A veces tenemos el privilegio de encontrar al amor de nuestra vida y disfrutarlo, pero a veces a pesar de encontrarlo lo perdemos o las circunstancias de la vida nos separan. ¿Pero qué pasa con ese amor después de eso?: desaparece… se transforma… queda en estado de latencia en algún rincón del alma, hasta el momento en que necesita emerger de las profundidades y llamar la atención.
Hay amores que perduran de la única manera que pueden.
Algunos podrán reconocer e identificar esas señales, con los aromas que nos enardecen e incluso con el leve roce de unos dedos sobre nuestra piel.
Aquellos románticos que no han tenido tal privilegio y deben consolarse con ""solo poder desearlos, tal vez deban saber que si existen, que en algún lugar del mundo se encuentra alguien que los puede hacer sentir que son especiales y perfectos y los empujen a serlo.
Esta historia de Gerardo y Guadalupe habla del amor a través del tiempo, de la importancia de prestarle atención a los sueños, de lo fundamental del reconocimiento y de la conciencia del amor y en definitiva habla de los motores del amor: el respeto por la vida y la paz del perdón.
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... ¿Acaso el sueño no es el testimonio del ser perdido, de un ser que se pierde, de un ser que huye de nuestro ser, incluso si podemos repetirlo, volver a encontrarlo en su extraña transformación?
...
Gastón Bachelard (1884-1962) Filósofo francés.
Guadalupe Bubans, se despertó sobresaltada, le latía el corazón desbocadamente y todavía podía sentir resbalar las lágrimas por sus mejillas.
Nunca había tenido un sueño tan perturbador.
Unos brazos musculosos y bien formados que trataban de abrazarla… pero no con violencia, más bien daba la sensación de un desesperado intento por evitar que huyera.
Trató de desprenderse, pero un pecho duro, potente, recibía los embates de sus puños que cada vez eran más infructuosos.
Ese roce… ese aroma que conocía tan bien, que la inundaba y le acaparaba todos sus sentidos, como si fuera parte de su propia esencia.
Aroma mezcla de piel, con colonia de esencia a maderas, tabaco y un cierto rasgo de alcohol… maldita combinación de aromas, que se apoderaba de los pocos resabios de cordura que le quedaban…
Una boca, firme, sensual con unos labios entreabiertos, humedecidos por el cóctel que había estado tomando, una boca implacable, que comenzó a besar su rostro, secando las lágrimas que continuaban cayendo.
Un aliento cálido que acariciaba sus sienes, la línea de su mandíbula, la base del cuello, mientras repetía “perdóname” una y otra vez…
Esa terrible sensación de saber que si se quedaba, se traicionaba a sí misma, pero si se marchaba…, si lograba separarse de él, y tomaba la decisión de irse, estaría renunciando al centro de su vida.
Segundos que duraban una eternidad, y el infinito dolor acrecentándose mientras el perdón no llegaba y en su más recóndito interior, tenía la certeza que no iba a llegar nunca.
***
Solo segundos de agitados sueños, pero hasta que el sortilegio se rompió y Guadalupe pudo despertar, le parecieron toda una vida.
El sueño era tan vívido que aún podía sentir el aroma, el roce de la piel y el calor de la boca de ese hombre. ¿Quién era? ¿Por qué soñaba con alguien que ni conocía?.
Se sintió extrañamente excitada, el corazón le latía desbocado y la respiración se hizo agitada, En su fuero interno sabía que ese hombre no era un desconocido, ¿pero quién podía ser? No había nadie que se pareciese siquiera y eso que no había podido ver su rostro. Era un hombre que emanaba lujuria, deseo, poder con cada poro de su piel y ella no conocía nadie ni remotamente similar.
Tal vez fuera solamente su imaginación, por esas novelas que les gustaba leer de romances de época, donde los hombres siempre compartían esas características: fuertes, poderosos. Siempre sintió fascinación por esas historias de amores enloquecidos, porque en su vida todo había sido siempre muy racional y poco emocional, le rehuía a cualquier sentimiento excesivo que le pudieran profesar.
Todavía lloraba sentada en la cama, cuando su pareja, Ángel le tocó el hombro y le preguntó:
- ¿Estás bien?, fue solo una pesadilla – su voz era soñolienta
Guadalupe aún temblaba, cerró los ojos tratando de despejar la mente, pero incluso podía seguir sintiendo esos labios… esos brazos y ese torso contra su cuerpo… es más, todavía sentía su aroma…
- ¿Quieres un poco de agua? – volvió a decir Ángel.
Su voz le parecía tan lejana, como si aún su alma estuviera en el sueño y no quisiera despertar.
Como si se tratase de una película en cámara lenta, comenzó a tomar conciencia donde se encontraba, era su cama, era su habitación, era su novio el que la miraba desesperado al no poder hacerla reaccionar.
- Amor… ¿Estás bien? – insistió nuevamente, abrazándola -
- Si… estoy bien… ya paso… - dijo Guadalupe con voz apenas audible -
No quería que la abrasase, necesitaba poner en orden su cabeza, necesitaba espacio, se separó suavemente de Ángel, para que no notara que el abrazo la asfixiaba, la sofocaba, tal vez hasta la molestaba, sin saber explicarse el motivo.
- ¿Qué soñaste que te puso tan mal? No parabas de llorar –pregunto Ángel mientras trataba de abrazarla nuevamente -
- No recuerdo… - mintió Guadalupe sin mirarlo, pero el temblor de su voz la traicionaba -
No quería que se diera cuenta que no le decía la verdad, no quería lastimarlo.
¿Lastimarlo…? ¿De qué o de quién?, era solo un sueño, era solo un hombre sin identidad, sin cara, sin nombre, ¿Cómo podría eso afectarlo? Ese hombre hasta siniestro podría decirse, que sin ninguna duda la había hecho sufrir en su sueño. Siniestro… ¿De dónde se le vino esa idea?
- Vuelve a dormir – le insistió para tranquilizarlo – ya estoy bien.
Ángel, totalmente desorientado se recostó en la almohada y abrió su brazo para que Guadalupe se recostara en el cómo solían hacer cuando no podían dormir.
Guadalupe dudó por unos instantes y después se zambulló en esos brazos que conocía tan bien y que siempre le habían dado esa seguridad y confianza que le faltaba. ¿Qué le estaba pasando? ¿Desde cuándo se sentía incómoda con Ángel?
Sin hablar, estuvieron abrazados hasta que el ritmo de la respiración de Ángel se fue haciendo pausado y Guadalupe supo que ya se había dormido.
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...Somos del mismo material del que se tejen los sueños, nuestra pequeña vida está rodeada de sueños.
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...William Shakespeare (1564-1616) ...
...Escritor británico.
...
Mientras que escuchaba su respiración y sentía sus brazos relajados por el sueño, comenzó a pensar en Ángel, en cómo había sido su vida al lado de un hombre totalmente antagónico al hombre de sus sueños.
Ángel Hatcherman, era un hombre de 33 años, de contextura media, con 1,75 metros de altura, cabellos castaños y unos bellos ojos marrones, más claros, casi ámbar, hacia el centro y unas largas pestañas, una nariz recta y un mentón más bien pequeño.
No era una belleza, pero tenía un cierto atractivo que unido a una personalidad muy dulce y un complejo de caballero de la edad media, lo hacían una combinación muy atractiva para varias mujeres. Ese comportamiento siempre como un caballero era lo que le había llamado a atención desde jovencita, era reconocido en el trabajo de Guadalupe como su pareja dulce y atenta, que entendía a la perfección los tiempos de los médicos y especialmente el de una oncóloga, por eso era la pareja perfecta desde cualquier ángulo que se lo mirara.
Habían sido amigos del vecindario desde pequeños a pesar de la diferencia de edad, crecieron compartiendo amistades y comenzaron a profundizar la suya, luego de que ella terminara el secundario, luego estuvieron separados por largos periodos, mientras cada uno culminaba su carrera universitaria, pero en cada oportunidad, cada vacaciones, volvían a encontrarse y renacía esa amistad y de cierta manera ese amor incondicional.
Para muchos, que se casaran era lo que se esperaba después de tantos años de novios, pero Ángel y Guadalupe, sabían que se habían elegido, no porque fuera lo que se esperaba que hicieran, sino porque se complementaban, se conocían tan bien que muchas veces no hacían falta las palabras, con las miradas y las actitudes ya sabían que necesitaban espacio, o necesitaban compañía o querían hablar o querían solo estar en silencio.
Ambos habían tenido otras parejas, pero de un modo u otro siempre volvían. Se habían ido a vivir juntos dos años atrás, pero el trato entre ellos no había cambiado, respetaban sus profesiones y sus tiempos, querían algún día una familia numerosa, porque hasta ahora no se habían dado las circunstancias y se jactaban de ser sinceros el uno con el otro.
No los unía una gran pasión… de esas que suelen describirse en los libros, tal vez porque Guadalupe sistemáticamente se negaba a todo lo que fuera excesivo, incluso hasta el romanticismo que tenía, solamente lo disfrutaba cuando estaba sola, lo vivía a través de la lectura, como si ella no fuera capaz de sentirlo en su vida personal y necesitaba hacerlo de alguna manera.
A su favor, podría decirse que entre ellos existía un verdadero amor, basado en la confianza en el otro, amor que siempre le había representado para Guadalupe el hogar y la seguridad.
***
Con esa sensación de estar en el lugar correcto, suspiró lentamente. Trató de espantar cualquier pensamiento que afectara la relación que tenía y se acurrucó más contra Ángel.
Él ajustó el abrazo como para que supiera que estaba ahí para cuando ella lo necesitara.
Lentamente fue relajándose y llegó el momento en que el sueño tan esperado se presentó.
Esta vez, Guadalupe no volvió a soñar.
***
Cuando la sintió relajarse, Ángel recién pudo dejar de disimular que estaba dormido.
Se había dado cuenta que algo fuera de lo normal la estaba afectando, pero si ella no se animaba a contarle, él le daría el espacio suficiente para que confiara nuevamente.
Sintió un pequeño escalofrío y una sensación de amenaza lo comenzó a enseñar los dientes inconscientemente.
Él también había tenido sueños raros hace un tiempo, pero no creía que lo de ella tuviera algo que ver, el hecho que no recordara era ya una diferencia, porque él no podía olvidarse de ninguno de los detalles.
En su sueño discutía a viva voz con otro hombre y la sensación que eso le producía era muy desagradable porque discutían sobre una muerte trágica y la responsabilidad que tenía ese otro hombre en esa muerte.
No supo bien por qué, pero sentía la necesidad de mantenerse en guardia, el sueño de Guadalupe realmente lo había hecho revivir el suyo y eso no le gustaba en absoluto.
El sueño había sido tan amenazante en esa oportunidad que le consulto a su psicólogo y él le explicó que podía ser una parálisis del sueño, que ocurre cuando despertamos de un sueño pero el cuerpo no lo hace, siendo imposible mover un solo músculo y genera un estado de miedo y que muchas veces se acompaña de alucinaciones, por lo que se suelen ver demonios y amenazas que se sienten reales. Pero que es un efecto del estado de híper reactividad del cerebro, cuando detecta que no puede moverse, en fin que sería un trastorno del sueño y le recomendó realizar ejercicios de respiración antes de dormir.
Si bien lo que le había dicho tenía su sustento científico y lógico, no terminaba de cerrarle la idea, había algo en ese hombre del sueño, pero claramente no era un demonio, además no lo conocía ¿cómo podía representar para él una amenaza?
Se puso a investigar un poco y descubrió que en realidad lo de los sueños era mucho más complejo, síntomas similares a los de la parálisis del sueño se habían asociado a varios sucesos culturales y religiosos de la más variadas índoles, desde la cacería de brujas de la edad media, hasta las historias de los indígenas americanos donde las mujeres de mayor edad tejían redes de arañas o atrapa sueños para proteger a sus nietos de los malos espíritus que acechaban en los sueños. Incluso si se profundizaba un poco, hasta en la Antigua Grecia había referencias de estos estados.
Hoy las historias de los atrapa sueños varían en su metodología, pero todos coincidían en que filtraban los sueños para que a la persona solo le llegaran los buenos sueños. Tal vez sería buena idea que le regalara un atrapa sueño a Guadalupe, total con probar no se perdía nada, pensó antes de conciliar de nuevo el sueño.
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