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Sólo Quiero Justicia

1: "Dulce hogar"

Mi nombre es Sol Lucenzi y tengo 25 años. Me separé del padre de mis hijos hace dos años y desde ese momento no quise volver a formar pareja. Perdí la total confianza en los hombres. Recibía mucho maltrato físico, psicológico y sexual. Las peores torturas viví. Él era una persona adicta a las drogas y me obligaba todos los días a satisfacerlo en la cama cuando ya ni siquiera quería tenerlo cerca y ni recibir sus besos. Me trataba como un pedazo de carne. Odiaba eso porque, había dejado de "tratarme con cariño" desde hacía mucho tiempo. No me ayudaba en la casa con los quehaceres, siempre cocinaba y lavaba todo yo, parecía una sirvienta esclavizada en vez de... una ama de casa "con todas las letras". Pero, él siempre se quejaba por todo por más que hiciera las cosas. Nunca estaba conforme con nada, para todo tenía un "pero" o me juzgaba.

Volví a vivir con mi papá. Si no lo hubiera llamado por teléfono, aquella tarde durante la siesta, no habría vivido para contarlo.

El día antes de irme, durante la madrugada, él me golpeó y torturó hasta violarme. Intenté defenderme, también lo golpeé y rasguñé en su brazo haciéndolo sangrar. Pero... todo fue en vano. Al otro día, estuvo a punto de asesinarme con un hacha (gracias a Dios, en ese momento, mi hijo estaba en el jardín de infantes), me cubrí con los brazos y mi corazón se aceleró del miedo, "hasta acá llegó mi vida", pensé. Pero, dio con esta en la pared, a escasos centímetros de mi cabeza. Estaba paralizada del terror. Luego, sentí un pequeño alivio pero, seguido de un fuerte dolor en el pecho a causa del mismo pánico.

A la tarde, mientras él y la beba dormían la siesta, le pedí a mi hijo que me acompañara hasta la casa de enfrente. Antes de salir le pregunté si quería seguir viviendo aquí o irse a vivir conmigo a otra casa y me respondió que quería irse conmigo. Quiso despertar a su hermanita pero, lo detuve enseguida explicándole que si lo hacía ella lloraría y despertaría a papá. Y no podría llamar al abuelo para que venga a buscarnos. Luego de haberlo llamado con el celular de la vecina, volvimos a casa. Pero, antes de entrar le pedí que por favor no le contara nada a papá y gracias a Dios fue obediente. Nada más quería protegerlos. Al despertar "al innombrable", me preguntó si hacían falta cosas para la casa porque, iría a buscar mercadería a lo de sus abuelos. Le respondí con un sí porque, no había nada. La heladera y la alacena estaban vacías. Fue la excusa perfecta y creíble para poder irme con mis hijos. Una vez que se fue, esperé unos diez minutos por si regresaba "olvidándose algo" y comencé a preparar los bolsos, no llevé mucho pero empaqué lo más importante y necesario para los primeros días. Cuando llegó mi papá, había comprado cadenas y candados para que mi ex no pudiera ingresar de ninguna forma. Me fui sin dejarle ni una explicación. Y así logré irme y cambiar mi vida. Si le hubiera dicho que me iba para no estar nunca más con él, me habría golpeado y seguiría con esa vida miserable. Era una persona muy irracional. Pero, fue injusto tener que irme de mi propia casa. En ese momento me sentí libre pero a la vez, huí como una cobarde.

No quedé bien psicológicamente, tuve que hacer terapia. Le hice una restricción de acercamiento hacia nosotros con ayuda de una abogada que pagó mi padre, todo gracias a él. Tenía miedo de sus amenazas y que lastimara a mis hijos. Ahora, Joaquín tiene 5 años y Zoe 3.

En mi antiguo hogar donde crecí y al que regresé, jamás me faltó un plato de comida, vestimenta y mucho menos educación. "Él" prefería gastarse el dinero (y hasta me robaba) para las drogas y el alcohol antes que en las cosas más importantes. Y no solo por eso le tengo tanto odio.

Hace dos años hice un amigo virtual llamado Oliver Collins (33) que vive en Londres, Reino Unido y hablamos muy a menudo. Sé hablar inglés muy fluido. Me gusta mucho aprender idiomas y con el paso de los años de mucha práctica, mejoré mi habla y escritura. Aunque hay veces que cuando no entiendo tal palabra, la busco en el traductor de Internet.

Hace un año, tomé la decisión de irme de casa y pasar unas tranquilas vacaciones en Bariloche. Vivía a unos pocos kilómetros de la ciudad de Mar del Plata. Me di cuenta hace rato que papá quería estar tranquilo y yo también. Entonces, así decidí que fuera. Además, se entrometía demasiado en mi vida queriendo saber todo: a dónde iba, qué hacía, etc. Pero, también me sentía muy sola y necesitaba compañía. Y no era por culpa de mi padre y mis amigas, sino de lo que yo deseaba "una familia unida" y "cumplir mis sueños". Pero, esa familia que tuve y que por un tiempo me hizo feliz, se derrumbó de la noche a la mañana.

Decidí irme de vacaciones con unos dólares que mantuve guardados desde mi niñez. Nos fuimos con nuestras pertenencias. Nos íbamos a quedar una semana pero, como nos gustó tanto el lugar y la gente, decidí quedarme y no volver. Mis pequeños quedaron fascinados por su naturaleza y con la nieve mucho más porque nunca la habían visto (y ver sus caritas llenas de felicidad es lo que más quiero). Así que busqué un trabajo y lo conseguí.

Alquilo una cabaña acogedora en Villa Catedral, me encanta aunque sea pequeña, no me quejo. Trato de rebuscármelas como pueda. Esta era una de mis metas, vivir en un lugar así rodeada de paz y de la naturaleza. Pero hace un año atrás, pasó algo terrible y esa paz… volvió hace poco.

...

Es jueves 8 de junio del 2017, hora 22:30.

Vivo, aproximadamente a unos 19 km de Bariloche. Absolutamente, todo está repleto de paisajes de ensueño que cualquier persona puede venir a disfrutar y relajarse, rodeado de bosques, montañas y lagos.

Escucho sonar mi celular, es una llamada de mi mejor amiga, Bianca y la atiendo rápido saliendo de la habitación, para no despertar a Zoe. La conocí al poco tiempo que llegué a la ciudad.

-Hola, amiga- le atiendo hablando en voz baja.

-Hola gorda. ¿Cómo estás? ¿Ya están durmiendo tus nenes?-.

-Sí, así es. Acabo de salir del cuarto. ¿Vos, qué hacés? ¿Todo bien?- le respondo volviendo al volumen normal.

-Yo todo bien, todo tranquilo y feliz. Espero no molestarte- me habla con su buen ánimo.

-¡No, para nada! Sabés que no me molestás. Decime-.

-Quería preguntarte si… mañana querés salir a bailar conmigo. ¿Qué decís, podés?-.

-¡Ay, me encantaría! Veo con quién puedo dejar a los nenes y… te aviso-.

-Bueno, dale, espero tu respuesta. Ojalá que puedas. Quiero salir con vos, verte y saber cómo estás. ¡Hace mucho que no te veo! Siempre hablamos por whatsapp pero… no es lo mismo, ¿viste?-.

-Sí es verdad, no es lo mismo. Hace mucho que no nos vemos. Pero te aviso-.

-Dale. Bueno que descanses y saludos a los peques-.

-Gracias, mañana se los daré. Que descanses- y corto la llamada.

Deseo con muchas ganas salir a divertirme con mi amiga. La considero una gran amiga porque, se nota que es muy buena persona. Ojalá Francis pueda cuidarme a los nenes. A ambos los conocí los primeros días que llegué. Nada más, quisiera salir a despejarme aunque sea por unas horas. Me haría muy bien cuando últimamente cargo con demasiado estrés.

Hace cinco meses volví a retomar las clases de Tae Kwon Do, que hice durante unos meses en mi adolescencia. A veces, también salgo a caminar o correr por el bosque cuando no estoy trabajando y cuando mis hijos están en el jardín. Y no me importa si hace frío, no dejo que la nieve y el otoño me detengan. Ya falta poquito para que llegue el crudo invierno aunque, aquí en el suroeste del país parece que siempre llega antes. Hacer ejercicios me ayuda mucho a estar mejor física y psicológicamente. Pero, no sería lo mismo hacerlo en compañía de una amiga o un familiar querido. Estoy acostumbrada a andar sola. Por un lado está bueno, pero con alguien siempre es más divertido.

2: "Un crimen"

Soy una mujer con un físico normal, delgada, mido 1.60, mi tez es clara, mi cabello largo y abundante es oscuro y semi ondulado, mis labios son algo carnosos pero pequeños, tengo cejas finas y mis ojos son marrones y uno de mis atributos físicos es mi trasero. Muchos me dicen que soy bonita y que tengo una sonrisa linda y dulce. Soy una persona alegre, sociable y me gustan las cosas sencillas, lo simple. Siempre trato de mostrarme alegre aunque, haya tenido ó no un buen día. También demuestro que tengo carácter y me hago respetar, demostrando que no soy la sumisa que era antes por culpa de mi ex que me dominaba a través de miedos y amenazas. Más allá de que haya vivido cosas terribles como le suceden a muchas mujeres, no voy de aquí para allá "con mala cara" y dando lástima. Trato de superar "lo que pasé", de perdonar y dejar ir, para poder ir por mis metas.

...

Es viernes 9 de junio, hora 14:20.

Aproveché para salir a caminar por el sendero que lleva hacia el "Lago y Camping Gutiérrez" mientras, mis hijos están en el jardín. Me interno por el bosque en dirección al sur para cambiar un poco el recorrido, lo eh hecho varias veces aunque, los guarda parques recomiendan no caminar por estas zonas porque suelen andar pumas y otros animales salvajes. Pero hace rato que no veo pumas.

Después de una hora, me siento agotada y tomo un descanso apoyándome en un árbol y bebo un poco de agua. Me quedo unos minutos así hasta reponer mis energías. Luego, arranco nuevamente. Me parece que voy a volver a casa, no sé si seguir caminando un poco más porque me siento re cansada y estoy muy agitada. De repente, me doy cuenta que me perdí, estoy perdida y me pongo nerviosa. Esto no es bueno. Jamás debí alejarme más de la cuenta. Trato de calmarme porque, no quiero enloquecer y entrar en pánico. Exhalo e inspiro varias veces hasta sentirme en calma.

-Se supone que... conozco esta parte del bosque. ¿Cómo puede ser que me pierda? Maldita nieve- me preocupo agarrándome la cabeza con ambas manos.

Llevo puesta ropa oscura y abrigada, una campera de neopreno con piel por dentro, un cuellito, una calza gruesa y térmica y unas zapatillas especiales para andar en la nieve. Algunas de estas prendas me las regaló mi papá: como las zapatillas y la campera.

Sigo caminando y protestando hasta que al cabo de unos minutos me parece ver algo extraño y me asusto. Me escondo detrás de un árbol. Es una situación bastante peligrosa y trato de no hacer ningún ruido. Me encuentro más o menos a unos 100 metros de unos sujetos que no resultan ser nada amigables. Son cuatro hombres. Uno está arrodillado sobre la nieve y los otros están insultando y golpeándolo. Uno de estos lo apunta con una pistola a la cabeza y otro que es corpulento y como de dos metros, le sujeta las manos por detrás de la espalda. El hombre del suelo está rogando por su vida.

¡Esto es horrible! Por favor, espero que no le hagan nada. Para colmo si me meto podrían lastimarme y no quiero éso. Debo pensar en mis hijos, tengo que estar con ellos.

-Lo siento señor ministro pero, esto no es personal. Órdenes son órdenes. Así es la maldita política- escucho hablar a uno de los matones y luego reírse. (Su voz me resulta familiar pero no sé de dónde).

¡¿Es un ministro al que amenazan?! ¡Dios mío! No debería ver esto. Desearía estar en casa con mis hijos.

-¡Son unos malditos! Si me matan van a ir presos y les van a dar una dulce condena- y hace una sonrisa sarcástica.

-¿Le divierte desearnos éso?- habla el de la voz familiar y veo que lo golpea en la nuca con el arma.

-¡Ay, mi cabe- za! ¡Por favor! Te pido piedad. Tengo una familia que mantener- le ruega por su vida entre sollozos como si fuera un niño indefenso y eso me causa mucha impotencia.

Observo que coloca un silenciador en la punta del arma. ¡Lo van a matar!

-¿Qué hacemos, Ciro?-.

-Matarlo. Son órdenes del jefe-.

¡¿Ciro dijo?! Espero que no sea "ésa persona". Dejo de mirar, volviendo a esconderme bien porque, no quiero ver eso.

-¡NO, POR FAVOR! ¡NO ME MAT...

Al escuchar caer el cuerpo sobre la nieve, me cubro la boca. Mis lágrimas comienzan a caer por mi rostro a causa del miedo. Siento pánico y terror seguido de una puntada enorme en el pecho de la misma angustia y comienzo a respirar entrecortado, debilitándome. Me cuesta respirar y siento que mi presión sanguínea está bajando. ¡Maldito pánico! No quiero desmayarme acá. Pido a Dios por favor que no me descubran porque, serían capaces de matarme también y no quiero dejar a mis hijos huérfanos de esta manera: "asesinada por haber sido testigo de un magnicidio a sangre fría".

-Debemos quemar el cuerpo antes de irnos y de que alguien nos vea- habla quien asesinó al ministro.

-Sí. Mejor apuremos- habla el grandulón-. Igual... no suele haber gente por esta zona, pero sí pumas-.

-Dejá de hablar idioteces. Los humanos somos peores y dale, colaborá- le ordena retándolo.

De repente, suena mi celular con una música melódica y me asusto. "¡Mierda! ¿Por qué sonás justo ahora? ¡Hijo de puta!". Es mi amigo Francis, pero no me interesa su mensaje en este maldito momento. Trato de silenciarlo, pero no puedo las manos me tiemblan. ¡No puedo!

-¿Quién anda ahí?- pregunta en un tono furioso y se hace un silencio incómodo, pero no pienso responder-. ¡Si no salís, te busco y te mato!- vuelve a hablar el asesino.

Decido no responderle. Pero escucho unos pasos acercándose a mí, hasta que... veo al sujeto corpulento. Este me mira con odio pero seguido de una sonrisa perversa. Me toma de la campera a la altura del hombro y me arrastra hacia los otros como si fuera una pluma. Me deja al lado del cadáver y lo observo de reojo. La sangre sale a borbotones de la sien y el olor es tan fuerte que me genera náuseas. El hombre quedó con los ojos abiertos y puedo sentir ese sentimiento de vacío en aquella mirada, no deseo seguir viéndolo, es demasiado traumático. Le pido por favor que le cierre los ojos y se burla por mi petición.

-¿Por qué no lo hacés vos?- me cuestiona el asesino y lo veo acercarse a mí.

Lo veo agacharse en frente de mí. Acerca la pistola a mi mentón para levantarme la cabeza y mirarme a los ojos. Al verlo me sorprendo y más me asusto porque lo conozco. ¡Es él! ¡Además de ser Ciro el violador de aquella vez, es un asesino! Su rostro es pálido y delgado, sus ojos son grises y llamativos, pero en el izquierdo tiene una cicatriz que abarca hasta su mejilla.

-Vaya, vaya. ¿A quién tenemos acá?- habla sorprendido y con una sonrisa alegre y enfermiza-. ¿Te acordás de mí?- me pregunta tocándose la cicatriz.

-Sí- le respondo susurrando y apartando la vista.

Me jala del cabello con fuerza y me quejo del dolor.

-Soltame. ¿Qué querés?-.

-Que le cierres los ojos al muerto. ¿Qué esperás? ¿A caso te da miedo tocarlo?-.

-No, no es éso- y me apunta con el arma.

-Entonces obedecé- me ordena.

-No voy a dejar mis huellas. ¡Yo no tengo nada que ver!- le grito y me golpea fuerte en la boca haciéndome caer hacia atrás.

-¡No grites, maldita puta!- me insulta y siento que me agarra la mano para ponerla sobre el cadáver pero aprieto el puño-. ¡Sos inteligente, eh! Pero no por mucho tiempo. ¡Ayudame!- le habla al grandulón.

¡No voy a dejar que mis huellas estén ahí! De repente, me suelta las manos para darme una patada fuerte en el estómago y hace que me retuerza del dolor y deje de luchar. Me dejó sin aire, no puedo respirar. Intento acariciarme la boca del estómago y en ese momento pone mi mano en la cara del cadáver.

-¡Maldito!- le grito débilmente.

-Tranquila, no te va a pasar nada. Menos mal que viniste. Sos como un ángel caído del cielo- me halaga con ironía y esa sonrisa falsa.

-El único ángel caído del cielo sos vos, Satanás- lo insulto y su sonrisa desaparece.

Vuelve a golpearme en la cara pero, ésta vez cerca del ojo. Veo que vuelve a sonreír. Parece que lo disfruta. Detrás de esa sonrisa sarcástica puedo observar sus dientes. Sigue teniendo esa misma dentadura recta y blanca, qué basura.

Lo veo dirigirse a la camioneta negra que está a pocos metros y toma un bidón blanco. Se acerca a mí con eso y un encendedor.

-Tomá, quiero que lo quemes-.

-¡No! ¡Ni loca! No me metan en esto- le pido asustada.

-Ya estás metida. Tus huellas están en el cadáver-.

-Prefiero estar muerta antes que presa por algo que no hice- le digo con lágrimas en la cara.

-¿Sí, segura? Mirá que solo me basta con dos segundos- me responde sonriendo maliciosamente.

Coloca la pistola en mi frente. Puedo sentir el metal frío y helado sobre mi piel y me estremezco aún más del miedo. Cierro los ojos con fuerza y rogando que no presione el gatillo.

-¿Estás segura de querer morir?-.

-No, no quiero-.

-Entonces, hacelo si no querés que te vuele los sesos-.

Termino obedeciendo bajo amenazas. No quiero terminar como este pobre hombre. ¡Ojalá su alma descanse en paz! Pienso mientras un par de lágrimas caen por mi rostro.

-¡Y echalo todo!- me grita desprevenida.

Del susto, el bidón se me cae y me agacho a recogerlo.

-Qué mina inútil, por Dios- me insulta el gordo petiso y solo lo miro de reojo con odio.

Por último prendo el encendedor pero no lo arrojo inmediatamente sobre el cadáver.

-¿Y, qué esperás? ¿O querés que me divierta un rato con vos? Ya que la última vez no me dejaste- le recuerda lleno de rencor.

-E- está bien- afirmo con voz temblorosa y lo tiro.

Comienza a quemarse rápido y le pido a Dios que me perdone por hacer esto, no quería. No quiero ser castigada e ir al Infierno.

-¿Pu- puedo irme ahora?-.

-Sí pero antes quiero que me des tu celular- me ordena.

Se lo doy sin titubear y sin decir una palabra, con tal de que me deje libre y en paz.

-La clave- otra vez con ese tono autoritario y arrogante.

Se la digo y vuelvo a llorar. Luego de desbloquearlo vuelve a sonreír y lee en voz alta:

-"Hola, Sol, si estás en tu casa, ¿querés que vaya a tomar unos mates ó saliste a caminar como siempre?". Interesante mensaje. ¿Es tu novio?- agrega burlándose.

-No. Solo quiero me des la memoria por favor-.

-¿Por qué? ¿A caso nos filmaste?- me cuestiona con desconfianza.

-¿Qué? ¡No, para nada!- respondo asustada-. Solo quiero mi memoria. Ahí... tengo... muchos recuerdos especiales-.

-¿"Especiales", por qué?- sigue preguntando lleno de curiosidad.

No quiero contarle que tengo fotos y videos de mis hijos, mucho menos quiero que sepa que tengo hijos. Podría secuestrarlos o hacerles daño. Y eso sí que no se lo perdonaría.

-No te voy a decir-.

Y me golpea otra vez en la boca. Me duele mucho. Siento el sabor metálico y a la vez dulce de la sangre. Además me siento débil, me golpeó demasiado pero no pienso rendirme.

-Encima contestadora- y me agarra del cabello con fuerza-. Eso me molesta. Si fueras más callada serías más bonita-.

-Soltame, dejame ir- le pido entre sollozos.

-Está bien te voy a dejar ir- y me suelta el cabello acomodándolo (es un enfermo)- pero... vas a tener que pagar un precio alto-.

-¿Qué me vas a hacer?- pregunto asustada-. No me violes por favor- le ruego entre lágrimas.

-No llores, no voy a tocarte pero mi arma sí- me aclara y aprieta el revólver sobre mi pierna y dispara.

-¡AAAH, DUELE!- grito llorando del dolor y me tapa la boca.

-Shh... vas a decir que te robaron y como te resististe, te dispararon. ¿Me oíste?-.

-¡Maldito loco!- lo insulto sin poder moverme del dolor.

-Vas a decir eso. Si me entero que abriste la boca, te busco y te mato. Igual voy a estar vigilándote- me vuelve a aclarar.

Veo que guarda algo pequeño dentro del bolsillo de mi campera y se va en la camioneta seguido de los otros dos. Quedo sola en medio de la nada sufriendo entre llantos y al lado del cuerpo en llamas. Hasta que decido dejar de lamentarme y me levanto lentamente. Camino cojeando. Luego de un tiempo, logro encontrar la ruta y en ella no hay tanta nieve, sólo helada. Eso es algo bueno porque voy a poder avanzar aunque... me estoy sintiendo muy mareada por la pérdida de sangre. Intento no rendirme aunque el dolor sea tan intenso. Al cabo de un rato, comienza a dolerme la cabeza y luego veo borroso. Entro en un ataque de pánico porque estoy en medio de la nada y sé que estoy lejos de la ayuda. Pierdo el equilibrio y caigo boca abajo. Me golpeé muy fuerte la mejilla derecha y también la frente. Ruedo para quedar boca arriba. ¡No puedo ver, esto es horrible! El dolor de cabeza se pone más denso al igual que mi visión. Todo se hace oscuro y pierdo la conciencia.

Al despertar, levanto mi abdomen de golpe y veo que estoy acostada en la cama de Francis. ¿A caso, él me rescató? Me descubro la pierna y está muy vendada. Me alegra saber que desperté y no morí. De repente, veo a Francis entrar a la habitación y sonríe al verme despierto. Su sonrisa es de alegría.

-¡Ay Itzel, estaba muy preocupado!- exclama y se acerca para abrazarme.

-Estoy bien, gracias por rescatarme. ¿No sé qué haría sin vos?- le agradezco entre lágrimas.

-De nada. Siempre voy a estar para vos. Igual... yo no fui quien te rescató. Un señor que pasaba con su camioneta te levantó. De sí que... fue muy amable porque, hay muchos locos allá afuera. Cuando fui a buscarte a su casa, ya estabas curada-.

-¿Qué? ¿En serio?- me sorprendo por la amabilidad del extraño.

-Sí. Fuiste afortunada-.

-Sí, la verdad que sí. Gracias por traerme. ¿Y los nenes, fuiste vos a buscarlos?-.

-Quedate tranquila- y se ríe- porque... ya los llevé y los traje como cuatro veces-.

-¿Qué? ¿Cómo? ¿A caso hoy no es viernes?- pregunto preocupada.

-Eh... no. Hoy es lunes doce y...- mira la hora de su reloj- son las seis y cuarto de la tarde- me responde.

-¿Estuve tres días inconsciente?-.

-Ajá. Lo importante es que... ya despertaste-.

-Supongo que sí. Quiero ver a mis hijos-.

-Ahí los llamo-.

Estoy un rato con mis hijos en la cama y después se van al comedor y Francis me trae la merienda. Se queda mirándome comer y luego vuelve a hablar:

-¿Qué te pasó? ¿Realmente te robaron o te...

-No, por suerte no abusaron de mí- le respondo con sinceridad pero con la cabeza agachada.

-Menos mal. ¿Y... eran varios o uno sólo?- me pregunta curioso.

Esta es mi oportunidad para mentirle, aunque no me gusta.

-Era uno solo-.

-¿Te acordás de su cara?-.

-No, llevaba una capucha y gafas de sol- vuelvo a mentir.

-¡Qué hijo de puta!-.

No le quiero contar más nada de lo que sucedió. Mucho menos de que en realidad presencié la muerte del ministro Rodríguez y que conozco al asesino. Por favor no me preguntes más nada Francis. La verdad es que tengo mucho miedo, mi vida está siendo amenazada.

-Bueno este emm... yo te aconsejaría por un tiempo, que descanses y hagas reposo. Podés quedarte acá, no me molesta. Así no te sentís sola y... yo puedo llevarlos y retirarlos del colegio, total tengo tu autorización. ¿Qué te parece?- me habla y sonríe amablemente.

-¿En serio, Francis? ¿Harías eso por mí?- me sorprende su acto tan amable, ¿por qué es tan bueno conmigo?

-Sí obvio. ¿Puedo?-.

-Sí por supuesto. Muchas gracias. Sos tan dulce, tan bueno- lo halago sintiéndome feliz.

-De nada-.

Francis Navarro es mi vecino desde que llegué al barrio. Nos juntamos muy seguido a tomar mates y nos reímos mucho por todas las anécdotas que me cuenta. Me di cuenta que somos muy compinches y comencé a aceptarlo como parte de mi familia. Él es mucho más mayor, me lleva nueve años. Es una persona muy consejera, se preocupa por mí y mis hijos y también me regaña algunas veces. Es muy bueno, prácticamente es como un hermano, por eso lo quiero mucho.

Me cuenta que mi amiga Bianca lo llamó preguntándole por qué yo no atiendo sus llamadas y mensajes. Me sorprendo porque ella no suele reaccionar así y parece estar preocupada. Entonces, le pido permiso para llamarla con su celular y me lo presta.

En la llamada:

-¡Hola, Sol! ¿Qué pasó que no respondiste mis mensajes? Hasta te llamé y todo. ¿Estás bien?- su voz parece más que preocupada.

-Sí estoy bien, pasa que me olvidé el celular en casa. No es que no quise atenderte, perdoname- le miento porque, no quiero preocuparla más de lo que está.

-Ok. Estás perdonada, pero para la próxima no te lo olvides. ¿Entonces, salimos este fin de semana?-.

-Eh...- ¡me había olvidado de la salida! ... y miro mi pierna-. Eh... este fin de semana podría ser, sí-.

-Buenísimo. Bueno después arreglamos en dónde nos encontramos-.

-Sí obvio, dale- le respondo con mi voz algo débil, espero que no lo note.

-¿Estás bien? Te noto la voz débil-.

-¡Ah, sí! Es que... me enfermé. Esto de salir mucho a caminar por el bosque me terminó enfermando- vuelvo a inventar una mentira, no quiero convertirme en una mitómana.

-¡Uh! Bueno mejorate pronto y no tomes frío. Cuidate así el sábado podemos salir-.

-Sí obvio, quedate tranquila que para el sábado ya voy a estar bien-.

Las veces que eh salido a bailar o a tomar algo con ella, Francis es quien cuida a mis hijos. Aunque, no me agrada mucho salir a bailar. Prefiero un bar que es más tranquilo. Por lo general, cuando salgo de trabajar me quedo casi siempre en casa con los nenes. A veces los llevo a pasear por el parque o a caminar costeando el lago. Pero, ahora con el tremendo frío que hace nos quedamos casi siempre en casa y salgo a caminar en el horario escolar. Y con esto que me acaba de suceder no voy a poder salir hasta recuperarme.

3: "El bar"

Pasaron cinco días y ya es viernes 16, hora 13:20 pm.

Mi amigo me consiguió hace tres días unas muletas para poder caminar y estar parada cuando necesite cocinar o hacer otras cosas. En este momento, me está ayudando demasiado.

No pude conseguir más mi celular, tuve que comprar uno usado y algo descuidado, pero de todos modos funciona bastante bien. Es táctil al igual que el anterior, pero al ser de otra marca, su sistema operativo es diferente y me cuesta adaptarme.

Recibo un mensaje de whatsapp de Bianca y lo leo:

-Hola amiga. Francis me pasó tu nuevo número. Me contó que te robaron el otro, qué cagada y… menos mal que no te pasó nada. ¿Por qué no me lo contaste desde un principio? Te habría entendido por lo de la salida- parece sorprendida y preocupada.

Menos mal que Francis no le contó todo el resto de la historia y parece que tampoco, le mencionó lo de mi pierna y mi cara. Pero, le respondo:

-Disculpá. No me animé porque no quería preocuparte-.

-Bueno, está bien. Pero la próxima tenés que contarme todo si te llega a pasar algo. Lo mejor sería que no te pase nada. Soy tu amiga y me preocupo por vos. Bueno además te escribía porque… me acordé que hoy sí saldríamos-.

-Sí me acuerdo. Podemos salir hoy ó mañana- le respondo contenta.

-Salgamos esta noche. Ponete lo más elegante que tengas. ¿Sí? Ahora te mando la dirección del lugar porque te lo había mandado al otro número-.

-¿A mi otro número, dijiste?- me asusto.

-Sí. ¿Por?-.

-No, por nada- respondo con preocupación.

-¿Pasa algo?-.

-No no, todo bien- le miento con un tono disimulado.

Me sorprende saber que mandó la dirección a mi número viejo. ¿Si lo leyeron y van hasta ese lugar? No, no tengo que pensar éso. No debo ser tan pesimista y sentirme perseguida todo el tiempo.

Al caer la noche, a las 23:00 ya estoy lista para salir con mi amiga aunque... no para bailar. Mi pierna apenas está un poco mejor e igual me cuesta caminar. Tengo los tendones y ligamentos rotos.

Bianca vive en el barrio Los Cipresales, a unos 16 km de mi casa y a 3 km del centro de Bariloche. Viajando en colectivo tardo una hora ó un poco más. Pero decido irme en un taxi.

Me vestí con un top blanco liso de mangas largas y mostrando apenas la panza, un pantalón engomado al cuerpo color negro y tiro alto, botas de gamuza negras de plataforma baja y caña media y una chaqueta negra de eco cuero que por dentro es de algodón. Una ruana a cuadrillé rosa y negra para abrigarme el cuello y un gorro negro. Mi cabello lo dejé suelto. Me maquillé con máscara de pestañas negra y delineador del mismo color y un labial rojo. También, cubrí con corrector algunos de los moretones que más se notan. No me gusta usar aros porque, lastiman mis orejas pero, sí usar cadenitas con dijes pequeños. El que tengo puesto, lleva mi inicial y es un regalo de la infancia que me hizo mi papá.

Al ratito, me despido de Francis y de mis hijos no me despedí porque ya duermen.

Me encuentro con Bianca a las 23:45. Nos saludamos con un abrazo fuerte lleno de cariño. Me siento muy contenta de verla y noto que ella también lo está pero, luego me mira seria por las muletas.

-¿Estás con muletas? ¿A caso, te lastimaron?- vuelve a preocuparse.

-Sí un poco pero, ya voy a estar bien. Solamente son los tendones y ligamentos. Ya se van a curar- y le sonrío.

-¿Qué? ¿Con qué te lastimaron?- pregunta seriamente y preocupada.

-Me… dispararon, pero estoy bien. De a poco me voy recuperando-.

-¡¿Qué?! ¿Quién fue el hijo de puta? No te veo bien. Veo el dolor en tu cara. ¿Por qué no me contaste todo? Te habría entendido y… podríamos haberlo dejado para más adelante- me comenta preocupada y triste de verme así.

-Tenía ganas de verte, la verdad. No quería seguir posponiéndolo-.

-Sí, te entiendo pero primero está tu salud- me aclara un poco enojada-. Tenés que hacer reposo, Sol-.

-Después haré reposo-.

-Sí que sos terca- y vuela los ojos.

-Bueno… ¿vamos?-.

-A un boliche no podés entrar así. ¡Cierto que vamos a ir a un bar!- me aclara recordando de repente-. Así no andás moviéndote mucho-.

-Dale, gracias- y le sonrío-. No me retes, quiero pasarla bien-.

-Está bien, yo igual-.

Bianca tiene casi la misma estatura que yo, pero es un poco más alta, tiene 29 años, también es delgada, su tez es bien blanca tirando a un pálido, de rostro pecoso, ojos grises con unas cejas semi gruesas pero, poco abundantes y de labios asimétricos. Su cabello es crespo, castaño claro y largo hasta los codos. Es una mujer muy bonita, es simpática y raras veces se muestra seria. Lleva puesto un vestido negro corto con un escote bastante pronunciado, "tiene con qué rellenarlo", unos zapatos negros de tacón aguja y un saco gris largo. Ella no tiene hijos, pero soltera como yo. Me contó que estuvo juntada durante cinco años y se peleó hace dos años.

Mientras vamos caminando hacia el bar llamado El Dorado que se encuentra a seis cuadras, charlamos un poco de la vida. Me cuenta que su mejor amigo de la infancia le propuso salir con él y aceptó. Se la nota feliz y eso me pone contenta. Me comenta que más tarde irá al bar, así que tendremos un buen rato para charlar a solas y divertirnos.

-Me dijeron que hay hombres muy guapos en ese bar- agrega de la nada y mirándome con picardía-. Tal vez consigas un bombón para vos-.

-¿Qué? No, yo no quiero saber nada con nadie-.

-No seas aguafiestas. Tenés que enganchar algo… aunque sea “para divertirte”-.

-¿Perdón? Creo que eso no te incumbe- le aclaro sorprendida pero sonriendo.

-¡Vamos! Decime la verdad. ¿Hace mucho que no estás con alguien?-.

-Jamás me habían hecho esa pregunta- y hago una pausa para tragar saliva- pero… no lo hago desde que me separé-.

-¡¿Qué?! Me estás jodiendo- se sorprende-. ¿Hace dos años que nada de nada?-.

-Shh… sí pero no lo grites- le respondo algo avergonzada.

-Perdón. Seguro te debe estar hirviendo la…

-¡Bianca!- la detengo antes de que diga la cochinada que estaba por decir-. Estamos en la calle. ¿A caso ya estuviste tomando?-.

-No, no estuve tomando. Bueno mejor prestemos atención al camino, haber si nos pasamos de largo- me avisa.

-Sí mejor. Porque me estoy muriendo de frío y no veo la hora de sentarme-.

-Sí, lo siento, quería reírme un rato-.

-Y te reíste pero de mí- le recuerdo con una sonrisa algo sarcástica pero chistosa.

-Bueno pero… hay que tener un amigo con derecho-.

-No me gusta. No soy de ese estilo-.

-Qué aburrida-.

Cuando llegamos, vemos un cartel grande donde dice "Bar-Pub El Dorado", con unas letras grandes cursivas y obviamente doradas con luces brillantes. Cuando nos dirigimos a la fila para entrar, preparamos nuestros documentos y a los veinte minutos logramos entrar.

Quedo sorprendida por lo grande y agradable que es. Las paredes son negras con detalles de franjas grises, en ellas hay cuadros con imágenes en blanco y negro que le dan al lugar un cierto aire de tranquilidad. El piso es de mármol negro. La parte de la barra donde sirven  cerveza y otros aperitivos, también tiene su encanto pero es un tanto más sofitiscado que todo el resto del lugar. Los bancos son plateados con asientos de cuero negro. A unos 30 metros de allí hay una escalera con barandas también plateadas y a cada lado hay un guardia. Ambos vestidos elegantemente con trajes que hacen juego con el lugar. Parece que todo está sincronizado. Lo mejor de este bar es que al otro lado de las escaleras hay un escenario. Allí hay una banda tocando música y la cantante tiene una voz hermosa y dulce.

-Este lugar es muy lindo y tranquilo- afirma Bianca.

-También opino lo mismo. Es agradable-.

Buscamos un lugar cómodo dónde sentarnos y elegimos una mesa que está en el centro del bar. Así podemos disfrutar de la vista al escenario cuando las bandas toquen música. Además, tenemos buena iluminación. Bianca con amabilidad me corre un poco la silla para poder sentarme y le agradezco.

-¿Arriba se podrá ir?- le pregunto con curiosidad.

-Ni idea, amiga. Habría que preguntar-.

-Sí, tenés razón. Aunque, sus caras dan miedo-.

-Bueno pero... sí o sí tienen  que poner "esas caras"- aclara en voz baja y le doy la razón.

Bianca se dirige a la barra a comprar algo para beber. Al regresar, la veo con una botella de cerveza y me trajo un licuado de frutilla. Me sorprendo con algo de vergüenza pero igual le agradezco amablemente, porque no puedo beber alcohol al estar tomando medicación. Me quito la chaqueta y la cuelgo en el respaldo de la silla. Ella también hace lo mismo.

Charlamos y reímos durante un buen rato mientras bebemos. La estoy pasando muy bien y además, el ambiente es tranquilo y éso me gusta mucho. Realmente me siento como en casa.

Me suena el celular, veo un mensaje de Francis y lo leo: “Este es el número del señor que te rescató. Así lo llamás y le das las gracias. Se llama Lorenzo”. Decido responderle: “Dale Francis, gracias. Pero mañana lo llamo. A esta hora debe estar durmiendo”. “No lo está. Acabo de hablar con él y me dijo que podés comunicarte porque me contó que trabaja hasta tarde”, me cuenta. “Ok, ahora lo llamo. Chau beso”. La verdad que me da vergüenza tener que llamar a alguien que es un extraño y más a esta hora.

-¿Pasa algo?- me pregunta mi amiga.

-No. Era Francis que me pasó el celular de alguien para agradecerle por su ayuda-.

-¿Ayuda de qué?-.

Le cuento que el día que me robaron y me dispararon, me desmayé en la ruta y alguien me recogió en su camioneta. En ningún momento llegué a conocerlo porque cuando desperté ya estaba en la casa de Francis. También le cuento que me curó la herida.

-¡Guau, qué amable! Y qué feo lo que te pasó. Me siento mal por no haber ido a verte-.

-No te sientas mal, Bian. Vos tenés tus cosas también y estás todo el tiempo trabajando-.

-Sí ya sé eso. Pero siempre tengo un franco y… no lo aproveché para visitarte. Soy una pésima amiga- sigue culpándose.

-Sos mi mejor amiga y no te culpes por algo que ni sabías. Pero la próxima si me pasa algo, te voy a avisar-.

-Dale. Aunque lo bueno sería que no te pase nada malo- y me sonríe dulcemente-. ¿Y vas a llamar al señor?-.

-¿Pero a esta hora? Creo que… sería desubicado. No es un horario para estar llamando-.

-Pero si él te dijo que lo podías llamar. A parte… seguro debe salir los fines de semana. ¿Te dijo cómo es o no, si es joven o viejo?-.

-No pero… que parece un tipo cuarentón-.

-Ah, es joven- responde con picardía.

-¡Bianca!-.

-Vamos al baño y lo llamás. Hay menos ruido y vas a poder hablar bien-.

-Sí, es verdad-.

Nos dirigimos al baño y hago la llamada. Estoy un poco nerviosa porque no sé si atenderá y si va a hablarme bien. Lo pongo en altavoz.

-Ojalá sea lindo- acota mi amiga como de costumbre.

-No digas esas cosas-.

De repente, responden la llamada con un hola, es una voz muy varonil y agradable.

-Hola. ¿Quién habla?-.

-Ho-hola disculpe la hora-.

-No, no pasa nada. Aunque sí es tarde para pedir una cita-.

-¿Cita?- me sorprendo ¿a qué clase de cita se refiere?-. No llamo por ninguna cita. Me acaban de pasar su número. ¿Usted es Lorenzo?-.

-Sí. ¿Con quién tengo el gusto de hablar?-.

-Me llamo Sol, soy la chica que…

-¡Ah, sí! La chica de la ruta, ¿no?-.

-Sí así es. Quería agradecerle por su ayuda. La verdad que me salvó la vida-.

-De nada. Me alegra que estés bien, Sol y… gracias por llamar-.

-De nada. Bueno, no lo molesto más. Que descanse, hasta luego-.

-Gracias e igualmente- y corto la llamada.

-Fue muy amable, la verdad y… se escuchaban voces a su alrededor. Tal vez estaría en una cena- comenta mi amiga.

-Sí seguro. No me esperaba que respondiera la llamada-.

-Ni yo-.

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