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Mi Dulce Humana

Capítulo 1.

...Abby Wilson....

Escuchó la alarma sonar, estiró mí mano y golpeó a la maldita ruidosa. Hoy es el último día de clases ¡Si, por fin empiezan las vacaciones de invierno! He estado esperando este día con mucha emoción, quiero tener descanso, me agota hacer muchos trabajos prácticos.

—Abby — oigo la voz de mí papá, golpea la puerta de mi habitación.

—Estoy despierta — le digo mientras me siento en la cama y suelto un bostezo.

—Ya preparé tu desayuno princesa.

Sonrió, amo a mi padre siempre tan atento.

—¡Gracias! — grito y quitó las sábanas de encima mío.

Me siento en la cama y me estiro, todavía tengo sueño, tomare una ducha a ver si me despierto completamente, camino hacia el baño a paso tortuga y entró sintiendo las baldosas del suelo frías en mi pies, me empiezo a quitar el pijama que tengo puesto y una vez desnuda entró a la ducha.

Ya bajo el chorro de agua caliente, cierro los ojos y suelto un suspiro. El agua me hace sentir calma y me ayuda a pensar, a veces mis pensamientos me lleva a recuerdos que no quiero recordar haciéndome sentir muy mal, ese recuerdo se llama Agustín Díaz, mi ex novio, una persona que intentó hacerme daño y lo logró, hoy en día me cuesta poder empezar una relación, me alejo de los hombres por temor a vivir lo mismo, no quiero que se vuelva a repetir esa escena. La última vez que supe de él fue cuando la policía se lo llevó detenido, ese día sentí mucho dolor. Me hubiera gustado tener los brazos de mi madre rodeándome, que este ella consolándome pero eso iba hacer imposible ya que está en el cielo cuidándonos. Volviendo al tema de mi ex, mi papá me acompañó a la comisaría a ponerle una orden de restricción. Nunca entendí por qué lo hizo ¿Por qué me lastimo de esa forma? ¿Era todo mentira que me esperaría? ¿Me habrá amado?

Apago la ducha una vez que termine de enjuagarme el cuerpo y lavarme el cabello, tomo una toalla y la envuelvo en mí cuerpo y tomo otra pequeña para mí cabello mojado, salgo del baño y me acerco a mí ropero de ahí tomo un jean negro, una remera roja y una campera blanca, y mis zapatillas favoritas.

Me seco todo el cuerpo y comienzo a colocarme la ropa, pero primero mi ropa interior, cuando ya estoy vestida me siento frente al tocador donde tengo un espejo, maquillaje, mis perfumes y algunos accesorios. Tomo mi labial favorito color frutilla y me hecho un poco de perfume de lavanda, el cabello me lo dejo suelto ya que está todavía mojado.

Me miró por última vez al espejo y agarró mí mochila que está en el suelo, tomó la llave de mi auto que está en mi mesita de luz. Tengo un Nissan March negro fue regalo de mi padre cuando cumplí dieciocho años, me encanta mi auto.

Bajo las escaleras, camino a la cocina donde mí padre Elías y Matías mi hermano están conversando del partido de ayer, hombres siempre hablando de fútbol, mujeres o trabajo.

—Buenos días, princesa — dice con una sonrisa mirándome está vestido con la bata blanca de su trabajo, él es médico y uno de los mejores para mi claro.

—Hola papá — me agacho a su lado y le doy un beso en la mejilla mientras me siento a desayunar. — Estúpido — le digo divertida a mi hermano.

—Fea — dice siguiéndome el juego, amo nuestros saludos.

Empiezo a comer mis cereales y miro la hora en el reloj de mi padre ¡Ay, no! Alai va a matarme.

—Despacio, princesa — espeta al verme comiendo con rapidez mis cereales con leche.

—Tengo que ir a buscar a Alai — balbuceo tragando, mi hermano me tiende una servilleta — gracias — limpio mi boca y tomo un poco de jugo de naranja.

Me levanto de la silla y tomo mi mochila que está colgada en la silla de al lado, rápidamente camino hacia la puerta principal.

—¡Maneja con cuidado! — grita mi padre a mi espalda, tomó la llave que guarde en el bolsillo pequeño de mi mochila negra.

—Por supuesto — le contesto y abro la puerta una vez que tengo la llave en mi mano — ¡Los amo!

—¡Nosotros también fea!

Levantó la vista hacia arriba el cielo está nublado, eso significa que va a llover, sonrió. Los días nublados son mis favoritos, prefiero mil veces el frío a que el espantoso calor, no sé cómo a algunas personas les gusta el calor si sudas como si hubieras corrido una maratón y si salís afuera el sol es insoportable. Gustos son gustos.

Desactivo la alarma de mi auto y abro la puerta del conductor, lanzo mí mochila al asiento trasero y arrancó hacia la casa de Alai.

Alai Jefferson la conozco desde hace dos años, nos hicimos muy amigas, siempre voy a su casa o ella a la mía. Ella tiene diecinueve años, es rubia, tiene unos hermosos ojos azules como los de su madre, es alta y muy divertida, es algo extrovertida. Parece una modelo, tiene unos pechos envidiables, yo por el contrario tengo más glúteos que pechos pero no me quejo. Tengo el cabello castaño largo, ojos marrones claros, mis labios son algo gruesos, mido 1,65. Soy un poco tímida, me gusta leer y escuchar música.

Nunca fui muy sociable, me cuesta hacer amigos, no es que no quiera, es que no se me hace fácil confiar en las personas. Cuando falleció mí madre decidí alejarme de la que creí que era mi amiga, la verdad hice bien, ya que esa se hacía llamar "Amiga" estaba conmigo solo para acercarse a mí hermano. Gracias a que deje de ser su amiga conocí a Alai, ella si es una verdadera amiga, confío mí vida a ella.

La casa de Alai no está muy lejos de la mía, son doce cuadras caminando y en auto son menos, llegas más rápido, aparco el auto y tocó bocina.

—¡Por fin! — chilla cerrando la puerta de su casa. La casa es de color marrón, tiene un jardín precioso que lo cuida Elena su madre y bueno algunas ventanas, y puertas lo que tiene una casa, bajo la ventanilla del auto — Ya me iba a quedar dormida.

—Solo tardé tres minutos — bufo y subo al auto, espero que se ponga el cinturón de seguridad.

Unos minutos después llegamos al instituto 78, me estaciono en un sitio libre, saco la llave del auto y ambas bajamos. Cuelgo mí mochila en mi hombro, pongo la alarma al auto.

—¿Qué tenemos ahora? — me pregunta enganchando su brazo con el mío.

—Literatura.

—Mierda.

Alai odia leer, es que la profesora trae libros antiguos, a mí por el contrario, me fascinan.

Caminamos hacia nuestro salón que afortunadamente no está muy lejos, Alai abre la puerta por mí y veo que hay pocos compañeros, tomamos asiento en la penúltima mesa.

Saco mi carpeta negra y mi cartuchera de puntos, alai me imita.

—Terminamos de leer la historia de la mujer guerrera ¿No?

—Teníamos que hacer un resumen y comentar que nos pareció. — Abro mi carpeta y busco ese trabajo.

—¿Qué? — Levantó la mirada y la giró en dirección a ella, se ve sorprendida y asustada.

No lo hizo.

—Quédate tranquila que había dicho que si lo queríamos hacer grupal, podíamos — ¿Dónde lo dejé? — Sabía que te ibas a olvidar así que te puse conmigo.

—¡Ay, te amo rojita! — contenta besa mi mejilla, río.

—Lo encontré — sacó las tres hojas que escribí y cierro mi carpeta.

—Wow, sí que te gusta escribir — oigo que dice mientras le echa una ojeada al trabajo.

—Es literatura, no puedes escribir algo corto, tiene que ser algo extenso y entendible.

—¡Toda una nerd! — le saco la lengua.

Todos mis compañeros se callaron de repente, la profesora llegó.

—Hola a todos. ¿Terminaron el trabajo que les deje?

Algunas asienten y otros se hacen los sordos, la profesora Milagros entrecierra sus ojos y acomoda sus anteojos mirándonos.

—Sé que la mayoría está contento por las vacaciones, lo entiendo todos queremos descansar pero tienen que ser responsables y cuando un maestro les deja una actividad es para que la resuelvan así tienen una nota, nadie quiere tener un uno ¿No? — negamos con la cabeza — A los que hicieron el trabajo entréguenmelo y los demás pónganse hacerlo ahora antes de que les ponga un uno.

De veinticinco a dieciocho se levantaron de sus sillas y les entregaron el trabajo a la profesora contándome a mí también, ahora aprovechamos que nos dio un receso estamos terminando unos cálculos de matemáticas que tenemos que entregar a la segunda hora.

—¿El punto tres es veinte sobre ocho, no?

—Em... —busco en mis ojos el resultado de lo que puse — Sí.

La miro y asiente con una sonrisa, es muy buena en matemáticas, no sé porque siempre me pregunta si sabe que son correctos sus resultados.

Me sobresaltó al escuchar el timbre ¿Ya? Que rápido pasó la hora, me levanto de la silla no sin antes dejar todas mis cosas en la parte de debajo de la mesa.

—Apúrate que tengo hambre — pide Alai agarrándome de la mano y haciendo que choque con algunos de mis compañeros.

—Lo siento... —me disculpo — Alai, despacio.

Salimos del aula y freno haciéndola que frene también, y me observe molesta.

—Sin chocar a nadie — le pido y camino hacia la cafetería donde todos están yendo.

—Es que tengo hambre. Ve a guardarnos una mesa y yo voy por la comida ¿Hecho?

—Hecho.

—No me extrañes bebe — coqueta me guiña un ojo, ruedo mis ojos.

Busco una mesa vacía al fondo cerca de las ventas y me siento, todos ya están sentados otros están apoyados en las paredes charlando.

Observó por la ventana que ya está lloviendo leve, gracias a dios que tengo auto porque no me traje campera, mi auto tiene calefacción.

—Mira que me dio Mirian — avisa Alai llegando con una bandeja verde, la deja en la mesa y se sienta frente mío.

Mirian es la cocinera, es una mujer mayor muy amable y siempre nos da nuestra comida favorita ya que ambas la ayudamos a veces cuando hay que limpiar. Miro mí hamburguesa con queso cheddar acompañado de papas fritas.

—Me encanta.

—Primero traga cerda. — mastico una papa.

Me hace burla.

—¿Ya le dijiste a tu papa?

—¿Qué cosa? — pregunto confundida abriendo la botella de agua.

—¿¡Cómo que cosa Abby Evangelina Wilson!? — me mira molesta — ¡No me lo puedo creer! ¿Acaso lo olvidaste?

—Lo siento, Me olvidé lo que haya que decirle a mí papá — le digo algo sonrojada viendo como los de la mesa de al lado nos miran.

—Te perdono esta vez, tomatito, Íbamos a ir a mí pueblo.

—Lo olvidé. Cuando llegue a casa le pregunto ¿Bien?

—Te voy a acompañar — me informa y asiento — ahora terminemos de comer estas delicias antes de que vuelva a tocar el timbré.

(....)

Después de estar cinco horas en el colegio y de dejar a mi amiga en su casa estoy terminando de guardar la ropa que lave ayer en la tarde, mi habitación no es muy grande, ni muy pequeña, es cómoda y acogedora, tengo las paredes pintadas de blanco, algunos cuadros colgados, mi cama está cerca de la ventana. Tengo un televisor, un ventilador a pie y mi grandísimo ropero. Ah, también tengo un tocador.

—Abby — me llama mi hermano, está recargado en la puerta de mi habitación ya que la deje abierta — abajo esta tu amiga.

Mi hermano tiene veintidós años, es alto casi de la misma altura de alai, tiene los ojos marrones claros, el cabello negro oscuro como mi padre y algo de musculo, los sábados va al gym que está a tres cuadras con su amigo Dylan o debería decir su novio. Hace varias semanas con mi padre lo descubrimos besándose, no le dijimos nada porque estamos esperando que él nos diga. A mí no me molesta, me provoca felicidad.

Dejó la ropa en la cama, salgo de mi habitación con Matías y ambos bajamos las escaleras.

—¡Hola! ¿Me extrañaste? — divertida me abraza — Hueles rico.

—Estaba doblando la ropa, debe ser el jabón — olfatea mis manos haciéndome reír.

—Me encanta, después decime el nombre así lo compro.

Asiento.

—¿Alai? — pregunta mi papá entrando por la puerta principal, se ve agotado.

—Señor Wilson, ¡Hola! — Alai le da un pequeño abrazo.

—Hola — ríe y corresponde su abrazo, mi papa me mira — Hola hija.

—Papá — besó su mejilla y me abraza suspirando.

—¿Qué van a pedirme? — inquiere haciendo que me separe de él y me acerque al lado de Alai que lo mira indignada.

—¿Cómo crees? No íbamos a pedirle nada.

—Siempre que ambas están frente a la puerta es para atacarme, vuelvo a repetir ¿Qué quieren ahora?

—Este...Dile tu — Alai como la buena amiga que es me empuja y quedo frente a mi padre que me mira impaciente.

—¿Puedo...? ¿Puedo ir al pueblo de Alai? — lo miro nerviosa.

—Por favor, Señor Wilson. Prometemos portarnos bien — súplica Alai.

—¿Quieres ir hija? — me mira a los ojos.

—Como quieras tu papá — siento un golpe en mí brazo — Auch... ¡Si papá me encantaría ir!

—Déjala, le hará bien salir. Además, son tres semanas ¿No? — nos pregunta Matías, ambas asentimos.

—Lo voy a pensar.

—Pero...Mañana tenemos el vuelo — susurra Alai nerviosa, suelto una risa, me fulmina con la mirada.

—¿Mañana? No — decidió niega mientras deja el maletín en el sillón y se quita la bata.

—Ve, convéncelo — vuelve a empujarme Alai.

Bien, hora de sacar mí lado actriz.

—Pa.. Papito.. Mí Rey...

—Ya te entendí hija — ríe.

—Escucha pa, sabes que siempre me he portado bien, te hago caso no como el espécimen a tu lado — escucho el oye de Matías — por favor déjame ir ¿Si? Prometo llamarte todos los días, solo quiero divertirme, me hará bien salir y conocer otros lugares ¿No crees?

—Ah mí dios, ¿Qué voy hacer contigo? Está bien, prométeme que me llamaras y cualquier cosa que pase me llamas a la hora que sea — me pide.

—¡Si! — gritamos y ambas nos acercamos a abrazarlo.

—Te amo papá.

—Yo también te amo princesa.

—Yo también me amo — dice Alai haciéndonos reír a todos, rompemos nuestro abrazo — bueno, vamos a preparar la valija y de paso le envió un mensaje a mí papá avisándole que vas con nosotros.

Asiento y ambas corremos hacia mi cuarto.

Capítulo 2.

...Abby Wilson....

—¿Es necesario llevar tres maletas? ¿No crees que con dos está bien Ali? — Le pregunto viéndola empacar mi ropa con rapidez.

Para eso me llevo el ropero.

—¿Qué? ¿Es mucho? — pregunta con el ceño fruncido y dejando de meter ropa en mi maleta.

—Sí, es como para dos años y solo van a hacer tres semanas.

—Creo que me emocione, mucho.

David, el padre de Alai nos comentó que el vuelo se pasó para esta noche por unos inconvenientes por esa razón estamos tan apuradas en guardar todo lo necesario y no olvidarnos nada, ya guarde lo higiénico que sería desodorante, cepillo de diente, toallitas y demás cosas. Solo nos falta la ropa para guardar, la puerta de mi habitación suena, giro mi cabeza y caminó rápidamente.

—Ya llegaron por ustedes — informa mi hermano una vez que abrí la puerta, lo miró alarmada — ¿No hicieron las maletas? Son más lentas que las tortugas. — nos mira burlón, le doy un golpe en el brazo.

—No es mi culpa — levantó las manos y señalo a mi amiga — ella quiere que me lleve todo el ropero.

Me saca la lengua haciéndome reír.

—Es que me emocione.

—Se nota.

—Venga que las ayudó. — Mi hermano entra por completo a la habitación y se acerca a la cama donde falta algo de ropa para guardar.

—Eres el mejor.

—Cuando me necesitas — murmura divertido, Alai se ríe y yo ruedo los ojos.

Terminamos de guardar todo y con la ayuda de Matías bajamos mis dos maletas, no es que lleve muchas cosas pero no son muy grandes las maletas, en una tengo camperas, buzos y pantalones, y en la otra remeras, ropa interior y demás.

—Te voy a extrañar — admite mi papá con la voz entrecortada, es difícil para el dejarme ir, lo máximo que me fui de casa fue para la casa de Alai a dormir, jamás viaje por el mundo y aunque me duele, no quiero perderme esta experiencia.

—Yo también, hablaremos por videollamada — le susurro con la cabeza en su pecho.

—¿Y un abrazo para mí? — oigo que dice mi hermano, me separo de mi papa y sonrió algo triste.

Me acerco a él y lo abrazo bien fuerte.

—Extrañaré tu fealdad — farfulla en mi oído, riendo lo empujo — cuídate ¿Si?

—Lo haré, ustedes también.

La bocina del auto de David suena apurándome, seguramente fue Alai.

—Ve — los abrazó por última vez.

Corro hacia el auto y abro la puerta trasera, me coloco el cinturón de seguridad y miro con una gran sonrisa a David.

Pone el auto en marcha, miro por la ventana a mi padre y a mi hermano.

Sonrió.

Unos minutos después con ayuda de Alai estamos bajando mis maletas ya que otro vehículo viene a buscarnos en unas horas, en la puerta principal nos espera Elena sonriendo.

—Hola, preciosa — me saluda cuando llego frente a ella, besa mis mejillas, Ella siempre es cariñosa conmigo, es como una madre para mí. Elena tiene los ojos azules, el cabello rubio, para ser una mujer mayor parece muy joven, no tiene ninguna imperfección, debe ser que cuida muy bien su piel y su forma.

—Hola El — le digo el apodo cariñoso que le puse.

—Mama, córrete del camino no ves que llevamos maletas.

—No me hables así, Alai Jefferson — le contesta, Elena fingiendo estar enojada — soy tu madre.

—Y la más hermosa.

Elena ríe.

Arrastro mi maleta al igual que mi amiga y entramos a la casa, por dentro la casa es hermosa, tiene muchas cosas de vidrio y adornos antiguos. Dejamos las maletas a un lado de la puerta donde están las demás.

—¿Tienes hambre? — me pregunta Alai.

—No.

—¡Estaremos en mi cuarto! — le avisa a sus padres quienes están sentados en el sofá mirando una película — Vamos arriba, quiero darme una ducha antes de que venga el auto a buscarnos.

Ambas subimos rápidamente las escaleras y doblamos a la izquierda, entramos al cuarto de Al, es el cuarto más hermoso que he visto, es más grande que el mío. Tiene una cama de dos plazas, almohadas de color blanco y rosa pastel, dos escritorios uno lleno de maquillaje y el otro con una computadora, y algunos trabajos del colegio. El piso tiene una alfombra rosa pastel y también tiene un pequeño sillón gris. Y no nos olvidemos del baño, tiene dos espejos y una tina.

Alai camina hacia su ropero y veo que saca alguna ropa, me tiró a la cama suspirando, tengo mucho sueño.

—Voy a darme una ducha rápida, ¿Quieres entrar antes de que entre yo? — niego con la cabeza y oigo la puerta del baño cerrarse, abrazo la suave almohada de Alai.

Cuando estaba a punto de dormir escucho el celular de Alai sonar, hago una mueca, justo cuando estaba por descansar mis ojos un ratito. Me levanto de la cama y caminó hacia el escritorio donde proviene el sonido.

Llamada entrante de "Estúpido Thomas"

¿Thomas?

Seguramente será algún chico con el que sale porque ese nombre no me suena por ningún lado. El teléfono sigue sonando.

—¡Alai! — golpeó la puerta del baño.

—¿Qué?

—Te están llamando.

—¿Quien?

—Un tal estúpido Thomas.

Suelta una carcajada.

—Es mi hermano, atiéndelo.

Deslizo mí dedo al botón verde y me llevo el celular al oído.

—¿Hola?

—Hola, ¿Quién habla? — pregunta una voz ronca desde la otra línea.

—Eh.. Abby, eres el hermano de Ali — le digo y yo pensé que era un ligue.

—Si ese soy yo — ríe ¡Dios! Su risa es preciosa — ¿Ella dónde está?

—Está bañándose y me dijo que te atendiera.

—Bien. ¿Me haces el favor de decirle que cuando salga me llame?

—Sí, sí ..Yo le digo.

—Gracias, Abby — que bien suena mi nombre. Cuelga la llamada.

—De nada — murmuro mirando el celular con el ceño fruncido, doy un salto en mi lugar cuando Alai abre la puerta del baño.

—¿Qué quería el pesado de mí hermano? — quiere saber mientras se seca el cabello y con una toalla alrededor de su cuerpo.

—Me dijo que lo llamaras cuando salieras de bañarte. No me dijiste que tenías un hermano.

—Si te lo dije. Cuando viniste a mí casa por primera vez ¿No lo recuerdas?

—¿No era una mujer?

—¿Qué? — ríe viéndome — No, es un hombre. Bueno eso creo — suelto una risa.

Capítulo 3.

...Thomas Jefferson....

Hoy me levanté muy temprano, ya que ayer llamé a Alai, mi hermana, para avisarle que voy a buscarlos al Aeropuerto.

El avión llega a las 9:30hs, son las 8hs así que tengo una hora y treinta minutos para bañarme. Entro al baño y me quito el bóxer, no suelo dormir con ropa, además me resulta más cómodo dormir así. Abro la canilla de la ducha, compruebo que el agua está tibia y me meto, bañarme me relaja y me ayuda a pensar.

Se me dificulto dormir anoche, no pude sacarme de la cabeza la dulce voz de Abby, la amiga de mi hermana ¿Eso es normal? su voz me hizo sentir una paz increíble y tranquilidad.

¿Será ella mí mate?

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Término de enjuagarme el cuerpo y tomo la toalla blanca que está colgada en la pared, me seco todo el cuerpo rápidamente y salgo del baño con la toalla envuelta en mí cadera.

Tomó unos bóxer rojos del cajón primero y busco una remera negra, un jean del mismo color en el ropero, una vez cambiado me coloco mis zapatillas vans blancas, vuelvo hacia el baño y cuelgo la toalla donde estaba. Me agacho y tomo mi perfume "Eros de versace" me echo un poco en el cuello y me miro en el espejo, con mis dedos acomodo mi cabello mojado.

Por alguna razón extraña me siento ansioso e inquieto.

Miro mi reflejo en el espejo para tener ciento cinco años me veo bastante joven, si humano me vería le pareciera de unos veintisiete años. Tengo los ojos color miel igual que los de mi papá, mi cabello es color castaño, rostro ovalado, nariz pequeña y labios gruesos, mis brazos resaltan sobre la remera que llevo puesta. Entreno todos los viernes con mi amigo Aron para poder enfrentar a nuestros enemigos, yo soy su beta de la manada "BlackMoon" Aron es el alfa, cuando él tiene una emergencia yo me encargo de vigilar y de cuidar la manada. Salgo del baño y de mi habitación no sin antes tomar las llaves de mi camioneta y mi celular, bajo las escaleras ya cambiado y me acerco a mí cocina, abro la heladera y agarro una manzana verde.

Me encamino hacia la puerta principal, salgo de mi casa, mi casa es de dos pisos, tiene muchas habitaciones para que puedan venir mis padres de Argentina, ellos se fueron a vivir allá hace muchos años porque querían que Alai pueda tener un título, una vida y no esté rodeada de peligro, han atacado varias veces la manada aunque son ataques leves no significa que no hubo heridos. Mi madre es muy sentimental y sé que no le gusta que esté metido, pero no es culpa mía que me hayan nombrado Beta, la diosa luna lo quiso así por alguna razón.

Me subo a mi camioneta negra y enciendo el motor.

—¿Oye, qué te sucede?

—No sé, me siento raro — mi lobo suena nervioso.

Eso es nuevo, Mike puede ser muy tierno o sensible pero nunca lo sentí nervioso. Sigo manejando hasta que escucho mí celular sonar, sé que es malo contestar mientras uno está manejando pero puede ser una emergencia, estiro mi mano al asiento de al lado donde lo deje.

Llamada entrante de "Alai"

—¿Qué? — le pregunto una vez que lo pongo en altavoz.

—¿Dónde diablos estás? — gruñe molesta.

—Estoy llegando Alai

—Bueno apúrate que tengo sueño — bosteza y me cuelga.

Unos minutos después llegó al Aeropuerto, no hay muchas personas, mejor no me gusta estar rodeado de humanos, no saben disimular, te quedan observando como si fueras inexistente, suele pasar ya que al ser hombres lobos tenemos una belleza que atrae como los vampiros.

Busco un lugar para estacionarme, estaciono y abro la puerta, bajó y activó la alarma. Rodeo mi camioneta y con las manos en los bolsillos de mi jean entró al Aeropuerto, miro hacia todos lados, le dije ayer por llamada a mi hermana que voy a estar cerca de la puerta de entrada.

—¡Estúpido! — grita una voz chillona a mi izquierda, mi hermana se acerca a mí corriendo con su maleta en la mano.

—Alai Jefferson — se lanza a mis brazos, sonriendo la abrazo.

—Te extrañe, estúpido.

—Yo también, estúpida. — mientras la abrazo siento un aroma a cereza y menta.

—¡Mate! Búscala — gruñe Mike.

Me tenso en mi lugar.

—¿Qué?

Mi hermana se separa de mí y me observa preocupada, le doy una pequeña sonrisa, mis ojos miran para todos lados, entonces la veo acomodarse el cabello....Está al lado de mis padres.

—Hermosa — gruñe encantado Mike.

Asiento sin duda es hermosa, es bajita, tiene el cabello color castaño, unos ojos café preciosos que me están mirando confundida y unos labios... tan apetecibles. Aprieto mis puños, tratando de calmar el impulso de ir hasta ella y enterrarme en su cuello. Su aroma es muy intenso que tapa el olor de todos los humanos que ahí aquí.

Tranquilo Thomas.

Alguien se aclara la garganta haciéndome dejar de ver esa cosita hermosa.

—Thomas — mi hermana me mira con los ojos entrecerrados, mis padres y ella se acercan hacia donde estamos nosotros — Ella es Abby, mi mejor amiga.

—Mucho gusto, Abby. — mis ojos no apartan los suyos, estiro mi mano hacia su dirección.

—Encantada — dice tímida tomando mí mano, siento esa famosa corriente eléctrica de la que todos hablan cuando encuentras a tu mate.

Ella también la sintió.

—Hola, hijo — mi padre me abraza —Es ella ¿No?

Asiento lentamente, no sé qué decir he estado esperando este momento por muchos años. Sé que mi madre y mi hermana están prestándonos atención.

Me separó de mí padre y veo a mi madre mirarme con los ojos brillosos.

Ella sabe que la estuve buscando mucho tiempo a mí mate, todo lo que he sufrido por tenerla a mi lado, por saber si existía.

—Hijo, me alegra que sea ella, es una gran chica — susurra, sonrió y beso su cabeza.

—Vámonos a casa que nosotras tenemos sueño — pide Alai tomando del brazo a mí Abby.

Qué lindo suena, mi Abby.

Camino a donde está ella y tomó sus maletas, me da una pequeña sonrisa haciendo que mi corazón lata rápidamente.

—Yo la llevo preciosa.

Sus mejillas se vuelven rojas, se ve tan tierna, me dan ganas de pellizcarlas.

—Gracias — balbucea sonriendo.

—Oye, lleva la mía también — mi hermana interrumpe nuestras miradas y mi mate suelta una suave risa.

Mí sonido favorito de ahora en adelante. 

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