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I. Conociendo A Mi Esposo.

Una gran noticia.

Se sentía indignada, podía sentir como su orgullo era pisoteado. Se encontraba de pie junto a sus dos hermanas menores frente su humilde hogar. Se rumoraba en el pueblo cerca de hace un mes, que el acaudalado señor Lennox, dueño de la gran mansión ubicada en la más alta sociedad de la ciudad, estaba en busca de una esposa; dos semanas atrás, una carta les fue llegada, donde decía que esperaran una visita. No pensó que la visita seria por la noche.

Un carruaje tirado por dos caballos, contenían un par de lámparas que iluminaban donde estaban de pie. Gracias a esa luz podía ver a los visitantes. Lidia no podía creerse, que este hombre se encontraba frente a ellas, examinándolas como si de un objeto se tratara. No solo se decía que era una persona poderosa, sino también era dueño de malos comentarios, el más reciente fue que había golpeado hasta casi a la muerte a una de su servidumbre, porque esta había roto un plato; fuera de exageraciones, mirando el semblante serio y la oscura aura de rodeaba al Sr. Lennox, Lidia creería cualquier rumor referente a él. Vestía de un abrigo largo y con un sombrero elegante que oscurecía su cara, todo en él era color negro. Podía jurar ver una cicatriz que atravesaba su rostro; debido a la débil iluminación no podía confirmarlo.

Siendo la mayor, sentía total responsabilidad por sus hermanas, deseaba que las ignorara y solo se fuera en busca de alguien más, suficientes problemas tenia al hacerse cargo de los gastos del hogar y de buscar medicamento para su madre que yacía enferma dentro.  Uno de sus sirvientes se acercó al hombre en cuestión

– Señor Lennox permíteme presentarles, esta es la familia Paige- señalo a las tres jóvenes que se encontraban desconcertadas.

El Sr. Lennox miró cada una de ellas de pies a cabeza. Lidia se guardaba los comentarios donde daría inicio a una discusión, temía que podría tomar represalias contra su familia, también se contradecía a sí misma, por otra parte, esperaba ser escogida por él, tomaría dicho sacrificio de contraer matrimonio con tal de ayudar a su sangre; tenia no más de cinco años que su padre había fallecido, el médico le había dicho que probablemente fue su corazón el que falló, “tantos años laborar en la cosecha, era obvio que terminara así”. Ella tomó la responsabilidad y comenzó, con ayuda de sus hermanas a encargarse totalmente de laborar en el campo; también se iba al centro del pueblo a vender la cosecha, terminaba agotada cuando lo hacía; a veces le tomaba todo el día, nunca tenía intención de regresar a casa hasta que no quedara nada por vender.

– Usted- una voz profunda se hizo sonar, solo su voz ya era intimidante. – da un paso al frente- señalaba a Lidia, esta negándose a tal intimidación miro a su rostro esperando conectar con la mirada de su verdugo, avanzó aun cuando lo que deseaba era retroceder.

-Tu nombre- dijo

-Lidia, señor- respondió,

-Pareces tener educación- Lidia apretó sus manos en forma de puños a los costados ante tal situación.

- En efecto señor, podremos ser de clase humilde pero nuestros padres se encargaron de darnos la educación posible para guiar nuestro camino- contestó y un poco de molestia iba cargada en aquellas palabras.

- ¿Dónde están sus padres? Si les inculcaron bien en educación ¿Por qué ellos no lo demuestran y dan la cara? -  a este punto, se contenía fervientemente.

- Lo sentimos señor, pero nuestro padre falleció hace algunos años y nuestra madre se encuentra en reposo, está enferma- anunció su hermana Larissa, menor que ella por cuatro años.

- Comprendo. Eso sería todo. Me retiro- así sin más, el señor Lennox dio vuelta y se subió a su carruaje, seguido de su sirviente. Las tres jóvenes se quedaron mirando cómo se alejaban hasta solo ser visibles dos luces que se alejaban cada vez más. Leah la menor de todas se sentó de golpe sobre el pasto, sostenía una pequeña lámpara.

- Ese hombre resulta tan intimidante o ¿solamente lo fue para mí? - soltó, alzando la cabeza a mirar a las dos que habían quedado de pie.

- ¿Miraron la cicatriz en su rostro? Atravesaba parte de su ojo- mencionó Larissa. - estaba aterrada, sentía como mis piernas temblaban, no sé dónde saque valor para hablar.

- ¿De verdad pudiste mirar su rostro? Yo no pude hacerlo. Lidia, ¿Por qué te habrá llamado? ¿Será que te escogió como esposa? -  preguntó Leah, mientras miraba a su hermana.

- ¿De verdad crees que escogería alguna de nosotras? Yo no lo creo Leah, solo vino a divertirse, las personas con poder solo disfrutan mirarnos abajo. Solo mira nuestra vestimenta, he remendado este vestido tantas veces de las que puedo contar. Parecemos un chiste frente a el- replico Larissa

 - ¿Qué opinas tú, Lidia? - La hermana mayor se mantuvo callada, no tenía pensado en vomitar todas sus preocupaciones ante sus hermanas, debía mantener una fachada desinteresada, no tenía planes de atosigarlas con sus pensamientos.

- Se ha ido, no creo que vuelva, eso es lo que importa, no nos quebremos la cabeza pensando en esto. Leah levántate, tenemos que descansar, mañana es día de cosecha necesitaremos energía-  Acostumbradas, sus hermanas menores acataron las instrucciones.

Tres semanas después, Lidia se encontraba en la recamara con su madre, cuando escucho el grito de Leah que la llamaba; al escuchar su nombre se dirigió a dónde provenía el llamado; salió del interior de la casa y fuera estaba un carruaje, no reconoció al hombre de pie que estaba junto a Leah hasta que se acercó; anteriormente no le echó un vistazo ya que en todo momento el señor Lennox había tomado toda su atención. El aspecto del hombre estaba avanzado en edad, podía verse el crecimiento de unas cuantas canas en su cabello.  Era el sirviente del señor Lennox.

-Buenos días señorita Paige- saludó. - tengo un recado del señor Lennox. Sin dejarlo continuar, Leah se apresuró al lado de Lidia y le dio las noticias.

-Lidia, aquel hombre quiere contraer matrimonio contigo.

Eligiendo un nuevo camino.

Habían transcurrido dos días desde que se enteraron de la impactante noticia. Un gran pesar oprimía su pecho, combinado con miedo de ir a lo desconocido.

Cuando Leah dio la gran noticia, su mente quedó completamente en blanco, solo miro el rostro de su hermana pequeña, esta lucia con temor. En un intento de esconder su expresión donde sentía exactamente lo mismo, dirigió su mirada al sirviente que seguía de pie.

-Bueno señorita Paige, ese era el motivo que me trajo hasta aquí, solo queda decir que en tres días un carruaje vendrá a recogerla junto a sus pertenencias.

-Aún no he dicho si acepto casarme con el señor- respondió molesta. El sirviente le mostro su dentadura en una sonrisa.

- Estoy de acuerdo. El señor Lennox también pensó en ello. Se le dispondrá de tres días para que tome una decisión. Al tercer día, un carruaje estará fuera de su hogar. Si accede, se ira de aquí con su equipaje, de negarse, bueno, el mensaje es claro. Eso es todo por hoy señorita. Recuérdelo, en tres días-. Sin decir nada más se retiró, dejando a Lidia en total confusión.

En el presente las tres hermanas se mantenían en silencio, sentadas alrededor del pequeño comedor. Ninguna se animaba a tocar el tema. Larissa fue la primera en hacerlo.

- ¿Has tomado una decisión? -  su tono severo, era irreconocible – si aún no nos dices nada, es porque estás pensando en hacerlo ¿verdad? De verdad piensas dejarnos- esa era la razón por la que evitaba el tema. No quería reconocer el hecho de que serían separadas; deseaba con su ser que esto no sucediera.

- Es necesario- fue todo lo que dijo antes que Larissa comenzara echar humo por las orejas.

- ¿Necesario? Lo único que necesitamos es mantenernos juntas y salir adelante. La cosecha y la venta requiere mucho esfuerzo aun siendo las tres, ¿ cómo crees que será cuando solamente quedemos Leah y yo?- cada palabra que su hermana emitía ya la había pensado anteriormente; pero si buscaba una solución rápida para buscar un tratamiento más eficaz para su madre era casándose en lugar de continuar vendiendo y cosechando; de escoger las segunda opción, las probabilidades de triunfar en esto eran casi nulas.- ¿Qué hay de mamá?- cada palabra hería a Lidia, al parecer su hermana no comprendía que hacia esto por el bien de todas.

- Detente Larissa- habló la menor que, para sorpresa de ellas, se mantenía en calma. Guío su mirada directo a los ojos de Lidia – Yo te entiendo, comprendo, esto es lo mejor- después miró a Larissa – debes entender lo que tomar esta decisión conlleva para Lidia, no es fácil lo que está por hacer, no solo es despedirse de nosotras, está dando su libertad a cambio de un futuro; ni tu ni yo podríamos haber aceptado tal decisión. Cuando vi acercarse el carruaje aquel día el temor me invadió, pero en estos dos días he pensado bien en ello. Es un gran peso lo que Lidia está cargando sobre sus hombros- las lágrimas no tardaron en llegar, no creía que su hermana menor haya notado lo que en secreto cargaba – Lidia, no te preocupes por nosotras, podemos manejar esto sin ti, asegúrate de mantenerte a salvo a donde vayas, sé que volveremos a vernos, sé qué haces esto por nosotras- “¿en que momento creciste tan rápido?” su hermana pequeña solo tenía quince años, tenía diez cuando su padre falleció. Debió apresurarse a madurar debido a la situación que compartían.  Leah abrazó a Lidia que en silencio lloraba; Larissa se levantó de su silla y se acercó a abrazar a ambas hermanas.

- Lo siento Lidia, la tome contigo. Tranquila, todo saldrá bien, ya lo veras-

No lloraba desde el fallecimiento de su padre, todo aquel sentimiento de amargura, tristeza y desesperación que resguardó en el transcurso de los años, explotó en ese momento.

Agotadas después de platicar se fueron a descansar. En casa solo contaban con dos habitaciones, sin contar el baño y la cocina. Leah y Larissa compartían habitación. La otra, era compartida por Lidia con su mamá ya que esta cuidaba de ella. Al entrar vio a su madre que dormitaba; se sentó sobre el suelo al lado de la cama, mirando el rostro de su madre, alargó el brazo tomando la mano de ella.

- Todo estará bien mamá- le aseguro Lidia – sé que todo será mejor, regresaré algún día.  Él no puede ser tan malo ¿verdad? - recordó la intensidad de la mirada y la fuerte presencia del señor Lennox, rápidamente la alejó, no quería pensar más en ello ya había tomado una decisión y no daría vuelta atrás.

El cansancio poseyó su cuerpo y rápidamente quedó dormida ahí, sentada sosteniendo la mano de su madre.

Con solo una valija donde llevaba sus pertenencias se encontraba de pie frente al carruaje, se giró y miro a sus hermanas; quedaban rastros del llanto de la noche anterior, cabellos castaños y largos, una herencia de su padre que las tres compartían, ondeaba con el aire. Observó fijamente sus rostros, todo esto era por ellas. Antes de arrepentirse, se subió al carruaje y este avanzó, dejando atrás todos sus buenos recuerdos, su hogar. Un nuevo camino estaba por venir.

Bienvenida.

Tres horas les tomó llegar a la mansión Lennox. Atravesaron el centro del pueblo donde solía dedicarse vender la cosecha, ambos lados del camino se localizaban puestos donde personas vendían sus mercancías, la nostalgia se hacía presente cada que se alejaba.

 Al detenerse el carruaje, fue traída de vuelta a la realidad. Unas enormes puertas de reja color dorado, eran abiertas por dos personas que jalaban de ellas. “deben ser empleados” pensó; sintió que el carruaje se movía de nuevo, un camino parecía guiarte hasta la entrada, era un largo camino. Se detuvo nuevamente y nervios se arremolinaban en su estómago. La puerta del carruaje fue abierta; fuera un hombre vestido elegante, de traje negro alargaba su mano para que se sostuviera al bajar. Lidia ignoró la ayuda que este hombre le brindaba, bajó sin reparos sosteniendo su única maleta.

Se sorprendió dando un pequeño salto al escuchar la puerta detrás de ella cerrarse. El carruaje se alejó al ser tirado por dos caballos.

Frente a ella la gran mansión Lennox, reconocida por el poder de quien la habitaba se alzaba majestuosa. Enormes puertas de madera con un diseño sencillo, que la hacían lucir elegante, eran abiertas. Un hombre salió, vestía un traje de un color azul que a lo lejos fácilmente se confundía con un negro. Era el mismo hombre que le dio el aviso, el mismo que acompaño al señor Lennox. Se acercó deteniéndose al lado de Lidia. No apartó la mirada de las puertas esperando que el señor Lennox saliera por estas, pero no apareció.

-Señorita Paige- saludó el hombre con una ligera reverencia, lo que la sorprendió tal acción. – Bienvenida a la mansión Lennox- por favor sígame, la guiare hasta su habitación- el hombre avanzó dentro, seguido de ella.

 Solo al entrar, una enorme estancia le daba la bienvenida; el suelo era cubierto por una alfombra, solamente de verla sabía que el material del que estaba echo era más costoso que toda la vestimenta que tenía en su maleta, incluida la que poseía. La llevó hacia una escalera que se encontraba a un costado, grandes paredes blancas hacían que dentro luciera majestuoso mejor de lo que se veía por fuera. Lidia se sentía incomoda. Miro el vestido que tenía puesto y por supuesto la hacía desentonar, era obvio que no pertenecía ahí.

Al finalizar la escalera se encontraba un largo pasillo. De un lado, grandes ventanales daban paso a la luz del día, de otro, todo lucia de un material echo con madera que estaba lustrado, tan solo el camino de la entrada hasta aquí el pasillo, Lidia se peguntaba cuantas veces cabía su casa.

 La encamino derecho en el pasillo, al pasar la tercera puerta. El hombre se detuvo.

Abrió una puerta que daba a una habitación, el hombre se hizo a un lado cediéndole el paso. Esta continuaba en el pasillo.

-Por favor, señorita Paige, pase. Esta será su habitación por el momento- desconcertada, Lidia le preguntó

- ¿Por qué solo por el momento? - el hombre sonrió.

- Señorita Paige, pronto se convertirá en la señora Lennox, compartirá aposentos con su esposo- tomó desprevenida a Lidia. Hasta este momento, no pensó en lo que un matrimonio conllevaba. Al convertirse su esposa, parte de ella misma le pertenecería. Avanzo con eso en mente. La habitación estaba adornada de una gran cama, y un tocador en un rincón, una gran luz entraba por la habitación de una gran ventana que daba a un balcón. Lidia deseo observar todo desde arriba. Estaba entretenida viendo cada detalle que había en la habitación.

- Señorita Paige, el señor Lennox la vera más tarde, siéntase cómoda, puede descansar hasta el momento, un baño se encuentra de este lado de la habitación- señalo a la izquierda– le sugiero tome un baño para su relajación. Si necesita algo pregunte por el señor Jones, su servidor. Mi posición es ser el mayordomo, espero pueda encontrar este lugar cómodo. - salió de la habitación después de hacer una reverencia, cerrando la puerta.

Lidia se encontraba sola en una gran habitación. Me gustaría mis hermanas pudieran ver esto, pensaba, pero de hacerlo había un camino por recorrer. Miro la cama, y se arrimó a ella. Dejo la maleta que aún sostenía, en el suelo y tocó con ambas manos el colchón. Era tan suave, estaba relleno de plumas, se fue a por la almohada, esta era igual de esponjosa. Se sentó sobre la cama y dejo caer su espalda, recostándose. Miraba el techo, la cama era enorme, “fácilmente cabemos mis hermanas y yo juntas” pensó. Una tristeza la inundo, deseaba que ellas experimentaran estas comodidades. Giro su cabeza hacia el gran ventanal que daba salida al balcón, se levantó y se dirigió fuera; la vista era esplendida, un enorme jardín rodeaba la entrada, todo tan bien cuidado. Esta casa es de ensueño.

La inquietud comenzó habitarse. El señor Jones le dijo que el señor Lennox la vería después, ¿Cómo sería su trato? Anteriormente cuando se presentó ante ellas, su presencia lucia intimidante, su porte era serio. Aquella vez, soporto su presencia debido a sus hermanas, esta vez estaría ella sola junto a él. ¿Sería capaz de soportar? Debo hacerlo se contestó, había llegado muy lejos como para retroceder. Regresó a la habitación; un enorme closet se ubicaba al lado de la puerta que daba entrada al baño, miró la inmensidad de este y volteo a ver su única maleta. Definitivamente ese lugar no era adecuado para ella. Se acostó en la cama, y el cansancio del viaje comenzó afectarle, sus ojos comenzaron a cerrarse lentamente y se dejó llevar por el sueño.

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