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Destinos Entrelazados

Capítulo 1

Julieta

La vida está llena de baches, baches de los que puedes salir y continuar como si nada hubiese pasado; baches de los que — después de caer — no puedes salir; y baches de los que puedes salir, pero nada vuelve a ser igual que antes.

Mi caso es el del bache en el que caes, sales y después nada vuelve a ser igual. O eso es como lo considero yo.

Fue hace unos meses cuando toda mi vida, mi realidad comenzó a cambiar.

—Julieta Smith —me llamó por mi nombre de nacimiento, el doctor Daniels, también conocido como Simón, el cual es un amigo de mi padre y especialista en fonología.

Me levanto y me dirijo hacia el consultorio.

Un poco nerviosa, me siento en el asiento que se encuentra dentro del lugar y espero a que el señor tome su puesto detrás del escritorio.

—Bueno, Julieta, ya tengo los resultados finales de los estudios que se realizaron la semana pasada y no tengo muy buenas noticias para tu caso.

Ante sus palabras aguanté el aire. Sé que no me va a gustar lo que va a decirme.

—Como sabes, las veces anteriores que recurriste a mí, te descubrimos unos pequeños nódulos en tus cuerdas vocales y fueron tratados con reposo vocal, lo cual resultó exitoso, pero en este caso es distinto. Llevaste al extremo el uso de tus cuerdas y ahora tienes un gran nódulo en las mismas.

Mi mano comenzó a temblar. Esto no puede estar pasándome. La presión en la boca del estómago se hace presente.

—La única solución que tenemos en cuanto a tu caso es con una intervención quirúrgica. Será un proceso muy sencillo y fácil de llevar a cabo.

Siento que mi mundo se está cayendo a pedazos. Cantar es mi vida, literalmente.

—Sí, llevamos a cabo la cirugía, ¿voy a poder volver a cantar? —pregunté con temor.

Él me miró con calidez. A pesar de eso, no me confié. Siempre existe un “pero” y es lo que estoy esperando que me diga.

—Lo vas a poder hacer sin ningún problema. Lo único que cabe rescatar, es que lo más seguro es que tu voz no sea la misma. Es decir, sus cuerdas vocales están muy delicadas por los nódulos, la cirugía va a ayudar a su recuperación, pero existe el riesgo de que no pueda alcanzar sus rangos de antes. Claro que todo depende de tu disposición y voluntad de descansar tu voz.

Cierro los ojos fuertes. No poder llegar a mis registros es como si me quitaran las alas.

—¿Por cuánto tiempo no voy a poder cantar?

—No tengo un tiempo estimado, vamos a tener que ir midiendo con el tiempo.

Me paso las manos por la cara frustrada por la situación y me levanto de la silla. Siento que estar allí me ahoga.

—¿No existe otro tratamiento o solución, Señor Daniels? —digo con la voz cortada y con algo de desesperación.

—Lo siento, Julieta, pero el nódulo es muy grande, si no hacemos la cirugía puede pasar que no vuelvas a cantar.

Ahogué un sollozo, pensando en todo lo que me exigí, en todo lo que no tuve que hacer.

Sé que no debí hacerlo, pero el público y la discográfica querían otro disco. Sumándole la presión que ejercía sobre mí, Dana — mi manager —, me estaba destruyendo.

Mis cuerdas vocales están a punto de ser nada y solo me pongo a pensar en lo que va a conllevar eso. No quiero decepcionar a nadie.

— Julieta, sé que no es fácil, pero como amigo de tu padre y por el cariño que te tengo, te recomiendo que te hagas la cirugía. Tienes una voz indudablemente única y sería una lástima que el mundo no pueda volver a escuchar tu voz.

— Lo sé — digo en un susurro.

—Inspiras con tu música y con tu voz, pero no te estoy recomendando que te operes por los demás, te lo estoy recomendando porque es tu pasión y es lo que te ilumina la cara y te hace feliz. Hazlo por ti.

Sus palabras me dejan pensando.

Sé que tengo que hacerlo por mí y cada una de sus palabras son totalmente verdad, pero no puedo evitar pensar siempre en los demás en vez de en mí.

—No tienes que decidirlo ahora —dijo apoyando sus codos en el escritorio—. Tú medítalo estos días y nos vemos el jueves, ¿te parece?

Asentí y me despedí deprisa, saliendo como si la clínica se estuviera incendiando.

Ese es el peor recuerdo que tengo — aparte del de la muerte de mamá.

Tratando de alejar de nuevo esos recurrentes pensamientos que atormentan mi cabeza, me concentro en lo que me rodea. El interior de un autobús.

A mi lado se encuentra una señora de alrededor de unos ochenta años, con la cual he estado hablando a lo largo del viaje. Dos cosas me encantan de ella, que su vibra y felicidad es pegajosa y que no me conoce, no sabe quién soy. Aunque no estoy segura, creo que sí sabe quién soy, pero lo disimula muy bien.

Como sea, lo que decía es que había olvidado cómo es sentirse cuando no te reconocen cada vez que vas a un lugar. Me considero una persona normal, pero mi carrera hace que los demás piensen que no lo soy.

Muchas veces he sentido que me miran como si fuera un alienígena, y la verdad es que soy igual a todos, pero no soy quién para quitarle las ilusiones o cuestionar sus verdades.

En cuanto a mi carrera, he estado siete años de gira en gira, de disco en disco, de colaboración en colaboración. En fin, he estado en todo y muy ocupada.

Es la primera vez —en años— que me tomo un tiempo para mí. Aunque, claro, fue obligado por la cirugía. Si no hubiese sido por eso, todavía estaría cantando.

Se supone que es lo que debería estar haciendo y el porqué de que muchos me están buscando, pero tenía que huir por un tiempo. Fue un impulso involuntario.

La cirugía fue hace unos tres meses y he estado yendo a rehabilitación vocal y en teoría, el señor Daniels o como le dice mi papá, Simón, me dijo que ya puedo comenzar a tratar de cantar para ir acostumbrando a la voz, pero tengo miedo. Es una de las razones por las que también decidí irme.

No es lo que debí hacer, pero es que no sabía qué hacer. Y solo debía ir a un lugar donde sabía que podía recomponerme o al menos intentarlo.

Dana no sabe que me hice una cirugía — al menos hasta donde yo sé — y no sé va a enterar por mí. Los únicos que verdaderamente saben de la intervención son mi papá, Teo — mi hermano mayor — y Nicolás — mi mejor amigo de toda la vida.

Sinceramente, debí haberla despedido desde hace tiempo, pero al parecer no pude y no he podido encararla desde lo que pasó —o, mejor dicho, me enteré—. Ni a ella, ni al maldito de Justin – mi ahora exnovio.

Resulta ser que los dos idiotas me han estado viendo la cara de estúpida y pendeja desde hace ya casi un año.

Las cosas con Justin se acabaron dos meses antes de la operación y sé que él y Dana han estado saliendo. En un momento pensé que ella iba a tener la decencia de decirme, o al menos justificarse, pero por lo visto, no.

Tratando de evitarla —porque no quería ver su estúpida cara de adúltera— y no queriendo que se enterara de mi problema con las cuerdas, le dije que necesitaba un descanso y me iba a tomar unas semanas, pero después le dije que tenía que ir a Europa por un asunto familiar y posteriormente le dije que tenía una inspiración musical y necesitaba estar sola.

En eso, pase estos tres meses, evadiendo mis responsabilidades y a la cacatúa de mi manager.

Muchos me preguntarían, ¿Por qué no simplemente dices que tenías problemas con tus cuerdas vocales y tuviste que someterte a una cirugía? Bueno, la respuesta es sencilla.

No me gusta decepcionar a nadie. Siempre he sentido que tengo que hacer el todo por el todo, por los demás, pero nunca he hecho eso por mí —lo admito.

Sé que mi música inspira y refleja la realidad de la vida, el amor, la hermandad, la familia, entre otras muchas cosas; y eso es lo que les gusta a las personas. Siempre esperan con ansias otra canción que transmita los sentimientos y las situaciones de su vida, y no puedo, no me gusta decepcionar a ninguno.

Cuando murió mamá, me sumí en una tristeza enorme. La figura que me había incursionado en el mundo musical, ya no estaba.

Estuve así por semanas, hasta que me di cuenta de que debía ser la fuerte de la familia y demostrar que podíamos seguir adelante. No quería decepcionarlos, haciendo que ellos pensaran que era débil, quería que estuvieran orgullosos de mí en ver que había salido adelante a pesar de las adversidades que estábamos atravesando.

Sé que tanto mi padre como Teo lo consideraron bueno para mí y estaban orgullosos de que pudiera haber salido de esa parte oscura y triste de mi vida. Ellos trataron por semanas de hacer que quisiera tocar un instrumento o al menos, intentara cantar, pero no podía.

Ellos intentaban hacerse fuertes, no querían que se notara para que mi estado de ánimo empeorara, pero sabía que estaban tan destrozados como yo por la partida de mi madre.

Cuando volví a sentarme frente al piano y toqué una melodía que no quería salir de mi cabeza. Allí es cuando surgió el álbum que impulsó mi carrera musical, fue cuando comencé a esforzarme por construir la vida que tengo hoy en día. Una vida que espero que pueda mantener, porque mi pasión es la música y sin la música no soy nada.

Ya han sido siete años de eso.

Por eso estoy volviendo a Landon, al lugar donde nací.

Es un pequeño pueblo muy familiar y con personas muy buenas. Además, es considerado como uno de los lugares de donde provienen las mejores estrellas de la MotoGP. Y lo puedo decir de antemano, porque mi padre es dueño de una de las mejores escuderías en el mundo de ese rubro. “V motores”.

Aquí todos me conocen como Julieta Smith, no como Becca Davies — el nombre que adquirí cuando comencé en el mundo discográfico—. Saben a qué me dedico, pero todos me tratan como la persona más normal del mundo. Eso es lo que me gusta del pueblo.

—Señores pasajeros, el autobús con destino a Landon estará arribando al pueblo en diez minutos —dice el conductor por los altavoces.

Me acomodo en mi lugar y veo que mi compañera de asiento está sumida en un sueño profundo y no atendió a lo que dijo el chofer, por lo que me dispongo a informarle.

—Charlie —le agito con suavidad el hombro —, ya estamos por llegar a Landon.

Ella abre poco a poco los ojos y me mira.

—¿Quién eres? ¿Qué día es? —yo abro los ojos como platos, ya que usa una manera dramática para decirme esas palabras. Al parecer percibe mi reacción porque se echa a reír—. Tranquila, niña. No estoy loca, solo estoy tratando de ponerle drama a la situación y hacerla más interesante. Te veías muy seria y todo se estaba poniendo aburrido.

—Casi me das un susto, Charlie. Y no soy seria, solo es mi cara normal.

—Estate tranquila, si fuera una loca ya te habrías dado cuenta. Y acerca de tu cara, si es tu forma natural de verte, pues te digo que te ves fea —dice jugando.

Yo río.

—Supongo que tus hijos no se aburren contigo.

—Mis hijos son unos aburridos, igual que su padre.

—¿Por qué dices eso?

—Lo único que hacen es hablar de trabajo y de esas estúpidas finanzas, en vez de vivir la vida. Tengo suerte de tener un nieto que sea normal, por lo menos. Él sí se puso los pantalones y encaró a su padre para no hacer lo que él quisiera, no como los miedosos de sus hermanos — dijo orgullosa.

—Debe ser un gran chico.

—Mi nieto es muy talentoso en lo que hace — sus ojos brillan de la felicidad por estar hablando de su nieto —. Es algo peligroso, pero siempre busco de asegurarme de que va a estar bien y que intenta hacer su trabajo de la manera más segura.

—¿En qué trabaja tu nieto? —pregunto curiosa.

—Él es…—Charlie se ve interrumpida por el conductor, el cual nos avisa que ya hemos llegado.

Dejo de prestar atención a lo que dicen por el parlante y vuelvo mi mirada a Charlie, pero veo que ya no está.

Trato de encontrarle entre las personas y veo que está próxima a salir del autobús.

—¡Charlie! —le hablo en un tono alto, pero no tanto, debido a que quiero cuidar mis cuerdas a toda costa— Espérame.

—¡Tengo que irme volando, querida! ¡Cuando me necesites búscame en la calle veinticinco! Es la casa blanca —me grita.

No logro llegar hasta donde ella se encuentra cuando estoy fuera del autobús. Lo único que logro ver es que se sube a un muy lindo Jeep negro y arranca como si no hubiera un mañana.

— Adiós, Charlie — le digo al aire.

— Mira mami, esa niña está hablando sola — dice un niño burlándose de mí. Mocoso.

Suspiro, dejando que mi cuerpo se acostumbre a la cálida temperatura del inicio del verano y comienzo mi caminata hasta el circuito donde seguro están mi padre y Teo.

Es un camino relativamente corto y no muy cansado — si no llevas maletas como yo lo hago.

De todas maneras, me las apaño y sigo el camino.

***

Cuando llego, es como si estuviera regresando en el tiempo. Todo sigue igual.

Aprieto el agarre de mis maletas y voy dentro de las instalaciones, dirigiéndome hacia el apartado en donde se encuentra el taller de la escudería de la familia.

Al llegar veo al hombre que me crio, arreglando la cadena de la moto.

No se da cuenta de que estoy casi parada al frente de él, así que carraspeo levemente para llamar su atención.

Él levanta la mirada y su rostro se ilumina con una sonrisa y se le empañan los ojos.

Se levanta rápidamente y llega hasta mí para abrazarme con fuerza.

No me importa que su overol de trabajo esté lleno de grasa y aceite, por lo que le devuelvo el abrazo con el mismo cariño y la misma fuerza.

— Mi gomita, estás en casa.

— Si, gomita mayor. Estoy en casa.

Capítulo 2

Lucas

— Como lo han escuchado, mis queridos oyentes. Becca Davies está desaparecida. Esta mañana su manager, Dana Fisher, realizó una rueda de prensa comunicando la situación que se está atravesando, respecto a la reconocida cantante de veinticuatro años…— cansado de seguir escuchando la estación de radio, cambio a otra.

Han estado hablando todo el día de esa chica superfamosa que se encuentra extraviada. No tengo ni idea de quién es, pero me arruino mi dosis diaria de la radio local.

No soy una persona que le guste escuchar música por alguna aplicación, me gusta lo viejo, su esencia, lo siento más apegado a los orígenes del estilo de música que me gusta, por eso siempre escucho la radio; y si no es la radio, son mis discos de vinilo, y si no es el vinilo, son mis amados casetes. Tengo una colección de envidiar y mi walkman es una edición que casi ni se consigue, así que considero que soy afortunado.

—¿Por qué cambiaste la emisora, Lucas? Por si no te diste cuenta, estaba escuchando la noticia — dijo mi abuela, sentada cómodamente en el asiento del copiloto.

—Abuela, sabes que esas son cosas de otro mundo, el cual es la farándula. Lo más seguro es que la chica haya salido de fiesta y se encuentre en casa de una amiga y todavía no haya despertado. Además, llevo todo el rato que te estuve esperando escuchando la noticia y siempre repiten lo mismo y sinceramente, ya me cansé de escucharlos. Debe ser horrible lo que está pasando su familia y espero que la encuentren, pero creo que era mejor cambiar el ambiente y no escuchar algo tan deprimente cuando al fin estás conmigo de nuevo después de tantos meses fuera —sé que suena rudo, pero no la conozco y no tengo ningún lazo con ella.

Si otra fuera la historia, allí las cosas cambiarían.

—¿No sabes quién es, Lucas? — preguntó sorprendida.

—¿Luzco como alguien que la conozca? —la miré de soslayo—. Creo que ya habíamos tenido la conversación de que no escucho la música de ahora, Charlie. No es por nada, pero…

— Te sientes más conectado con lo que dicen las canciones de antes — termina de decir con tono fastidiado. Pareciera que yo fuera el viejo y mi abuela una mujer de veinte años —. La cosa es que yo sí la conozco y somos amigas. Además, es alguien que está más cerca que lejos y no es nada de lo que estabas afirmando, es una chica muy decente y de buenos valores — dice reprendiéndome por mis palabras.

La miro extrañado por sus palabras. ¿Conoce a esa chica desaparecida?

—¿Te sientes bien? ¿Tuviste una contusión antes de subir al autobús y estás alucinando cosas? — le digo jugando.

— Ja, ja, qué gracioso. No me pasó nada, solo sé que la conozco y está bien. Está donde debe estar — la miré de reojo. Se notaba muy segura con lo que decía. No creía que estuviera mintiendo.

—Entonces, si la conoces, ¿Por qué no ayudas a la investigación llamando a la policía?

—Porque está donde debe estar, ya te lo dije. Mi linda niña, con los ojos esmeralda, está perdida y tiene que encontrarse.

Fruncí mis cejas, pero asentí entendiendo sus palabras.

Sé cómo se siente cuando estás perdido y necesitas encontrar aquello que te saque de ese bache en el que te quedaste atrapado.

Decido no tocar el tema de como conoció a esta chica desaparecida y pasamos el resto del camino en silencio. Disfrutando de la música y el viento que entraba por las ventanas abiertas.

El verano en Landon es lo que más me gusta. Para los que no son de aquí, a lo mejor les resulta caluroso, pero para los locales, no. Es como estar en el paraíso. No es un calor que te sofoque para nada —o es al menos lo que consideramos las personas que vivimos aquí.

Cuando me mude a Landon, afirme que era el peor calor habido y por haber, pero después de las dos semanas de estar aquí, me di cuenta de que era un exagerado y que lo que había sucedido era el repentino cambio de temperatura, ya que estaba llegando de un viaje familiar de la Patagonia.

Alejándome de los rumbos remotos que toma mi mente cuando conduzco, me concentro en la vía y al detallarla, me doy cuenta de que vamos llegando a la casa en la que vivo con Charlie.

Al girar en la calle en la que se encuentra, veo que Teo está caminando desesperado en la entrada de la vivienda. Parece desesperado y un poco loco. ¿Qué carajos le sucede?

—¿Qué le pasa a tu amigo, Lucas? — pregunta extrañada mi abuela, aunque no tanto. En su mirada podía ver que sabía algo que yo no, como si estuviera disimulando algo.

— No sé — le respondo seguido de un suspiro.

Espero que no sea otro de sus dramas de chicas. Estoy harto de ser su excusa para no seguirlas viendo. Sobre todo, por lo sucedido la última vez.

Le dijo a la chica que era su novio y que apenas me vio, se dio cuenta de que era gay y, boom, me beso. El peor beso en la historia de los besos.

Negué con mi cabeza de solo recordarlo.

Esas eran las cosas que hacían los mejores amigos.

Estaciono el auto en el puesto libre que hay en la calle y abro la puerta para descender del Jeep. Mi abuela hace lo mismo.

— LG, al fin llegas — dice Teo corriendo hacia mí.

Yo ruedo los ojos por cómo me llama. Es molesto que otros lo digan después de que escuchan a Teo llamarme así, pero con él es distinto. Lo soporto por nuestra amistad, aunque ha habido veces en las que he querido darle unos buenos golpes en la cara.

Dice que me llama de esa forma debido a que mi nombre tiene una “L” y una “G” y que eso me convierte en parte de la familia “LG”.

Lo sé, solo a un loco se le puede ocurrir tal cosa.

—¿Qué quieres, sanguijuela? — le pregunto mientras abro la puerta de los asientos de atrás para bajar el equipaje de mi abuela.

— Primero que nada, hola Charlie — saluda mi mejor amigo a mi abuela con un abrazo que ella le devuelve.

— Hola, príncipe encantador — le toma la mejilla y le da unas leves palmadas en ella.

Siempre le ha dicho príncipe encantador a Teo desde que lo conoció. Y entiendo el uso de ese mote. Estoy enterado de que mi mejor amigo es uno de los hombres más deseados del pueblo y de todo el mundo del motociclismo en la actualidad. Claro, después de mí.

Su cabello rubio, sus ojos como esmeraldas, su tez un poco morena por el bronceado del sol y lisa. En fin, perfección en persona, según las mujeres.

Yo no me quedo atrás, pero no me gusta presumir de mi físico — al igual que Teo —, no consideramos chicos normales. Lo que menos nos importa es nuestra apariencia. Lo importante es el circuito y lo que hacemos en él.

De solo recordar cómo nos llaman, me dan ganas de reír.

Nos llaman el dúo del pecado. No me pregunten de donde lo sacaron, pero nos llaman así y así nos quedamos.

— Me alegra que estés de vuelta, linda abuela Charlie —ella le sonríe.

—Y así va a hacer por un tiempo. Después van a querer echarme de acá.

—Charlie, sabes que esta también es tu casa, ¿no? —dice Teo.

—Créeme, lo sé, los impuestos me hacen recordarlo —hace una dramática cara de disgusto—. Lucas, voy a ir adentro a descansar. El viaje fue muy largo. Creo que la próxima te digo y me contratas un jet.

— Los jets no caen de los cielos, Abuela.

— Tienes dinero, hijo mío. Con dinero todo se puede —se volteó hacia Teo y le dijo—. Mi príncipe, sea lo que sea que te pasa, abre los ojos y averigua antes de exagerar las cosas — tras eso entra a la casa y nos deja solos a Teo y a mí.

Teo parece estar midiendo las palabras de Charlie, pero no tengo ganas de esperar a que resuelva el magnífico acertijo que le dijo mi abuela.

—¿Ahora si me vas a decir que carajos te pasa? — lo encaro.

—¡Mi hermana está desaparecida! —me grita.

— Oye, alto allí, ¿tu hermana? ¿Desaparecida?

¿Qué le pasa al mundo hoy? Están habiendo muchas desapariciones últimamente.

—Si, LG. Tienes que ir conmigo a la pista para decirle a papá. Después de eso contrataremos al ejército y al FBI para que la busquen y la encuentren —dice con exageración.

—No creo que el ejército y el FBI se dispongan a hacer eso.

—¡Cállate y llévame a la pista! — me grita de nuevo.

—¡Bien! —le respondo de la misma manera con las palmas en el aire—. Solo déjame llevar el equipaje a Charlie adentro y salimos para allá, ¿te parece?

Tomó el equipaje de mis manos y corrió a la entrada de la casa. Una vez allí, abre a toda prisa la puerta, lanza las maletas y la vuelve a cerrar, antes de correr de nuevo a la camioneta y subirse en el asiento del copiloto.

Yo lo miro con molestia y lo único que hace es gritarme que me apure porque necesita llegar al circuito cuanto antes.

—¿Por qué no fuiste allí antes de venir y pedirme que te llevará? Se supone que tienes un auto — le digo.

Él se queda sopesando mis palabras.

Teo no es que no sea inteligente, porque lo es. Lo que sucede es que cuando está bajo presión o distraído por algo, es como si su inteligencia o su cabeza completa haya sido robada.

— Eres muy inteligente, LG. No sé cómo no se me ocurrió eso antes.

—Yo sí — me suelta un golpe en el hombro y yo lo miro ofendido.

—¡Muévete! — vuelve a gritar.

— Si, ya entendí. Dios, estás muy gritón hoy — me vuelve a golpear y yo hago un ademán de devolvérselo, pero trato de tranquilizarme y enciendo el auto para dirigirnos rápidamente al circuito.

Si estuviera en su lugar, actuaría igual, así que no tengo por qué quejarme. Es mi mejor amigo y se nota que está preocupado.

No conozco a su hermana, pero por lo que él y su padre — mi jefe — me han contado, es el sol de la familia. Aquello que les da alegría.

«Si le llegase a suceder algo, nos moriríamos. Es nuestro rayo de sol» —me dijo una vez Teo

Tampoco he visto fotos de ella —en una versión mayor, digo—, por lo que no tengo idea de cómo se ve actualmente. Tengo entendido, tiene dos años menos que Teo. Solo he logrado ver una que otra foto de ella de pequeños —como la que tiene Teo de ellos junto a su madre como fondo de pantalla del móvil.

Voy a hacer todo lo que pueda para apoyarlos, así como ellos lo han hecho conmigo.

Capítulo 3

...Lucas...

Llegamos al circuito y Teo sale corriendo de la camioneta antes de que pueda estacionarme bien.

Dejo que vaya adelantándose y me estaciono como corresponde. No quiero que los del circuito me vuelvan a multar por no estacionarme bien.

Según ellos, sí sé manejar una moto como la manejo y la sé estacionar como la sé estacionar, también debería hacerlo con mi camioneta. Idiotas. Llegará el día en el que yo los multe a ellos por joder.

Salgo del Jeep y me voy por el costado del edificio. Siempre tomo esta vía para evitar tratar con las molestas personas de la administración.

Me ven como un dios, o algo parecido, y me hace sentir un tanto incómodo. Además, el camino que siempre tomo, está lleno de plantas y es algo que disfruto ver.

Cuando estoy llegando al taller de la escudería no escucho nada.

Nada de nada.

Yo esperaba que el mundo se estuviera acabando allí adentro, no lo que mis ojos están viendo.

Ambos están sentados en las sillas que se encuentran frente a las distintas pantallas que tenemos para medir y observar mejor nuestras técnicas de manejo, velocidades, fallas, etc.

— Es…— comienza a decir Teo.

— Si es — le responde su padre.

—¿De quién estamos hablando? — pregunto mientras me acerco a ellos, para ver lo que están viendo.

Cuando mis ojos llegan a las pantallas, veo lo que los tiene maravillados. Creo que hasta yo estoy maravillado con lo que estoy viendo.

Quien sea que está en la pista ahora mismo tiene una técnica perfecta y es como si se le diera natural manejar de esa manera la moto. La forma en la que se inclina en las curvas es impresionante.

Es delicado pero seguro y sin dudas, muy veloz. Es perfecto.

—¿Quién es? — pregunto sin dejar de mirar la pantalla.

— SSH —dicen los dos a la vez para que yo me calle. Los miro con la ceja levantada, pero no reparan en mi gesto, siguen mirando maravillados la pantalla.

— Papá, mira el minutero — dice Teo.

Inmediatamente, Jorge y yo volteamos hacia él y abrimos los ojos como platos. Mierda.

Ya casi llega a la meta y está muy cerca de superar mi récord de una vuelta en la pista.

Me comienzo a enojar un poco.

«¿Será enojo u otra cosa?» —me pregunta mi subconsciente

No sé lo que siento. Puede ser enojo o miedo, pero estar viendo a esa persona en la pista me está creando algo de ¿inseguridad?

«Esto no me puede estar pasando» —pensé.

Si Jorge decide firmar con este corredor estoy acabado. Acabado en serio, y no lo puedo permitir. He perdido y sacrificado mucho para llegar aquí y nadie me va a quitar todo lo que me costó alcanzar.

Tal vez suena un poco creído y egocéntrico, pero yo soy el mejor corredor de la MotoGP desde hace un tiempo, me he encargado de serlo con trabajo, sacrificio y esfuerzo. Se siente bien que te consideren de esa manera cuando durante toda tu vida dijeron que eras lo peor.

Solo sé que necesito esto, lo necesito con mi vida. Al fin y al cabo, es lo único que me queda aparte de mi abuela.

Sigo mirando como un loco el minutero, rogándole al señor que no supere mi récord, pero al parecer no me escuchó, porque cuando pasa la meta lo único que se reproduce en mi cabeza son los estúpidos números que se muestran en la pantalla.

1:44.562.

1:44.562.

1:44.562.

Mierda. Mi récord es de 1:45.013.

Estoy jodido.

Apartando mis pensamientos de esos malditos números que me pueden arrebatar todo, vuelvo a la realidad y veo que Teo y Jorge aplauden como unos locos. Eso solo hace que mi molestia aumente, por lo que sin pensarlo dos veces me acerco a la entrada de la escudería —donde llegan las motos para después ser revisadas y preparadas para las carreras— y apenas llega el corredor, lo enfrento.

—¿Quién te crees que eres, idiota? ¿Crees que puedes llegar aquí y quitarme todo por lo que he estado trabajando por años? Si crees que Jorge te va a contratar por lo que acabas de hacer, estás muy equivocado, porque la estrella de la escudería soy yo y no puede haber dos…— mi voz cesa cuando el corredor se quita el casco.

O, mejor dicho, corredora.

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