañeó un par de veces y fue cuando sintió que su brazo derecho era tomado. No era con brusquedad, tampoco con delicadeza, era con simpleza. Alzó la mirada y vio sus ojos mirándolo de forma atenta.
—¿Estás bien? —preguntó el Alfa.
Su cuerpo no pudo pasar por alto el hecho de su toque. Su mano era grande y su brazo era delgado, así que casi lo rodeaba por completo sin mayor dificultad.
—Lo siento, hay mucho humo en el ambiente.
—Sí, no son capaces de darse cuenta de que hay gente a la que no le gusta fumar.
Éley no dijo nada. Solo guardó silencio porque noto su tono de voz mucho más grave por estar molesto. Vio como apretaba la mandíbula con fuerza, pero no utilizaba esa fuerza para seguirlo sujetando de su brazo.
—¿Eres de la universidad del centro?
—Sí.
—¿En serio? —preguntó el Alfa un poco curioso.
El Omega nada más asintió.
—Que extraño, nunca te había visto por ella y llevo dos años ahí.
—Es que... es mi primer año —susurró.
Él asintió y siguió bebiendo de su copa.
—Soy Lukyan, y, ¿tú?
—Éley, pero ya tengo que irme —anunció y se puso de pie.
No tardo en moverse de forma rápida. Todo el trascurso a la puerta sintió la mirada del Alfa y no sé equivocaba. Lukyan lo había quedado observando todo el tiempo porque había quedado curioso respecto a todo. No únicamente al hecho de que estaba en su misma universidad, sino que también ante el hecho de que era demasiado lindo para ser un Beta. Había conocido a tantos Betas en su vida, siendo chicas o chicos, y ninguno había sido como él. Su cabello pelirrojo, a simple vista, al igual que su piel, se veía suave. Su cuerpo era delgado, y su altura era más diminuta, pues él estaba cerca del metro noventa.
Se bebió lo que le quedaba en la copa de una sola vez y pidió otra para seguir bebiendo mientras ignoraba todo lo que hablaban a su alrededor sobre él. Comenzó a respirar solamente por la boca porque las feromonas que había por el ambiente le parecían asquerosas.
Éley se detuvo en la esquina del lugar porque tenía su corazón acelerado. Llevó su mano a su pecho para sentir como latía con demasiada rapidez. Sintió que le faltaba el aire y que estaba mareado. Pensó en que el Alfa no había hecho nada, pero que su simple presencia había provocado demasiadas cosas en él. Tragó saliva y siguió caminando. En el semáforo en rojo se detuvo para enviarle un mensaje a Jerley y decirle que lo había esperado y que, debido a un problema de último minuto, no había podido seguirlo esperando. No obtuvo respuesta de ninguno de sus mensajes.
Se quedó parado esperando un taxi porque ya era demasiado tarde para que los autobuses siguieran pasando. Tomó asiento y metió las manos en su bolsillo porque estaba comenzando a hacer frío. Pensó en llamar a Alay o Ilay, sus hermanos gemelos, para que uno lo fuera a buscar, pero decidió que no era para tanto. Una noche que se fuera en taxi no sería el fin de mundo y solo siguió esperando paciente. Cuando vio un taxi pasar, se puso de pie, pero iba lleno y no se detuvo.
Soltó un suspiro y se volvió a sentar.
—Es difícil que se detengan —escuchó una voz detrás de él y miró sobre su hombro.
Al verlo, se puso de pie de golpe y retrocedió.
Lo quedó mirando unos segundos, pero no estaba haciendo nada, únicamente estaba ahí apoyado en la esquina del paradero con sus brazos cruzados sobre su pecho. Éley tragó saliva e intentó verse tranquilo, pero le tomaba esfuerzo. Llevaba un abrigo negro abierto y debajo un suéter. Además de unas botas de combate con unos jeans.
—Sí, ya lo noté. Creo que mejor me iré caminando.
Pasó por su lado y sintió el olor de su perfume que le erizó la piel.
—¿Te doy miedo? —escuchó la pregunta y se detuvo.
Supo que tenía que mostrarse fuerte y decidido.
—¿Por qué me darías miedo? No es como si me pudieras obligar a tener sexo contigo —habló y miró sobre su hombro con una sonrisa para agregar—: ¿o sí?
El Alfa lo quedó mirando unos segundos de forma seria. Le estaba recordando el hecho de que era un Beta y que no le importaba el hecho de que él fuera un Alfa.
—Tienes razón —habló Lukyan —. Entonces, ¿puedo caminar contigo? Yo también tengo que ir en esa dirección.
—Claro, pero no te molestes en intentar algo conmigo. No me interesan los Alfas. Menos cuando son como tú.
Él levantó una de sus cejas.
—¿Cómo yo?
—Sí, egocéntricos y... dominantes. Me gustan los Omegas.
—Pues, yo odio los Omegas —soltó el Alfa y el odio fue más que evidente.
Éley mantuvo la compostura y no dijo nada ante esas palabras. Solo asintió restándole importancia y giro sobre sus pies para comenzar a caminar. Metió las manos en su bolsillo y dio un paso seguido de otro. No se molestó en mirar detrás de él, pero pudo oír claramente los pasos del Alfa que se acercaban.
Lo sintió a su lado caminando en silencio y la diferencia de estatura era más que evidente. Pensó en que quería solo irse corriendo, pero solo guardó la calma y caminó de forma normal. No obstante, en su cabeza no podía parar de repetirse la manera en que había dicho lo último. El odio utilizado había sido más que palpable y no era simple odio. Esas palabras habían sido cargadas de asco y repugnancia pura sin duda alguna, además la seriedad de su rostro había ayudado a demostrar que no era ninguna broma. Lukyan odiaba los Omegas y no los toleraba en lo más mínimo tanto como odiaba a los Alfas.
Caminaron dos cuadras en silencio. Nada más uno al lado del otro de manera lenta y tranquila. Hasta que Lukyan dijo:
—¿Qué estudias?
—Telecomunicaciones y, ¿tú?
—Economía —respondió y se detuvieron en un nuevo semáforo.
—Genial, seguro tendrás un trabajo asegurado y nada de que preocuparte en la vida.
—Pues, la verdad no. Lo estoy estudiando por obligación, no por gusto.
Éley le dio una breve mirada y echo su cabeza hacia atrás debido a su altura. Vio su rostro un poco deprimido tras esas palabras.
—¿Por qué? Estudiar algo que no te gusta es un martirio.
—Porque mi familia lo quiso y solo les doy en el gusto —respondió y giro su rostro.
El Omega vio sus ojos de distintos colores y los sintió peligroso y se sintió más pequeño de lo que era, así que bajó la mirada de forma lenta para fijarla en el suelo.
—Ya veo, lo siento por eso. Los Alfas, de alguna manera, siempre tienen que seguir con el legado de la familia. Un trabajo pesado.
Lukyan no dijo nada, pero pensaba igual, solo que le parecía extraño el hecho de que un Beta dijera eso como si conociera muy bien como era todo. La curiosidad le llegó y le dio una breve mirada. Observó su ropa que no se veía barata ni tampoco extremadamente cara. Debido a eso, supuso que podía ser hijo de una familia de Alfas, pero que él era el único Beta. La brisa que se formó en el ambiente hizo que su cabello rojo se moviera y el olor de su perfume le llegó. Era dulce y también pudo distinguir el olor de su champú y jabón.
—Tú lo dijiste, no yo.
Éley solo asintió.
—Entonces, ¿por qué no te gustan los Omegas?
—Una historia larga y aburrida para contar esta noche —dijo.
—Sí, tienes razón, además soy un desconocido. A veces suelo preguntar cosas sin reflexionarlas bien, lo siento.
—Entonces, para que no seas un desconocido, tenemos que seguir hablando más, ¿no crees?
Éley alzó su mirada. Lo vio observándolo con una sonrisa y solo pestañeo varias veces por sentir su corazón latiendo con fuerza otra vez. Por un momento, sintió que se podía perder en esa sonrisa.
Entonces, recordó la historia que le solía contar su abuela sobre el hecho de que, cuando encontrará a su Alfa destinado, su corazón sería el primero en acelerarse para demostrarle que era el que tanto había estado esperando. Y pensó que su corazón se equivocaba, pues no podía elegir a un Alfa que odiaba a los Omegas.
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