El reloj sonaba indicando las 6:00 a.m. cuando la madre de Nathan lo llamó desde el comedor para que se levantara.
—Hijo, ya sonó la alarma, es hora de que te levantes — dijo en voz alta la madre, poniendo la mesa para desayunar.
Luego de unos minutos, Nathan decidió levantarse y dirigirse al baño para asearse, lo cual terminó alrededor de unos 10 minutos. Bajó hacia el comedor ya teniendo su uniforme escolar puesto y tomó asiento para poder desayunar junto a su madre.
—Te recuerdo que hoy viene tu hermana mayor. Procura ser bueno con ella, sé que su relación no es del todo buena — dijo su madre, sirviéndole una taza de café acompañada de unas tostadas con mermelada.
Al terminar el desayuno, subió por sus cosas y volvió a bajar. Su madre ya debía irse, él se acercó a despedirse y antes de irse le recordó que su hermana vendría a la tarde, a lo que él no le dio mucha importancia. Cuando su madre salió de la casa, él se quedó ordenando la mesa. Después de terminar de ordenar el comedor, se percató de que ya era algo tarde, agarró sus cosas y salió corriendo de su casa.
Cuando llegó a la parada del autobús, se puso algo inquieto ya que el transporte público estaba tardando más de lo normal. Luego de unos minutos, fue golpeado suavemente en la cabeza por su amiga de la infancia, Anna.
—Siempre llegando tarde, ¿no es así, Pearson? — dijo Anna en tono burlesco, dándole un pequeño empujón.
—Mira quién habla, tú también estás aquí, pequeña Zúzu — dijo Nathan, mirándola de arriba a abajo.
—¡Nathan!, te he dicho varias veces que no me llames así, sabiendo que me molesta — dijo Anna, dándole otro golpe en la cabeza.
—Está bien, pero no tienes por qué golpearme, además tú comenzaste a molestarme — dijo Nathan, con una pequeña sonrisa al mismo tiempo que miraba su celular.
—¿Viste la foto de perfil que puse en mi WhatsApp? Dime, ¿te gusta? — preguntó Anna, con una gran sonrisa, mirando su celular también.
—Si la vi, la verdad te ves muy guapa —, dijo Nathan con una mirada de desinterés.
—¡Gracias! No esperaba mejor respuesta que esa —, dijo Anna, muy contenta.
—Mala suerte que lo de guapa solamente sea en la foto —, dijo Nathan, mirando a ver si venía el autobús.
—Si sabes cómo molestarme —, dijo Anna, pisándole el pie con fuerza.
—¡Ay! ¿Qué haces? —, expresó Nathan, con mucho dolor.
—¡Justicia! —, dijo Anna, riendo con satisfacción.
Luego de una breve charla, llegó el autobús. Tardaron alrededor de unos 20 minutos en bajar; apenas bajaron, comenzaron a correr hacia la escuela. Al llegar a la tercera cuadra, Nathan se percató de que en la vereda de enfrente una joven estaba cruzando la calle sin antes ver a los lados. A la izquierda de la joven se acercaba un auto a gran velocidad. Nathan notó que aquella joven no se percataba del auto, por lo que decidió correr hacia ella, tirándose de frente para empujarla hacia atrás, haciendo que cayera de espaldas contra el suelo y dejando a la chica sana y salva.
—¡Oye! ¿Estás bien? —, expresó Nathan, con una mirada de preocupación.
La chica, con una mirada desconectada, no contestó a la pregunta, solo se puso de pie sin ninguna reacción. En ese momento, Anna cruzó la calle para acercarse a Nathan, ayudarlo y preguntarle si se encontraba bien.
—Sí, tranquila, estoy bien —dijo Nathan, con gestos de dolor—. Pero... —miró fijamente a la chica. Ella lo miró y sin decir ninguna palabra, salió corriendo del lugar.
—¡Hey! ¿A dónde vas? —, dijo Nathan, con un grito seguido de una mirada de confusión.
En ese momento, recordó que debía ir a la escuela, por lo que se puso a correr seguido de Anna. Después de unos minutos, ambos llegaron algo preocupados debido a su tardanza. Al entrar al salón, se dieron cuenta de que el profesor aún no había llegado, por lo que ambos dejaron escapar un pequeño suspiro de alivio.
Uno de sus compañeros que se encontraba hablando por celular, se levanta de su asiento para pasar al frente e informar que el profesor llegaría algo tarde. Pasados unos 3 minutos, se abre la puerta del salón dejando ver la silueta del profesor entrando al salón. Ya terminada la clase, es hora del recreo. Anna invita a Nathan a que almorzaran juntos.
—Gracias, pero hoy no, prefiero ir a la biblioteca —, dijo Nathan, guardando sus útiles.
—Está bien, como lo prefieras..., pero ahora que recuerdo, ¿cómo estás de tu espalda?, ¿fue un golpe fuerte?, deberías ir al doctor para que te revise —, preguntó Anna, con una mirada de preocupación.
—No, está bien... si fue un golpe fuerte, pero la verdad es que ya no me duele, gracias por preocuparte —, respondió Nathan, con una sonrisa.
—Ok, está bien... aunque no entiendo la actitud que tuvo esa chica al salir corriendo —, dijo Anna con una mirada curiosa.
—Ni yo, además no pude ver bien su rostro por la gorra y el barbijo que llevaba, pero bueno eso ya pasó, hay que olvidarnos; hasta luego —, dijo Nathan, con una mirada insegura.
Ambos se despidieron con un beso en la mejilla. Anna se fue con sus amigas y Nathan se dirigió a la biblioteca.
En la biblioteca, Nathan se dirige a la sección de fantasía ya que disfruta de ese tipo de género literario. En su breve búsqueda de una "aventura", es golpeado por un libro en la cabeza. Con dolor, llevó su mano hacia su cabeza para sobarse en el lugar del golpe, mirando hacia los lados buscando a alguien. Cuando escuchó el ruido de la escalera que es utilizada para alcanzar los libros, se llevó una sorpresa ya que no había nadie en la escalera. Dirigió su mirada hacia el libro que lo había golpeado, lo tomó e intentó abrirlo, pero se dio cuenta de que estaba cerrado con seguro. Dudó si llevárselo o no; finalmente tomó la decisión de llevárselo.
Cuando termina el horario de clases, los dos amigos regresan juntos a sus respectivos hogares. Al llegar, ambos se despiden. Nathan, después de cambiarse a ropa más cómoda, procede a limpiar la casa como suele hacerlo. En ese trayecto, recuerda aquel libro que había traído consigo. Sube a su dormitorio donde lo busca y al encontrarlo decide echarle un vistazo. Recuerda que el libro se encontraba cerrado por algún tipo de seguro, por lo que busca la manera de abrirlo. Luego de unos minutos de intentarlo, se resigna y lo deja en su escritorio para después volver al comedor donde se acomoda para poder almorzar algo. En ese momento, se escucha el timbre de la puerta.
—¿Eh?, ¿Quién será? —dijo Nathan, asombrado.
Se levanta para ir a abrir la puerta. Cuando la abre, se lleva la sorpresa de que se trata de su hermana mayor, Sharon.
— Ah, eres tú, me olvidé por completo —dijo Nathan, sin ánimos y con una mirada de desinterés.
—¿Qué forma es esa de recibirme? —respondió Sharon, enojada con una mirada amenazante.
—Perdón, tienes razón, disculpa — dijo Nathan, asustado, dando un paso para atrás.
—No hay problema, aunque me hubiera gustado una mejor bienvenida — dijo Sharon, con decepción y un poco desanimada.
Mientras va entrando a la casa, Nathan levanta sus pertenencias haciéndolas entrar adentro. Después de unos minutos acomodando las cosas, ambos se sientan en la sala principal.
—¿Qué quieres para tomar? — preguntó Nathan, poniendo unas galletas en la mesa.
—Mmm, dame algo caliente, una taza de té o café — respondió la hermana, con una sonrisa.
Nathan se levanta y decide prepararle una taza de café. Durante la preparación, Sharon no dejaba de observar a Nathan. Al terminar, Nathan le lleva el café a Sharon quien, agradecida, empieza a tomarlo.
—¿Por qué me miras tanto? Es molesto —preguntó Nathan, disgustado, comiendo una galleta.
—Aah, ya veo. Pues no es nada, pero es una sorpresa... has crecido bastante, ¿Cuántos años tienes? ¿17, 18? —, dijo Sharon, riendo mientras tomaba otra galleta.
—Tengo 17. ¿Y qué con eso? No le veo lo sorprendente —, dijo Nathan, con una mirada de desinterés.
—Siempre tan frío conmigo. Eres mi hermano menor, es lógico que me sorprenda, tonto. La última vez que te vi todavía eras un niño insoportable —, dijo Sharon, riendo con una calidad mirada.
—Sí, supongo que tienes razón. Y ahora que te veo mejor, tú también has cambiado. Debe ser porque ya no eres una adolescente tediosa —, dijo Nathan, con una pequeña sonrisa.
—Jajaja, creo que sí, aunque no sabría decirlo. Pero bueno, dime cómo has estado todo este tiempo. Desde la última llamada que te hice en Navidad, no me has llamado ni has respondido mensajes —, dijo Sharon un poco enojada.
—Sí, lamento eso. Es que anduve ocupado —, dijo Nathan apartando la mirada.
—Aja, claro. Quisiera saber, ¿qué es lo que te mantuvo ocupado durante un año completo? —, dijo Sharon, molesta.
—Nada que tenga que decirte —, respondió Nathan.
—¿Estás seguro de que no es por una chica? —, preguntó Sharon con una mirada curiosa.
—Nada de eso. ¿Estás loca? —, respondió Nathan, molesto.
—¿Por qué te alteras? —, dijo Sharon, riendo—. Está bien, ¿qué pasó con esa chica? ¿Cómo era su nombre? Solías jugar mucho con ella.
—¿Te refieres a Anna? Ella sigue viviendo aquí. Ahora es mi compañera de curso —, dijo Nathan.
—Ya veo. Entonces... ¿ya son novios? —, preguntó Sharon, con tono burlesco.
—No, solo somos amigos —, respondió Nathan, indiferente.
—Sí, claro. Puede que la veas como una amiga, pero ¿y ella? —, dijo Sharon, riendo mientras terminaba su café.
—No sé, ni me interesa. Solo quiero ir a dormir —, dijo Nathan, bostezando.
—¿Qué? ¿Tan temprano? Vamos, no puede ser que estés cansado —, dijo Sharon, sorprendida.
—Tuve un día largo y no quiero estar despierto cuando llegue mamá —, dijo Nathan, subiéndose a su habitación.
—Oh, stá bien, pero mañana prepárate porque seré yo quien haga el desayuno —dijo Sharon con tono contento.
Nathan, sin más palabras, se acuesta en la cama y no pasa mucho tiempo para que se quede dormido. Al día siguiente, ya en el desayuno, Nathan dice:
—No te lo voy a negar, está muy delicioso. Pensé que sería una completa decepción —dijo Nathan, comiendo una quesadilla.
—¡Es verdad! Sharon está muy rica —dijo la madre, también probando una de estas.
—¡Gracias! Las clases de cocina ya están dando fruto —dijo Sharon, contenta y orgullosa.
—Hija, estuve viendo la foto que subiste a tus redes. Te ves hermosa —dijo la madre, tomando café.
—Me la sacó una amiga cuando estábamos de paseo. Honestamente, la foto es más que casual, aunque logró captar lo mejor de mí —dijo Sharon, riendo.
—Bueno, ya me voy a la escuela —dijo Nathan, terminando su café.
—¿Qué? Pero todavía no es hora —dijo la madre, sorprendida, mirando la hora.
—Lo sé, pero no quiero llegar tarde como la última vez —respondió Nathan, tomando una quesadilla.
—Está bien. ¿Anna va contigo? —preguntó la madre.
—Me dijo que está con dolor de cabeza, por lo que no va a ir —respondió Nathan, dirigiéndose a la salida.
—Ya veo, pero qué chica más descuidada —dijo la madre, enojada, agarrando una tostada.
Sin más palabras, Nathan se despide y cierra la puerta de su casa, dirigiéndose hacia la escuela. Después de llegar, pasan unas cuantas horas hasta el recreo. Durante este tiempo, Nathan aprovecha para ir a comprar algo para tomar. Al regresar, observa que en el patio una chica se encuentra discutiendo con un chico. Curioso de saber lo que sucede, se acerca para observar de más cerca la situación.
—¡Oye! ¿Cuantas veces tengo que decirte que eres mía? ¿O es que no entiendes? —dijo el chico, enojado, sujetando a la chica contra la pared.
— ¿Tuya? ¿Eres idiota? ¿Qué es lo que te pasa? Te dije mil veces que no somos nada. Ya suéltame, me estás lastimando —, dijo la chica, enojada, intentando zafarse del agarre.
— Solo eres una perra desgraciada. Te daré lo que te mereces —, dijo el chico, levantando su mano para golpearla.
En ese preciso momento, su mano fue golpeada por una lata de refresco. Con gran dolor y desconcierto, soltó a la chica.
— ¡Maldita sea, mi muñeca está rota! —, exclamó el chico, con gran dolor sujetando con fuerza su muñeca.
— Oh, disculpa. Creo que me pasé de fuerza, pero tenía que evitar que la golpearas —, dijo Nathan, acercándose con tono burlesco.
— ¡Maldito estúpido! —, exclamó el chico, lanzándose para golpear a Nathan, pero éste esquivó el golpe, respondiendo a su vez con un rodillazo en el estómago, dejando al chico inmóvil en el suelo.
— ¡Maldito! —, dijo el chico, sin poder moverse.
La chica sorprendida se acercó a Nathan para preguntarle si se encontraba bien, a lo cual éste respondió positivamente. Después de unos 10 minutos, el chico fue llevado a la enfermería. Tanto Nathan como la chica aprovecharon para conversar con los directivos sobre lo sucedido. Cuando aclararon todo, cada uno regresó a su aula. Ya al salir y en el camino, Nathan se cruzó con la chica de antes.
— Me olvidé de darte las gracias —, dijo la chica, con una sonrisa.
— ... No tienes por qué agradecerme —, dijo Nathan, caminando junto a la chica.
— Menos mal que estuviste ahí para ayudarme —, dijo la chica, con un suspiro.
— Tienes razón —, dijo Nathan.
— Quería preguntarte... ¿Si querías ir a tomar algo conmigo antes de regresar a tu casa, si es que no estás muy apurado? —, dijo la chica, con una actitud tímida.
— ¿Cuál era tu nombre? —, preguntó Nathan.
— Cierto, no te lo he dicho. Perdón por eso. Me llamo Layla. ¿Y tú? —, dijo Layla, con una risa y un guiño.
— Nathan —, dijo Nathan, mirando su celular.
—¿Entonces?... ¿Quieres ir conmigo? —, dijo Layla, deteniendo su paso.
Nathan, un poco indeciso, termina aceptando la invitación. Ambos se dirigen a un café que se encontraba cerca de allí. Al llegar, se acomodan en una de las mesas libres. En ese momento, el mesero se les acerca para pedir su orden. Estuvieron conversando durante dos horas, hasta que uno de ellos se percata de que comenzó a llover.
Al ver que la lluvia era bastante fuerte, deciden posponer su charla. Pagan ambos la cuenta y al salir, los dos se apresuran a cubrirse bajo el techo de la parada del bus.
—Bueno, ya me voy yendo —, dijo Nathan, mirando la hora en su celular.
—En ese caso, voy contigo —, dijo Layla, con voz dulce y una mirada fija.
—¡¿Qué?!, —, dijo Nathan, sorprendido.
—Sí, es que no debe haber nadie en mi casa, y sería aburrido volver ahora —, dijo Layla, jugando con sus dedos y mirando al suelo.
—... Nos conocimos hoy —, dijo Nathan, riendo con nervios.
—No te preocupes... A mí no me molesta —, dijo Layla, con un guiño.
—... Eres un poco rara —, dijo Nathan, volviendo a ver la hora en su celular.
—Vamos, no seas así, no te voy a hacer nada, ja, ja, ja —, dijo Layla, jugando con su pelo.
—No creas que soy ese tipo de chico —, dijo Nathan, indiferente.
—Sé que me quieres decir algo, pero no sé qué es... —, dijo Layla, entrecerrando los ojos.
En ese momento, el autobús llega a la parada. Despidiéndose, Nathan lo toma, pero se da cuenta de que Layla hace lo mismo. Aunque no le dio importancia, solo se limitó a tomar un asiento.
Al llegar a su destino, Nathan baja del autobús y mirando de reojo se da cuenta de que Layla también bajó con él.
—Vete a tu casa —, dijo Nathan, indiferente.
—No quiero —, dijo Layla, con seguridad.
—Vete a tu casa —, repitió Nathan, con tono molesto.
—No quiero —, aclaró Layla.
—Haz lo que quieras —, dijo Nathan, dándose la vuelta para seguir con su camino.
Cuando llegó a su casa, procedió a sacar la llave de su bolsillo para abrir la puerta. Secó sus zapatos en la entrada y, al dar unos pasos hacia adentro, por mera curiosidad, volvió la mirada hacia atrás, llevándose una gran sorpresa: Layla lo había seguido hasta su casa.
—¿Qué haces aquí? —dijo Nathan, confundido y un poco molesto.
—Tengo mucho frío —respondió Layla, con una mirada fija.
—Tus necesidades no son mi problema —dijo Nathan, cerrando la puerta de a poco. Ya dentro de la casa, se cambió la ropa mojada y se acomodó en el sofá.
La lluvia ya había parado. Mientras tanto, la madre y la hermana de Nathan llegaban de hacer las compras. Cuando se acercaron a la puerta, con sorpresa vieron a Layla, quien se encontraba sentada en la escalera mirando su celular.
—¿Hola? — dijo Sharon, extrañada.
—Hola, ¿cómo están? —respondió Layla, con una sonrisa y poniéndose de pie.
—¿Quién eres? —preguntó la madre, también extrañada.
—Me llamo Layla, soy la amiga de Nathan. Mucho gusto —respondió Layla, guardando su celular.
—¿Y por qué estás aquí afuera? —dijo la madre, acomodando las bolsas en la entrada.
—Nathan dijo que iba a ir por algo, por lo que estoy esperando a que vuelva —respondió Layla, con una sonrisa.
—Hace mucho frío para que estés afuera —dijo Sharon, abriendo la puerta para entrar las bolsas.
—Entra, puedes enfermarte si te quedas aquí afuera — dijo la madre.
—No puedo creer que mi hermano te haya dejado afuera esperando — dijo Sharon, indignada.
Después de entrar, las tres se dirigieron al comedor. Una vez allí, pudieron ver a Nathan sentado en la sala de estar.
—¡Nathan, ven aquí rápido! — dijo la madre, molesta.
Con un rostro confundido, Nathan se dirigió hacia el comedor, donde se encontró cara a cara con Layla, quien, con una mirada muy molesta, se mantenía tranquila.
—Hijo, ¿qué significa todo esto? — preguntó la madre, muy molesta.
...
—Sharon, ¿puedes prestarle algo de tu ropa a Layla para que se cambie? —dijo la madre con una sonrisa.
—Claro, no hay problema —dijo Sharon, tomando la mano de Layla—. Ven, te llevaré a mi cuarto, ahí podrás cambiarte —añadió Sharon, con una sonrisa.
Layla, acompañada por Sharon, fue dirigida a su cuarto para poder cambiarse. En cambio, Nathan y su madre se encontraban hablando con seriedad en el comedor.
—¿Por qué tu amiga estaba afuera en el frío, bajo la lluvia, y tú aquí adentro sentado viendo la televisión? —preguntó la madre, muy molesta.
—Mamá, no es nada de lo que estás pensando —respondió Nathan, tranquilo, tomando las bolsas del mercado.
—¿Entonces qué es lo que tengo que pensar? —preguntó la madre, también tomando las bolsas del mercado.
—No te preocupes, no es nada importante —respondió Nathan, guardando los víveres.
—¿Estás bromeando conmigo? —preguntó la madre, con una mirada seria.
Después de unos minutos, Sharon junto a Layla bajan hacia el comedor.
—Ahora vas a estar más cómoda —dijo Sharon, observando a Layla.
—Muchas gracias —dijo Layla, con una sonrisa.
Nathan, sin explicación alguna, tomó de la mano a Layla y se la llevó a su cuarto. Ya en la habitación, Nathan cerró la puerta para luego acostarse en la cama.
—¿Qué quieres? ¿No te dije que te fueras a tu casa? —dijo Nathan, con un suspiro.
Con una actitud tranquila y una mirada triste, Layla se sentó en la esquina de la cama.
—Solo quería agradecerte por lo de la otra vez —dijo Layla, con un tono dulce.
—¿A qué te refieres? Ya lo hiciste. No es necesario que me agradezcas el haberle roto la muñeca —dijo Nathan, tomando su celular.
—Eso no, me refiero a cuando me salvaste del auto —dijo Layla.
—¿De qué estás hablando? Pero... —dijo Nathan, soltando su celular para mirar a Layla—. Espera, entonces... ¿Estás diciendo que esa chica eres tú? —dijo Nathan, con desconcierto.
—Exactamente, era yo. Perdón si no te di las gracias en ese momento —dijo Layla, poniéndose de pie.
—No importa, pero... ¿Por qué no me lo dijiste antes? —dijo Nathan, muy confundido.
—Es que se me había olvidado por completo —dijo Layla, riendo.
—Eso no tiene sentido. Pero ¿Por qué corrías? —preguntó Nathan, levantándose de la cama.
—Por ahora no puedo decírtelo —respondió Layla.
—¿Cómo que no puedes decírmelo? —dijo Nathan, aún más confundido.
—Es que no puedo —dijo Layla.
—Pero ¿Por qué no puedes? —repitió Nathan, muy curioso, acercándose a Layla.
—Porque no, además no necesitas saberlo —aclaró Layla, tirando a Nathan contra la cama al mismo tiempo que se sube encima de él.
—Espera, ¿Qué estás haciendo? —dijo Nathan, sorprendido.
—Dije que tenía que agradecerte, y creo que esta es una buena manera de hacerlo —dijo Layla, sujetando los brazos de Nathan.
—Sí, está bien, pero creo que hay mejores formas que esta..., esto es demasiado —dijo Nathan, muy nervioso.
—Tienes razón, aunque a mí me gusta más esta. Tranquilo, solo relájate —dijo Layla, acercando su rostro al de Nathan.
Layla le dio un beso en la boca a Nathan. Después de unos segundos despegó sus labios de los de Nathan.
—No puedo creer que esto esté pasando —dijo Nathan, atónito.
—Solo disfruta del momento y de mí —dijo Layla, besando el cuello de Nathan.
—Puedes bajarte de encima mío, no me estoy sintiendo bien —dijo Nathan, muy mareado.
—Lo siento, tenía que hacerlo —dijo Layla, bajándose de Nathan.
—¿Hacer qué? —dijo Nathan, intentando levantarse, pero se da cuenta de que no puede hacerlo, y con cada movimiento que hacía se siente aún más mareado.
—... No puedo... —dijo Nathan, aún más mareado.
—Perdóname —dijo Layla, mientras Nathan quedaba totalmente inconsciente.
Al día siguiente, la madre de Nathan golpea la puerta de la habitación.
—Hijo, levántate a desayunar —dijo la madre.
Nathan se despierta con un ligero dolor de cabeza, intenta levantarse, pero no puede debido a que su cuerpo está entumecido.
—No puedo moverme, me duele todo el cuerpo —dijo Nathan, dejándose caer en la cama.
Cuando intenta levantarse otra vez, se percata de que a su lado está el libro que había traído de la biblioteca.
—¿Por qué está aquí?..., no recuerdo nada, ¿qué fue lo que pasó? —dijo Nathan, desconcertado tocándose la cabeza.
Nathan toma el libro al mismo tiempo que intenta ponerse de pie. Al lograrlo, se dirige a su escritorio dejando el libro allí, se sienta en la silla y comienza a observar el libro. En eso, una pequeña hoja cae del libro, la cual decía: "Como disculpa, por lo último abrí el libro por ti".
—¿Qué? —dijo Nathan, muy confundido elevándose del escritorio. —El dolor se fue —dijo Nathan, con un suspiro de alivio.
Al estar observando la pequeña hoja, se da cuenta de que al reverso, éste tiene grabada una palabra: "για να ανοίξω". Supo que era una palabra griega, ya que de chico le gustaba esta cultura. Entre sus libros, sacó uno que decía "Diccionario griego - español". Con curiosidad, comenzó a buscar la frase. Luego de unos minutos, logró encontrarla.
—Acá está, se escribe de esta manera y se pronuncia "gia na anoíxo" —dijo Nathan, observando la frase. En ese instante, el libro se abre, seguido de una luz brillante que iluminaba toda la habitación.
—¿De dónde salió toda esta luz? —dijo Nathan, sorprendido sin poder ver nada debido a la fuerte luz.
En una de las páginas del libro empieza a formarse un agujero negro, el cual absorbe todo a su alrededor. Nathan intenta salir de la habitación, pero el agujero negro es demasiado fuerte.
—¡¿Ayuda, socorro!, ¡¿Qué está pasando?! —, dijo Nathan, agarrándose del escritorio.
Sin mucha dificultad, es absorbido por el libro, el cual desaparece sin dejar rastros. Cuando abre los ojos, se ve cayendo desde las alturas hacia un bosque.
—Dios mío, ¿qué está pasando? —, dijo Nathan, aterrado y convencido de su inminente muerte.
A unos 50 metros de tocar el suelo, se desmaya y todo se oscurece. Después de unas cuantas horas, despierta totalmente asustado sin saber dónde estaba.
—¿Estoy vivo? Si hace un montón estaba cayendo desde lo más alto —, dijo Nathan, alterado y sorprendido.
Después de tomarse un tiempo para calmarse y asimilar lo que estaba pasando, comenzó a recorrer los alrededores del lugar encontrándose con árboles, vegetación y demás. Este parecía un bosque desolado.
Siguió caminando durante unas cuantas horas sin encontrar nada. Se detuvo a descansar unos minutos y siguió buscando algún tipo de salida de aquel inmenso bosque. Al llegar a un cierto lugar, sintió que estaba caminando en círculos, por lo que decidió marcar cada árbol por el que pasara. Más adelante encontraría una pequeña cascada, donde se detuvo a descansar y aprovechó para beber un poco de agua.
—No parece tener ninguna abertura. Estuve caminando por horas y solo he visto árboles. Tengo suerte de haber encontrado un poco de agua, estaba muriéndome de sed. Sigo sin poder entender lo que está pasando..., bueno, eso ya no importa. Tengo que hallar alguna salida antes de que oscurezca —dijo Nathan, poniéndose en marcha.
Cruzando la pequeña cascada, nota que a lo lejos hay una especie de túnel o camino, el cual está rodeado por árboles, plantas, entre otras cosas. Sin pensarlo mucho, Nathan se dirige hasta el lugar. Recorriendo el túnel, observa aquel hermoso paisaje que lo rodea. Al llegar al final, se topa con un campo abierto que en su centro tenía un pequeño lago. Nathan comenzó a rodearlo cuando se percata de una chica de estatura media con pelo blanco que iba cruzando el pequeño lago. Nathan observó a la chica hasta que se adentró en el bosque. No lo dudó y comenzó a seguirla.
—¡Oye!, ¡Detente! —dijo Nathan, trotando hacia ella.
La chica solo seguía caminando, por allá de unos pocos metros. Nathan estaba por alcanzarla cuando, de repente, la chica se percata de que la estaban siguiendo y sin explicación, comenzó a ir en dirección a él.
—Disculpa, necesito que me ayudes —dijo Nathan, mientras nota que la chica desaparece en los árboles. —¿Dónde está?.
En ese momento, la chica aparece a un costado y sin dudar, lo ataca, pero Nathan lo esquiva.
—¿Pero qué te pasa?, ¿Por qué me atacas? —dijo Nathan, sorprendido y confundido.
—Deja de seguirme —dijo la chica, apuntándole con un hacha.
La chica, sin decir nada más, siguió caminando en dirección opuesta al lago, seguida de Nathan. A unos metros, la chica se detiene y se esconde tras un árbol.
—Hey, escúchame, necesito preguntarte algo —dijo Nathan.
—¿Tú otra vez?, te dije que no me siguieras, vete de aquí si no quieres morir —dijo la chica, en voz baja.
—¿Morir?, ¿Qué quieres decir con morir?..., no importa, necesito que me digas cómo salir de este bosque —dijo Nathan.
En ese momento, se escucha un fuerte rugido que provenía desde dentro del bosque.
—¿Qué fue ese ruido? —dijo Nathan, asustado.
—Idiota, escóndete —dijo la chica, con una mirada seria.
Haciéndole caso, Nathan se esconde tras un árbol. Al mirar a su alrededor, ve cómo en un sector, los arbustos se mueven con fuerza. En ese momento, de aquellos arbustos, se deja ver un tigre blanco.
—¿Un tigre? —dijo Nathan, sorprendido.
El tigre comenzó a acercarse hacia donde ellos estaban, y a cada paso que daba, este iba aumentando su tamaño más y más. La chica decidió salir de su escondite y poniéndose al frente del enorme tigre, al mismo tiempo que este se contraía en forma de amenaza.
Nathan solo observaba inmóvil sin poder creer lo que estaba viendo. El tigre se abalanzó para atacar a la chica, pero ella esquivó el ataque y contraatacó con un golpe de puño en el hocico, haciéndolo retroceder.
—No puedo creer lo que estoy viendo —, dijo Nathan, asustado y sorprendido.
Intentando no hacer mucho ruido, Plasmado comienza a caminar para salir del lugar: en eso se tropieza, generando un fuerte ruido. El tigre se percata de su presencia, soltando un rugido; la chica reacciona dándole un fuerte golpe, mandándolo a volar, salta hacia arriba y le da una gran patada haciéndolo caer contra el suelo, provocando un estruendo que hace que el lugar se derrumbe; tanto Nathan, la chica, y el enorme tigre caen al vacío.
Entre escombros, Nathan permanece ileso. Poniéndose de pie, comienza a observar el lugar, y entre tanto polvo da con el agujero por donde había caído. Buscando, se tropieza con lo que parecía una pequeña puerta: estaba incrustada en el suelo de la cueva. Curioso, intenta abrirla, y con un gran forcejeo logra dar con ella. Metiendo la mano dentro de aquel pozo, da con una extraña espada.
"¿Una espada?", dijo Nathan, observando la espada sorprendido.
Volvió a ver a su alrededor y dio con la chica desconocida. Corrió hacia ella y vio que se encontraba inconsciente, por lo que aceleró el paso. Intentó despertarla, pero en ese mismo momento, el tigre salió de entre los escombros. Con gran furia, se dirigió a atacar a Nathan, quien reaccionó rápido sacando la espada de su funda para defenderse. Cuando el tigre dio un gran salto para atacarlo, logró que la espada diera contra el pecho del animal, matándolo en el acto. El tigre cayó en seco y volvió a su tamaño normal mientras se desvanecía en el aire.
Nathan puso a la chica en su hombro, pero no pasó más de 1 minuto para que ella recobrara la conciencia.
—Dime, ¿te encuentras bien? —dijo Nathan, bajándola de su hombro.
La chica lo observó y vio que él sostenía una espada. Con una mirada de sorpresa, ella le dio un golpe en el brazo izquierdo, haciendo que Nathan saliera disparado contra la pared de la cueva, dejándolo inconsciente. La chica agarró la espada, pero esta la electrocutó, tirándola al suelo.
—Con que de eso se trata, sabía que no me equivocaba. Cuando llegue, verán quién soy —dijo la chica, enojada, golpeando el piso con su pie.
Cortando un pedazo de su ropa, sujetó la espada y le puso su funda. Después de unos minutos, la chica fue por Nathan, lo agarró de los pies y se lo llevó consigo.
Luego de caminar una hora, llegaron a una pequeña cabaña en el bosque, a la cual entraron.
...
Entrando en la cabaña, la chica deja su hacha en la puerta. Luego acuesta a Nathan en una de las camas de la habitación principal y coloca la espada que traía sobre un mueble que había allí.
—Estoy muy cansada..., necesito comer algo. No pensé que sería tan complicado. Ese estúpido animal lo arruinó todo. Solo tengo que descansar y estaré como nueva —, dijo la chica, con un suspiro de alivio, sentándose en un sofá.
En ese momento, una chica rubia entra a la casa.
—¡Nistrid, has vuelto! —, dijo la chica rubia, contenta. —Ven por favor, necesito que me ayudes a entrar las compras.
—Justo cuando me había puesto tan cómoda, Luna; espero que hayas traído algo para comer —, dijo Nistrid, descontenta. Entonces, entran las cosas que Luna había traído.
—No sabía que ibas a estar aquí tan pronto. Compré algunas frutas... Me dijeron en el pueblo que está empezando a haber escasez de frutas y verduras. En este momento, están armando una gran protesta para poder hablar con mi padre sobre el tema —, dijo Luna, preocupada.
—Tu padre la tiene complicada —, dijo Nistrid, riendo.
—No te rías. Mi padre pone todo su empeño en satisfacer los caprichos del pueblo. Además, tiene cosas más importantes que hacer. No puede estar preocupándose por esas ridículas protestas —, dijo Luna, enojada.
—Entiendo tu punto de vista, pero el pueblo es el pueblo y con palabras no vas a callarlos. Protestan porque quieren acciones —, dijo Nistrid, tomando una de las manzanas de la canasta.
—Eso ya no importa... ¿Cómo te fue en tu viaje? Te fuiste tan pronto que no pude despedirme —, dijo Luna, disgustada.
—Cierto, me olvidé por completo... Necesito que hagas algo por mí —, dijo Nistrid, llevando a Luna a la habitación principal. Al llegar a la habitación, Luna ve a Nathan acostado en la cama.
—¿Quién es este muchacho? —, dijo Luna, sorprendida.
—Me lo encontré en el bosque —, dijo Nistrid, sentándose en un sofá de la habitación.
—Está todo lastimado y tiene el brazo izquierdo roto. ¿Qué fue lo que te pasó? —dijo Luna, observando a Nathan.
—Tenías razón sobre la Infinitumora —dijo Nistrid con tono serio y una mirada fija.
—¿La encontraste? —preguntó Luna, muy curiosa.
—No exactamente..., fue él quien la encontró —dijo Nistrid, estirando los brazos.
Mientras Nistrid contaba lo sucedido en el bosque, Luna preparaba algunos ungüentos para curar las heridas de Nathan. Luego de un tiempo, este comenzó a despertar.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Luna, poniéndole un trapo húmedo en la frente.
—¿Qué pasó? —preguntó Nathan, desorientado.
—Tranquilo, ya estás bien. Tenías unas cuantas heridas más un brazo roto, pero ya me encargué de eso. Así que ahora solo descansa —dijo Luna.
—¿Cómo te llamas? —preguntó Luna con una sonrisa.
—Nathan Pearson —respondió Nathan sin balbucear.
—Nunca había oído un nombre así. ¿Y de dónde eres? —dijo Luna.
—Villa de Vallescas —dijo Nathan.
—No los conozco. ¿Hay un lugar llamado Celez? —dijo Luna, desconcertada.
—¿Celez? ¿Qué es eso? No entiendo —dijo Nathan, desorientado.
—A ver, Celez es el reino en el cual te encuentras, específicamente en la región de Einberg —dijo Luna.
—¿Reino, región, Einberg? No entiendo lo que está diciendo —dijo Nathan, desconcertado, recostándose contra la cama. En ese momento se percata de la presencia de Nistrid.
—Eres la chica del bosque... —dijo Nathan.
—Su nombre es Nistrid. Ella fue la que te trajo aquí para que te curaras —dijo Luna, riendo.
—¡Recuerdo que había un tigre enorme! —dijo Nathan, alterado, agarrándose la cabeza.
—Tranquilo, todo eso ya pasó. No tienes de qué preocuparte —dijo Luna, tomando los ungüentos.
—¿De dónde eres? ¿Y qué es lo que hacías en ese bosque? —preguntó Nistrid, mirando fijamente los ojos de Nathan.
—Ya se los dije. No estoy seguro de cómo terminé aquí. Solo recuerdo que estaba cayendo del cielo, terminando en el interior de ese bosque —respondió Nathan.
Nistrid y Luna se miraron entre sí muy sorprendidas.
—¿Dónde encontraste la espada Infinitumora? ¿Cómo hiciste para empuñarla? —preguntó Nistrid, tomando la espada del mueble.
—¡¿En verdad es la espada Infinitumora?! —preguntó Luna, muy sorprendida.
—La espada lleva consigo una marca de maldición, de no ser por tu conjuro de protección, ya estaría muerta —dijo Nistrid.
—No puedo creerlo —dijo Luna.
—Vamos, ¿cómo lo hiciste? —volvió a preguntar Nistrid, mirando fijamente a Nathan.
—No entiendo nada de lo que están diciendo, ¿qué lugar es este? —dijo Nathan, desorientado y confundido.
—Deberías llevarlo con mi padre, él sabrá qué hacer —dijo Luna.
—Es justo lo que iba a hacer, pero tú también irás conmigo —dijo Nistrid, levantándose del sofá.
—Tenemos que tener cuidado, ya que no sabemos de dónde viene. Mi padre podría tomarlo como alguien hostil —dijo Luna, preocupada mientras ayudaba a Nathan a levantarse de la cama.
—¿Qué quieres decir con eso? —dijo Nathan, confundido y un poco asustado.
—No te preocupes, iremos con mi padre. Él sabrá qué hacer contigo —dijo Luna, con una sonrisa.
Todos juntos se preparan para ir al pueblo. Luego de unos minutos, entran al pueblo; donde se topan con los guardias que custodian la entrada principal: una gran muralla hecha de piedra con una gran puerta de madera en el centro.
—Queremos hablar con mi padre, tenemos algo importante que informarle —dijo Luna.
—Se lo haremos saber inmediatamente —dijeron los guardias abriendo las puertas.
Ya caminando por el pueblo, Nathan observa sin poder dar una explicación a lo que sus ojos veían: se podía apreciar a mucha gente en el pueblo, cada uno con diferentes edades. Se les veía jugando, bailando entre otras actividades.
Al seguir caminando por el pueblo, se va encontrando con diferentes cosas, dejándolo asombrado y sin palabras. En eso ve a lo lejos a dos hombres que se estaban enfrentando en combate: apuesta, dinero, cerveza, pelea, ganar y respeto son las palabras que más destacaban en ese enfrentamiento.
Después de una larga caminata, llegan a la calle principal, donde se estaba llevando a cabo aquella revuelta que generaba desorden y bullicio: los manifestantes protestaban por la falta de ganado y la escasez de cultivos. Los soldados de antes regresan para avisarles que "Lord Ivar" solicitaba verlos. Cuando llegan al salón principal, se encuentran con Lord Ivar, acompañado por su mano derecha, el consejero Sigfrid, y su fiel general Runa.
—Veo que ya has vuelto de tu viaje. Cuéntame, ¿pudiste completar tu misión? —dijo Lord Ivar, tomando una copa de vino.
—Señor, la misión fue completada con éxito —dijo Nistrid, con firmeza poniendo sus brazos en la espalda.
—¿La encontraste? —preguntó Lord Ivar, con un tono serio.
—Sí, señor, pero no fui yo quien la encontró —dijo Nistrid.
—¿A qué te refieres?..., ¿quién es el muchacho que nos acompaña? —preguntó Lord Ivar, observando a Nathan con curiosidad.
—Él fue quien la encontró —dijo Nistrid.
—Mi nombre es Nathan Pearson —dijo Nathan, muy nervioso.
—¿Nathan Pearson?, jamás había escuchado un nombre así —dijo Lord Ivar, sorprendido.
—Padre, este muchacho es extranjero, me temo que se encuentra perdido. Lo he revisado y no presenta signos de pertenecer a ninguna de las grandes familias de Celez; tampoco parece ser de alguna otra familia.
—¿Extranjero dices?..., mira, eso no me interesa, quiero ver la espada —dijo Lord Ivar, ansioso.
Nistrid le pide a Luna que le entregue la espada. Esta estaba envuelta con un pedazo de prenda. Sin mucha espera, se la entrega a uno de los soldados.
—Soldado, quítele la prenda y tráigame la espada —, dijo Lord Ivar.
El soldado tomó la espada y le quitó la prenda. Instantáneamente, la espada emitió una descarga eléctrica que electrocutó al soldado, haciéndolo caer inconsciente mientras soltaba la espada.
—¿Qué significa esto? —, preguntó Lord Ivar, sorprendido.
Los soldados que se encontraban alrededor socorrieron a su compañero, sacándolo del lugar.
—Es la marca de maldición de la Infinitumora —, dijo Nistrid.
—¿Por qué no lo dijiste antes? ¿Ibas a entregarme la espada teniendo encima la maldición? —, dijo Lord Ivar, muy enojado.
—¿Por qué dice eso? Lo hice a propósito, para que viera lo que me hubiera pasado si yo tocaba la espada al encontrarla. Usted me mandó a buscarla sin ningún tipo de protección mágica. Antes le dejé bien en claro que esa arma está maldita, y no me hizo caso, diciendo que era imposible, que eso no sucedería. Aún sabiendo que podía pasar, no lo hizo. Suerte que Luna es una experta maga e hizo un conjuro de protección por si las dudas. Gracias a eso, pude saber que la espada traía consigo una maldición de muerte —, dijo Nistrid, gritando con total enojo.
—¿Cómo te atreves a dirigirte de esa manera a Lord Ivar? —, dijo el general Runa, gritando y muy enojado con la actitud de Nistrid.
—¡Basta! Tranquilo general, no tiene por qué exaltarse —, dijo Lord Ivar, calmando al general.
—¿Cómo fue que diste con la espada? —, preguntó Sigfrid, mirando a Nathan.
Nistrid dio un paso al frente y explicó todo lo sucedido hasta ahora.
—Lo que dices carece de completa lógica. ¿Cómo quieres que creamos lo que dices? —, dijo Sigfrid, confundido.
—Sé bien lo que dije, pero no quita el hecho de que sí puede blandirla —, dijo Nistrid.
—No puedo creer lo que estoy escuchando. Es una completa locura. Te mandé a hacer una misión importante y vienes con estas tonterías. Está bien, demuéstralo —, dijo Lord Ivar, desconfiado.
Nistrid mira fijamente a Lord Ivar, luego le pide a Nathan que levante la espada del suelo. Temeroso, la levantó y la desenfundó sin ningún tipo de problema, dejando a todos sin palabras.
—¿Cómo? — dijo la gente del lugar, sorprendida.
—Es increíble lo que estoy viendo..., esto necesita ser aclarado; vayan y traigan al brujo, pero rápido — dijo Lord Ivar dando la orden a los soldados.
—¿El brujo? — preguntó Nathan, muy confundido.
—Viggo es el brujo del pueblo, un anciano con bastante mal genio — dijo Luna.
Los soldados van con el brujo, y después de unos cuantos minutos dan con el lugar donde aquel se encontraba. Empezaron a recorrer el lugar buscando al brujo, pero no lograban dar con él.
—¡Oye!, monstruo, ¡saca tu fea cara a la vista! — dijo uno de los soldados en tono burlesco.
De repente, una niebla oscura en forma de remolino hace aparecer una entidad de aspecto espectral, la cual con la misma niebla empieza ahorcar al soldado.
—Ya suéltalo, si es que no quieres morir — dijo el capitán de escuadrón, sacando su espada.
—Si aprecian sus miserables vidas, les aconsejo que no vuelvan a llamarme monstruo — dijo el brujo con voz gruesa, mientras soltaba al soldado.
—Mons... ; quiero decir, señor Viggo, Lord Ivar solicita su presencia en el salón principal — dijo el capitán de escuadrón, guardando su espada.
—¿El amo Ivar necesita mi ayuda? Ha pasado mucho tiempo, no sé qué decir. Admito que estoy un poco emocionado. ¿De qué trata el asunto? — preguntó el brujo Viggo.
—Es sobre un extranjero que llegó en la mañana. Por ahora solo puedo decirle eso. Lord Ivar le dirá el resto — dijo el capitán de escuadrón.
—Con que un extranjero, ya veo... Entonces no hagamos esperar al amo y vayamos rápido al salón principal — dijo el brujo Viggo, emocionado.
Los soldados, junto al brujo, volvieron a la aldea. Al estar caminando por las calles, se empezaron a escuchar susurros debido a la llegada del brujo al pueblo. Este no tenía una buena reputación, por lo cual no pasó mucho tiempo para que la gente empezara a abuchearlo. Pero el brujo no hizo caso de ello y siguió con su camino. Los soldados, en todo momento, lo protegían de los aldeanos agresivos. Después de un largo camino, los soldados, junto al brujo, llegaron al salón real. Éstos escoltaron hasta donde se encontraba Lord Ivar.
—Viggo, mi viejo amigo, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te vi —dijo Lord Ivar, riendo.
—Es un placer volver a servirle de nuevo. Dígame, ¿qué necesita de mí? —dijo el Brujo Viggo, con un tono tranquilo.
—¿Qué hace esta peste aquí?... Esta escoria es un total peligro para nuestra aldea. No debería estar pisando nuestro suelo —dijo Nistrid, enojada, escupiendo en el suelo.
—Pero qué tenemos aquí, es nada más que la hija de Lord Esben. Has crecido bastante; seguramente tu difunto padre está contento de que su hija esté tan saludable —dijo el Brujo Viggo, riendo con un tono sarcástico.
—No te atrevas a hablar de mi padre. Tú no sabes nada de él, repugnante asesino —exclamó Nistrid, muy enojada.
—Creo que escucho la voz de Lord Esben. Me dice que se siente triste por no poder ver a su pequeña e ingenua hija crecer —dijo el Brujo Viggo, en tono burlesco.
—¡Estás muerto! —dijo Nistrid, tirándose contra el brujo.
—¡Ya basta, Nistrid! Estás agotando mi paciencia. Te calmas o te saco a la fuerza de este salón —dijo Lord Ivar, enojado, poniéndose de pie.
Sin decir ninguna palabra, Nistrid sale del salón principal muy enojada.
—Y tú, ahórrate tus palabras si es que no quieres morir. ¡¿Me escuchaste?! —dijo Lord Ivar, apuntando con el dedo al brujo.
—Le pido disculpas. Admito que me salí de mí, pero no volverá a pasar —dijo el Brujo Viggo, agachando la cabeza en forma de disculpa.
Lord Ivar le explica a Nathan lo que Nistrid le contó. Nathan, quien se encontraba confundido, también cuenta lo que le sucedió. Finalizada la explicación, el brujo con toda confianza se acerca a él.
—Tienes una energía que no había sentido desde hace mucho tiempo. Es impresionante que este tipo de energía siga existiendo, más aún después de la “Guerra de los 7 Caminos" —dijo el Brujo Viggo, mientras caminaba alrededor de Nathan.
—Sigo sin entender todo lo que está pasando —dijo Nathan, nervioso y asustado.
—Viggo nos ayudará a saber la verdad sobre ti. Necesito que le cuentes sobre tu llegada con más detalle —dijo Lord Ivar.
Con nervios, Nathan les cuenta sobre su llegada: cómo un libro lo absorbió para luego caer del cielo hacia un inmenso bosque, les platicó sobre su encuentro con Nistrid y cómo había encontrado la espada en aquella cueva. Con la misma espada logró asesinar al Rey Blanco.
Todos los presentes se quedaron con la boca abierta con el relato de Nathan.
—Interesante, muy interesante. No es para nada común lo que dices. Cualquiera creería que estás loco, pero en este caso puedo dar fe de que lo que dices es cierto. En el extenso continuo espacio tiempo, podemos llegar a encontrar anomalías, las cuales producen pequeñas aberturas en la realidad, conocidas como dimensiones. Doy por hecho que los números de dimensiones están fuera de nuestra comprensión, pero esta puede ser manipulada por aquel que sea capaz de comprender sus complejos manejos de realidad —dijo el brujo Viggo, mientras rodeaba a Nathan con una niebla de color azul que salía de su boca.
—¿Estás diciéndonos que alguien manipuló su llegada a este lugar? —dijo Sigfrid, sorprendido.
—No necesariamente. Verán, el espacio tiempo tiene diferentes tipos de etapas, cada una de ellas se manifiesta de diferentes maneras, ya sea a voluntad o autónoma. En este caso, el muchacho afirma que un libro se lo tragó. Es obvio que usaron el libro como un medio para poder tener contacto con nuestra realidad. Quien haya sido, tiene un gran conocimiento en el campo interdimensional, es decir, que podría ser un usuario de “Magia Neutral" —dijo el brujo Viggo, pasando un trapo mojado con un líquido violeta por la piel de Neithan.
—Comprendo lo que dices, pero es algo increíble. No puedo darme una respuesta sobre ello —dijo Lord Ivar, sorprendido.
—No lo culpo, amigo. Tampoco puedo darme una respuesta —dijo el Brujo Viggo.
—Ahora que lo recuerdo, el libro se cayó sobre mi cabeza. Fue cuando estaba en la biblioteca de mi escuela —dijo Neithan, impactado.
—Coincidencia, no lo creo. Cuando se trata de espacio tiempo, las coincidencias no existen. Todas las acciones que vinculan a esta siempre están pre-escritas —dijo el Brujo Viggo, tirando un humo verde sobre Nathan.
—¿Podemos afirmar que alguien usó el libro como medio? En ese caso, ese alguien quería que el chico llegara a este lugar —dijo el general Runa.
—Podemos dar por hecho que su llegada a nuestra dimensión no es una coincidencia, sino una realidad —dijo el Brujo Viggo.
—Digamos que tenemos resuelto cómo llegó, pero todavía nos queda saber: ¿cómo pudo empuñar la espada? —dijo Lord Ivar, curioso.
—Conozco la espada. Sé que lleva un sello de sangre. Consiste en que aquel objeto marcado solo podrá ser manipulado por la persona que puso el sello o por aquel que lleve su misma sangre. De lo contrario, cualquier ser vivo ajeno a su sangre correrá con la desgracia de morir por la maldición —dijo el Brujo Viggo.
—¿Qué estás diciendo? —dijo Lord Ivar, muy confundido.
—Cuando vi al chico por primera vez, pude sentir su energía vital. Déjeme decirle que hace mucho tiempo que no sentía un aura de esa magnitud. Su aura es muy similar a la del antiguo Rey Enzo —dijo el brujo Viggo.
—¿El Rey Enzo reencarnó en el muchacho? —dijo Sigfrid, riendo.
—Podría ser posible —dijo el brujo Viggo.
—¿No estarás hablando en serio? Suena ridículo. ¿Qué tiene que ver eso con la espada? —dijo Lord Ivar, confundido.
—Sabemos que la Infinitumora le perteneció al fundador de Celez, al Rey Adrián. A través de la historia, humanos, semihumanos, bestias, demonios y ángeles querían poseerla, pero solo puede ser manipulada por su dueño o por sus descendientes. El Rey Enzo es descendiente directo del Rey Adrián. Él puede manipular la espada. Y el chico tiene su misma aura. Pero con tener su misma aura no sirve, necesita tener la sangre real —dijo el brujo Viggo.
—¿Hay alguna forma de saber si trae la sangre real? —preguntó Lord Ivar.
—Si me da una hora, tendré los resultados listos para usted —dijo el brujo Viggo.
—De acuerdo, comienza lo antes posible —dijo Lord Ivar, mientras se retiraba del salón principal.
Nathan se despide de Luna y, junto al brujo, se pasan a una habitación donde van a llevar a cabo el trabajo que Lord Ivar dejó asignado para ellos.
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