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Confiar En Mentiras

Prólogo

La vida de Leandro Gazzo Toniolo no había sido fácil a pesar de haber nacido social, física y mentalmente privilegiado, idolatraba el recuerdo de su madre y odiaba a su padre por sobre todas las cosas.

Su único fin era llegar a la edad necesaria para recobrar lo que su padre le había arrebatado y hacerle pagar por cada una de las lágrimas de su familia.

Pero poco antes de hacerlo, conoció a Laura Poberan, la mujer, que a pesar de su discapacidad, lo obligaría a enfrentar a los reales fantasmas de su pasado y a tener que tomar las decisiones más difíciles de su vida,

El amor abusivo de unos y el amor incondicional de otros es lo que lo lleva a tener que analizar su elección entre su corazón y su conciencia e incluso evaluar si decide ir contra lo que estipula la moral y la ética de la sociedad.

Primera parte: Gazz

No hace falta que sigas papá – dijo Gazz tratando de dar por finalizada la discusión.

- Voy a seguir todo lo que se me antoje – Mauricio estaba colérico - mientras yo dirija la empresa, tendrás que acatar mis órdenes… te gusten o no…

- ¿Y qué vas a hacer si no me gustan tus órdenes…“papito”? – dijo Gazz socarronamente – es solo cuestión de tiempo, en solo 2 años tendré la edad requerida para ocupar tu lugar

- En 2 años no habrá lugar que ocupar si vamos a quiebra, ¿Lo puedes entender?

Mauricio Gazzo Toniolo había perdido absolutamente sus estribos, la relación fraternal con su hijo había finalizado casi antes de empezar, nunca había sido un padre amoroso cuando Gazz era niño, en realidad, siempre había pensado que era una cursilería inútil perder tanto tiempo con los niños cuando en realidad, como padre solo tenía que planificar la vida de su hijo según sus propias prioridades, porque como padre sabía lo que su hijo necesitaba.

En ese momento su padre caminaba de un lado al otro de la oficina, eventualmente daba puñetazos en el escritorio para dar énfasis a sus palabras, pero Gazz estaba completamente decidido a rechazar el plan de su padre.

Cuando Gazz comenzó a transitar su adolescencia la distancia se había convertido en un abismo entre ellos, intensificado por el hecho de haberse puesto de parte de Corina, su madre.

Los recuerdos afloraron a su mente casi sin poderlos frenar: su madre llorando desconsolada… su madre escondiendo los moretones que le habían dejado los puñetazos de su padre… su madre empacando apresurada mientras le decía que juntara sus cosas porque viajarían a la casa de su abuelo Ismael… la tristeza de su semblante que no la abandonaría hasta el día en que decidiera quitarse la vida…

Siempre había luchado entre la necesidad de echarle la culpa a su madre por cobardía o entenderla por la relación enfermiza que había tenido con su padre, aunque ninguna de las dos situaciones había menguado el sentimiento de abandono que lo había acompañado desde su muerte.

No podía recordar, algún momento familiar en el que su padre y su madre estuvieran felices, pocas veces los había visto charlar de algo que no fuera sobre lo que tenían en común: la empresa y su hijo.

Cuando no se daban cuenta, solía estudiarlos, mirar sus reacciones. Su madre solía tener la mirada perdida, como si en realidad no estuviera escuchando, muy pocas veces miraba a la cara a Mauricio y cuando lo hacía, tenía la costumbre de acercarse tanto a su rostro y susurrarle las palabras, como si quisiera que nadie más supiera de lo que se trataba.

Cuando esto ocurría, Mauricio la miraba en silencio, a veces suspiraba y a veces solo cerraba los ojos, para abrirlos cuando sentía que Corina se daba la vuelta y se alejaba. Otras veces Mauricio la miraba con tristeza. Gazz nunca supo que era lo que su madre le decía, para poder controlarlo de esa manera, pero debía ser algo muy oscuro o de mucho dinero, como para poder doblegarlo así.

Su abuelo Ismael había sido su pilar y su centro de apoyo desde ese día, su padre le había negado la tenencia, pero no podía negarle el contacto telefónico diario y la totalidad de las vacaciones, desde que tenía 15 años, Gazz había dejado de utilizar socialmente su apellido como tal, en clara desavenencia con su padre.

En realidad su padre era solamente Gazzo, pero desde que se había casado había adoptado el apellido de su mujer para convertirlo en un apellido compuesto y así tener mejores oportunidades, ya que el apellido Toniolo gozaba de un prestigio muy elevado dentro de la sociedad. No había aportado al matrimonio nada más que un porte distinguido, un bello rostro, unas artes especulativas y una avaricia desmedida, que pasó desapercibida para Corina y para Ismael en su momento. Si tenía que reconocer que profesionalmente era muy respetado, pero ese respeto seguramente estaba teñido más de miedo que de honorabilidad, o por lo menos era lo que Gazz afirmaba.

Había interpretado tan bien su papel, que Corina se había enamorado fiel y completamente de él, lo había convertido en el centro de su vida y ese había sido el principio del fin para ella. No obstante a pesar de todos los abusos, su madre nunca quiso divorciarse, solía decir que él cambiaria cuando se diera cuenta que estaba equivocado, evidentemente Corina nunca había sido una buena lectora de almas, ya que nunca había cambiado ni siquiera cuando ella había muerto.

Su madre había esperado un gesto de redención por parte del amor de su vida, pero en el fondo debió haber desconfiado ya que en su testamento lo había dejado a su hijo como único heredero de todos sus bienes, sin embargo lo había dejado a él como administrador absoluto, excepto para la venta, hasta que Gazz tuviera la edad de 25 años.

Tal vez había imaginado que Mauricio cambiaria luego de su muerte y que se convertiría en un buen padre, no obstante lo único que había conseguido era haber despilfarrado la fortuna de su madre.

Volvió a la realidad, por dolorosa que fuera, tenía que enfrentarla, ese hombre que con gusto lo tiraría por la ventana si pudiera, lo instaba a responder una pregunta que no había escuchado por estar inmerso en sus pensamientos…

Cuando lo miró no pudo reprimir el odio que naturalmente sentía por él, con su traje gris a medida, su porte de señor feudal contra el fondo de cristal del ventanal, solo amedrentaba a quienes creían que él era superior a los demás, pero Gazz conocía a su padre y sabía que no valía la pena para nada.

Lo que más odiaba, era parecérsele tanto físicamente, aun cuando lo veía con más canas y más arrugas, casi podía reconocerse en él.

Delgado, alto, atlético, con una contextura genéticamente privilegiada, el cabello negro azabache, la piel cetrina, la nariz recta, la cejas arqueadas, la mandíbula angulosa y perfecta, la boca firme y rellena. Un rostro que causaría envidia al mismo Adonis, la diferencia estaba en sus ojos, Mauricio los tenía marrones claros, Gazz había sacado los ojos negros de su madre y eso lo hacía más perfecto aun en su apariencia.

Dicen que los ojos son la entrada del alma y tener los ojos de su madre, siempre le habían parecido como un amuleto, que le había evitado tener un alma similar al de su padre… oscura y traicionera.

Sacudió su cabeza tratando de quitarse los pensamientos, quería terminar con la conversación y poder salir de esa oficina que le parecía una tortura, suspiró y miró detenidamente a su padre.

- ¿Qué es exactamente lo que quieres que diga?

- Que aceptas casarte con ella – dijo lacónicamente

- Lo siento papá – dijo Gazz poniéndose de pie – no me cansare con ninguna mujer para salvar la empresa

- No te servirá de nada el orgullo cuando estés sin un centavo – dijo Mauricio apuntándole con un dedo en el pecho

- No es orgullo papá – contesto con un dejo de tristeza – es simplemente que no quiero hacer sufrir a una chica que seguramente no sabrá que su padre la está vendiendo…

- ¿Y cómo sabes que la harás sufrir…? Tú mismo has adivinado que ella no lo sabrá

- Fácil padre… – dijo Gazz señalando la parte interna de su codo – tengo tus genes… es solo cuestión de tiempo para que la lastime tanto hasta que desee matarse como has hecho tú con mamá…

No esperó respuesta, no había nada más que hablar, jamás llegarían a un acuerdo entre ellos, si el precio para salvar la empresa era tener que sacrificar a una chica inocente, más valdría que su padre se pusiera a buscar trabajo porque él no se prestaría a esa fechoría.

Se dirigió a la puerta y salió, más bien escapo de ese lugar, una sonrisa amarga se dibujó en su rostro, sus palabras finales habían sido duras, demostrándole a su padre cuanto lo aborrecía, sin embargo no esperó ver el dolor en los ojos de su padre, fue solo una fracción de segundo, no obstante lo había visto y no pudo dejar de pensar en su madre.

En la oficina, Mauricio respiró hondo cuando su hijo salió de allí acusándolo de haber sido responsable de la muerte de Corina.

Tal vez él tuviera razón en acusarlo, pero esa no era toda la historia. Había una parte de la historia que Leandro Gazzo Toniolo, no podía saber porque él nunca la había contado, aún cuando su hijo a los 15 años convirtió el apellido de su padre en un diminutivo, convirtiéndolo en su apodo y eliminando así el rastro filial entre ambos por lo menos socialmente.

Las cartas

Más de un año después

- Abuelo!!!! – dijo Gazz visiblemente emocionado – no pensé que vendrías

- Tienes que estar loco o pensar que el loco soy yo si creíste que no estaría contigo el día más importante de tu vida – dijo Ismael abrazándolo con todas sus fuerzas.

- Debí suponerlo… - miro largamente a su abuelo y la ternura que irradiaba su mirada daba a entender que amaba a ese hombre encorvado y arrugado que se limpiaba las lágrimas con el dorso de sus manos envejecidas - ¿sabes que te quiero abuelo…?

- Por supuesto que lo sé muchacho – dijo con lágrimas nuevamente – siempre has sido el orgullo de mi vida y estoy seguro que siempre lo serás.

En ese momento una turba de compañeros de Gazz lo atropellaron y lo llevaron en andas para festejar. “disculpe Don Ismael, después se lo devolvemos”, “no lo espere temprano” y otras oraciones se mezclaban con los vítores y con los saludos efusivos.

Gazz pudo oír a su abuelo diciendo “diviértanse” y “no te preocupes, te llamo mañana”, mientras lo despedía calurosamente agitando un brazo en lo alto de su cabeza.

Su abuelo había sido su protector, desde que Gazz había cumplido los 21 años y se había emancipado de su padre, trabajaba para su abuelo como administrador de una cadena de restaurantes que había abierto luego de que hubiera muerto su hija Corina, tal vez pensando en dejárselo de herencia a su nieto si su yerno despilfarraba la empresa naviera que su hija había puesto en manos de Mauricio, hasta que Leandro tuviera edad para hacerse cargo.

Gazz se había recibido con honores de la universidad, especializándose en publicidad y mercadeo, no obstante aun no podía reclamar el cargo de su padre hasta dentro de casi 7 meses, en cuanto cumpliera los 25 años.

Siempre había pensado en ese momento como la venganza perfecta, despojaría a su padre de todo lo que siempre había ambicionado, la empresa, el status social, el reconocimiento…

En definitiva, su padre había manejado bastante bien la situación de crisis un año atrás, había conseguido nuevos inversores y hoy por hoy la empresa se había recompuesto, le costaba asumirlo pero parecía que su padre era bueno en lo que hacía, aunque apostaría su flamante título que el día en que lo reemplazara, para su padre seria la muerte.

Ansiaba que llegara ese día. En lo más profundo de si, sabía que esa sería su venganza y la de su madre.

***

Aun dormía cuando sonó el teléfono a las 3 de la tarde, su estado dejaba mucho que desear, no obstante eran muy pocas las ocasiones en que había abusado del alcohol, siempre había tenido una vida divertida pero más recatada que el resto de sus amigos, una vida según los cánones que le había inculcado su abuelo.

Su grupo de amigos más allegados era una influencia negativa en este aspecto, aunque nunca habían podido influir demasiado en su conducta, si bien lo habían intentado en cada oportunidad.

Era el único que ya había terminado la universidad, los demás aún estaban en la etapa en que lo más importante de la vida universitaria eran las fiestas y las mujeres.

El poderoso atractivo de Gazz le había facilitado mucho las relaciones desde temprana edad, pero siempre habían sido relaciones pasajeras, ninguna tan importante como para presentársela a su abuelo, no obstante sabía que en gran parte era su propio temor de no ser bueno con ellas, lo que terminaba repercutiendo con el paso del tiempo.

A tientas busco el celular y lo puso en alta voz, respondiendo con un gruñido.

- Felicitaciones hijo

Era la última voz que esperaba escuchar y tuvo el efecto de un balde de agua fría sobre su cara, totalmente despabilado se sentó en la cama y se restregó fuerte la cara esperando tal vez que fuera solo una pesadilla

- Leandro… ¿me escuchas…?

- Si…, te escucho – la voz dudosa – ¿Cómo te enteraste…?

- ¿Importa…? – podía notar cierta tristeza en la voz – lo importante es que en la calle tenés un auto de regalo…

- No lo quiero – Gazz lo interrumpió bruscamente – ya tengo la movilidad que necesito.

- A si… tu moto… pero no es mío el regalo si eso te hace sentir mejor – dijo Mauricio apesadumbrado – me lo dejo estipulado tu madre en una carta…

Como Gazz no podía articular palabra, Mauricio continuo

- En el asiento del conductor, hay un sobre con la carta de tu madre, en ella podrás leer sus indicaciones para el día en que te recibieras… - con un dejo de tristeza continuo – si dudas sobre lo que te estoy diciendo, muéstrasela a Ismael, el podrá reconocer la letra de Corina

- ¿Necesitas algo más…? – su voz era fría, lejana – tengo que bañarme…

- No hijo… - dijo Mauricio quedamente – no quería arruinarte el festejo…

- Está bien, tengo que cortar. Adiós

Gazz cortó la comunicación y quedo por varios minutos sin moverse, con el celular en la mano y con una terrible lucha en su interior. ¿Quién le había avisado a su padre?

Ninguno de sus amigos lo haría y dudaba que su abuelo quisiera hablar con Mauricio. ¿El decanato quizás…? Tal vez como se graduaba con honores quizás habían pensado que estaría bien en comunicárselo, era lógico, ya que solo sus amigos más íntimos y su abuelo sabían la verdadera naturaleza de su relación.

No importaba en realidad, no permitiría que el pensar en su padre le arruinara el día, pero tenía que buscar la bendita carta de su madre…

Si Mauricio lo estaba engañando… se arrepentiría… pero si era una mentira no le habría dicho que Ismael reconocería la letra…

¿Por qué él nunca se había enterado que su madre le había dejado una carta…?

Se apresuró a vestirse y bajo corriendo por la escalera de acceso, un flamante C4 plateado lo esperaba con un moño rojo rutilante en el parabrisas, un hombre de la agencia de autos lo esperaba con las llaves en la mano

- Felicitaciones señor… es todo un honor…

No pudo completar la frase, porque Gazz le arrebato las llaves y abrió la puerta del acompañante saco el sobre color madera que estaba en el asiento y cerro bruscamente la puerta al darse vuelta.

Al pasar al lado del hombre le arrojo suavemente las llaves mientras le decía

- No lo necesito…

- Pero señor… - dijo titubeando – no puedo llevar el auto de nuevo.

- Dígale a su jefe que lo guarde… - sonrió tristemente – si cambio de parecer… lo buscare y obviamente pagare los costos de cochera, de lo contrario cuando la deuda ascienda al costo del auto, pueden disponer del auto como quieran.

- Si señor… se lo diré – saco una tarjeta de su bolsillo – esta es la agencia, pero tengo que aclararle que todos los papeles están a su nombre, tendrá que pasar a cederlos… - Gazz lo miro sorprendido – eso si continua con la intención de… no necesitarlo.

Gazz solo asintió levemente y comenzó a abrir el sobre de madera, dentro estaban los papeles de compra, de patente, de seguro y un sobre blanco levemente envejecido, en el sobre con una letra dibujada estaba el nombre de su padre.

Apretó el sobre contra su pecho y corrió escaleras arriba, necesitaba intimidad para leerla, seguramente se encontraría con una situación que no estaba preparado para afrontar: el dolor de su madre, escrito por su puño y letra, seguramente serían los últimos reclamos que le habría hecho.

Casi no respiraba cuando levanto la solapa del sobre. Estaba abierto, lógicamente lo había hecho su padre, ya que estaba dirigido a él y seguramente había sido al poco tiempo de morir ella.

Saco lentamente un papel que tenía varias manchas donde la tinta se había corrido, como si alguien hubiera llorado sobre el papel. No pudo evitar imaginarse a su madre llorando mientras lo escribía.

La bronca se instaló nuevamente en su cabeza, y a punto estuvo de romperlo todo para evitar así el dolor que le atosigaba el alma.

“Hola Mauricio:

Como ya te he dicho antes, entiendo perfectamente tu reacción, no la juzgo, no podría hacerlo de todas maneras.

Solo quiero pedirte que cumplas con este pedido especial. En el documento adjunto te dejo las especificaciones.

No es nada para mí, sin embargo, soy egoísta y necesito saber que voy a formar parte de la vida de Leandro en los momentos especiales que están señalados en los sobres.

Confío en ti.

Con amor. Corina”

Gazz, leyó y lo volvió a hacer hasta que las palabras se desdibujaban en su mente a causa de los ojos nublados.

Jamás podría entender a su madre, no lograría jamás justificar a su padre del daño que le había causado, como el hecho de haber anulado tanto su personalidad, hasta llegar al extremo de decir que entendía los abusos y las palizas… ¿Cómo podía entenderlo y justificarlo…?

Sabía que habían mujeres que se sodomizaban tanto que buscaban este tipo de trato en los hombres, pero el hecho que sea su madre la que aceptaba estas circunstancias, lo escandalizaba por sobre cualquier cosa.

¿Qué había visto Corina Toniolo, una empresaria prestigiosa, amable, querida por todos, para enamorarse a ese nivel de alguien como su padre…? Sin dudas mantenían una relación enfermiza y era su padre quien había alimentado ese tipo de relación.

¿Por qué decía su madre que era egoísta…? Ella no había sido egoísta en toda su vida, ni siquiera cuando se casó con su padre, 10 años menor que ella y le otorgo todo el poder de su vida.

¿Cómo podía ella confiar en él después de todo lo que había pasado…?

Suspiro y se percató de algo más importante para él: ¿Cuántas cartas le había dejado su madre…?

Ella había escrito “los sobres”. ¿Por qué su padre no le había hablado nunca de ellos?

Busco desesperado dentro del sobre de su padre.

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