Vayamos directo al grano.
Todo empezó cuando tenía 11 años, la etapa de la pubertad, la flor de la juventud o como le quieran decir ustedes.
Conforme pasaba las semanas sentía que algo crecía, le pregunté a mi mamá que era lo que pasaba y respondió con un solo.
—Es la pubertad cariño.
Me quede confundida por el término así que, como la niña curiosa que soy, quise investigar, a través del Internet, de los libros, he incluso de mis profesores.
Y pude aprender que la pubertad es cuando te estás desarrollando sexualmente.
En su momento me dio asco porque para mí era un término muy fuerte.
Y no es únicamente eso, la pubertad, es como santa ¡Lleno de regalos! Pero no de los lindos, ¿Qué quiero decir con esto?
Cambios físicos.
Dos palabras que te desgracian la vida, no importa si eres niño o niña, igual cambiaras. El niño se le agranda su parte íntima, en su cara le salen granos, la voz se le hace más grave y sus vellos crecen en sus brazos, pecho, piernas etc.
En cambio, el de las niñas es distinto pero no lo suficiente.
A nosotras las niñas, nos crece el vello, nos salen granitos en la cara, comienza nuestra menstruación, que desgraciadamente no lo tienen ellos porque si fuera así, pienso que la extinción en hombres se daría hoy en día. Y uno que en específico, no me gusta.
El crecimiento de busto.
Algunos creen que es una parte íntima, otros que solo sirven para darle placer a la mujer, cuando no es así.
El pecho de una mujer son órganos secretores de leche, ¿Esto que significa? Que tanto tú, como yo y todos en este mundo, han tomado leche mamaria.
En general, si lo piensas un poco fue nuestra primera comida, supongo.
Pero ¿Por qué no me gusta? Esa es una pregunta que tiene una respuesta bastante fácil, pues que a la hora de crecer, muchas cosas cambian.
La ropa que solías usar, ya no se ven como antes.
Las personas ya no te mirarán a los ojos, si tienes algo escotado.
Te juzgan por solamente mostrar un poco.
Y un sin fin de cosas que pasan con el tiempo. Ahora, si no les molesta, vámonos al lugar en donde comenzó todo, mi habitación.
La alarma suena y debajo de mis sábanas estiro mi brazo para apagarla o posponer, no lose.
No pasa ni medio minuto cuando entran repentinamente.
—Necesito que te levantes, no quiero pasar lo mismo que todos los días. — La voz de mi mamá se hace presente y con un gruñido le respondo. — Bien, si así va a hacer.
Cuando pensé que se iba, jala mi cobija y hace que sienta frío en mi cuerpo.
—Olivia levántate... — Poco a poco el silencio reina entre nosotras. Asustada, abro los ojos y la veo parada en frente mi completamente en shock.
—Mamá ¿Qué pasa? —Con lentitud bajo la mirada.
Una mancha roja.
Reviso mi pantalón y al igual que la cama está rojo.
¿Sangre?
No puede ser ¿Por qué está sangrando?
Mi respiración se vuelve más acelerada y un escalofrío pasa por mi espina dorsal.
—Me...me estoy... me-me... — No podía ni hablar.
—Hija no te alteres, es algo natural. — Se acerca cuidadosamente.
—¿Natural? ¡ME ESTÁ SANGRANDO LA VAGINA MAMÁ! — Salgo de la cama de un brinco — ¡¿Crees que esto..?! — Señalo la parte manchada. — ¡¿Es normal?!
(Hagamos una pequeña pausa antes de todo.
Estarán confundidos porque les había dicho que había investigado sobre la pubertad y así, pero debo aclarar que aún no lo había hecho, en ese momento no tenía computadora propia como para buscar información en un santiamén.
Yo la busqué después de eso.
Bueno, prosigamos con el espectáculo)
Antes de que hable al respecto abro la puerta para poder salir, pero cuando lo hago, una punzada de dolor atraviesa la parte baja de mi estómago.
—Oh... — Miro a mi mamá y ella tiene una mueca en su rostro. — Cólicos.
—¿Esto tiene una pastilla o un jarabe? — Pregunto en modo de súplica.
—Si cariño, ya te la traigo. — Se va por un momento, pero cuando regresa, noto el vaso de agua en una mano y en la otra una pastilla. — Esto te ayudará bastante.
Las tomo y espero a que haga efecto.
¿Cómo puede estar pasándome esto? ¿Será cura? ¿A todos nos pasa? Todo tipo de preguntas vienen a mi cabeza, pero hay una que no deja de pasear por mi mente como Pedro por su casa.
—¿Me voy a morir? — La pregunta deja desconcertada a mi mamá que al parecer se había quedado en un punto pensando.
—¿Qué?
—¿Me voy a morir? — Repito.
—Espera, eso no es así...
—Si me voy a morir — Muerdo mi labio inferior intentando no llorar, pero es muy tarde cuando las lágrimas se acumulan en mis ojos. — ¿Cuándo será? ¿Mañana? ¿Hoy?
—Hija...
—¿O en unos minutos? — El miedo de nuevo aparece.
—Escúchame...
—¡Sabía que ver esos documentales de asesinatos en Investigación Discovery servirían algún día! — Miro a un lado y agarro mi sabana para envolverla de forma extraña ahí abajo.
—¿Qué haces?
—Según doctores, si hacemos un torniquete en la zona del sangrado ¡Ya no tendría por qué sangrar! — Termino el nudo y miro a mi mamá con una sonrisa.
—Ok, en primera, pareces Tommy de los Rugrats en segunda, tengo que supervisar más lo que observas en televisión. — dice más para ella que para mí. — Y en tercera, o sea no cariño, de eso no se trata esto, ven, siéntate — Se sienta en mi cama y le da leves palmadas a su lado, yo hago caso esperando una explicación.
Un lavado de cerebro después.
Sentirme confundida sería una palabra muy corta para poder describir lo que siento.
—Entonces... ¿Esto me pasará cada mes? — Asiente — ¿Y no hay nada que pueda evitarlo? — Niega. La confusión que sentía se convierte en enojo inmediatamente. — ¿Por qué a los hombres no les pasa? ¿Por qué solo a las mujeres? Eso no es muy justo querida vida — miro al techo esperando una reacción, mi mamá solamente me mira comprensiva —. Es que ¡Agh! Es injusto que unicamente nosotras tengamos que pasar estas colitas.
—Cólicos hija —, Me corrige.
Me contengo las ganas de responder de mala manera porque sé que reaccionará peor que yo. Miro a los lados desesperada buscando algo con lo que me pueda desquitar, hasta que recuerdo que tengo a alguien con el que si puedo hacerlo. Mi mamá nota como mi mirada se ilumina por la idea que tengo.
—Ay no — ella ya sabe que estoy a punto de hacer una locura.
—Ay sí.
Agarro mi almohada y camino con mi cobija amarrada por el pasillo. Ahora él me va a escuchar, en eso, puedo escuchar como mi mamá grita:
—¡Cuidado! ¡Mini bomba en potencia!
La ignoro porque estoy llegando justo a la habitación de mi objetivo. La puerta con un cartel del típico ¡no pase! No me detiene en abrirla como si no me preocupara que se estuviera vistiendo.
Para mi fortuna no es así.
—¡Ahora si!
Corro a su cama y lo empiezo a golpear con mi arma supercómoda. Oliver se despierta asustado por los golpes.
—Pero ¿Qué cara...? — No termina su frase porque le doy un almohadazo justo en el rostro.
—Eres un malnacido con suerte.
No suelo ser grosera, es más, creo que esta es mi primera mala palabra, pero en este momento tengo una rabia que me hace querer romper todo.
—¡Mamá! ¡La loca de Olivia me está lastimando! — Me acusa.
—¡Es mentira! — Me detengo para devolver el grito, en cuanto me volteo para poder seguir noto como sus ojos reflejan el miedo — Oh, eres hombre muerto.
Y así, sigo con mi pelea hasta que siento como un brazo rodea mi cintura, me muero como gusano para poder seguir con mi ataque, pero el agarre es fuerte.
—Ok, no te volveremos a dar café antes de dormir.
Poco a poco me relajo sintiendo la respiración agitada y el corazón a mil por hora. Papá al ver que soy segura para estar en suelo me suelta con cuidado.
—¿Ya se te paso lo loco? — Pregunta y noto como mi papá le hace una seña de que no es buen momento.
—Si, así que cierra el hocico antes de que lo próximo que te lance sea un zapato — las dos personas en la habitación se quedan sorprendida por mi oportuno comportamiento y la verdad, por primera vez, no siento pena al decirlo.
—Señorita, es tu hermano no cualquier persona y también merece respeto — me reprime.
—¡Es que no es justo! El y tu pueden vivir su vida tranquilamente mientras que nosotras tenemos que sufrir con esto — señalo mi torniquete improvisado.
Un flash se presenta atrás de mí y en cuanto me volteo, Oliver tiene el celular de papá en sus manos, una sonrisa decora su rostro pálido.
—Ahora me haré famoso.
Siento mi cara roja de la furia y miro a mi papá para que haga algo, sus ojos van de Oliver a mí varias veces.
—¿Alguien hablo de respeto? ¿Quién fue? — Junta sus manos en la espalda y camina lentamente a la puerta, antes de salir dice —: Dale el doble por mí ¿Si princesa? — Asiento. — Y termina de irse.
Oh, ahora sí.
Giro lentamente sobre mis talones como en una película de terror. Al igual que hace unos segundos, noto el miedo en la cara de mi hermano.
—Buenos días Oli — sonrío.
Doy un paso y él retrocede.
—Aléjate Satanás — hace una cruz con sus dedos.
Me sigo acercando y cuando ya estoy lo suficientemente cerca, me lanzó sobre él por segunda vez en la mañana. Jalo sus mechones rojizos provocando que de su boca salgan pequeños quejidos de dolor mientras que él intenta defenderse, lo cual es en vano porque estoy encima de él y no logra moverse.
—¡MAMÁ! ¡AUXILIO! — Grita como último recurso.
—¡¿Por qué me tomas fotos así?! — Le doy un manotazo en la cara — ¡¿Te gustaría que te hiciera lo mismo?! — Jalo su cabello con mi otra mano.
—Ok esto fue suficiente. — Escucho a mamá y siento nuevamente unos brazos sobre mi cintura. Me aleja de él y la miro enfadada, pero se esfuma rápidamente al ver su rostro lleno de seriedad. — Los dos, a la sala, ahora.
— Pero mamá — reprochamos al mismo tiempo.
—Dije ¡Ahora!
Con las cabezas bajas le hacemos caso, vamos por el pasillo los dos empujando al otro cada que podemos. Llegamos a la sala y papá está sentado en el sofá con el periódico, lo más seguro resolviendo el crucigrama, en cuanto nos ve se levanta y dice:
—Uy no hijitos, yo no quiero ver la mamá osa enojada así que iré a disfrutar mi jugo de manzana, adiós. — Se levanta para irse a la cocina.
—¿Nos abandonas? — Pregunta Oliver.
—¿Has visto a tu mamá enojada? Es una suerte que la haya podido enamorar con el carácter que tiene. — Niega lentamente con la cabeza —, pero no me arrepiento — Y se va sin nada más que decir.
Oliver y yo nos sentamos en el sofá algo separado para evitar otra pelea. Escucho los pasos de mamá y me tenso un poco, parece que él también los escucho porque se tensa igual que yo.
—A ver, es muy de mañana y los tengo que llevar a la escuela, así que, Olivia — la miro atrás de mí con las manos en los bordes del mueble —, pídele una disculpa a tu hermano.
—Lo siento por haberte pegado — murmuró sin muchos ánimos.
—Te toca Oliver.
—Lo siento por haberte tomado una foto.
—Bien, ahora un abrazo y un beso en la mejilla como los hermanos mellizos que son — hago una mueca y me acerco lentamente a él, como si me fuera a morder.
Lo abrazo extrañada y el igual a mí, nos damos unas palamaditas en la espalda y nos separamos rápido, como si tuviéramos germanos y no nos quisiéramos contagiar.
—Vayan a cambiarse y ten hija — me lanza un paquete de color claro — lo necesitarás — mi mueca se convierte en una de horror.
—¡Mamá!
—¿Qué?
—¡Él está aquí! — señalo a Oliver — y es incómodo.
—¿Incómodo? Cariño, el algún día tendrá novia, o novio, lo que él decida, pero en el mero caso de que tenga novia, siempre va a ver unas toallas sanitarias, es mejor acostumbrarlo ahora que esta inocente y puede entender algunas cosas, que cuando sea grande y tonto por no saber qué hacer en este tipo de situaciones.
Oliver y yo estamos algo sonrojados por lo que dice, pero si lo pienso un poco tiene razón. Voy a mi habitación para buscar algo de ropa y cambiarle. Se me bajo el dolor que tenía más abajo de mi estómago y puedo caminar normalmente, cambio mi ruta hacia el baño y cuando estoy a unos cuantos pasos del lugar, veo a mi querido hermano a metros de mí con una toalla en su mano.
¿Han visto esas películas de vaqueros cuando el enemigo se encuentra con el héroe?
Bueno, digamos que esta es una escena exactamente igual, puedo hasta ver esas plantas rodadoras pasando por medio.
Sin pensarlo, comenzamos a correr a nuestro objetivo, cuando él está a punto de agarrar la perilla yo lo logro empujar con fuerza y cae como pelota al suelo. Entro rápidamente y cierro con seguro.
—¡Eres una tramposa! — Dice al otro lado.
—¡Y tú un mal perdedor! — Sonrío al escuchar su bufido.
Ahora si, algo de relajación.
Miro mi reflejo a través del espejo y hago una mueca al ver mis ojos. Oliver y yo podemos ser mellizos pero lo único que tenemos de diferente son los ojos. El los tiene completamente marrones, mientras que yo tengo uno azul y el otro marrón, nací con algo llamado heterocromía y a pesar de que se vea bien, siempre me han molestado con eso.
Con un suspiro me quito la sabana que para mi mala suerte se manchó con algo de sangre, la tiro a un lado con asco. Me saco los pantalones junto con mi ropa interior para tirarla justo donde tire la sabana, me siento en el inodoro para ponerme nuevamente la ropa limpia. El problema comienza cuando me toca ponerme la toalla.
¿Cómo se hace esto?
—¡Mamá! ¡La que necesita ayuda ahora soy yo!
Y así comienza esta locura llamada pubertad.
Me considero una persona muy golosa.
Y no solo yo, la mayoría de las personas también, algunas les gusta el helado, a otros las gomitas, pero yo tengo una seria obsesión con el chocolate.
Blanco, negro, amargo, con almendras, con leche entre muchos tipos más.
Siempre me pido uno, cuando tenemos el desayuno en la escuela, aunque hoy tengo la necesidad de comprar tres, siento que uno no bastará con mi apetito. Compro mi desayuno junto con mi obsesión más grande y busco a mi mejor amiga entre las mesas.
—¡Por aquí Olivia! — Veo una mano a través de la multitud y sonrió para poder acercarme.
Camino un poco extraño, ya que me resulta incómodo lo que tengo entre las piernas, es la primera vez que tengo una toalla y siento que es muy notorio, le pregunté como cinco veces a mi mamá si se notaba ese pequeño bulto antes de salir, y en todas me dijo que no.
¿Y si las personas me están mirando y burlando?
Ya tengo suficiente con mis ojos, no quiero más burlas en mí.
¿Y si me manche?
Mamá dijo que tuviera cuidado con eso porque podría pasar, por eso me dijo que llevara un suéter por si pasa, así tengo con que taparme.
Voy caminando fundida en mis pensamientos que por poco choco con las personas que tengo al frente, por suerte, me detuve a tiempo.
—¿Qué haces en mi camino? Quítate rara.
—Buenos días a ti también Greace. — Ruedo los ojos por lo grosera que es.
Greace.
Niña castrosa que desde el minuto uno no nos pudimos tolerar, siempre se burló de mí, pero yo había hecho caso omiso a sus burlas, ya que, ¿Para qué iban a servirme? Normalmente cuando decía algo solo respiraba e ignoraba. Su apariencia se basa en ser casi rubia, su piel blanca y sus ojos grises, si es linda, pero su personalidad es un asco.
La susodicha me mira de arriba a abajo y sonríe.
—¿Esperas a que te salude? Ay cariño, no tienes ese privilegio aún. — Aprieto la bandeja que tengo en manos. Por alguna razón la rabia que tenía en la mañana se vuelve a apoderar de mi.
—Y no espero tenerlo, solo que a mí si me enseñaron desde pequeña que hay que saludar a las personas sin importar quienes sean, al menos me educaron bien. — Su expresión ofendida y sorprendida hace que sonría satisfecha.
Paso a su lado y cuando ya no puede verme suelto el aire acumulado de golpe.
No lo negaré, me gustó hacerlo, pero de lo que estoy segura es que va a hacer algo para vengarse. Llegó a lugar en donde Mary mi mejor amiga está y me siento para comer algo.
—Dime que no acabo de ver lo que obviamente acabo de ver. — La miro a punto de meter la cuchara con comida en mi boca.
—¿El cómo mi hermano tuvo que venir a la escuela con hielo en su mejilla? — Pregunto sabiendo que esa no es la respuesta.
Giramos nuestras cabezas a justo el lugar en donde se encuentra sentado con sus amigos y con el hielo para la hinchazón.
—Eres mala, pero no — volteo para poder enfocarme. — Le hablaste a Greace, la chica que te molesto desde pequeña, la persona que la mayoría de la clase ama por... ¿Yo qué sé? Pero créeme que por su inteligencia no es — doy una pequeña risita por eso.
—Supongo que es por lo que tengo — subo los hombros restando importancia al asunto.
—¿Sobre lo que tienes? — Pregunta con confusión.
—Oh cierto, aún no te cuento — miro a los lados esperando que nadie nos escuche como si fuera algo super confidencial. — Te diré algo, pero prométeme que no se lo dirás a nadie — asiente. — A nadie Mary.
—Si, ya dilo. — Suspiro.
—Me bajó la menstruación — suelto la bomba y abre su boca formando una O.
No dice nada por unos cuantos minutos, como si cada cable en su cabeza se hubieran desconectado. Esperaba una reacción más exagerada pero la verdad me conformo con esta, ya que, es tranquila y me relaja.
—No me estás tomando tomando del pelo ¿O si? — niego — ¡Entonces eso significa que ya eres una señorita! — junto a mis cejas.
—¿Qué?
—¡Si! Mis padres me dijeron que cuando pase algo llamado menstruación es porque eres ya una señorita — agarra mi mano con la suya — ¿Será que ya podrás ir a una fiesta de los grandes? — la miro con cara de "¿De qué hablas?"
—Ok, creo que será mejor que lo dejemos hasta aquí — ya tenía suficiente con que esto me bajara cada mes y no me quiero preocupar por ir a una estúpida fiesta.
—Solo una última pregunta — alzó la ceja esperando a que la haga — ¿Qué tiene que ver la menstruación con lo que paso con Greace?
—Creo que es porque mi mama me explico que cuando pasa esto, pueden haber ciertas conductas diferentes, ósea que mis emociones están alborotadas — hace un gesto de que entendió.
Termino mi desayuno y enseguida voy al postre, lo que tanto esperaba, cuando doy el primer mordisco siento que estoy en el cielo. Devoro todo sin dejar migaja alguna, y es donde justo toca el timbre para regresar a clase, nos levantamos de nuestro lugar y nos dirigimos al aula mientras vamos hablando de la tarea que dejó el profesor de matemáticas.
En eso, puedo sentir el como un liquido sale ahí abajo, bajando lentamente lo cual ocasiona que haga una expresión de asco deteniéndome justo en la puerta, muchos escalofríos pasan por todo mi cuerpo haciendo que me retuerza un poco.
—Olivia — levanto la mirada — ¿Estás bien? — Me pregunta Mary con preocupación, yo asiento con la cabeza dando a entender que estoy bien.
—Si, tu sigue, yo iré al baño un momento.
Me volteo para ir en dirección a mi lugar feliz y poder cambiarme, en el camino puedo ver nuevamente a Greace, Dios ahora no, enserio necesito llegar por favor.
—Vaya, parece que el día esta de mi lado porque justamente quería verte — a su lado están sus amigas que la verdad me vale un pepino como se llamen.
—Créeme que yo no, así que si me disculpas... — Paso al lado de ellas y cuando ya les doy la espalda escucho risas detrás, por curiosidad giro la cabeza y sus risas son por mi — ¿De que se ríen? — Achino mis ojos.
—Oh nada querida, solamente que algo sobresale en tu pantalón, cuidado, no les vaya a contagiar o algo — con miedo miro mi pantalón y todo en mi se desconecta cuando veo una mancha roja.
Oh no.
Por instinto me tapo con las manos la zona pero ya es muy tarde, ellas lo vieron.
—Que asco — comenta la chica que esta a la derecha.
—Si — le sigue la otra.
—Us... Ustedes no saben de lo que hablan — trato de defenderme.
—¡Pero claro que sabemos! ¿Por quién nos tomas? — Pregunta Greace y se acerca un poco — sabemos que eres alguien asqueroso y raro que al final solo termina en un circo como payasa ¡Mírate! Eres fea, tus ojos son horrendos, nadie se fijaría en ti.
Sus risas resuenan en mi cabeza como una melodía pegajosa, la vergüenza no me cabe en el pecho, tengo ganas de llorar y de patalear, quiero chocolate, mientras ellas se siguen burlando yo solamente siento las lágrimas en mis ojos a punto de salirse. Me siento sensible y expuesta, quiero que paren, que dejen las burlas y me dejen en paz, que alguien me ayude porque quede tan estática que lo único que solo puedo hacer es escuchar.
—Ay la bebita va a llorar — dice Greace con una sonrisa del gato del país de las maravillas.
—¡Quiere llorar! ¡Quiere llorar! — Comienzan a decir todas al mismo tiempo. Muerdo mi labio para que no se me escape un sollozo.
—Por favor... Basta — murmuro tan bajo que parece que no me escucharon.
Cuando estoy a punto de salir corriendo para ir a llorar de la frustración, un grito se hace presente haciendo que todas que se callen.
—¡Oigan ustedes! — se escuchan unos pasos acercándose — ¡Dejen en paz a mi hermanita, mocosas del demonio!
Lo siguiente que sucede me deja más estática que antes. Un chorro de agua las moja a las tres juntas haciendo que chillen. Dos personas se paran a mi lado con pistolas de agua, los reconozco bastante bien.
Oliver y su mejor amigo Ian.
—¡Derrítanse brujas!
Las chicas empiezan a correr mientras que los otros siguen mojándolas, cuando ya desaparecen de nuestras vistas, los dos chocas los cinco y proceden a mirarme con preocupación.
—¿Estás bien?
—¿Qué te dijeron?
Cuestionan los dos, y yo solo puedo abrazar a Oliver por lo que hizo. Él lo recibe y de verdad se siente reconfortante sentir su calor, cuando ya me siento lista me separo de él con algunas lagrimas bajando por mis mejillas.
—Quiero irme a casa — murmuro de nuevo, pero esta vez él me escucha.
—¿Qué fue lo que sucedió? — Pregunta de nuevo con delicadeza.
—Creo que ya sé que fue lo que sucedió. — Ian interviene y le susurra algo a Oliver que hace que me voltee a la fuerza y mire.
No dice nada, simplemente se saca su suéter y lo amarra en mi cintura para que me pueda cubrir, luego me besa en la frente y me abraza por los hombros dirigiéndome a otro lugar. No tengo ganas de preguntar solo me dejo guiar por él.
—Ian — lo llama y él hace con la garganta un pequeño "Mmm" — ¿Qué hacías viéndole el trasero a mi hermana? — Nos detenemos bruscamente y yo siento mis mejillas arder.
Se da cuenta de lo que hizo y abre y cierra la boca dando balbuceos, Oliver lo fulmina con la mirada y apunta la pistola hacia él dándole un disparo de agua en la cara. Seguimos y yo me dedico a mirar un poco a Ian, está con la cabeoza agachada y hace que su lindo cabello le cubra la mitad de la cara. Ian es unos centímetros más alto que yo, un poco moreno, con algunos rulos y sus ojos verdes, que hacen que destaquen.
Siento mi corazón acelerado con tan solo pensar en lo lindo que es.
Al parecer, se da cuenta por qué me pilla observándolo, yo rápidamente desvío la mirada, debo relajarme, no puedo andar sonrojada por él. Imposible.
Suspiro y nos detenemos justo en la enfermería, esperen ¿La enfermería? Mira extrañada a Oliver y solo susurra:
—Sígueme la corriente.
Procede a tocar la puerta y de inmediato los dos agarran sus estómagos poniendo caras de asco. La enfermera Samantha nos abre y en cuanto nos ve, se preocupa un poco.
—No me digan que probaron la carne de la cafetería — asienten, me mira a mí y entiendo al instante lo que sucede así que también asiento. — Denme el número de sus padres e irán con permiso médico.
La facilidad con la que cayó me sorprende, hacemos lo que nos dice y al cabo de unos minutos ya estamos en el carro de mamá haciéndonos preguntas de si nos sentimos o que comimos, obvio tuvimos que contarle lo que en realidad sucedió. Se puso tan seria que nos dio miedo después dijo que ella lo resolvería.
Llegamos a la casa y corro al baño a darme una ducha para poder relajarme. Me tomo mi tiempo quitándome la ropa y cuando me quito la camiseta noto como ciertas cosas siguen creciendo, ya sobresalen un poco. Las agarro con mis manos y las junto como si estuvieran si tuviera una camisa ajustada, luego las suelto, las masajeo, las aprieto como bolas antiestrés y finalmente las dejo.
No ha de ser nada malo.
Solo es hasta entonces que subo la mirada y veo mi rostro.
¡Mírate! Eres fea, tus ojos son horrendos, nadie se fijaría en ti.
¿Soy fea? ¿Por qué me dicen eso? ¿De verdad lo soy? ¿Enserió nadie se fijaría en mí por mis ojos? Otra vez las lágrimas comienzan a acumularse y dejo que salgan libremente, ya que estoy sola.
Me meto a la ducha y comienzo a mojarme para poder restregar el jabón en mi cuerpo, lo hago sin muchas ganas, solo puedo pensar en esas palabras que me llegaron. Me siento en el suelo abrazando mis piernas juntándolas en mi pecho.
¿Soy rara por tener ojos de diferente color? ¿Soy rara por algo que según a mi mamá nos pasa a todas las mujeres? ¿Por qué ellas se burlan cuando les va a pasar lo mismo?
¿Por qué?
Es fácil preguntarlo pero difícil responderlo.
Escucho como tocan la puerta y mi mamá al otro lado dice:
—Cariño, hable con tu hermano y quiero saber que paso con las mocosas.
—Ábrelo, no tiene seguro — lo hace y abre un poco la tela para poder verificar si sigo ahí, al mirar hacia abajo se espanta.
—¡Levántate ahora mismo!
—¿Qué?
—¡Si! Vamos levántate rápido — le hago caso —¿No sabías que te puede dar infecciones así? —Frunzo el ceño. — Siéntate en la cama de cuarto pero aquí no ¿Entendido?
—Si señora.
—Perfecto, ahora sí. Vamos a consolarte como se debe, prepare chocolate y puse tu pijama favorita en la cama, para que te abrigues y no te den cólicos. — Suspiro.
—Gracias mamá.
—No me lo agradezcas, solo dúchate rápido — me da un apretón en el brazo.
Enserió, gracias mami.
No paro de pensar en lo sucedido.
En como se burlaron y rieron de la situación. Tengo grandes ganas de llorar, pero me aguanto, no quiero que mamá se preocupe más de lo que ya está.
Después de ducharme tome mi chocolatada y le explique a ella lo que sucedió, verla enojada nos dio miedo a Oliver y a mí, ahora está contactando a la mamá de Greace para que ella me pida una disculpa.
Mi hermano me está abrazando y la verdad, esto no ayuda a que contenga mis lágrimas, él y yo a pesar de las peleas nos hemos protegido el uno con el otro, si lo molestan a él, no importa quién sea, le doy su buen merecido, una vez hice sangrar a un niño porque lo molestaba seguido y bueno, él hace lo mismo cuando se trata de mí.
¿Han visto Gravity Falls? ¿Con Dipper y Mabel?
Algo así somos él y yo.
—Si tienes ganas de llorar, hazlo, no tienes que ser fuerte por mamá — me susurra él al oído.
Como me dio luz verde, me aferro a su suéter y las lágrimas comienzan a bajar por mis mejillas junto con pequeños sollozos, siento las caricias en mi cabello mientras que Oliver me susurra cosas lindas. Es algo contradictorio que haya dicho que no lloraría, pero no pude evitarlo.
—No me contesto, pero creo que esas veinte llamadas perdidas que le dejé ayudaran para que me devuelva la llamada — entra al salón y en cuanto nos ve detiene su paso. — Oh cariño.
Se nos une rápidamente y nos quedamos un buen rato así, hasta que siento las manos de Oliver en mis hombros separándome de él, gruñó en protesta, pero siento que es necesario.
—¿Por qué tiene que pasar esto? — El tono de mi voz es ronca por el llanto. — Yo no quiero eso, no lo deseo — miro a mamá. — Solamente soy una niña... no quiero ser una señorita — ellas frunce el ceño.
—¿Quién te dijo semejante tontería? — pregunta con confusión.
—Los padres de Mary le explicaron a ella que cuando sucede esto — señalo mi entrepierna. — Ya no eres una niña, sino una señorita — sorbo mis mocos.
—Cariño, solo tienes once años, no eres grande como una adulta, ni tan pequeña como una niña, solo estás en la adolescencia, que es como estar entre el medio de las dos — me explica.
—Igualmente no me gusta. — Se ríe un poco y se levanta del sillón.
—Niños me encantaría poder seguir hablando de esto, pero el trabajo no perdona, solo pedí media hora libre y ya van veinte, así que si me disculpan...
Agarra su chaqueta y nos da un beso en la frente a los dos, con eso hecho, abre la entrada y se va dejándonos solos. Oliver en silencio empieza a buscar algo en sofá, parece encontrarlo porque me mira con la mirada iluminada, eso me hace desconfiar.
—¿Qué tramas Strawberry? — ese ridículo apodo se lo puse cuando estaba más pequeña, lo hacía por su cabello y al igual que yo él también tiene el suyo.
— Nada Little Cherry — sonríe aún más.
En definitiva no confío en él.
—Si claro, y mamá le gusto tu regalo de cumpleaños el año pasado — ruedo los ojos.
—¡Fue original!
—¡Fue una de sus camisetas! ¡En general solo la envolviste en una bolsa de regalo y ya!
—Si lo dices así, suena feo, pero si lo miras desde mi lógica notarás que fue un excelente regalo.
—Tu lógica es tan estúpida que prefiero escuchar La vaca Lola mil veces antes que escucharla — ahora él es que rueda los ojos es él.
—¿Vas a escuchar mi idea o no? — Le hago una seña con la cabeza para que siga. — Papá es tan distraído que después de trabajar siempre se queda dormido quince minutos en el sofá y accidentalmente su teléfono cae en los bordes, y pues... — me muestra el celular en sus manos.
Abro la boca sorprendida.
—Podemos hacer lo que queramos — murmuro y él asiente.
—Exacto, solo hay un pequeño problema.
—Somos dos... y solo hay uno — mis ojos van del celular a él, varias veces.
El tonto no debió decir eso porque así comienza una lucha parecida a la de la mañana.
—¿Para qué lo necesitas? No tienes nada que hacer con él — reprocho mientras le jalo sus mechones, me da la vuelta y se posiciona encima de mí.
—Tú tampoco, además quiero jugar videojuegos. — Ahora es Oliver quien me jala de los cabellos.
El objeto por el que peleamos sale volando y cae en el suelo, nos detenemos y nos miramos asustados, pero al notar que sigue encendido, nos volvemos a mirar pero con una competitividad irreconocible.
Le pateó el estómago y cae al lado mío, cuando me levanto para poder correr hacia él, Oliver logra agarrarme del pie y caigo de cara al suelo, esta vez corre, pero hago lo mismo y cae igual que yo. Con rapidez recojo el celular y hago un baile de la victoria.
—¡Siiiii! ¡Gane! — Le restriego en la cara lo que tengo en las manos mientras que él me mira con mala cara.
—Por pura suerte — murmura aunque él sabe que lo hice justamente. Bufa — ok al menos déjame llamarle a Ian.
—¿Ian tiene celular? — Me sorprendo un poco.
—Little Cherry somos literalmente los únicos que no tenemos.
Aunque quiera creerme que es mentira, en realidad es realidad, mamá no nos han dejado tener celulares porque para ellos somos "pequeños", sus palabras no mías.
Aprieto los labios y le doy lentamente el celular para que lo llame. El hecho de que vaya a venir hace que mi corazón lata aún más fuerte. Debo relajarme, solo es Ian, un chico con unos rulos hermosos y un color de ojos preciosos que brillan cada vez que habla de algo que le gusta como las donas además de que su sonrisa...
Ok, debo parar.
Perdida en mi conciencia admirando a alguien que me hace sonrojar un poco cada vez que me pilla mirándolo, Oliver ya hizo el trabajo de llamarlo.
—Listo, dijo que en unos diez minutos ya está aquí.
Me regresa el celular y empiezo a descargar un montón de juegos para poder entretenerme. Es extraño tener esta cosa en mis manos, se siente muy grande y raro, sin embargo, me logro adaptar.
No me doy cuenta de que ya pasaron esos diez minutos hasta que siento que se recuesta alguien a mi lado, doy un pequeño brinco por el susto y giro mi cabeza.
—Hola — él y su estúpida sonrisa que hacen que se achinen sus bellos ojitos ¡Basta!
—Hola Ian — hablo como tonta.
¡Dios!
Enserió que pasar vergüenza es lo mío.
—¿Qué juegas?
— Oh eso sí que no — Oliver jala del brazo Ian llevándoselo a otro lado. — Viniste a jugar conmigo no con la loca de Olivia.
—¡Loca tu abuela!
—¡Tenemos la misma abuela tonta!
Ay sí es cierto.
Con mala cara vuelvo a mi juego, pero al cabo de rato me empieza a dar hambre y no quiero levantarme justo en la posición en la que me siento cómoda y no pienso pedirle ayuda a los neandertales que están jugando a las luchas afuera.
¿Qué hago?
Una pequeña idea me viene a la mente, pero es algo riesgosa.
Muerdo mi labio inferior con indecisión. En el momento en que me voy a contactos es cuando me doy cuenta de que ya no hay vuelta atrás, busco la pizzería que suele llamar papá cada vez que queremos comer comida de afuera y aprieto el botón para poder marcarle. Dan dos pitidos hasta que descuelga.
—Buenos días, gracias por llamar a Jumbo Pizza ¿Qué tipo de pizza se le ofrece? — Los nervios invaden todo mi cuerpo y provoca que mis manos comiencen a temblar.
—Hola, quería pedir una pizza de peperoni y queso extra ¿Se puede? — todas las palabras se tropiezan dando a renacer un estúpido tartamudeo.
—¡Por supuesto! ¿Será familiar o normal?
—Emmm ¿Normal? — eso fue más una pregunta que una respuesta concreta.
—¡Perfecto! Entonces en unos veinte minutos estará su pedido, serian once con noventa y nueve por favor, mándeme su dirección y el servicio estará en su casa tan rápido como el canto de un gallo.
—Gracias.
Corto rápidamente y hago lo que me pide sin protestar. El hecho de hablar con alguien desconocido me tiembla hasta los huesos, la otra vez pedí una pizza de piña por accidente cuando debía pedir una de jamón con peperoni.
Suspiro.
Me levanto para buscar el dinero con el que pagaré, mamá suele dejar lo que ella llama "Dinero para emergencias" y pues mi hambre es una emergencia, así que tiene sentido.
Entro a su cuarto y busco en los cajones, gracias al cielo lo encuentro, justo hay veinte dólares, los agarro y bajo nuevamente a la sala para supervisar a los neandertales. Me asomo a la puerta del patio y ellos están jugando fútbol.
Al menos no han mandado la pelota al vecino...
—¡Noooooo! ¡El balón!
Ah.
Bueno, al menos no soy millonaria.
Miro a los lados esperando que algo pase pero nada. Me les acerco y están con cara de preocupados, yo solo ruedo los ojos.
—Olivia... — dice Ian y Oliver voltea tan rápido que estoy segura de que le duele.
—¡Hermana!
—Nada de hermana, si quieres que vaya a buscar el balón, pues que pena, hoy no tengo ganas — me cruzo de brazos y miro a otro lado.
—Oh vamos, somos hermanos — hace carita de cachorro abandonado. — Además, eres la única que le cae bien al hechicero de la calle treinta y cuatro.
—¿Por qué le dicen así? — Pregunto extrañada — es un buen tipo, cada que paso siempre me da una galleta. — Subo y bajo los hombros.
—Él secuestra a los animales para hacer sus macabros hechizos — Ian habla de manera macabra.
—Lo que el pobre señor hace es buscar a su gato que se escapa.
—También elige minuciosamente los ingredientes para su caldero — esta vez habla Oliver.
—Simplemente, tiene un huerto y bota las cosas que están dañadas en el basurero — digo con simpleza.
—Bueno el punto — rueda los ojos Oliver harto de que use mi lógica. — Necesitamos de ti, por favor.
—Déjame pensarlo — coloco mis dedos en mi barbilla fingiendo pensar. — No — me volteo para irme.
—¡Y hago tu tarea una semana! — Sonrío.
Oliver es muy fácil de manipular, cuando se trata de cosas que quiere que hago por él, yo pido algo más grade a cambio.
En la vida nada es gratis.
—Te escucho — volteo sobre mis talones.
—Hago tus quehaceres por dos ¡No! ¡Tres semanas!
—Trato medio hecho — noto la confusión de los dos. Miro a Ian — ¿Tú que tienes para ofrecerme?
—¿Yo? ¿Por qué? — Se señala el mismo.
—Por qué si no me das algo le diré a mamá que tú fuiste el que rompió su foto enmarcada y que no fue el gato callejero como tú dijiste — sonrío.
—¡Oliver! ¡Se suponía que era secreto! — Le reprocha Ian.
—¡Yo no hable! — Se intenta defender.
—Oh créeme que lo hiciste.
Una de las cosas que puedo asegurar es que mi querido hermano habla dormido, así que, lo utilizo a mi favor, siempre se le sale algún secreto jugoso que me hace tener ventaja sobre él, y usarlo de esta manera, utilizarlo sobre Ian tal vez me dé un poco se pena, pero no dejaré pasar la oportunidad.
—Entonces... ¿Qué tienes para ofrecerme? Tengo algo muy importante para mí que llega en unos minutos y no voy a desperdiciar tiempo con ustedes dos cabezas huecas — sentenció y sus expresiones ofendidas hacen que me sienta satisfecha.
Noto como Ian duda antes de hablar, pero al final dice:
—Puedes jugar con la consola en mi casa — murmura y con eso basta para que me dé la vuelta e ir donde nuestro vecino el señor Jules.
Salgo de la casa dando pequeños saltos hacia mi objetivo y en cuanto llego, toco la puerta un poco fuerte con mis dedos, al cabo de unos minutos se escuchan pasos y de alguien quitando el seguro de la puerta, en cuanto la abren, su expresión amargada cambia cuando baja la mirada.
—¡Señorita Olivia! ¿Cómo está? Dígame ¿En qué le puedo ayudar?
Señor Jules, hombre que ya está en su ochenta y pico de años, alto, flaco, con algo de barba y utiliza ropa bastante cómoda, pero elegante, es un viejo que hace unos ricos postres y me invita a comer de vez en cuando con él, me cuenta historias sobre su anterior esposa, de como sus hijos siempre lo visitan y miles de cosas que le pasan en la vida.
¿Qué le ven de malo? La verdad, no lose.
—Lo siento que lo moleste enserió — él hace una seña de que no importa.
—No estaba haciendo mucho, solo leyendo algo antes de irme a dormir, ya sabes, un viejo sin colágeno no puede hacer mucho, pero ojo, no se me quita lo guapo que estoy.
Sí, es muy egocéntrico, aunque me encanta esa actitud.
—Los muchachos tiraron un balón a su patio, ¿Puedo entrar a buscarlo? — Asiente con la cabeza.
—Claro señorita, solo si prueba el último postre que hice — una sonrisa aparece en mi rostro y la emoción comienza a hablar por si sola.
—¡Si! Si por favor, solo que estoy esperando una pizza, podemos comerla juntos y ver la novela turca de la última vez.
—Me parece la mejor idea que se te ha ocurrido, vamos entra.
Se hace a un lado y hago lo que me dice. Esperamos a que llegue la pizza y le mentimos de que era a esa casa en donde la tenían que entregar. Nos ponemos cómodos en el sofá grande que tiene, cada uno en su esquina y en su espacio, así nadie molesta a nadie.
—¿Lista para ver como engañan a Salin? — Me pregunta en cuanto comienza la intro.
—Ni en mis exámenes anda tan preparada.
Y así él y yo pasamos la tarde, ¿Los muchachos? Vivirán sin mí unas dos o tres horas, ¿Si queman la casa? Nah, tengo al señor Jules de mi lado, todo estará bien.
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