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Entre Tulipanes Amarillos Y Un Miedo Llamado Chester Sainer

Capítulo 1

Nubes negras . Tan ligeras como el paso del tiempo en un reloj.

Se acercaba una tormenta, y Nara se sentía ansiosa por llegar a casa antes de que las gotas inundaran su alrededor.

Pudo llegar a la esquina de la calle, pero ya era demasiado tarde: Las gotas empezaron a tocar su cuerpo, primero lentamente y luego con una voraz fuerza sin detenerse.

Pretendía no quejarse al sentir cada vez más como la lluvia fría recorría su rostro como una aguja:

– Otra vez que no traigo paraguas — chasqueó su lengua en modo de una suave queja –.

Nara caminó más rápido. Sus tacones de las botas negras sonaban y sus pies a gritos sentían un intenso daño al conjunto de un vals.

Entre algunas calles que se adentraban a los rincones oscuros de los edificios, sonó un pequeño grito casi pidiendo ayuda.

Nara se detuvo. Justo a su vista una caja ya mojada se movía desesperadamente intentando ser abierta. La curiosidad no le permitió darle importancia a la lluvia, y decidió acercarse a lo que le estaba dando una grave respuesta de lo que era haciendo que se le achicara el corazón a punto de detenerse.

Estiró su mano para abrirla, y ahí justo en donde el paisaje de una lluvia dejaba caer deliberadas sensaciones de tristeza, dió con seis ojos inocentes llenos de miedo.

«Miaw.»

—Hola pequeñines, ¿Que hacen aquí?— observó con ternura los tres gatitos; con cautela y sin asustarlos agarró a uno medio blanco ya con el cuerpo mojado tras la caja que se llenaba de humedad por la fuerte lluvia. Puso su mano en el segundo gato, un pequeño de ojos verdes y completamente negro con dificultad para quedarse quieto. El tercero no dejó que lo acariciara y tan solo pudo observar su color anaranjado que daba pequeñas apariciones de rayas blancas.

—Dios mío. Éste no es lugar para unos bebés. ¿Qué clase de animal haría algo así? Vaya idiotez humana. — se enfadó Nara—.

El sonido de la lluvia no dejó que Nara se percatase de la figura de un hombre que, al sentir hablar a Nara, decidió acercarse con curiosidad.

Con una voz fuerte pero a la vez en tono suave, exclamó al ver los pequeños animales en la caja asustando así a Nara que giró su mirada al joven que agarraba un paraguas negro que hacía desaparecer la lluvia por un momento.

Las gotas ya no podían correr por el rostro de Nara : aquel joven se había puesto a su lado tapando a ella y la caja de un mar en el cielo.

— que lindos...

Nara se levantó aún con uno de los gatitos en sus brazos sin poder decir nada.

El acercó su mano a tocar al pequeño gatito que yacía en los brazos de Nara, y ésta intentó que los nervios no la traicionaran.

El hombre era bastante guapo.

Demasiado, pensaba Nara. Su cabello castaño corto hacia que sus ojos marrones brillaran en una piel clara y pálida. Sus labios finos eran encantadores, y todo su rostro hacia crecer la inmensa duda de que podría ser un joven de 25 años, vestido como un jefe frío y amargado.

— Debería ser ilegal abandonar crías de animales. —Dijo levantando la mirada hacia Nara —.

Esta solo pudo alargar su mano hacia él para darle al pequeño gatito qué miraba hacia abajo.

Al momento en que el agarró al pequeño, Nara tubo el valor de seguir la conversación yendo a agarrar a los otros dos.

—Así es. Preferiría no encontrarme en esta situación en la cual solo me hace pensar mal de la clase de personas que habitamos en este mundo.

—Lo bueno, es que no hay igualdad, también existen personas que se detienen al ver atrocidades así. —Dicho esto le sonrió a Nara dándole a entender que lo decía como cumplido hacia su acto — Encantado señorita, Soy Chester Sainer.

Su voz. Su nombre. Su sonrisa mientras que ambos compartían un paraguas alejando las gotas a mojar más que lo que habían echo.

Sus ojos; el color marrón del y los ojos almendrados de ella iniciaron un contacto visual de un instante que pareció infinito.

Nara intentó abrir la boca para soltar una voz clara, pero tan solo salió su nombre en forma de susurro.

—Soy Nara Lenins.

—Señorita Lenins — sonrió — quisiera saber si tiene pensado cuidar de tres hermosas-miró al gato que tenía agarrado en su mano acercado a su pecho— bestias peludas.

Negó. Vaciló un momento al mirar a los pequeños, pero por más que quisiera no podía, sobretodo por el pequeño apartamento donde vivía que no se permitía tener mascotas.

—Me encantaría, pero... No puedo aceptarlos.

—En ese caso... Llevémoslo al veterinario.

Nara quiso preguntarle que era de el, pero decidió sostener el silencio y caminar junto hacia su acompañante que no se despegaba de aquella distancia corta que marcaba el comienzo de una historia.

—Por aquí a la vuelta, hay una veterinaria.

Nara intentó asentir con la cabeza, pero no logró por estar absorta en sus pensamientos. El joven Chester observó a Nara: Su cabello mojado debido a la lluvia no dejaba ver su verdadero color. Sus ojos almendrados e interesantes, sus mejillas algo rosadas incluso sus pecas que se presenciaban al lado de su nariz parecían ser una buena vista para Chester.

Intentando obtener un poco de atención de Nara, este carraspeó:

— Me los llevaré a casa... No soy de tener mascotas pero estando en mi casa puedo confiar en que estén bien juntos...

—Qué alegría. —dijo Nara— me acaba de comprobar que tiene un buen corazón.

—Oh no, no es así. —sonrió y bajó la mirada hacia el suelo un momento, hasta que ambos llegaban al local que permanecía abierto— todos me dicen que me hace falta uno.

Ambos se detuvieron. La lluvia también cesó. Por un lado del este, los rayos de sol se hacían presenciar y Chester al hacer caso al tiempo cerró el paraguas.

Nara sonrió y por primera vez, Chester notó el calor del sol posando su brillo en el cabello de una mujer.

— Solo necesita ser despertado.

Nara acercó a ambos gatitos hacia el, que rápidamente dejó enseguida el paraguas apoyado en la pared.

Gritaron, y se acurrucaron los tres juntos escondiendo sus caras.

Nara los acarició por última vez.

Chester consiguió armarse de valor y de forma acelerada le preguntó:

— ¿Te volveré a... Ver?

Nara alzó su vista encontrándose con el.

Ella también lo quería. Quería llegar a verlo otra vez, pero ambos idealizaban una situación de ensueño, una que era difícil de creer.

Nara tragó saliva.

— Seguramente... Quizás. — mintió para así — De seguro nos volveremos a ver.

El asintió. Nara le abrió la puerta y Chester entró.

Antes de que alguien le dirigiera la palabra, miró hacia atrás; Nara cerró la puerta y con una mirada que parecía iluminarse, se retiró aún y cuando él seguía observándola hasta desaparecer.

Capítulo 2

Nara llegó a su departamento frío.

Lo primero que hizo fue ir a buscar una toalla para secarse su cabello antes que la afectara con un resfriado.

Su pensamiento no era más que el nuevo Chester. Su brillo en los ojos la cautivó y no lograba alejarse de su memoria.

Se empezó a desvestir justo en la sala. Lo único que tenía era una planta y en las ventanas nadie estaba viendo ya que al frente de su departamento, solo existía un apartamento abandonado.

Quedó en segundos sólo en ropa interior, mientras dejaba la ropa en el suelo y se dirigía a su habitación oscura.

Hacia mucho, mucho tiempo en el que un hombre se quedaba tanto en sus pensamientos.

—Nara, tranquila — se dijo así misma — de seguro solo te enterneció el corazón por haber sido amable. Ni siquiera lo conoces y de seguro no existirán más coincidencias entre ustedes; ya verás.

Se metió al baño a sentir el agua caliente derramarse por su cuerpo. Después, ya no tuvo tiempo de pensar más en lo que pasó.

_________________

Chester yacía en su empresa. Con los gatitos metidos en una jaula transportadora, ya alimentados e inspeccionados.

El bolígrafo no paraba de dar golpes arriba del escritorio, sin tener éxito en transportar al dueño a la vida real.

Éste seguía pensando en esa mujer.

No podía más que sentir ese recuerdo cálido, que hacía palpitar algo dentro del.

Desde que conoció a Julieta, ya nunca había estado tan enfocado en alguien.

Por la puerta entró su hermanastro sin tocar la puerta.

— ¡Chester! ¿Te gusta mi despacho? No te acomodes tanto, solo serán tres meses.

Chester sonrió. Su hermanastro se acercó a él y se sentó en frente.

—Veo que compraste acompañantes. —dijo en modo de burla — ¿ya decidiste que no encontrarás a tu mujer ideal y te volverás la señora de los gatos? Ya supera de una vez a Julieta. —Se levantó en busca de la botella de whisky y sin más preparó dos vasos —.

— Erik; me alegro que estés de humor para tu luna de miel hermanito.— Erik se acercó y le entregó un vaso — espero que tu querida esposa aún no se entere del error más grande que está cometiendo contigo.

—Que gracioso. —hizo una mueca — no te preocupes ni lo pensará por estar ofuscada con el increíble sexo que tendrá todos los días. No puedo decir que tú futura esposa tendrá la misma suerte; eso de ahí abajo ya parece haberse enterrado solo a tres metros bajo tierra.

—Espera la indicada— dijo con satisfacción Chester— en vez de interesarte tanto por mi pene, debería interesarte más mostrarme las actualizaciones que se hicieron en la empresa.

Erik río.

Chester se llevaba muy bien con su hermano pequeño, tanto, que él había aceptado hacerse cargo de la empresa que dirigía su hermano, para que viviera la luna de miel con un pleno disfrute y sin distracciones de trabajo.

Eran tres meses.

Tres meses para luego volver a lo suyo, a volver a aquella casa rural en Italia en donde tenía su floristería y le iba bien como un músico tocando en bares llenos de jazz y blues.

Esa era su vida a pesar de ser millonario y venir de la familia de los multimillonarios Thompson.

Sainer, era, el apellido de su madre antes de casarse con su padre, el multimillonario Thompson. Erik aún seguía usando el apellido de Thompson pero Chester no tenía la más intención de llamar la atención a cada lugar que fuera.

—Ah y Chester; por favor no seas muy estricto.

—¿No quieres que nadie extrañe al jefe Erik?

—Solo no quiero que lo hagas mejor que yo.

Chester río.

—Por favor, tómate las cosas con calma y además... —tomó un trago de su vaso y se inclinó hacia delante — la secretaria Vanessa está echa un bombón de chocolate , cremoso y crujiente de esos que se derriten en tu boca. Si te quedas los jueves de noche, podrías tener un poco de acción... Pero no vayas a salpicar mi escritorio. —hizo una mueca de disgusto — Eso sería asqueroso.

— ¿Me estás insinuando tener sexo con el personal?

—Te estoy dando opciones para hacer tu visita a mi empresa más placentera...

— ¿Acaso tú...?

—¡ Por dios Chester!

Tocaron la puerta. Chester se adelantó a Erik y ordenó el pase hacia dentro.

Como si hubiera sentido que hablaran de ella, Vanessa venía con su figura modelo trayendo un montón de archivos pegados a su pecho.

—Jefe, estos son los papeles de los últimos dos años y el registro de facturación que pidió.

Erik sostuvo una media sonrisa maliciosa observando como la falda corta de Vanessa mostraba sus increíbles piernas morenas.

Vanessa miraba a Chester mientras dejaba los papeles arriba del escritorio.

—¿Algo más?

— Eso es todo, gracias puedes retirarte Vanessa.

—Claro.

Vanessa sonrió de forma coqueta. Sus pasos se dirigieron a retirarse mientras ambos la miraban. Chester observó a su hermano que estaba con la boca abierta.

—Soy un hombre casado... —terminó decir Erik embobado con la presencia de Vanessa —.

— Cara de culo, cierra la boca que se te cae la baba. — dijo Chester agarrando los archivos traídos por Vanessa —.

— Chester, ¿Viste cómo te observaba? Ya tienes el 50% ganado.

Chester observó a su hermano.

Tomó un trago del whisky que le había servido.

— No estaré aquí para tener sexo. ¿Qué pensaría el viejo si se entera de lo que tú me estás proponiendo hacer en el trabajo?

— Diablos, lo adoraría. — río Erik —.

Chester sólo resopló. Y giró su rostro a fijarse en los pequeños que estaban el la jaula. Profundamente dormidos.

El brillo del cabello de Nara volvió a aparecer en su memoria, y sin más, sonrió sin darse cuenta.

Erik, al notarlo arqueó una de sus cejas.

—¿Qué te tiene tan feliz? ¿Alguna de esas alimañas se echó un gas o qué?

Chester seguió dando vueltas al bolígrafo arriba del escritorio.

—No lo sé. Solo recordé algo.

Erik lo miró más intrigado que nunca.

—¿ Qué te acordaste? No me digas que te acordaste de los tiempos en que estabas con Julieta...

Chester suspiró.

—No. Mentiría que ya no pienso en ella pero cada vez disminuye mi interés en donde está y lo que está haciendo o... Con quién.

Chester movió su cabeza en forma de negación. Los ojos almendrados de Nara aparecieron con una sonrisa dulce.

—¿Y entonces?

— Creo que... He entrado a vivir a un desdichado cuento de hadas. —suspiró mientras en su mente sostenía la viva imagen de Nara—.

Capítulo 3

Nara pasó su día libre comiendo en el sofá adelante de la televisión. Quedarse dormida tapándose con una simple manta no estaba en sus planes, pero se dió cuenta cuando despertó con la alarma avisándole de ir a trabajar.

Su espalda le dolía. Siempre había querido cambiar el sofá, pero nunca había tenido el tiempo para hacerlo.

La iluminación de la ventana mostraban el paso del tiempo, que en efecto, ya eran las 7 de la mañana.

Media hora para vestirse y salir, era cómo pan comido para su rutina diaria.

Su mente parecía aún no despertarse aún, en sólo minutos que comenzaba en la mañana. Cómo si su vida fuera en automático, se preparó y salió de su apartamento en menos de 15 minutos. Nara solo disfrutaba de ponerse un poco de alineador en los ojos y nada más. Para ella lo que le importaba era oler bien, no mostrarse tan maquillada solo por estar detrás de un escritorio.

Al caminar derecho hacia su trabajo, pasó por la calle en donde había visto los gatitos en la caja y se preguntó que había sido de ellos. Recordó al chico guapo enseguida; y una vez más siguió con él por un largo tiempo en su memoria llegando con sus pensamientos a su trabajo.

Se adentró en la empresa. Tras saludar amablemente a sus compañeros, llegó a subirse al primer ascensor vacío que tenía las puertas abiertas.

En el momento en que las puertas empezaron a cerrarse, una voz masculina gritaba a unos pocos metros.

—¡Espere!

Nara intentó apretar el botón para quedarse un momento más y al levantar la vista y ver justo al hombre llegar a las puertas, su corazón dió un brinco.

Chester también quedó sorprendido.

Sus miradas se buscaron. El llegaba alterado, y al ver de nuevo esos ojos llenos de asombro, llegó a sentir como su sangre hervía, tanto así como si hubiera una fogata prendida, que cada vez más se sacudía entre viejas tablas y palos de madera.

Por otro lado Nara quedó congelada y el reencuentro solo fue como un viento que la llenaba de escalofríos y la llevaba a tocar con su cuerpo un gigantesco hielo.

El sonrió. Ella no estaba de acuerdo en hacerlo también, o al menos, no podía.

—Hola.

—Hola...— susurró ella —.

El se acercó y ella solo retrocedió.

— No creí que te iba a ver tan ... Pronto.

Nara estuvo de acuerdo en su mente.

Estaba segura de que no lo volvería a ver.

— Yo tampoco...— él se acercó a ella, las puertas se cerraron sin dejar entrar a nadie más — Ehm... ¿A que... Piso va?

Chester río.

—Por favor, nada de formalidades señorita Lenins. Solo llámame Chester y me dirijo al penúltimo piso.

Ésta se ruborizó. Apretó el mismo botón que antes había apretado para ir a su sitio laboral.

— ¿Eres nuevo trabajando aquí Chester? Seremos compañeros de escritorio. —dijo nerviosa—

—Algo así... —sonrió—.

Ella lo miró. Sus ojos ya estaban puestos en ella . Nara sintió como aquellos ojos encima de ella le daban un poco de calor.

—¿Algo así?— frunció el ceño —.

Las puertas del ascensor se abrieron y ambos salieron del ascensor. Para la sorpresa de todos, Vanessa había llegado temprano y con una ceñida remera de tirantes dejando notar sus pechos voluptuosos sonrió al ver a Chester llegar.

— ¡Buenos días jefe!

Nara se encontró perpleja y lo observó detenidamente.

¿¿Jefe??

Gritó en su mente tanto que no podía creerlo.

El mostraba una sonrisa mientras caminaba hacia su despacho. Aquel que ayer le había mostrado su hermano antes de que se fuera.

Nara quedó quieta sin reaccionar viendo como el entraba al despacho y cerraba la puerta detrás.

Vanessa chasqueó los dedos en modo de aviso hacia Nara.

— Tierra llamando a la señorita Nara, ¿Acaso hoy no va a trabajar?

Nara se acercó a su escritorio. Y miró a Vanessa por arriba de su ordenador.

—¿Quién es él?

Vanessa sonriendo cómo si fuera la pregunta que más había estado deseando escuchar, se sentó en su silla mirando a Nara mientras esta se quitaba el abrigo.

— ¿Te acuerdas que habían dicho que hoy empezaba el reemplazo? Pues bueno, ahí está.

—Creí que el reemplazo iba a ser Hudson.

—Iba a ser así, pero el señor Thompson eligió a su hermano en el último momento.

—Espera, ¿Hermano dices?

Vanessa asintió.

Su boca aún seguía abierta por tanta sorpresa. Cuando se había presentado el día anterior, no le había dicho que provenía del famoso apellido Thompson, al menos si así fuera, ella lo recordaría.

Ambas sintieron la puerta que se abría y Chester salía ya solo con una camisa blanca apretada que aseguraba una buena vista de su cuerpo físico.

—Señorita Lenins, consigame un café negro sin azúcar y los papeles de la reunión del viernes con los dirigentes, por favor.

—Si señor.

Chester desapareció de nuevo detrás de aquella puerta. Vanessa observó a Nara mientras está le dedicó una mirada inocente y se dirigía a cumplir con las órdenes de su nuevo jefe.

¿Qué había en el destino que jugaba con ella de esa forma?

Se preguntó mientras recogía los papeles y esperaba mientras que el café ya estuviera listo.

Se mordió la lengua. Tal vez no significa nada y era solo una simple coincidencia.

Cuando el agua de la cafetera ya se había calentado, Nara con mucha cautela se dirigía con la taza agarrada con las dos manos y los papeles debajo del brazo.

Tocó la puerta despacio; Chester le gritó de adentro y ella pasó viendo que estaba sentado en la silla leyendo algunos archivos.

Él levantó la mirada. Nara dejó el café en el escritorio y le entregó los papeles que traía sin ninguna queja.

Ya se estaba girado para retirarse cuando la voz profunda de Chester hizo que se detuviera.

— Espera. Nara, debo decir que no creía encontrarte trabajando aquí...

Nara lo miró.

— No tiene porque hacer esto de verdad jefe.

—¿Jefe?—Se tiró para atrás en la silla sin soltar el bolígrafo— No tienes por qué llamarme así ya te he dicho que...

—Si no le molesta... Preferiría que haya una formalidad entre nosotros.

Chester la observó. Nara se veía diferente a Vanessa, pero para el parecía ser más hermosa. Su cabello ahora sí se podía apreciar como un cabello de un castaño bien claro, se había echo dos trenzas que la hacían verse de unos veinte, las cuales llegaban a sus pechos pequeños pero firmes. Su rostro parecía el de una muñeca, una muñeca que Chester le costaba ignorar.

— ¿Necesita algo más señor?

— Estoy de acuerdo que en el trabajo haya una formalidad, sin embargo, cuando estemos fuera me gustaría que me trataras como una persona común y corriente a la que conociste. Eso es todo, puedes retirarte.

Nara asintió. Al momento de irse vió cómo una pelota pequeña de goma estaba tirada en el suelo y entre tantos pensamientos se acordó de los pequeños animalitos que había encontrado el día anterior.

Ahora su dueño, también era aquel que ocuparía la silla de su jefe.

¿Qué más sería capaz de ocupar?

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