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Un Último Aliento

El principio

Corrí sin rumbo tratando de respirar el aire frío de aquella noche, el miedo en mi interior se extendía por cada paso que daba, las piernas me temblaban y las lágrimas no cesaban; la obscuridad me llamaba, las calles del pueblo estaban en calma y a la vez gritaban. Tenía que escapar lo antes posible, no podía dejar que me atrapara. Tropecé con una piedra caí en el piso raspando mis rodillas, el dolor se extendió e hice una mueca de dolor, me levante rápido ignorando las punzadas que me daban y seguí corriendo, atravesé callejones, que me llevarán a la salida, pero los pensamientos en mi cabeza nublaban mi sentido de orientación, sin saber en dónde estaba la desesperación se apoderaba de mi con cada segundo que pasaba, solo quería llorar, regresar a casa a los brazos de mi madre poder sentir ese cálido amor, su suave caricia en mi cabello mientras tarareaba una antigua canción de cuna, anhelaba eso. Los recuerdos llegaban a mi mente como destellos de luz. Me recargue en una pared me deje caer al suelo y abrazando mis rodillas llore sin parar.

“No tengo tiempo para esto, no tengo tiempo para rendirme” Eso me lo repetía una y otra vez hasta que... aquella imagen surgió a mi mente, la bella cara antes de mi madre estaba deformada le faltaba un ojo y parecía que la hubieran aplastado, su mandíbula colgaba, la sangre escurría, su cuerpo colocado en una posición tan extraña, lleno de marcas y cortes, sus manos estaban atadas, atrás de su cabeza, sus rodillas volteadas y sus dedos mutilados. Había una sombra junto a ella quieta, simplemente observando. La sangre había creado una alfombra roja que llegaba hasta la puerta de la entrada y mi reflejo en ella hizo que corriera.

Aquel recuerdo cesó mis lágrimas me puse de pie, trate de pensar en donde estaba para poder salir de ahí, sin embargo la obscuridad abrazaba todo a su paso, no había ni una sola luz o destello que me ayudase a poder ver. En el fondo un sonido se extendió por todo el callejón, un escalofrío subió por mi espalda he invadió todo mi cuerpo. Me quede inmóvil tratando de ver a mi alrededor, mi oído se agudizo, escuchaba claramente el latido de mi corazón, al cabo de unos segundos sin volver a escuchar nada me tranquilice. Me dirigí al contrario del sonido y camine con cautela, los ojos me ardían pero tenía que estar alerta.

Al fondo visualicé una tenue luz proveniente de una vela, corrí lo más rápido que pude hasta llegar a ella, la vela provenía de un pequeño altar, habían ramos de flores que su dulce aroma me reconfortaba, en un marco una foto de una niña como de unos 3 años de edad que se encontraba agarrando una pelota y sonreía ampliamente hacía la cámara. Coloque mis manos sobre la vela, el calor al tacto era suave, la tomé con delicadeza, realice una pequeña reverencia y continúe mi camino. Sentí más seguridad, recorrí varios callejones hasta llegar a una fuente situada en el centro del pueblo, no había ni una luz encendida, ni una sola persona, ni un solo ruido. Mi preocupación aumento, ¿Por qué no había nadie? ¿Qué estaba sucediendo? Mi mejor opción era salir del pueblo y dirigirme al norte donde no muy lejos estaba un hospedaje para los viajeros.

Un grito ahogado me sacó de mis pensamientos, corrí a esconderme de tras de unos cartones viejos a lado de una casa. Se escucharon golpes y más gritos, al cabo de unos minutos el silencio volvió a reinar, no quería apagar la vela pero no me expondría a que me vieran, sople y la obscuridad me atrapo nuevamente. Un crujido detrás mío me alertó, al voltear al quien sujeto con fuerza mi boca ahogando mi grito de sorpresa y me sujeto fuertemente.

-Shhh…- Escuche en mi oído, voltee a ver la cara de mi atacante y me lleve la sorpresa de ver unos ojos sumamente conocidos.

-Tranquila Clare, soy Marc- Me susurro al oído, soltó mi boca lentamente, lo mire y sin poder evitarlo las lágrimas brotaron de mis ojos nublando mi vista, me abrazo fuertemente me sentí tranquila. Mi mejor amigo aún estaba con migo, no lo había perdido todo. Quería hablar pero no podía parar de llorar, un nudo en mi garganta me impedía hacer ruido y solo mis lágrimas escurrían a través de mis mejillas.

-No queda nadie más- Escuche decirle antes de que nuevamente los gritos volvieran dentro de las sombras, volteamos en dirección de dónde provenía y vimos a un hombre salir corriendo sin un brazo aún sangrando, resbaló y miró en dirección a la puerta.

-¡No por favor!- Sus lamentos desgarraron el silencio, un ser salió de la casa, agarro al hombre y de un movimiento su cabeza estaba al revés los lamentos dejaron de escucharse y el crujir de la carne resonaba en mi cabeza.

Aparté rápidamente la mirada, rogaba que nos encontrarán, mis manos temblaban y todo mi cuerpo se agitaba, escuchaba el latir de nuestros corazones, nuestras respiraciones. El ser al término se dirigió a las afueras de pueblo y entre las sombras desapareció sin hacer ni un solo ruido.

Miré a Marc que observaba la escena impactado, me tomo de la mano y juntos corrimos a las afueras del pueblo. Corrimos escapando del miedo mismo, sin mirar atrás, perseguidos por nuestras pesadillas y siendo presas de la desesperación misma. Al adentrarnos más en el bosque la velocidad fue disminuyendo, lo conocíamos perfectamente, al igual que teníamos en cuenta los peligros que nos asechaban. Nos detuvimos en una piedra enorme que formaba una pequeña cueva, nuestras respiraciones eran entrecortadas, me dolían los pulmones a cada respiro que daba; nos sentamos en el piso húmedo tratando de recuperar el aliento.

Los ojos Azules de Marc brillaban a la tenue luz de la luna y su cabello rubio brillaba.

-Lo lamento, no llegue a tiempo, no pude protegerte- Sus palabras llegaron al fondo de mi alma.

-N…No fue tu culpa- Dije con dificultad. Su mirada reflejaba tal tristeza, sus ojos habían visto lo peor, conocían el dolor de la perdida, me miró como la primera vez que lo miré a él, ese día en que mi padre no lo volví a ver.

-Apenas tenemos 12 años… ¿Cómo vamos a sobrevivir?- La pregunta me dejó pensando unos segundos. Sin respuesta alguna.

-Vámonos- Se levantó rápidamente, me tomó de la mano, me dirigió entre los árboles y nos pedimos entre las ramas de aquel querido bosque.

Desesperación

El amanecer se comenzaba a visualizar cuando estábamos llegando al camino principal, después de tantas horas corriendo y caminando sin rumbo el cuerpo comenzaba a dolerme, mis pies entumidos con trabajos se levantaban del piso. Marc estaba serio, caminaba lento pero con pasos firmes, no soltó mi mano en ningún segundo, ni cuando tropecé incontables veces con las ramas.

La adrenalina nos había mantenido despiertos y gracias a eso salimos ilesos del bosque; el camino nos condujo directamente al hospedaje. Era una pequeña cabaña ya antigua, solíamos ir muy seguido a ese lugar para jugar con su perrita de la señora Lore, dueña de la cabaña junto a su esposo Esteban, nos querían mucho y a menudo nos consentían. En un accidente su hija callo de un árbol perdiendo la vida y desde entonces en su mirada se presenciaba el dolor de la perdida.

Tocamos la puerta, segundos después la señora Lore, aún en pijama, abrió enseguida. Sonrió ampliamente y en su rostro la sorpresa al ver nuestra apariencia fu notable. Los dos la abrazamos fuertemente dejando que nuestros problemas se los llevara el calor de su cuerpo y lo reconfortable de su abrazo. Entramos a la cabaña, rápidamente Café, se abalanzó sobre nosotros, inevitablemente le sonreímos, su pelaje tan suave y pulcro me traía recuerdos que me inundaban de tristeza.

-Vamos, pasen pequeños, ¡están helados! ¿Pero qué les ha pasado?- Marc me miro soltó un suspiro le temblaba la voz y narro su historia.

-Me dirigí a casa y escuché ruidos… Golpes, corrí… Todos, todos estaban muertos, mi familia, los vecinos, me preocupe por Clare, corrí a su casa, solo encontré más muerte, un hueco en mi corazón desesperado por saber en dónde estaba y pensé en ustedes, tomé el camino más rápido y la encontré, en eso… Ese pobre hombre fue asesinado frente a nuestros ojos, corrimos toda la noche hasta llegar- Él señor Esteban salió de su cuarto al escuchar la historia, los dos estaban inmóviles, atónitos, pálidos, sin decir nada.

-Mis pobres niños, han de haber sufrido un infierno- El señor Esteban se acercó a nosotros toco nuestras cabezas y nos llevó a su pecho. Sollozos se escuchaban por toda la casa. Nos limpiamos y cambiamos nuestras ropas, la habitación en donde dormiríamos estaba limpia y cómoda, Nos dejamos caer del cansancio y sin más nos quedamos dormidos. Café lamía mi cara cuando me desperté, Marc ya estaba de pie, sonrió con tristeza e hizo un gesto de silencio. Del pasillo provenían murmullos, me acerque a la puerta coloque mi oído en ella y me dispuse a escuchar.

-Ha sido algo terrible, ¿Cómo habrá sucedido?- La voz de la señora Lore se escuchaba muy tenue.

-No me imagino quien, pero tenemos que hacer un aviso- La voz del señor Esteban apenas era reconocible.

-Cuidaremos de los niños, no los podemos dejar a su suerte.

-En eso estoy de acuerdo, han pasado por tanto- Hubo silencio.

-Les prepararé algo- Ruidos de platos y cubiertos chocando se comenzaron a escuchar. Marc me miro, en eso colocó su mano sobre la manija y abrió la puerta, Café corrió rápidamente por el pasillo, llego a la entrada y salió al patio.

Salí por detrás de Marc, me mire a un espejo que se encontraba en un pequeño buró, mis ojos verdes estaban apagados y mi cabello antes tan rojo y vivo como las llamas estaba obscuro y sin vida. Una mueca de disgusto se asomó.

-Construiremos una familia juntos, ya lo veras- Marc me tomo de la mano y su mirada tan fija y sincera logro que le creyera. El señor Esteban estaba afuera cortando algo de leña y la señora Lore cocinaba una deliciosa tarta de manzana, me acerque a ayudarla y Marc ayudo al señor Esteban.

El postre olía riquísimo, dentro de mi cuerpo los sentimientos florecieron, me convencí que todo estaría mejor a partir de ahora. Coloque los platos y cubiertos en una mesa de madera, una hermosa flor azul colocada en una maceta de cristal adornaban junto con unas velas las cuales desprendían un aroma tan dulce que me gustaba acercarme a ellas y olerlas; Marc y el señor Esteban se sentaron y juntos disfrutamos de una maravillosa mañana.

-Mañana me dirigiré a la capital para informar de lo sucedido- Dijo el señor Esteban.

Estuvimos de acuerdo y al término de unos minutos la señora Lore nos comenzó a contar de los extraños viajeros que habían pasado la semana anterior. Historias descabelladas, que nos divertían y otras que nos intrigaban. Sabíamos que lo hacía para distraernos de nuestro dolor y cooperábamos para no herir sus sentimientos. Ayudamos en los deberes de la cabaña, hacíamos lo que nos pedían, sin pretextos, ni quejas.

Llegó el atardecer y nos preparábamos para la puesta de sol arriba de una pequeña colina arriba de la cabaña. El recuerdo del día anterior provocó lágrimas que surgieron de lo más profundo de mí ser. Marc me abrazó y lloramos desconsoladamente por la pérdida de nuestros seres queridos.

A la mañana siguiente el señor Esteban ya se había marchado, era un día frio, encendimos la chimenea y nos colocamos al calor del fuego mientras tomábamos un rico chocolate caliente, su sabor tan suave y dulce le dio un respiro a mi alma. Fue un día normal y tranquilo, por el frio no nos alejamos de la chimenea, contamos historias y dejamos que el tiempo transcurriera como una suave brisa, disfrutándolo. Antes de atardecer llego en señor Esteban, con fruta y otras cosas para la comida, lo recibimos con alegría y nos dio noticias.

-Avisé a las autoridades y llegaran mañana. La señora Lore y yo hemos tomado una decisión, mis niños- Agarro de la mano a la Señora Lore y nos miraron con compasión- No tienen que preocuparse a partir de este instante en donde vivirán, los cuidaremos y los amaremos como nuestros hijos- Sus palabras me alegraron, nos dieron un abrazo como no había sentido en mucho tiempo, lleno de amor, un abrazo como solo tus padres pueden darte.

Al término de la cena nos arreglamos para ir a dormir, la cama de Marc estaba a unos centímetros de la mía, nos recostamos observando el techo. A pesar de que estaba acompañada me sentía tan sola, vacía, sin ninguna otra emoción más que tristeza, mis ojos me pesaban, deje que el sueño me atrapara. Un golpe me despertó en medio de la noche, mis ojos tardaron en acostumbrarse a la oscuridad, me incorpore y observe la cama de Marc, estaba vacía, Café que se dormía con nosotros no estaba y la puerta se encontraba abierta, en un buró a lado de mi cama había una vela y fósforos, Los tomé y en seguida todo el cuarto se ilumino, salí de la habitación, Marc corrió del fondo del pasillo, estaba agitado y muy pálido, tomó mi mano y me jaló, la vela resbaló y al llegar al piso creando un fuerte ruido que se extendió por toda la casa. Corrimos hacía la puerta principal, como un destello visualice el cuarto donde dormían el señor Esteban y la señora Lore, se encontraban acostados pero no dormían, había sangre… Estaba la muerte.

La Capital

Por un breve segundo aprecie la escena que se quedó grabada en mi mente, las sabanas manchadas de rojo, sus cuerpos ya sin vida, parecían estar en un sueño profundo, de nuevo, aquella sombra observaba, sin moverse, sin hacer ruido, como un hombre apreciando la obra de arte que acababa de crear. Al llegar a la salida Café nos esperaba con una canasta que en la noche anterior había preparado la señora Lore con Pan y algo de provisiones que guardaba en caso de emergencia. Marc la levantó, no me había soltado ni un segundo, sin saber lo que estaba pasando, sin entender lo que había visto, lo seguí.

Corrimos atreves del camino hacia la capital, las sombras provocadas por los árboles se convertían en terribles monstros a mi perspectiva, el miedo me hacía aferrarme del brazo de Marc. El viento frio atravesaba mi piel sin dificultad y en mis pulmones se aferraba costándome inhalar; resbale golpeando mis rodillas, la sangre comenzó a brotar, Marc rápidamente se arrodillo, cuidadosamente reviso mi herida y me sonrió.

-No es nada, estarás bien- Me ayudo a levantarme.

-¿Puedes correr?

-Si, si puedo correr- Asintió con la cabeza y continuamos. Tomábamos descansos para recuperar energía, de vez en cuando tomábamos un poco de agua y proseguíamos nuestro camino, pasaron las horas. El amanecer comenzaba a visualizarse entre las colinas, al horizonte observamos la capital, unas magníficas construcciones sobresalían de la mayoría. Queríamos correr pero nuestro cuerpo no respondía, los pies nos palpitaban, las piernas nos temblaban, llevábamos mucho tiempo corriendo, pero teníamos que seguir, sin importar el dolor, llegar era o principal. Los guardias de la entrada nos intersectaron.

-¿Qué hacen dos niños solos viajando?- Pregunto el guardia de la derecha, mientras que el otro nos observaba de pies a cabeza.

-Venimos a buscar ayuda- Dijo Marc apresurado- Ayer nuestro tío vino a reportar un ataque a nuestro pueblo- Los guardias se sorprendieron.

-¿De qué hablas pequeño? Ninguna persona vino a reportar tal situación. Si ese fuera el caso inmediatamente habrían movilizado a las tropas- Mire a Marc con los ojos abiertos como platos, ¿El señor Esteban nos habrá mentido? No, el no sería capaz…

-Pero… Él nos dijo que les había alertado, que hoy llegarían a investigar- Los guardias compartieron miradas. En eso el guardia de la izquierda, un joven bien parecido se inclinó a nosotros.

-Tranquilos, ya están aquí, ¿Qué les parece si me acompañan y nos cuentan todo?- Marc dudo un segundo luego asintió y lo seguimos. Pasamos por un par de callejones hasta llegar a una construcción bastante grande, nos invitó a pasar, observamos a muchos más guardias adentro, nos condujo por los pasillos hasta llegar a una habitación.

-Esperen aquí, no tardo, tomen asiento. Se nota que están muy cansados ¿quieren agua?- Se nos ilumino la cara al escuchar su amable oferta, asentimos con entusiasmo y él nos sonrió, salió de la habitación, nos quedamos solos. Café estaba dentro de la canasta asomo su cabeza y suavemente la acaricie. Escuchamos el abrir de la puerta, el guardia entro junto a una persona ya mayor, de compostura robusta y rasgos duros.

- Soy el Coronel Edart, el joven que los trajo aquí es Teniente Coronel Jack, queremos escuchar su historia- Marc suspiro sujeto fuerte mi mano y conto lo sucedido hasta la muerte de nuestros supuestos Tíos, yo guarde silencio mientras observaba los detalles. El coronel Edart estaba sorprendido de la situación y los detalles mientras que el Teniente Jack permanecía en silencio recargado en una pared. Cuando Marc termino de contar los dos se encontraban pálidos, El Coronel Edart froto su nuca y sin decir una sola palabra salió de la habitación. El Teniente Jack se quedó con nosotros, nos sirvió más agua y en voz baja nos dijo.

-Sí que la han pasado mal, ustedes dos… Me recuerdan a mi niñez junto con mi hermana menor- Permaneció en silencio, afuera se escucharon gritos y a toda la gente moviéndose rápido. El Coronel Edart apareció en la puerta.

-Te quedas a cargo de los niños y asegúrate de su seguridad, partiremos en seguida para verificar- Salió y segundos después no se escucharon más ruidos.

-¿Tienen hambre? Qué les parece si me acompañan a mi casa, mi hermana me está esperando con el desayuno, estoy seguro que les va a agradar- Dudando asentimos e inmediatamente salimos del lugar. Las calles de la capital eran hermosas, muy limpias, todas las casas parecían estar en perfectas condiciones. Llegamos a una casa de gran tamaño el Teniente Jack se aproximó a ella y abrió la puerta.

-Vengan, no les pasara nada, lo prometo- De adentro pudimos oler algo realmente delicioso, me aferre al brazo de Marc y entramos.

-Jack… ¿Eres tú? Acabo de crear algo nuevo, realmente exquisito, ¡ven a probarlo!- De la esquina del pasillo principal se asomó una hermosa mujer, con un cabello tan largo y negro, sus rasgos tan finos y delicados. Se asombró al vernos.

-Si no te importa tendremos visitas- Ella pego un grito de emoción y corrió a nosotros.

-Que lindos, ¿Cómo se llaman?

-Yo soy Marc, y ella es Clare- Sonreí tímidamente

-Mucho gusto, yo soy Lisa, bueno ya conocen a mi hermano, pasen, son bienvenidos- Nos adentramos en su casa. En una grande mesa de cristal estaba colocada la comida, el estómago me rugió con tan solo verla, trague saliva, respire profundo, después de haber corrido tanto y comer apenas unos pedazos de pan, al ver tan magnifica comida lograba alterar cada parte de mi cuerpo sin querer hacer nada más que comer. Nos invitaron a tomar asiento, nos sirvieron e inmediatamente comenzamos a comer, a escondidas le pasaba un poco de carne a Café, quien se estaba moviendo dentro de la cesta. Ayudamos a recoger y me ofrecí para lavar los trastes, mientras Marc terminaba de recoger. El Teniente Jack y Lisa salieron a conversar y los pequeños murmullos los alcanzaba a escuchar.

-Pobres pequeños… pero ¿Están seguros que pueden confiar en su palabra?

-¿A qué te refieres?

-Son niños, tienden a mentir y a exagerar las situaciones.

-¿Cómo te atreves a decir algo así? ¡Acaso no los viste bien!

-Cualquiera se puede ensuciar un poco y raspar.

-No puedo creer lo que estás diciendo.

-Todos mentimos, y si es verdad lo que dicen ¿Por qué no están muertos también?

-¡Suficiente! Me los llevaré a otro lugar y no esperes que regrese. Me quedaré con ellos hasta que estén bien porque es mi deber, ¡eres tan ingenua!

-Tú eres el ingenuo te están tomando el pelo.

-Sus miradas lo dicen todo... La sociedad te ha vuelto tan cruel- Se escucharon pasos apresurados.

-Vamos, tenemos que buscarles un lugar donde puedan pasar la noche- Tomamos nuestras cosas, dimos las gracias y salimos.

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