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Un Café Para Mi Jefe

prefacio

Entre manotazos entramos a mi habitación. Mi ropa termina regada en el piso mientras su boca recorre mi cuerpo.

—O mi dios que bien.... —gimo cuando siento como se hunde en mí.

—Si, preciosa, siéntelo... —susurra dejando besos húmedos en mi lóbulo.

Sus estocadas se intensifican, y puedo asegurar que nunca me hicieron sentir así. Espero por la mañana recordar algo.

Despierto con un dolor terrible en la cabeza y miro a mi alrededor. Mi cuerpo esta sin ninguna prenda. Algo de la noche pasada viene a mi mente.

Llegamos a la universidad para acomodarnos ya que en dos días comenzarían las clases. Lo primero que recibimos con mis amigas fue una invitación a una fiesta de bienvenida.

Dicha fiesta era magistral. Bebidas de todo tipo, música, luces y hasta humo cubrían el ambiente dándole un toque misterioso al lugar.

Los chicos estaban tan buenos que con Marion no sabíamos quién nos gustaba más. Al ser las únicas solteras del grupo nos disputábamos quien sería nuestra conquista.

Pronto el alcohol en mi sistema me lleno de esa vitalidad para hacer cosas que estando fresca no haría. Y ahí estaba yo bailando con un monumento que solo recuerdo su mirada de plata y sus manos en mi cintura.

Lo único que recuerdo que estaba ahí por invitación de su primo y qué lo llamara Dan, supongo que es su sobrenombre.

También recuerdo lo bien que lo pasamos acá en mi cama y ahora que lo pienso todavía el ambiente huele a su fragancia, que seguro era un perfume importado.

Mis mejillas se calientan al recordar como sus manos se ajustaban mi cuerpo y me hacía llegar al cielo como nunca nadie lo logro.

Recuerdo que tenía un tatuaje en el pecho, pero bien que era no lo recuerdo, mi mente tan nublada por el alcohol no me deja ver bien.

También recuerdo que le dije que mi diabetes me hacía hacer cosas locas y ahora que lo pienso en ese momento debe haber estada disparada ya que estaba frenética. Él me dijo que era alérgico al maní y yo me reí como tonta.

Haber pasado tan buena noche con ese desconocido hace que me den ganas de recordar bien. Aunque si lo pienso ¿Para que? solo fue una noche de sexo y nada más, o eso creo.

Miro la hora y me levantó del calor de mi cama. Me dirijo al baño para ducharme y que el agua se lleve el recuerdo de la noche pasada.

Luego de la ducha me cambio y comienzo mi día midiendo mi glucemia que por suerte esta normal, debe ser gracias a la larga noche de ejercicio que tuve. Sonrió y busco en mi teléfono el contacto de mis amigas para encontrarnos para almorzar.

Mientras camino para vernos con mis amigas trato de ver o estudiar mejor el campo. ¿Sera que el monumento que me hizo ver las estrellas anda por aquí? Aunque esto es un desierto, creo ser la única loca que anda caminando por la empanada luego de una loca noche.

Estoy llegando donde quedamos vernos con mis amigas y veo a lo lejos una figura que duerme entre los árboles, agudizo la mirada y cuando voy a dar un paso hacia allí me detiene el llamado de mi amiga.

—¡Ahí está la bomba sexual! —grita Sylvanas haciendo que mire para todos lados.

—¡Shh!! ¡Cállate que te pueden escuchar! —digo moviendo mis manos, llegando a ella.

—¿Y ahora te preocupa eso? —dice ella y entramos a la cafetería donde nos saludas nuestras amigas.

capitulo 1:

Hace una semana termine mis estudios como secretariado ejecutivo y con ello se terminaron mis ahorros. Por lo tanto, mi necesidad de trabajo me lleva a tomar cualquier tipo de trabajo.

Como ahora que corro por las calles para llegar temprano a mi trabajo como mesera en un bar. Soy pésima de mesera, debo admitir. Lo mío es otra cosa, pero mientras encuentro esa cosa debo bancar esto.

Mis días en la universidad fueron los mejores que viví junto a mis amigas. Siempre presente en mi mente esa noche. Esa noche que no puedo olvidar como el perfume de ese desconocido que quedó grabado en mis memorias. Cada vez que siento ese aroma me transporta a esa habitación, esa noche y es como revivir todo lo acontecido en mi mente, solo que hay un pequeño detalle, su cara. Es como si un borrador hubiera pasado y se llevó el rostro de mi amor platónico y me dejara solo la memoria de lo vivido, pero sin la menor idea de con quién. Para colmo su apodo no me ayuda en nada, “Dan”. Simple, corto y sin la menor idea si se llama así, o es un diminutivo o que se yo. La cosa que con eso no hago mucho. De lo que si estoy segura es que no asistía a la universidad y buscarlo entre los estudiantes es una tarea totalmente al vicio.

Cada tanto solía ver un chico que venía a la universidad y desde la ventana de la cafetería me quedaba embobada mirándolo. Lo único que hacía era recorrer el campus como buscando algo y luego se iba. Así fue varias veces. Una tarde que llegaba tarde a una de mis clases, salí corriendo de la cafetería con la gran mala suerte de que mi apuro me llevo a tropezar con una persona. Inmediatamente recogí todas mis cosas y cuando tiendo mis manos para recoger lo que el desafortunado me alcanzaba, esa mirada gris me dejo quieta en mi lugar. Era como si lo hubiera visto anterior mente, pero un llamado de mi compañero de clases me saco del transe y luego de disculparme, tome mis pertenencias de sus manos y seguí mi camino. Avance y cuando voltee para ver esa persona que me dejo algo inquieta, el me miraba como buscando algo en mí.

¿Sera que era él? Me pregunte, pero negando a que solo se trataba de mi cabeza que nuevamente me hacia una mala jugada, entre a clases y ahí quedo ese incidente. De lo que si estaba segura es que se trataba de ese chico que cada tanto lo veía viendo a los alrededores del campus.

Con el tiempo ese personaje fue dejando de venir hasta que no lo vi más, seguro que eso que buscaba lo había encontrado.

El tercer año en que cursaba mis materias, me mudé a un modesto departamento, comencé a trabajar en la cafetería de la universidad y también hacia algunas cosas no tan permitidas. No piensen mal, solo me pagaban por leve Lear personajes de un juego muy popular de mundo aviento al que me sacaba noches de desvelo que junto con los estudios y el trabajo consumían mi tiempo.

Mis amigas cada tanto se aparecían en mi departamento para arrastrarme a tener una vida normal y me sacaban a pasear como si fuera su mascota. Las amo, no sé qué sería de mi vida sin ella.

Con mi madre manteníamos comunicación telefónica casi todos los días y los días festivos iba a su casa. Debo admitir que su ayuda en mi independencia fue mucha. A diferencia de mi padre que nunca dio la cara y cuando pretendía saber de mi mandaba a su perro faldero. Lo odio, pero eso es otro tema que prefiero ponerle un ganchito y dejarlo en el cajón de las cosas que me importan un carajo.

Mi trabajo en la cafetería de la universidad duro lo que tenía que durar y ahora que ya finalicé con mis estudios trabajo en otra cafetería, irónico, ¿No? Pero de momento es lo que me mantiene hasta que ese dichoso trabajo llegue y toque mi puerta. En resumen, pase de trabajar en una cafetería llena de estudiantes con las hormonas a tope, a trabajar en otra llena de gente malhumorada, cansada o que solo necesita un café para olvidar sus miserables vidas.

Lo bueno de este trabajo es que amo tanto el café como los brownies de chocolate. En mi mochila nunca falta un táper con ellos, sobre todo porque necesito tener mi glucosa moderada, cuando no se me baja, se me subes. Es una locura total.

A pesar de ser pésima en este trabajo que llevo haciendo ya un prolongado tiempo, me gusta. Solo que no me conformo, quiero un trabajo en el que pueda desarrollar eso en lo que me prepare y cuando llegue espero que mi jefe este mas bueno que el pan o que mi jefa tenga un hijo que este mas bueno que el sol de verano. ¿Eso no es mucho pedir? ¿No? No es que ande de golosa, pero esas novelas que leo siempre tienen un jefe que esta para darle sin asco y bueno a uno lo lleva a pensar en que quiere lo mismo.

Volviendo al presente, miro la hora en mi celular y aprieto el paso, no falta mucho para la hora de entrada y mi patrona es algo exigente con la hora de llagada, lástima que eso no se refleje a la hora del pago.

Son las seis en punto de la mañana y la dueña del bar ya me mira con mala cara cuando traspaso las puertas del local. Ni que hubiera mucha gente como para que me reciba con ese tipo de cara.

Me pasa mi uniforme que consiste en un delantal rosa chillón con manchas, una libreta y una lapicera que escribe mal. Sin mediar palabras me indica con un gesto de la cara una mesa que es ocupada por unos tipos trajeados.

Mi mirada se posa en los hombres, me coloco el delantal mientras voy acercándome a ellos.

—Buenos días, mi nombre es... —no me deja terminar el grosero ese que habla sin siquiera mirarme ya que su mirada no se aparta de su celular.

—Dos cafés bien cargados con medialunas, rápido —mis ojos se agrandan y miro a su acompañante que me sonríe, yo me quedo con la boca abierta como tonta y luego me doy la vuelta para hacer el pedido para los hombres que tan elegantes van vestidos.

Aunque el trato de uno no justifica lo bien que se puedan llegar a ver.

Mientras preparo el café de ellos saco el aparato para medir mi glucemia. Aparte de pobre, diabética. Mi diabetes varia, hay veces que sube y hay veces que baja de formas inesperadas. Mido y esta algo baja. Enseguida saco de mi bolso un caramelo lo llevo a mi boca y lleno la bandeja con el pedido para los hombres.

Caminando con la bandeja en una mano y rogando que nada se me caiga llego a la mesa salva y sana. Dejo todo el pedido ante la atenta mirada del chico de sonrisa fácil. Se lo ve lindo. Tiene unos ojos pardos y su cabello es algo entre rojizo y rubio. En cambio, el del frente solo veo que su cabellera es negra como la noche.

Solo eso puedo apreciar de su compañero ya que no despega la mirada del aparato. Sonrió y me retiro a atender las demás mesas.

La mañana pasa volando y con ella mi día termina con la buena noticia que tengo trabajo hasta el fin de semana. Ya sabía que a la tipa esa no le caía bien y más cuando en un ataque que me dio cuando se me bajo l glucosa rompí cinco vasos, cinco tazas y cinco platos. Sumados a los que vengo rompiendo tendría que pagar yo y no al revés.

Salgo algo angustiada del bar y en la parada mientras espero el autobús veo que sobre la banca hay un periódico doblado sobre él. Lo tomo esperanzada y derecho en la parte de empleos busco y mi sonrisa se amplía al ver que hay oferta de trabajo en una de las empresas más prestigiosas de la ciudad.

Puedo decir que si llego a ser contratada ahí seria hecho realidad mi sueño. Trigamer, es la compañía de juegos virtuales del momento y conseguir un puesto ahí es toda una eventualidad.

Con una sonrisa de oreja a oreja me subo al autobús y me dirijo a mi departamento en busca de un currículo, no puedo perder tiempo. Necesito empleo así sea para repartir el correo y si es en ese lugar, mejor.

Puedo agregar que soy una fiel servidora a casi todos los juegos que ahí se producen. También puedo agregar que he pasado muchas noches desvelada jugando a la vez que estudiaba. Si, y todo gracias a mi insulina que cuando se me sube no puedo dormir y estoy como hiperactiva y cuando se me baja rompo todo. Lindo ¿No?

Mi medico dice que es una mescla de todo. Cuando era niña era hiperactiva y recuerdo que debían darme una pastilla para dormir y gracias a ellas mi glucosa se disparó tanto que ahora soy un despojo.

Si, porque al ser diabética debería ser un tamborcito con patas, pero no, todo lo contrario, soy un fideo. Flaca pero no muy alta. Yo lo asocio a lo hiperactiva que soy.

Llego a mi casa y tomo una de las carpetas que tengo preparadas para cuando los milagros se presentan y nuevamente me dirijo al centro. Esta vez vuelvo caminando ya que el próximo autobús pasa en media hora y mi ansiedad no da para esperar tanto.

Llego al imponente piso de Trigamer y me quedo mirando el magnífico edificio espejado. Mi mano cubre mi frente y miro hacia arriba. Es altísimo, elegante y por todos lados grita caro.

Bajo la mirada y me encuentro con un gorila que me mira feo.

—¿Señorita? —su vos es tan afeminada que no concuerda con su físico, trato de no reír y lo miro tan seria como me ve el gorila a mí.

—Buenos días Sr. Maldonado —digo luego de leer el gafete que cuelga con su apellido—. Vengo a traer mi currículo.

—Muy bien señorita....

—Briza Riles —respondo.

—Muy bien señorita Riles, sígame.

Sigo los pasos de Maldonado que me llevan desde la entrada a recepción donde me anuncia y la chica de recepción me da un gafete con las palabras impresas de “visitante” y me indica el camino hacia el área de recursos humanos.

Llegamos y me desea suerte y sonriendo volteo y para mi decepción hay ciento de chicas. Todas parecen modelos de revistas. Con tacos altos, faldas que si se agachan se les puede ver el polo sur y yo acá con un simple conjunto de pantalón de chándal con sudadera y zapatillas deportivas.

Seguro ya es una pérdida de tiempo, pero trato de no desesperarme. De todos modos, cuando estaría aquí nuevamente.

Mientras espero a que me atiendan la ansiedad me lleva a comerme una barra de cereales, luego unos caramelos gomitas y cuando estaba por atacar mis deliciosos brownies de chocolate, la chica de recursos humanos me llama y luego de darme una rápida mirada de arriba abajo me pide que la siga.

Llegamos frente a una enorme puerta y luego que abre paso y me quedo parada intimidada con tanto lujo en tan poco espacio.

Entro y mirando todo a mi alrededor me detengo al ver una figura que me parece conocida. Lentamente su rosto se va levantando y su mirada gris, que me saca el aliento, se clava en mí y literalmente su ceja se levanta y me mira de arriba abajo. Sonríe y se reclina en su silla. Esa mirada gris la conozco de algún lado, pero no recuerdo de dónde. aunque si lo pienso bien ¿De dónde conocería yo un tipo como este?

Mierda estoy incomoda, si las miradas traspasaran, leyeran la mente o lo que sea que puedan hacer, este ser de otro planeta ya lo habría hecho. Dios de que mundo se escapó.

Estoy tan quieta, casi no respiro. Y el tipo solo me mira con una mueca de que sabe lo que impresiona su belleza.

—¿Y bien? ¿Seguirás comiéndome con la mirada o te presentaras? —dice muy creído el tipo.

—He si.... no... mierda —se ríe y yo quiero que la tierra me trague, me acerco y dejo mi currículo frente suyo— Mi nombre el Briza Riles, egresada en secretariado ejecutivo, con conocimientos de programación, idiomas y ….

—Bien... ya... —me corta sin siquiera mirar mi carpeta—. Café —dice y me quedo perpleja mirándolo—. Podrás tener miles de títulos, pero si no sabes hacer café tendrás que buscar otra cosa ya que tu principal actividad como mi secretaria es hacerme un café y si no es bueno, yo no soy bueno y mi día se echa a perder —me quedo con la boca abierta mirándolo y bajo mi mirada a su escritorio percatándome de que hay muchas tazas con café, algunas están estrelladas contra la pared y otras simplemente en el tacho de basura. Trago fuerte y lo miro de nuevo—. Veo que capte tu interés. Bien ahí está la maquina y todo lo necesario para que me prepares un café.

Luego de percatarme que no se trata de una broma, casi temblando me acerco al aparato. Suerte la mía que amo tanto en café como mis brownies de chocolate. Preparo el pedido para mi futuro jefe, eso me gustaría, y busco algo con que acompañar el café al no encontrar nada me acerco con la taza a su escritorio y cuando dejo su taza en frente, él la toma, pero cuando esta por darle un sorbo lo detengo.

—Espere —saco de mi bolso el táper con el delicioso pastel y lo destapo para ofrecerle uno—. El chocolate es un buen acompañante para un buen café —le tiendo el táper para que tome uno y me mira dudoso.

—Es la primera vez que en vez de falda me traen pastel, que ingeniosa —dice tomando un trozo y yo no comprendo, lo miro mal. Él le da un sorbo al café y me mira luego muerde mi delicioso pastel y perdiendo toda delicadeza se devora todo y con la boca llena me mira sorprendido.

Yo no sé qué pensar, solo sé que siento el sudor típico que me agarra cuando la glucosa se me baja y dos veces en un día no es bueno. Eso significa que doña estrés está de visita en mi cuerpo.

Aprieto los dientes y me siento tomándome fuerte de la silla. El me mira y su seño se contrae.

—¿Qué sucede? —pregunta sin, ya ese tono burlón en la vos y es ahí cuando comienzo a temblar frente a él, mis oídos pitan y mis dientes rechinan.

Lo veo levantase y moverse mientras lo sigo con la mirada y siento como mis manos duelen de tanto apretar los apoyabrazos de la silla para no hacer destrozos, lagrimas caen por las comisuras de mis ojos. Siento como me convulsiono de tanto reprimir el ataque de violencia que nace en mí.

—Dios, mujer que te pasa, ¿Cómo te ayudo? —me mira sin tocarme y trato de despegar los labios.

—insulina.... —digo entre dientes. Y ahí es cuando mi mente se va y es como si me viera fuera de mi cuerpo.

Me levanto empujándolo y tiro todo, comienzo a tirar y romper osas. No sé cuánto tiempo pasa hasta que siento como unos fuertes brazos me toman y me colocan en una de las sillas, me inyectan algo y me obligan a beber algo. Lloro de la impotencia mientras me disculpo.

No puedo controlarme cuando me pasa y siempre es peor cuando me ataca tan seguido.

—No pasa nada, cálmate —dice el hombre frente a mi mientras me obliga a beber de una baso lo que siento que es coca cola.

Los ojos me pesan y siento que me quedo dormida.

capitulo 2

Nunca pensé que una entrevista terminaría así. Con un ataque de locura de la que sería mi secretaria.

Porque sí, estoy loco pero café como ese, no he probado mejor en todo el jodido día. Hablo muy en serio.

—No te das cuenta quien es —escucho a mi amigo hablarme mientras me paseo sin saber que hacer.

Llamamos al médico de la empresa y luego de atender a la chica solo me dijo que la dejara descansar, que se despertaría cuando su cuerpo vuelva a la normalidad.

—¿Qué se yo quién es? si es la primera vez que la veo en mi vida —digo y la miro de nuevo.

Luego que el sedante hizo efecto la recosté en el diván que hay en mi oficina. Se puede decir que es bonita. Su cabello largo con hondas le cae en cascada y roza el piso. Su cara es de finos rasgos. Sus ojos son de un verde algo extraño.

—Hay amigo, eres un colgado... —lo miro y el ríe—. Es la mesera de esta mañana en el bar ese que desayunamos.

La miro de nuevo, pero no recuerdo solo sé que ni miré a quien nos atendió. En ese momento estaba hablando con una linda italiana que quedamos en pasar la noche juntos. Miro la hora y lanzo un juramento.

—Mierda se me hace tarde para mi cita —lo miro con la suplica en la mirada.

—A, no lo siento grandote, pero a mí me espera mi chica y me dijo algo de un conjuntito rojo que no me puedo perder —dice levantándose y dirigiéndose a la salida.

—Mierda y ahora ¿Qué hago? —me pregunto mientras me rasco la nuca con la vista fija en la figura desparramada en mi diván.

—Llama a....

—Diana

—Esa y proponerle un trio, a lo mejor se quiera unir —dice mirando a la castaña que reposa muy cómoda en mi diván.

—La quiero como mi secretaria no como mi amante —digo acomodándome nuevamente en mi escritorio.

—Amante, secretaria... ¿Cuándo hubo diferencia para ti? —dice alejándose y sonrió recordando a mi antigua secretaria. La muy perra divulgo como la habíamos pasado bien un fin de semana en un viaje de negocios y lo siento mi privacidad no se mescla con el trabajo.

La muy insulsa se creyó que luego de haberse acostado conmigo las cosas cambiarían y seria mi novia, loca ¿No?

—Esa loca confundió un polvo con algo más... —digo reclinándome y mirando a la chica dormida.

—Deberías dejar de tirarte cuanta pierna fácil se te presente y asentar cabeza.

—¿Cómo tu? No gracias, amo mi libertad como para encadenarme a una sola pantaleta.

—Bueno amigo, te dejo.

Se va y me quedo mirando la puerta por donde salió mi socio y amigo Arthas. Miro de nuevo a la chica que duerme a pata suelta y busco en la lista de contactos a la italiana para cancelar lo cita de esta noche.

Luego de cortar la llamada, me concentro en terminar unos pendientes. La hora pasa y ni que se mueve, ¿Acaso dejo de respirar?

Me levanto y me dirijo donde la chica sigue dormida. Corro el cabello que cubre su cara, si, definitivamente es bella. Sus labios son gruesos y rojos natural. Dan ganas de besarla. Sus pestañas son como un abanico, gruesas y renegridas, se nota que son naturales. Me recuerda a alguien, pero no sé, capas que con tantas en mi historial que ya todas me parecen iguales.

Mis dedos rozan sus labios carnosos y relamo los míos ante las ganas que me dieron de poseer esa boca.

Estoy tan concentrado en su boca que cuando veo sus ojos me quedo de piedra, están abiertos y me mira con calma.

—Hola —digo en un susurro.

—Hola —me responde de igual manera.

—¿Dónde estoy? —pregunta confundida pero milagrosamente tranquila. No debe ser la primera vez que le pasa eso.

—En la oficina, el medico te suministro un calmante y me pidió que te deje descansar — sus ojos se cristalizan y yo me acomodo a su lado y abrazándola trato de calmarla—. No llores que no pasa nada, tranquila.

—Lo siento, soy un desastre —murmura mientras hipea—. Hice un desastre y para colmo en una entrevista de trabajo.

—Espero que no te ataque seguido —digo separándola de mí y secando sus lágrimas.

—Estoy muy estresada es la segunda vez que me ataca en el día y ya perdí mi trabajo en la cafetería esa y ahora mi oportunidad acá —cubre su lindo rostro y llora de nuevo.

—¿Por qué dices eso? ese café fue el mejor que he probado en todo el día —le digo acomodando su cabello en su espalda, de verdad que lo tiene largo. Lindo para enroscarlo en mi mano y darle fuerte por la espalda mientras tiro de él y mi cadera choca con su trasero.

Su mirada verdosa se clava en la mía pensativa. Mira sus manos y como descubriendo algo, incomoda se mueve y se sienta a mi lado.

—Perdón, pero si no entendí mal, ¿Me estás diciendo que el trabajo es mío? —pregunta y me mira. Porque siento que ya la conozco.

—Si, empiezas mañana. Tienes que venir a las ocho y dirigirte a recursos humanos para que ahí dejes todo el papeleo para el para el seguro y firmes el contrato —digo y ella se limpia las mejillas y acomoda su ropa que me da gracia, ¿Quién acude a una entrevista con esas fachas? — Eso si —digo mirándola, ahora de nuevo, recorriendo su figura— necesitas un atuendo acorde a una oficina, nada de pantalones de chándal y ni hablar de sudaderas que rezan “Mala cuando quiero” en un estampado que parece un cartel de neón.

Ella se mira y al ver de lo que hablo se sonroja, tanto que dan ganas de besarla. Dios desde cuando me atrae tanto una desconocida. Desde esa noche de antaño que no me siento así y lo peor de todo que ni recuerdo el nombre de esa chica.

—Si, claro... ropa acorde al trabajo y dirigirme al RRHH —dice levantándose, pasando sus manos por sus costados, mirando el piso.

—Bien luego de eso la espero mañana y lo primero que debe hacer es un café como el de hoy —afirmo y ella asiente mientras dirige sus pasos a la salida de mi oficina.

La sigo y mi mirada recae en su espalda, recorre su largo cabello que le llega al nacimiento de sus nalgas. Mmm redonditas...

—¿No hay nadie? —dice mirando alrededor y percatándose que el lugar este vacío.

—Son las Diez de la noche, hace rato que el personal se ha retirado.

—¡Mierda! ¿Tanto tiempo dormí? —pregunta ingresando al ascensor, yo me adentro con ella. Siento la necesidad de acompañarla.

—Mmm algo así... —la miro y ella abre grande sus orbitas verdes—. Otra cosa, los insultos solo en mi presencia te los permitiré —solo porque se ve adorable insultando con esa cara de Ángel.

—Si, lo siento. Se me olvida que todavía estoy frente a alguien importante y mi lengua se suelta.

No puedo evitar acorralarla dentro de este aparato y fijar mi mirada en sus ojos que ahora me miran con algo de dudas y miedo.

—¿Alguien importante? ¿Qué tanto? —pregunto rosando sus labios con mis dedos, ella sierra sus ojos y siento como tiembla— Muero por probar tus labios desde que entraste a mi oficina —susurro sincero y ella vuelve abrir sus ojos y me mira, cuando sus ojos caen en mi boca, siento que es el permiso que necesito para robarle un beso.

Justo en ese momento las puertas del aparto se abren y ella, como buena escurridiza se desliza y sale disparada.

Coloco mis manos en mis bolsillos y la miro caminar apurada hacia la salida.

—Hasta mañana Briza —digo lo más fuerte que puedo para que me escuche y la veo estremecerse.

Sonrió al saber que no le soy indiferente. Las puertas del ascensor se sierran, aprieto la tecla que me lleva de nuevo a mi oficina.

Al llegar miro mi teléfono y me percato que tengo varias llamadas perdidas de la italiana, decido llamarla.

—Amore... —dice ella con esa voz seductora que enciende a cualquiera— pensé que te habías olvidado de mí.

—Lo siento preciosa, el trabajo me tuvo retenido hasta ahora —respondo tomando las llaves de mi coche— ¿Todavía estas donde quedamos?

—Lo siento amore, pero tu al no llegar me volví a mi departamento —presiento que hace un puchero con esos labios carnosos, la boca de mi futura secretaria se dibuja en mi mente.

—¿Me recibirías de todos modos? —de alguna forma tengo que apagar el fuego que siento en este momento.

—¡Si, cariño! Te espero —contesta emocionada.

—Bien, estoy en camino, enseguida llego —cuelgo y salgo directo al departamento de Diana, la noche se presta para descargar todo lo que esta chiquilla logro solo con verla en ese diván.

Atravieso la ciudad en un tiempo récord y cundo llego al departamento de la italiana ella me recibe con una lencería que deja poco a la imaginación, tomando su cintura atrapo sus labios y entre besos llegamos a su habitación.

Por la mañana temprano llego a mi oficina y antes de entrar a mi oficina me dirijo a la de RR HH para comunicar la elección de mi nueva secretaria.

—Mónica, buenos días —saludo a la encargada de este piso.

—Buenos días Daniel —responde ella con su típica sonrisa bonachona—. ¿Ya elegiste quien hará tu café sin que pierda su cabeza?

—Si, justamente acá te dejo su currículo —le tiendo la carpeta que rápidamente ella hojea—. No creo que tarde en llegar.

—Bien, luego de que llene los papeles del seguro y firme el contrato la mando a tu piso.

—Si, eso mismo. Remárcale el tema de los viajes, no quiero malentendidos luego.

—Si, no te preocupes querido.

Salgo de la oficina de Mónica y me dirijo al ascensor privado cuando las puertas están serrándose llego a ver una ráfaga negra, Briza, su nombre le queda bien. Sonrió y subo a mi piso ansioso por comenzar un día más de trabajo.

BRIZA:

Mi alarma chilla y al tratar de apagarla me caigo de la cama y mi hermosa nariz da de lleno con el frio piso.

—¡Ouch! —sobo mi nariz y me levanto del piso.

Trastabillando ingreso a mi baño y abro el agua de la ducha para que salga calentita mientras hago mis necesidades. Cuando me meto al caudal de agua tibia recuerdo que hoy comienzo mi nuevo empleo y ahí se me pasa el sueño como un relámpago.

Me enjabono más rápido que flash y salgo chorreando agua mientras me seco y miro en mi armario que ponerme. Mi celular suena en algún lugar de la habitación, lo busco y lo encuentro debajo de i cama.

—¿Cómo llego ahí? —me pregunto y recuerdo la caída, mi mano se dirige a mi nariz. Ya no duele, pero por las dudas me miro al espejo.

Mi reflejo muestra que deberé usar maquillaje, esplendido, con lo buena que soy maquillándome pareceré payaso de feria. Suspiro y le marco a mi amiga mientras me siento a tratar de cubrir las marcas de mi caída.

—Hola linda ¿Preparada para el primer tu primer día como secretaria? —esa es Sylvanas, una de mis amigas que siempre se preocupa por todas.

—Algo así —respondo y aplico un poco de maquillaje haciendo una mueca de fastidio.

—¿Cómo que algo así? ¿Qué sucede? —pregunta y escucho un bocinazo, de segur se encuentra en la calle—. ¡La concha de tu madre yo tengo el paso, desgraciado! —la escuche gritar, si, definitivamente está en la calle.

—Caí de mi cama y creo que mi nariz no se ve bien —respondo mirando como el maquillaje no hace que se vea mejor— ¿Por qué soy tan torpe?

—Porque tienes una amiga genial que está llegando a tu departamento para solucionar todos tus problemas.

—¿Enserio? —digo casi al borde las lágrimas, falsas eso sí.

—Si, sí. Sécate los mocos y ábreme —corta la llamada y al rato escuchó como aporrea mi puerta.

—¡Hay voy, loca! —grito mientras me calzo mis pantuflas para abrir la puerta y mi amiga entra como una diva.

Me toma por los hombros y me empuja hacia la luz para ver mejor mi cara, niega y luego tomando mi mano me guía de nuevo a mi cuarto. Puedo ver que carga un bolso enorme de esos que utilizas cuando viajas.

Me sienta en la silla y abre su bolsa y saca una caja que cuando la abre hay de todo ahí, todo tipo de maquillaje.

—Bien nos pongamos manos a la obra para que tu jefe te quiera dar en todos lados —dice mientras comienza a pasarme un líquido por la cara.

—Yo creo que lo único que me dará es trabajo al rolete —respondo cerrando los ojos.

—Ayer dijiste que casi te besa en el ascensor.

—Si, pero creo que fue para ver hasta donde llegaba. Se dice que es un mujeriego de aquellos —respondo recordando los murmullos que oí mientras esperaba ser entrevistada por él.

—Como sea, si esta tan bueno como se dice yo me dejaría dar donde él quiera —dice muy segura de sí.

—No creo que Gastón crea lo mismo —rueda los ojos y yo rio de su expresión.

—Si, bueno —dice y se sonroja—, eso tengo con él por eso lo digo.

—Tu y Amy son la envidia del grupo —digo con un puchero.

—Ya encontraras a tu dulce para comer como te dé la gana —dice ella y se aleja para mirar como quedo mi cara—. Perfecta ahora miremos que te colocaras.

De su bolso saca varios conjuntos de trajecitos para oficina y los tiende en mi cama.

—Una pequeña colaboración para que te veas genial —dice y toma uno del montón—. Creo que debes comenzar con este.

Me tiende uno en color negro, una falda con un saquito mangas tres cuartos sin cuello, muy fino. A juego una camisa rosa casi fucsia que quedara perfecto con mis zapatos fucsias.

Entro a mi baño y me coloco la ropa, hasta un conjunto de ropa interior ligue. Es de encaje fucsia, como sabe que adoro ese color. Ya con la ropa puesta, salgo de la habitación.

—Te ves genial, debería pagarte por modelar mis diseños —murmura mientras me rodea.

—Con la cantidad de mujeres que trabajan en ese lugar seguro te hago una gran propaganda —hablo mientras me dirijo a recoger un bolso y coloco las cosas necesarias para mi día de trabajo.

—¿Por qué llevas todo eso? —pregunta y casi me rio de su expresión de horror.

—Sabes bien como es mi maldita enfermedad no me puede faltar nada —respondo terminando de guardar un táper con algunos pastelillos que hornee anoche.

—Deberías ver a un médico para que te medique mejor.

—Si, eso me encantaría. Pero la médica más buena del país vive a miles de kilómetros y cobra una fortuna para atender, mejor sigo cargando con todo esto —digo ya resentida con la idea de que mi poder adquisitivo es tan grande como una goma de mascar.

—Si dejaras que te ayudemos.... —insiste con lo mismo y bufo. Hace un tiempo que mis amigas insisten en ayudarme con algunas cosas, pero soy demasiado orgullosa como para dejar que me ayuden y más cuando se trata de dinero, dinero que no dispongo y nunca tendré, por eso espero que este trabajo por lo menos me ayude a encontrar un mejor tratamiento y me saque de este asqueroso departamento.

—Bien, ahora, por último —pongo mi cara de perro mojado— ¿Me llevas a mi nuevo trabajo?

—Claro, linda.

Salimos de mi departamento y nos montamos en su coche. En el camino fuimos escuchando música y cantando a todo pulmón como si fueran las dos de la tarde cuando en realidad son las siete y treinta de la mañana.

Llegamos al edificio y no puedo evitar mirar por la ventanilla al imponente edificio. Suspiro y miro a mi amiga que mira con asombro el complejo de oficinas.

—Valla, sí que es grande —murmura mirando a través de la ventana del coche— ¿Así de impresionante se ve tu jefe? —dice mirándome haciendo un gesto de picardía con su cara.

—Mmm... yo creo que más —respondo sincera—. Gracias por traerme y mmm... por la ropa también y el maquillaje...

—Sí, ya se soy genial —responde moviendo su cabello con sus finos dedos—. Recuerda que este finde tenemos que celebrar tu nuevo trabajo.

—Si, seguro, hace mucho que no nos divertimos juntas las cinco —me bajo y desde la vereda la saludo con la mano y luego de darle mi nombre al de seguridad de la entrada, entro al edificio.

Me dirijo a la recepcionista le doy mi nombre y ella enseguida me guía hacia la oficina de RR. HH.

—Hola, buenos días —saludo a la mujer que me recibe en la oficina— Soy Briza Riles, la nueva secretaria del Sr. Black.

—Buenos días, mi nombre es Mónica, ya me aviso de tu arribo el SR. Black —dice ella y me indica una silla en frente de su escritorio—. Toma asiento así llenamos algunos papeles para el seguro y revisamos el contrato si estas conforme lo firmamos, sino vemos cómo solucionar lo que sea que surja.

Luego de revisar todo y estar de acuerdo en todo o en parte ya que por la emoción casi ni se de lo que me decía la mujer. Me quede estancada cuando me dijo el monto que sería mi sueldo y desde allí ni sé que decía la pobre mujer.

—Recuerde tener disponibilidad horaria y nunca apague su teléfono —asiento como loca y luego de que me entrega un gafete y una tarjeta para ingresar al edificio sin problema y otras tarjetas para los gastos de mi jefecito.

Con todo en mano me dirijo al ascensor y ahí recuerdo que no sé cuál es el piso al que debo dirigirme, vuelvo a la oficina de Mónica y ella al verme inmediatamente me dice.

—Piso veinte —agradezco y vuelvo al aparato que justo se encuentra con las puertas abiertas.

En el interior del aparato hay unas chicas que al verme me sonríen, pero me doy cuenta que es una sonrisa falsa. Marco el número del piso al que me dirijo y puedo ver en el reflejo del espejo del ascensor que ellas se miran y se ríen.

—La nueva secretaria del SR. Black, ¿Me pregunto si también será su nueva víctima? —escucho que le dice una a la otra en un susurro no tan bajo como para que no lo escucho y luego vuelven a reír, parecen hienas riendo.

Cuando las puertas se vuelven abrir en el piso que al parecer es donde se dirigen las chicas, me quedo sola en el interior del aparato. Mientras llego al piso donde comenzaré con mi trabajo no puedo evitar pensar en ese comentario, ¿Sera que trabajare para un Don Juan?

Las puertas se abren, esta vez en mi piso, bajo y recordando mi principal papel como secretaria pienso que debo preparar un café. Miro todo el lugar y estoy más perdida que chupete en el culo.

Para mi suerte hay una chica detrás de un mostrador que, con letras finas y grande desde un marco sobre este, dice “recepcionista”.

Me acerco a ella y sonriendo me presento como la nueva secretaria del Sr. Black. Esta vez la sonrisa de la chica es sincera y me indica donde está mi oficina. Entro al lugar luego de agradecerle y me quedo impresionada con todo lo que veo.

Hay un enorme escritorio con un pc, una silla que dan ganas de dormir una siesta en ella. También hay un archivero y una biblioteca que al acercarme veo libros y por lo que leo se tratan de las sagas de los juegos de la empresa. Me siento en las nubes. Mis dedos rosan los volúmenes y ya estoy esperando mi hora del almuerzo para poder darle una hojeada a ellos. Sigo mi recorrido estudiando la oficina y veo que hay una especie de pequeño cuarto con una heladera, una máquina de café, un mueble con tazas, platos y todo lo necesario para servir un café.

En el interior de la heladera me sorprendo al ver diversidad de frutas, quesos, huevos y un sinfín de alimentos. Sigo mirando y veo que también, aparte de la máquina de café hay una cocina empotrada en el mueble, un pequeño horno. Todo parece nuevo por lo brillante, hasta dan miedo tocarlos. Creo que este cuarto de cocina esta más equipado que el de mi departamento.

Salgo sorprendida y veo que hay otra puerta que al ingresar me encuentro con un baño privado, eso sí que es nuevo. Un baño privado en la oficina de una secretaria es mucho lujo, valla estoy alucinando. Solo falta una cama y me sentiría en casa.

Al salir del baño me quedo impresionada al ver todos los retratos enmarcados de los juegos, diferentes personajes importantes de las sagas que me quedo con la boca abierta. Están en la pared que da a la entrada a la oficina que cuando ingresé no los vi.

Definitivamente me encantara trabajar aquí. Me acerco a la PC y me percato que es un último modelo, mis ojos brillan de solo verla. La prendo, dejo mi celular en el escritorio y las demás cosas que me dio Mónica y vuelvo a la cocina para prepararle el café a mi nuevo jefe.

Sirvo el espeso liquido ocre en una hermosa taza, la coloco en una bandeja y busco un platito para colocar un trozo del brownie que traje. De la nevera saco un poco de fruta y jugo de naranja que sirvo en una copa. Con todo listo en la bandeja me dirijo a la oficina de mi jefe que como anteriormente la recepcionista me dijo está al lado de la mía. Toco antes de entrar.

—Adelante —escucho la voz ronca de mi jefe desde el interior y abro la puerta para entrar.

—Buenos días, SR. Black. Aquí le traigo su café —digo entrando con la bandeja en mano, trato de disimular el escalofrió que recorrió mi columna vertebral al ver como su mirada plateada se concentra en mí, su cara dibuja una sonrisa que hace saltar a mi estómago.

Mierda, no sé si será un Don Juan, pero que su sonrisa afloja hasta los tornillos más oxidados no hay duda de eso. Me acerco a su escritorio y dejo la bandeja en frente de él, la cual la inspecciona y luego de darle un sorbo a su café sonríe serrando los ojos, Dios las bragas se me caen, digo las babas se me caen.

—Exquisito —abre sus ojos platinos y me mira—. Si hay algo en tu oficina que desees modificar, siéntete en la libertad de hacerlo —dice tomando un trozo de fruta, lo lleva a su boca y luego me mira, me muerdo los labios sintiéndome cachonda. Mierda es el primer día y ya me tiene así. No me quiero imaginar cómo será en un mes.

—No, me fascina mi oficina al decir verdad, hasta dan ganas de mudarse —el asiente y siento que me pase de confiada—. Disculpe, puede decirme con que comienzo mi día de trabajo.

—Si, en esas carpetas que tiene ahí están todo lo referido a los juegos de mi compañía. Quiero que los lea y se los aprenda como el padre nuestro. Mi agenta debe organizarla y también échele un vistazo a la lista de mis contactos que encontrara en una carpeta en la PC de su oficina —todo esto lo dice mientras disfruta del café que le serví y del brownie que le traje, que lo come como si fuera la última cena—. Nada más puede retirarse.

Salgo de la oficina casi hiperventilando de lo sexy que me pareció verlo disfrutar de su desayuno.

Entro a mi oficina de ensueño y me concentro en hacer todo lo que me pidió. No le dije nada, pero de los juegos es más que de sobra. Pero no voy a perder la oportunidad de explorar un poco más en ese campo.

Mi mañana pasa volando y cuando llega la hora del almuerzo, me parece ridículo retirarme a algún restaurante cuando la heladera está repleta de comida. Me sirvo un poco de jamón, queso, fruta, pan integral y un vaso de jugo de durazno fresco. Con todo en mano, de por medio una bandeja, me dirijo al sofá que hay en la oficina y sobre una mesita deposita la bandeja cargada de alimentos.

Luego me dirijo a la biblioteca y tomo uno de los libros que hay en los estantes. Vuelvo al sillón, me quito los zapatos que torturan mis pies y poniéndome cómoda como lo que prepare y leo la saga primera de héroes del juego.

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