En un mundo donde el poder se hereda no solo por el "segundo género", sino también por la familia y la especie, las jerarquías están firmemente establecidas. Las especies superiores imponen su dominio sobre las más débiles, que se someten sin voz ni resistencia. Los dioses otorgaron estos poderes a las especies líderes, y cada quinientos años, nace un ser con la capacidad de heredar el poder del dios supremo. Este poder puede ser recibido por cualquiera, sin importar su especie o género, pero es conocido por ser extremadamente peligroso, especialmente para quien lo recibe.

Es necesario mencionar que estas especies son los vampiros junto con las sirenas quienes lideran esta pirámide de poder, seguido de los lobos y momias, y por último, las especies más débiles, que son los fantasmas, los zombis y los humanos. Asimismo, indicar que... Mejor no decirlo aún, quedémonos hasta aquí con esta pequeña introducción.

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¡No puedo creer que haya nacido otro humano sin poder! -gritó el hombre, su voz llena de furia-. Sabes bien que los humanos no valen nada, y menos uno sin poderes.

La mujer, acunando al bebé en sus brazos, lo miraba con enojo. Su voz temblaba de rabia mientras decía:

Eres un maldito. Solo me usas para tener hijos que luego vendes para gastar en tus malditas bebidas y drogas. Estoy cansada de ti. Ve y consigue a otra mujer para que uses.

El hombre apretó la mandíbula y se abalanzó sobre ella.

¿Quién te crees para hablarme de esa manera, maldita bruja? Agradece que estoy contigo, o de lo contrario estarías en la calle revolcándote con cualquier desconocido -la golpeó mientras ella protegía al bebé con su cuerpo-. Arréglate y prepara al bebé para que lo muestres al vendedor. Al menos debería ofrecernos unas pocas monedas por ese mocoso -dijo mientras salía de la habitación.-

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La mujer, con el corazón roto, pensó: "No dejaré que este idiota gane otra vez. Ya he perdido a dos, no perderé otro más." Se arregló con rapidez y salió de la casa, evitando que él se diera cuenta. Mientras se alejaba, susurró:

Desearía poder cuidarte y verte crecer, pero sé que no soy la persona adecuada para hacerlo. Lo siento. -Besó al bebé y tocó el timbre antes de salir corriendo.- Perdóname, hijo...

Cuando la puerta se abrió, la figura que apareció miró el pequeño cesto donde dormía el bebé, asombrada.

¿Quién habría dejado a este tesoro abandonado? -exclamó, alzando al bebé con cuidado y llevándolo adentro de la casa-. Dios, escuchaste mis plegarias. Al menos tendré a alguien que me acompañe hasta el final de mis días. -Río con alivio, abrazando al pequeño-

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... Unos años después  ...

Theo, cariño, ¡date prisa, que se te está haciendo tarde para la prueba! -gritó la madre desde la cocina-. Antes de que salgas, ven a desayunar. Si no lo haces, no te dejaré ir.

Ya voy, madre. No me demoraré en bajar -respondió Theo desde su habitación-. Estoy arreglando unas cosas y ya bajo a comer ese delicioso desayuno que me tienes preparado.

Está bien, cariño. De todas formas, yo te llevaré a la universidad, pero baja rápido porque si no, no alcanzamos a llegar -dijo la madre, sentándose en la mesa-.

Aquí estoy, mi hermosa dama. -Theo le dio un beso en la mejilla antes de sentarse a la mesa.- ¿Cómo te sientes hoy, madre?

Bien, cariño. Después de dejarte en la universidad, iré directo a ver al doctor Morgan. Me dijo que pasara hoy, ya que se iría de viaje por unas semanas.

Qué bueno, madre. Me cuentas cómo te va cuando vuelva a casa. Pero por ahora, vamos saliendo de una vez antes de que se me haga tarde de verdad.

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Gracias por leer el primer capítulo de esta novela. Espero que te haya gustado y que continúes acompañándome en esta historia.

Sinceramente, me preocupa la salud de mi madre. Últimamente, se ha sentido muy débil y ha tenido caídas constantes, algo que antes no solía ocurrir. Estoy siempre al tanto de que tome sus medicamentos, pero parece que eso no ayuda en nada. Deseo poder hacer más para ayudarla, pero me siento inútil. No tengo poderes y soy de la especie más débil que existe, pero ella sigue siendo explotada. Trabaja en una de las casas más poderosas del lugar, pero esos malditos solo la maltratan, tanto verbal como físicamente, solo por ser parte de la especie zombi.

Vamos, madre, hazme caso y renuncia a ese trabajo -le suplico-. Mira, yo ya voy a entrar a la universidad, y sabes que tengo un trabajo fijo y gano lo suficiente para mantenernos a ambos. Por favor, renuncia.

Hijo, no puedo -dice ella, apretando el volante y suspirando-. He intentado muchas veces, pero ellos simplemente evitan escucharme. Si me voy sin decir nada, siento que me castigarán. Y si eso ocurre, es probable que me quiten lo que más quiero en este mundo -se parquea y me mira, extendiendo su mano para acariciar mi mejilla-. No quiero que eso pase.

Madre... -mi frustración con el poder de esas malditas especies me enoja-. Voy a entrar ya. -busco mi maleta en la parte trasera del auto y suspiro- Pero ten por seguro que no me quedaré de brazos cruzados. Haré todo lo posible para que puedas liberarte de esas personas. -Cojo sus manos y las beso-. Nos vemos más tarde, ten cuidado. -Me bajo del auto-. Adiós.

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Respiro profundo antes de entrar al salón donde se realizará el examen de admisión. Hay demasiada gente para ser uno de los salones utilizados para esto. Me voy hasta el fondo, ignorando a las personas que me rodean. Después de todo, si se enteran de que soy un simple humano, me evitarán o intentarán humillarme.

Pasaron los minutos y no aparece ningún profesor o responsable de la universidad. Me estoy cansando de esperar. Miro la puerta hasta que aparece alguien que llama la atención de todos los presentes en el salón. Empiezo a escuchar los gritos de las chicas y chicos diciendo "Leo", mientras yo solo me resigno y me recuesto nuevamente en mi asiento.

Maldita sea, ¿cuándo aparecerá alguien? -digo para mí mismo-. No perdí minutos preciosos de sueño para venir a perder el tiempo en esta maldita universidad. -Suspiro y me recuesto, dispuesto a dormir, cuando escucho la voz de alguien, aparentemente mayor.- Al fin.

-El hombre, con actitud autoritaria, se pone frente al tablero y anota su nombre-. Perdón por la demora. Mi nombre es William Walsh, soy el decano de la facultad de Derecho. Sin más preámbulo, procederé a explicarles cómo se realizará el examen de admisión, tanto a la universidad como a la facultad. Pero antes que nada, me gustaría que algunos de ustedes me dijeran por qué desean ingresar a esta universidad. -Mira alrededor y señala al primero-. Empecemos con usted, joven Leonardo.

Porque es una de las más prestigiosas y enseña solo a personas a la altura de alguien como yo -responde Leonardo, sonriendo de manera engreída, mientras todos gritan por su respuesta.-

Qué respuesta más estúpida -digo para mí mismo con una sonrisa irónica-.

Ahora tú, muchacho, el que está en el fondo -dice señalándome-.

¿Yo? -El decano asiente y me levanto, pensando lentamente en la respuesta que quiero dar-. Porque quiero demostrar y a la vez cambiar esta bella y hermosa sociedad —digo con algo de ironía al final—. Mi primer paso para lograrlo es entrando a esta universidad. -Escucho algunas risas-. Eso es todo -me siento sin más-.

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Espero que hayas disfrutado de la continuación de esta historia y nos vemos en el siguiente capítulo.

Desde la perspectiva de Theo Kendrik:

Interesante, joven -el decano tose un poco-. Bueno, el examen se dividirá en tres partes -dice mientras escribe en el tablero-. Primero, estará la parte teórica, que es con la que empezamos hoy. Incluye preguntas tanto sobre la carrera como sobre la historia. En segundo lugar, realizaremos un examen físico, que será administrado por médicos de confianza. Y, por último, el examen de fuerza, que ya todos ustedes deben conocer. Sin más preámbulo, comenzaremos con la parte teórica -saca una pila de hojas de debajo del escritorio-.

"Terminemos con esto de una vez," pienso, mientras saco los elementos necesarios para presentar mi prueba.

Para garantizar que tengan suficiente espacio, les pido que dejen una silla de por medio para evitar el fraude -dice el decano mientras se para frente a los jóvenes en la primera fila-. Mientras lo hacen, pasaré las hojas, así que avísenme si hacen falta. -Se sienta y observa atentamente a cada uno de los estudiantes en el salón-.

Gracias -digo al recibir no una, sino tres hojas-. Ten paciencia, Theo -me digo a mí mismo mientras empiezo a hacer el examen-.

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Finalmente, salgo del salón, estirándome con alivio.

Creí que no terminaría nunca -murmuro-. Pueden creer que, a pesar de las tres hojas que nos dieron, había otras tres adicionales con cuatro textos diferentes para contestar casi todas las preguntas presentes... Ahora toca esperar a que cada uno de esos jóvenes termine su examen para seguir con el siguiente.

Mientras camino por los pasillos de la universidad, reflexiono sobre la última prueba que debo presentar. Estoy seguro de que me irá mal, por lo que dependo completamente de este examen teórico para ingresar a esta maldita universidad. A pesar de mi odio hacia ella, me estoy postulando porque quiero cambiar el hecho de que solo las especies superiores o medias tienen acceso, excluyendo a las inferiores.

¡Ouch! -choco contra alguien y caigo al suelo-. Oye, ten cuidado por dónde caminas -digo mientras me levanto y me arreglo un poco-.

¿Qué se supone que eres tú para decirme qué hacer? -pregunta la persona con enojo-. Mejor lárgate de mi vista antes de que te pase algo peor, basura -se aleja-.

¡Basura tú, pedazo de mierda! -le grito-. ¿Te crees tanto como para menospreciar a otros? Ah, espera -me detengo un momento al ver cómo aprieta la mandíbula-. Eso es lo que les enseñan a personas como tú en sus casas -apunto con mi mano en forma de puño y levanto el dedo medio-. Pero te equivocaste de persona al intentar ponerlo en práctica, estúpido -me doy la vuelta y sigo mi camino-.

¡Quédate en el lugar en el que estás, bastardo de mierda! ¿Cómo te atreves a hablarme de esa forma? A mí, un vampiro. Deberías arrodillarte y suplicarme perdón, especialmente ahora que te estoy dando la oportunidad de hacerlo.

¿Es en serio? -me vuelvo y junto mis manos-. Gracias por darme la oportunidad de arrepentirme, pero no la necesito. No me arrepiento de haber dicho y hecho lo que hice -me doy la vuelta y me alejo a paso rápido, incapaz de soportar más esa cara de idiota-.

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Bueno, estamos avanzando poco a poco. Espero que les haya gustado...